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David Lewis, Santo |
Presbítero y Mártir
Martirologio Romano: En la ciudad de Usk, en
Gales, san David Lewis, presbítero de la Compañía de Jesús
y mártir, que, ordenado sacerdote en Roma, celebró ocultamente los
sacramentos en su patria durante más de treinta años y
prestó ayuda a los pobres, hasta que en el reinado
de Carlos II fue ahorcado por ser sacerdote (1679).
Fecha de
canonización: Fue beatificado en 1929, por el papa Pío XI.
Pablo VI lo canonizó, solemnemente en Roma, el 25 de
octubre de 1970, conjuntamente con otros 39 mártires
de Inglaterra y Gales.
David nace
en Monmouthshire de Gales, en la ciudad de Abergavenny, pero
en el año 1616.
Su padre, Morgan Lewis, es protestante
o más bien un papista de Iglesia, es decir, católico
que frecuenta el culto de la nueva fe. Morgan es
el director de Escuela real de la ciudad. Poco antes
de morir, se reconcilia con la Iglesia católica.
Su madre, Margaret
Prichard, es una católica fervorosa. Los nueve hijos del matrimonio
son educados en la antigua fe. Solamente David, el menor
de todos, es obligado por su padre a aceptar la
nueva religión.
La juventud de David transcurre, casi toda ella, en
la pequeña ciudad de Abergavenny. La primera educación la recibe
en la Escuela que dirige su padre. Este consigue para
David una beca para que pueda continuar los estudios de
derecho, en Court Inn, en Londres.
A los diecinueve años, viaja
al extranjero en compañía del hijo del conde Savage. En
París, permanece tres meses. Allí, el sacerdote jesuita John
Talbot lo reconcilia con la antigua Iglesia católica. Poco
después, las guerras que azotan a Francia lo hacen regresar
a Londres y a su tierra natal.
Dos años después de
su regreso a Gales, sus dos padres mueren a causa
de la peste de 1638. En el lecho de muerte,
Morgan Lewis se reconcilia con la Iglesia católica. David, deseoso
de dedicar su vida al estudio y al servicio de
Dios, se determina por ingresar al Colegio Inglés de Roma.
En este discernimiento lo ayuda su tío jesuita el P.
John Prichard, quien es solamente seis años mayor que él
y se cuenta en el grupo de sus más íntimos
amigos.
El 22 de agosto de 1638 deja, nuevamente, su patria.
Parte a Roma con la ayuda económica otorgada por el
padre jesuita Charles Gwyne. Se presenta en el Colegio
Inglés al día siguiente de su llegada a la ciudad
eterna, el día 6 de noviembre. Tiene veintiún años.
En el Venerable Colegio Inglés, dirigido por la Compañía de
Jesús, David estudia, en los siete años siguientes, los cursos
de filosofía y teología, necesarios para su ordenación sacerdotal.
En la
Compañía de Jesús
David es ordenado en Roma, en julio de
1642, como sacerdote diocesano. Terminados sus estudios, vuelve a hacer
un discernimiento vocacional con los jesuitas, que lo han calificado
en los anales del Colegio como "un joven prudente y
virtuoso." Es también un buen predicador. Se conserva, en
los archivos de la Compañía, un buen sermón en latín
que David pronunció en presencia del papa Urbano VIII, en
el día del martirio de San Esteban. Ingresa a
la Compañía de Jesús sin dificultad. Hace el noviciado en
San Andrés del Quirinal. En la misma casa santificada por
San Estanislao de Kostka y San Luis Gonzaga.
Después de los
votos simples de pobreza, castidad y obediencia, es destinado a
la Misión inglesa para una breve experiencia. En Londres,
se siente muy realizado y su trabajo es también apreciado
por sus compañeros de la Misión. Sin embargo, el P.
General lo hace volver a Roma y le señala como
misión el ser Padre espiritual en el Colegio Inglés.
Esta misión dura solamente un año. David, formalmente, suplica ser
destinado a la Misión de Gales. Por lo demás, también
los jesuitas de Inglaterra presentan al P. General la conveniencia
de que David regrese a Gran Bretaña.
David tiene 32 años
cuando llega, en 1648, a su tierra natal de Monmouthshire.
