viernes, 25 de octubre de 2013

Espiritualidad monástica de San Jerónimo

       
 
San Jerónimo, hombre intrépido, carácter fogoso y apasionado, monje de los pies a la cabeza, es un ejemplo lúcido y una flecha de fuego, en estos momentos en que parece que las cenizas quieran apagar el fuego que sigue ardiendo en los corazones de aquellos a los que el Espíritu sigue llamando a la aventura monástica.
San Jerónimo antes que nada tenemos que decir, que es un hombre realista y con los pies bien puestos en el cielo. Nadie espere encontrar en él una mística de corte platónico ni sentimentalismos estériles. Su espiritualidad monástica tiene como fundamento el Evangelio y desde éste el seguimiento radical de Cristo. 
 
       
 
Para Jerónimo no hay vida monástica sin hacer de la Sagrada Escritura, de su lectura amorosa y de su meditación constante, el centro de la vida del monje. Se trata de seguir a Cristo, pero seguir a Cristo conforme a la escritura. La regla que rige la vida del monje es la Escritura y sólo la escritura. La vida del monje es una vida separada del mundo en una búsqueda continua de Dios en la lectio divina y la oración. Por eso Jerónimo recomienda a todo monje: “lee con mucha frecuencia y aprende lo más posible. Que te sorprenda el sueño con el códice en la mano y caiga tu faz sobre la Escritura santa (Ep.22, 17). La lectura de la escritura ha de hacerse en la soledad de la celda. La celda es el lugar de intimidad entre Cristo Esposo y el monje. 

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