Diálogos en Miraflores
Prólogo
Palabras para el lector
DE
CÓMO NO ESCRIBÍ ESTE LIBRO
Querido
lector: yo no soy el autor de este libro.
Desde
siempre tuve la ilusión de escribir un libro sobre los cartujos. ¿Por qué? Sin
duda por la emoción religiosa y estética que me producían. Recuerdo, de esto
pasaron ya quince años, un domingo que visité la Cartuja de Porta Coeli, en
Valencia. Tuve la fortuna de ser recibido por el P. Prior. Me acompañó por
todas las dependencias, me habló de su estilo de vida, me contó detalles. Todo
aquello cuajó en un reportaje que publicó la prensa de Valencia. Nos volvimos a
ver, fuimos, somos amigos. Me había regalado fotografías, Incluso se dejó
retratar, aunque de espaldas. Y también me viene a la memoria que me invitó a
charlar unos minutos con la Comunidad. Era un domingo, a primeras horas de la
tarde. Volví a mi casa lleno de algo distinto, algo que el mundo no podía dar,
lleno de paz, de Jesucristo. Enriqueció aquella visita, y las posteriores, mi
idea sobre los cartujos, su vida, su espíritu, su vitalidad. Todo el conjunto
me prometía inspiración. Sí, sería muy bello, muy literario, un gran tema,
muy... romántico, muy en mi línea de hacer, el pensar, escribir y realizar un libro
sobre los cartujos, como un «Viaje a la Cartuja».
Pero
pasaron los días, los meses, los años...
Y
llego el 14 de marzo de 1980. Un buen amigo me logró una entrevista con el P.
Prior de la Cartuja de Miraflores en Burgos, entrevista que deseaba publicar en
la revista «Mensajero».
Lo
recuerdo muy bien. Nevaba. A las cuatro en punto de la tarde me recibió el P.
Prior. Le grabe la entrevista sin dificultad. El diálogo transcurrió
magníficamente. Pregunté lo que deseé y me respondió con holgura y total satisfacción.
Acabada la entrevista fuimos a la celda del P. Procurador. Y entonces, entonces
fue. Lo recuerdo con minuciosa exactitud.
La
celda era cuadrada, con estanterías de madera. Éramos cuatro: el P. Prior, el
P. Procurador, mi amigo y yo. Por las ventanas ya entraba el sol. El cielo de
Castilla la Vieja se había abierto. Estaba azul. Miré el paisaje largo, plano,
sin un alma. Todo en la Cartuja era silencio. Nuestras cuatro voces eran casi
como un arpegio a destiempo.
-
¡Cómo me gustaría escribir un libro sobre la Cartuja!
Y
no hizo falta más. El P. Prior me respondió que lo deseaba. Yo tuve la
impresión, subjetiva, que aquel libro, en aquella Cartuja, me estaba esperando.
En breves minutos, menos, en una décima de segundo, me trasladé
imaginativamente a Valencia. Recordé mis vivencias primeras en Porta Coeli. Y
otras Cartujas que había visitado: Val-Sainte, en Suiza; Aula Dei, en Zaragoza;
la Grande Chartreuse, en Grenoble, y las deshabitadas Cartujas de Porto fino y
Florencia. Mientras el P. Prior me animaba, yo viajaba y me sentía feliz.
-
«Todo llega en esta vida, ya está aquí el libro de la Cartuja», me dije en el
alma.
Y...
Dejé
Miraflores. Bajé de la colina cartujana hacia Burgos, quizás demasiado
contento. Porque sí: el tema me gustaba, me inspiraba. tenía tiempo, tenía
editorial, y los cartujos subvencionaban. El completo.
Pero...
Y
también lo recuerdo exactamente.
No
podía ser. En la vida lo bueno se mezcla con lo malo, lo agrio. Por tanto, aquí
debería haber un fallo, un error, algo que modificase este sueño que yo vivía
por las calles de este Burgos austero, heroico y nevado. Todo era demasiado
evidente para que fuera seguro. Siempre hay que sospechar de lo fácil y, mucho
más, si se trata de algo favorable.
Pero
los hechos estaban ahí. Me habían encargado un libro sobre la Cartuja. Todo
estaba claro. Hasta las fechas de escritura, corrección y entrega.
El
sueño hecho realidad quedaba en pie. Haría el libro.
...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
El
30 de abril de 1980, mes y medio después de mi primera visita a Miraflores,
llegué a la Cartuja y me hospedé en ella. Durante algunos días, dialogamos
mucho con el P. Prior y el P. Procurador. Concretamos casi todo.
Estuve
un día, dos, tres, cuatro... no recuerdo con exactitud. Dormí en la Cartuja,
comí de la Cartuja, paseé por la Cartuja, visité toda la Cartuja. No me adapté
a los horarios de la Cartuja. Leí, medité, miré el paisaje y... sobre todo,
oré. Asistí a las misas de los cartujos. Comulgué con los cartujos. Procuré
empaparme, ambientarme al máximo de todo lo que supusiera Cartuja. Más tarde
aquella entrevista del 14 de marzo fue publicada en la revista, «Mensajero», el
1 de noviembre de 1980 con gran aceptación. Y ahora cumpliría mi sueño... ¡el
libro!
Pero...
Poco
a poco, fui dándome cuenta de que algo había cambiado en mi. Y esto me
alegraba. Era como una luz que se me introducía en la mente, en el corazón, en
la sensibilidad, en la misma inspiración y voluntad de escribir. Como si algo
acabara de romperse en mí. Como si mi alma fuera un vaso de cristal hecho
pedazos. Pero me alegraba. Vela las cosas con más realismo. Haría, escribirla
el libro, porque había dejado de soñar.
¿Qué
me había ocurrido en mi segunda visita a Miraflores?
Algo
elemental.
El
magno silencio de la Cartuja, un silencio denso, silencio de hombres recios,
cerrados entre cuatro paredes y de por vida, este silencio que yo ahora vivía
no era el silencio soñado por mí. Era este silencio no un fin sino un medio, un
ambiente para llegar a Dios. Más que de un silencio, se trataba de una soledad,
toda ella puro sacrificio. Aquel silencio se me hacía pura penitencia. De
bello, casi nada; de romántico, nada. De inspirador, poquísimo para mí. De
reflexionador, quizás mucho.
Y
se añadía el no poder hablar con todos y cada uno de los cartujos a la hora y
momento que yo deseara. Dialogar, tratar con ellos, hacerme amigo,
preguntarles, sugerirles, charlar, convivir, enterarme, inspirarme, estar a
gusto con ellos, saborear sus problemas, sus ilusiones, sus historias, sus
intimidades, su vitalidad, su sacrificio, sus tragedias, su soledad, sus
nostalgias... en fin, usar literariamente toda la historia de su vida no me era
concedido.
Porque
yo había ido allí a eso, a escribir una narración partiendo del material «vida
de los cartujos», porque estaba y estoy muy seguro de que sí, que todo hombre,
y muy especialmente un cartujo, tiene una historia íntima que contar y que
puede ser altamente ejemplar el contarla a los demás. Pero nada de esto
conseguí, pues en realidad, no llegué a convivir con ningún cartujo. Mis
conversaciones con los monjes que traté se limitaban a dos puntos: el contenido
del libro y su presentación. Para el contenido, dada mi absoluta ignorancia
sobre el tema, contaba con unos apuntes escritos por los mismos cartujos,
apuntes que contenían la verdadera verdad de los cartujos, única cosa que
querían exponer al posible lector. Y cuanto a la forma y presentación del
libro.., dependía de sus posibilidades económicas, aspecto en el que yo nada
tenía que hacer.
Así
que, de repente, vi que el libro estaba hecho y que mi visión subjetiva,
literaria estaba totalmente fuera de lugar en la Cartuja. Me había equivocado,
había soñado despierto, como intuí en la primera visita a Miraflores.
Con
los dos cartujos que hablé, me encontré siempre muy bien. Con todo observé algo
muy importante: yo podía llegar a conocer las normas de vida de los cartujos,
el estilo de vivir su entrega a Dios, pero de un modo anónimo, abstracto. En
cuanto a conocer cómo vivían individualmente estas normas, cuál era la
tristeza, la felicidad y la nostalgia de los cartujos, cuál era el trabajo
personal de cada monje... de eso, nada. De vida privada, nada.
Con
sencilla suavidad, caridad, claridad y eficacia, los cartujos me habían dado a
entender que no les interesaba un libro literario, aunque fuera bueno, sino un
libro objetivo, aunque fuese menos sugestivo. En resumen, mi libro debía ser un
acto de servicio y no un acto de creación literaria.
Y...
extraño..., esta decisión, esta renuncia a mis proyectos, en lugar de
desanimarme me alegró. Como si, por fin, hubiese visto el camino a seguir.
Y
sin darme cuenta comencé a leer en mi interior. Ahora me sentía más realista,
sentía como si mi interior estuviera lleno de luz, de fuerza, de seriedad.
Pero... había perdido la inspiración. Lo que debía hacer nada tenia que ver con
la literatura; por tanto no sería un libro mío. Y éste era el primer acierto.
