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Justino de Jacobis, Santo |
Obispo y Confesor
Martirologio Romano: En el valle Alighede, en Etiopía,
san Justino de Jacobis, obispo, de la Congregación de la
Misión, manso y lleno de caridad, que se entregó al
apostolado y a la formación del clero indígena, teniendo que
sufrir pronto hambre, sed, tribulaciones y la cárcel (1860).
Justino Sebastián
Pascual de Jacobis nació el 9 de octubre de 1800
en San Fele (Basilicata, actualmente provincia de Potenza, Italia). Era
el séptimo de los 14 hijos de una familia enriquecida
con nobles tradiciones y una vida profunda de fe religiosa.
El 17 de octubre de 1818, ingresó en la Congregación
de la Misión, en el noviciado de la provincia napolitana.
El 18 de octubre de 1820 emitió los votos, y
el 12 de junio de 1824 recibió la ordenación sacerdotal
de manos del arzobispo de Brindisi, mons. Domenico Maria Tedeschi.
Durante quince años ejerció con edificante piedad y prudente celo
el ministerio sacerdotal en el sur de Italia, distinguiéndose sobre
todo en la asistencia a los enfermos del cólera durante
la epidemia de 1836. También dirige misiones al pobre pueblo,
predica ejercicios espirituales y desarrolla otras actividades de caridad. Por
un año ejerce el oficio de director del Seminario Interno,
en Nápoles; luego es nombrado superior.
En 1838, tras muchas insistencias
del cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide,
aceptó marchar a la misión de Abisinia (Etiopía), confiada a
la Congregación de la Misión. Su intensa vida apostólica está
salpicada de complejas dificultades, entre ellas las delicadas relaciones con
las autoridades del lugar y la Iglesia copto-ortodoxa, que evidenciaron
los talentos y la capacidad organizativa del misionero.
La prefectura de
Abisinia fue elevada a la categoría de vicariato apostólico y
el “Abuna Yacob Mariam”, como cariñosamente le llamaban los fieles,
es nombrado obispo titular de Nilopoli y Vicario apostólico de
Abisinia el 6 de junio de 1847. Es consagrado obispo
en 1849 y durante veinte años desarrolla un intenso trabajo
misionero y ecuménico. Estaba a la total disposición de las
gentes que evangelizaba y supo hacerse todo a todos, como
el mismo San Pablo. Les decía: “El Espíritu Santo ha
puesto en mi corazón un gran amor por los cristianos
etíopes... Si Dios me concede uno, dos o más días
de vida, los emplearé en vuestro bien, pues para vosotros
me los reserva Dios. Vosotros sois los dueños de mi
vida, pues para vosotros me la ha dado Dios”.
En 1854,
al negarse a abandonar Gondar y Abisinia, después de diversos
acontecimientos fue encarcelado. Liberado y después expulsado de nuevo, evitó
la captura refugiándose en las montañas de Semien. Otras pruebas
morales y físicas templaron el espíritu de Justino de Jacobis;
la fama de sus virtudes y su heroico apostolado echaban
raíces fecundas de una evangelización de la que todavía hoy
se manifiestan las huellas de las líneas trazadas por él.
Murió en el Valle de Aligadé el 31 de julio
de 1860.
El 28 de julio de 1935 fue publicado
el decreto sobre la heroicidad de sus virtudes, y el
25 de junio de 1939 Pío XII lo proclamó beato.
El Papa Pablo VI lo canonizó el 26 de octubre
de 1975.
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