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José de Calasanz, Santo |
Fundador de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de
Dios de las Escuelas Pías (Escolapios)
Martirologio Romano: San José de Calasanz,
presbítero, que puso en marcha escuelas populares para instruir a
niños y adolescentes en el amor y la sabiduría del
Evangelio, y fundó en Roma la Orden de Clérigos Regulares
Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías
(1648).
Fecha de canonización: Fue beatificado el 18 de agosto de
1748 por el Papa Benedicto XIV, y canonizado el 16
de julio de 1767 por el Papa Clemente VIII.
Parece que a Dios le importa menos
la obra que hace el hombre, aunque sea buena para
la extensión del Reino, que la misma respuesta de santidad
que el mismo hombre le da. De otra manera, Dios
espera del hombre más su amorosa correspondencia que todo lo
que el hombre pueda hacer por Dios. En el caso
de la familia escolapia parece que puede verse con gran
nitidez esta previa intuición.
José de Calasanz, español, aragonés, nacido en
Peralta de la Sal probablemente el 1558, cuando ha empezado
a reinar Felipe II. Pedro Calasanz y María Gastón son
los padres de la familia numerosa con siete hijos cuyo
benjamín es José. Bien lo formó la buena madre poniéndole
al corriente de lo importante para vivir: tierna devoción a
la Virgen y odio al pecado. Tanto que cuando sólo
tenía cinco años hubo quien le vió por el olivar
con un cuchillo en la mano dispuesto a matar al
demonio que es el peor enemigo.
Estudia los primeros latines -porque
quería ir para cura- en Estadilla; hace filosofía y algo
de teología en la universidad de Lérida; cambia a la
de Valencia para terminar los estudios, pero tuvo que abandonar
la ciudad por la persecución de una dama que ponía
en peligro su vocación. Se ordenó de sacerdote en Barbastro.
Y cambia la licenciatura en teología por el doctorado en
Barcelona. Fue secretario de varios obispos y se encamina a
Roma para conseguir una canonjía.
El Concilio de Trento propuso la
edición de un Catecismo que por fin publicó el Papa
Pío V. Surge la Archicofradía de la doctrina Cristiana para
procurar a los fieles la instrucción necesaria y alimentar su
fe y José de Calasanz organiza -entusiasmado- las catequesis dominicales;
luego funda una escuela en Santa María del Transtévere para
atender la formación de una niñez y juventud abandonada. Cada
vez son más numerosas y largas las hileras de niños
que de todas partes de la Ciudad Eterna quieren aprovechar
la ocasión. Elige gente responsable que se despreocupe del dinero,
muestre interés por el problema y esté dispuesta a la
constancia; busca lugares, llama a las puertas, y va organizando
la avalancha. Está dispuesto a poner el saber al alcance
de los pobres también y a que deje de ser
clasista y privilegio de nobles. Han comenzado las Escuelas Pías.
Son gratuitas y para todos. Los seguidores de José forman
una comunidad sui generis, no tienen votos ni reglas, están
unidos y estimulados por la autoridad moral del fundador que
es apoyo y modelo por su carisma. Y así funcionarán
hasta que el papa Paulo V haga de ella una
Congregación de votos simples y Gregorio XV, en 1621, la
eleve a la categoría de Orden con votos solemnes y
nombre a José de Calasanz como General.
Como sucede con los
fundadores de Órdenes religiosas que se han entregado en cuerpo
y alma a sacar adelante un querer divino, hubiera sido
suficiente lo escrito hasta ahora para su subida a los
altares, máxime cuando la labor apostólica y su amplia repercusión
social es altamente llamativa por la explosión que supuso este
buen hacer en toda Europa. Roma, Génova, Nápoles, Florencia, Sicilia,
Germania, Polonia, Cerdeña, España, Hungría, Francia y Austria ¡Más de
cuarenta fundaciones durante su gobierno! Pero lo que define a
José de Calasanz como santo es otra cosa.
¿Quieres saber lo
que pasó? Entre los suyos hubo un "trepa", sí uno
de esos que hay en todas las épocas y en
todos los estamentos que van medrando para conseguir triunfar y
subir a costa de adular a los grandes o poderosos
y de pisar a los pequeños o impotentes; esos que
frecuentemente son gente de poca valía personal, envidiosos y carentes
de escrúpulos morales que gozan adornándose con joyas ajenas. Comienzan
por poco y terminan con traición. En este caso, dentro
de la familia escolapia, se llamaba el P. Mario Sozzi.
Se hizo amigo de los del Santo Oficio y consiguió
con malentendidos, intrigas y calumnias la deposición del cargo de
General a José Calazancio. Lo humilló hasta conseguir trasladarlo a
él y a su Curia entre guardias a los tribunales
como espía y malhechor y a desposeerlo de todo gobierno
en la orden. Y con el agravante de tener ochenta
años el fundador, usurpando él mismo el cargo de General.
Cuando muere el papa Urbano VIII, una Comisión de cardenales,
revisa el asunto y viendo la fragante injusticia cometida con
el anciano fundador y con la Orden, se decide la
reposición en su función y el restablecimiento de su fama.
Pero las cosas habían llegado tan alto que eso supone
la difamación del Santo Oficio y la puesta en ridículo
de los que intervinieron en el asunto; total, que se
queda la cuestión in statu quo prolongando la injusticia por
tiempo indefinido hasta que el papa Inocencio X opta por
la destrucción de la obra calasancia por aquello de que
"muerto el perro se acabó la rabia"; aquella decisión papal
del 1646 era la ruina y suponía la definitiva destitución
del General. Lo verdaderamente admirable es que en todo este
negro negocio de injusticia José permaneció en el ejercicio sublime
de la paciencia, humildad, obediencia, sufriendo la calumnia y la
desunión de los suyos, al tiempo que animaba como podía
a los más próximos a la perseverancia, prometiéndoles una futura
restauración.
¿Quieres saber cómo terminó? El P. Sozzi de marras murió
de una horripilante sífilis. Y aún hoy no se sabe
muy bien si está o no en el Purgatorio en
compañía de los papas Urbano VIII e Inocencio X. Sí
se sabe con certeza que José de Calasanz está en
el Cielo como intercesor y propuesto como modelo de santidad.
Y la familia calasancia está por esos mundos de Dios
anunciando el Evangelio a la gente, instruyendo juventudes, formando hombres
y aprendiendo de sus orígenes lo santo para hacerlo y
lo aborrecible para detestarlo.
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