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Catalina (Fieschi) de Génova, Santa |
Esposa, Viuda, Modelo de Cristiandad y Mística
Martirologio Romano: En Génova,
en la Liguria, de Italia, santa Catalina Fieschi, viuda, insigne
por el desprecio de lo mundano, por sus frecuentes ayunos,
amor de Dios y caridad para con los necesitados y
enfermos. (1510)
Fecha de canonización: Fue Canonizada el 18 de mayo
de 1737 por el Papa Benedicto XIV.
Santa Catalina de Génova, perteneció a la familia Fieschi,
siendo la quinta hija del matrimonio de James Fieschi
y Francesca di Negro de Génova. La familia era
de mucha fama y fortuna durante el siglo XV, y
cuenta con dos Papas: Inocencio IV y Adriano V.
Catalina fue
conocida más tarde en el mundo como modelo de conducta,
admirada no sólo para la Iglesia Católica sino también por
otros bautizados.
Dedicó toda su vida al Señor, entregándose a
El desde muy joven. De niña fue muy obediente y
en sus actitudes ya sobresalían los deseos por la santidad
y la penitencia. Con tan solo ocho años de edad
ya mostraba una inclinación particular a la penitencia, cambiando su
cama cómoda y lujosa por el duro piso, y su
almohada por un áspero tronco.
Al cumplir doce años tuvo su
primera visión del amor de Dios, en la cual Jesús
compartió con ella algunos de los sufrimientos de su Santa
Pasión. A los trece años decidió abrazar la vida religiosa
en el convento de las Hermanas de Nuestra Señora de
la Gracia, donde su hermana Limbania era ya una Religiosa
profesa. Habló con el director de la Orden, pero no
aceptaban niñas tan jóvenes en la congregación. Esto causó una
fuerte herida en el corazón de Catalina, pero no perdió
su fe en el Señor.
Cuando su padre murió, se pensó
que era necesario mantener el mando político uniendo en matrimonio
a los hijos del mismo rango. A la edad de
16 años se vio obligada a casarse en un matrimonio
de conveniencia. Su esposo era totalmente opuesto a Catalina, ella
piadosa y él, un hombre de mundo que no tenía
compasión ni escrúpulos por nadie, ni por nada. Los primeros
años de su vida matrimonial fueron muy difíciles.
Catalina, después de
haber aguantado muchas infidelidades de parte de su esposo, a
los cinco años de casada, se sintió abandonada de todos
y en profunda desolación, incluso de Dios. Volcó su vida
a la frivolidad, de fiesta en fiesta, trataba de buscar
un significado a su vida. Pero esto no la llenó
de paz ni de gozo, mas bien de desesperación y
depresión.
Su Conversión
El 21 de marzo, de 1473, en la fiesta
de San Benito, su hermana Limbania le sugirió que fuera
donde un sacerdote confesor, ella consintió. Se encontró con un
santo confesor por medio del cual el Señor la llenó
de gran fortaleza y de Su amor incondicional; cayó en
éxtasis y se sintió incapaz de confesar sus pecados.
En ese momento el Señor le mostró toda su vida
como pasada en una película; pudo ver la traición que
ella había hecho al amor del Señor, pero al mismo
tiempo pudo ver a través de las Sagradas Llagas de
Jesús, la gran misericordia del Señor por ella y por
todos los hombres, y el contrastante amor de Dios y
el amor del mundo. Esto le hizo repudiar desde ese
momento el pecado y el mundo. Ese mismo día,
estando en su casa, el Señor se le apareció, todo
ensangrentado, cargando la cruz, y le mostró parte de Su
vida y de Su sufrimiento. Ella, llena del amor del
Señor y triste por los diez años que había desperdiciado
no amando al Señor, decidió limpiar su vida y así,
empezar una vida nueva en El.
Luego, Nuestro Señor durante otra
aparición, hizo recostar la cabeza de Catalina en Su Pecho
al igual que el Apóstol San Juan, dándole la gracia
de poder ver todo a través de Sus ojos y
sentir a través de Su corazón traspasado.
Por medio de sus
constantes oraciones, su esposo se convirtió y aceptó vivir en
celibato perpetuo. Decidió entrar en la orden franciscana terciaria y
se trasladaron del palacio a una casa pequeña cerca del
hospital, donde servían a los enfermos, ayudándolos a morir en
paz. Es allí donde su esposo muere víctima de una
enfermedad contagiosa.
Catalina y la Eucaristía
El día de la fiesta de
la Anunciación, después de su conversión, durante la celebración de
la Santa Misa, en el momento de la Comunión, el
Señor le dio un amor ardiente por la Eucaristía, y
desde ese día comenzó a comulgar diariamente.
El Señor la invita
a estar con El en el desierto
Rememorando los 40
días Jesús pasó en el desierto, Catalina no comía ni
injería bebida alguna durante la cuaresma, alimentándose únicamente de la
Eucaristía. Continuó haciendo esto todos los años durante cuaresma y
adviento. Nunca manifestó debilidad ni dolor, excepto cuando por alguna
razón no podía recibir la Eucaristía. El testimonio de que
la Eucaristía es Fuente de Vida, se vio sobrenaturalmente manifestado
en ella.
Siempre mostró gran reverencia y amor por la
Eucaristía. Durante las celebración de la Santa Misa, su espíritu
permanecía siempre recogido, sobre todo a la hora de recibir
la Sagrada Comunión, muchas veces se le vio caer en
éxtasis, y llorando rogaba a Dios perdonara sus pecados.
Ella
comentaba que cuando recibía la Comunión sentía que un rayo
de amor traspasaba profundamente su corazón, a semejanza de otros
místicos como Santa Teresa de Avila, San Juan de la
Cruz, Santa Gemma Galgani, Santa Verónica Guliani y el Padre
Pío. Esto es el don de la transverberación. Su gran
amor por Nuestro Señor en la Eucaristía, la hacía desearlo
solamente y únicamente a El.
Sacrificio y mortificación. La Agonía
y el Éxtasis
Durante los primero cuatro años, seguidos a su
conversión, practicó sacrificios y penitencias para disciplinar sus sentidos, mortificando
todo deseo de la carne. Se abstuvo de comer carne
y todo tipo de frutas. Dormía sobre objetos puntiagudos que
cortaban su piel y le ocasionaban sangramiento. Practicó una fuerte
austeridad durante estos años, pero siempre tuvo el cuidado del
cumplimiento diario de sus deberes. Pasaba largas horas en oración
para poder llenarse del Señor y permanecer fuerte en los
momentos de tentación.
Como todos los santos, dedicó su vida
a amar a Dios y al servicio de los hermanos
no buscando su propia comodidad y deseos.
La penitencia que
Catalina practicaba era muy fuerte, tanto así que nuestro Señor
en una ocasión le ordenó que cesara de practicar esas
mortificaciones y penitencias tan severas, a lo que ella obedeció.
Catalina
siempre buscó la vida escondida, deseando la vida íntima con
el Señor, pero nunca tomó ningún don como merecido, pues
sabía que por ella misma nada bueno podía hacer. En
todo ello veía el gran amor de Dios, rogándole que
siempre se hiciera en ella Su voluntad.
Durante una aparición
el Señor le dijo: "Nunca digas yo deseo, o yo
no deseo. Nunca digas mío, sino siempre nuestros. Nunca te
excuses, sino que siempre estés pronta para acusarte a ti
misma".
Desde 1500 hasta su muerte, en 1510, hubo muchos
fenómenos extraordinarios en su vida, numerosas visiones, éxtasis durante los
cuales ella expresaba en voz alta lo que veía y
oía. Las personas que estaban a su lado tomaban
cuidadosamente notas y compusieron obras sobre Santa Catalina de Génova.
Ninguno de estos textos fue escrito directamente por la
Santa, pero expresan fielmente sus experiencias y pensamiento. Entre
estas obras está el Tratado del Purgatorio, escrito por Ettore
Vernaza con palabras con que la Santa trataba de hacer
entender la condición de las almas del Purgatorio, en base
a lo que ella había aprendido en sus visiones, pero
aún más en base a las experiencias de su propia
vida espiritual.
Batalla ente el Amor Divino y su amor
propio.
Catalina describía el amor propio como el odio propio, decía
que el amor propio es el anzuelo puesto por el
diablo para hacernos caer y la estrategia para traer el
mal al mundo.
El alma absorbida por el amor propio se
dirige a la total ruina espiritual. Sorda y ciega para
la Verdad, condena su ser voluntariamente, abriéndose camino al Purgatorio
o a la eterna agonía del infierno. Para ella el
amor propio causa mayor muerte que la muerte de nuestro
propio cuerpo, pues nos aparta del Amor Divino, de la
Verdad y de la verdadera Voluntad de Dios. "La mejor
manera de amar al Señor de una forma plena es
olvidándose de uno mismo", insistía.
Muerte de Santa Catalina de Génova
Nueve
años antes de su muerte, Catalina sufrió estuvo muy enferma.
Nada quitaba sus dolores y su condición iba deteriorándose paulatinamente.
Sufrió mucho a semejanza de su Divino Esposo, no había
una sola parte de su cuerpo que no sufriera dolor.
Su cuerpo y su espíritu estaban completamente unidos a los
sufrimientos de la Pasión de Cristo, aun cuando dormía.
Durante el
último año de su vida, vivió prácticamente alimentándose en una
semana lo que se come regularmente en un día y,
aunque físicamente estaba padeciendo terriblemente, siempre mostró una especial paz.
Catalina
murió el 14 de septiembre, de 1507 , día de
la Exaltación de la Cruz. Su cuerpo fue enterrado en
el hospital donde sirvió por mas de 40 años. Cuando
años mas tarde se abrió su tumba, sus vestidos presentaban
signos de descomposición así como el ataúd, pero su cuerpo
estaba intacto, igual que el día en que había sido
enterrado.
