jueves, 5 de julio de 2012

San Antonio María Zaccaria


San Antonio María Zaccaria
con lirio (pureza) y libro (reglas de la
congregación que el fundó)

 
SAN ANTONIO MARIA ZACCARIA
Sacerdote y fundador. +1539.Fiesta 5 de julio
Patrono de médicos y de las ciudades de Cremona, donde nació y de Milán, donde vivió.

De su sermón a sus hermanos de religión>>

Vida de Santo
Nació en Cremona, ciudad de Lombardia, Italia, en 1502. Cuando tenía dos años murió su padre, Lazzaro. Su madre, Antonia Pescorali, queda viuda a los 18 años pero no quiso volver a casarse y se dedicó a la educación de su hijo.

Antonio María estudió medicina en la Universidad de Padua. Aunque era de familia adinerada, desde joven renunció a los vestidos elegantes y a los ambientes de juerga. El dinero que ahorraba lo repartía entre los más necesitados.

A los 22 años recibió el doctorado y se graduó de médico, deseando poner su profesión al servicio de los pobres y ayudarles al mismo tiempo a encontrarse con Jesús. Pero el Señor lo llamó al sacerdocio. Fue ordenado a los 26 años de edad, convirtiéndose así en médico de los cuerpos y de las almas. Entregó su herencia a su madre. Se dice que vieron ángeles en torno al altar durante su primera misa.

Desde niño, Antonio tuvo gran amor por los pobres. Volvía a veces a casa de la escuela sin saco, por haberlo regalado a un pobre. Ya como sacerdote, todo lo que consigue lo reparte entre los pobres.

Fue a vivir a Milán, la gran ciudad del norte de en Italia, para poder extender su apostolado. Allí, junto a la hermana Luisa Torelli fundó la comunidad de las hermanas llamadas "Angelicales de San Pablo" (nombradas así porque su convento se llamaba de "Los Santos Angeles"). Su apostolado era con las jóvenes en peligro o ya caídas en vicios.

Luego fundó la "Sociedad de Clérigos de San Pablo" los cuales, por vivir en un convento llamado de San Bernabé, fueron llamados por la gente "Barnabitas". Se dedicaron a predicar el Evangelio, con gran devoción al amor a la Pasión y Cruz del Señor. Buscaban la renovación espiritual del pueblo. Animaban a los laicos a recibir con frecuencia la Eucaristía y a trabajar en el apostolado. San Carlos, arzobispo de Milán, dijo de ellos: "Son la ayuda más formidable que he encontrado en mi arquidiócesis".

San Antonio María tenía un profundo amor por la Eucaristía. Propagó la devoción a las Cuarenta Horas, que consiste en dedicar tres días cada año, en cada templo, a honrar solemnemente a la Eucaristía con rezos, cantos y otros actos solemnes de culto.

Tenía gran devoción a la pasión y muerte de Cristo. Cada viernes, a las tres de la tarde hacía sonar las campanas para recordar a la gente que a esa hora había muerto Nuestro Señor. Siempre llevaba una imagen de Jesús crucificado, y se esmeraba por hacer que todos meditaran en los sufrimientos de Jesús en su Pasión y Muerte, porque esto aumenta mucho el amor hacia el Redentor.
Una tercera devoción fue por las Cartas de San Pablo. Su lectura lo emocionaba e inspiraba en sus prédicas. A sus discípulos les insistía en que las leyeran frecuentemente y que meditaran sus enseñanzas. 

Vivió en el tiempo de Lutero quien proclamaba una reforma llena de graves errores doctrinales. Muchos católicos tenían el santo deseo de una verdadera reforma para vencer la frialdad y el pecado. Esa verdadera reforma debía ser en todo fiel a la Iglesia la cual siempre necesita de santos reformadores. Uno de ellos fue San Antonio María, como también San Ignacio y sus jesuitas.

Siendo un joven de 37 años, iba en una misión de paz, sintiéndose mal fue a casa de su madre y murió en sus brazos el 5 de julio de 1539. Se dice que tuvo una visión de San Pablo antes de morir. Su trabajo por Cristo y sus Iglesia había sido enorme.
Está enterrado en Milán, en el convento de San Pablo
Beatificado: 1849 por el Papa Pio IX
Canonizado:
1897 por el Papa León XIII
Oración Señor, que encendiste en el corazón de san Antonio María Zaccaría un ardiente celo por la salvación de sus hermanos. Te pedimos por su intercesión que nos sintamos siempre urgidos a evangelizar a los hombres de nuestro tiempo por amor a Ti. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén

San Antonio María Zaccaria
Sacerdote y fundador
Año 1539.
San Antonio María ZaccariaEn este sacerdote que murió muy joven, sí que se cumplió aquella frase del Libro de la Sabiduría en la S. Biblia "Vivió muy poco tiempo, pero hizo obras como si hubiera tenido una vida muy larga". Nació en Cremona, Italia, en 1502. Quedó huérfano de padre cuando tenia muy pocos años. Su madre, viuda a los 18 años, renunció a nuevos matrimonios que se le ofrecían con tal de dedicarse totalmente a la educación de su hijita y los resultados que obtuvo fueron admirables.
Estudió medicina en la Universidad de Padua, y allí supo cuidarse muy bien para huir de las juergas universitarias y así conservar la santa virtud de la castidad. Desde joven renunció a los vestidos elegantes y costosos, y vistió siempre como la gente pobre, y el dinero que ahorraba con esto, lo repartía entre los más necesitados.
A los 22 años se graduó de médico y su gran deseo era dedicarse totalmente a atender a las gentes más pobres, la mayor parte de las veces gratuitamente, y aprovechar su profesión para ayudarles también a sus pacientes a salvar el alma y ganarse el cielo. Pero unos años después, sus directores espirituales le aconsejaron que hiciera también los estudios sacerdotales, y así logró ordenarse de sacerdote. Así fue doblemente médico: de los cuerpos y de las almas.
Antonio María tuvo siempre desde muy pequeño un inmenso amor por los pobres. Ya en la escuela, volvía a veces a casa sin saco, porque lo había regalado a algún pobrecito que había encontrado por ahí tiritando de frío. Durante sus años de profesional y sacerdote, todo lo que consigue lo reparte entre los más necesitados.
Se trasladó a Milán (la ciudad de mayor número de habitantes en Italia) porque en esa gran ciudad tenía más posibilidades de extender su apostolado a muchas gentes. Y allí, por medio de la hermana Luisa Torelli fundó la comunidad de las hermanas llamadas "Angelicales" (nombre que les pusieron porque su convento se llamaba de "Los Santos Angeles"). El fin de esta comunidad era preservar a las jovencitas que estaban en peligro de caer en vicios, y redimir y volver al buen camino a las que ya habían caído. Estas hermanas le ayudaron muchísimo a nuestro santo en todos sus apostolados.
Luego con otros compañeros fundó la Comunidad llamada "Clérigos de San Pablo" los cuales, por vivir en un convento llamado de San Bernabé, fueron llamados por la gente "Los Padres Bernabitas". Esta congregación tenía por fin predicar para convertir a los pecadores, extender por todas partes la devoción a la Pasión y muerte de Cristo, y a su santa Cruz. Y esforzarse lo más posible por tratar de obtener la renovación de la vida espiritual y piadosa entre el pueblo, que estaba muy decaida y relajada. Estos religiosos hicieron tanto bien en la ciudad y sus alrededores que unos años mas tarde, San Carlos, gran arzobispo de Milán, dirá de ellos: "Son la ayuda más formidable que he encontrado en mi arquidiócesis".
San Antonio María sentía un gran cariño por la Sagrada Eucaristía, donde está Cristo presente en la Santa Hostia, con su Cuerpo, Sangre, alma y divinidad. Por eso propagó por todas partes la devoción de las Cuarenta Horas, que consiste en dedicar tres días cada año, en cada templo, a honrar solemnemente a la Sma. Eucaristía con rezos, cantos y otros actos solemnes de culto.
Otra de sus grandes devociones era la pasión y muerte de Cristo. Cada viernes, a las tres de la tarde hacía sonar las campanas, para recordar a la gente que a esa hora había muerto Nuestro Señor. Siempre llevaba una imagen de Jesús crucificado, y se esmeraba por hacer que sus oyentes meditaran en los sufrimientos de Jesús en su Pasión y Muerte, porque esto aumenta mucho el amor hacia el Redentor. Y una tercera devoción que lo acompaño en sus años de sacerdocio fue un enorme entusiasmo por las Cartas de San Pablo. Su lectura lo emocionaba hasta el extremo, y de ellas predicaba, y a sus discípulos les insistía en que leyeran tan preciosas cartas frecuentemente, y que meditaran en sus importantísimas enseñanzas. A él le sucedió lo que le ha pasado a miles y millones de creyentes en el mundo entero, que al leer las Cartas de San Pablo han descubierto en ellas unos mensajes celestiales tan interesantes que quedan entusiasmados para siempre por su lectura y meditación.
A nuestro santo le correspondió vivir en los tiempos difíciles en los que en Alemania el falso reformador Lutero proclamaba una falsa reforma en la religión, y en Roma y España, San Ignacio y sus jesuitas empezaban a trabajar por conseguir una verdadera reforma de la Iglesia, y muchísimos católicos sentían un intenso deseo de que empezara una era de mayor fervor y menos frialdad y maldad. San Antonio María fue uno de los que con su enorme apostolado preparó la gran Reforma de la Iglesia Católica que iba a traer el Concilio de Trento.
Siendo aún muy joven, sintió que de tanto trabajar por el apostolado, le faltaban las fuerzas. Se fue a casa de su santa madre, y en sus brazos murió el 5 de julio de 1539. Tenía apenas 37 años, pero había hecho labores apostólicas como si hubiera trabajado por tres docenas de años más. El Papa León XIII lo declaró santo en 1897. Y nosotros le pedimos a San Antonio Zaccaría, que pida mucho al buen Dios para que la Iglesia Católica se renueve día por día y no vaya a caer nunca en la relajación y que no se enfríe nunca en el santo fervor que Nuestro Señor quiere de cada uno de los creyentes.

