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Pamaquio, Santo |
Laico
Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de san Pammaquio, senador, insigne
por su celo en la fe y por su generosidad
hacia los pobres, a cuya piedad hacia Dios se debe
la construcción de la basílica que recibe su título en
el monte Celio († 410)
En uno de los hombres de la órbita de
san Jerónimo.
Perteneció a la familia de los Camilos cuyas posesiones
en el norte de África les hacían inmensamente ricos. Probablemente
Pamaquio fue cristiano de toda la vida. Recibió una esmerada
educación en retórica, elocuencia y literatura sagrada. Fue en la
juventud compañero de Jerónimo y mantuvieron la amistad incluso más
allá de la interrupción que supuso la marcha al desierto
de Jerónimo en el año 370, fecha en torno a
la cual pasa Pamaquio a formar parte del Senado.
Quizá no
entendió del todo aquel brote de generosidad en la oración
y posiblemente juzgó como extremoso el rigor de la penitencia
que el grupo jeronimiano propiciaba con tanto énfasis. De hecho,
bastantes cristianos de Roma lo juzgaron excesivo y criticaron abundantemente
al santo, bien por error, bien porque la incondicional actitud
evangélica de un pequeño círculo cristiano era una crítica muda
para su cómoda mediocridad.
El caso es que contrajo matrimonio con
Paulina, hija de santa Paula, aquella mujer asceta que siguió
junto con Eustoquia al santo penitente al desierto.
Con su olfato
cristiano, Pamaquio detectó y puso de manifiesto los errores doctrinales
de Joviniano y tuvo la valentía de exponerlos con claridad
al papa Siricio que se vió obligado a condenar la
herejía unos años más tarde, en el 390. Para poder
hacerse con seguridad cargo de los peligros que encerraba la
enseñanza joviniana, se vio necesitado de recurrir frecuentemente con consultas
específicas a Jerónimo.
A la muerte de Paulina por un mal
parto, en el año 393, cuando llevaban solamente cinco años
de matrimonio, comenzó Pamaquio a desarrollar una caridad con obras
altamente llamativas. Organizó un banquete para los pobres; no lloró,
sino que se dedicó a hacer; no se lamentó, pero
llenó sus días con obras de misericordia. Tomando lección de
la Sagrada Escritura, meditada a diario, se convenció de que
la caridad cubre la multitud de los pecados. Los cojos,
ciegos, paralíticos y tullidos son los herederos de Paulina. Y
como las voces vuelan, continuamente se le ve por Roma
acompañado de una nube de pobres a su alrededor.
Este hombre
de la caridad levantó en el puerto romano un hospital
para atender a los extranjeros, donde él mismo, con sus
propias manos, curaba y atendía a los enfermos y moribundos.
Quizá influyó en Pamaquio la clara y animosa ayuda de
su amigo Jerónimo quien le dice por carta que no
se contente con "ofrecer a Cristo tu dinero, sino a
ti mismo. Fácilmente se desecha lo que sólo se nos
pega por fuera, pero la guerra intestina es más peligrosa;
si ofrecemos a Cristo nuestros bienes con nuestra alma, los
recibe de buena gana, pero si damos lo de fuera
a Dios y lo de dentro al Diablo, el reparto
no es justo".
Preocupado no sólo por los cuerpos, sino principalmente
de las almas, ejerció un ordenado apostolado epistolar, escribiendo frecuentes
y sólidas cartas dirigidas a los que administran sus posesiones
en Numidia y atienden sus tierras para sacarlos de la
herejía de Donato que había hecho estragos entre los cristianos
poco cultos o débiles en la fe; fue una labor
altamente encomiada por Agustín de Hipona que le agradece su
intervención en una carta escrita en el año 401.
Murió en
el año 410, poco antes del dramático saco de Roma.
Pamaquio
permaneció seglar -laico- toda su vida, dando un testimonio claro
de amor a Dios y de coherencia de fe cristiana.
Prestó servicio a la sociedad desde los más altos cargos
profesionales y administró rectamente los bienes patrimoniales no mirando sólo
el provecho propio, sino teniendo en cuenta las necesidades de
sus contemporáneos. Un ejemplo para la mayor parte de los
fieles cristianos de todos los tiempos.
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