Lucas 9,18-22. Tiempo Ordinario. El que confiesa a Jesús como el salvador, su vida estará llena de alegría y paz. | |
Y sucedió que mientras Él estaba orando a solas, se hallaban con Él los discípulos y él les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado». Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó: «El Cristo de Dios». Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día». Oración introductoria Señor, Tú supiste buscar el mejor lugar y el mejor momento para la oración. Hoy yo quiero hacer lo mismo. Ven, Espíritu Santo, te pido que al comenzar esta meditación enciendas en mí el fuego de tu amor. Hazme dócil a tus inspiraciones y ayúdame a corresponder a ellas con generosidad. Petición Jesús, ayúdame a tener ese conocimiento interno de Ti que es un don del Espíritu Santo. Meditación El Evangelio que hemos escuchado nos presenta un momento significativo del camino de Jesús, en el que pregunta a los discípulos qué piensa la gente de él y cómo lo consideran ellos mismos. Pedro responde en nombre de los Doce con una confesión de fe que se diferencia de forma sustancial de la opinión que la gente tiene sobre Jesús; él, en efecto, afirma: "Tú eres el Cristo de Dios". ¿De dónde nace este acto de fe? Si vamos al inicio del pasaje evangélico, constatamos que la confesión de Pedro está vinculada a un momento de oración: "Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él". Es decir, los discípulos son incluidos en el ser y hablar absolutamente único de Jesús con el Padre. Y de este modo se les concede ver al Maestro en lo íntimo de su condición de Hijo, se les concede ver lo que otros no ven; del "ser con él", del "estar con él" en oración, deriva un conocimiento que va más allá de las opiniones de la gente, alcanzando la identidad profunda de Jesús, la verdad. Benedicto XVI, 20 de junio de 2010. Reflexión Hay preguntas que no admiten evasivas. En un momento central de la vida cada uno tiene que enfrentarse consigo mismo para hacer luz en su conciencia. Puede ser este el punto de arranque para lograr una vida más serena y comprometida. Jesús es el Mesías, como reconoce Pedro, pero este mesianismo no se mostrará plenamente más que en la cruz y en la resurrección. Es la piedra de toque. Un cristiano no se entenderá sin la vivencia de la cruz y de la resurrección. Acompañar a Jesús en el triunfo a todos nos agrada, pero seguirlo hasta la muerte requiere coraje, y resulta más fácil salir con evasivas que ligarte a un compromiso que pone en riesgo tu vida. Seguir al Mesías, y un Mesías crucificado, es lo que nos autentifica como cristianos; lo que nos da fuerza para aceptar el dolor; lo que nos capacita para dar una palabra de esperanza ante el sin sentido de la injusticia; lo que nos llena de alegría y paz el sabernos amados por Dios. El que confiesa a Jesús como el salvador de su vida y de la historia, ese es discípulo del Mesías. Propósito Revisar la cantidad y calidad de tiempo que dedico diariamente a mi oración personal, ¿cómo puede mejorar? Diálogo con Cristo Señor Jesús, purifica nuestros labios para que podamos confesar tu nombre en medio de un mundo autosuficiente, y que la alegría de vivir contigo sea motivo para que los hombres te reconozcan como el Mesías, salvador del mundo.
viernes 28 Septiembre 2012
Viernes de la vigésima qunita semana del tiempo ordinario Oración San Wenceslao Mártir
Dios nuestro, que impulsaste al santo mártir Wenceslao a anteponer
el reino de los cielos a un reino terrenal, concédenos, por su intercesión, que tengamos valor para dejar lo que nos impida unirnos a ti de todo corazón. Por Jesucristo nuestro Señor. Leer el comentario del Evangelio por Juliana de Norwich : “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho... que muera y que al tercer día resucite” Lecturas Sirac 3,1-11. Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado; un tiempo para matar y un tiempo para curar, un tiempo para demoler y un tiempo para edificar; un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar; un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas, un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse; un tiempo para buscar y un tiempo para perder, un tiempo para guardar y un tiempo para tirar; un tiempo para rasgar y un tiempo para coser, un tiempo para callar y un tiempo para hablar; un tiempo para amar y un tiempo para odiar, un tiempo de guerra y un tiempo de paz. ¿Qué provecho obtiene el trabajador con su esfuerzo? Yo vi la tarea que Dios impuso a los hombres para que se ocupen de ella. El hizo todas las cosas apropiadas a su tiempo, pero también puso en el corazón del hombre el sentido del tiempo pasado y futuro, sin que el hombre pueda descubrir la obra que hace Dios desde el principio hasta el fin. Salmo 144(143),1a.2abc.3-4. De David. Bendito sea el Señor, mi Roca, el que adiestra mis brazos para el combate y mis manos para la lucha. El es mi bienhechor y mi fortaleza, mi baluarte y mi libertador; él es el escudo con que me resguardo, y el que somete los pueblos a mis pies. Señor, ¿qué es el hombre para que tú lo cuides, y el ser humano, para que pienses en él? El hombre es semejante a un soplo, y sus días son como una sombra fugaz. Lucas 9,18-22. Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". "Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios". Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. "El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. Leer el comentario del Evangelio por Juliana de Norwich (1342- 1416), reclusa inglesa Revelaciones del amor divino, cap. 27 “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho... que muera y que al tercer día resucite” En mi ignorancia, me asombraba que la profunda sabiduría de Dios no hubiera impedido el principio del pecado, porque si hubiera sido así, me parecía, que todo habría ido bien... Jesús me respondió: "El pecado era inevitable, pero todo acabará bien, todo acabará bien, cualquier cosa, cualquiera que sea, acabará bien". En esta simple palabra: "pecado" nuestro Señor me mostró todo lo que no es bueno: el desprecio innoble y las tribulaciones extremas que sufrió por nosotros, durante su vida y su muerte; todos los sufrimientos y los dolores, corporales y espirituales, de todas sus criaturas... Yo contemplaba todos los sufrimientos que jamás existieron o existirán, y comprendí que la Pasión de Cristo era el más grande, el más doloroso de todos y sobrepasa a todos... Pero no vi el pecado. Sé en efecto, por la fe, que no tiene sustancia ni algún tipo de ser; lo podemos conocer, de otro modo, sólo por el sufrimiento que causa. Comprendí también, que este sufrimiento era sólo por un tiempo: nos purifica; nos hace conocernos a nosotros mismos y suplicar misericordia. La Pasión de nuestro Señor nos fortalece contra el pecado y el sufrimiento: tal es su santa voluntad. En su ternura hacia todos los que serán salvados, nuestro buen Señor les reconforta pronta y amablemente, como si les dijera: "es verdad que el pecado es la causa de todos estos dolores, pero todo acabará bien: cualquier cosa, cualquiera que sea, acabará bien". Estas palabras, me las dijo muy tiernamente, sin el menor reproche... En estas palabras, vi un misterio profundo y maravilloso escondido en Dios. Este misterio, nos lo descubrirá plenamente en el cielo. Cuando tendremos este conocimiento, veremos en toda verdad por qué permitió la llegada del pecado a este mundo. Y viendo esto, nos regocijaremos eternamente. |
*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
viernes, 28 de septiembre de 2012
La confesión de Pedro
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