Perfil de Antonio María Zaccaria

Para la solemnidad de San Antonio María Zaccaria los Barnabitas eligen una tremenda lectura que se supone resume su recorrido: «El justo muerto condena a los impíos que todavía viven; la juventud que alcanza en corto tiempo la perfección condena la interminable vejez del malvado» (Sab 4,16) concepto que reaparece en el prefacio: «en breve tiempo recorrió mucho en el sendero de la santidad». Los datos cronológicos corroboran esta idea: Cremona 1502-1539. Por eso el Padre Ghilardotti lo define «Un meteoro del quinientos» en un precioso instrumento que confeccionó con ocasión del quinto centenario del nacimiento del Santo.
Así un santo joven que quemó sus cartuchos en un tiempo restringido y entregó sus energías a la causa del Señor con un fervor que lo consumió en poco tiempo. Pero, ¡cuán rico ese corto tiempo! Se reitera en él ese sentir que encontramos en Dios: «El Señor siente profundamente la muerte de los que lo aman» (Sal 116,15) y por eso establece la resurrección.
El santo siente profundamente la crisis de la vivencia cristiana y especialmente le impresiona la tibieza, por eso se propone levantarla y emprende la tarea de reformarla. En este período no hay quien no sienta que una reforma es necesaria: algunos reforman con un desgarro, otros con una amorosa terapia desde adentro. San Antonio María es de estos últimos. Reformar la Iglesia reformando las personas de los creyentes y con una transformación profunda y no superficial. Comparte con muchos otros santos de este período esta opción. Se vuelve así uno de los protagonistas de la reforma católica.
Antes que nada reforma de sí mismo, y por eso una exigente preparación profesional y espiritual acompañada de una rigurosa opción de perenne conversión. Formación que se expresa en su infancia y juventud y que no lo abandona nunca tanto que no teme ya en la madurez señalar los que considera ser sus puntos débiles.
Alcanzado el título profesional de médico en la universidad de Padua prácticamente nunca ejerce la profesión convencido que otros son los remedios que urgen a los tiempos y a las personas. Se dedica entonces a la catequesis a niños y adolescentes. Le acompañará siempre la convicción que el instrumento mejor para transformar su ser es un mayor conocimiento de Cristo y de éste crucificado. Simultáneamente cursa los estudios para el Sacerdocio. ¿En Bolonia? Sólo sabemos que en Cremona es ordenado sacerdote el 20 de febrero de 1529.
También como sacerdote su norte es la renovación de la vida cristiana o del fervor, término que parece esquivarse hoy como si emanase un tufillo de añeja sacristía enferma de aburrimiento. No es casual que dicho fervor haya aparecido como uno de los pilares del llamado a la nueva evangelización Con el nombre de «ardor» que tiene referente con el fuego tan querido en la descripción de la intensidad cristiana por nuestro fundador.
Es vivir en modo entusiasta y recio su propia identidad cristiana. Es que los cristianos no deben pedir permiso para existir y no son un agravio por existir. Tienen un legado importante para su propio crecimiento como personas cabales y para la salud global del mundo en que se encarnan. Eso justifica que su preocupación fuera la formación personal de los que guiaba espiritualmente -de lo que las cartas son un claro testimonio- y la formación de núcleos de vida cristiana intensa que no se contentaran de de una vivencia desteñida sino que se encaminaran a un progreso profundo, sostenido y constante en el seguimiento de Cristo -de lo que los sermones son claro testimonio-.
Intuye también que esta tarea de renovación requería personas consagradas íntegramente conscientes de su misión en vistas a la vitalidad de la Iglesia: ellos dedicados al Señor sin arrepentimiento ni acomodos y capaces de entusiasmar a los demás para emprender ese mismo sendero. Las «tres familias religiosas» que salen de su mano lo consiguen: los Barnabitas, aprobados por el papa Clemente VII el 18 de febrero de 1533, las Angélicas, aprobadas por el papa Pablo III el 15 de enero de 1535, y los «coniugati» o «maritati», matrimonios comprometidos en su crecimiento a la vez que entregados a la vitalidad de la Iglesia entera y que no tienen “aprobación” pero sí una inusual vitalidad y que en este momento están encarnados por el movimiento de los Laicos de San Pablo. «Sacerdotes-religiosos, monjas de vida activa y laicos casados -considerados expresión diversificada de una única familia, llamados a compartir el mismo recorrido ascético y los mismos compromisos apostólicos».
De esta tensión personal encaminada a la tarea apostólica con miras a la reforma son testimonio las Constituciones, sin duda estrictamente destinadas a los Barnabitas, pero realmente reflejo de lo que el Santo entendía por vida cristiana. Una cuidadosa y amorosa lectura de los escritos permitirá medir la estatura espiritual de este joven santo y recabar seguros instrumentos para su propio crecimiento a imagen de Cristo y para devolver a Dios una naturaleza y una humanidad que hayan recuperado su rostro verdadero.
Solamente para hacer tomar el gusto va aquí una pequeña síntesis del talante espiritual de nuestro Fundador; sin más pretensión que la de ser una muleta.
Antonio María Zaccaria tiene franca y clara visión de que los tiempos no son de santidad generalizada ni de virtudes preclaras: Están en primer plano, “en estos tiempos, hombres soberbios, audaces, fanfarrones, disolutos, avaros y seguidores de sus propios pareceres” “hábiles en los sofismas, parecen mandados hacer para alejar al hombre de Dios”; la convivencia humana, desde la familiar a la social, padece trastornos notables y peligrosos; el impulso religioso se diluye en prácticas externas y rituales y manifiesta deslices en la superstición.
Su reacción no es la propia del amargado y resignado frente a lo ineludible, sino que apunta a una severa y seria renovación personal y a la formación de personas que, no habiéndose entregado a la moda de los tiempos, puedan asumir la misión de renovadores de espíritus y conductas.
Reúne a su alrededor, vinculándose a los movimientos de renovación de la vida cristiana, personas deseosas de “renovarse permanentemente” y que asuman sobre si mismos la tarea de un perfeccionamiento intenso hasta llegar a ser “grandes santos”, para partir con entusiasmo en la tarea de renovar “el fervor cristiano”.
Detrás de este estilo hay algunas intuiciones teológicas que son de extrema importancia. No se trata de intuiciones exclusivas de Antonio María Zaccaria, pero son especialmente importantes por apuntar al centro mismo de la vivencia de la fe y fueron aplicadas por nuestro Santo con singular eficacia: la primera intuición es el asumir la experiencia de la vida como un itinerario en el cual Dios, Señor de la historia, no abdica a su rol ni olvida su providencia por lo cual no caben actitudes despectivas ni desesperadas. Es el hacer resurgir el auténtico espíritu profético. Profeta es quien descubre y anuncia “el curso secreto” de las cosas aún cuando la mirada superficial haga ver sólo la desesperación y no manifieste la mano de Dios.
