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Luisa de Saboya, Beata |
Pricesa, Viuda, Religiosa
Martirologio Romano: En Orbe, de Saboya (hoy en
el cantón de Vaud), beata Luisa, religiosa, hija del duque
beato Amadeo, que contrajo matrimonio con el príncipe Hugo de
Châlon-Arlay y, fallecido éste, profesó la Regla de Santa Clara,
reformada por santa Coleta, viviendo fielmente y con humildad la
vida religiosa (1503).La muy encumbrada,
poderosa, acaudalada e ilustre dama, Luisa de Saboya señalada por
Dios para convertirse en una humilde monja de las Clarisas
Pobres, nació en el año de 1461, en cuna de
oro, como se dice. Fue hija de Amadeo IX, duque
de Saboya, y también beatificado; por parte de su madre,
Yolanda, fue nieta del rey Carlos VII de Francia, sobrina
del rey Luis XI y prima de Santa Juana de
Valois. El duque murió antes de que su hija cumpliese
los nueve años, y la pequeña Luisa fue admirablemente educada
por su madre. Desde muy temprana edad dio muestras de
poseer cualidades espirituales extraordinarias. Catalina de Saulx, una de las
damas de honor de Luisa escribió sobre ella estas palabras:
"Era tan dulce y generosa, bien dispuesta, y amable, que
despertaba el afecto de todos que se dejaban llevar por
su atractivo y conquistar por su encanto". A la edad
de dieciocho años, se caso con Hugo de Chálons, señor
de Nozeroy, un hombre tan bueno como rico y poderoso,
quien, de completo acuerdo con su mujer, impuso en su
hogar una vida perfectamente cristiana. Tanto por ejemplo como por
precepto, marido y mujer crearon un alto nivel de vida
moral y material para todos los que moraban en sus
tierras y dependían de ellos de alguna manera. En contraste
con los palacios y residencias de los otros nobles acaudalados,
la suntuosa casa de los de Chálons parecía un monasterio.
Con especial empeño se combatía la costumbre de jurar o
usar palabras groseras; la señora Luisa fue, sin duda, la
primera ama de casa que tuvo una alcancía para los
pobres, en la que todos los que vivían o visitaban
su casa, tenían obligación de echar dinero, si se les
iba la lengua y decían malas palabras. Luisa prodigó ampliamente
su caridad hacia los enfermos y necesitados, hacia las viudas
y los huérfanos especialmente hacia los leprosos.
Al
cabo de nueve años de felicidad matrimonial, murió el esposo
y como no hubo hijos, Luisa empezó a prepararse para
su retiro de este mundo. Necesitó dos años para poner
en orden sus asuntos y, durante este lapso, usó el
hábito de los terciarios franciscanos, aprendió a decir los divinos
oficios y se levantaba a la medianoche para rezar los
maitines. Cada viernes se disciplinaba; distribuyó su fortuna, contradijo y
desoyó las objeciones de sus parientes y amigos. Después, en
compañía de sus dos damas de honor, Catalina de Saulx
y Carlota de Saint-Maurice, fue admitida en el convento de
las Clarisas Pobres de la ciudad de Orbe, cuyo monasterio
había sido fundado por la madre de Hugo de Chálons
y, en 1427, estaba ocupado por una comunidad de Santa
Coleta. Luisa, que había sido un modelo de doncella, de
esposa y de viuda, fue siempre una religiosa ejemplar. No
obstante su elevada cuna, su humildad era sincera y natural:
lavaba los platos, barría, ayudaba en la cocina, limpiaba los
corredores y todo lo hacía bien y con gusto; con
la misma sencillez y naturalidad, aceptó y desempeñó el puesto,
cuando la eligieron abadesa. En este cargo, mostró especial solicitud
en servir a los frailes de su orden, y cualquiera
de ellos que llegase a hospedarse en el convento, era
atendido a cuerpo de rey; la presencia de los padres
y de los hermanos era como una bendición de Dios
y nada podía faltar a los hijos del "buen padre
San Francisco". A la edad de cuarenta y dos años,
murió Luisa de Saboya y, en 18399, se aprobó el
antiguo culto de esta sierva de Dios.
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