miércoles, 30 de octubre de 2013

Los que mueren por Jesús

 

En el día de los "Santos inocentes", una reflexión sobre el misterio del dolor y la injusticia.
 
               
Los que mueren por Jesús
"Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado." (Mt. 2, 16)

Durante el tiempo de Adviento y, especialmente, durante el tiempo de la Navidad, los cristianos hacemos memoria de las narraciones que recogen los evangelios de Mateo y Lucas.

Sin embargo, entretejida entre  textos evangélicos que invitan a la sonrisa y a la piedad, nos topamos -de forma brutal- con una narración dramática y sangrienta. El asesinato, por orden directa de Herodes, de todos los niños menores de dos años que vivían en Belén y en sus alrededores.

Niños menores de dos años asesinados. El objetivo era claro: eliminar a ese niño, llamado Jesús, al que los sabios de Oriente llegados a Jerusalén calificaban de “rey de los judíos”.  Herodes quería deshacerse del posible competidor nacido en Belén.

“En Ramá ha resonado un clamor de muchos llantos y lamentos. Es Raquel que llora por sus hijos y no quiere que la consuelen, porque están muertos”, escribe el evangelista citando al profeta Jeremías. Es la lógica y triste conclusión a un infanticidio en masa ejecutado por parte de los poderes de este mundo, representados, en esta oportunidad, por Herodes.

La orden del tirano llegó tarde. José, María y su hijo ya habían emprendido su viaje al exilio en tierras de Egipto. Un ángel los había prevenido a través de un sueño.

Pero... ¿quién salvaría a las docenas de niños que iban a ser muertos a manos de los secuaces del asesino? ¡Terrible paradoja teológica!

Las confesiones de fe cristianas rezan que Jesús, el Cristo, murió por todos nosotros. Sin embargo cabe preguntarse ¿Quiénes fueron asesinados en su lugar? Fueron esos niños, muertos violentamente a manos de Herodes. Fueron, todos ellos, asesinados en lugar de Jesús. Y así viene sucediendo a través de la historia humana. Cada niño que muere a causa de la violencia física, estructural o de cualquier otro tipo, se convierte -en cierta manera- en una muerte en lugar de Jesús No hay ángeles que les avisen y los guarden del drama. Mueren y punto.

¿Quién murió en lugar de Jesús? Aquellos que la tradición cristiana denomina los “santos inocentes". Y con ese dramático día no se puede bromear, sino reflexionar  sobre las miles de víctimas inocentes que cada día son despojadas injustamente de su vida. ¿Cómo no pensar en las víctimas del aborto, de la desnutrución infantil, de la violencia doméstica...? Todas muerte evitables y que, sin embargo, se suceden irremediablemente con el correr de los siglos. Más aun, las sociedades modernas, teóricamente más avanzadas y progresistas, parecen perfeccionar sus normas y métodos para atacar a los inocentes.

A pesar de todo, de este panorama sombrío, no podemos olvidar las palabras del Señor. Él es el juez justo y misericordioso que nos advierte: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.

Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.

Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.

Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.

Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.

Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.

Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.

Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
(Mt. 25, 31-46).

Los cristianos –y todo ser humano- somos llamados a ser "ángeles", mensajeros que denuncian y luchan de forma perseverante y explícita para evitar la muerte de tantos y tantos inocentes en nuestra tierra. Porque en ellos está presente Jesús, y de sus vidas se nos pedirá cuenta.
 

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