Sólo una verdadera renovación personal permite una renovación comunitaria y se manifiesta también en las obras que el hombre realiza. Por eso desde el comienzo el anuncio evangélico fue: “El tiempo es maduro, conviértanse y crean la buena noticia” (Mc 1,15). Antonio María no piensa que el quehacer cristiano es sólo un esfuerzo de perfección individual, sabe que su salida natural es el “gastarse en el amor del prójimo”, pero el trabajo de crecimiento personal es previo y urgente. La Iglesia latinoamericana, en el momento en que más se ha comprometido con el reflejo social de la vida cristiana, vuelve a subrayar esta característica propia: “No habrá continente nuevo, sin hombres nuevos”.
Cualquier tipo de renovación o de búsqueda de perfección no es fruto sólo ni principalmente de la “fuerza de los músculos del hombre” (cf Sal 44) ni de su compromiso ético; es el resultado de una renovación profunda donde “el corazón se hace de carne” (Ez 36,26-27) y se cambien “los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad”.
En esta empresa Antonio María Zaccaria apunta principalmente a la búsqueda y encuentro de su propia identidad alcanzando el hombre interior. Si una característica del tiempo es cierta alienación y superficialidad, el mejor antídoto lo constituye la auténtica capacidad de redescubrir su propio interior. Si en los tiempos de Antonio María el riesgo de “dejarse pillar por la máquina” era muy presente, en nuestros tiempos no lo es menos. Entonces como ahora se propone esta vuelta en si mismo. No como fuga, sino para evitar la dispersión engañosa y estéril: “En casa o fuera de ella, cada uno procurará estar y sentirse consigo mismo y en la celda de su corazón y no salir de allí”.
Esta vuelta al hombre interior capacita para opciones radicales. Aún insistiendo sobre la capacidad de optar, incluso a costa de renuncias, la meta de Antonio María es la vivencia del amor. El amor hace posible que se trasformen en hombres espirituales quienes eran “pobres de toda virtud y esclavos de todo vicio”. Detrás de esta consideración hay una profunda observación psicológica y la presencia de una de las intuiciones teológicas de que se hablaba. El hombre para hacer sus opciones necesita ver la “conveniencia” de sus determinaciones: “¿Qué hombre, en la exaltación de su amor, puede abandonar a su amada, si no lo apasiona otro amor? Nosotros, pues, cautivados por las cosas visibles, presentes en todo momento y además necesarias, ¿podremos dejar de amarlas, si un amor más grande no nos urge? No lo creas; antes bien, el odio de una cosa nace del amor de otra, como el odio de las cosas temporales nace del amor de las celestiales”.
Por eso el acento será no tanto en lo que renuncia, sino en lo que alcanza. La bondad de las cosas buscadas hace insignificante la renuncia a las cosas que deben dejarse. Es innegable la enorme fuerza pastoral y pedagógica que tiene esta perspectiva.
Valoración del camino típico de la redención cristiana: la cruz. La renovación causada por el encuentro con el AMOR que remueve todos los otros amores, debe hacerse visible. La victoria sobre sí mismo o sobre lo menos noble que cada cual arrastra es el fruto de ese amor y su manifestación la discriminante para diferenciar el auténtico cristiano del inauténtico. El maestro de Antonio María, Fray Bautista de Crema recordaba que “la victoria se recibe por gracia y gratis, pero no se entrega a los ingratos”
Toda la mística de la cruz presente en nuestro Santo es como la manifestación de la gratitud de quien, sintiéndose salvado por quien entregó su vida en el madero, descubre que para él también no hay otro camino que lleve a la resurrección. En el Sermón sobre el 4º mandamiento recuerda: “quienes quieren vivir en Cristo sufran tribulaciones y adversidades, como Cristo, luz verdadera, mostró de obras y palabras”. La tibieza, que es cosecha de todos los tiempos, se vence exclusivamente con la espiritualidad recia de quien no escatima la porción de cruz que le toca. Sólo quien ha asumido la cruz en sí, puede hacer el proceso de liberación que, empezando en él mismo, alcanzará al mundo que grita por su liberación.
La Eucaristía. Una larga y fundada tradición atribuye a Antonio M. Zaccaria una especial devoción a la Eucaristía. Todo este proceso de renovación que impulsa -en sí mismo y en los demás- tiene como objetivo hacer relucir la carga de vida que trae el cristiano al mundo. El reformador no es el sepulturero de las aspiraciones humanas ni el despectivo que se aísla del mundo que mira con despecho; el verdadero reformador asume en su propia carne el anhelo de vida que el Señor introdujo en la donación de sí que está implícita en la Eucaristía. La costumbre de la adoración a Cristo Eucaristía, que Antonio María impulsó, significa la adopción de un esquema de vida que comporta la donación íntegra y permanente de sí mismo a los demás. Este anhelo vital es parte de la tradición de los Barnabitas. En nuestra Iglesia que vive una valoración profunda de la caridad y una búsqueda de la presencia de Dios percibido como Dios de la Vida, este legado de San Antonio tiene una resonancia particularmente comprensible.
El progreso permanente. El enemigo del crecimiento, de la perfección y de la madurez espiritual del hombre tiene nombre: es la “tibieza”, el entorpecimiento espiritual y el bajar la guardia en el propio crecimiento, contentándose de metas intermedias. Contentarse o no progresar es regresar. “Es necesario que te propongas seguir siempre más adelante y hacia cosas más perfectas … Procura siempre de hacer crecer lo que empezaste en ti y en los demás, porque la cumbre de la perfección es in finita”.
La propuesta de Antonio María Zaccaria, aún viva, consiste sintéticamente en:
•redescubrir, a través de la vuelta al hombre interior, las capacidades intactas de redención que el Señor ha depositado en cada uno;
•despertar la enorme carga de amor que existe en cada uno y que permite superar en modo positivo las tendencias negativas que atrapan al hombre;
•valorar el camino de la cruz como itinerario único y particularmente eficaz para llegar a la perfección;
•la vivencia del amor tiene en la Eucaristía su máxima expresión y el mejor alimento para reproducirlo en nuestra vida;
•la perfección no es cosa que se alcance de casualidad o de golpe, es el fruto de un constante esfuerzo y de la superación de la tentación de contentarse de metas menores.

