lunes, 24 de agosto de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 26 DE AGOSTO DEL 2015



El encuentro de Jesús con Natanael
Solemnidades y Fiestas


Juan 1, 45-51. Fiesta Bartolomé apóstol. Bartolomé permaneció vacilante hasta que escuchó las palabras de Jesús... ¡alabándole! 





Te adelantamos las Reflexiones del Evangelio de la 21a. Semana del Tiempo Ordinario,  del domingo 23 al sábado 29 de agosto 2015.
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Del santo Evangelio según san Juan 1, 45-51
En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: Aquel de quien escribieron Moisés y la Ley y los Profetas lo hemos encontrado: a Jesús, hijo de José, de Nazaret. Natanael le replicó: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Felipe le contestó: Ven y verás. Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño. Natanael le contesta: ¿De qué me conoces? Jesús le responde: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Natanael respondió: Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Jesús le contestó: ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores. Y le añadió: Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre.

Oración introductoria
Jesús, eres el hijo de Dios, el rey de mi vida y mi mejor amigo, maestro y pastor. Me tomas de la mano y me conduces al Padre. Me insistes en la conversión, pues sólo un corazón decidido puede a orar en la fe. Ayúdame a orar disponiendo mi corazón para hacer la voluntad del Padre.

Petición
Señor, concédeme buscar la santidad en la coherencia y en el cumplimiento de tu voluntad.

Meditación del Papa Francisco
La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial.
Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos contemple, reconocemos esa mirada de amor que descubrió Natanael el día que Jesús se hizo presente y le dijo: “Cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. ¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, “lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos”.
La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás. (S.S. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 264).
Reflexión
¿De este pueblo tan pequeño puede salir algo bueno? Estas fueron las palabras que San Bartolomé, también llamado Natanael, dijo a Felipe, sorprendido ante la noticia de que había un gran hombre venido desde Nazaret.

Natanael permaneció vacilante hasta que escuchó las palabras de Jesús, alabándole. Cristo demuestra que conoce perfectamente el interior del hombre, y por eso se permite elogiarle en público. ¿Y qué diría Jesús de nosotros? ¿Podría repetir las palabras que dirigió al santo que hoy contemplamos? Y tú, ¿qué opinión tienes de ti mismo?

Lo que en realidad somos está recogido en nuestra conciencia. Ella nos avisa ante la bondad o maldad de nuestros actos, antes y después de hacerlos. Por eso, el que actúa guiado por una conciencia recta, tiene la seguridad de llevar una vida honrada, ante sí mismo, ante los hombres y ante Dios.

Formar una buena conciencia es gran parte del secreto de nuestro obrar. ¿Y cómo se forma? Con criterios objetivos, válidos para todos y siempre. Por ejemplo, los diez mandamientos son la ayuda básica para saber qué debemos hacer y qué hay que evitar. Y una vez que hemos establecido fuertemente los principios, es necesario mantenerse firme en ellos.

Propósito
Restar importancia a mis puntos de vista, para estar más abierto a la opinión de los demás.

Diálogo con Cristo 
Jesús, frecuentemente soy escéptico y desconfío en que puedo alcanzar la santidad, porque no me dejo transformar por tu gracia y no cumplo la voluntad de Dios. Por eso te pido, hoy, que abras mi espíritu, mi corazón, mi entendimiento, para que sepa reconocerte siempre y darte el lugar que te corresponde en mi vida.

lunes 24 Agosto 2015

Fiesta de san Bartolomé, apóstol

San Bartolomé Apóstol

Leer el comentario del Evangelio por
Benedicto XVI: Natanael- Bartolomé, reconoce al Mesías, Hijo de Dios

Apoc. 21,9b-14.
Luego se acercó uno de los siete Angeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas plagas, y me dijo: "Ven que te mostraré a la novia, a la esposa del Cordero".
Me llevó en espíritu a una montaña de enorme altura, y me mostró la Ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios.
La gloria de Dios estaba en ella y resplandecía como la más preciosa de las perlas, como una piedra de jaspe cristalino.
Estaba rodeada por una muralla de gran altura que tenía doce puertas: sobre ellas había doce ángeles y estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel.
Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres al sur, y tres al oeste.
La muralla de la Ciudad se asentaba sobre doce cimientos, y cada uno de ellos tenía el nombre de uno de los doce Apóstoles del Cordero.

Salmo 145(144),10-11.12-13ab.17-18.
Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.

Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre.

El Señor es justo en todos sus caminos
y bondadoso en todas sus acciones;
está cerca de aquellos que lo invocan,
de aquellos que lo invocan de verdad.



Juan 1,45-51.
Felipe encontró a Natanael y le dijo: "Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret".
Natanael le preguntó: "¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?". "Ven y verás", le dijo Felipe.
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez".
"¿De dónde me conoces?", le preguntó Natanael. Jesús le respondió: "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera".
Natanael le respondió: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel".
Jesús continuó: "Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees . Verás cosas más grandes todavía".
Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre."


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Benedicto XVI, papa 2005-2013
Audiencia General del 04/10/06 (© Libreria Editrice Vaticana)

Natanael- Bartolomé, reconoce al Mesías, Hijo de Dios


El evangelista Juan nos refiere que, cuando Jesús ve a Natanael acercarse, exclama: "Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño" (Jn 1, 47). Se trata de un elogio que recuerda el texto de un salmo: "Dichoso el hombre... en cuyo espíritu no hay fraude" (Sal 32, 2), pero que suscita la curiosidad de Natanael, que replica asombrado: "¿De qué me conoces?" (Jn 1, 48). La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible. Le dice: "Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi" (Jn 1, 48). No sabemos qué había sucedido bajo esa higuera. Es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael.
Él se siente tocado en el corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendido y llega a la conclusión: este hombre sabe todo sobre mí, sabe y conoce el camino de la vida, de este hombre puedo fiarme realmente.
Y así responde con una confesión de fe límpida y hermosa, diciendo: "Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel" (Jn 1, 49). En ella se da un primer e importante paso en el itinerario de adhesión a Jesús. Las palabras de Natanael presentan un doble aspecto complementario de la identidad de Jesús: es reconocido tanto en su relación especial con Dios Padre, de quien es Hijo unigénito, como en su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificación propia del Mesías esperado.
No debemos perder de vista jamás ninguno de estos dos componentes, ya que si proclamamos solamente la dimensión celestial de Jesús, corremos el riesgo de transformarlo en un ser etéreo y evanescente; y si, por el contrario, reconocemos solamente su puesto concreto en la historia, terminamos por descuidar la dimensión divina que propiamente lo distingue. 


