Es así como, desde la lectura neotestamentaria, específicamente desde el Evangelio según San Juan, se obtiene la comprensión de la misión de Jesús, Buen Pastor, desde la trilogía: sacerdotal, profética y real.
Esta visión ya había sido planteada por los Padres de la Iglesia y por la escolástica medieval, pero sin llegar a una formulación sistemática de servicios pastorales. En este trabajo reflexivo, de llegar a plantear la acción de la Iglesia desde la praxis de Jesús, fueron los protestantes los que primero asumieron la doctrina tripartita, lo que ocurrió en el siglo XVII. En la reflexión teológica católica, la distinción de las tres funciones se alcanzó en el siglo XVIII, y en el siglo XIX se aceptó como trilogía sistemática.
Podemos decir, siguiendo a Floristán (2002), que con anterioridad al Concilio Vaticano II, ya se habían asumido tres acciones pastorales: la profética o de la palabra; la litúrgica o del culto; y la de la caridad. Éstos se comprendieron como los tres grandes aspectos de la misión de la Iglesia. En la Constitución Lumen Gentium podemos encontrar que se aplica este triple servicio pastoral a todo el pueblo de Dios: ministerio profético, ministerio litúrgico y ministerio de gobierno.
Ahora bien, cuando hablamos de “Iglesia” se está hablando de su “totalidad”, de todos los que la componemos, no sólo del ministerio sacerdotal, porque lo que se analiza es cómo la Iglesia se realiza hoy. Con ello se busca la acción que está en la esencia de la Iglesia. Es por ello que, en la actualidad, se ha agregado una cuarta función que hace referencia a la edificación de la comunidad misma: la koinonía.
En síntesis, decimos que la misión de Jesús se puede entender desde cuatro perspectivas: Pastor, Sacerdote, Profeta y Rey, y que es en estas perspectivas donde la Iglesia fundamenta su acción pastoral, mediante las siguientes funciones:
Diaconía o servicio de caridad hacia el mundo, para transformar la realidad; Liturgia o sacramental, celebrar los misterios actualizando la praxis pascual de Jesús;
Kerigma o de anuncio, servicio de la palabra, para despertar la fe; y Koinonía o de comunión, para hacer crecer a la comunidad entera.
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