Vida de Antonio María Zaccaría

Cremona, la ciudad donde nació Antonio María Zaccaría, fue formada por los Galos de Breno; de colonia romana pasó a ser fortaleza; luego fue destruida y reconstruida bajo los bizantinos de Ravena y los Longobardos de Agilulfo y Teodolinda. De prisión de Federico Barbarroja pasó a ser la primera sede de los conjurados de Pontida. Compitió con las ciudades vecinas. A veces se encontraba en manos de señorías y otras en manos de tiranos o mecenas. Cremona se asoma al siglo XVI más bien como ciudad guerrera que bonachona.
Entre la gran fortaleza del Castillo de Santa Cruz y el pequeño Castillo del Burgo del Santo Espíritu en la otra orilla del río Po, se extendía la ciudad con humildes casas y los palacios nobles. En uno de estos palacios, a inicios del año 1502, nacía un niño que en la fuente bautismal de la parroquia de San Donato recibió el nombre de Antonio María. Su padre Lázaro era de la noble familia de los Zaccaría. También su madre, Antonieta Pescaroli, pertenecía a una familia de nobles.
Los Zaccaría habitaban desde tiempos inmemoriales al fondo de la actual calle Beltrami. Vivían al modo patriarcal: el jefe de la familia, Bernardo, con su mujer Elizabeth Pascuali, los dos hijos Lázaro y Pascual con sus respectivas esposas: Antonieta Pescaroli y Apolonia Roncadelli, los nietos Antonio María, hijos de Lázaro, Bernardo, hijo de Pascual, y Venturina, hija natural de Lázaro, engendrada por éste antes de contraer matrimonio. La familia se ocupaba de un floreciente comercio de paños de lana. El negocio era tan grande que era señalado en los documentos como “palacio”.
Los Zaccaría no eran de mucha salud física. El jefe de familia, Bernardo, murió relativamente joven, antes del inicio del siglo, y el hijo de Pascual heredó su nombre. Algunas semanas después del nacimiento de Antonio María, en enero de 1503, una vez más la muerte tocará la puerta de los Zaccaría dejando huérfano de padre a nuestro Santo. Un año después, en 1504, le tocará el turno a Pascual. Y en casa de los Zaccaría quedarán solo las mujeres y los niños: la suegra con dos nueras y tres nietos…
En este ambiente sufrido, pero cálido, creció Antonio María. Era delgado y pálido, palidez que le acompañará durante toda su vida. A juzgar por los años sucesivos de la vida de Antonio María, no se diría que a su educación le faltase la figura paterna: en sus escritos y obras nos revela una fuerza de capitán resoluto que entusiasma. Esto indica que su formación fue profundamente armónica y fundamentalmente serena. Poco sabemos de su adolescencia, sólo el episodio de la capa de terciopelo que le dio a un pobre tieso de frío, hecho que se habría repetido en más de una ocasión. También de sus estudios sabemos poco: en Cremona habría realizado sus estudios humanísticos de latín y griego, antes de abordar los superiores de filosofía, medicina y, finalmente, teología.
La idea de abandonar la casa paterna puede entusiasmar el espíritu de aventura, y más aún si es para continuar el período de estudio en una ciudad famosa por su saber (Padua). En 1520, decidido ya a hacerse médico “por honor de su familia”, realiza un acto difícil de creer si no se conservaran los documentos auténticos en el Archivo estatal de Cremona. Con la firma del notario Germino Salandi, el 05 de octubre hace testamento a favor de su primo Bernardo, dejando usufructuaria a su madre; y el 16 del mismo mes hace donación irrevocable de todos sus bienes a su madre. Sorprenden algunas cláusulas, como que la donación no puede ser revocada por ningún motivo, ni aunque llegase a tener hijos propios. Sólo se reserva cien liras imperiales. De este modo, Antonio María dejó Cremona para marcharse a Padua.
Una vez graduado de médico, año 1542, regresa a Cremona, donde encontró trabajo inmediatamente, dada la peste que había comenzado en la ciudad en el verano de aquel año. Los biógrafos hablan del palacio Zaccaría convertido en sanatorio. Posteriormente su madre lo obligó a asumir toda la administración de los bienes. Tal vez es esto lo que le permite dar limosna a los pobres, como lo refieren sus biógrafos.
Por esta época comenzó a frecuentar los padres dominicos del Convento de Santo Domingo, donde tuvo por director espiritual primero a un tal fray Marcelo, y luego a fray Bautista Carioni de Crema.
El año 1528 marca un giro importante en la vida de Antonio María: abandona la medicina y se orienta hacia el sacerdocio. No conocemos la motivación precisa que lo haya llevado a esto justo en un momento en que las necesidades sociales de su tierra eran muchas y urgentes, y donde su obra de joven y activo médico hubiera sido preciosa. Es probable que el convento cremonés de Santo Domingo, donde tenía como propio director espiritual a fray Marcelo, haya sido el ambiente que lo preparó al sacerdocio. Era un ambiente culto, vivaz, en el cual los problemas de la Iglesia eran sentidos y vividos a fondo: baste pensar que ese mismo año de 1528 el superior del convento, fray Bartolomé Maturi, había ordenado la Orden dominicana para pasarse al lado de los protestantes. En aquel contexto, Antonio María sintió la viva urgencia de la Reforma, tan invocada por los concilios pero jamás actuada. Antonio María comprendió, en cambio, que debía hacerse desde la base, haciendo lo que era posible pero haciéndolo todo, de lo demás se ocuparía Aquel que había muerto en la cruz por su Iglesia.
Las únicas etapas verificables de su preparación al sacerdocio fueron el estudio de la Biblia, de los Padres de la Iglesia, ascesis y oración. Y cuando al final de aquel fatídico 1528, él celebró su primera Misa en la pequeña Iglesia de San Vital, apareció un coro de ángeles adorantes alrededor del altar y del nuevo sacerdote al momento de la elevación de la hostia.
Antonio María comienza la reforma en su ciudad natal. La acción fue dirigida en primer lugar a quienes ocupaban puestos de responsabilidad: los padres en las propias familias y los profesionales en sus funciones. Era vano soñar con un mundo nuevo si no se comenzaba por la familia y las profesiones, los dos pilares sobre los que se construye la sociedad. Con ellos forma un pequeño grupo de reflexión llamado “Amicizia”; su patrono es San Pablo y la tarea específica es la reforma de las costumbres.
Además de este grupo, Antonio María se ocupó de la reforma de los monasterios, orientó en la vida espiritual a algunas damas y coordinó los esfuerzos de algunos reformadores solitarios. Fue tan eficaz su labor que Cremona le nombró “Padre de la Patria”, con apenas 28 años de edad.
Pero Dios le indica un nuevo camino. Deja su actividad en Cremona y se dirige al castillo de Guastalla como capellán de la Condesa Ludovica Torelli. Y a comienzo de los años ’30 se dio arranque a la reforma religiosa del pequeño ducado de Guastalla, en la cual tuvo parte importante fray Bautista de Crema.
