martes, 28 de agosto de 2012

Ay de vosotros, escribas y fariseos


Mateo 23, 23-26. Tiempo Ordinario. Jesús conoce las intenciones y por eso recuerda que la principal tarea es la del amor misericordioso.
 
Ay de vosotros, escribas y fariseos
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 23-26


En aquel tiempo Jesús habló diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña e intemperancia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!

Oración introductoria

Oh, Espíritu Santo, Espíritu de Verdad, limpia mi conciencia para que pueda convivir permanente con tu gracia, te lo pido por intercesión de la Inmaculada Virgen María que supo actuar siempre de cara a la verdad.

Petición

Jesús, ayúdame a vivir según esta regla: «Es bueno lo que me ayuda a cumplir la voluntad de Dios, y malo lo que me estorba».

Meditación del Papa

Tomemos solamente una de sus palabras-clave: la libertad. La experiencia de ser amado hasta el fondo por Cristo le había abierto los ojos sobre la verdad y sobre el camino de la existencia humana; aquella experiencia lo abarcaba todo. San Pablo era libre como hombre amado por Dios que, en virtud de Dios, era capaz de amar juntamente con él. Este amor es ahora la "ley" de su vida, y precisamente así es la libertad de su vida. Habla y actúa movido por la responsabilidad del amor. Libertad y responsabilidad están aquí inseparablemente unidas. Por estar en la responsabilidad del amor, es libre; por ser alguien que ama, vive totalmente en la responsabilidad de este amor y no considera la libertad como un pretexto para el arbitrio y el egoísmo. Con ese mismo espíritu san Agustín formuló la frase que luego se hizo famosa: "Dilige et quod vis fac", "Ama y haz lo que quieras". Quien ama a Cristo como lo amaba san Pablo, verdaderamente puede hacer lo que quiera, porque su amor está unido a la voluntad de Cristo y, de este modo, a la voluntad de Dios; porque su voluntad está anclada en la verdad y porque su voluntad ya no es simplemente su voluntad, arbitrio del yo autónomo, sino que está integrada en la libertad de Dios y de ella recibe el camino por recorrer. Benedicto XVI, 28 de junio de 2008.

Reflexión

Jesús se irrita con los escribas y fariseos porque no ponen en práctica los dictámenes más importantes de la ley: la justicia, la misericordia, la fidelidad, la comprensión.

Como jefes espirituales del pueblo judío parece que han hecho de la religión un "club" en el que sólo tienen acceso unos cuantos hombres instruidos y elegidos entre ellos, mientras que el resto del pueblo forman parte de la plebe ignorante.

Jesús conocía sus intenciones y por eso les recuerda que su principal tarea es la del amor misericordioso y la de la fidelidad del testimonio. ¿Cuántas veces en nuestra vida puede sucedernos algo similar, en donde siendo los líderes espirituales de una familia, de un grupo de amigos, convertimos la fe en un conjunto de leyes que los demás deben cumplir pero que no les ayudamos a vivir mejor su fe con nuestro testimonio en el amor?

No olvidemos que es el amor lo que da sentido a toda nuestra vida y que sin él, como dijo san Pablo "no somos nada". Saquemos de este evangelio la lección del amor y compresión a los demás y busquemos hacer un acto de caridad o un favor a quien sea.

Propósito

Buscar «ser» más y mejor persona, en vez de hacer cosas para «parecer» buen cristiano.

Diálogo con Cristo

Oh, Espíritu de santidad, ven y renueva mi corazón en esta oración. Ven, Espíritu de amor, de paz, y enséñame a ser auténtico y coherente con mi fe para llegar a ser benevolente, lleno siempre de amor y comprensión con todos, especialmente con los más cercanos. Ayúdame a corresponderte con un amor fiel, verdadero y apasionado.

martes 28 Agosto 2012
Martes de la vigésima primera semana del tiempo ordinario

San Agustin de Hipona


Leer el comentario del Evangelio por
Catecismo de la Iglesia católica : “Purifica primero el interior de tu alma”

Lecturas

Pablo a los Tesalonicenses 2 2,1-3a.14-17.


Acerca de la Venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, les rogamos, hermanos,
que no se dejen perturbar fácilmente ni se alarmen, sea por anuncios proféticos, o por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que hacen creer que el Día del Señor ya ha llegado.
Que nadie los engañe de ninguna manera. Porque antes tiene que venir la apostasía y manifestarse el hombre impío, el Ser condenado a la perdición,
El los llamó, por medio de nuestro Evangelio, para que posean la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
Por lo tanto, hermanos, manténganse firmes y conserven fielmente las tradiciones que aprendieron de nosotros, sea oralmente o por carta.
Que nuestro Señor Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos amó y nos dio gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza,
los reconforte y fortalezca en toda obra y en toda palabra buena.


Salmo 96(95),10.11-12a.12b-13.


Digan entre las naciones: "¡El Señor reina!
El mundo está firme y no vacilará.
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud".
Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;

regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque.

Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra:
él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad.



Mateo 23,23-26.


¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno!
¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Catecismo de la Iglesia católica
§ 1455-1458

“Purifica primero el interior de tu alma”

La confesión de los pecados (acusación), incluso desde un punto de
vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con
los demás. Por la confesión, el hombre se enfrenta a los pecados de que se
siente culpable; asume su responsabilidad y, por ello, se abre de nuevo a
Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo
futuro. La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte
esencial del sacramento de la Penitencia... “Cuando los fieles de Cristo se
esfuerzan por confesar todos los pecados que recuerdan, no se puede dudar
que están presentando ante la misericordia divina para su perdón todos los
pecados que han cometido... Porque si el enfermo se avergüenza de
descubrir su llaga al médico, la medicina no cura lo que ignora" (Concilio
de Trento: DS 1680; cf San Jerónimo, Commentarius in Ecclesiasten 10, 11).
Según el mandamiento de la Iglesia "todo fiel llegado a la edad del
uso de razón debe confesar, al menos una vez la año, fielmente sus pecados
graves"... Sin ser estrictamente necesaria, la confesión de los pecados
veniales, sin embargo, se recomienda vivamente por la Iglesia (cf Concilio
de Trento: DS 1680; CIC 988, §2). En efecto, la confesión habitual de los
pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas
inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del
Espíritu. Cuando se recibe con frecuencia, mediante este sacramento, el don
de la misericordia del Padre, el creyente se ve impulsado a ser él también
misericordioso (cf Lc 6,36)... “Cuando empiezas a detestar lo que hiciste,
entonces empiezan tus buenas obras buenas, porque repruebas las tuyas
malas... Practicas la verdad y vienes a la luz” (San Agustín; Jn 12, 13).


No hay comentarios: