lunes, 10 de septiembre de 2012

La observancia del sábado


Lucas 6, 6-11. Tiempo Ordinario. Porque el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado, como hacemos frecuentemente.
 
La observancia del sábado
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 6-11

Sucedió que entró Jesús otro sábado en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca. Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero Él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano seca: «Levántate y ponte ahí en medio». Él, levantándose, se puso allí. Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla». Y mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano». Él lo hizo, y quedó restablecida su mano. Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.

Oración introductoria

Dios mío, dame la gracia de orar con fe para poder actuar con magnanimidad, con esa grandeza de corazón que busca ayudar siempre a los demás. Aunque me cueste críticas o incomprensiones de los demás. Porque creo, confío y te amo, quiero ofrecerte mi deseo sincero de corresponder siempre a las gracias con las que has colmando mi vida.

Petición

Señor, dame una fe que dé frutos de caridad.

Meditación del Papa

Pero las divisiones permanecen, y se refieren también a diversas cuestiones prácticas y éticas, suscitando confusión y desconfianza, debilitando nuestra capacidad de transmitir la Palabra salvífica de Cristo. En este sentido, debemos recordar las palabras del beato Juan Pablo II, que en su encíclica Ut Unum Sint habla del daño causado al testimonio cristiano y al anuncio del Evangelio por la falta de unidad. Es este un gran reto para la nueva evangelización, que puede ser más fructífera si todos los cristianos anuncian juntos la verdad del Evangelio de Jesucristo y dan una respuesta común a la sed espiritual de nuestro tiempo.
El camino de la Iglesia, como el de los pueblos, está en las manos de Cristo resucitado, victorioso sobre la muerte y sobre la injusticia que Él ha soportado y sufrido en nombre de todos. Él nos hace partícipes de su victoria. Sólo Él es capaz de transformarnos y convertirnos, de débiles y titubeantes, en fuertes y valientes para hacer el bien. Sólo Él puede salvarnos de las consecuencias negativas de nuestras divisiones. Benedicto XVI, 18 de enero de 2012.

Reflexión

Todos alguna vez nos hemos sentido seguros y satisfechos con la guarda de la ley: hicimos lo que estaba mandado. Y claro que está bien guardar la ley; pero convertir la ley en un fin, ponerla por encima de la persona es lo que ya se pone en cuestionamiento. Cualquier hombre es imagen de Dios y merece tanto aprecio y respeto que todas las leyes deben estar a su servicio; porque el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado, como hacemos frecuentemente.

La inseguridad interior que vivimos nos hace aferrarnos a las normas y las leyes que nos proporcionan tranquilidad, porque nos da miedo quedarnos sin esquemas mentales y andar sin apoyos. ¡Tantas veces somos como paralíticos que nos arrastramos por la vida! Pero aquí está la fuerza de Jesús que se adelanta en nuestra ayuda: ¡Levántate! Sólo queda creer en la Palabra, confiar y ponerse en pié. La vida hace lo que falta.

Propósito

Creer en la Palabra de Dios, confiar y ponerse en pié en lo que más trabajo me cueste.

Diálogo con Cristo

¡Oh Dios de perdón y misericordia, apiádate de nuestra miseria y ven con tu gracia a sanar nuestros corazones afligidos, así libres de toda miseria podremos servirte con toda la fuerza de nuestro ser.

lunes 10 Septiembre 2012
Lunes de la vigésima tercera semana del tiempo ordinario

San Nicolás de Tolentino


Leer el comentario del Evangelio por
Meliton de Sardes : “El Señor me ayuda, por eso soportaba los ultrajes, por eso endurecí mi rostro como el pedernal, sabiendo que no quedaré defraudado. Mi defensor está cerca ¿quién me quiere denunciar?” (Is 50, 7-8)