En 1530, Antonio María acompañó a la Condesa en su viaje a Milán. Aquí tuvo oportunidad de conocer el Oratorio de la eterna sabiduría: un grupo de laicos que se ocupaban de la reforma. Pero en la actualidad sufrían la desorientación a causa de la muerte de los dos fundadores del grupo. Antonio María les animó a continuar en su estilo de vida. Pero lo más destacado de esto fue su encuentro con el joven notario Bartolomé Ferrari y con el arquitecto Jaime Morigia. Entre ellos nació una amistad destinada a producir grandes frutos. De las conversaciones entre Antonio María, Bartolomé Ferrari, Antonio Morigia, fray Bautista y la condesa Torelli, nació la idea de vender el feudo de Guastalla al mejor postor y cambiarse a Milán, la gran metrópolis tan necesitada de reavivamiento espiritual, para efectuar allí el ambicioso plan de reforma.
Parece que el definitivo cambio a Milán ocurrió a fines de agosto de 1532. Los tres amigos (Morigia, Ferrari y Antonio María) se instalaron en una pequeña casa cerca de la iglesia de San Agustín, lugar que les servía de habitación personal y centro de reuniones. Ya tenían en mente fundar una nueva institución que se dedicara de lleno a la reforma. El número de quienes acudían a las conferencias espirituales de Antonio María aumentaba día a día; entre ellos podía contarse a laicos y clérigos.
Durante una de las acostumbradas reuniones el pequeño grupo decidió solicitar a la Santa Sede la aprobación de su obra. El Papa Clemente VII se declaró dichoso de firmar el documento de aprobación a perpetuidad, por tener tan buenas referencias del celo apostólico de la pequeña sociedad. Era el 18 de febrero de 1533. De este modo nace formalmente una nueva Orden de clérigos regulares. La bula del Papa Paulo III del año 1535 la especifica como Clérigos regulares de San Pablo. Sin embargo este nombre pronto cayó en desuso: el pueblo prefirió llamarlos barnabitas, debido a la primera iglesia que tuvieron los padres en Milán, dedicada a San Bernabé (Barnaba, en lengua latina).
La comunidad no tenía ninguna regla escrita. Por la humildad de todos y el amor a la obediencia parecía que no hiciera falta otra norma que no fuera la voz del Fundador. Sin embargo, pensando en el provenir de la Orden, Antonio María se decidió a escribir un bosquejo de Constituciones, no sin antes pedir oraciones a sus compañeros, luces a Dios y consejo a su director espiritual fray Bautista de Crema. No obstante, jamás pudo concluir este documento por las mucha actividades en que se empeñaba y por su muerte prematura. Las constituciones definitivas, que rigen la vida y actividad de la Congregación Barnabita, fueron fruto de años de trabajo, en el cual colaboró de un modo particular San Carlos Borromeo. La aprobación del texto estuvo a cargo del Papa Gregorio XIII el 25 de abril de 1579.
Antonio María había comprendido que no sólo la continencia, sino también la castidad conyugal es don de Dios; por eso, y anticipándose en siglos al Concilio Vaticano II, subrayó en su acción formadora la importancia del matrimonio como medio de mutua santificación entre los esposos. En un siglo de libertinaje era preciso devolver al matrimonio cristiano toda su belleza y dignidad. Y aprovechando que a las reuniones del Círculo de la eterna sabiduría asistían laicos de ambos sexos, les compromte en una asociación piadosa y apostólica, llamada Orden Tercera de los Casados, la que debe tener una finalidad bien precisa: la santificación de los miembros para contribuir mediante la acción y el ejemplo a cristianizar el ambiente familiar y social.
No todo fue fácil para este pequeño grupo de reformadores. Hubo tanto empeño en su obra, y tantas las conversiones que originaban, incluso entre los nobles de la ciudad, que pronto despertaron las envidias de las gentes. Nuestros primeros padres no sólo eran objeto de burlas, sino también de amargas acusaciones ante el tribunal de la Inquisición. Se les tachó de fanáticos, de atentar en contra de la dignidad de la nobleza y de prácticas contrarias a la fe. Acusaciones que no pudieron ser probadas en ningún juicio.
San Antonio no sólo dio vida a los Barnabitas y a la Tercera Orden de los casados, sino además a una congregación femenina. Al inicio sólo se trataba de un grupo de mujeres reunidas en torno a la Condesa Torelli, pero con la firme dirección de Antonio María. Paulatinamente se fueron entusiasmando por una vida de total entrega al Crucificado y, por amor suyo, al servicio apostólico. El Papa Paulo III las aprobó como congregación el 15 de enero de 1535, bajo el nombre de “Angélicas de San Pablo”.
Con estos tres grupos apostólicos, San Antonio se lanzó de lleno a la tarea de la reforma. Célebres fueron las misiones de Vicencia en 1537, de Verona en 1542, de Venecia en 1544, de Brescia en 1547, de Ferrara en 1548, etc.
Tenía el Santo poco más de 36 años cuando se sintió cansado de muerte. Había recorrido un largo camino: de Cremona a Guastalla, y después a Milán. De Milán a Vicencia y los demás lugares de misión; y de nuevo a Milán para continuar con la formación de los Barnabitas y las Angélicas y hacer frente al problema de la adquisición de la futura y definitiva sede para la Congregación. Aunque breve, la vida de Antonio María fue de una belleza espiritual extraordinaria, sólo comparable a una puesta de sol, que luego de iluminar el día se sumerge en los abismos de la muerte con la serenidad de quien lo ha dado todo.
Consciente de su deteriorado estado de salud, pide ser trasladado a Cremona para morir en la compañía de su madre. Poco antes de morir llamó a sus hijos espirituales y les reveló una visión mística en la que el mismo Apóstol San Pablo le anunciaba que a su obra le esperaban momentos difíciles, pero que jamás se extinguirían los barnabitas en el mundo. A las 15 horas del sábado 05 de julio de 1539, mientras las campanas tocaban para la oración de vísperas de la octava de San Pedro y San Pablo, Antonio María dejaba este mundo. En su última carta, dirigida al matrimonio Omodei, se lee: “No quiero que seáis santos pequeños: os quiero grandes santos. No digáis nunca: ¡solamente hasta aquí!, en vuestras ascensiones espirituales, porque siempre queda cuesta por subir. Es preciso que corramos como locos no sólo hacia Dios, sino también hacia los prójimos, porque en ellos entregamos a Dios lo que no podemos darle directamente, no teniendo El necesidad de nuestros bienes”.
Antonio María fue canonizado el 27 de mayo de 1897 por el Papa León XIII, luego de una ininterrumpida fama de santidad verificada desde el mismo día de su muerte. Es sabido que la Santa Sede requiere de tres milagros probados para confirmar a un santo como intercesor ante Dios. Estos tres milagros se verificaron entre 1873 y 1876: dos curaciones a enfermos graves en su propia familia, Paola (curada de una enfermedad a los riñones y de un tumor a la garganta) y Francesco Aloni (curado de un tumor que le provocaba múltiples llagas en el cuerpo), de Cremona; y otra a Vincenzo Zanotti (curado de várices), de Castagnolo Minore. En cierto modo, Antonio María había vuelto a ejercer la medicina.

