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Nicolás de Forca Palena, Beato |
Monje y Presbítero
Martirologio Romano: En Roma, beato Nicolás de Furca
Palena, presbítero de la Orden de San Jerónimo, fundador del
monasterio de San Onofre, en la colina del Janículo, descansando
ya centenario en el Señor (1449).
Fecha de beatificación: El Papa
Clemente XIV confirmó su culto el 27 de agosto de
1771.
Nicolás vivió de la mitad
del siglo XIV a la mitad del siglo XV; exponente
del imponente movimiento de la Tercera Orden Franciscana que abarca
desde los palacios reales hasta las casitas de los tejedores,
asumiendo formas muy diversas de vida religiosa; la magnífica flexibilidad
de la regla la hace apta para santificar todos los
estados y todas las almas. Así tenemos a santa Brígida
de Suecia, esposa modelo, madre de 8 hijos, que, después
de haber peregrinado a los grandes santuarios, permanece en Roma,
donde inicia una vida pobre, premiada con visiones, fundadora de
una escuela de perfección. Santa Isabel, reina de Portugal, San
Elzeario de Sabran y la Beata Delfina de Glandèves, quienes
desde el trono irradian fulgores de santidad, San Conrado Confalonieri,
que cuando la mujer se hace clarisa, parte como peregrino
por Italia, y concluye su vida en el eremitorio de
Noto en Sicilia en la oración y en la penitencia.
San Roque de Montpellier, quien de rico, se hace pobre
e itinerante por los caminos de Francia e Italia, dejando
un heroico mensaje evangélico en momentos de luchas y pestes.
En
Forca Palena dei Peligni, pequeña región de la provincia de
Chieti (Abruzos), nace Nicolás en 1349. Después de una sana
educación entró en el seminario y fue ordenado sacerdote, ejerció
por un tiempo el ministerio de párroco en la diócesis
de Sulmona. Después de la elección al Sumo Pontificado del
sulmonés Inocencio VII, deseoso de una vida de mayor santidad,
viajó a Roma, donde fue acogido por un grupo de
ermitaños, que vivían la vida de la Tercera Orden Franciscana
Regular, bajo la dirección de Fray Rinaldo del Piamonte. Su
eremitorio estaba situado entre las termas de Nerón, en una
torre, con casitas y huertecillo en la región de San
Eustaquio, cerca de la iglesia de San Salvador.
Su personalidad, sus
eminentes dotes intelectuales y morales le atrajeron la estimación de
todos los ermitaños, quienes a la muerte de Fray Rinaldo
lo nombraron su sucesor, su maestro y padre. Entretanto habían
crecido en número y fervor y de todas partes de
Italia llegaban peticiones de nuevas fundaciones.
Con algunos compañeros Nicolás se
fue a Nápoles y entre la vieja iglesia de San
Agnello y el actual hospital de los incurables, fundó un
eremitorio, que se haría célebre por los numerosos ermitaños y
por su santidad, y la bella iglesia de Santa María
Mayor en Caponapoli.
En 1434 fue llamado a Florencia por
el papa Eugenio IV, con el encargo de reformar algunos
monasterios, entre ellos los de Ricorboli y de San Agustín
en el Apenino, y fundar eremitorios de su congregación.
Cumplido el
mandato pontificio, regresó a Roma, y en el Monte Esquilino
fundó el eremitorio y la iglesia de San Onofre, que
luego sería célebre por haber hospedado al poeta Torcuato Tasso.
Allí fijó su última residencia. Allí se encontró varias veces
con el Beato Pedro Gambacorta de Pisa, quien venía a
Roma para impetrar la aprobación de su Congregación de San
Jerónimo cuyos ermitaños eran llamados Girolomini. Los dos santos se
estimaban y se amaban con afecto fraternal. El 1 de
octubre de 1449, a los 100 años de edad, Nicolás
llegó a la patria celestial.
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