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Juana Soderini de Florencia, Beata |
Virgen
Martirologio Romano: En Florencia, en la región toscana también de
Italia, beata Juana Soderini, virgen de la Orden Tercera de
los Siervos de María, preclara por su oración y austeridad
de vida (c. 1367).
Los Soderini eran considerados como miembros
de una de las familias más nobles de Florencia al
iniciarse el siglo XIV.
Precisamente en aquélla ciudad, en el
año de 1301, y en el seno de la aristocrática
familia, vino al mundo Juana, la que habría de alcanzar
la gracia de la beatitud.
Desde muy temprana edad, demostró
ser una niña excepcionalmente buena y con una devoción tan
profunda y sincera hacia Dios, que en cierta ocasión dijo
a su aya, Felicia Tonia, que, por revelación del cielo,
sabía que ella, Felicia, iba a morir muy pronto y
ésta, que estaba al tanto del fervor de la niña
y de sus continuas oraciones, le creyó y comenzó a
prepararse para su próxima muerte.
Cuando Juana llegó a la
adolescencia, sus padres le concertaron un matrimonio ventajoso, pero ella
protestó con tanta energía que, a fin de cuentas y
a regañadientes, puesto que Juana era la única hija, consintieron
en que tomase el hábito de monja.
Por aquel entonces,
Santa Juliana Falconieri organizaba la tercera orden regular
de los servitas (las "Mantellate") en Florencia y Juana decidió
unirse a esa nueva comunidad.
No tardó en distinguirse por
las austeridades corporales que practicaba y su perseverancia en la
oración, pero al mismo tiempo se mantenía activa en los
trabajos de la casa y el cuidado de los enfermos
que acudían en busca de atención. Voluntariamente y de buen
grado, se hacía cargo de las tareas más desagradables y
penosas y, en el desempeño de las mismas provocaba la
admiración de sus hermanas, por su alegría y mansedumbre.
Juana
debió padecer duras pruebas espirituales y grandes tentaciones, sobre las
que, al fin y al cabo, triunfó y aun adquirió
grandes gracias celestiales, incluso el don de profecía. Juana era
la auxiliar personal y permanente de Santa Juliana y no
se apartó de ella ni por un instante en el
curso de su prolongada enfermedad postrera, cuando la fundadora no
podía pasar alimento alguno y estaba tan débil que necesitaba
ayuda para poder moverse. Por eso, se atribuye a la
Beata Juana el descubrimiento de una imagen de Cristo crucificado
que, al parecer, quedó grabada en el pecho de Santa
Juliana desde poco antes de su muerte.
Juana sobrevivió a
su amada madre durante más de veinte años, como sucesora
suya en el gobierno de la comunidad, hasta que murió,
el lº de septiembre de 1367. La Beata Juana Soderini
fue sepultada en la iglesia de la Annunziata de Florencia
y, durante algún tiempo, su tumba fue un lugar de
peregrinaciones.
En 1828, el conde de Soderini, pariente de Juana,
solicitó al Papa León XII la confirmación del culto que
fue concedida a su debido tiempo.
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