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Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, Beatos |
Indígenas Mártires
Martirologio Romano: En la localidad de Santo Domingo de
Xagacia, en México, beatos Juan Bautista y Jacinto de los
Ángeles, mártires, que, siendo catequistas, al pretender remover los ídolos
para servir a Cristo, fueron apaleados cruelmente, imitando la pasión
de Cristo y alcanzando el premio eterno (1700).
Fecha de beatificación:
Fueron beatificados por el Papa Juan Pablo II el 1
de agosto de 2002, en ceremonia realizada en la Basílica
de Nuestra Señora de Guadalupe.
Juan
Bautista y Jacinto de los Ángeles, indígenas zapotecos de la
Sierra Norte de Oaxaca, nacieron en el año de 1660
en S.Francisco Cajonos. Juan Bautista se casó con Josefa de
la Cruz, con quien tuvo una hija llamada Rosa. Jacinto
de los Ángeles se casó con Petrona de los Ángeles,
con quien tuvo dos hijos llamados Juan y Nicolasa. Los
dos pertenecían a la Vicaría de S. Francisco Cajonos, atendida
por los padres dominicos Gaspar de los Reyes y Alonso
de Vargas.
De los dos sabemos que fueron personas íntegras en
su vida personal, matrimonial y familiar, así como en el
cumplimiento de sus deberes ciudadanos, de modo que desempeñaron los
diversos cargos civiles acostumbrados en su pueblo y en su
tiempo como topil, juez de tequio, mayor de vara, regidores,
presidente, síndico y alcalde, mostrando así el aprecio por las
tradiciones culturales y la responsabilidad para el cumplimiento de los
deberes ciudadanos.
Igualmente, consta que los dos fueron personas bautizadas, evangelizadas
y catequizadas, desempeñando también los diversos cargos a los que
tenían acceso los fieles en ese tiempo como acólito, sacristanes
menor y mayor, y topilillo.
Finalmente desempeñaron el cargo civil y
eclesiástico de Fiscal, que los misionersos introdujeron o fomentaron entre
los indígenas. Quiere el III Concilio Provincial Mexicano celebrado en
1585 «que en cada pueblo se elija a un anciano
distinguido por sus irreprochables costumbres, quien al lado de los
párrocos sea perpetuo censor de las costumbres públicas» (P. Antonio
Gay, Historia de Oaxaca, II.V.2) «Es su oficio principal inquirir
los delitos y vicios que perturban la moralidad, descubriendo al
cura los amancebamientos, adulterios, divorcios indebidos, perjurios, blasfemias, infidelidades, etc.»
(Ibídem; Cfr. III Concilio Mexicano L I, Tít. IX, 1,23).
En
la noche del 14 de septiembre de 1700, los dos
Fiscales descubrieron que un buen grupo de personas del pueblo
de S.Francisco Cajonos y de los pueblos vecinos estaban realizando
en una casa particular un culto de religiosidad ancestral; los
Fiscales avisaron a los padres dominicos; los Fiscales y los
Padres acompañados del capitán Antonio Rodríguez Pinelo fueron al lugar
de los hechos, sorprendieron a los autores, dispersando la reunión,
recogiendo las ofrendas del culto y regresándose al convento.
Al día
siguiente, el pueblo se amotinó, exigiendo la entrega de las
ofrendas confiscadas y de los Fiscales. Refugiándose en el convento
los Padres, los Fiscales y la Autoridad, se pasaron la
tarde entre exigencias y negociaciones. Finalmente, ante las amenazas y
el peligro crecientes de matar a todos e incendiar el
convento, el capitán Pinelo decidió entregar a los Fiscales, bajo
promesa de respetar sus vidas.
Los Padres no aceptaron la entrega.
Pero los Fiscales depusieron sus armas aceptando la perspectiva de
morir, se confesaron y recibieron la Comunión, diciendo Juan Bautista:
«vamos a morir por la ley de Dios; como yo
tengo a su Divina Majestad, no temo nada ni he
de necesitar armas»; y al verse en manos de sus
verdugos dijo: «aquí estoy, si me han de matar mañana,
mátenme ahora». Cuando eran azotados en la picota de la
plaza pública, dijeron a los Padres que observaban desde la
ventana: «Padres encomiéndenos a Dios»; y cuando los verdugos se
burlaban de ellos diciéndoles: «¿te supo bien el chocolate que
te dieron los Padres?», ellos respondieron con el silencio.
El día
16 los verdugos condujeron a los Fiscales a S. Pedro,
donde de nuevo los azotaron y los encarcelaron. Cuando los
verdugos invitaban a los Fiscales a renunciar de la fe
católica y les perdonarían, ellos contestaron «una vez que hemos
profesado el Bautismo, continuaremos siempre a seguir la verdadera religión».
Luego les llevaron bajando y subiendo por laderas, hasta el
monte Xagacía antiguamente llamado «De las hojas», donde amarrados los
despeñaron, casi los degollaron y los mataron a machetazos, les
arrancaron los corazones y los echaron a los perros que
no se los comieron. Los verdugos Nicolás Aquino y Francisco
López bebieron sangre de los mártires, para recuperar ánimo y
fortalecerse según costumbre de beber sangre de animales de caza,
pero también como señal de odio y coraje, según un
dicho ancestral que aún se escucha «me voy a tomar
tu sangre». Y los sepultaron en el mismo monte, desde
entonces llamado «Monte Fiscal Santos».
Algunos opinan que los Fiscales no
son Mártires sino delatores de sus paisanos y traidores a
su cultura; pero es claro que los Fiscales estaban designados
civil y religiosamente para el ejercicio de un cargo público
en el pueblo y en la comunidad religiosa. Más aún,
desde el principio en el proceso civil que se llevó
a cabo entre 1700-1703 y en el proceso eclesiástico hasta
el día de hoy, viene la fama de martirio y
de santidad, que finalmente la Iglesia reconoce con la Beatificación.
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