EL ESTILO DE TU VIDA DEPENDE DE TU LIBERTAD



El estilo de tu vida depende de tu libertad
Quizá hoy podamos cambiar la opción de nuestra vida.



Los últimos momentos de cualquier ser humano tienen un especial aire de solemnidad. Los últimos momentos de un gran hombre son todavía mucho más especiales.

Los últimos momentos de Sócrates fueron narrados por Platón hace ya mucho tiempo. El maestro se encontraba en la cárcel, sentado entre sus más fieles amigos. Se acercaba el momento de ejecutar la sentencia capital. Faltaban pocos minutos para que llegase el verdugo con el veneno, y todo acabaría. Bueno, no todo, pues el Sócrates que presenta Platón es un hombre que está convencido de que le espera una vida mejor, una vez franqueadas las fronteras de la muerte.

El misterio de la muerte nos pone ante el gran problema de la vida, de nuestra vida humana. Aquí las preguntas son muchas: ¿somos animales sofisticados que pasamos un tiempo en este planeta herido y contaminado, para luego desaparecer y ser recordados por unos cuantos íntimos? ¿O hay algo más allá de la muerte? La pregunta resulta fundamental, hoy como ayer, a la hora de orientar todo lo que queremos y realizamos. Si todo termina en el “gran teatro del mundo”, cuando baje el telón no habrá nada que temer: la muerte nos absorberá, cesará toda sensación, todo pensamiento, y una oscura tiniebla nos engullirá entre sus entrañas escabrosas, como en un abrazo letal. Pero si hay algo más después de la agonía...

El mundo de hoy vive, por un lado, de las herencias cristianas, y, por otro, de los progresos científicos. Entre los investigadores encontramos hoy un número no pequeño de neurólogos que quieren comprender lo que es el pensamiento, la conciencia, las emociones, el amor. Exploran el cerebro, hacen nuevos experimentos, lanzan teorías. Algunos pretenden explicar la reflexión humana como si fuese el resultado de la actividad de redes neuronales, actividad que termina cuando el “aparato” (eso que llamamos cerebro) es incapaz de coordinar eficazmente las 100 mil millones de neuronas que lo componen. Y nos muestran, con gráficas interesantes y comprensibles, las distintas zonas de la corteza cerebral responsables de la palabra, de la imaginación, de la creatividad, de los sueños. Hace poco alguno dijo que había descubierto la zona de la corteza que regula algunas experiencias religiosas...

Quizá sería bueno volver a escuchar al inquieto Sócrates para poner en duda parte de estas interesantes propuestas. En la narración de Platón, Sócrates hace una reflexión fundamental: es cierto que yo no estaría aquí, sentado y en diálogo con mis amigos, si no tuviese tendones, músculos, huesos, pulmones, aires, etc. Pero todo ello no es más que la condición (el instrumento) que me permite realizar algo más profundo: un acto de voluntad. He aceptado conscientemente la condena a muerte, porque he creído que ese era mi deber. Esta es la explicación verdadera del porqué me encuentro aquí, esperando la cicuta. De lo contrario, haría ya un buen tiempo que estas piernas y estos tendones habrían escapado lejos de Atenas para huir de una muerte deshonrosa...

Las reflexiones de Sócrates pueden estimular a los neurólogos de hoy. Es cierto que sin el cerebro no podemos pensar, ni amar, ni decir un disparate o escribir una poesía. Pero también es verdad que todo acto profundamente humano, todo pensamiento y todo amor, va más allá de lo que pueda ser un complicadísimo sistema de neuronas. En pocas palabras, y según el ejemplo de Sócrates, el cerebro es condición del pensamiento y del amor, pero no su explicación profunda. Al otro lado de la frontera inicia el mundo del espíritu, algo que escapa a los microscopios más sofisticados y a los experimentos más geniales.

Desde luego, habrá quien crea que los pobres espiritualistas, los que creen en la posibilidad de amar y de pensar (de vez en cuando, claro está) de modo inteligente, son víctimas de alguna ilusión que radica en alguna lesión de su cerebro, o en un desarrollo particular de tal o cual zona de la corteza. Pero será bueno ver, como afirmaba un abogado interesado en los temas científicos, Philip E. Johnson, si estos escépticos serán capaces de encontrar la parte de masa gris que hace que ellos piensen en clave materialista, que les lleve a no creer en el espíritu...

APEGOS



Apegos


Un pájaro herido no puede volar, pero un pájaro que se apega a una rama de árbol, tampoco. ¡Deja de apegarte al pasado!

Dice el proverbio hindú: "El agua se purifica fluyendo; el hombre, avanzando". El mundo está lleno de sufrimiento; la raíz del sufrimiento es el apego; la supresión del sufrimiento significa la eliminación, el abandono de los apegos.

Hay un deseo común, que es el cumplimiento de lo que se cree que va a dar felicidad al yo, al ego. Ese deseo es apego, porque ponemos en él la seguridad, la certeza de la felicidad.

Es el miedo el que nos hace desear la felicidad, y ella no se deja agarrar. Ella es. Esto sólo lo descubrimos observando, bien despiertos, viendo cuándo nos mueven los miedos y cuándo nuestras motivaciones son reales.

