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Teodora de Alejandría, Santa |
Penitente
Ella es una santa poco común. Me explico: generalmente los
santos y santas son presentados como personajes extremadamente dotados de
cualidades poco asequibles al común de los mortales. Teodora no
es precisamente una de esas. Pese a lo débil que
es la documentación histórica de que se dispone, el comienzo
de su santidad parte de un acontecimiento nada santificable como
es el adulterio.
Fue una mujer casada que vivía en Egipto
y de costumbres irreprochables. Un joven enamorado de sus bondades
se sintió rechazado en sus pretensiones impuras hasta que recurrió
a una hechicera que con pócimas y palabras llevó a
Teodora a consentir en la infidelidad.
La tristeza consecuente al pecado
la llevó a la determinación de hacer penitencia de por
vida.
Tomó ropas de hombre y pidió, suplicando, la admisión en
un monasterio. Bajo el nombre de Teodoro admiró a todos
con la aspereza de sus mortificaciones.
Pero no acaba aquí su
historia. Una ventera del lugar acusa calumniosamente al falso monje
de ser el padre del hijo que había tenido con
un viajero.
Y aquí aparece el rasgo de generosidad. Teodora no
quiso negarlo, es expulsada del monasterio, cuida en las soledades
del niño alimentándolo con leche de cabra, mientras que las
inclemencias del tiempo a la intemperie curten su piel y
mudan su semblante.
Pasados unos años, suplica de nuevo la entrada
en el monasterio donde se le admite con la condición
de no abandonar su celda. Sólo a la muerte de
la penitente se descubre su condición.
Se cuenta en esta especie
de novela ejemplar que el niño que ella cuidó llegó
con el tiempo a ser abad del monasterio.
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