jueves, 19 de julio de 2012

Manso y humilde de corazón


Mateo 11, 28-30. Tiempo Ordinario. Cristo hará que el peso de nuestra cruz sea más dulce y ligero.
 
Manso y humilde de corazón
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 28-30

En aquel tiempo, tomó Jesús la palabra y dijo: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

Oración introductoria

Señor, ¡gracias!, por ofrecerme tu consuelo, tu compañía, tu infinita misericordia. Te ofrezco humildemente mi corazón, mi vida entera. Ilumina mi oración porque quiero seguir el camino que me lleve a vivir en plenitud el amor.

Petición

Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.

Meditación del Papa

Jesús pide que vayamos a Él, que esta es la verdadera sabiduría, a Él que es "manso y humilde de corazón"; propone "su yugo", el camino de la sabiduría del Evangelio, que no es una doctrina que hay que aprender o una propuesta ética, sino una Persona a la que hay que seguir: Él mismo, el Hijo Unigénito en perfecta comunión con el Padre.
Queridos hermanos y hermanas, hemos gustado la riqueza de esta oración de Jesús. Que también nosotros, con el don de su Espíritu, podamos dirigirnos a Dios en la oración, con confianza de hijos, invocándolo con el nombre de Padre, Abbá.
Pero debemos tener el corazón de los pequeños, de "los pobres en espíritu", para reconocer que no somos auto-suficientes, que no podemos construir nuestra vida solos, que necesitamos de Dios, necesitamos encontrarle, escucharle y hablarle.
La oración nos abre a recibir el don de Dios, su sabiduría, que es Jesús mismo, para llevar a cabo la voluntad del Padre en nuestra vida y encontrar así reposo en las fatigas de nuestro camino. ¡Gracias!. Benedicto XVI, 7 de diciembre de 2011.

Reflexión

Venid a mí... es una invitación apremiante y generosa. Jesús es el ejemplo de sencillez y humildad por excelencia. De veras es misericordioso, no hace excepciones de ningún tipo. Es humilde y hasta impaciente por confortar nuestro corazón decepcionado y doliente. Su gran deseo y la aspiración que ansía su corazón es la de estar con nosotros para ayudarnos a llevar aquella cruz que nos pesa tanto. No debemos sentirnos solos porque Cristo hará que el peso de nuestra cruz sea más dulce y ligero. Si orgullosamente rechazamos su ayuda obstinándose en querer llevar solos nuestra cruz, se hace increíblemente pesada hasta que caemos de agobio.

Es justo lo que el Buen Pastor quiere evitar. Y por esto que nos lanza una invitación tan intensa que no conoce fecha de caducidad. Ante esto, ¿sentimos de verdad necesidad de Jesús? ¿Tiene nuestra fe repercusiones reales sobre nuestra vida? ¿O bien es como el agua estancada y malsana de un charco, enterrada bajo un espeso hielo, en el letargo invernal de nuestro corazón? O ¿estamos tan entumecidos por el hielo de la vida despistada y frenética que ya no sentimos el toque amoroso de un Padre que llama a nuestra puerta? Un padre impaciente de ofrecernos el calor de su abrazo. Tal vez, la energía de una fe más viva, experimentada en los sacramentos, es lo que nosotros buscamos.

Propósito

En las dificultades que hoy se me presenten, pedir la ayuda de Dios en vez de ser autosuficiente.

Diálogo con Cristo

Encontrar descanso, es algo que todos siempre buscamos, descanso que no implica el que los problemas o el esfuerzo vayan terminar. Las cosas parece que siguen igual, pero con Cristo, se viven desde diferente perspectiva. Gracias, Señor, por ofrecerme esa paz. Para alcanzarla, te pido me des: fe, generosidad, fuerza de voluntad, confianza y, sobre todo, amor. Con estos dones y tu gracia, tendré la fuerza necesaria para vivir tu voluntad.

jueves 19 Julio 2012
Jueves de la decimoquinta semana del tiempo ordinario

San Símaco



Leer el comentario del Evangelio por
Beata Teresa de Calcuta : Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón

Lecturas

Isaías 26,7-9.12.16-19.


La senda del justo es recta, tu allanas el sendero del justo.
Sí, en la senda trazada por tus juicios, esperamos en ti, Señor: tu Nombre y tu recuerdo son el deseo de nuestra alma.
Mi alma te desea por la noche, y mi espíritu te busca de madrugada, porque cuando tus juicios se ejercen sobre la tierra, los habitantes del mundo aprenden la justicia.
Señor, tú nos aseguras la paz, porque eres tú el que realiza por nosotros todo lo que nosotros hacemos.
En medio de la angustia, Señor. acudimos a ti, clamamos en la opresión, cuando nos golpeaba tu castigo.
Como la mujer embarazada, que está por dar a luz, se refuerce y da gritos de dolor, así éramos nosotros delante de ti, Señor.
Hemos concebido, nos hemos retorcido, y no dimos a luz más que viento. ¡No hemos traído la salvación a la tierra, no le nacieron habitantes al mundo!
Pero tus muertos revivirán, se levantarán sus cadáveres. ¡Despierten y griten de alegría los que yacen en el polvo! Porque tu rocío es un rocío de luz, y la tierra dará vida a las Sombras.


Salmo 102(101),13-14ab.15.16-18.19-21.


Pero tú, Señor, reinas para siempre,
y tu Nombre permanece eternamente.
Tú te levantarás, te compadecerás de Sión,
porque ya es hora de tenerle piedad,
ya ha llegado el momento señalado:


tus servidores sienten amor por esas piedras
y se compadecen de esas ruinas.
Las naciones temerán tu Nombre, Señor,
y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria:

cuando el Señor reedifique a Sión
y aparezca glorioso en medio de ella;
cuando acepte la oración del desvalido
y no desprecie su plegaria.

Quede esto escrito para el tiempo futuro
y un pueblo renovado alabe al Señor:
porque él se inclinó desde su alto Santuario
y miró a la tierra desde el cielo,

para escuchar el lamento de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.
Los hijos de tus servidores tendrán una morada
y su descendencia estará segura ante ti,



Mateo 11,28-30.


Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
El amor más grande p. 23 (trad.”formarse”)

Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón

Para ser santos necesitamos humildad y oración. Jesús nos enseñó el
modo de orar y también nos dijo que aprendiéramos de Él a ser mansos y
humildes de corazón. Pero no llegaremos a ser nada de eso a menos que
conozcamos lo que es el silencio. La humildad y la oración se desarrollan
de un oído, de una mente y de una lengua que han vivido en silencio con
Dios, porque en el silencio del corazón es donde habla Él.Impongámonos
realmente el trabajo de aprender la lección de la santidad de Jesús, cuyo
corazón era manso y humilde. La primera lección de ese corazón es un examen
de conciencia; el resto, el amor y el servicio, lo siguen inmediatamente.El
examen no es un trabajo que hacemos solos, sino en compañía de Jesús. No
debemos perder el tiempo dando inútiles miradas a nuestras miserias sino
emplearlo en elevar nuestros corazones a Dios para dejar que su luz nos
ilumine. Si la persona es humilde nada la perturbará, ni la
alabanza ni la ignominia, porque se conoce, sabe quién es. Si la acusan no
se desalentará; si alguien la llama santa no se pondrá sobre un pedestal.
Si eres santo dale gracias a Dios; si eres pecador, no sigas siéndolo.
Cristo nos dice que aspiremos muy alto, no para ser como Abraham o David ni
ninguno de los santos, sino para ser como nuestro padre celestial.No me
elegisteis vosotros a Mí, fui Yo quien os eligió a vosotros... (Juan 15:16)


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