Lecturas

1 Corintios 5,1-8.


Es cosa pública que se cometen entre ustedes actos deshonestos, como no se encuentran ni siquiera entre los paganos, ¡a tal extremo que uno convive con la mujer de su padre!
¡Y todavía se enorgullecen, en lugar de estar de duelo para que se expulse al que cometió esa acción!
En lo que a mí respecta, estando ausente con el cuerpo pero presente con el espíritu, ya lo he juzgado, como si yo mismo estuviera allí.
Es necesario que ustedes y yo nos reunamos espiritualmente, en el nombre y con el poder de nuestro Señor Jesús,
para que este hombre sea entregado a Satanás: así se perderá su carne, pero se salvará su espíritu en el Día del Señor.
¡No es como para gloriarse! ¿No saben que "un poco de levadura hace fermentar toda la masa"?
Despójense de la vieja levadura, para ser una nueva masa, ya que ustedes mismos son como el pan sin levadura. Porque Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Celebremos, entonces, nuestra Pascua, no con la vieja levadura de la malicia y la perversidad, sino con los panes sin levadura de la pureza y la verdad.


Salmo 5,5-6.7.12.


Tú no eres un Dios que ama la maldad;
ningún impío será tu huésped,
ni los orgullosos podrán resistir
delante de tu mirada.
Tú detestas a los que hacen el mal

y destruyes a los mentirosos.
¡Al hombre sanguinario y traicionero
lo abomina el Señor!
Así se alegrarán los que en ti se refugian
y siempre cantarán jubilosos;
tú proteges a los que aman tu Nombre,
y ellos se llenarán de gozo.



Lucas 6,6-11.


Otro sábado, entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada.
Los escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si curaba en sábado, porque querían encontrar algo de qué acusarlo.
Pero Jesús, conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: "Levántate y quédate de pie delante de todos". El se levantó y permaneció de pie.
Luego les dijo: "Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?".
Y dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada.
Pero ellos se enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Meliton de Sardes (hacia 195) obispo
Homilía pascual

“El Señor me ayuda, por eso soportaba los ultrajes, por eso endurecí mi rostro como el pedernal, sabiendo que no quedaré defraudado. Mi defensor está cerca ¿quién me quiere denunciar?” (Is 50, 7-8)

Cristo era Dios y se revistió de la condición humana. Sufrió por el
que sufre, fue arrestado por el que es vencido, fue juzgado por el que es
condenado y fue enterrado por quien es enterrado, y resucita de entre los
muertos. Os anuncia estas palabras: “¿quién me quiere denunciar?
¡Comparezcamos juntos!” (Is 50,8) Soy yo quien libera al condenado, soy yo
quien resucita a los muertos, yo quien saco del sepulcro. ¿Quién me
replica? Soy yo, dice Cristo, soy yo quien he abolido la muerte, quien ha
vencido al enemigo, quien ha pisado el infierno y ligado al maligno(cf Lc
11,22). Yo he exaltado al hombre más allá de los cielos, yo, Cristo.
“Venid, pues, todos los pueblos de los hombres que estáis metidos en el
mal, recibid el perdón de vuestros pecados. Yo soy vuestro perdón, yo soy
la Pascua de la salvación, yo soy el cordero inmolado por vosotros, o soy
el agua que os purifica, yo soy vuestra luz, yo vuestro Salvador, vuestra
resurrección, vuestro rey. Os llevo conmigo al cielo, os mostraré al Padre
celestial, os resucitaré con mi derecha.” Este es el que hizo el
cielo y la tierra, que formó al hombre al inicio de la creación, que se
anunció en la Ley y los profetas, el que tomó carne de la Virgen, que fue
colgado en un madero, puesto en un sepulcro y resucitó de entre los
muertos, que está sentado a la derecha del Padre y tiene poder de juzgarlo
todo y de salvar todo. Por él, el Padre creó todo lo que existe desde los
orígenes hasta la eternidad. El es el alfa y la omega, el principio y el
fin, él es el Cristo... A él la gloria y el poder por los siglos. Amén.

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