Si nos aferramos a los deseos, es señal de que hay apego. ¿Abandonar los apegos significa apartarse del mundo material? La respuesta es: ¡No!

Uno usa el mundo material, uno goza el mundo material, pero no debe hacer depender su felicidad del mundo material. ¿Está esto suficientemente claro?

Uno comienza a gozar las cosas cuando está desapegado, porque el apego produce ansiedad. Si estás ansioso cuanto te aferras a algo, difícilmente podrás gozarlo.

Por lo tanto, lo que te propongo no es una renuncia al goce: es una renuncia a la posesividad, a la ansiedad, a la tensión, a la depresión frente a la pérdida de algo.

¿De dónde crees que provienen todos los conflictos? De los apegos.

¿De dónde crees que proviene el sufrimiento? De los apegos.

¿De dónde crees que proviene la soledad? De los apegos.

¿De dónde crees que proviene el vacío? Tú lo sabes: el origen es el mismo.

¿De dónde crees que provienen los temores? También de los apegos. Sin apego no hay temor. ¿Lo pensaste alguna vez? Sin apego no hay temor.

SALVADO POR UNA MISA



Salvado por una misa
Cuando Pedro recuperó la conciencia y pudo recordar lo que había ocurrido, enseguida hizo un balance de su vida...




En las ciudades pequeñas todo el mundo se conoce. Los lazos de amistad se estrechan aún más y los buenos amigos se tratan como auténticos hermanos. Es lo que ocurrió con Marcos y Pedro. Los dos crecieron en la acogedora localidad de Lagoa Dourada: juntos hicieron la Primera Comunión en la parroquia del Señor Buen Jesús, estudiaron en la Escuela Pública y participaron activamente en las actividades parroquiales, especialmente como monaguillos en las celebraciones solemnes.

El primero pertenecía a una familia muy católica y en el seno de la misma le habían transmitido una gran devoción a la Santa Misa. Desde pequeñito su abuela, doña Matilde, le llevaba a la iglesia bien temprano para participar en la Sagrada Eucaristía y le iba explicando paso a paso cada parte del Santo Sacrificio del Altar, lo que le dejaba encantado al ver el amor de Jesús por cada uno de nosotros.

Sin embargo, Pedro no había recibido en su hogar tan piadosas influencias. Sus padres eran católicos, sí, aunque poco devotos; tan sólo se preocupaban por gozar de buena salud y tener éxito en los negocios. Había sido doña Matilde la que le había dado una adecuada formación religiosa.

Era ella quien les enseñaba el Catecismo a los dos inseparables compañeros, quien les había preparado para que hicieran la Primera Comunión y quien les animó a que fueran monaguillos en la iglesia parroquial.

El tiempo había pasado y estos buenos amigos ya se habían hecho hombres maduros. Cada uno constituyó su propio hogar, ambos tuvieron hijos y los dos continuaron viviendo en la misma Lagoa Dourada.

Marcos era un padre dedicado y procuraba transmitir a sus hijos toda la buena formación que había recibido de su abuela. Pero sobre todo se esforzaba por darles el ejemplo de un buen cristiano: rezaba el Rosario en familia, enseñaba el Catecismo a los pequeños e iba a Misa todos los días, pues ésta había sido siempre su devoción más grande.

Pedro, por el contrario, se había olvidado de las enseñanzas recibidas y empezó a preocuparse, al igual que sus progenitores, únicamente por el bienestar material de su familia. Su comportamiento en materia de religión no era de lo mejor: nunca rezaba con sus hijos y sólo iba a Misa los domingos… si es que ese día no había organizado alguna visita a las haciendas de sus colegas.

Todas la mañanas, después de dejar a su hijos en la escuela, Marcos asistía a Misa. Al terminar el Sagrado Banquete, se iba a desayunar a su panadería y se comía un buen pan calentito, untado con mantequilla derretida, hecha con la leche pura y grasa de su granja.

De vez en cuando Pedro iba a visitarle, pero la amistad entre ellos iba siendo menos robusta. Las conversaciones giraban casi exclusivamente sobre sus negocios y, aunque intentara mantener las apariencias, se notaba que sus intereses cada vez se distanciaban más de los de Marcos.

Del enfriamiento de las relaciones al rencor había sólo un paso. A pesar de que Marcos no vivía para los negocios como Pedro, su panadería era envidiable, su hacienda muy productiva y su fábrica de lácteos un modelo de factoría bien dirigida. ¿Cuál sería la razón de este éxito? —pensaba Pedro, quien no escatimaba esfuerzos para que sus negocios prosperaran y que sufría con una cosecha escasa, con el desgaste de la tierra y con las enfermedades de su ganado; sin hablar de las crecientes deudas que tenía, las cuales amenazaban su patrimonio…

Un día, los dos amigos fueron invitados a un congreso de terratenientes que se realizaría en la capital de la región. Marcos le propuso que hicieran el viaje juntos y Pedro aceptó por puro interés, porque así los gastos serían menores. La salida quedó fijada para un miércoles, después de la Misa matutina.

Sin embargo, el párroco no pudo celebrarla en el horario habitual aquel día, pues había sido solicitado para que atendiera a un enfermo de una aldea vecina, y avisó que sí habría Misa al mediodía. Marcos, entonces, decidió retrasar el viaje, pero Pedro intentó disuadirlo diciéndole:

— ¡Qué tontería! ¿Qué hay de malo si no vas a Misa un día?

— La Misa tiene un valor infinito, le respondió Marcos. Prefiero esperar.

— Bien, entonces te vas tú solo más tarde. Yo ya me marcho…

Y antes de alejarse añadió:

— ¿Cómo es posible que atrases un viaje de esta envergadura únicamente por causa de una Misa? Tienes toda la vida para asistir a otras muchas más…

En realidad, Pedro se alegraba por la situación que se había creado, pues pensaba que si llegaba antes que Marcos a la ciudad podría escoger la mejor negociación del momento y conseguir superiores resultados.

Sin embargo, en la carretera —llena de curvas— que une Lagoa Dourada con la ciudad vecina se produjo un derrumbe en el justo momento en que Pedro estaba pasando por ahí con su camioneta. La avalancha de tierra le hizo perder el control de su vehículo y cayó barranco abajo.

Fue llevado al hospital y pasó varios días en coma. Cuando recuperó la conciencia y pudo recordar lo que había ocurrido, enseguida hizo un balance de su vida: se dio cuenta de lo alejado que estaba de Dios y de los Sacramentos, y se preguntaba si aquel accidente de automóvil no sería una señal de alerta que venía de la eternidad.

¡Qué locura había sido el haber menospreciado de esa manera una Misa! ¡Qué cerca estuvo de no poder participar en ninguna más! Hizo llamar a su amigo Marcos y al verlo entrar en la habitación del hospital, el convaleciente le dijo:

— Has sido salvado por una Misa. Fui muy codicioso y desprecié el valor supremo e infinito que tiene una sola Celebración Eucarística…

Marcos trató de animarlo inmediatamente y Pedro le expresó lo arrepentido que estaba de la vida que llevaba. Le confió que el accidente le hizo acordarse de todo lo que había aprendido con doña Matilde y, sobre todo, de la frase que repetía con tanta seriedad: “Si supiese que habría una Misa en el rincón más apartado de la Tierra y no tuviera oportunidad de participar en otra, haría lo que fuera para ir hasta allí”.

Cuando Pedro se recuperó totalmente y regresó a su casa, cambió radicalmente de vida. Volvió a ser un amigo leal y empezó a frecuentar otra vez los Sacramentos, con toda su familia. Sus negocios prosperaron y su espíritu, libre de envidias y egoísmos, encontró nuevamente la paz.

Esa única Misa le salvó de un accidente a Marcos, pero también le dio nueva vida al alma de Pedro.

MARTIRIO DE SAN BARTOLOMÉ, APÓSTOL, 26 DE AGOSTO


SAN BARTOLOMÉ, APÓSTOL, 24 DE AGOSTO



Bartolomé, Santo
Apóstol, 24 de agosto

Apóstol y Mártir

Martirologio Romano: Fiesta de san Bartolomé, apóstol, al que generalmente se identifica con Natanael. Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor le invitó a seguirle y lo agregó a los Doce. Después de la Ascensión del Señor, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio (s. I)

Etimológicamente: Bartolomé = hijo de Tolomé” (Bar =hijo. Tolomé = “cultivador y luchador”).. Viene de la lengua hebrea.

Breve Biografía
A este santo (que fue uno de los doce apóstoles de Jesús) lo pintaban los antiguos con la piel en sus brazos como quien lleva un abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en que le arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún vivo.

Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael (que significa "regalo de Dios") Muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe, le colocan como compañero de Felipe a Natanael.

El encuentro más grande de su vida.

El día en que Natanael o Bartolomé se encontró por primera vez a Jesús fue para toda su vida una fecha memorable, totalmente inolvidable. El evangelio de San Juan la narra de la siguiente manera: "Jesús se encontró a Felipe y le dijo: "Sígueme". Felipe se encontró a Natanael y le dijo: "Hemos encontrado a aquél a quien anunciaron Moisés y los profetas. Es Jesús de Nazaret". Natanael le respondió: " ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?" Felipe le dijo: "Ven y verás". Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño" Natanael le preguntó: "¿Desde cuando me conoces?" Le respondió Jesús: "antes de que Felipe te llamara, cuando tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi". Le respondió Natanael: "Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel". Jesús le contestó: "Por haber dicho que te vi debajo del árbol, ¿crees? Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del Hombre." (Jn. 1,43 ).

Felipe, lo primero que hizo al experimentar el enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue ir a invitar a un gran amigo a que se hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Era una antorcha que encendía a otra antorcha. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret (aunque no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había nacido allí) se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados pueblecitos del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le discutió a su pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta: "¡Ven y verás que gran profeta es!"

Una revelación que lo convenció.

Y tan pronto como Jesús vio que nuestro santo se le acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría: "Este si que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño". El joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce , y el Divino Maestro le añade algo que le va a conmover: "Allá, debajo de un árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo te estaba observando y viendo lo que pensabas". Aquélla revelación lo impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero profeta y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó: "¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! ¡Maravillosa proclamación! Probablemente estaba meditando muy seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le iluminara lo que debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que El leyó sus pensamientos. Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero profeta, un hombre de Dios que hasta leía los pensamientos. Y el Redentor le añadió una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la historia de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se durmió junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las alturas.

Desde entonces nuestro santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.
El libro muy antiguo, y muy venerado, llamado el Martirologio Romano, resume así la vida posterior del santo de hoy: "San Bartolomé predicó el evangelio en la India. Después pasó a Armenia y allí convirtió a muchas gentes. Los enemigos de nuestra religión lo martirizaron quitándole la piel, y después le cortaron la cabeza".

Para San Bartolomé, como para nosotros, la santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y amar mas a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener una constante caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien posible.

Oración

Oh, Dios omnipotente y eterno, que hiciste este día tan venerable día con la festividad de tu Apóstol San Bartolomé, concede a tu Iglesia amar lo que el creyó, y predicar lo que él enseñó. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén

¡Felicidades a los Bartolomés!

PARA ENCONTRAR A DIOS HAY QUE TRATARLE



Para encontrar a Dios hay que tratarle
Sentido de la misa del domingo. Un trato de corazón a corazón, fruto del amor y no de la costumbre, creando un 


Una mujer comenzó a ir con sus padres a Misa por costumbre. Después, al profundizar en la fe, vio que "empezaba a tener otro sentido, un sentido de compromiso, me sentí más implicada... descubrí el valor de la Eucaristía como un encuentro con Cristo..."

