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Aunario de Auxerre, Santo |
Aunario vino al mundo en el seno de una familia
perteneciente a la casa de Orleáns que se distinguió tanto
por su nobleza como por su virtud. Una hermana suya,
Santa Austregilda, fue la madre de San Lupo de Sens.
Aunario pasó su juventud en una corte real, pero renunció
a las pompas del mundo y se puso bajo la
dirección espiritual de San Siagrio obispo de Autun. Este fue
quien lo ordenó sacerdote y, en 561, fue elegido para
presidir la sede de Auxerre. San Aunario fue uno de
los obispos más influyentes y respetados de su tiempo en
Francia, tanto en los círculos civiles como en los religiosos,
pero su máxima actividad la desarrolló en el terreno de
la disciplina eclesiástica. Estuvo presente en el sínodo de París
que presidió San Germán en el año de 573, así
como en las dos asambleas de Magon, en 583 y
585, de donde surgió el decreto que prohibía a los
clérigos citarse entre sí para comparecer ante los tribunales civiles
y otra legislación que estableció el derecho de los obispos
para intervenir en favor de las viudas, los huérfanos y
los esclavos liberados. En aquellos sínodos se reforzaron los decretos
para la observancia del domingo y el pago de los
diezmos.
Celoso en el establecimiento de la disciplina en su propia
diócesis, infatigable en la vigilancia sobre la moral pública y
ansioso por instruir a su pueblo en todo lo concerniente
a su vida cristiana, Aunario convocó particularmente a dos sínodos
en Auxerre para aplicar las mencionadas legislaciones en su propia
iglesia. En la primera de aquellas asambleas fueron decretados cuarenta
y cinco cánones, muchos de los cuales abordaban de manera
interesante y nueva, los hábitos y costumbres del lugar y
la época, cuando los vestigios de las supersticiones del paganismo
y los abusos en las prácticas del cristianismo, no habían
alcanzado todavía la inofensiva respetabilidad de los "vestigios folklóricos." Por
ejemplo, se prohibió a las gentes utilizar los recintos de
las iglesias para la danza y el canto de trovas
y romancillos profanos o cualquier otro entretenimiento ajeno a las
prácticas de la religión; asimismo se les prohibió disfrazarse con
pieles de ciervo o de becerro el día del Año
Nuevo, intercambiar "regalos malignos", hacer votos o juramentos ante hierbajos,
árboles, pozos o fuentes "sagrados", practicar las artes de la
magia o reunirse en casas particulares para celebrar las vigilias
de las fiestas solemnes. Para edificación y aliento de los
fieles, San Aunario mandó escribir las biografías de sus dos
distinguidos predecesores en la sede de Auxerre, San Amado y
San Germán y, con el fin de llevar con más
orden y concierto los servicios de su iglesia, aumentó considerablemente
los ingresos de su sede. Los miembros del clero secular
y los monjes fueron obligados a asistir a los oficios
divinos diariamente y, cada iglesia y monasterio, por turno, debía
entonar con toda solemnidad las letanías e intercesiones, durante un
día cada mes. San Aunario murió el 25 de septiembre
del año 605.
24 de septiembre
SAN AUNARIO,(*)
Obispo de Auxerre
(605 d. C.)
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Aunario vino al mundo en el seno de una familia perteneciente
a la casa de Orleáns que se distinguió tanto por
su nobleza como por su virtud. Una hermana suya, Santa Austregilda, fue la madre
de San Lupo de Sens. Aunario pasó su juventud en una corte real, pero renunció
a las pompas del mundo y se puso bajo la dirección espiritual
de San Siagrio obispo de Autun. Este fue quien lo ordenó sacerdote y, en 561,
fue elegido para presidir la sede de Auxerre. San Aunario fue uno de los obispos
más influyentes y respetados de su tiempo en Francia, tanto en los círculos
civiles como en los religiosos, pero su máxima
actividad la desarrolló en el terreno de la disciplina eclesiástica. Estuvo
presente en el sínodo de París que presidió San Germán en el año de 573, así
como en las dos asambleas de Magon, en 583 y 585, de donde surgió el decreto
que prohibía a los clérigos citarse entre sí para comparecer ante los
tribunales civiles y otra legislación que estableció el derecho de los obispos
para intervenir en favor de las viudas, los huérfanos y los esclavos liberados.
En aquellos sínodos se reforzaron los decretos para la observancia del
domingo y el pago de los diezmos.
Celoso en el establecimiento de la disciplina en su propia diócesis,
infatigable en la vigilancia sobre la moral pública y ansioso por instruir a su
pueblo en todo lo concerniente a su vida cristiana, Aunario convocó
particularmente a dos sínodos en Auxerre para aplicar las mencionadas
legislaciones en su propia iglesia. En la primera de aquellas asambleas fueron
decretados cuarenta y cinco cánones, muchos de los cuales abordaban
de manera interesante y nueva, los hábitos y costumbres del lugar y la época,
cuando los vestigios de las supersticiones del paganismo y los abusos en las prácticas
del cristianismo, no habían alcanzado todavía la inofensiva respetabilidad de
los "vestigios folklóricos." Por
ejemplo, se prohibió a las gentes utilizar los recintos de las iglesias para la
danza y el canto de trovas y romancillos profanos o cualquier otro
entretenimiento ajeno a las prácticas de la religión; asimismo se les prohibió
disfrazarse con pieles de ciervo o de
becerro el día del Año Nuevo, intercambiar "regalos malignos", hacer
votos o juramentos ante hierbajos, árboles, pozos o fuentes
"sagrados", practicar las artes de la magia o reunirse en casas
particulares para celebrar las vigilias de
las fiestas solemnes. Para edificación y aliento de los fieles, San Aunario
mandó escribir las biografías de sus dos distinguidos predecesores en la sede
de Auxerre, San Amado y San Germán y, con el fin de llevar con más orden y
concierto los servicios de su iglesia,
aumentó considerablemente los ingresos de su sede. Los miembros del clero
secular y los monjes fueron obligados a asistir a los oficios divinos
diariamente y, cada iglesia y monasterio, por turno, debía entonar con toda
solemnidad las letanías e intercesiones,
durante un día cada mes. San Aunario murió el 25 de septiembre del año 605.
Hay dos breves biografías impresas en el Acta
Sanctorum, sept. vol. VII, con
los acostumbrados prolegómenos. Ver Les
Saints d´Orléans de Cochard, pp. 435-437. Cf. R.
Louis, en Antessiodorum Christianum (1952) y su Saint
Germain d´Auxerre et son temps (1948), pp. 39 y ss.
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