Porque de algo me había convencido. La verdad de la Cartuja no se presta a
juego literario. Ni se debe hacer literatura a propósito de la Cartuja. La
Cartuja es algo más. La Cartuja es la versión del Evangelio en clave de
sacrificio radical, con todas las compensaciones que Dios quiera regalar. Si
hay una realidad de la que no se puede prescindir ni un segundo en la Cartuja,
es la de la «gravedad», la de la «seriedad». En un primer momento resulta
triste contemplar el propio fracaso. Pero si se tiene óptima voluntad, en el
fondo este fracaso resulta positivo. Y, muy poco a poco, pero constantemente,
me fui superando y me decidí a colaborar. No haría el libro, pero lo
organizaría. El libro lo escribirían los cartujos. Iban a ser ellos los que
hablasen de su verdad. Y mi literatura no incidirla para nada en el texto. Y
así ha sido.
Me
convertí en un servidor de los cartujos. Quizás demasiado. Pero así es.
El
libro que tiene ante sus ojos, entre las manos, el lector, está escrito por los
mismos cartujos, lo que, por otra parte, es obvio. Mi labor ha sido la de
vivificar su texto, dialogándolo. Y montar un apunte biográfico de la vida de
San Bruno, a partir de un libro que los mismos cartujos me prestaron. Todas y
cada una de las páginas han sido leídas, estudiadas y corregidas por los mismos
cartujos. Su autenticidad cartujana es total. Mejor recomendación no le podría
hacer al lector. Quien lo leyere, leerá a los mismos cartujos.
Porque
yo prescindí de toda labor personal. Incluso, en un principio, pensé reservarme
la descripción del Monasterio y sus dependencias. En esta «visita» al
Monasterio yo habría podido, sin detrimento de la objetividad, poner en juego
todas mis artes literarias, buenas, medianas o mediocres. Pero pensé que mi
visión literaria y por tanto siempre subjetiva, podría desequilibrar el texto,
caracterizado por la objetiva austeridad ascética, propia de los cartujos.
Así
que este libro ha sido la paulatina historia de una renuncia literaria y la
suave ascensión hacia una misión de servicio que, cada día, me llena más. Me
siento muy feliz de haber ofrecido mis posibilidades literarias a mis amigos, a
mis hermanos, a mis compañeros de ilusiones religiosas, los cartujos de Santa
María de Miraflores.
Poco
más me queda por decir. Gracias a la Comunidad cartujana por haberme dado esta
posibilidad de ayudarles. Gracias por el ejemplo que me dieron con su vocación
tan auténticamente vivida. Gracias por su hospitalidad y comprensión. Y
especialmente gracias por la caritativa forma con que me hicieron comprender
que la Cartuja es demasiado seria como para prestarse a un ejercicio literario.
La Cartuja es la historia de la entrega radical a Dios de unas almas, aun
admitidas todas las limitaciones que Dios permite y con las que humilla a los
hombres. Pero queda siempre claro que las vidas de los cartujos son única y
exclusivamente para Dios, que sus vidas personales ni han sido, ni son, ni
serán nunca, nunca, argumento de atracción literaria en el sentido distractivo
de la palabra, aunque sí son y serán objeto de literatura ascética, mística.
Este
libro pretende que, cuantos lo leyeren, sepan que la gracia de la vocación a la
Cartuja es un don muy fuerte de Dios, que Dios puede, quiere darlo, y, de
hecho, lo da a los hombres que se lo piden. Y, sobre todo, que es posible, con
la gracia de Dios, seguir la llamada de la vocación cartujana. Que no es un
imposible. Que es una vida radicalmente entregada a Dios pero no inhumana. Que
los que han seguido, y cada día siguen, esta llamada de Dios, son hombres
entresacados de la vida normal de nuestra sociedad. Hombres que, con ayuda
sobrenatural, se esfuerzan por transformar su persona en «otro Cristo», en
seres «sólo de Dios. Y que son felices, muy felices pudiendo cooperar con el
sacrificio de su vida a la redención del mundo, que viven veinticinco horas al
día con Cristo, fuente de todo bien, de toda luz, de toda esperanza,
Y
acabo. Mi conclusión final fue ésta:
Cartujo = Profeta
de la esperanza.
Capítulo
1. San Bruno, el primer cartujo
Apunte biográfico
JUVENTUD
De sus primeros años apenas sabemos cosa alguna.
Nació en Colonia; era, pues, alemán. Sus padres no carecían de nobleza, o al
menos de cierta notoriedad en la ciudad.
¿En qué fecha nació Bruno? Lo ignoramos. Apoyándonos
en un dato cierto, la fecha de su muerte (6 de octubre de 1101), y en los
acontecimientos de su vida, podemos conjeturar que Bruno nació entre 1024 y
1031. Nosotros, elegiríamos preferentemente el año 1030. Es el que mejor
armoniza con los hechos de la vida de Bruno.
En Colonia vivió Bruno sus primeros años, pero no
conservamos documentos de este período.
En aquella época, sólo los monasterios y las
iglesias tenían escuelas para iniciar a los niños en las letras humanas. ¿A
cuál de ellas asistió Bruno? Nunca se sabrá a ciencia cierta. Pero como fue
nombrado canónigo de la Colegiata de San Cuniberto, ¿se puede deducir que había
estado vinculado de una manera especial a ella? ¿Y este vínculo, no sería de
orden familiar -hoy diríamos parroquial- y, en consecuencia, escolar?
Un hecho parece innegable: desde sus primeros años
reveló Bruno dotes intelectuales poco comunes: porque, joven aún, fue enviado
de Colonia a la célebre escuela de la catedral de Reims. Allí vive en lo
sucesivo; su estancia en París, Tours o Chartres pertenece a la leyenda. Reims
deja huella en Bruno, hasta el punto de que, olvidando su origen alemán, se le
llama más tarde Bruno, el francés.
Las escuelas de Reims, sobre todo la escuela
catedralicia que frecuentó Bruno, eran famosas desde siglos. Gerberto, que un
día sería el Papa Silvestre II, había sido rector. A mediados del siglo IX, el
arzobispo Cuy de Chátillon dio a los estudios un nuevo impulso. Cuando Bruno
llegó allí, las escuelas de Reims estaban en apogeo. Afluían alumnos de
Alemania, de Italia, de toda Europa. Y entre toda esta juventud, la
personalidad de Bruno llamó la atención de sus maestros.
Cuando Bruno tenía alrededor de veinte años, siendo
aún estudiante en la escuela de la Catedral, ocurrió un suceso que dejó honda
huella en su sensibilidad religiosa: el Papa León IX vino a Reims y celebró
allí un Concilio. El 30 de septiembre de 1049, el Papa llegaba a Reims. El 1.°
de octubre hizo la traslación de las reliquias de San Remigio. Al día
siguiente, León IX consagraba la nueva iglesia de la abadía de San Remigio.
¡Qué devoción le tuvo siempre Bruno!
Acabadas las fiestas de San Remigio, el 3 de
octubre, León IX abrió el Concilio. Numerosos arzobispos, obispos y abades
participaron en él; trataron, sobre todo, de la simonía que minaba entonces a
la Iglesia y que urgía extirpar. Comparecieron varios obispos, convictos de
haber comprado su obispado. El Papa y el Concilio los depusieron y
excomulgaron. Después se tomaron las medidas disciplinares para atajar el
mal... Bruno estuvo al corriente de las medidas y decisiones del Concilio, a
las que la presencia del Papa confería una autoridad y solemnidad
excepcionales.
Al despertar su vida de acción, los grandes
problemas de la iglesia gravitaban sobre la conciencia de Bruno. Profundamente
religioso y recto, penetrado de la Sagrada Escritura y de los grandes principios
de la fe, no podía por menos de reflexionar sobre la situación de la Iglesia,
sobre la necesidad de reforma y sobre la orientación que él debía dar a su
vida, para que alcanzase la plenitud de su valor y su fidelidad. De momento le
parece que el Señor le inclina hacia los estudios religiosos, aquí, en Reims.
Se mete de lleno en la vida de la diócesis, se entrega a la enseñanza sagrada.
Terminados sus estudios, ¿vivió Bruno algún tiempo
en París? ¿Volvió por una temporada a Colonia? ¿Recibió las Órdenes sagradas?
¿Predicó? ¿En qué lugares? Puntos oscuros, sobre los que faltan documentos
auténticos. Sólo una alusión de un Título Fúnebre, de la que sería aventurado
sacar conclusiones demasiado concretas: «Multos sermones faciebat per
regiones». Un simple clérigo, con los estudios y títulos de la escuela de
Reims, podía ser llamado a predicar al pueblo, ciertamente.
CANÓNIGO
Y MAESTRESCUELA
El hecho es cierto: Bruno fue canónigo de San
Cuniberto.
Ahora se nos presenta un problema. Entre el fin de
sus estudios personales y su nombramiento para el cargo de maestrescuela, es
decir, de gran canciller de las escuelas de Reims, hacia 1056, ¿qué hizo Bruno?
¿cómo fue su vida? ¿en qué se ocupó? La respuesta se impone. En Reims, menos
que en ninguna otra parte, se puede pensar que confiaran el cargo tan pesado de
«summus didascalus», de responsable supremo de todos los estudios, a ningún
profesor que no hubiera dado pruebas de su capacidad. Si Bruno estuvo en París
o en Colonia, sería por breve tiempo.
Bruno también fue elevado, incluso antes de ser
nombrado maestrescuela, o al menos casi al mismo tiempo, a otra dignidad:
canónigo de la catedral de Reims. No era pequeña distinción pertenecer a este
ilustre cabildo. «Bruno, Ecclesiae Remensis quae nulli inter Gallicanas secunda
est, canonicus...». La Iglesia de Reims no cedía entonces en dignidad a ninguna
Iglesia de Francia, dice la Crónica Magister...
Por lo que conocemos del Cabildo de Reims en esta
época, la vida de Bruno como canónigo se desarrollaba así: vivía fuera del
claustro de la catedral, en una casa que le pertenecía en propiedad; gozaba de
rentas que le permitían llevar una vida confortable y acomodada: tenía criados
y podía invitar a la mesa a sus amigos, ya que la costumbre no imponía a los
canónigos la obligación de tomar todas sus comidas en común. Su principal deber
era participar regularmente en el oficio canónico de la catedral.
¿Trató con los monjes de las abadías vecinas? Saint Thierry
estaba a pocos kilómetros de la ciudad y San Remigio a cuatro pasos de los
muros. En todo caso, las conoció ciertamente, y a medida que maduraba su
proyecto de vida monástica, se debió informar sobre sus observancias. Cuando
partió de Reims para Séche-Fontaine, dos sentimientos le dominaban: una gran
estima y amistad hacia los monjes negros de San Benito, y la convicción de que
no le llamaba el Señor a ese género de vida.
Es evidente que cada miembro del Cabildo, fuera de
las Horas canónicas, podía ordenar su vida a su gusto. Pero si Bruno hubiera
pretendido entonces entregarse a largas horas de contemplación, transformando
su casa en un claustro solitario, no hubiera podido cumplir con las tareas que
le había confiado el arzobispo. Porque en 1056 era maestrescuela, es decir,
director general de los estudios en Reims.
Sería interesante para nosotros conocer la fecha
exacta en que Hérimann, maestrescuela de Reims, obtuvo la dimisión de su cargo,
ya que Bruno le sucedió inmediatamente. Al parecer, esta dimisión tuvo lugar
poco después de la elevación de Gervasio de Cháteau-du-Loir a la sede de Reims
en octubre de 1055. Sin gran peligro de error podemos situarla a fines de 1055
o principios de 1056. La promoción de Bruno a la dignidad de maestrescuela
ocurriría, por consiguiente, durante el año 1056.
La elección era honrosísima para Bruno. El hecho de
que se le designase tan joven para ocupar un puesto tan delicado, significaba
que Hérimann había descubierto en él, no sólo excepcionales dotes para la
enseñanza, sino también cualidades de trato e, incluso, de gobierno. Porque Bruno
sólo tenía 26 ó 28 años. Y Hérimann no se hubiera decidido tan resueltamente
por un hombre de esta edad, si no hubiera estado seguro de que al proponer su
nombramiento al arzobispo Gervasio, contaba con la aprobación implícita del
conjunto de profesores y alumnos de las escuelas.
Contentémonos ahora con espigar en los Títulos
Fúnebres algunos de los elogios que tributaron a Bruno quienes le conocieron:
«Superaba a los doctores y era su maestro...». «Filósofo incomparable, lumbrera
en todas las ciencias...». «Espíritu enérgico, de convincente palabra, superior
a los demás maestros; era un portento de sabiduría; no sólo lo digo yo a
ciencia cierta, sino toda Francia conmigo». «Maestro de gran penetración, luz y
guía en el camino que conduce a las cumbres de la sabiduría...». «Sus lecciones
se hicieron famosas en el mundo...». «Honor y gloria de nuestro tiempo».
Estamos seguros de que, desde la época de su
docencia en Reims, Bruno sobresalía a los ojos de sus discípulos en el
conocimiento de los textos sagrados, sobre todo del Salterio.
Bruno, maestrescuela de Reims, se nos revela primero
como un alma totalmente orientada a los estudios sagrados; luego, como un
«Maestro» y un perfecto amigo y, finalmente, como un hombre cuya autoridad
moral se impone a todos.
Bruno había decidido consagrar su vida al estudio y
a la enseñanza de la fe; las cosas de Dios habían cautivado su corazón y
bastaban para llenar su alma. ¿Hasta qué edad? ¿Durante diez, quince, veinte
años? Faltan documentos...