En nuestra sociedad actual, la asistencia a Misa depende de la costumbre del entorno familiar, de la fe que se ha recibido desde pequeños… y cuando se asiste a Misa por ejemplo en acontecimientos sociales o fiestas principales, incluso los que no saben "qué pasa ahí" sienten alguna motivación, el gusanillo de profundizar, pues no solo queremos vestirnos de fiesta sino que queremos participar en la fiesta, celebrarla. Como en las familias, que tienen un plato preferido para ciertas celebraciones. Queremos tener una relación viva y personal, maravillosa, con Jesús. Qué lástima, escuchar palabras y cantos, pero no gozar plenamente de las emociones estéticas en la música o en la belleza de las celebraciones, al no vivir la esencia de la Misa y de la comunión... Recuerdo un compañero de estudios que iba a la catedral de Córdoba a escuchar la Misa del domingo fascinado por la belleza de la liturgia y la música. Es difícil entender a Bach sin su fe, pues muchas composiciones están unidas a un sentimiento.

Hemos de conocer lo esencial de la vida. Muchas veces vamos por la vida buscando la felicidad, y no la encontramos... más tarde nos damos cuenta de que estaba allí al lado, en las cosas pequeñas de cada día, en las cosas obvias, que son las que olvidamos más fácilmente, y así nos va... Como el sentido religioso, el sentido trascendente de las cosas. Olvidamos las cosas que no proporcionan un inmediato beneficio práctico con la excusa de que "no sirven para nada", cuando son las que más sirven. Cuando faltan estas cosas, nos damos cuenta de que la vida no sirve para nada. Cuentan de una araña que se dejó caer por uno de sus hilos desde un árbol, para anclar los soportes alrededor de una rama y tejer su telaraña, esa malla que va engrandeciéndose con sucesivas vueltas, hasta completar su obra. Entonces, paseándose por su territorio, orgullosa de su realización, mira el hilo de arriba y dice: "éste es feo, vamos a cortarlo", olvidando que era el hilo por donde empezó todo, el que sustentaba todo. Al cortarlo, la araña desmemoriada cayó enredada en su red, prisionera de su obra. Así nosotros, encerrados en la obra de nuestra inteligencia o en el cuidado de tantas cosas... podemos olvidar la esencial, cuando cortamos el hilo de soporte. ¡No prescindamos de Dios! Es el soporte de todo lo invisible, los valores de amor y respeto a los demás, en definitiva, de la felicidad. Esta dimensión invisible de la vida. Si no, nos enmarañamos en cosas que nos hacen perder la libertad.

La necesidad de dar culto a Dios está en lo más profundo de nuestro interior (y cuando no le hacemos caso, se proyecta en forma de supersticiones varias, idolatrías de todo tipo, sectas variopintas pero peligrosas algunas de ellas, o una apatía brutal por la que no se ve sentido a nada...) Estamos en una época de "complejidad", en la que hay avances técnicos de todo tipo (en el campo científico, en el genético, en la informática...) y en medio del estado de bienestar, muchos de nuestros compañeros de viaje están prisioneros de la angustia ante el futuro, tienen miedo, incluso miedo a vivir. ¿Por qué tanta inseguridad? Porque quizá hoy se absolutiza el bienestar y éste no da respuesta al sentido de la vida, impide volar hacia arriba, mirar el cielo, en ese horizonte no hay Dios; es el gran ausente.

Todo ello causa el sentimiento de "insoportable ligereza del ser". En medio del pensamiento moderno que tiene tantas cosas buenas tenemos al hombre enfermo de frustración y un deseo de búsqueda de Dios, de ahí las profecías de que el siglo XXI sería "místico", porque es la única forma de recuperar el norte. Se intuye que la medicina es la misma: recuperar la idea de Dios, que sirve para cultos e ignorantes, enfermos y sanos, pobres y ricos...

Pero para hallar a Dios hay que tratarle, darle culto. Y no externo, sino que implique la conciencia, un trato de corazón a corazón, fruto del amor y no de la costumbre, creando un "espacio interior" en nuestra conciencia, solos ante el espejo ante el cual encontramos el sentido de la vida, la seguridad que nos falta.

La religión pertenece a las cosas importantes de la vida. Cuentan de un barquero que llevaba gente de un lado a otro de un gran río, y un día subió un sabiondo que empezó a increparle diciéndole: "¿conoces las matemáticas?" -"no", contestó el barquero. -"Has perdido una cuarta parte de tu vida. ¿Y la astronomía?" -"¿Esto se come o qué?", contestó el pobre. "-Has perdido dos cuartas partes de tu vida". -"¿Y la astrología?" -"Tampoco", dijo el barquero. "-¡Desgraciado, has perdido tres cuartas partes de tu vida!". En aquel momento la barca se hundió, y viéndolo que se lo llevaba la corriente, le dijo el barquero: -"¡Eh, sabio!, ¿sabes nadar?" -"¡No!", contestó desesperado. -"Pues has perdido las cuatro cuartas partes de tu vida, ¡toda tu vida!" Pues para quien va por un río, lo importante no es saber tantas cosas sino saber nadar. Así las cosas esenciales de la vida, muchas veces olvidadas, son saber quién soy, de dónde vengo y adónde voy, y descubrir el sentido religioso y -como dice el viejo refrán- al final de la vida el que se salva sabe y el que no, no sabe nada. Los peces se ahogan sin agua y los hombres se asfixian sin aire, así nuestra alma sufre asfixia si no tiene saciada esta sed de Dios, pues el corazón del hombre está inquieto y sin paz hasta que reposa en Él.

La religión es una experiencia personal de la que no podemos prescindir, es una necesidad. Y también es social, constituye una de las tradiciones no sólo culturales sino también basilares de la misma familia: la familia que reza unida permanece unida, dice el refrán. Ante una crisis familiar, para resistir ante las dificultades, es importante ver el cielo, recordar el sentido divino del contemplar el cielo.

