|
Lucía de Caltagirone, Beata |
Virgen Terciaria Franciscana
Martirologio Romano: En Salerno, de la Campania, en
Italia, beata Lucía de Caltagirone, virgen de la Tercera Orden
Regular de San Francisco (1400).
Lucía nació en Caltagirone, Sicilia, hacia
el año 1360. Sus padres la educaron en la piedad
y ella supo maravillosamente corresponder a sus esperanzas. Ellos eran
devotos de San Nicolás de Bari y experimentaron varias veces
su protección. Un día en que Lucía se subió a
una higuera para recoger frutas fue sorprendida por un furioso
temporal con granizo y rayos. Un rayo cayó sobre el
árbol donde estaba Lucía, la cual se precipitó a tierra
medio muerta. En su mente vio perfilarse la figura de
un santo anciano, San Nicolás de Bari, quien la tomaba
de una mano y la entregaba de nuevo a la
familia.
Hacia los 13 años abandonó su pueblo natal en
Sicilia para seguir a una piadosa terciaria franciscana de Salerno. Al
poco tiempo se le murió esta guía espiritual y Lucía
entró en un convento salernitano de Hermanas que seguían la
regla franciscana. Allí se distinguió por la fiel práctica de
sus deberes y en especial por el amor a la
penitencia, a la cual se había comprometido para expiar los
pecados de la humanidad, y sobre todo por una más
íntima participación en los dolores de Cristo. Por algún tiempo
ejerció el oficio de maestra de novicias. La fama de
su virtud se difundió. Muchos recurrían a ella para pedirle
oraciones y consejo. Dedicaba mucho tiempo a la oración, a
la meditación y a la contemplación de las cosas del
cielo. A menudo flagelaba su cuerpo virginal; la desnuda tierra
le servía de lecho; un poco de pan y agua
eran su sustento diario.
Los nobles acudían a ella, y
ella consolaba a los afligidos, llamaba a penitencia a los
pecadores, edificaba a los piadosos. Dios confirmó con prodigios su
santidad. Había llegado a los cuarenta años y ya estaba
lista para el cielo. Su vida austera, los prolongados y
dolorosos sufrimientos minaron su salud. A la invitación del esposo
celestial, su alma gozosa voló al Paraíso para unirse al
coro de las Vírgenes a las cuales ha sido dado
seguir al Cordero divino.
Lucía, terciaria regular, murió en Salerno
el año 1400. Después de su muerte obró diversos prodigios.
El culto y la veneración hacia ella siempre fue extendiéndose
en el pueblo salernitano y en las regiones vecinas hasta
que el Sumo Pontífice León X el 4 de junio
de 1514 concedió en su honor el oficio y la
misa.
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario