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Juan Juvenal Ancina, Beato |
Obispo
Martirologio Romano: En Saluzzo, en el Piamonte, beato Juan Juvenal
Ancina, obispo, que, habiendo sido antes médico, fue uno de
los primeros en entrar en el oratorio de san Felipe
Neri (1604).
El Beato Juan Juvenal
Ancina nació en Fossano una pequeña ciudad en Piamonte, el
19 de Octubre de 1545. Sus padres lo bautizaron con
el nombre de "Juvenal", no en honor del
poeta romano, sino en honor del Patrono local a quien
quisieron agradecer la vida del niño, que había estado en
peligro al nacer. San Juvenal, el Patrón de Fossano, había
sido médico, sacerdote y obispo. El pequeño Juvenal no solo
llegaría ser todo eso sino que, como el Patrón, también
llegaría a la gloria de los altares.
Dado que la
familia Ancina gozaba de buena situación económica, tanto Juvenal como
su hermano menor, Juan Mateo, que también sería sacerdote del
Oratorio, tuvieron una esmerada educación.
Juvenal estudió en Montpellier, Padua, Mondovì
y Turín, y se graduó en medicina y filosofía,
doctorándose en ambas. Contando solamente veinticuatro años, fue profesor de
medicina en la Universidad de Turín.
Hombre de gran cultura,
era muy devoto y veía en su profesión un modo
de expandir la Fe tanto en su actitud para
con sus pacientes como en sus enseñanzas. Dándose cuenta de
que el cuidado de las almas es más importante que
el del cuerpo, siempre urgía a los enfermos para que
acudieran a un sacerdote, antes de empezar su tratamiento. Como
recreación, Juvenal escuchaba música, componía versos latinos y jugaba al
ajedrez. Pertenecía a una hermandad religiosa y estudiaba teología por
sus propios medios, aunque parece que puede haber tenido alguna
asociación con los Agustinos. Tal era la vida que llevaba,
cuando en una Misa de Réquiem en el monasterio agustino,
las palabras del «Dies Irae» lo llenaron de terror hacia
el juzgamiento. Durante el regreso a su casa, las palabras
del Profeta Sofonías lo atormentaban: "Cerca está el día del
Señor; próximo está y llega con suma velocidad. Es tan
amarga la voz del día del Señor que lanzarán gritos
de angustia hasta los valientes". Pese a que él había
llevado una vida objetivamente sin culpas, se dio cuenta de
que podía emplear mejor los magníficos talentos que Dios le
había dado. Ese mismo día resolvió abandonar cualquier pequeña vanidad
a la cual hubiera cedido y dedicarse a seguir solamente
los designios de Dios. Se aplicó a la oración y
a las lecturas espirituales para determinar qué era lo que
Dios quería de él.
En 1574 se le pidió que acompañara
a Roma, como médico personal, al embajador del Duque
de Savoya. Llegó a la ciudad al año siguiente, descubriendo
que tenía mucho tiempo libre, decidió sacar provecho de esa
situación y empezó a estudiar Teología nada menos que con
el que después sería San Roberto Bellarmino.
Ya llevaba más
de un año en Roma cuando visitó la recién establecida
Congregación del Oratorio. Obviamente conmovido por la misma, empezó a
asistir a los ejercicios diarios. Escribió sobre esto en una
de las tantas cartas que le envió a su
hermano, Juan Mateo: Hace algunos días, tomé una nueva costumbre, por
las tardes he estado frecuentando el Oratorio de San Juan
de Fiorentini, donde todos los días se dan hermosas conferencias
sobre el Evangelio, virtudes y vicios, historia, historia eclesiástica, y
vidas de santos. Todos los días son tres o cuatro
los que oradores, y la audiencia incluye obispos, prelados, y
otros hombres distinguidos... Los que predican son personas muy versadas
en teología, y de vidas edificantes, y gran espiritualidad.
A su cabeza está un cierto Reverendo Felipe,
ahora un hombre de ya sesenta años, pero estupendo en
varios aspectos, especialmente por su santidad de vida, su admirable
prudencia, y su ingenuidad en idear y promover ejercicios espirituales.
También escribió que Felipe tenía gran reputación de saber descubrir
vocaciones religiosas y que le iba a consultar sobre el
plan que ambos tenían (él y su hermano Juan Mateo),
de entrar en los Cartujos, Ambos hermanos estaban muy impresionados
por un exitoso abogado de Turín que había abandonado todo
para entrar en los Cartujos y habían decidido hacer lo
mismo. San Felipe, disuadió a los hermanos de llevar
a cabo este plan y después de examinar durante algún
tiempo a Juvenal para comprobar su sinceridad, sugirió para ellos
el Oratorio. Ambos fueron aceptados el 1º de octubre de
1578.
Cuatro años más tarde, Juvenal
fue ordenado, y en 1586, fue enviado a Nápoles para
ayudar a la reciente fundación del Oratorio hecha en esa
ciudad. Allí, se dedicó a diferentes actividades. Rápidamente se ganó
la reputación de buen predicador. También hizo uso de sus
talentos musicales para hacer crecer la piedad popular -especialmente recordada
es su ´Tempio Armonico della Beatissima Vergine´, una colección de
canciones espirituales para tres, cinco, ocho y doce voces. Debemos
mencionar que estas canciones nunca fueron parte de la liturgia,
pues Juvenal, con toda razón, pensaba que la música sagrada
hacía la liturgia más solemne y hermosa. También ayudó a
llevar a cabo en Nápoles muchos emprendimientos culturales e involucró
en el trabajo del Oratorio a muchas familias de la
alta aristocracia. A través del ´Oratorio dei Principi´ consiguió introducir
las normas de vida católicas en muchas familias influyentes. En
el otoño de 1596 Juvenal fue llamado a Roma, donde
el Papa Clemente VIII le dijo que había decidido nombrarlo
Obispo de Saluzzo, en el norte de Italia, en donde
la invasión de herejes se había convertido en gran causa
de preocupación. Juvenal no estaba del todo convencido de aceptar
el nombramiento, y no lo hizo hasta agosto de 1602:
tomó posesión de su Diócesis el 6 de marzo de
1603.
El tiempo que estuvo en este cargo fue muy corto,
pues murió -se supone que envenenado-, el 30 de agosto
de 1604. En su agonía, repetía continuamente: "Dulces Jesús y
María, dad paz a mi alma".
Su breve episcopado, sin
embargo, fue fructífero, y se caracterizó por varias iniciativas dirigidas
a ayudar a sus fieles a crecer en piedad y
caridad. Al mes de haberse hecho cargo de la Diócesis,
comenzó el trabajo de reformar las vidas tanto del clero
como de los laicos. Buscando combatir la herejía,
convocó un Sínodo para implementar los decretos del Concilio de
Trento, anunció la fundación de un Seminario, y organizó devociones
para incrementar la adoración al Santísimo Sacramento. También puso gran
énfasis en inculcar la fe en las enseñanzas de la
Iglesia e introdujo el uso del catecismo. Prontamente la
gente lo tuvo en gran estima incluso su inmediato vecino,
el Obispo de Ginebra, Francisco de Sales, quien
apreciaba su humilde y pacífico carácter.
El Beato Juvenal es el
único de los miembros del Oratorio que conoció personalmente a
San Felipe y que llegó a los altares. El
cuerpo del Beato Juvenal descansa en la Catedral de Saluzzo,
bajo un altar dedicado a él.
Fue beatificado por el
Papa León XIII el 9 de febrero de 1890.
¡Felicidades a
quien lleve este nombre!
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