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Emilia Tavernier Gamelin, Beata |
Fundadora de la Congregación de Hermanas de la Providencia
Martirologio Romano:En Montreal,
en la provincia de Quebec, en Canadá, beata María Emilia
Tavernier, religiosa, que, al perder el marido y los hijos,
se entregó a cuidar a los necesitados, fundando la Congregación
de las Hermanas de la Providencia, en favor de los
huérfanos, ancianos y débiles mentales (1851).
Etimología: Emilia = amable, viene
del griego
Émilie Tavernier nació en Montreal, Canadá, el 19 de
febrero de 1800, de padres humildes pero virtuosos y trabajadores.
Ella es la última de quince hijos nacidos del matrimonio
Tavernier-Maurice; sus padres fallecieron cuando ella era una niña, pero
dejaron a sus hijos una educación cristiana marcada por la
presencia de la Providencia en sus vidas.
A la edad de
4 años, Emilia fue confiada a una tía paterna, que
reconoció en la niña una sensible inclinación para con los
pobres y desdichados.
A los 18 años, parte para ayudar desinteresadamente
a su hermano que ha quedado viudo. Lo único que
solicita es tener siempre una mesa para servir comida a
los mendigos que se presentan; mesa que ella nombra con
cariño: «La Mesa del Rey».
En 1823, contrae enlace con Jean-Baptiste
Gamelin, un profesional en el cultivo de manzanas. En él,
ella encuentra a un amigo de los pobres que comparte
sus mismas aspiraciones. De esta unión nacen tres hijos, pero
muy pronto la tristeza invade este hogar con el fallecimiento
de los hijos a quienes ella se había dedicado con
amor y abnegación. También fallece su esposo, con quien ha
vivido años felices y de fidelidad en el compromiso matrimonial.
Emilia,
en medio de todas estas pruebas no se repliega sobre
sus sufrimientos, sino que encuentra en la Virgen de los
Dolores al modelo que orientará toda su vida.
Su oración y
su contemplación de la Virgen al pie de la cruz
abren su corazón a una caridad compasiva por todas las
personas que sufren. ¡Desde hoy en adelante, ellas serán su
esposo y sus hijos!
Un pobre deficiente mental y su anciana
madre son los primeros de una larga lista de pobres,
que se benefician, no solamente con los recursos que le
dejara su esposo, sino además con su tiempo, su dedicación,
su bienestar, sus diversiones y hasta su salud. Su propia
casa llega a ser la casa de todos ellos y
multiplica los refugios para albergarlos. Personas ancianas, huérfanos, presos, inmigrantes,
desempleados, sordomudos, jóvenes o parejas con dificultades, impedidos físicos y
enfermos mentales, todos conocen bien su casa, a la que
dan espontáneamente el nombre de «Casa de la Providencia», porque
ella misma es una «verdadera providencia».
Emilia es bien recibida tanto
en los hogares como en la cárcel, entre los enfermos
y entre los que están bien, porque lleva consuelo y
asistencia. Ella es verdaderamente el Evangelio en acción: «Lo que
haces al más pequeño de mis hermanos, a mí me
lo haces».
Familiares y amigas se reúnen alrededor de ella para
ayudarle; mientras que otros no logran entender semejante dedicación y
al ver que se abre otro refugio comentan: «Madame Gamelin
no tenía suficientes locas ¡Tuvo que buscarse otras!».
Durante quince años
multiplicará sus gestos heroicos de dedicación, bajo la mirada de
reconocimiento y aprobación del obispo Jean-Jacques Lartigue, en un principio
y luego de Mons. Ignace Bourget, el segundo obispo de
Montréal, quien piensa que una vida tan preciosa para sus
feligreses no puede desaparecer sin que alguien tome el relevo.
En
una estadía en París, en 1841, Mons. Bourget solicita el
envío de Hijas de San Vicente de Paul para la
atención de la obra de la Señora Gamelin, con el
fin de establecer las bases para una comunidad religiosa. Al
recibir una respuesta afirmativa, hace construir una casa nueva para
acogerlas en Montreal. Pero a última hora, las religiosas cambian
de parecer. La Providencia tiene otros planes.
¡La obra de Madame
Gamelin sobrevive a todo esto!
El obispo Bourget busca candidatas en
su propia diócesis; ellas serán confiadas a Madame Gamelin quien
las formará para la obra de caridad compasiva que ella
realiza con tanta dedicación, y para la misión Providencia que
proclama con actos que hablan aún más fuerte que las
palabras.
Las Hermanas de la Providencia nacen, a partir de la
Casa de la Providencia, en la Iglesia de Montreal. Emilia
Tavernier-Gamelin se unirá a las primeras religiosas, primero como novicia
y luego como su madre y su fundadora. La primera
profesión religiosa se celebra el 29 de marzo de 1844.
Las
necesidades de los pobres, de los enfermos, de los inmigrantes,
etc. no dejan de aumentar en esta ciudad, en esta
sociedad en vías de desarrollo.
La Comunidad naciente conoce horas sombrías,
cuando las hermanas disminuyen en número, debido a las epidemias
mortales. Cuando el obispo Bourget duda de la buena voluntad
de la superiora, influenciado por una religiosa muy negativa, la
fundadora se mantiene de pie junto a la cruz, siguiendo
el ejemplo de la Virgen de Dolores, su modelo a
partir de las tristes horas de sus duelos. El mismo
obispo Bourget reconocerá su grandeza de alma y su generosidad
que llega al heroísmo.
La nueva comunidad crece para responder a
las necesidades del momento: las Hermanas de la Providencia se
multiplican, son 50 en 1851, cuando hace solamente ocho años
que ha nacido la comunidad y la fundadora misma fallece,
siendo una víctima más de la epidemia de cólera. Sus
hijas recibieron el último testamento de labios de su madre:
humildad, simplicidad, caridad, sobretodo caridad.
A partir de estos humildes comienzos,
son 6147 las jóvenes que se han comprometido para seguir
el ejemplo de Emilia Tavernier Gamelin. Hoy las encontramos en
Canadá, Estados Unidos, Chile, Argentina, Haití, Camerún, Egipto, Filipinas y
Salvador.
El 23 de diciembre de 1993, el Papa Juan Pablo
II promulgó las virtudes heroicas de Emilia Tavernier Gamelin.
Después,
al reconocer oficialmente, el 18 de septiembre de 2000,
un milagro atribuido a su intercesión, el Soberano Pontífice proclama
su beatificación para el 7 de octubre de 2001 y
la propone al pueblo de Dios como modelo de santidad,
por su vida dedicada totalmente al servicio de sus hermanos
y hermanas más desprovistos de la sociedad. Se ha establecido
el 23 de septiembre como fecha de su fiesta litúrgica,
día del aniversario de su fallecimiento en 1851.
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