Y, ciertamente, no es fácil esa época para un sacerdote
misionero. La guerra civil inglesa ha repercutido, desastrosamente, en la
situación tan débil de los católicos. Pero David, ignorando
los riesgos, desde el casi desconocido Colegio de Cwm comienza
a visitar las casas católicas. Viaja de noche, casi siempre
a pie, por los pobres caminos y bajo todos los
climas. Lo acompaña el sufrimiento de sus dientes, que ha
sido su cruz durante años. Su generosidad, para con los
más necesitados, le gana el nombre de Tad y Tlodion,
es decir: Padre de los pobres. Una de las casas
que visita regularmente es la de Thomas Gunter en Abergavenny.
Durante
varios años, David vive en Llantarman Abbey, una antigua abadía
cisterciense, propiedad de la familia Morgan. Sir Edward Morgan, el
teniente gobernador y juez de paz, se las ha arreglado
para conservar su fe católica y alojar sacerdotes en su
casa. La capilla está bien provista y, con frecuencia, varios
centenares de fieles acuden a los servicios religiosos de David.
En los informes, que David envía regularmente a los
superiores de la Compañía, figuran también otros sitios donde ejerce
el ministerio: Monmouth, Usk.
Superior en Cwm
Dos veces, en los treinta
años de ministerio en Gales, el P. David Lewis desempeña
el cargo de Superior de los jesuitas de Cwm, en
el llamado Colegio San Francisco Javier. Desde allí organiza el
ministerio de los jesuitas que atienden 33 puestos de misión.
En el primer gobierno de David, los jesuitas de
Cwm son diecinueve. La existencia de la casa jesuita es
conocida por las autoridades y es m s bien tolerada.
La presencia del carro, que compra las provisiones, todos los
sábados, en el mercado de Monmouth, es por cierto conocida
y muy esperada por los vendedores.
En el segundo gobierno de
David tiene lugar el complot fraguado por Titus Oates. Las
noticias de lo que sucede en Londres, llegan muy pronto
a Gales. La detención y el juicio de siete jesuitas
ingleses lo obligan a actuar sin demora. Por el consejo
de sus jesuitas, y el parecer de los católicos, David
decide, con prudencia, dispersar a sus sacerdotes.
El complot fraguado por
Oates
Este Titus Oates era hijo de un ministro bautista. Pastor
él mismo, se había visto privado de su beneficio por
acusación de perjurio y de inmoralidad. Fingió entonces convertirse al
catolicismo. Enviado a España al Colegio inglés de Valladolid, había
sido expulsado. Ingresó después al Colegio de Saint Omer, en
Flandes. Un día los jesuitas, al conocerlo mejor, decidieron que
Titus Oates debía abandonar el Seminario.
Titus Oates regresa a Londres
a comienzos de julio de 1678. Inmediatamente, trama una acusación
contra los jesuitas de Inglaterra. Con juramento, depone ante Sir
Edmundbury Godfrey, el magistrado del Consejo privado del reino. Afirma
que él ha sido enviado por la Compañía de Jesús,
desde Valladolid a Madrid, a solicitar la ayuda del rey
católico para la rebelión de los católicos ingleses, el asesinato
del rey Carlos II y la restauración, por la fuerza,
de la antigua fe. Con estas falsedades, consigue que se
arreste al Provincial de Inglaterra, el P. Thomas Whitbread y
a otros dos jesuitas.
Poco después, el cadáver del magistrado
Godfrey aparece en un foso en Primrose Hill. Las sospechas
caen sobre los católicos y se reinicia entonces una dura
persecución con arrestos de jesuitas, sacerdotes y seglares.
La búsqueda y
prisión
Antes de Navidad, las autoridades galesas llegan con poderes a
la vieja casa de campo de los jesuitas de Cwm.
La encuentran vacía, a excepción del mayordomo y de algunos
sirvientes. La comunidad se ha alejado. Algunos están en casa
de católicos amigos. Otros han partido, en ministerio, hacia las
montañas y los bosques. Casi todos los moradores de la
zona de Cwm tienen casas espaciosas, con varios accesos y
lugares secretos, donde pueden ocultarse. En la casa jesuita
de Cwm, el juez de paz John Arnold ordena un
registro muy prolijo. Descubre un buen número de libros y
papeles, también ropa, ornamentos, hostias, campana, crucifijos y reliquias. Encuentra
también instrucciones del P. General de la Compañía y catecismos
católicos.
La recompensa en dinero, ofrecida por John Arnold, convence
a William James para traicionar a David Lewis. El mismo
James hace de guía al piquete armado de la justicia.