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 23 DE AGOSTO DEL 2015



¿También ustedes quieren marcharse?
Tiempo Ordinario


Juan 6, 55. 60-69. Domingo 21o.Tiempo Ordinario B. Maestro, ¿a quién vamos a seguir si no te seguimos a ti? Tú tienes palabras de vida eterna. 




Te adelantamos las Reflexiones del Evangelio de la 21a. Semana del Tiempo Ordinario,  del domingo 23 al sábado 29 de agosto 2015.
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Del santo Evangelio según san Juan 6, 55. 60-69
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?» Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?... «El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. «Pero hay entre vosotros algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.» Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» 

Oración introductoria

Espíritu Santo, dulce huésped del alma, muéstrame el sentido profundo de la oración, dispón mi espíritu para rezar con fe. Ayúdame a orar con la esperanza que nunca defrauda y en la caridad que no espera recompensa, porque quiero crecer en mi amor y ser fiel. No quiero dejar nunca a Jesús, que tiene la Palabra que me muestra el camino para la vida eterna.

Petición
Señor, que sea fiel a tu gracia. Lléname de tu amor.

Meditación del Papa Francisco
Las Bienaventuranzas de Jesús son portadoras de una novedad revolucionaria, de un modelo de felicidad opuesto al que habitualmente nos comunican los medios de comunicación, la opinión dominante. Para la mentalidad mundana, es un escándalo que Dios haya venido para hacerse uno de nosotros, que haya muerto en una cruz. En la lógica de este mundo, los que Jesús proclama bienaventurados son considerados “perdedores”, débiles. En cambio, son exaltados el éxito a toda costa, el bienestar, la arrogancia del poder, la afirmación de sí mismo en perjuicio de los demás.
Queridos jóvenes, Jesús nos pide que respondamos a su propuesta de vida, que decidamos cuál es el camino que queremos recorrer para llegar a la verdadera alegría. Se trata de un gran desafío para la fe. Jesús no tuvo miedo de preguntar a sus discípulos si querían seguirle de verdad o si preferían irse por otros caminos. Y Simón, llamado Pedro, tuvo el valor de contestar: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”. Si sabéis decir “sí” a Jesús, entonces vuestra vida joven se llenará de significado y será fecunda. (S.S. Francisco, Mensaje para la XXIX Jornada Mundial de la Juventud, 2014).
Reflexión
El discurso eucarístico de Jesús llega a su fin. Pero, como hemos ido meditando en estas últimas semanas, cuando no se escuchan las palabras de nuestro Señor con fe, sino que se las interpreta de un modo humano, demasiado "carnal", "tierra-tierra", las cosas acaban mal. Querer interpretarlas al pie de la letra es un absurdo y una locura. Y es lo que les pasó a los judíos. Pero no por culpa de Jesús, sino por las malas disposiciones de sus oyentes. Ya El se lo había anunciado y les había insistido, más de una ocasión, en la necesidad ineludible de la fe. Pero fue inútil. Y ahí tenemos los resultados...: el escándalo, la deserción y el abandono del Señor: "Duras son estas palabras –concluyen escandalizados-. ¿Quién puede oírlas? Es inaceptable este discurso. ¿Cómo hacerle caso?".

Pero a nuestro Señor no le preocupa "la opinión pública", ese tirano que esclaviza a tantos hombres, incluso a aquellos que se consideran más inteligentes y libres. ¡Cuántos de nosotros somos víctimas de la opinión de los demás! Jesús no se retracta ni mitiga sus palabras para que sus discípulos no se le vayan. El quiere gente convencida, no admiradores fáciles, y menos aún aduladores engañosos y frívolos.

Se cuenta que cuando Cronwell hacía su entrada triunfal en Londres, alguien le hizo notar la enorme afluencia de pueblo que acudía de todas partes para verle. "La misma habría -respondió él fríamente- y mucha más aún para verme ahorcar". ¡Así de veleidosas son las multitudes! Jesús lo sabía muy bien y, por eso, no se dejaba impresionar por la respuesta de las masas: ni el aplauso de los hombres le hacía sentirse más "importante", ni se alteraba por la más o menos frecuente "impopularidad" de su mensaje. Por ello gozaba de tanta libertad de espíritu: porque no se peocupaba por lo que los demás pensasen de El.

Nuestro Señor sabía que mucha gente -incluso entre sus discípulos- no creía en El. Sabía que era piedra de escándalo para muchos y "signo de contradicción". Pero eso no lo amedrentaba ni le hacía echar marcha atrás: "¿Esto os hace dudar? ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes?". Y enseguida invita a sus oyentes a "subir" otra vez a la esfera de la fe: "El espíritu es el que da la vida; la carne no aprovecha para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero algunos de vosotros no creéis". Volvemos otra vez a la primera condición, indispensable, para seguir a Jesús: tener FE en El, querer creer en El, tener el valor de jugarse el todo por el todo por El.

En la santa Misa, inmediatamente después de la consagración, el sacerdote dice: "Mysterium fidei, ¡Este es el sacramento de nuestra fe!". Y enseguida toda la asamblea aclama: "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven, Señor Jesús!". La Eucaristía es, ante todo, un misterio y un sacramento de fe en la Pasión, muerte y resurrección del Señor. Juan Pablo II, en su última encíclica, dedicada al tema de la Eucaristía, nos dice que estas palabras se refieren a Cristo en el misterio de su Pasión, pero revelan también el misterio de la Iglesia. Ella, en efecto, tiene su fundamento y su fuente en el "Triduo pascual", pero éste está como incluido, anticipado y "concentrado" en el don de la Eucaristía.

