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Aurelio de Vinalesa (José Ample Alcaide), Beato |
Presbítero y Mártir
Martirologio Romano: Cerca de la localidad de Vinalesa,
en la región de Valencia, España, beato Aurelio (José)
Ample Alcaide, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores
Capuchinos y mártir, que, en la persecución religiosa en España,
dio un fruto de gloria a través de la prueba
de su fe (1936).
Fecha de beatificación: El 11 de marzo
del año 2001, el papa Juan Pablo II beatificó a
233 mártires de la persecución religiosa en España.
Beato Aurelio de Vinalesa (en el
siglo, José Ample Alcaide), sacerdote, nació en Vinalesa (Valencia) el
3 de febrero de 1896, y fue fusilado en el
cercano Barranco del Carraixet el 28 de agosto de 1936.
Profesó en la Orden Capuchina el 10 de agosto de
1910, y fue ordenado sacerdote en Roma el 26 de
marzo de 1921. A lo largo de su vida religiosa
fue Director del Estudio filosófico-teológico que los capuchinos tenían en
Orihuela (Alicante), profesor en el Seminario, director de la Tercera
Orden Franciscana, confesor y predicador. Bien pudo decir: «¡Siempre he
cumplido mi misión, como religioso y como sacerdote!» Cuando las
circunstancias le obligaron a dejar el convento, se refugió en
casa de sus padres, donde fue detenido por los milicianos
el 28 de agosto de 1936. Conducido de madrugada al
Barranco del Carraixet, confortó y exhortó a los laicos compañeros
de martirio a morir en paz, les impartió la absolución
sacramental y luego añadió: «Gritad fuerte: ¡Viva Cristo Rey!»
Antecedentes e
Historia
La II República española, proclamada el 14 de abril de
1931, llegó impregnada de fuerte anticlericalismo. Apenas un mes más
tarde se produjeron incendios de templos en Madrid, Valencia, Málaga
y otras ciudades, sin que el Gobierno hiciera nada para
impedirlos y sin buscar a los responsables para juzgarles según
la ley. Los daños fueron inmensos, pero el Gobierno no
los reparó ni material ni moralmente, por lo que fue
acusado de connivencia. La Iglesia había acatado a la República
no sólo con respeto, sino también con espíritu de colaboración
por el bien de España. Estas fueron las instrucciones que
el Papa Pío XI y los obispos dieron a los
católicos. Pero las leyes sectarias crecieron día a día. En
este contexto fue suprimida la Compañía de Jesús y expulsados
los jesuitas.
Durante la revolución comunista de Asturias (octubre de 1934),
derramaron su sangre muchos sacerdotes y religiosos, entre ellos los
diez Mártires de Turón, 9 Hermanos de las Escuelas Cristianas
y un Pasionista, canonizados el 21 de noviembre de 1999.
Durante
el primer semestre de 1936, después del triunfo del Frente
Popular, formado por socialistas, comunistas y otros grupos radicales, se
produjeron atentados más graves, con nuevos incendios de templos, derribos
de cruces, expulsiones de párrocos, prohibición de entierros y procesiones,
etc., y amenazas de mayores violencias.
Éstas se desataron, con verdadero
furor, después del 18 de julio de 1936. España volvió
a ser tierra de mártires desde esa fecha hasta el
1 de abril de 1939, pues en la zona republicana
se desencadenó la mayor persecución religiosa conocida en la historia
desde los tiempos del Imperio Romano, superior incluso a la
de la Revolución Francesa.
Fue un trienio trágico y glorioso a
la vez, el de 1936 a 1939, que se debe
recordar fielmente para que no se pierda la memoria histórica.
A
los sacerdotes, religiosos y seglares que entregaron su vida por
Dios el pueblo comenzó a llamarles mártires porque no tuvieron
ninguna implicación política ni hicieron la guerra contra nadie. Por
ello, no se les puede considerar caídos en acciones bélicas,
ni víctimas de la represión ideológica, que se dio en
las dos zonas, sino mártires de la fe. Sí, hoy
los veneramos en los altares como mártires de la fe
cristiana, porque la Iglesia ha reconocido oficialmente que entregaron sus
vidas por Dios durante la persecución religiosa de 1936.
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