martes, 29 de octubre de 2013

El VACÍO SALVADOR



 
SOLO TU VACÍO PUEDE SER HOSPITALARIO CON EL QUE VIENE A SALVARTE

Donde estás lleno no “cabe” salvación. Creemos que los brillantes colores del día están lleno de luz… y la verdad es muy distinta: brillan porque refractan la luz. Sólo el negro la absorbe, la acoge, la recibe. Sólo la noche es hospitalaria con la luz.
No busques agua en la cumbre de tus éxitos y logros. Sólo te darán más sed. Tampoco te eches a dormir desahuciado, a la espera de que la muerte apague la sed. No temas el pozo. El negro pozo. Ahí abajo, en su negra hondura, en el oscuro vacío de tus fracasos, de tus pobrezas, de tus carencias… ahí brota la fuente.
Sólo el vacío puede ser hospitalario con el que viene a salvarte.
Sólo la noche es hospitalaria con la luz.
Como el silencio lo es de la palabra.
Como la tierra reseca lo es del agua.
El mundo, experto en noches de fiesta, se topa hoy con una fiesta a la noche. Nochebuena es la fiesta del no-ver, del no-saber. Fiesta de la intemperie. Celebración de la fragilidad. Es la fiesta de un credo que se empecina en anunciarle al mundo que la mansedumbre vale más que la violencia, el silencio más que la elocuencia, el límite más que la destreza, la pequeñez más que la grandeza.
Es la fiesta de un credo empecinado en hacer apología de la vulnerabilidad.
La noche más larga, más intensa, más negra: esa es nuestra fiesta.
Por eso el pesebre y un parto a intemperie. Por eso un niño envuelto en debilidad. Por eso una María asustada y un José desconcertado. Por eso harapientos peregrinos que llegan a tientas y ciegas sin saber ni a dónde están llegando. Sin alharacas. Sin lustre ni palabra. Y en el silencio de la noche, de la medianoche, con callada elocuencia, una estrella anuncia buena noticia que como un eco recorre la noche de todos los tiempos y se arremolina a la puerta de todos los corazones de la historia: bienaventurados los vulnerables, porque de ellos es el arte de amar. Y con más o menos conciencia, más o menos fe, más o menos convicción, al dar las 12, es decir, cuando lo nocturno llega a su “cenit”, a su punto más oscuro, todos levantamos nuestra copa y en secreta complicidad celebramos la fiesta más loca de la historia de las civilizaciones: ¡feliz navidad!, ¡feliz de ti, que eres frágil!, ¡feliz en tu carencia, pues sólo ella te abre a la salvación! Creyente o incrédulo, practicante o indiferente: tu necesidad te ha salvado; tu gemido interior te ha hecho orante; tu noche te ha hecho bien.
Y un Niño envuelto en pañales, con llanto de frío y hambre, nos bendice en la penumbra. Y su diminuto rostro moreno revela y oculta los rasgos de la aurora…

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