Pero tener fe no es un mero sentimiento de la presencia de Dios, ni creer solamente en los dogmas y verdades que nos enseña la Iglesia Católica. Creer es confiar ciegamente en Jesús, entregarse a El, ponerse en sus manos, sabiendo que con El estamos seguros, en medio de todas las dificultades de la vida. Como la historia de aquel equilibrista de Nueva York. Para sus espectáculos solía atar un cable entre dos edificios, a gran altura, y luego caminaba por dicho cable con una barra de equilibrio. Al bajar, era ovacionado por todo el mundo. En una ocasión, durante uno de sus espectáculos, dice a los presentes: "Subiré nuevamente, pero ahora con una carretilla. Sólo necesito que crean que lo puedo hacer". Hay un silencio sepulcral entre la multitud. Al fin, uno grita: "Sí, adelante, yo creo que tú puedes". A lo cual el equilibrista responde: "Si en verdad crees que lo puedo hacer, ¡ven y súbete en la carretilla!"... Algo así es la fe.

¿Serías capaz de subirte tú a la carretilla con Jesús? Si de verdad creemos en Cristo, debemos ser capaces de hacerlo, sin pensarlo dos veces. El no falla. Sólo entonces podremos afirmar, como Pedro al final del discurso de Jesús: "Maestro, ¿a quién vamos a ir si no te seguimos a ti? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos que tú eres el Mesías, el Santo de Dios".

Propósito
Visitar al Santísimo sacramento para confirmar mi fe y mi fidelidad a Dios, además de agradecerle su amor.

Diálogo con Cristo 
Señor, tengo necesidad de ti, de tu gracia, de tu amor, de tu amistad, de tu protección y de tu perdón. No permitas que me separe de ti. Dame tu ayuda y tu gracia para vivir unido a ti en todo momento: que inicie mi día poniéndome humildemente ante tu presencia, que te recuerde y te visite durante la jornada y que no me duerma sin agradecerte tu amor.

domingo 23 Agosto 2015

Vigésimo primer Domingo del tiempo ordinario

Santa Rosa de Lima

Leer el comentario del Evangelio por
San Juan Pablo II : “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna” (Jn 6,54)

Josue 24,1-2a.15-17.18b.
Josué reunió en Siquém a todas las tribus de Israel, y convocó a los ancianos de Israel, a sus jefes, a sus jueces y a sus escribas, y ellos se presentaron delante del Señor.
Entonces Josué dijo a todo el pueblo: "Así habla el Señor, el Dios de Israel: Sus antepasados, Téraj, el padre de Abraham y de Najor, vivían desde tiempos antiguos al otro lado del Río, y servían a otros dioses.
Y si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos al Señor".
El pueblo respondió: "Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses.
Porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos hizo salir de Egipto, de ese lugar de esclavitud, a nosotros y a nuestros padres, y el que realizó ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios. El nos protegió en todo el camino que recorrimos y en todos los pueblos por donde pasamos.
Además, el Señor expulsó delante de nosotros a todos esos pueblos y a los amorreos que habitaban en el país. Por eso, también nosotros serviremos al Señor, ya que él es nuestro Dios.

Salmo 34(33),2-3.16-17.18-19.20-21.22-23.
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren.

Los ojos del Señor miran al justo
y sus oídos escuchan su clamor;
pero el Señor rechaza a los que hacen el mal
para borrar su recuerdo de la tierra.

Cuando ellos claman, el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.
El Señor está cerca del que sufre
y salva a los que están abatidos.

El justo padece muchos males,
pero el Señor lo libra de ellos.
El cuida todos sus huesos,
no se quebrará ni uno solo.

La maldad hará morir al malvado,
y los que odian al justo serán castigados;
El Señor rescata a sus servidores,
y los que se refugian en El no serán castigados.



San Pablo a los Efesios 5,21-32.
Sométanse los unos a los otros, por consideración a Cristo.
Las mujeres deben respetar a su marido como al Señor,
porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia, que es su Cuerpo.
Así como la Iglesia está sometida a Cristo, de la misma manera las mujeres deben respetar en todo a su marido.
Maridos, amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella,
para santificarla. El la purificó con el bautismo del agua y la palabra,
porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada.
Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo.
Nadie menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida. Así hace Cristo por la Iglesia,
por nosotros, que somos los miembros de su Cuerpo.
Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne.
Este es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia.

Juan 6,60-69.
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?".
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza?
¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?".
Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Juan Pablo II (1920-2005), papa
Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, 18-19 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna” (Jn 6,54)

Quien se alimenta de Cristo en la Eucaristía no tiene que esperar el más allá para recibir la vida eterna: la posee ya en la tierra como primicia de la plenitud futura, que abarcará al hombre en su totalidad. En efecto, en la Eucaristía recibimos también la garantía de la resurrección corporal al final del mundo: « El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día » (Jn 6, 54). Esta garantía de la resurrección futura proviene de que la carne del Hijo del hombre, entregada como comida, es su cuerpo en el estado glorioso del resucitado. Con la Eucaristía se asimila, por decirlo así, el « secreto » de la resurrección. Por eso san Ignacio de Antioquía definía con acierto el Pan eucarístico « fármaco de inmortalidad, antídoto contra la muerte ».

La tensión escatológica suscitada por la Eucaristía expresa y consolida la comunión con la Iglesia celestial. No es casualidad que en las anáforas orientales y en las plegarias eucarísticas latinas se recuerde siempre con veneración a la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, a los ángeles, a los santos apóstoles, a los gloriosos mártires y a todos los santos. Es un aspecto de la Eucaristía que merece ser resaltado: mientras nosotros celebramos el sacrificio del Cordero, nos unimos a la liturgia celestial, asociándonos con la multitud inmensa que grita: « La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero » (Ap 7, 10). La Eucaristía es verdaderamente un resquicio del cielo que se abre sobre la tierra. Es un rayo de gloria de la Jerusalén celestial, que penetra en las nubes de nuestra historia y proyecta luz sobre nuestro camino.

IMÁGENES DE SANTA ROSA DE LIMA




SOÑAR CON UN MUNDO CRISTIANO



Soñar un mundo cristiano
Tendríamos que mirar adentro, a ese corazón que sueña el bien y no lo hace

¿Podemos soñar un mundo cristiano? Quizá sea un poco difícil. ¿Podemos soñar, entonces, en un país cristiano, una ciudad cristiana? ¿Cómo serían, cómo vivirían los hombres y mujeres que tuviesen el amor como punto de referencia de todas sus decisiones?

