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Alfonsa de la Inmaculada Concepción (Ana) Muttathupadathu, Santa |
Religiosa Clarisa de la India
Martirologio Romano: En la ciudad de
Bharananganam, en Kérala, en la India, Santa Alfonsa de la
Inmaculada Concepción (Ana) Muttathupadathu, virgen, que, para evitar que la
obligasen a casarse, metió el pie en el fuego, y
admitida en las Clarisas Malabarenses, vivió casi continuamente enferma ofreciendo
su vida a Dios (1946).
Santa Alfonsa, católica de rito siro-malabar,
religiosa profesa de la congregación de las Franciscanas Clarisas de
Kerala, es la primera mujer de la India que ha
sido beatificada. El tiempo de su vida religiosa fue un
sucederse de enfermedades y sufrimientos, que ella afrontaba gozosa y
serena a la luz del misterio pascual, confortada en la
contemplación de la muerte y resurrección de Jesucristo.
Santa Alfonsa de
la Inmaculada, en el siglo Ana Muttathupadam, nació el 19
de agosto de 1910 en Kudamaloor (Kerala, India); fue bautizada
8 días después y se le impuso el nombre de
Ana; fue educada en el contexto socio-religioso de las familias
católicas de rito siro-malabar. Después de los estudios elementales y
medios pidió, en 1928, ingresar en el instituto de las
Franciscanas Clarisas; vistió el hábito religioso el 19 de mayo
de 1931; emitió la profesión simple en 1932 y la
perpetua el 12 de agosto de 1936.
El período de 1930
a 1936 estuvo caracterizado por graves enfermedades y sufrimientos morales.
A partir de 1936 y hasta su muerte, acaecida en
1946, sor Alfonsa no pudo ejercer por largo tiempo ninguna
tarea debido a las continuas enfermedades. Durante un año enseñó
en Vakakkadu, pero la tuberculosis que padecía desde hacía años
le impidió seguir enseñando. Desde 1939 fue un subseguirse de
enfermedades dolorosas. Un tumor extendido por todo el organismo transformó
su último año de vida en una continua agonía. Murió
serenamente el 28 de julio de 1946 en Bharananganam.
Su lema
fue: consumarse como una vela para iluminar a los demás.
Daba un gran valor al sufrimiento, viéndolo a la luz
del misterio pascual, es decir, de la muerte y de
la resurrección de Cristo. Si bien esta actitud espiritual se
afinó y elevó con el tiempo, sin embargo la tenía
ya en el período de su primera juventud, cosa que
afirma un familiar suyo y también un médico pagano brahmán
que, después de haber visitado a sor Alfonsa, manifestó a
un amigo su gran admiración y asombro por la serenidad
y el gozo con los que la religiosa soportaba los
grandes sufrimientos causados por el tumor extendido por todo su
cuerpo. La explicación de esta actitud alegre ante el dolor
nos la da una compañera suya: «Pasión, sacrificio, amor de
Dios y del prójimo, son éstos los elementos que deben
santificar la vida; y éste es el mensaje que sor
Alfonsa lanza al mundo moderno, a la Iglesia y a
la patria».
Mons. Sebastián Valloppilly, obispo de Tellicherry (India), que conoció
muy bien a la Sierva de Dios, percibió el valor
incalculable, actual y eclesial del mensaje de sor Alfonsa para
el mundo actual: el dolor no es un mal, las
pruebas y dificultades de la vida, aceptadas y sufridas con
gozo por amor de Dios, son causa de méritos, y
para adquirirlos no es necesario realizar acciones extraordinarias que llamen
la atención: las cruces diarias, abrazadas con gozo por amor
de Dios, exaltan la vida cristiana y nos permiten adquirir
grandes méritos. Sor Alfonsa, durante su breve vida, no hizo
grandes y extraordinarias acciones desde el punto de vista humano,
pero su mensaje es fácilmente perceptible en India: el mismo
Ghandi enseñó el valor del sufrimiento; sor Alfonsa, además, imprimió
a esta enseñanza la luz sobrenatural del Evangelio.
El mensaje de
sor Alfonsa se dirige al mundo entero, pero de forma
particular a los sacerdotes, religiosos y almas consagradas, por quienes
se ofreció como víctima.
Es notable el hecho de que esta
heroína de las virtudes es honrada no sólo por católicos,
sino también por brahmanes y mahometanos, que visitan su tumba
e invocan su intercesión: este modo de practicar el ecumenismo
comenzó inmediatamente después de la muerte de la Sierva de
Dios (1946) y sigue también hoy creciendo progresivamente.
La congregación de
las Franciscanas Clarisas de Kerala fue fundada hacia 1870; trabaja
especialmente con los pobres, enfermos, ancianos y abandonados. Tiene 9
provincias, 300 casas y más de 4.000 religiosas: 2.000 actúan
en Kerala y otras tantas trabajan en las misiones del
Norte de India, donde cada provincia tiene misiones propias.
Fue beatificada
el 8 de febrero de 1986 por S.S. Juan Pablo
II y canonizada el 12 de octubre de 2008 por
S.S. Benedicto XVI.
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