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María Beltrame Quattrocchi, Beata |
Esposa y Madre
Martirologio Romano: En Roma, beata María Beltrame Quattrocchi,
que, siendo madre de familia, ilustró de modo conspicuo a
la familia de Cristo y a la sociedad, viviendo ejemplarmente
su vida matrimonial y mostrando su comunión de fe y
amor hacia el prójimo (1965).
Fecha de beatificación: Fue beatificada, junto
a su esposo Luis, el 21 de octubre de 2001
por S.S. Juan Pablo II
María
Corsini nació en Florencia el 24 de junio en 1881,
criada en el seno de una familia católica y desde
pequeña practicó fervientemente su fe, asistiendo todos los domingos a
Misa y participando de los sacramentos. Fue profesora y
escritora de temas de educación, comprometida en varias asociaciones (Acción
Católica, Scout, etc.).
Conoció a quien sería su esposo, Luis Beltrame
Quattrocchi, en Roma cuando era adolescente; se casaron en la
basílica Santa María la Mayor el 25 de noviembre de
1905.
En 1913, la joven familia atravesó un momento doloroso y
bastante incierto cuando el embarazo de María tuvo serias complicaciones
y los médicos pronosticaban que no sobreviviría al parto, ni
tampoco el no nacido. Aunque los doctores manifestaron que un
aborto podría salvar la vida de María, ésta consultando con
su esposo, decidió confiar en la protección divina de Dios.
Y, si bien es cierto el embarazo fue duro, tanto
madre e hijo milagrosamente sobrevivieron. Esta experiencia llevó a toda
la familia a consolidar su vida de fe y trabajar
duro por sus anhelos de santidad.
Tuvieron en total cuatro hijos:
Filippo (hoy Mons. Tarcisio de la diócesis de Roma), nacido
en 1906; Stefania (sor Maria Cecilia), nacida en 1908 y fallecida
en 1993; Cesare (hoy padre Paolino), nacido en 1909; y Enrichetta,
la menor (la del difícil embarazo), que nació en 1914.
Sus dos hijos varones se encontraban entre los sacerdotes que
concelebraron la Misa de beatificación con el Papa Juan Pablo
II.
La familia Beltrame Quattrochi fue conocida por todos por su
activa participación en muchas organizaciones católicas. Luigi fue un respetado
abogado, quien ocupó un cargo importante dentro de la política
italiana. María trabajó como voluntaria asistiendo a los etíopes en
dicho país durante la segunda guerra mundial.
El ahora beato Luigi
fue llamado a la Casa del Padre en 1951, y
María, su fiel esposa, lo hacía posteriormente en 1965.
Luis Beltrame Quattrocchi y María Corsini, Beatos |
Esposos, 25 de noviembre |
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Luis Beltrame Quattrocchi y María Corsini, Beatos |
Primer Matrimonio Beatificados Juntos
Martirologio Romano: En Roma, beata María Beltrame
Quattrocchi, que, siendo madre de familia, ilustró de modo conspicuo
a la familia de Cristo y a la sociedad, viviendo
ejemplarmente su vida matrimonial y mostrando su comunión de fe
y amor hacia el próximo. (26 de agosto de 1965).
En
Roma, beato Luis Beltrame Quattrocchi, que, siendo padre de familia,
en los asuntos publicos y en los privados respetó los
mandamientos de Cristo y los proclamó con celo y honradez
de vida. (9 de noviembre de 1951).
Un abogado del Estado y una profesora han subido
juntos a los altares igual que lo hicieran a la
basílica romana de Santa María Mayor el 25 de noviembre
de 1905 para contraer matrimonio. Juan Pablo II ha manifestado
su alegría pues, «por primera vez dos esposos llegan a
la meta de la beatificación». Luigi (1880-1951) y María (1884-1965)
Beltrame Quattrochi, originarios de Roma, fueron un matrimonio feliz.
María
era profesora y escritora de temas de educación, comprometida en
varias asociaciones (Acción Católica, Scout, etc.). Luigi fue un brillante
abogado que culminó su carrera siendo vice-abogado general del Estado
italiano. Estuvieron casados durante cincuenta años y tuvieron cuatro hijos:
Filippo (hoy padre Tarcisio), nacido en 1906; Stefania (sor Maria
Cecilia), nacida en 1908 y fallecida en 1993; Cesare (hoy
padre Paolino), nacido en 1909; y Enrichetta, la menor, que
nació en 1914. Dos de ellos, Filippo y Cesare, se
encontraban entre los sacerdotes que concelebraron la Misa de beatificación
con el Papa. La tercera, Enrichetta, se sentaba entre los
peregrinos que llenaron hasta los topes el templo más grande
de la cristiandad.
El Papa subrayó que la primera beatificación
de un matrimonio llega justo «en el vigésimo aniversario de
la exhortación apostólica «Familiaris Consortio», que puso de manifiesto el
papel de la familia, particularmente amenazado en la sociedad actual».
Recién licenciado en Derecho, el joven siciliano tuvo la suerte
de descubrir a una muchacha florentina alegre y decidida, que
no dudaría en ejercer como enfermera voluntaria en la guerra
de Etiopía y en la Segunda Guerra Mundial. Luigi y
María eran una familia acomodada y a la vez generosa,
que supo acoger en su casa romana a muchos refugiados
durante el último gran conflicto y organizar grupos de «scouts»
con muchachos de los barrios pobres de Roma durante la
postguerra.
Pero eran, sobre todo, una pareja normal -con las
aficiones típicas de la clase media romana desde la política
hasta la música-, que se apoyaban el uno en el
otro para sacar adelante a sus cuatro hijos. Por su
cargo de abogado del Estado, Luigi conoció a los grandes
políticos de la postguerra mientras que María fue profesora y
escritora. No fundaron ninguna orden religiosa, ni tuvieron experiencias místicas,
pero convirtieron su trabajo en servicio habitual a los demás
y volcaron todo su cariño en la vida familiar hasta
la muerte de Luigi, en 1951 y de María en
1965. La santidad de ambos creció en pareja pues, de
hecho, antes de casarse, Luigi Beltrame Quattrocchi no vivía su
fe cristiana con especial fervor.
La vocación religiosa prendió, en
cambio, muy pronto en sus cuatro hijos, tres de los
cuales acudieron a la ceremonia en la Plaza de San
Pedro. Según Tarsicio, sacerdote diocesano de 95 años, «nuestra vida
familiar era muy normal» mientras que Paolino, padre trapense de
92 años, recuerda «el ambiente ruidoso y alegre de nuestra
casa, sin beaterías o ñoñerías». Enrichetta, que tiene 87 años
y se consagró privadamente a Dios, asegura que sus padres
no discutieron jamás delante de los hijos. «Es lógico que
hayan tenido divergencias, pero nosotros nunca las vimos. Los problemas
los resolvían hablando entre ellos».
El heroísmo de la pareja
se puso a prueba cuando esperaban a Enrichetta, la última
de sus dos hijas, y los médicos diagnosticaron una complicación
gravísima que aconsejaba abortar. Uno de los mejores ginecólogos de
Roma les dijo que las posibilidades de supervivencia de la
madre eran de un 5 por ciento, pero ambos prefirieron
arriesgar. Enrichetta nació en 1914 y agradece a sus padres
«aquel acto de heroísmo cristiano».
Los dos nuevos beatos, explicó
el Papa durante la homilía de la beatificación, vivieron «una
vida ordinaria de manera extraordinaria». «Entre las alegrías y las
preocupaciones de una familia normal, supieron realizar una existencia extraordinariamente
rica de espiritualidad. En el centro, la eucaristía diaria, a
la que se añadía la devoción filial a la Virgen
María, invocada con el Rosario recitado todas las noches, y
la referencia a sabios consejos espirituales».
«Estos esposos vivieron a
la luz del Evangelio y con gran intensidad humana el
amor conyugal y el servicio a la vida --añadió el
Santo Padre--. Asumieron con plena responsabilidad la tarea de colaborar
con Dios en la procreación, dedicándose generosamente a los hijos
para educarles, guiarles, orientales, en el descubrimiento de su designio
de amor».
En la historia hay otros casos de santidad
de matrimonios reconocidos oficialmente por la Iglesia. Es la primera
vez, sin embargo, que la ceremonia de beatificación se realiza
de manera conjunta. La beatificación se convirtió en el momento
culminante de la fiesta de la familia que ha organizado
este fin de semana la Iglesia católica en Italia, al
cumplirse los veinte años de la publicación de la exhortación
apostólica «Familiaris Consortio», el documento sobre la vida matrimonial más
importante escrito por Juan Pablo II. En la tarde del
sábado anterior, 50 mil personas se habían congregado en la
plaza de San Pedro para participar con el obispo de
Roma en un encuentro de fiesta, oración y testimonio. El
pontífice pidió en esa circunstancia «un decidido salto de calidad
en la programación de las políticas sociales» a favor de
la familia y volvió a recordar que la familia no
puede ser equiparada a otro tipo de formas de convivencia.
La fiesta, sin embargo, quedó algo estropeada por una torrencial
lluvia que azotó la plaza de San Pedro con ráfagas
violentas. Por este motivo, a última hora, se decidió celebrar
la misa en la Basílica del Vaticano. La fachada de
Maderno reservó en esos momentos un espectáculo único: miles de
peregrinos, que se resguardaban del aluvión tratándose de cubrir con
sillas, entraron en masa mojados hasta los topes en la
gran basílica. Al final de la celebración, antes de presidir
la oración mariana del «Angelus», Juan Pablo II condenó con
palabras durísimas la violencia que ha tenido lugar estos tres
últimos días en Belén y presentó a la familia como
un signo de esperanza en este mundo atenazado por el
miedo a los atentados y la violencia. «La familia, de
hecho --dijo--, anuncia el Evangelio de la esperanza con su
misma constitución, pues se funda sobre la recíproca confianza y
sobre la fe en la Providencia. La familia anuncia la
esperanza, pues es el lugar en el que brota y
crece la vida, en el ejercicio generoso y responsable de
la paternidad y de la maternidad». «Una auténtica familia, fundada
en el matrimonio, es en sí misma una "buena noticia"
para el mundo», concluyó.
