Madre de San Agustín, 27 de agosto | |||||
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Santa Mónica de Hipona | |
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Angel apareciéndose a Santa Mónica (1714), por Pietro Maggi |
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Nacimiento | 332 Tagaste, Argelia |
Fallecimiento | 387 Ostia, Italia |
Venerado en | Iglesia Católica, Iglesia Ortodoxa |
Festividad | 4 de mayo; 27 de agosto |
Patronazgo | Madres y esposas |
Biografía
Mónica era bereber1 nacida en Tagaste (en la actual Argelia). Sus padres la educaron en el cristianismo y la casaron con un hombre mayor pagano llamado Patricius, un hombre muy enérgico y de temperamento violento.Mónica iba a la iglesia cada día y soportó con paciencia el adulterio y las palizas violentas de su marido. Se ganó el afecto de su suegra en poco tiempo e incluso convirtió a Patricius al cristianismo y calmó su violencia. Mónica tuvo tres hijos. Uno de ellos fue San Agustín, que le dio muchas alegrías por sus éxitos en los estudios, pero también la hizo sufrir por su vida descarriada. Mónica envió a Agustín al obispo para que lo convenciera de sus errores, pero el obispo le aconsejó a Mónica que siguiera rezando por su hijo, diciéndole "no se perderá el hijo de tantas lágrimas".
A la edad de 28 años, Agustín acogió la gracia de Dios y se convirtió al cristianismo y recibió el bautismo. Mónica se reunió con él al morir Patricius. Cuando Agustín se preparaba para partir a África, Mónica murió en Ostia, Italia.
Santa Mónica es puesta por la Iglesia como ejemplo de mujer cristiana, de piedad y bondad probadas, madre abnegada y preocupada siempre por el bienestar de su familia, aún bajo las circunstancias más adversas.
Notas y referencias
- ↑ "Berbers : [...] The best known of them were the Roman author Apuleius, the Roman emperor Septimius Severus, and St. Augustine, whose mother was a berber", Encyclopedia Americana, Scholastic Library Publishing, 2005, v.3, p.569
Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Mónica de Hipona.
- La web católica sobre el cristianismo primitivo Primeros Cristianos
Madre, Viuda
Mónica significa: "dedicada a la oración y a la vida espiritual".
Patrona de las mujeres casadas y modelo de las madres cristianas.
Reseña:Nació en Tagaste (África) el año 331, de familia cristiana. Muy joven, fue dada en matrimonio a un hombre llamado Patricio, del que tuvo varios hijos, entre ellos San Agustín, cuya conversión le costó muchas lágrimas y oraciones. Fue un modelo de madres; alimentó su fe con la oración y la embelleció con sus virtudes. Murió en Ostia el año 387.
Alcancemos la sabiduría eterna: San Agustín relata la muerte de Sta. Mónica, su madre.
LA
IGLESIA venera a Santa Mónica, esposa y viuda. Su único hijo fue San
Agustín, doctor de la Iglesia. Su ejemplo y oraciones por su hijo fueron
decisivas. El mismo San Agustín escribe en sus Confesiones: "Ella
me engendró sea con su carne para que viniera a la luz del tiempo, sea
con su corazón, para que naciera a la luz de la eternidad" Por su
parte, San Agustín es la principal fuente sobre la vida de Santa Mónica,
en especial sus Confesiones, lib. IX.
Mónica nació en Africa del Norte, probablemente en Tagaste, a cien kilómetros de Cartago, en el año 332.
Sus
padres, que eran cristianos, confiaron la educación de la niña a una
institutriz muy estricta. No les permitía beber agua entre comidas para
así enseñarles a dominar sus deseos. Mas tarde Mónica hizo caso omiso de
aquel entrenamiento y cuando debía traer vino de la bodega tomaba a
escondidas. Cierto día un esclavo que la había visto beber y con quien
Mónica tuvo un altercado, la llamó "borracha". La joven sintió tal
vergüenza, que no volvió a ceder jamás a la tentación. A lo que parece,
desde el día de su bautismo, que tuvo lugar poco después de aquel
incidente, llevó una vida ejemplar en todos sentidos.
Cuando
llegó a la edad de contraer matrimonio, sus padres la casaron con un
ciudadano de Tagaste, llamado Patricio. Era éste un pagano que no
carecía de cualidades, pero era de temperamento muy violento y vida
disoluta. Mónica le perdonó muchas cosas y lo soportó con la paciencia
de un carácter fuerte y bien disciplinado. Por su parte, Patricio,
aunque criticaba la piedad de su esposa y su liberalidad para con los
pobres, la respetó y, ni en sus peores explosiones de cólera, levantó la
mano contra ella.
Mónica
explicó su sabiduría sobre la convivencia en el hogar: "Es que cuando
mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio.
Cuando el grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos, y yo no acepto la pelea, pues… no peleamos". Esta fórmula se ha hecho célebre en el mundo y ha servido a millones de mujeres para mantener la paz en casa.
Mónica
recomendaba a otras mujeres casadas, que se quejaban de la conducta de
sus maridos, que cuidasen de dominar la lengua por ser esta causante en
gran parte de los problemas en la casa. Mónica, por su parte, con su
ejemplo y oraciones, logró convertir al cristianismo, no sólo a su
esposo, sino también a su suegra, mujer de carácter difícil, cuya
presencia constante en el hogar de su hijo había dificultado aún más la
vida de Mónica. Patricio murió santamente en 371, al año siguiente de su
bautismo.