Contexto Histórico de Antonio María Zaccaría

Cuando estudiamos o enseñamos historia solemos decir que el mundo moderno comienza con la invención de la imprenta o con los viajes de Colón, señalamos nombres y fechas, casi como queriendo afirmar que de un día para otro el mundo antiguo y oscurantista -nada más lejos de la verdad- se halló totalmente renovado. Como si la fuerza renacentista hubiese irrumpido de repente en la vida de la sociedad y de las personas del s. XV.
Me viene a la mente una reflexión de una escritora italiana, con relación a estos cambios epocales, aunque si éste ocurre cinco siglos más tarde: “(…)El 1º de Enero del año 2000 los pájaros se despertarán a la misma hora que el 31 de diciembre de 1999, cantarán de la misma manera y, al terminar de cantar, irán en busca de alimento como el día anterior. Para los hombres, en cambio todo será distinto, habrá la sensación de haber atravesado una valla importante en la senda humana. Hay muchos que esperan que una lluvia de azufre caiga esa noche, pero lo vital es cambiar el rumbo del mundo - y en ese sentido hablamos del fin del mundo- y dedicarse con buena voluntad a la construcción de un mundo nuevo más justo y más humano”.
La percepción de estos cambios era evidente sólo para algunas personas de la época que queremos vislumbrar; la mayor parte de los hombres y mujeres del s. XV transcurría su vida sin sobresaltos y sin mayor conciencia de las transformaciones que ocurrían. Para entender el siglo XVI debemos comenzar desde más atrás, sobre todo con relación a la Historia de la Iglesia de aquel tiempo, es preciso concadenarnos a acontecimientos previos.
A propósito del Renacimiento
Con este nombre indicamos en historiografía un período que va más o menos desde la mitad del s XIV hasta la mitad del s. XVII. Se refiere a un “renacer” de lo clásico por sobre la barbarie, particularmente referida a Italia. Tiene mucha relación con el humanismo; Comprende a éste como su inicio; como una afirmación del pensamiento reflexivo y crítico. Dice relación con el movimiento cultural y el periodo histórico en que prevalece la humanitas. Se distancian ambos en el sentido de que el Renacimiento vendría a hacer revalecer la ciencia y la naturaleza.
El humanismo representaría más bien a la actitud espiritual de una élite; las ideas humanistas se esparcieron a través de contactos personales, intercambios epistolares y viajes, multiplicación de impresos, con claras tendencias idealistas. Cortes principescas italianas y apertura de universidades son el preámbulo de dicho movimiento cultural y social. Era una especie de ascésis, en el sentido que su solvencia económica les permitía retirarse del mundo y cultivar las dotes del alma, salvaguardando la libertad y formando la personalidad, en este sentido se aparta de la religión, ya que el cristianismo, para los humanistas, era sólo una filosofía práctica de la vida conforme a razón, despojándolo de todos los elementos espirituales y morales.
Burckhardt en su trabajo La civiltá del Rinascimento in Italia, se detiene en la doctrina, la praxis política, en las costumbres y las fiestas y el arte de los italianos, que los muestra fuertemente ligados a la tierra, contrarios a la ascésis, a la teología y a la renuncia que caracterizaban al medioevo. Con él florece la tesis de la “ruptura”; De hecho, a partir de Burckhardt varios estudiosos se encargaron de desmantelar esta teoría pagana del Renacimiento.
En este sentido, es brillante la intuición de Pastor en su “Historia de los Papas”; trae los hechos tal como son sin evitar las fracturas entre las visiones diversas; lo que ha permitido poder vislumbrar una renovatio religiosa que desembocará, más tarde, en las reformas protestante y católica. Hay quienes son tentados de ver cristianismo sólo en el medioevo, y considerar el período posterior como una negación de lo humano, llegaría a ver en el renacimiento una primera diferenciación epocal, así se haría una oposición y una ruptura, lo que llevaría a oponer el cristianismo del Medioevo al paganismo renacentista; negando así aquella ley fundamental de la historia que es la continuidad.
Yo me atrevo a afirmar que, sobre la base de la ley de continuidad, el Renacimiento continúa al Humanismo (como períodos distintos) y éste, a su vez, continúa el Medioevo.
Un mundo variado y en crisis
Cada acción humana está condicionada por su ser-en-el-mundo, aunque esto no significa quitar el valor a las decisiones humanas o eximirlas de responsabilidad; es este mismo campo de libertad que es moldeado poderosamente por las circunstancias externas. Hay algunos aspectos fundamentales para entender el marco histórico que queremos proponer y que, si bien no agotan toda la temática social, política y religiosa de fines del s XV y mitad del s XVI, si que posibilitan entender la realidad contemporánea.
El s. XV trae una reorganización de la vida económica, desde la crisis económica a causa de la peste negra (1340-80) y va reafirmando una economía financiera. Esto convulsiona y transforma la vida de todos los componentes de la sociedad. Ya no se trata de una economía meramente ligada a la tierra sino que se diversifica en el comercio y la producción.
La Iglesia basaba su economía en la tenencia de la tierra, el diezmo y la renta provenían de la agricultura. La hambruna y la carestía, producto de la peste y de las innumerables guerras que depredaban los campos, provocan un éxodo masivo hacia la ciudad y una devaluación de la tierra siempre creciente; la Iglesia va perdiendo paulatinamente sus bienes, los vende por necesidad o los hipoteca a los judíos, contrayendo siempre más deudas. Toda la vida de la Iglesia entra en crisis; los estudios en las Universidades decaen o desaparecen; las órdenes no pueden enviar a estudiar a todos sus prosélitos, la vida monástica debe procurar el sustento y descuida su celo y ascésis3. Así poco a poco la Curia romana debe basar su alicaída economía en el sistema de impuestos. El siglo XV convierten en tópico general las quejas y acusaciones contra la política financiera de la Curia… todos hablaban de ella hasta quienes no se veían afectados en nada. La diversidad de condición social y moral entre los sacerdotes y obispos de zonas urbanas y rurales es siempre más fuerte. La escala de ingresos de los curas y abades del campo es paupérrima, mientras que los que se hallaban en las ciudades se ven siempre más fortunados.
Aún así la cantidad de postulantes al sacerdocio era altísima. En España, por ejemplo, se habla que en los tiempos de Colón, hay un 10% de su población adscrita al sacerdocio. La formación, en general es muy modesta, se enseñan a los seminaristas, ante litteram, (ya que sólo con Trento tendremos seminarios formales) los rudimentos del Latín. Menos aún eran quienes accedían a estudios universitarios.
Los monasterios no difieren mucho de la situación en que se halla los demás estamentos eclesiásticos. Pero aquí hay fuertes elementos reformistas, sobre todo en Italia y España; Subiaco es el alma mater de esta reforma benedictina; los que no alcanzan su reforma se vuelven asociaciones de canónicos, sin mayor fuerza espiritual.
Las comunidades de las ordenes mendicantes se hallan en una perfecta alternancia de decadencia y de anhelos de reforma; se suprime la clausura con cualquier tipo de excusas banales, se abandona la vida en común y muchos frailes acceden a la propiedad privada; heredan las tierras familiares, legan y testan como cualquier burgués. Otros conventos entran en un plan de reforma fuerte -baste señalar que la misión de Vicencia emprendida por nuestros primeros padres consiste particularmente en una reforma de los conventos y monjas de la ciudad- tomada con mucha seriedad.
Si bien hubo quienes dentro de la Iglesia hicieron distinciones morales y colusiones morales que les permitieron crear fortunas - y en esto los papas ligados a los florentinos sabían muy bien actuar- cualquier escrúpulo moral se acababa dando una buena cantidad del dinero mal avenido, en préstamo o usura a obras de bien y caridad.
Cabe señalar, además, toda una revolución urbana que se va planteando en esta época; la importancia de la ciudad por sobre cualquier otra formas de agregación y la competencia tenaz entre sus habitantes por llevar su gobierno y competir en fama con los vecinos de otras ciudades.
Esto acarrea una pauperización campesina, la intromisión del Cabildo o Junta citadina en los asuntos eclesiásticos. Los habitantes de la ciudad accedían a bienes que estaban lejos de otros estamentos.
En rápida decadencia entran las instituciones feudales, y muchos campesinos -incluso caballeros venidos a menos- caen en el bandolerismo y en varias acciones de inseguridad pública. Era frecuente que los campesinos llegaran a aumentar el número de las ciudades como jornaleros en las industrias manufactureras que se creaban.
En política las cosas también se convulsionan fuertemente, la urbanización y el aumento de poder de la burguesía, ponen en manos del Cabildo citadino siempre un poder mayor, esto acarrea fuertes pugnas y oposición a las leyes emanadas del Imperio o de los tronos reales. El inicio del s XVI haya a Europa muy atomizada; y se va vislumbrando como única autoridad la del Rey que se convierte en el único garante de la libertad de las ciudades de su reino, todo el resto - Emperador, Papa o Dietas - es visto como obstáculo para la libertad y la riqueza de las ciudades o naciones.
Por ende, el rey se entromete siempre más en los asuntos eclesiásticos; el Jus Patronatum se refuerza y pone en manos del monarca la administración de todos los cargos eclesiásticos.