Su hijo Cesare Beltrame Quattrocchi, de
92 años, quien al abrazar la vida religiosa asumió el
nombre de Paolino, recuerda con sencillez la figura de sus
padres. «Si bien nunca había imaginado que un día serían
proclamados santos por la Iglesia, puedo afirmar sinceramente que siempre
percibí la extraordinaria espiritualidad de mis padres. En casa, siempre
se respiró un clima sobrenatural, sereno, alegre, no beato. Independientemente
de la cuestión que debíamos afrontar, siempre la resolvían diciendo
que había que hacerlo «de tejas para arriba». Entre papá
y mamá se dio una especie de carrera en el
crecimiento espiritual. Ella comenzó en la parrilla de salida, pues
vivía ya una intensa experiencia de fe, mientras que él
era ciertamente un buen hombre, recto y honesto, pero no
muy practicante. A través de la vida matrimonial, con la
decisiva ayuda de su director espiritual, también él se echó
a correr y ambos alcanzaron elevadas metas de espiritualidad. Por
poner un ejemplo: mamá contaba cómo, cuando comenzaron a participar
diariamente en la misa matutina, papá le decía «buenos días»
al salir de la iglesia, como si sólo entonces comenzara
la jornada. De las numerosas cartas que se dirigieron, que
hemos podido encontrar y ordenar, emerge toda la intensidad de
su amor. Por ejemplo, cuando mi padre se iba de
viaje a Sicilia, era suficiente que llegara a Nápoles para
que enviara un mensaje, en el que contaba a su
mujer lo mucho que la echaba de menos. Este amor
se transmitía tanto hacia dentro --durante los primeros años de
matrimonio vivían también en nuestro piso los padres de ambos
y los abuelos de ella-- como hacia fuera, con la
acogida de amigos de todo tipo de ideas y ayudando
a quien se encontraba en la necesidad. La educación, que
nos llevó a tres de nosotros a la consagración, era
el pan cotidiano. Todavía tengo una «Imitación de Cristo» que
me regaló mi madre cuando tenía diez años. La dedicatoria
me sigue produciendo escalofríos: «Acuérdate de que a Cristo se
le sigue, si es necesario, hasta la muerte».
Esta causa
de beatificación ha sido también especial por otro motivo: la
Congregación para las causas de los santos aceptó un sólo
milagro para los dos siervos de Dios. Según revela el
postulador -el padre Rossi-, se trata de Gilberto Grossi, un
joven que hoy es neurocirujano, pero que en el momento
en el que lo experimentó trabajaba en la casa Beltrame
Quattrocchi catalogando los escritos de los dos esposos. «Su invocación
a Dios por la curación de alteraciones óseas, que con
frecuencia le obligaban a permanecer inmóvil, fue dirigida por intercesión
de ambos cónyuges», revela el postulador. «Al reconocer su "común
intercesión" --concluye el postulador--, podemos decir que los teólogos han
subrayado que los esposos no sólo están unidos en una
dimensión humana, sino también espiritual». Rossi explica que «Luigi y
María no tenían aparentemente nada de "extraordinario". Lo que les
distingue es la "manera extraordinaria" con la que vivieron». «Los
dos esposos fueron cristianos convencidos, coherentes y fieles a su
propio bautismo; supieron acoger el proyecto de Dios sobre ellos
y respetaron su prioridad; fueron personas de gran caridad, entre
sí, con los hijos y con el prójimo, promoviendo el
bien y la justicia; fueron personas de esperanza, que supieron
dar el justo significado de las realidades terrenas, con la
mirada puesta siempre en la eternidad». Según el padre Rossi,
estos dos nuevos beatos dejan al mundo un «mensaje de
esperanza, consuelo y apoyo a la familia cristiana, asaltada hoy
por tantos problemas y asediada en sus valores fundamentales, en
su ideal, en su configuración genuina».
Cuando se aprobó la
causa de beatificación conjunta del primer matrimonio en la historia
de la Iglesia, a la Congregación vaticana para las Causas
de los Santos le surgió un problema: ¿cuándo se celebrará
su fiesta? En general, la fiesta de los beatos y
santos suele celebrarse el día de su muerte, día de
su abrazo con Dios. ¿Debería celebrarse en fechas diferentes la
memoria de Luigi y Maria Beltrame Quattrocchi creando así dos
fiestas? Juan Pablo II, que desde hacía años soñaba con
poder beatificar a una pareja, tomó entonces una decisión revolucionaria:
la fiesta de los dos beatos se celebraría conjuntamente en
un mismo día, en el aniversario de su boda. Dado
que Luigi y María contrajeron matrimonio el 25 de noviembre
de 1905, por lo tanto esa es la fecha de
su festividad.
Por el momento, la fiesta sólo se celebra en
Roma, la diócesis de los nuevos beatos, pues la beatificación,
que el Papa Juan Pablo II celebró el 21 de
octubre de 2001, tiene carácter local. En caso de
que sean canonizados, entonces la fiesta alcanzará un carácter universal.
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