Tres
de sus hijos habían sobrevivido, Agustín, Navigio, y una hija cuyo
nombre ignoramos. Agustín era extraordinariamente inteligente, por lo
que habían decidido darle la mejor educación posible. Pero el carácter
caprichoso, egoísta e indolente del joven haba hecho sufrir mucho a su
madre. Agustín había sido catecúmeno en la adolescencia y, durante una
enfermedad que le había puesto a las puertas de la muerte, estuvo a
punto de recibir el bautismo; pero al recuperar rápidamente la salud,
propuso el cumplimiento de sus buenos propósitos. Cuando murió su padre,
Agustín tenía diecisiete años y estudiaba retórica en Cartago. Dos años
más tarde, Mónica tuvo la enorme pena de saber que su hijo llevaba una
vida disoluta y había abrazado la herejía maniquea. Cuando Agustín
volvió a Tagaste, Mónica le cerró las puertas de su casa, durante algún
tiempo, para no oír las blasfemias del joven. Pero una consoladora
visión que tuvo, la hizo tratar menos severamente a su hijo. Soñó, en
efecto, que se hallaba en el bosque, llorando la caída de Agustín,
cuando se le acercó un personaje resplandeciente y le preguntó la causa
de su pena. Después de escucharla, le dijo que secase sus lágrimas y
añadió: "Tu hijo está contigo". Mónica volvió los ojos hacia el sitio
que le señalaba y vio a Agustín a su lado. Cuando Mónica contó a Agustín
el sueño, el joven respondió con desenvoltura que Mónica no tenía más
que renunciar al cristianismo para estar con él; pero la santa respondió
al punto: "No se me dijo que yo estaba contigo, sino que tú estabas
conmigo".
Esta
hábil respuesta impresionó mucho a Agustín, quien más tarde la
consideraba como una inspiración del cielo. La escena que acabamos de
narrar, tuvo lugar hacia fines del año 337, es decir, casi nueve años
antes de la conversión de Agustín. En todo ese tiempo, Mónica no dejó de
orar y llorar por su hijo, de ayunar y velar, de rogar a los miembros
del clero que discutiesen con él, por más que éstos le aseguraban que
era inútil hacerlo, dadas las disposiciones de Agustín. Un obispo, que
había sido maniqueo, respondió sabiamente a las súplicas de Mónica:
"Vuestro hijo está actualmente obstinado en el error, pero ya vendrá la
hora de Dios". Como Mónica siguiese insistiendo, el obispo pronunció las
famosas palabras: "Estad tranquila, es imposible que se pierda el hijo
de tantas lágrimas". La respuesta del obispo y el recuerdo de la visión
eran el único consuelo de Mónica, pues Agustín no daba la menor señal de
arrepentimiento.
Cuando
tenía veintinueve años, el joven decidió ir a Roma a enseñar la
retórica. Aunque Mónica se opuso al plan, pues temía que no hiciese sino
retardar la conversión de su hijo, estaba dispuesta a acompañarle si
era necesario. Fue con él al puerto en que iba a embarcarse; pero
Agustín, que estaba determinado a partir solo, recurrió a una vil
estratagema. Fingiendo que iba simplemente a despedir a un amigo, dejó a
su madre orando en la iglesia de San Cipriano y se embarcó sin ella.
Más tarde, escribió en las "Confesiones": "Me atreví a engañarla,
precisamente cuando ella lloraba y oraba por mí". Muy afligida por la
conducta de su hijo, Mónica no dejó por ello de embarcarse para Roma;
pero al llegar a esa ciudad, se enteró de que Agustín había partido ya
para Milán. En Milán conoció Agustín al gran obispo San Ambrosio. Cuando
Mónica llegó a Milán, tuvo el indecible consuelo de oír de boca de su
hijo que había renunciado al maniqueísmo, aunque todavía no abrazaba el
cristianismo. La santa, llena de confianza, pensó que lo haría, sin
duda, antes de que ella muriese.
En
San Ambrosio, por quien sentía la gratitud que se puede imaginar,
Mónica encontró a un verdadero padre. Siguió fielmente sus consejos,
abandonó algunas prácticas a las que estaba acostumbrada, como la de
llevar vino, legumbres y pan a las tumbas de los mártires; había
empezado a hacerlo así, en Milán, como lo hacía antes en Africa; pero en
cuanto supo que San Ambrosio lo haba prohibido porque daba lugar a
algunos excesos y recordaba las "parentalia" paganas, renunció a las
costumbres. San Agustín hace notar que tal vez no hubiese cedido tan
fácilmente de no haberse tratado de San Ambrosio. En Tagaste Mónica
observaba el ayuno del sábado, como se acostumbraba en Africa y en Roma.
Viendo que la práctica de Milán era diferente, pidió a Agustín que
preguntase a San Ambrosio lo que debía hacer. La respuesta del santo ha
sido incorporada al derecho canónico: "Cuando estoy aquí no ayuno los
sábados; en cambio, ayuno los sábados cuando estoy en Roma. Haz lo mismo
y atente siempre a la costumbre de la iglesia del sitio en que te
halles". Por su parte, San Ambrosio tenía a Mónica en gran estima y no
se cansaba de alabarla ante su hijo. Lo mismo en Milán que en Tagaste,
Mónica se contaba entre las más devotas cristianas; cuando la reina
madre, Justina, empezó a perseguir a San Ambrosio, Mónica fue una de las
que hicieron largas vigilias por la paz del obispo y se mostró pronta a
morir por él.
Finalmente,
en agosto del año 386, llegó el ansiado momento en que Agustín anunció
su completa conversión al catolicismo. Desde algún tiempo antes, Mónica
había tratado de arreglarle un matrimonio conveniente, pero Agustín
declaró que pensaba permanecer célibe toda su vida. Durante las
vacaciones de la época de la cosecha, se retiró con su madre y algunos
amigos a la casa de verano de uno de ellos, que se llamaba Verecundo, en
Casiciaco. El santo ha dejado escrita en sus "confesiones" algunas de
las conversaciones espirituales y filosóficas en que pasó el tiempo de
su preparación para el bautismo. Mónica tomaba parte en esas
conversaciones, en las que demostraba extraordinaria penetración y buen
juicio y un conocimiento poco común de la Sagrada Escritura. En la
Pascua del año 387, San Ambrosio bautizó a San Agustín y a varios de sus
amigos. El grupo decidió partir al Africa y con ese propósito, los
catecúmenos se trasladaron a Ostia, a esperar un barco. Pero ahí se
quedaron, porque la vida de Mónica tocaba a su fin, aunque sólo ella lo
sabía. Poco antes de su última enfermedad, había dicho a Agustín: "Hijo,
ya nada de este mundo me deleita. Ya no sé cual es mi misión en la
tierra ni por qué me deja Dios vivir, pues todas mis esperanzas han sido
colmadas. Mi único deseo era vivir hasta verte católico e hijo de Dios.
Dios me ha concedido más de lo que yo le había pedido, ahora que has
renunciado a la felicidad terrena y te has consagrado a su servicio".
En
Ostia se registran los últimos coloquios entre madre e hijo, de los que
podemos deducir la gran nobleza de alma de esta incomparable mujer, de
no común inteligencia ya que podía intercambiar pensamientos tan
elevados con Agustín: "Sucedió, escribe en el capítulo noveno de las Confesiones,
que ella y yo nos encontramos solos, apoyados en la ventana, que daba
hacia el jardín interno de la casa en donde nos hospedábamos, en Ostia.
Hablábamos entre nosotros, con infinita dulzura, olvidando el pasado y
lanzándonos hacia el futuro, y buscábamos juntos, en presencia de la
verdad, cual sería la eterna vida de los santos, vida que ni ojo vio ni
oído oyó, y que nunca penetró en el corazón del hombre".
Lo último que pidió a sus dos hijos fue que no se olvidaran de rezar por el descanso de su alma.
Mónica
había querido que la enterrasen junto a su esposo. Por eso, un día en
que hablaba con entusiasmo de la felicidad de acercarse a la muerte,
alguien le preguntó si no le daba pena pensar que sería sepultada tan
lejos de su patria. La santa replicó: "No hay sitio que esté lejos de
Dios, de suerte que no tengo por qué temer que Dios no encuentre mi
cuerpo para resucitarlo". Cinco días más tarde, cayó gravemente enferma.
Al cabo de nueve días de sufrimientos, fue a recibir el premio
celestial, a los cincuenta y cinco años de edad. Era el año 387. Agustín
le cerró los ojos y contuvo sus lágrimas y las de su hijo Adeodato,
pues consideraba como una ofensa llorar por quien había muerto tan
santamente. Pero, en cuanto se halló solo y se puso a reflexionar sobre
el cariño de su madre, lloró amargamente. El santo escribió: "Si alguien
me critica por haber llorado menos de una hora a la madre que lloró
muchos años para obtener que yo me consagre a Ti, Señor, no permitas que
se burle de mí; y, si es un hombre caritativo, haz que me ayude a
llorar mis pecados en Tu presencia". En las "Confesiones", Agustín pide a
los lectores que rueguen por Mónica y Patricio. Pero en realidad, son
los fieles los que se han encomendado, desde hace muchos siglos, a las
oraciones de Mónica, patrona de las mujeres casadas y modelo de las
madres cristianas.
Se cree que las reliquias de la santa se conservan en la iglesia de S. Agostino.
SANTA MÓNICA
332-387
1. ORACIONES
332-387
1. ORACIONES
- Festividad:
27 de agosto.
- Patrona: víctimas
de abusos, alcohólicos, matrimonios con problemas, hijos
rebeldes, amas de casa, mujeres casadas, madres, víctimas
de adulterio, infelices, víctimas de abusos verbales,
viudas, esposas.
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ORACIÓN
A SANTA MÓNICA
Gloriosa Santa Mónica,
modelo de madres. Tu vida la admiramos en los vaivenes de tu
hogar y sobre todo, siguiendo a tu hijo Agustín. Supiste
atraer a tu esposo hacia Dios e igualmente a aquel hijo que había
perdido la fe. Le seguías llamándole, orando, llorando...
Consíguenos que comprendamos el papel sagrado de las madres
y su influencia en el hogar. Confiamos nuestra familia a tu protección.
NOVENA BREVE
Querida Santa Mónica,
esposa y madre preocupada, muchas tristezas se clavaron en tu
corazón durante tu vida. Sin embargo, nunca te desesperaste
o perdiste la fe. Con confianza, persistencia y profunda fe rezaste
diariamente por la conversión de tu amado esposo, Patricio,
y tu amado hijo, Agustín.Concédeme la misma fortaleza, paciencia y confianza en el Señor. Intercede por mi, querida Santa Mónica, para que Dios pueda escuchar favorablemente mi súplica (mencione aquí su petición) y me conceda la gracia de aceptar su voluntad en todas las cosas, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN
PARA PEDIR POR LOS HIJOS
A ti recurro por ayuda e instrucciones,
Santa Mónica, maravillosa ejemplo de firme oración
por los niños. En tus amorosos brazos yo deposito mi hijo(a)
(mencionar aquí los nombres), para que por medio
de tu poderosa intercesión puedan alcanzar una genuina
conversión a Cristo Nuestro Señor. A ti también
apelo, madre de las madres, para que pidas a nuestro Señor
me conceda el mismo espíritu de oración incesante
que a ti te concedió. Todo esto te lo pido por medio del
mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.
PARA PEDIR POR
LA PAZ EN LA FAMILIA
Oh santa Mónica, que
por medio de tu paciencia y plegarias obtuviste de Dios la conversión
de tu marido y la gracia de vivir en paz con él; obten
para nosotros, te suplicamos, la bendición de Dios omnipotente,
para que la verdadera armonía y paz reinen en nuestras
casas, y que todos los miembros de nuestras familias puedan alcanzar
la vida eterna. Amén.
POR LAS MADRES
Madre ejemplar del gran Agustín,
durante 30 años perseguiste de modo perseverante a tu
hijo rebelde con amor, afección, perdón, consejo
y rezos que clamaban al cielo. Intercede por todas las madres
en este nuestro día para que puedan aprender a conducir
a sus hijos a Dios y su Santa Iglesia. Enséñalas
cómo permanecer cerca de sus hijos, incluso de aquellos
hijos e hijas pródigos que tristemente se han extraviado.
Amén
ORACIÓN
DE SÚPLICA
Oh Dios, que observaste las
devotas lágrimas y ruegos de Santa Mónica y le
concediste por escuchar sus rezos la conversión de su
marido y el regreso penitente de su hijo, Agustín, concédenos
la gracia de implorarte también con verdadero celo, para
que así podamos obtener como ella, la salvación
de nuestra alma y las almas de nuestros allegados. Por Cristo
Nuestro Señor. Amén.Santa Mónica, madre de san Agustín
Un hijo de muchas lágrimas
Mónica era africana, de Tagaste, región tunecina, nacida el año 331. Hija de
familia cristiana noble, pero pobre, fue educada inicialmente en la piedad,
ascesis y letras por una criada solícita.
En
su juventud formó parte de la comunidad de creyentes que vivió duras
experiencias de persecuciones contra los cristianos, y muertes martiriales. ¡En
aquellos tiempos pocos males se podían temer tanto como las crueldades de una
persecución impía!
A
sus veinte años contrajo matrimonio con el joven Patricio, un hombre pagano en
religión e infiel en moral, que la hizo pasar sufrimientos desmedidos. Pero
afortunadamente, vencido por la honradez de Mónica, murió después de recibir el
bautismo. Tuvieron tres hijos: dos de ellos no les crearon problemas; pero el
tercero, Agustín, fue amor y espina de dolor de su madre por sus devaneos
culturales, religiosos, familiares.
Tras
no pocas peripecias, un día Agustín, maestro en artes, se marchó de Tagaste a
Roma, y dejó a su madre en Tagaste. Ella, que vivía con el corazón del hijo,
siguió sus pasos, y acabó dando con él en Milán. Cuando eso sucedía, Agustín
había cambiado ya mucho, y se estaba volviendo más reflexivo sobre sí mismo.
Entonces Mónica buscó al Pastor de la diócesis, y tuvo la oportunidad de ponerlo
en contacto con san Ambrosio. Éste trabajó amablemente con Agustín y Agustín se
convirtió a Cristo. Recibió el bautismo en abril del año 387.
En
esas favorables circunstancias, Mónica, cumplida la misión de salvar a su hijo,
volviéndolo sinceramente a Cristo, intensificó su profunda entrega a Dios y a la
oración, dando gracias y preparando su encuentro con el Padre. Falleció
santamente ese mismo año 387.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, Tú inspiraste a san Ambrosio estas bellas palabras, ‘¡No
puede perderse un hijo de tantas lágrimas!; Tú convocaste a Agustín para que
retornara de la infidelidad a la gracia; Tú coronaste de gloria a una madre que
vivía sólo para Ti y para tus hijos. Concédenos a nosotros la gracia del amor,
del dolor, de las lágrima, de la conversión definitiva a Ti. Amén.
Palabra de salvación
Primera carta a los tesalonicenses 2, 9-13:
“Hermanos: recordad nuestros esfuerzos y fatigas, pues estuve trabajando día y
noche para no serle gravoso a nadie, y proclamamos el Evangelio de Dios entre
vosotros.
Vosotros sois testigos, y Dios también, de lo leal, recto e irreprochable que
fue nuestro proceder con vosotros los creyentes, pues trabajamos personalmente
con cada uno de vosotros, como un padre con sus hijos... También, por nuestra
parte, no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios
que os predicamos, la acogisteis cual es, como palabra suya...”
Tenemos a la vista el comportamiento de un apóstol fiel: va de la mano de Dios,
vive inmerso en la vida y preocupación de los hermanos, trabaja con absoluta
lealtad; y da gracias a Dios porque la Palabra fructifica.
Evangelio según san Lucas 7, 11-17:
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus
discípulos y mucho gentío. Cuando estaba cerca de la ciudad, acababan de
enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío
considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla, a Jesús le dio lástima y le dijo: No llores. Jesús se acercó al ataud
(los que lo llevaban se pararon) y dijo: ¡Muchacho, a ti te digo, levántate!.
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entrego a su madre...”
La
liturgia utiliza este pasaje evangélico relacionando la actitud de la
madre-viuda que llora por su hijo con la actitud de santa Mónica que llora por
Agustín. Las lágrimas de fe y amor dan su fruto.
Momento de reflexión
Conversación final de san Agustín con su madre, Mónica:
‘Cuando
ya se acercaba el día de su muerte –día por ti conocido, Señor, y que nosotros
ignorábamos—, sucedió, por tus ocultos designios, como lo creo firmemente, que
nos encontramos ella y yo solos, apoyados en una ventana que daba al jardín
interior de la casa donde nos hospedábamos, allí en Ostia Tiberina, donde,
apartados de la multitud, nos rehacíamos de la fatiga del largo viaje, próximos
a embarcarnos.
Hablábamos, pues, los dos solos, muy
dulcemente y, olvidando lo que queda atrás y lanzándonos hacia lo que veíamos
por delante, nos preguntábamos ante la verdad presente, que eres Tú, cómo sería
la vida eterna de los santos...., y abríamos la boca de nuestro corazón, ávidos
de las corrientes de tu fuente, la fuente de vida que hay en ti.
Tales cosas decía yo, aunque no de este modo
ni con estas mismas palabras. Sin embargo, tú sabes, Señor, que cuando
hablábamos aquel día de estas cosas..., ella dijo:
‘Hijo, por lo que a mí respecta, ya nada me deleita en esta
vida.
Qué es lo que hago aquí, y por qué estoy aún aquí, lo ignoro,
pues no espero ya nada de este mundo. Una sola cosa me hacía desear que mi vida
se prolongara por algún tiempo: el deseo de verte cristiano católico, antes de
morir. Dios me lo ha concedido con creces, ya que te veo convertido en uno de
sus siervos, habiendo renunciado a la felicidad terrena. ¿Qué hago ya en este
mundo?’
No recuerdo muy bien lo que le respondí, pero
al cabo de cinco días o poco más cayó en cama con fiebre. Y, estando así
enferma, un día sufrió un colapso y perdió el sentido por un tiempo. Nosotros
acudimos corriendo, mas pronto recobró el conocimiento, nos miró a mí y a mi
hermano allí presentes, y nos dijo en tono de interrogación: ‘¿Dónde estaba?’
Después, viendo que estábamos aturdidos por la
tristeza, nos dijo: ‘Enterrad aquí a vuestra
madre...
‘Confesiones’ lib. 9,cc. 10.11
2.
CLARETIANOS 2002
La Iglesia recuerda hoy a una gran mujer: Santa
Mónica, madre de San Agustín. La tradición e incluso el arte la recuerda como la
madre sufriente, que con sus lágrimas consiguió la conversión de Agustín. Sin
duda, mucho amor y mucha fe tenían que llevar estas lágrimas. Más aún, mucha
confianza tuvo que depositar esta mujer en el hijo que ella veía alejarse cada
vez más de Dios y de sí mismo. Este es el gran milagro: ver en las personas
mucho más de lo que resulta evidente, creer en ellos más allá de lo que parecen
poder dar de sí. Mónica lo supo ver con Agustín, hasta el punto que él mismo
afirmaba que su vida y vocación no hubieran sido posibles sin ella. Seguramente,
cada uno de nosotros podríamos poner delante de Dios hoy rostros concretos de
personas que, como Mónica, creyeron en nosotros y, por qué no, incluso quizá en
algún momento lloraron por nosotros y, misteriosamente, son hoy garantes,
testigos, cimientos de nuestra propia vocación, de nuestro ser quien es cada
uno.
3. DOMINICOS 2004
Señora, no es posible que se pierda el hijo
de tantas lágrimas (S. Ambrosio a santa Mónica)
Grande ha sido el esfuerzo de vuestro amor y también el aguante de vuestra esperanza (Pablo a los tesalonicenses)
Mónica era africana, de Tagaste, región tunecina, nacida el año 331, hija de familia cristiana noble y pobre. Educada en la piedad, ascesis y letras por una criada, formó parte de la comunidad de creyentes que vivió la dura experiencia de persecuciones contra cristianos, y muertes. Recordemos que en aquellos días pocos males se podían temer tanto como las crueldades de una persecución impía.
A sus veinte años contrajo matrimonio con un joven, Patricio, pagano en religión e infiel en moral. Patricio la hizo pasar por sufrimientos desmedidos, pero, al fin, fue convencido por la honradez de Mónica, y murió después de recibir el bautismo.
En el matrimonio tuvieron tres hijos: dos de ellos no les crearon problemas, pero Agustín, el más pequeño, fue como espina clavada en el corazón de su madre, no tanto en el de su padre, por sus devaneos culturales, religiosos, familiares. Pasados años de estudio, y realizadas numerosas peripecias, Agustín, culto y buen retórico, se escapó a Roma, dejando a su madre en Tagaste. Pero ella fue a buscarlo y dio con él en Milán.
Para entonces, Agustín había cambiado ya mucho y estaba mucho más receptivo y reflexivo, y Mónica lo puso en contacto con san Ambrosio, personaje santo que medió intensamente en su conversión a Cristo.
En abril del año 387, Agustín recibió el bautismo, y con ello Mónica estimó que se había cumplido la misión que tenía asignada, salvar a su hijo. Ese mismo año, entregada a Dios y a la oración, falleció santamente en manos de Agustín.
Grande ha sido el esfuerzo de vuestro amor y también el aguante de vuestra esperanza (Pablo a los tesalonicenses)
Mónica era africana, de Tagaste, región tunecina, nacida el año 331, hija de familia cristiana noble y pobre. Educada en la piedad, ascesis y letras por una criada, formó parte de la comunidad de creyentes que vivió la dura experiencia de persecuciones contra cristianos, y muertes. Recordemos que en aquellos días pocos males se podían temer tanto como las crueldades de una persecución impía.
A sus veinte años contrajo matrimonio con un joven, Patricio, pagano en religión e infiel en moral. Patricio la hizo pasar por sufrimientos desmedidos, pero, al fin, fue convencido por la honradez de Mónica, y murió después de recibir el bautismo.
En el matrimonio tuvieron tres hijos: dos de ellos no les crearon problemas, pero Agustín, el más pequeño, fue como espina clavada en el corazón de su madre, no tanto en el de su padre, por sus devaneos culturales, religiosos, familiares. Pasados años de estudio, y realizadas numerosas peripecias, Agustín, culto y buen retórico, se escapó a Roma, dejando a su madre en Tagaste. Pero ella fue a buscarlo y dio con él en Milán.
Para entonces, Agustín había cambiado ya mucho y estaba mucho más receptivo y reflexivo, y Mónica lo puso en contacto con san Ambrosio, personaje santo que medió intensamente en su conversión a Cristo.
En abril del año 387, Agustín recibió el bautismo, y con ello Mónica estimó que se había cumplido la misión que tenía asignada, salvar a su hijo. Ese mismo año, entregada a Dios y a la oración, falleció santamente en manos de Agustín.
4. SANTA MONICA
LA VIUDA DE TAGASTE QUE RESUCITA A SU HIJO AGUSTÍN
Por Jesús Martí Ballester
TAGASTE Y SU MATRIMONIO
Cuando finalizaba ya el Imperio Romano, nace Mónica en Tagaste, de padres ricos venidos a menos. Como cristianos la educaron en la fe, pero quien mas influyo en su educación fue una criada que ya había educado a su mismo padre. A los veinte años se casó con Patricio, pagano y de temperamento muy violento y dominado por las pasiones. Mónica es modesta, suave, recatada... El primer año de casada le nace Agustin, y a éste le seguirá Navigio y Perpetua. Navigio no abandonará nunca a su madre. Perpetua se casará y quedará viuda pronto. Cuando su hermano Agustin ya sea sacerdote ingresará en un monasterio de Africa donde vivirá toda su vida.
UNA ESPOSA CON PROBLEMAS QUE VENCE CON SUS VIRTUDES
Pronto empezaron los problemas con su esposo. Pero la prudencia y bondad de Mónica hace que todo se quede en casa y no airea nada desagradable, como acostumbran tantas esposas hoy que viven en la televisión basura de propalar sus martirios conyugales. Mónica se dedica a formar a sus hijos con toda su alma. Los dos pequeños no le causan problemas: son dóciles, sencillos y no gozan de las cualidades extraordinarias de su hermano mayor quien desde pequeñín tiene una recia personalidad.
LA SUEGRA
La madre de Patricio es parecida a él, mejor, él ha salido a su madre, ¡ay los genes!: colérica, de muy mal carácter, autoritaria. Mónica poco a poco se la gana con su dulzura y buenos modales procurando darle gusto en todo cuanto ella quiere. Se la ganó "con atenciones y perseverando en sufrirla con mansedumbre". Buen modelo de nueras. A pesar del carácter y de las infidelidades de su esposo nunca le contestó ni con obras ni con palabras. Tenía una paciencia enorme con él: "Porque esperaba, Señor, que vuestra misericordia viniese sobre el, para que creyendo en Vos, se hiciese casto", dice ella, como así sucedió.
SEGUIMIENTO DE AGUSTIN POR MONICA
Agustín había viajado a Milán, donde encuentra a San Ambrosio, que ha conseguido que se haga catecúmeno. Mónica le ha seguido por mar y tierra y sabe que su hijo ya no es maniqueo pero tampoco católico. No es lo que ella espera pero sigue rezando y llorando, visitando las tumbas de los mártires y visitando a San Ambrosio, que descubrió en Mónica un alma excepcional y privilegiada.
LAS LÁGRIMAS DE MÓNICA
“No se puede perder hijo de tantas lágrimas”, había profetizado un obispo africano. Ella veía a su hijo Agustín ricamente adornado por el Señor, pero desviado y desorientado. Le seguía a todas partes. Ha hecho cuanto ha podido por la conversión de su hijo. Y por fin salta de gozo "aquella noche en la que yo me partí a escondidas; y ella se quedo orando y llorando", dice Agustin. Sus lágrimas dieron su fruto. “Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares”. Cuando tenía 56 años y Agustin 33 tuvo el inmenso consuelo de verle cristiano y en camino de santidad. No se había equivocado. Si hubiera más madres que lloraran a sus hijos muertos como la viuda de Naím, enterrarían a menos hijos resucitados por las lágrimas de sus madres. ¡Ya podía morir tranquila! Y para esto meditamos las vidas de los santos, porque siguieron a Cristo y nos enseñan el camino, que todos han recorrido con dificultades y nos han dejado su vida como ejemplo, a la vez que interceden por sus hermanos, nosotros, que aún peregrinamos en la tierra.
ASOMADOS A LA VENTANA
En Ostia, esperando embarcar para Africa, asomados a la ventana, Agustín y su madre conversaban dulcísimamente, olvidados de todo lo pasado y reflexionando sobre el futuro, preguntándonos cómo será aquella vida eterna, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni saboreó el corazón del hombre, y suspiraban por aquella sabiduría, contemplando aquella felicidad inmutable. Fue un verdadero éxtasis común. Se contagiaron. Mónica era feliz, su hijo, ya era cristiano, para ella sólo quedaba la esperanza de la vida eterna.
Estas son las palabras de Mónica, que San Agustín refiere en sus Confesiones: "¿Qué hago ya en este mundo? Enterrad este cuerpo donde queráis, ni os preocupe más su cuidado. Una sola cosa os pido, que os acordéis de mi ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde os hallareis". Así decía poco antes de morir a sus hijos Santa Mónica, modelo de esposas, madres, suegras y nueras.
SU MUERTE
Por fin, Mónica, acompañada por sus hijos, en el año 387, despertó para el cielo. "Yo le cerré los ojos, escribe San Agustín en sus Confesiones. Una inmensa tristeza inundó mi corazón que se resolvió en lágrimas, pero mis ojos, bajo el mandato imperioso de mi voluntad, las contenían hasta el punto de secarse... Mas el joven Adeodato, cuando mi madre dio el último suspiro, comenzó a llorar a gritos. En mi corazón se había abierto una nueva llaga, aunque la muerte de mi madre no tenía nada de lastimoso y no era una muerte total: la pureza de su vida lo atestiguaba, y nosotros lo creíamos con una fe sincera y por razones seguras" (Conf. IV, 9).
LA VIUDA DE TAGASTE QUE RESUCITA A SU HIJO AGUSTÍN
Por Jesús Martí Ballester
TAGASTE Y SU MATRIMONIO
Cuando finalizaba ya el Imperio Romano, nace Mónica en Tagaste, de padres ricos venidos a menos. Como cristianos la educaron en la fe, pero quien mas influyo en su educación fue una criada que ya había educado a su mismo padre. A los veinte años se casó con Patricio, pagano y de temperamento muy violento y dominado por las pasiones. Mónica es modesta, suave, recatada... El primer año de casada le nace Agustin, y a éste le seguirá Navigio y Perpetua. Navigio no abandonará nunca a su madre. Perpetua se casará y quedará viuda pronto. Cuando su hermano Agustin ya sea sacerdote ingresará en un monasterio de Africa donde vivirá toda su vida.
UNA ESPOSA CON PROBLEMAS QUE VENCE CON SUS VIRTUDES
Pronto empezaron los problemas con su esposo. Pero la prudencia y bondad de Mónica hace que todo se quede en casa y no airea nada desagradable, como acostumbran tantas esposas hoy que viven en la televisión basura de propalar sus martirios conyugales. Mónica se dedica a formar a sus hijos con toda su alma. Los dos pequeños no le causan problemas: son dóciles, sencillos y no gozan de las cualidades extraordinarias de su hermano mayor quien desde pequeñín tiene una recia personalidad.
LA SUEGRA
La madre de Patricio es parecida a él, mejor, él ha salido a su madre, ¡ay los genes!: colérica, de muy mal carácter, autoritaria. Mónica poco a poco se la gana con su dulzura y buenos modales procurando darle gusto en todo cuanto ella quiere. Se la ganó "con atenciones y perseverando en sufrirla con mansedumbre". Buen modelo de nueras. A pesar del carácter y de las infidelidades de su esposo nunca le contestó ni con obras ni con palabras. Tenía una paciencia enorme con él: "Porque esperaba, Señor, que vuestra misericordia viniese sobre el, para que creyendo en Vos, se hiciese casto", dice ella, como así sucedió.
SEGUIMIENTO DE AGUSTIN POR MONICA
Agustín había viajado a Milán, donde encuentra a San Ambrosio, que ha conseguido que se haga catecúmeno. Mónica le ha seguido por mar y tierra y sabe que su hijo ya no es maniqueo pero tampoco católico. No es lo que ella espera pero sigue rezando y llorando, visitando las tumbas de los mártires y visitando a San Ambrosio, que descubrió en Mónica un alma excepcional y privilegiada.
LAS LÁGRIMAS DE MÓNICA
“No se puede perder hijo de tantas lágrimas”, había profetizado un obispo africano. Ella veía a su hijo Agustín ricamente adornado por el Señor, pero desviado y desorientado. Le seguía a todas partes. Ha hecho cuanto ha podido por la conversión de su hijo. Y por fin salta de gozo "aquella noche en la que yo me partí a escondidas; y ella se quedo orando y llorando", dice Agustin. Sus lágrimas dieron su fruto. “Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares”. Cuando tenía 56 años y Agustin 33 tuvo el inmenso consuelo de verle cristiano y en camino de santidad. No se había equivocado. Si hubiera más madres que lloraran a sus hijos muertos como la viuda de Naím, enterrarían a menos hijos resucitados por las lágrimas de sus madres. ¡Ya podía morir tranquila! Y para esto meditamos las vidas de los santos, porque siguieron a Cristo y nos enseñan el camino, que todos han recorrido con dificultades y nos han dejado su vida como ejemplo, a la vez que interceden por sus hermanos, nosotros, que aún peregrinamos en la tierra.
ASOMADOS A LA VENTANA
En Ostia, esperando embarcar para Africa, asomados a la ventana, Agustín y su madre conversaban dulcísimamente, olvidados de todo lo pasado y reflexionando sobre el futuro, preguntándonos cómo será aquella vida eterna, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni saboreó el corazón del hombre, y suspiraban por aquella sabiduría, contemplando aquella felicidad inmutable. Fue un verdadero éxtasis común. Se contagiaron. Mónica era feliz, su hijo, ya era cristiano, para ella sólo quedaba la esperanza de la vida eterna.
Estas son las palabras de Mónica, que San Agustín refiere en sus Confesiones: "¿Qué hago ya en este mundo? Enterrad este cuerpo donde queráis, ni os preocupe más su cuidado. Una sola cosa os pido, que os acordéis de mi ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde os hallareis". Así decía poco antes de morir a sus hijos Santa Mónica, modelo de esposas, madres, suegras y nueras.
SU MUERTE
Por fin, Mónica, acompañada por sus hijos, en el año 387, despertó para el cielo. "Yo le cerré los ojos, escribe San Agustín en sus Confesiones. Una inmensa tristeza inundó mi corazón que se resolvió en lágrimas, pero mis ojos, bajo el mandato imperioso de mi voluntad, las contenían hasta el punto de secarse... Mas el joven Adeodato, cuando mi madre dio el último suspiro, comenzó a llorar a gritos. En mi corazón se había abierto una nueva llaga, aunque la muerte de mi madre no tenía nada de lastimoso y no era una muerte total: la pureza de su vida lo atestiguaba, y nosotros lo creíamos con una fe sincera y por razones seguras" (Conf. IV, 9).
SANTA MÓNICA - MADRE DE SAN AGUSTÍN
"Enterrad este mi cuerpo donde queréis, ni os preocupa más su cuidado. Una sola cosa os pido, que os acordéis de mí ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde os hallareis". Así decía poco antes de morir a sus hijos y demás deudos aquella mujer que fue Santa Mónica, modelo de esposas, madres, suegras y nueras.
Y su ínclito hijo, el Doctor de Hipona, San Agustín, escribió en sus Confesiones: "Yo le cerré los ojos. Una inmensa tristeza inundó mi corazón presto a enmudecer en lágrimas, pero mis ojos, bajo el mandato imperioso de mi voluntad, las contenían hasta el punto de secarse... La muerte de mi madre no tenía nada de lastimoso y no era una muerte total: la pureza de su vida lo atestiguaba, y nosotros lo creíamos con una fe sincera y por razones seguras" (Conf. IV, 9-11).
Nació en Tagaste al final del imperio Romano, de padres ricos pero venidos a menos. Eran cristianos y la educaron en la fe en Jesucristo, pero quien más influyó en su educación fue una criada que ya había educado a su mismo padre, lo que indica la gran influencia que como ama de casa tenía en aquella familia.
A los veinte años contrae matrimonio con Patricio, que era de noble familia también, pero venida a menos. Era pagano y de temperamento muy violento. Las pasiones bullían en su corazón y en su cuerpo. Mónica es lo contrario: modesta, suave, recatada... A los veinte años tiene el primer hijo: Agustín. Después le seguirán dos hermanitos más Navigio y Perpetua. Navigio no abandonará nunca a su madre. Perpetua se casa y queda viuda muy pronto. Cuando su hermano Agustín sea ya sacerdote ingresará en un convento de África donde pasará toda su vida.
Pronto empezaron los problemas con su esposo. Pero la prudencia y bondad de Mónica hace que todo se quede en casa y nada desagradable lo airea por ahí como hacen tantas vecinas que cuentan sus martirios conyugales. Mónica se dedica a formar a sus hijos con toda su alma. Los dos pequeños no le causan problemas: son dóciles, sencillos y no gozan de las cualidades extraordinarias de su hermano mayor quien desde pequeñez goza de una recia personalidad.
La madre de Patricio es parecida a él: celérica, de muy mal carácter, autoritaria. Pero poco a poco se la gana Mónica con su dulzura y buenos modales procurando darle gusto en todo cuanto ella quiere. Se la ganó "con atenciones y perseverando en sufrirla con mansedumbre". Buen modelo de nueras.
A pesar del carácter y de las infidelidades de su esposo nunca le contestó ni con obras ni con palabras. Tenía una paciencia enorme con él. Dice ella misma: "Porque esperaba, Señor, que vuestra misericordia viniese sobre él, para que creyendo en Vos, se hiciese casto", como así sucedió.
Las lágrimas gruesas y frecuentes de Mónica eran para y por su hijo Agustín. Ella le veía ricamente adornado por el Señor, pero caminando por desvíos peligrosos. Le seguía a todas partes. Pone ante él cuantos medios puede para que le llegue su conversión... Y por fin salta de gozo "aquella noche en la que yo me partí a escondidas; y ella se quedó orando y llorando", dice el protagonista Agustín. Sus lágrimas dieron su fruto. Cuando tenía 56 años y Agustín 33 tiene el inmenso consuelo de verle hecho cristiano y camino de la santidad. No se equivocó. Ya podía morir tranquila. Le acompañan sus hijos. Es el 387.
Oración a Santa Mónica
La paciencia todo lo alcanza
Santa
Mónica, una mujer increíble. Madre de muchos hijos, entre ellos el
genial y talentoso San Agustín –que le sacó “canas verdes”-.
Agustín
era inteligente, brillante, apasionado, ardoroso, profesor
universitario, tuvo un hijo natural y se involucró en cuanta disputa
había en su época. Su madre con paciencia, con oración y buenos consejos
lo acompañó siempre.
Súbitamente
a los 33 años se convirtió, luego se hizo sacerdote, fue consagrado
Obispo y es de los pensadores más geniales que tiene la Iglesia hasta
hoy.
LA ÚNICA ORACIÓN QUE SE PIERDE, ES LA QUE NO SE HACE !!!
Confesiones San Agustín - Maniqueo y las lágrimas de Mónica
Patrona:
víctimas de abusos, alcohólicos, matrimonios con problemas, hijos
rebeldes, amas de casa, mujeres casadas, madres, víctimas de adulterio,
infelices, víctimas de abusos verbales, viudas, esposas
ORACIÓN A SANTA MÓNICA
Gloriosa
Santa Mónica, modelo de madres. Tu vida la admiramos en los vaivenes de
tu hogar y sobre todo, siguiendo a tu hijo Agustín. Supiste atraer a tu
esposo hacia Dios e igualmente a aquel hijo que había perdido la fe. Le
seguías llamándole, orando, llorando... Consíguenos que comprendamos el
papel sagrado de las madres y su influencia en el hogar. Confiamos
nuestra familia a tu protección.
NOVENA BREVE
Querida
Santa Mónica, esposa y madre preocupada, muchas tristezas se clavaron
en tu corazón durante tu vida. Sin embargo, nunca te desesperaste o
perdiste la fe. Con confianza, persistencia y profunda fe rezaste
diariamente por la conversión de tu amado esposo, Patricio, y tu amado
hijo, Agustín.
Concédeme
la misma fortaleza, paciencia y confianza en el Señor. Intercede por
mi, querida Santa Mónica, para que Dios pueda escuchar favorablemente mi
súplica (mencione aquí su petición) y me conceda la gracia de
aceptar su voluntad en todas las cosas, por medio de Jesucristo, nuestro
Señor, en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios por los siglos de
los siglos. Amén.
ORACIÓN PARA PEDIR POR LOS HIJOS
A
ti recurro por ayuda e instrucciones, Santa Mónica, maravillosa ejemplo
de firme oración por los niños. En tus amorosos brazos yo deposito mi
hijo(a) (mencionar aquí los nombres), para que por medio de tu
poderosa intercesión puedan alcanzar una genuina conversión a Cristo
Nuestro Señor. A ti también apelo, madre de las madres, para que pidas a
nuestro Señor me conceda el mismo espíritu de oración incesante que a
ti te concedió. Todo esto te lo pido por medio del mismo Cristo Nuestro
Señor. Amén.
PARA PEDIR POR LA PAZ EN LA FAMILIA
Oh
santa Mónica, que por medio de tu paciencia y plegarias obtuviste de
Dios la conversión de tu marido y la gracia de vivir en paz con él;
obten para nosotros, te suplicamos, la bendición de Dios omnipotente,
para que la verdadera armonía y paz reinen en nuestras casas, y que
todos los miembros de nuestras familias puedan alcanzar la vida eterna.
Amén.
POR LAS MADRES
Madre
ejemplar del gran Agustín, durante 30 años perseguiste de modo
perseverante a tu hijo rebelde con amor, afección, perdón, consejo y
rezos que clamaban al cielo. Intercede por todas las madres en este
nuestro día para que puedan aprender a conducir a sus hijos a Dios y su
Santa Iglesia. Enséñalas cómo permanecer cerca de sus hijos, incluso de
aquellos hijos e hijas pródigos que tristemente se han extraviado. Amén
ORACIÓN DE SÚPLICA
Oh
Dios, que observaste las devotas lágrimas y ruegos de Santa Mónica y le
concediste por escuchar sus rezos la conversión de su marido y el
regreso penitente de su hijo, Agustín, concédenos la gracia de
implorarte también con verdadero celo, para que así podamos obtener como
ella, la salvación de nuestra alma y las almas de nuestros allegados.
Por Cristo Nuestro Señor. Amén
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