Muchos milagros a partir de su muerte.
Una amiga
de Catalina que estaba críticamente enferma, tuvo una visión de
Catalina en el cielo, gozando de la Luz Divina. Entonces
pidió a los enfermeros del hospital que la trasladaran y
la colocaran cerca del cuerpo de Catalina, y que pasaran
sobre la parte de su cuerpo que estaba enfermo, un
pedazo de tela del vestido de Catalina, en ese instante
la amiga de Catalina pidió la intercesión de la santa
e inmediatamente fue sanada.
Su cuerpo permanece incorrupto en la iglesia
del hospital donde sirvió tantos años. Su nombre original es
la Santísima Annunziata, pero se agrega el de Santa Catalina.
Originalmente era parte del hospital pero este fue destruido
por la guerra mientras que la iglesia fue prodigiosamente salvada.
Hoy día la iglesia es mantenida por los frailes franciscanos.
En
muchos lugares se la festeja el 21 de Marzo, fecha
original designada para recordarla.
SANTA CATALINA DE GÉNOVA,(*)
Viuda
La heroica enfermera y consoladora de los pobres,
santa
Catalina de Génova, fue natural de la ciudad que lleva su nombre, y de
la
nobilísima casa de los Fieschi. Deseaba en gran manera imitar el ejemplo
de una hermana suya llamada Limbonia, que ser vía al Señor en un
monasterio
de monjas agustinianas; mas estorbábanselo sus padres, los cuales a todo
trance quisieron casarla con un mancebo muy noble y rico de Génova.
Llamábase
este caballero Julián Adorno, y
aunque antes de tomar a Catalina por esposa parecía de loables
costumbres,
se desenfrenó después, de manera que los diez
años que vivió en compañía de la santa, fueron para ella diez años de
cruel
martirio. Sacábanle fuera de sí la ambición de honras mundanas, la
afición
al juego,
y a los deleites sensuales: y aunque la santa con muchas lágrimas pedía
al Señor la conversión de su marido, no abrió éste los ojos, hasta que
en el
juego y en las vicios hubo perdido la salud, y toda su hacienda y la de
su esposa. Entonces por las oraciones de la
santa se convirtió a Dios y entró en
la tercera orden de san Francisco y al poco tiempo pasó de esta vida con
señales
de verdadera contrición y arrepentimiento. Desde aquel día determinó la
santa viuda comenzar a servir a Dios y a los pobres de Jesucristo en el
hospital mayor de Génova, donde por muchos años fue como el ángel
consolador de los enfermos. Era tan grande la caridad que ardía en su
pecho que
se extendía a todos los enfermos de la ciudad: de día y de noche los
visitaba en sus casas, los animaba y regalaba cuanto podía, quitándose
de su
propio sustento, y mendigando lo que había menester para remediar sus
necesidades. La ciudad de Génova bendice todavía con singular re
conocimiento el nombre de la santa por los portentos de caridad 1ue obró
en los
años de 1497 y 1501 cuando la pestilencia desolaba la población. Todos
huían
por escapar del terrible azote; mas no huyó la santa. Como enfermera de
los heridos por la peste, acudía en su socorro, y a unos daba la salud
del
cuerpo y a otros disponía a bien morir y a alcanzar la eterna salvación
del
alma. No se pueden decir ni imaginar las proezas de caridad que llevó a
cabo
esta gran santa. Mas no fueron menos asombrosas sus austeridades y
ayunos:
porque pasó veintitrés cuaresmas y otros tantos advientos con sólo el
Pan
eucarístico, y bebiendo un poco de agua mezclada con sal y vinagre.
Escribió
un hermoso diálogo sobre el purgatorio, que bastara a desengañar a los
herejes protestantes, que niegan esta doctrina. Finalmente a la edad de
setenta y
siete años, conociendo que era llegada su dichosa muerte, recibió el
santo viático, diciendo: "Ven, oh querido Esposo de mi alma", y llena de
méritos y
virtudes voló a la gloria del cielo.
REFLEXIÓN
No es maravilla que todos los buenos genoveses
alaben y glorifiquen a esta santa heroína de la caridad, y la invoquen con gran fe en las públicas
calamidades. En ella se manifiesta el verdadero
amor del prójimo, propio de la caridad cristiana, que en semejantes ocasiones
suele llegar hasta el heroísmo, y el falso amor del prójimo, que huye de todo
peligro de muerte, faltando a veces aun a las obligaciones y oficios más necesarios
de la caridad y careciendo hasta de palabras de consuelo y esperanza
para reanimar los corazones de los enfermos y moribundos.
ORACIÓN
Dígnate, oh Señor, Autor de nuestra salud, escuchar nuestras
humildes
súplicas; para que así como nos alegramos en la festividad de la
bienaventurada Catalina, así imitemos su piedad y afectuosa devoción.
Por Jesucristo,
Nuestro Señor. Amén.
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