24 de septiembre
(658 d. C.)
(658 d. C.)
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Este santo fue uno de los numerosos
francos nobles que, luego de haberse casado y vivido contentos en el mundo y en
su trabajo secular, a veces muy lucrativo, lo dejan todo para consagrarse
efectivamente a Dios en la vida monástica o eclesiástica, donde muchos
llegaron a distinguirse hasta el grado de
alcanzar la santidad. Geremaro había nacido en el territorio de Beauvais y en
su juventud, formó parte de la corte de Dagoberto I, donde se casó con una
noble dama llamada Domana, a quien también se venera como santa en la diócesis
de Evreux. Sus dos hijas murieron a temprana
edad, y su hijo, educado bajo la influencia de San Audoeno, obispo de Rouen,
decidió también abrazar la vida religiosa. Geremaro había fundado ya un
monasterio cerca del lugar donde nació, pero optó por recibir los hábitos
monásticos en Pentale, ciudad de la región del Risle, cerca de Brionne. Fue un
religioso modelo y llegó a ocupar el puesto de abad. Pero si bien suele
admirarse la práctica de la severidad y de la estricta regularidad en un súbdito,
no siempre sucede lo mismo en un superior, y varios de los monjes de
Pentale estaban descontentos con su nuevo abad. Por cierto que aquellos monjes
eran malos religiosos y hasta hombres malos, puesto que se afirma que llegaron a
hacer un intento contra la vida de San Geremaro por el artero procedimiento de
fijar un largo cuchillo en las tablas del lecho del abad, con la punta hacia
arriba, para que se lo clavara al acostarse, aunque semejante ardid no le
hubiese causado una herida mortal, a menos que el santo abad fuese un hombre
muy pesado o que tuviese la mala costumbre de dejarse caer sobre la cama. Ya
fuera por aquel atentado o por la escasa popularidad y el fracaso en sus
esfuerzos por mejorar la disciplina, el abad renunció a su cargo y se fue a
vivir como ermitaño en una cueva sobre las
riberas del Here. Ahí pasó cinco años felices en comunión con Dios, en el
trabajo manual y en el ejercicio de su ministerio entre sus vecinos, hasta que,
cierto día, llegaron a sus oídos las noticias sobre la muerte de su único
hijo, Amalberto. "¡Oh, Dios mío!",
exclamó al momento. "Te doy las gracias por haber mostrado Tu misericordia
al llamar a mi hijo a tu gloria." En las tierras de Amalberto que volvieron
a sus manos, fundó otro monasterio, el de Flay, junto al río Epte, entre Beauvais
y Rouen, que, con el correr del tiempo, se llamó de Saint Germer. San Geremaro
abandonó la vida solitaria para dirigir su monasterio hasta su muerte.
La vida de San Geremaro, impresa en el Acta Sanctorum, sept.
vol. VI, no es la que se escribió primero. La más antigua es la que editó B.
Krusch en MGH., Scriptores Merov (vol.
IV, pp. 626-633), aunque el propio
Krusch demuestra que esa misma biografía no pudo haber sido escrita antes del año
851 y que, como fuente histórica, no merece confianza. La biografía que
imprimieron los bolandistas fue compuesta en el siglo once. Hay otros relatos
sobre el santo, como el que escribió Guibert de Nogent, pero todos son
legendarios.
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