En la madrugada del día domingo 17 de noviembre de
1678, en una casa de Llantarnam, David está casi listo
para empezar la misa. Con violencia es detenido y, como
pruebas, se llevan también los vasos sagrados y ornamentos. La
comitiva sale en dirección a Monmouth. A media jornada, se
detiene, en Llanfoist, donde espera el juez de paz. A
las dos de la tarde, montado en un caballo y
custodiado por doce hombres armados, es conducido a Abergavenny. Por
ser domingo, las calles de su ciudad natal están llenas
de gente que lo ve pasar.
En Abergavenny, ante John Arnold,
el juez de paz, David es acusado de ser sacerdote.
El traidor William James jura que él lo ha visto
celebrar misa más de veinte veces. Cuando el juez le
pregunta por su participación en el complot de Titus Oates,
David niega, con juramento, su conexión. Pero John Arnold, molesto,
anota que a un católico no se le pueden creer
los juramentos.
En la prisión de Monmouth, David permanece dos meses.
Le dan una celda amplia, por la cual un amigo
cancela catorce libras por semana. Tiene fuego, sábanas y velas.
También puede recibir visitantes. Se conserva una carta de David:
"Me tuvieron prisionero con estrictez, encerrado de noche y vigilado
en el día, aunque algunos amigos pudieron visitarme acompañados por
un guardia". En el mes de enero de 1679, se
decide el traslado a la prisión de Usk. El día
13, un día extremadamente frío, la comitiva viaja a caballo.
En la prisión de Usk, llamada la Casa de la
Corrección, está concentrado el mayor número de católicos galeses que
han rechazado prestar los juramentos de Supremacía y de Fidelidad.
La primera tarea de David es atender a esos hombres
y mujeres que están siendo testigos de su fe. Todos
están a la espera del inicio del próximo período judicial
que decidirá sus vidas.
El juicio
La Judicatura de primavera se inicia
en Usk el 28 de marzo de 1679, presidida por
los jueces: Sir Robert Atkins, John Arnold y Henry Probert.
Esa tarde, el P. David Lewis es acusado por el
cargo de ser sacerdote. No se hace mención alguna de
la complicidad en el complot de Titus Oates. Al día
siguiente, en la sesión de las diez de la mañana,
el P. Lewis aboga por un veredicto de no culpable.
Se convoca a un jurado, ante cuyos miembros el acusado
puede presentar razones. El sheriff James Herbert ha seleccionado
a hombres honestos y no parece probable que ellos estén
inclinados en favor de Lewis. Sin embargo, John Arnold objeta
a un número considerable de ellos, por considerarlos sospechosos de
ser católicos o amigos del acusado.
El sheriff, indignado, reclama,
pues se quiere nombrar a personas no imparciales. Ese desahogo
del sheriff ocasiona una reprimenda de Sir Atkins. Al fin
el jurado queda conformado por hombres nombrados por John Arnold.
El primer testigo convocado es William Price, quien había
sido católico durante dieciocho años y ahora es protestante. Él
afirma haber recibido los sacramentos de manos de David Lewis,
durante diecinueve meses. El siguiente testigo es Dorothy James, la
esposa de William James. Ella afirma que no solamente lo
ha visto celebrar misa, sino también administrar los sacramentos de
la Eucaristía y Penitencia, bendecir matrimonios, bautizar y ungir con
óleo. Agrega que Lewis la engañó, pidiéndole ocho libras para
rescatar del Purgatorio el alma de su padre.
Después de
escucharla, David Lewis contesta, con vehemencia, que él jamás ha
recibido un penique, ni de ella ni de su marido.
La risa de Dorothy James, al ser preguntada si tiene
algo que agregar, molesta a Atkins. El testimonio de
William James es más breve. Solamente señala que el acusado
ha dicho misa y ha administrado muchas veces los sacramentos.
El testigo Myane Trott dice las mismas cosas.
Sir Robert Atkins,
queriendo mostrar imparcialidad, convoca a otros testigos. Roger Seyes, quien
estuvo presente en el arresto de Lewis, afirma que él
jamás lo ha visto celebrar misa. El testigo John James
contesta con evasivas. Sir Robert le habla con dureza: "¿Qué
pasa, está Ud. acaso muerto o tiene miedo de ser
azotado? Míreme y hable". Por fin, la única información
que entrega John James es que el P. Lewis celebró
misa en el día de su matrimonio.
Catherine Thomas, al
ser interrogada, se niega a dar respuesta: "No dirá nada,
hagan de mí lo que quieran". John Arnold insiste
en que un hombre llamado Cornelio sea traído a la
corte, pues éste ha sido seminarista y conoce bien a
Lewis. Al interrogarlo, Cornelio dice que él es un hombre
ignorante, apenas un criado del P. Lewis, que no sabe
qué es la misa, aunque confiesa ser católico.