Debemos señalar que, en este campo, Alemania es la nación que más sufre los efectos del regionalismo; este factor influirá decisivamente en la Reforma protestante. Otros países fortalecerán su iglesia nacional con más éxito.
Una Iglesia tambaleante…en búsqueda de una reforma
Muchos de los que lean estas líneas estarán habituados a hablar de Contrarreforma, para señalar este período de la historia eclesiástica- pero hoy podemos con mucha seguridad que la reforma de la Iglesia es un movimiento independiente de la reforma protestante, o al menos sólo una parte tiene que ver con Lutero u otros reformadores. La reforma católica no fue provocada por el luteranismo y se proyecta mucho más allá de una simple confrontación con él.
Sin duda que la reforma protestante estimuló fuertemente a la Iglesia a renovarse. Se trata de elaborar acciones para contrarrestar el paganismo renacimental, la propaganda luterana y los nacionalismos; cada error o exceso que atacase la fe, las costumbres y la jerarquía.
La gran mayoría de los reformadores no quería una reforma que llevase a la escisión de la cristiandad, más bien una reforma de la Iglesia única, común a todos. Al fracasar esta reforma in capite et membra, se llega a la escisión: según esto la reforma protestante no sería más que una respuesta al yerro de la reforma católica de los ss XIV y XV, que no facilitó ni una vuelta al estado primigenio y menos una adaptación a nuevos hechos y apertura hacia las necesidades nuevas.
Hay una ruptura entre Sacerdotium et Imperium, para asegurar la libertad de la Iglesia se debió debilitar el poder del Imperio, pero el poder espiritual ya no estaba preparado para gobernar un mundo siempre más consciente de su independencia.
El desarrollo del capitalismo y el enriquecimiento de ciertas zonas urbanas, provocan en la Iglesia una crisis fuerte desde el punto de vista financiero y moral. Las prebendas y limosnas son apetecidas por clérigos que ven una merma siempre mayor en sus ingresos. Muchos de ellos no residen en su parroquia, y aquí nos referimos a cargos de llevada importancia. El cardenal Hipólito de Este, arzobispo de Milán -contemporáneo a nuestro fundador- no visitó ni una sola vez su diócesis en los treinta años que van desde 1520 a 1550, esto nos da el calibre de la situación. La fuerte difusión del concubinato -aquí se habla de un tercio del total de los clérigos- es un mal difuso y en casos ya casi no aprecia como escándalo, sobre todo en las aldeas en que los curas laboraban el campo. Generalmente se les aplicaba una multa, con el deber de abandonar a la concubina, cosa que no ocurría casi nunca. Lo común era que muchos clérigos intentasen que los hijos habidos del ilícito, ocupasen sus mismos cargos… y Roma concedía esta dispensa con facilidad y frecuencia. Esto no quiere decir que el resto de los clérigos no fuera ejemplar en su conducta, nos quedan miles de testimonios de curas y obispos preocupados de su grey, de quienes se entregan al servicio de los más débiles. Mayor mérito aún si se piensa que se trata, en general, de hombres autoformados, sin conexión a un seminario y sin el celo del propio obispo. Pero es allí donde se ve los inicios de una verdadera reforma católica, que se actuará en los siglos venideros.
La piedad de los seglares
Es éste un elemento vital para entender los tiempos que estudiamos. Es de este ámbito que surgen nuevas ideas y solicitaciones para una reforma de la vida cristiana desde la base.
Como elemento aglutinante tenemos la DEVOTIO MODERNA aquella piedad cálida, aunque de índole un poco pasiva, que insistía sobre todo en la imitación íntima y personal de Cristo y desatendía el poder de la Iglesia en el orden de la gracia. A este movimiento adhieren muchos personajes que buscan una renovación de la Iglesia. Surge la crítica a las peregrinaciones y reliquias de la Edad Media en pro de una religiosidad más pura.
Hacia el final del s XV hallamos varios grupos de personas que más con el ejemplo que con la palabra predicaban dos principios que lentamente se transformaron en ideas motoras de la renovación espiritual de la Iglesia.
A)cada cual debe iniciar la reforma a partir de si mismo y
B)no se deben transformar las instituciones de la Iglesia, sino más bien sus ministros.
Hay una gran diferencia entre reformadores protestantes y católicos; los primeros se preocupaban más bien del éxito que tuviera su obra, los segundos de la santificación personal.
Dentro de estos hay humildes miembros de fraternidades y círculos cuyo único fin es promover el fervor y dar buen ejemplo “para radicar y plantar en nuestros corazones el divino amor”.
El mismo año en que Lutero publicaba sus tesis sobre las indulgencias, llegaba a Roma el Oratorio del Divino Amor. En su origen se hallaban fraternidades caritativas, especialmente en Génova. Con cuarenta miembros, de los cuales sólo podían haber cuatro sacerdotes. Sus miembros cultivaban la oración y la caridad, al servicio de enfermos y romeros. Se extiende a varias ciudades de Italia, con la meta de santificarse mutuamente: de aquí partirán algunas asociaciones de clérigos regulares:; Teatinos, Somascos y Barnabitas.
El papado
El traslado a Aviñón, el asalto de la autoridad papal por parte de Marsilio de Padua (Defensor Pacis) y Ockham y el gran Cisma occidental, el Conciliarismo, etc, habían debilitado a la Iglesia, introduciéndole gérmenes de división y rebelión. Pero en la misma Curia romana hay signos de buena voluntad y disposición para la reforma real del aparato eclesial.
Desde Sixto IV (1471) a León X, los papas favorecen el nepotismo y la ineptitud. La licencia en las costumbres aparecía públicamente incluso en personas investidas de altísima dignidad.
Al inicio del s. XVI llega a la cátedra de Pedro Alejandro VI, experto administrador, elocuente, noble pero sin el más mínimo espíritu sacerdotal. Luego Pío III, muy honorable y piadoso, murió a veintiséis días de su pontificado. Le sucedió el cardenal Giuliano della Rovere quien tomó el nombre de Julio II.
Julio II, muy soldado y poco papa, inauguró el concilio Lateranense V, promulgando varios decretos para promover la vida eclesiástica entre cardenales y prelados, para la instrucción de los fieles, pero poco o nada ayudó a la reforma católica.
En la historiografía el papa León X aparece como el que allanó, por omisión, el camino a la reforma protestante; se abstiene durante dos años de actuar contra Lutero ofreciendo un clima adecuado para el desarrollo de sus postulados, y la ayuda de los príncipes alemanes.
Luego de la muerte del frívolo León X, en Enero de 1522 Adriano de Utrech, cardenal de Tortosa fue elegido papa -Adriano VI, el último papa alemán-, había sido consejero de Carlos V, era un hombre de vida intachable y buena fe pero incapaz de comprender la cultura renacentista italiana; Fue despreciado por los romanos, que lo apodaron “il barbaro”. Su tarea principal era la reforma de la Curia romana. Veintidós meses después, es elegido papa el cardenal Giulio de Medici, con el nombre de Clemente VII, su idea era más política que espiritual, trataba de liberarse de los Austrias que lo cercaban por Nápoles y Milán. El papa pensaba como un príncipe italiano, aunque ágil y cumplidor (lo que lo distinguía de su primo León X, de cruel ligereza).
Ante el inminente peligro turco, el papa inicialmente intenta unir a las potencias cristianas y se entra en una seguidilla de guerras. Paces y alianzas que aniquilan cualquier intento de unidad. El Emperador Carlos V, quien apoya la política antiprotestante, muy pronto entra en pugna con el Papa, hasta incluso amenazarlo de convocar un Concilio universal lo que aumentaría la autoridad imperial a desmedro de la papal.
A fines de 1526 hordas alemanas cruzan los Alpes y se unen a tropas españolas avanzaron hasta la ciudad eterna, llenos del sentimiento alemán de profundo antirromanismo. Así el 6 de mayo de 1527 se hace un feroz ataque a la ciudad, con gran mortandad y pillaje. El Sacco di Roma es el castigo a la roma principesca; El papa se refugia en el castillo del S. Angel hasta entregarse el 5 de Junio para convertirse en prisionero imperial. Hubo de entrar en tratativas con el Emperador, a cambio de su libertad; el 5 de Noviembre de 1529 se reúnen en Bolonia y el 24 de febrero de 1530, en San Petronio, Carlos V recibe de manos del papa la corona imperial.
Clemente VII muere el 25 de Septiembre de 1534, fue él quien dio la bula de aprobación de los barnabitas, aún cuando es considerado como uno de los peores hombres que ocuparon la cátedra de Pedro. Funesto, según Ranke, porque no dio ni un paso decisivo para la renovación de la Iglesia, ni quiso el Concilio que debiera haberse celebrado mucho antes de Trento, y pensó que la unidad de la Iglesia podía asegurarse por medios políticos y diplomacia. Su ineptitud ayudó a la dilagación protestante y a las guerras de religión.
Reforma en acto
Todos los elementos señalados con anterioridad nos ofrecen la posibilidad de captar la envergadura de las transformaciones sociales y religiosas que se ponen en acto a partir del s XV y que ponen el marco histórico a los hechos de la vida y obras de nuestro santo fundador. La sucesión histórica nos ofrece elementos de juicio para señalar que, si bien fue una época difícil y de cierta desorientación a nivel de la vida eclesial -cosa que no difiere mucho de nuestros tiempos, por lo demás- ofrecía motivaciones para un esfuerzo renovador, que partiera de la propia experiencia. Antonio María Zaccaria supo leer estos acontecimientos y actuar la gracia divina para una verdadera reforma.

San Antonio María Zaccaria
San Antonio Maria Zaccaria.jpg
Médico, Sacerdote y Fundador
Nacimiento 1502
Cremona, Italia
Fallecimiento 5 de julio de 1539
Venerado en Iglesia Catolica
San Antonio María Zaccaria, médico y sacerdote italiano (1502-1539), fundador de los Clérigos Regulares de San Pablo (Barnabitas), de las Hermanas Angélicas de San Pablo y Laicos de San Pablo, institutor de la fiesta de “La Adoración de las 40 horas”. Es uno de los tantos santos fundadores que caracterizaron el siglo XVI.

Biografía

Nace en Cremona, Italia, en los inicios del siglo del Renacimiento, en 1502, sus padres fueron Lázaro Zaccaria y Antonieta Pescaroli. Su padre murió cuando Antonio María tenía sólo meses de vida quedando al cuidado de su piadosa madre Antonieta quien se avoca diligentemente al cuidado de su hijo iniciándolo en el camino de la fe y la santidad. En 1517, a los 15 años de edad, Antonio María parte de su hogar para dirigirse a Pavía a realizar estudios superiores en filosofía y lenguas clásicas. En 1520 se dirige esta vez a Padua a estudiar medicina, estudios que terminarán en 1524 con la investidura doctoral, sin embargo, la vida le deparará otro camino, un camino dirigido al sacerdocio. Después de la estricta preparación teológica y bíblica es ordenado sacerdote en 1528 a la edad de 26 años en la misma iglesia donde realizaba sus actividades pastorales como laico, en la iglesia bizantina de San Vidal. Decide posteriormente trasladarse de Cremona a Milán donde conoce a Bartolomé Ferrari y Jaime Antonio Morigia quienes, encantados con el sacerdote cremonés, serán después los cofundadores de la renovadora familia de los Padres Barnabitas en medio de la tormentosa escena de la decadencia de la Iglesia y los desórdenes y confusión de la reforma luterana. La luminosa idea y decisión de Antonio María es compartida por los nobles patricios de Morigia y Ferrari. Será en 1533 que el Papa Clemente VII aprueba la nueva orden de los Clérigos Regulares de San Pablo que serán llamados posteriormente por el pueblo como barnabitas en virtud de la primera iglesia que la nueva orden construyó y dirigió en Milán la cual estaba dedicada a san Bernabé.
Junto a la condesa de Guastalla, Ludovica Torelli, que ya reunía mujeres dirigidas por el joven sacerdote cremonés, funda en 1535 la congregación de las Hermanas Angélicas de San Pablo, mujeres que tenían por entonces una intensa actividad apostólica en las calles, casas y hospitales, una innovación renovadora inusual para la época pero que, sin embargo, el Concilio de Trento las llamará posteriormente a la clausura.
La luminosa intuición creadora y renovadora de Antonio María no iba quedarse sólo allí, en 1539 nace el movimiento de Laicos de San Pablo, que, trabajando en conjunto con las otras dos fundaciones, debían darle a la Iglesia el espíritu transformador que tanto necesitaba. Los comienzos de las nuevas fundaciones no fueron nada de fáciles pero el Santo Sacerdote y Médico les invitaba a resistir hasta la muerte. Las comunidades se enriquecían continuamente en más miembros y gracia divina. Una obra de Dios se había realizado, el santo fundador fue el instrumento de Aquél que renueva todas las cosas. El aún joven Antonio María decide, ya sin fuerzas y con un tremendo malestar físico, volver a Cremona junto a su madre. Muere el 5 de julio de 1539 cuando sólo contaba con 36 años de edad.
Fue canonizado en 1897 por el Papa León XIII.

Pinchar foto y Veras una página:
 San Antonio Mª Zaccaría


HIMNO AL FUNDADOR
SAN ANTONIO Mª ZACCARÍA

De nuestra Familia, que padre te llama
y siempre te ama rindiendote honor.
Al sacro tu nombre, tus hijos queridos
ofrecen unidos, su más puro amor. (Bis)

Igual que los ángeles, que trépido un día
tu ojo veía, rodearte al altar.
nosotros corona te haremos, oh guía,
que alumbras la vía de nuestro avanzar. (Bis)

En todo conflicto que tiene la vida
eterna y querida la cruz nos será.
En cada peligro nos muestra el altar
que paz puede dar que el mundo no da. (Bis)

La duda asechando la fe de la gente
sea dulce la mente a ti dirigir,
tu rostro inspirado nos forje conciencia
que fe y la ciencia podamos unir. (Bis)


Himno de San Antonio.mp3

Lecturas de la Misa

Jueves 5 de Julio 2012 – San Antonio María Zaccaria

Jueves 5 de Julio- Misa a elección. Feria. Verde. – San Antonio María Zaccaria, Presbítero. (ML). Blanco.
Antonio, de cuna noble, se dedicó a la atención de los pobres como médico, profesión que abandonó para recibir la ordenación sacerdotal en 1528. Junto con unos amigos suyos fundó la Congregación de los Clérigos Regulares (Barnabitas), con el objetivo de reformar al clero y los laicos.

LECTURA:

Lectura de la Profecía de Amós.  Am 7, 10-17

Amasías, el sacerdote de Betel, mandó a decir a Jeroboám, rey de Israel: “Amós conspira contra ti en medio de la casa de Israel; el país ya no puede tolerar todas sus palabras. Porque él anda diciendo: ‘Jeroboám morirá por la espada e Israel irá al cautiverio lejos de su país’”. Después, Amasías dijo a Amós: “Vete de aquí, vidente, refúgiate en el país de Judá, gánate allí la vida y profetiza allí. Pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque éste es un santuario del rey, un templo del reino”. Amós respondió a Amasías: “Yo no soy profeta, ni hijo de profetas, sino pastor y cultivador de sicomoros; pero el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: ‘Ve a profetizar a mi pueblo Israel’. Y ahora, escucha la palabra del Señor. Tú dices: ‘No profetices contra Israel, no vaticines contra la casa de Isaac’. Por eso, dice el Señor: ‘Tu mujer se prostituirá en plena ciudad, tus hijos y tus hijas caerán bajo la espada; tu suelo será repartido con la cuerda, tú mismo morirás en tierra impura e Israel irá al cautiverio lejos de su país’”.
Palabra de Dios.

Comentario
Amós reconoce que ha sido llamado por Dios, como todos los profetas de Israel. Eso lo hace libre de todo poder, pero también lo expone ante los poderosos. Quien asume la condición profética deberá considerar la resistencia a su mensaje y a él mismo.

SALMO   Sal 18, 8-11

R. Los juicios del Señor son la verdad.
La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. R.
Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. R.
La palabra del Señor es pura, permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. R.
Son más atrayentes que el oro, que el oro más fino;
más dulces que la miel, más que el jugo del panal. R.

EVANGELIO:

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo.  Mt 9, 1-8

Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: “Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados”. Algunos escribas pensaron: “Este hombre blasfema”. Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: “¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o ‘Levántate y camina’? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.
Palabra del Señor.

Comentario
Jesús no se encasilla. Perdonar los pecados o sanar al hombre tiene la misma consecuencia: que se levante y camine, que sea digno, que se enfrente a su vida y se integre a su mundo. Jesús enfrenta la adversidad, busca resolverla como sea para que el hombre sea liberado de su enfermedad y de su pecado.

 Bibliografía
  • Marcello Landi, La presenza della Summa Theologiae di Tommaso d'Aquino nei primi due Sermoni di Antonio Maria Zaccaria in Barnabiti Studi 20 (2003), pp. 69-81
  • Marcello Landi, Sant'Antonio Maria Zaccaria. Contesto storico-culturale e presenza della Summa Theologiae di san Tommaso d'Aquino nei suoi primi tre sermoni, in Sacra Doctrina. Studi e ricerche n. 52 (3/2006), pp. 46-81

Enlaces externos

SANT'ANTONIO MARIA ZACCARIA (en italiano)

 Escritos de San Antonio María Zacaria..pdf

El_Fundador_CS (Vida de San Antonio María Zaccaria..pdf


Página para ver:



No hay comentarios: