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María Ángeles de San José (Marciana) Valtierra Tordesillas, Beata |
Virgen y Mártir
Martirologio Romano: En la ciudad de Guadalajara, en
España, beatas María Pilar de San Francisco Borja (Jacoba) Martínez
García, (Eusebia) García y García, y María Ángeles de San
José (Marciana) Valtierra Tordesillas, carmelitas descalzas, vírgenes y mártires, todas
ellas coronadas con el martirio durante la guerra, mientras aclamaban
a Cristo, su Esposo (1936).Nace
en Getafe (Madrid), a vista del Cerro de los Angeles
y de su Monumento al Sagrado Corazón de Jesús el
5 de marzo de 1905.
Bautizada el día 12 del mismo
mes y año en la parroquia de Santa María Magdalena
de Getafe, (catedral). Se le puso el nombre de Marciana,
era la décima de la familia. Fueron sus padres Manuel
Valtierra y Lorenza Tordesillas. De carácter manso y tranquilo. Era
la alegría de su casa. Su familia estaba rodeada de
religiosas; tres hermanas de su padre fueron monjas de clausura,
de vida muy edificante, así como dos primas y una
sobrina carmelita descalza en Alcalá de Henares. Su hermana Marcelina
también entró en las Concepcionistas franciscanas de Alcalá de Henares.
Con
3 años ingresó en el colegio que en Getafe tienen
las religiosas de la Sagrada Familia, en esta fecha ya
había perdido a su madre. Comenzó pronto a destacar por
sus virtudes; era dócil, humilde, aplicada, piadosa, encanto de maestros
y compañeras de colegio. Y comenzó a manifestar esas virtudes
que distinguirían toda su vida. Desde su juventud la caridad
era su virtud más sobresaliente; se desvivía por los pobres,
a los que ayudaba en sus necesidades. Jamás se buscaba
en nada y era toda alegre y amable para los
demás, hasta el punto que una de sus amigas decía”:
Si vivimos mucho, veremos a Marciana en los altares”. Su
espíritu misionero le llevaba hasta jugar a la lotería con
intención de darlo a los misioneros y siempre le tocaba
algún pequeño premio.
El 3 de junio de 1910 recibió el
Sacramento de la Confirmación.
El 1 de mayo de 1913 hizo
su primera comunión, para la que se preparó con muchos
sacrificios, deseando desde ese hermoso día consagrarse por entero al
Señor en la vida religiosa. Ese día deseó vestir a
una niña pobre. Nadie supo la profundidad de aquel encuentro
tan deseado, que se reflejaba en sus ojos. No hay
que creer que era una niña osca y retraída, hacía
muy bien los papeles que le confiaban en el colegio
en los teatrillos; hizo llorar al público representando el de
huerfanita, cuando aún era muy pequeña. La caridad era su
virtud favorita. Con muy pocos años ayudaba a su madre
a repartir limosna a los pobres, que quería hacerlo por
su mano, si veía alguno por la calle le preguntaba
si había comido y se lo llevaba a su casa.
Ya de mayor cosía ropa para los niños pobres, se
alistaba en las Conferencias de San Vicente de Paúl para
ir a visitarlos, y socorrerlos también palabras evangélicas. Pertenecía a
las Hijas de María y al Apostolado de la Oración
y daba catequesis a los niños. Con celo apostólico se
desvivía por la propagación de la fe, juntaba limosnas y
sellos para las misiones.
¡ El gran valor que tiene el
ambiente cristiano de la familia para la formación y maduración
de la fe de sus miembros!
Sus grandes devociones fueron siempre
el Sagrado Corazón de Jesús y la Santísima Virgen. Tuvo
la dicha de asistir el 30 de mayo a la
consagración de España. Hecha por el rey Alfonso XIII en
el Cerro de los Angeles.
A los 12 años escribía a
su hermana religiosa “cuando perdí a mamá, como era tan
pequeña, no me di cuenta de lo que perdía. ¡
Cuánta falta me hace! pero he tomado por mi Madre
a la Santísima Virgen”.
El cuidado de su padre y de
dos tías, una de ellas paralítica, retrasaron el cumplimiento de
su vocación. Era un sacrificio, pero lo sufría con paz
viendo la voluntad de Dios. Es natural que viviendo tan
cerca del Cerro de los Angeles, donde florecía el convento
de Carmelitas Descalzas, subiera a pedir puesto en sus filas.
La recibió la Madre Maravillas, pero tuvo que desengañarla. No
había plaza en el número limitado por la regla. Tendría
que esperar, mucho tiempo. Pero la aspirante tenía prisa, ¡
bastante lo había demorado, por caridad con sus familiares!
El 14
de julio de 1929, cumplidos los 24 años con la
sonrisa en los labios, disimulando su dolor ante la pena
de sus queridos, dejaba casa, padre y hermanos y recibiría
el ciento por uno, entrando en el Carmelo de San
José de Guadalajara. Era feliz, ya “sola con Dios solo”
en el puerto deseado.
En 1930 toma el hábito con el
nombre de Mª Angeles de San José. Elige este nombre
por amor a la Virgen de los Angeles; hoy patrona
de la Diócesis de Getafe, bajo esta advocación.
El 21 de
enero de 1931 hizo su profesión simple y tres años
más tarde la solemne. Destacó entre otras muchas virtudes por
su humildad y caridad, huía de sobresalir en algo.
El 26
de marzo de 1934 pasó por la pena de perder
a su padre, fue muy doloroso para su corazón, pero
disimulaba, era una de las cualidades de su carácter. El
anhelo del martirio crecía en cada corazón de estas benditas
18 carmelitas que componían el Carmelo de San José. En
Alcalá, Guadalajara y Madrid no solo los oficiales del Ejército
sino también los sacerdotes eran insultados públicamente y martirizados.
El 22
de julio de 1936, Guadalajara fue tomada. Había que abandonar
el convento. Las monjas vestidas de seglares se disponían a
salir cuando llegó el capellán D. Eulogio Cascarejo (que poco
después alcanzaría también la palma del martirio), a darles la
comunión y les dijo: “Comulguen por viático”. En estos momentos
acude la portera y les dice que no se demoren
en salir pues vienen a quemar el convento. Salen de
dos en dos y se reparten en casas conocidas, allí
oran sin cesar.
El 24, siendo muchas en el mismo lugar
y comprometiendo a la dueña, salen para la casa de
otra amiga suya: la Hna.Teresa, Hna. Pilar y la Hna.
Mª Angeles. Salen sobre las 4 de la tarde y
al pasar junto a un camión donde unos milicianos estaban
merendando, una miliciana al verlas, exclamó: “Disparadles, son monjas”. Se
bajan del camión y van en su busca. Ya habían
entrado en el portal, pero las obligan a salir a
la calle. La primera en salir es la Hna. Mª
Angeles de San José, le dispararon varios tiros, cae mortalmente
herida y en el silencio entrega su vida a Dios.
¡ El amor a Jesús es más fuerte que la
muerte!. La noche anterior le había dicho a la Priora:
¡”Madre, qué dicha si fuéramos mártires”. !
Uno de sus confesores
manifestó: ″La hermana Mª Angeles habría alcanzado la santidad, aunque
no hubiera padecido el martirio”.
Vivió con fidelidad toda su vida
“La aventura de su entrega”.
Del himno que se canta en
honor de las tres mártires que no jugaron a ser
monjas, ni a ser santas sino que vivieron siéndolo en
serio y por ello dieron su sangre:
“Tres palomas del Carmelo volaron
hacia el Señor tan alto alzaron el vuelo que dieron caza al
AMOR” El 15 de marzo de 1941, el P.Silverio de Santa
Teresa, previos los trámites requeridos, se recuperan los restos y
trasladarlos a su querido convento, yacían en una fosa común;
fueron pronto reconocidas, llevaban aún en su pecho sus crucifijos
y restos del cilicio y de la disciplina, joyas que
la Hna. Mª Angeles llevaba consigo al dejar el claustro.
Estuvieron dos días depositados en la capilla del cementerio cada
una en su humilde caja de madera. El 17 de
marzo fue el traslado triunfal de allí al convento. Al
día siguiente fueron colocadas en los nichos de la pared
frontal de la cripta del Monasterio.
El 21 un piadosísimo funeral
cerró los cultos. Lo ofició, con gran emoción, D.Julián García,
hermano de la Hna.Teresa del Niño Jesús.
El 29 de marzo
de 1987, fue beatificada por el Papa Juan Pablo II,
junto con las hermanas Teresa del Niño Jesús
y Mª del Pilar de San Francisco de
Borja.
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