Soñemos, por un momento, en esa civilización del amor. Todo nacería de la Eucaristía. La misa sería el centro de la vida de cada corazón, de la familia, del mundo del trabajo, de los hospitales, de los políticos. Todos acudirían a celebrar con amor el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. La semana recibiría luz y sentido desde la experiencia dominical, desde el Evangelio escuchado y el amor recibido en el momento íntimo, profundo, eclesial, de la comunión eucarística.

En esta sociedad no habría odios, ni guerras, ni rencores. Alguna discusión se escaparía, quizá un rato de rabia, pero el perdón cubriría todo, y la justicia reinaría en lo más profundo de cada corazón.

Los esposos se amarían, sin egoísmos, sin celos. Ella pensaría en hacerle feliz a él, y él no se dejaría ganar en generosidad. Acogerían con amor cada hijo que Dios les concediese. También si viene enfermo, también si va a significar un mayor esfuerzo para toda la familia. No olvidarían a los abuelos: irían a visitarlos, los invitarían a casa, les darían un lugar principal en el hogar. Educarían a los hijos a la alegría, a la esperanza, a la ayuda mutua, a la donación a los demás. No permitirían imágenes o escenas en televisión que hablen de odio, traición, infidelidad o placeres egoístas.

Los hijos obedecerían con cariño, pensarían cómo hacer más feliz a sus padres, se ayudarían entre sí, trabajarían juntos para el bien de la familia. Escucharían con afecto a los abuelos, buscarían ratos para estar con ellos. Irían a visitar a ancianos que viven solos, a enfermos que pasan horas y horas en espera de alguien que les dé consuelo. Los ancianos harían todo lo posible para no obstaculizar la vida de sus hijos, respetarían a las nueras y los nueros. Buscarían mil maneras ingeniosas para ayudar con discreción y ofrecer esa sabiduría madurada con el paso de los años y los ratos de oración ante Cristo en el Sagrario.

Los edificios no serían bloques de existencias aisladas en las que el saludo se cruza solamente en el ascensor o la escalera. Cada vivienda, cada urbanización, sería una comunidad de afecto en las que todos pensasen en el vecino anciano, en el enfermo, en el que necesita un poco de dinero para esa operación más cara.

En el trabajo, los jefes evitarían cualquier abuso, cuidarían que el salario fuese justo, pensarían en las familias de sus trabajadores y buscarían mil maneras ingeniosas para ayudar sin ofender al que se encuentra en una situación difícil. Los empleados, obreros, oficinistas, respetarían a sus jefes, buscarían cómo hacer más fácil la tarea directiva. El salario que llegase a sus bolsillos sería para la familia, y sólo en familia verían cómo hacer que ese dinero ayudase a los de casa y a los de lejos (sin olvidar antes a ese vecino que pasa por un problema de dinero).

Los empresarios y los banqueros no vivirían sólo para acumular dinero, vencer a la competencia y dominar el mercado. Su ilusión sería dar más trabajo, con mejor seguridad, en un clima de amor y de respeto. No habría créditos con intereses abusivos. Cuando en el banco se descubriese que alguno no puede pagar la mensualidad o cubrir el crédito, se inventarían mil maneras de solidaridad y de apoyo para que nadie, por culpa de los créditos, cayese poco a poco en la pobreza y la desesperanza de deudas absurdas y opresoras.

Los médicos y enfermeras amarían a los enfermos, se preocuparían por ellos. Verían en cada uno a Cristo sufriente, y los tratarían como a hermanos, sin quejas, sin prisas, sin protestas. Los enfermos, a su vez, ofrecerían sus dolores a Dios por tantos hombres y mujeres que no tienen esperanza, que no aman, que no conocen el sentido de la vida ni la belleza de sus almas. Sabrían esperar, con paciencia, la llegada de su turno, y algunas veces intentarían consolar al mismo médico que llora ante la inevitable derrota de la muerte: “doctor, llega la muerte, pero yo viviré para siempre: ¡nos vemos en el cielo...!”

Los políticos serían honestos, trabajarían por el bien de la sociedad, de los pobres, los marginados, los enfermos. Harían maravillas para que el hospital fuese bien atendido, para mejorar las calles, para hacer que los parques y el aire limpio alegrasen la vida de los pequeños, los medianos y los grandes. Los policías y los jueces no pedirían un cumplimiento frío, ausente, de las normas ciudadanas, sino que tratarían a cada uno con respeto, incluso al que falló, al que tuvo un mal momento. Su respeto, su honradez, serían garantía de que la justicia basada en el amor es más eficaz que la orden impuesta desde el miedo, o que ese mundo triste de los sobornos y los favoritismos.

Hemos soñado un poco. Llega la hora de despertar, de mirar afuera, de encontrar los males de siempre y las penas que no acaban. Quizá condenemos a aquel, que va a misa, que presume de cristiano pero vive como pagano. Quizá nos quejemos ante Dios por un mundo que pudo haber sido un poco mejor, más justo, más llevadero...

Haríamos bien en no juzgar, ni a Dios ni al hermano. Tendríamos que mirar adentro, a ese corazón que sueña el bien y no lo hace, que se ilusiona con las bienaventuranzas y persigue luego un placer amargo o unos dineros ganados a escondidas...

Sabemos que el sueño puede ser menos sueño si ahora mismo dejo ese proyecto de egoísmos y empiezo a mejorar mi cariño aquí, en casa, entre los míos. O allá, entre la gente con la que viajo, en el lugar donde trabajo, en ese encuentro fortuito con alguien que también espera, este día, amar y ser amado, para ser, de veras, más cristiano, más bueno. Así podremos imitar un poco a ese Padre bueno de los cielos que no ha dejado ni un día de amarnos con locura, porque somos sus hijos predilectos...