Terminados los testimonios,
David, con notable calma y habilidad, inicia su propia defensa.
Basa su argumento en que ninguno de los testigos ha
podido probar el cargo que se le imputa, es decir,
que haya sido ordenado sacerdote católico en el continente. "Si
no hay ordenación, no soy sacerdote, y sin sacerdocio, no
puedo decir misa". Sir Robert Atkins se exaspera, con
las palabras de Lewis: "¿Qué es lo que Ud. pretende?
¿Quiere, acaso, que nosotros vayamos a buscar en los registros
romanos, o que convoquemos a personas que hubieran estado presente
en el día de su ordenación?. El que celebra Misa,
comete traición".
Atkins determina que la evidencia presentada es más que
suficiente para asegurar un veredicto de culpabilidad. Lewis arguye
que, a pesar de lo que hayan dicho los testigos,
primero se debe probar su ordenación sacerdotal. Si no consta
que sea sacerdote, de ninguna manera él puede decir misas
válidas. El que digan que lo han visto celebrar misas
no es prueba de su ordenación. Además, él declara que
jamás ha visto al señor William Price. Respecto a Mayne
Trott, dice conocerlo porque su mujer es su pariente, que
vive de la caridad, y que es probable que haya
sido inducido a dar un falso testimonio.
David afirma, también,
que los testimonios de la familia James son abiertamente sectarios.
Dorothy James ha jurado que ella no va a descansar
hasta "lavar sus manos en su sangre y hacer porridge
con su cabeza". Aunque estas palabras son confirmadas por cuatro
testigos, el Juez decide no considerarlas.
La condena
El jurado se reúne
y emite, casi de inmediato, el veredicto de culpabilidad. David
es obligado a escuchar los detalles enumerados y a inclinar
la cabeza ante la sentencia de condenación a muerte. "Ud.
será conducido desde este sitio a la cárcel de donde
vino. Será colocado en una carreta y llevado al lugar
de ejecución. Será ahorcado. Se le bajará antes de morir.
Su cuerpo será desgarrado y se sacarán las entrañas. Se
le cortarán las manos y los pies y se quemarán
ante sus ojos. Dios tenga misericordia de su alma". Varios
otros prisioneros católicos son juzgados, juntamente con David, en el
mismo juicio. Casi todos son encontrados culpables, pero en la
sentencia son exonerados. Solamente David es condenado.
En el mes de
abril, David es enviado a Londres, con otros sacerdotes, para
nuevos interrogatorios. El día 9 de mayo, fecha del martirio
del benedictino Thomas Pickering, David pasa por Tyburn, el lugar
de ejecución, en su camino a Newgate, su nueva prisión.
De las tres cárceles de Londres, Newgate es sin duda
la más odiosa. Est considerada como la antesala de
la muerte en Tyburn. Allí encuentra a sus amigos jesuitas,
ya condenados, que esperan el cumplimiento de sus condenas a
muerte. Ellos son los futuros Beatos: Thomas Whitbread, el provincial,
John Fenwisk, John Gavan, William Harcourt y Anthony Turner.
En Newgate,
a David Lewis se le ofrece un trato: la vida
y dinero, si acepta la nueva fe y declara los
detalles acerca del complot de Oates. "Dar detalles del complot
me es imposible, porque no sé nada de él. Aceptar
la nueva fe es ir contra mi conciencia".
El 9 de
junio, es llevado nuevamente a Usk. Con audacia, los amigos
dan innumerables pasos para postergar la ejecución de la sentencia.
El mismo sheriff, James Herbert, la dilata tres meses, con
la esperanza de que el rey, que no cree en
el "complot papista", ordene el indulto. En un momento hasta
el mismo David llega a pensar que va a ser
puesto en libertad.
Las visitas de los amigos y de
católicos van creciendo con los días. Varios reciben, de David
Lewis, los sacramentos. John Arnold acusa de negligencia a los
carceleros. El sheriff es reprendido por descuidar su deber.
David dedica, esos tres últimos meses de su vida, a
confirmar a sus amigos, a los católicos, y a llamar
a muchos a que regresen a la fe.
Por fin, el
27 de agosto de 1679, se ejecuta la condena de
muerte. Nadie, en Usk, es conseguido como verdugo. El
día anterior, todos los carpinteros de la ciudad han salido,
misteriosamente, con sus herramientas. Después de mucho buscar, un herrero
convicto se presta a ser verdugo, a cambio de su
libertad y por doce coronas. El prisionero es conducido desde
la prisión de Bridge Street, en una carreta, hasta la
plaza de Usk. Como esa ejecución no es aceptada por
la mayoría, una gran multitud se congrega en el lugar.
El P. David Lewis, jesuita de 63 años, es demasiado
conocido y, por su larga vida sacerdotal, respetado por todos.
Sus parientes est n en todas partes y, por cierto,
asisten conmovidos. Su proverbial caridad es recordada, con respeto, aun
por los no católicos.
La última prédica
David ha tenido largo tiempo
para preparar el último sermón. "Aquí hay una gran multitud.
Quiera el Señor salvar el alma de todos. Yo creo
que Uds. están aquí para asistir a la muerte de
este compatriota, pero también para oír sus últimas palabras. Mi
religión es la católica romana, en ella he vivido más
de cuarenta años. En ella, hoy, muero y lo hago
con firmeza. Aunque me ofrecieran todas las cosas del mundo,
no renunciaría a ella. Nadie podría remover de mi fe
católica romana una brizna de mi cabello. Yo soy un
católico romano.
Soy un sacerdote. Soy un sacerdote católico romano perteneciente
a la Compañía de Jesús. Bendigo a Dios, porque me
ha llamado a esta vocación. He sido condenado por decir
Misas, por oír confesiones y administrar los sacramentos. Decir la
Misa es la más antigua y alabada liturgia de la
santa Iglesia. Todo lo que he hecho est relacionado
con mi religión. Yo muero, por lo tanto, por mi
religión católica".
Poco después, David se dirige a los católicos: "Queridos
amigos, entréguense a Dios, honren al rey, permanezcan firmes en
la fe, confiesen los pecados, frecuenten los sacramentos de la
santa Iglesia, sufran con paciencia las aflicciones y las persecuciones,
perdonen a los enemigos".
Después, exhorta a todos a unirse en
oración y, con unción y mucha fuerza, los católicos van
repitiendo sus palabras:
"Soberano Señor, Padre eterno que estás en
el cielo, Creador de todo, Conservador de todo, único Autor
de la gracia y la gloria, yo me postro ante
Ti y te adoro. Hijo de Dios encarnado, Dios verdadero,
Tú fundaste la Iglesia en esta tierra con tu Sangre
y la hiciste Una, Santa, Católica y Apostólica hasta el
final de los tiempos. Todo lo que la Iglesia sostiene
de Ti, es revelación tuya. Lo que ella enseña y
manda creer, yo lo creo enteramente. Santo Espíritu de
Dios, que haces que el sol brille sobre buenos y
malos, que la lluvia caiga sobre justos y pecadores, yo
te alabo y agradezco las innumerables gracias que me has
otorgado, a mí tu indigno siervo, en los años que
he vivido en la tierra. Oh santa Trinidad, tres
Personas y un solo Dios, desde lo más íntimo de
mi corazón, me arrepiento de haberte ofendido. Ten misericordia de
mí. Por los méritos de mi Redentor espero la salvación.
La gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor de
Dios y la comunión del Espíritu Santo, estén con todos
Uds. Amén.
La paz de Dios, que va más allá de
todo entendimiento, guarde el corazón y la inteligencia de
Uds. en el conocimiento del amor de Dios y de
su Hijo Nuestro Señor. Que la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, est‚ con todos Uds. y
permanezca para siempre. Amén. Dulce Jesús, recibe mi alma"
Cuando termina
su oración, David dice que est listo para morir.
En el foso excavado han puesto un piso alto. David
sube, con la cuerda en el cuello. El piso es
removido y David queda suspendido en la horca. Antes de
que terminen los estertores, es bajado. Le sacan las entrañas,
pero no es descuartizado, por orden del sheriff, que no
desea exasperar a los presentes.
Un año después, John Giles, la
principal autoridad de Usk, obtiene la revisión del juicio condenatorio
de David. Se condena a John Arnold por haber sido
injusto.
El cuerpo de David es sepultado con honores en el
patio de la parroquia. El sheriff no asiste pero envía
a un subalterno. Los católicos acuden de todo Gales.
En
la tumba se pone un epitafio: "Aquí yace David Lewis,
condenado por ser jesuita y sacerdote. Fue ejecutado el 27
de agosto de 1679".
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
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