A
LOS 50 AÑOS... CANCILLER
Fue, sin duda, durante este período cuando el
arzobispo de Reims nombró a Bruno canciller de su Iglesia, para reemplazar a
Odalrico que acababa de morir. ¿Hay que ver en esta elección una muestra de
estima personal o sólo un gesto diplomático? Promover a Bruno era lisonjear a
la opinión pública, sobre todo a la universitaria; era dar pruebas de buena
voluntad, siendo tan viva y general la estima de que gozaba Bruno... Tres
documentos permiten situar en el tiempo el corto período durante el cual
ejerció Bruno su cargo de canciller. Todavía en octubre de 1074 firma Odalrico
los documentos de la cancillería; en cambio, una carta de la abadía de
Saint-Basle, fechada en 1076, está firmada por Bruno; pero en abril de 1078, el
nombre de Godofredo ha reemplazado al de Bruno en los documentos oficiales del
arzobispado. Se puede fijar en 1077 la dimisión de Bruno. Porque a principios
de aquel año se desencadenó la lucha enconada que durante varios años desgarró
a la diócesis de Reims. Por una parte estaban Gregorio VII, su legado en
Francia Hugo de Die y varios canónigos de la catedral, y por la otra, el
arzobispo Manasés, cuyas prevaricaciones habían sido por fin desenmascaradas.
Durante los veinte años que ejerció el cargo de
Maestrescuela de Reims, fue menester que Bruno adquiriera una reputación de
integridad y una autoridad innegables para que Manasés, en último apuro, le
escogiera como canciller para tranquilizar a Gregorio VII sobre sus
intenciones... La pronta dimisión de la cancillería por parte de Bruno, ¿no es
también una nueva prueba de su integridad?
Bruno era hombre justo en el sentido bíblico de la
palabra. Lo mismo que el abad de Saint-Arnould, Guillermo, tuvo muy pronto que
habérselas con Manasés el arzobispo abusivo, y parece que no tuvo paz hasta que
se libró de todo compromiso y recobró su libertad para juzgar, e incluso para
luchar si fuere necesario.
En toda sociedad, sobre todo si está corrompida, el
culto a la Palabra de Dios, el amor de la más elevada amistad y la integridad
que vemos en Bruno, condenan al alma humana a cierta soledad. Un ser puro es,
siempre y en todas partes, un solitario.
Bruno es también un «Maestro». No sólo porque da
lecciones y produce honda huella en sus discípulos, sino sobre todo porque
domina los acontecimientos y los hombres. Se coloca por encima de ellos y los
sobrepasa, viéndolos y juzgándolos desde su altura.
BRUNO...
¿OBISPO?
A los cincuenta años Bruno tenía ante sí un
magnífico porvenir. Se le proponía la primera sede episcopal de Francia,
llamada, «diadema del reino». Bruno era la persona más indicada para este
elevado cargo: su integridad, su ciencia, su lucidez ante situaciones
delicadas, su coraje en los sufrimientos, su fidelidad a la Santa Sede, su
profunda piedad, su exquisito sentido de la amistad, su desprendimiento de las
riquezas y su caridad lo hacían el preferido de todos. Gregorio VII y Hugo de
Die, su legado, habían podido comprobar su integridad en aquella época de
simonía, y habían manifestado públicamente la estima que le profesaban.
¿Quién podría oponerse a esta elección tan anhelada
de todos, tan deseada no sólo para el bien de la Iglesia de Reims, sino para el
bien de toda la Iglesia de Francia?
¿Quién? Nadie, ciertamente.
Nadie, excepto Dios, que habla dejado oír en el
corazón de Bruno la llamada a una vida más perfecta... No habría de ser en la
Iglesia de Reims, ni en la Iglesia de Francia, sino más profundamente, en el
corazón mismo de la Iglesia, donde Bruno daría el testimonio de un puro amor de
Dios.
UNA
CARTA, UN JARDÍN
Allá por las calendas de 1090-1101, es decir, unos
veinte años después de la época de que ahora tratamos, Bruno escribía a su
amigo Raúl le Verd, deán del Cabildo de Reims, una carta que nos da preciosas
luces sobre su vocación personal:
«¿Te acuerdas, amigo mío, del día en que estábamos
juntos tú y yo con Fulcuyo le Borgne, en el jardincillo contiguo a la casa de
Adam, donde entonces me hospedaba? Habíamos hablado, según creo, un buen rato
de los falsos atractivos del mundo y de sus riquezas perecederas, y también de
las delicias inefables de la gloria eterna. Entonces, ardiendo en amor divino,
hicimos una promesa, un voto, dispuestos a abandonar en breve las sombras
fugaces del siglo para consagrarnos a la búsqueda de los bienes eternos, y
recibir el hábito monástico. Lo hubiéramos cumplido en seguida si Fulcuyo no
hubiera partido a Roma, para cuya vuelta aplazamos el cumplimiento de nuestras
promesas. Mas, por prolongarse su estancia y por otros motivos, se resfriaron
los ánimos y se desvaneció nuestro fervor».
El valor de este relato es tanto mayor, cuanto que
los documentos ciertos sobre la vida de San Bruno son muy raros. Aquí tenemos
un testimonio innegable sobre uno de los momentos más decisivos de la
orientación espiritual de nuestro santo.
Para evitar el episcopado debió «huir» secretamente
de la ciudad. Otros (desgraciadamente su afirmación parece gratuita) le
presentan distribuyendo todos sus bienes a los pobres antes de partir, y le
hacen despedirse del clero y del pueblo de Reims con un magnífico sermón. Comentó
el lema que había adoptado: «Pensando en la eternidad, huí lejos y permanecí en
la soledad». Habló con tanta fuerza. unción y autoridad, y la impresión que
produjo fue tan viva y profunda que algunos de sus oyentes se mostraron
dispuestos a seguirle.
¿Cuál era exactamente la intención de Bruno, cuando
con sus dos compañeros hizo su voto en el jardín de la casa de Adam, o cuando
más tarde abandonó Reims? ¿Qué forma de vida había decidido adoptar? ¿Tenía ya
un plan concreto? Para aclarar esta cuestión sólo tenemos la Carta a Raúl le
Verd, escrita más de diez años después de la fundación de «Chartreuse»: «Nos
dispusimos -dice- a abandonar las sombras fugaces del siglo para tratar de
conseguir los bienes eternos, vistiendo el hábito monástico»-. Si tenemos en cuenta
que esta última expresión sólo significaba entonces «abrazar la vida
monástica», sin precisar si había de ser en su forma cenobítica o eremítica, la
Carta a Raúl le Verd sólo nos señala dos puntos claros en la intención de Bruno
y de sus compañeros: su determinación de huir de las vanidades del mundo
consagrándose a la conquista de lo eterno, y su voluntad de apartarse de toda
ocupación y relación secular para darse únicamente a la vida divina de la
gracia.
LA
AVENTURA
En una fecha que no podemos precisar exactamente,
pero que se sitúa entre 1081 y 1083, Bruno abandonó Reims en compañía de Pedro
y Lamberto. Bajaron hacia el Sur, en dirección de Troyes. Allí, a unos 150
kilómetros de Reims y unos 40 al Sudeste de Troyes, en Molesmes, existía desde 1075
una abadía cuyo abad, Roberto, tenía gran reputación de sabiduría y santidad.
Roberto había reagrupado a su alrededor a algunos eremitas del bosque Collan,
cerca de Tonnerre, y los había formado en la vida benedictina. La abadía era
pobre. En 1083 fue necesario que el obispo y señor de Langres hiciera un
llamamiento a sus vasallos para salvar a Molesmes de su miseria. Esta pobreza
favorecía el fervor de los monjes.
Cuando Bruno, Pedro y Lamberto acudieron a Roberto,
acababan de regalar a la abadía de Molesmes la finca de Séche-Fontaine, que no
utilizaban. Estaba a unos ocho kilómetros de Molesmes. Lo suficientemente lejos
para que sus habitantes se consideraran muy distintos de los benedictinos de
Molesmes, y lo suficientemente cerca para que las relaciones fueran fáciles con
la abadía y sobre todo con su santo abad. Además, ¿no era a propósito para la
vida eremítica el bosque Fiel, que rodeaba a Séche-Fontaine? Ya en muchos
rincones de él se habían establecido ermitaños solos o en grupos.
Séche-Fontaine, pues, fue el lugar donde, con la aprobación de Roberto., se
instaló Bruno con sus compañeros. Allí vivieron vida eremítica, «heremitice
vixerant», dice una de las dos cartas de Molesmes que relatan los comienzos de
Séche-Fontaine.
¿Cuánto tiempo duró esta fase de la vida de Bruno?
Un año como mínimo y tres como máximo, según la fecha de la salida de Reims.
Suficiente tiempo en cualquier caso para que otros discípulos se les reuniesen.
Pero Bruno lleva en sí otro ideal de vida religiosa:
se siente impulsado por el Espíritu de Dios al «desierto', y escoge el
eremitismo. Así vemos cómo, acompañado indudablemente de algunos compañeros,
deja Séche-Fontaine y va en busca de un lugar apropiado para la realización de
su proyecto. Esta separación se hizo en un clima de sinceridad y caridad.
Sea como fuere, la nueva partida de Bruno, su salida
de Séche-Fontaine, nos da una luz especial sobre su vocación. Como monje, no se
siente llamado a la vida cenobítica. Quiere la soledad, a solas con el Solo, a
solas con Dios. Este es el auténtico llamamiento del Espíritu Santo en su alma
y en su vida.
De nuevo emprendió la ruta del Sur y se dirigió
hacia Grenoble y los Alpes, a más de 300 kilómetros. Se ignora el porqué de
esta elección.
A primeros de junio de 1084, Bruno y sus seis
compañeros llegaban a Grenoble, comenzando así una maravillosa y misteriosa
aventura...
EL
PRIMER DESIERTO
«Este yermo, cuyos límites acabamos de consignar,
comenzaron a habitarlo maestro Bruno y sus compañeros, y a construir sus
edificios, el año 1084 de la Encarnación del Señor, 4.° del episcopado de Mons.
Hugo de Grenoble». El estudio crítico de los documentos sitúa esta toma de
posesión hacia la fiesta de San Juan Bautista, es decir, en la segunda mitad
del mes de junio. Es, por lo demás, la época que imponían las condiciones del
clima.
Guigo, en su Vida de San Hugo de Grenoble, cuenta la
llegada de Bruno y sus compañeros en un relato demasiado sobrio para nuestro
gusto, pero muy preciso: «Encabezaba el grupo Maestro Bruno, célebre por su
fervor religioso y su ciencia, modelo perfecto de honradez, de gravedad y de
plena madurez. Le acompañaban Maestro Landuino (que sucedió a Bruno como Prior
de Chartreuse), Esteban de Bourg y Esteban de Die (antiguos canónigos de San
Rufo que, por amor a la vida solitaria y con el consentimiento de su abad, se
habían unido a Bruno) juntamente con Hugo, llamado el capellán, porque sólo él
desempeñaba las funciones sacerdotales; también iban dos laicos, hoy diríamos
conversos, Andrés y Guérin. Andaban en busca de un lugar a propósito para la
vida eremítica y no lo habían encontrado aún. Con la esperanza de hallarlo y
deseos también de gustar de la santa intimidad de Hugo, vinieron a verle. Este
los recibió no sólo con gozo, sino con verdadera veneración, ocupándose de ellos
y ayudándoles a cumplir su voto. Y gracias a sus consejos personales, a su
apoyo y a su dirección, entraron en la soledad de Chartreuse y se instalaron
allí. Por aquellos días había visto Hugo, en sueños, que el Señor se construía
en esa soledad una casa para su gloria y que siete estrellas le mostraban el
camino. Y siete eran precisamente Bruno y sus compañeros. Así, acogió con
benevolencia no sólo los proyectos de este primer grupo de fundadores, sino
también los de los que les sucedieron, favoreciendo siempre, mientras vivió, a
los ermitaños de Chartreuse con sus consejos y generosos favores».
Si, finalmente, Bruno y sus compañeros se instalan
en el desierto de Chartreuse, no es porque ellos mismos hayan escogido tal
lugar: Dios mismo se lo señaló por mediación de su intérprete, el obispo Hugo.
¿Su intención? Sí; aquí podemos leerla con
impresionante relieve en el mismo suelo, en toda su decoración, en el bosque y
en las nieves. Este fondo del valle en el corazón del macizo de Chartreuse, de
accesos difíciles incluso para los pueblos más cercanos, de largos inviernos
con grandes nevadas, de tierras pobres, sólo podía presentar una ventaja: la
separación casi total del mundo, la soledad llevada al límite extremo. Era la
vida estrictamente eremítica lo que buscaba Bruno. Pero una vida eremítica en
grupo: un hombre absolutamente solo no hubiera podido subsistir en tales
condiciones de vida.
LA
MONTAÑA, LA ERMITA, LA SOLEDAD
Si nos fijamos en el rigor del yermo por una parte.
y por otra, en la armonía íntima y en la compensación del pequeño grupo de
ermitaños, podremos apreciar un contraste que nos introduce plenamente en los
planes de Bruno. Si éste no hubiera reconocido que podría realizar semejante
tipo de vida eremítica en el desierto de Chartreuse, indudablemente no se
hubiera establecido en él. Pero este sitio respondía demasiado bien a su única
intención para que dudara. Tanto él como sus seis compañeros podían esperar
llevar allí juntos la vida eremítica con todas sus exigencias y toda su riqueza
espiritual, al menos en cuanto es soportable a las fuerzas humanas.
Bruno quería la vida eremítica pura, con soledad
estricta, atemperada solamente por algunos actos de vida comunitaria. La misma
Comunidad será poco numerosa, e incluso en sus actos comunes los cartujos
conservarán el sentimiento de ser el «parvulus numerus».
El clima, sobre todo la nieve muy abundante en
Chartreuse, y el frío riguroso impondrían a Bruno una decisión sobre un punto
importante del medio de vida. Para armonizar las exigencias de la soledad y la
regularidad de la vida comunitaria se le ofrecían dos soluciones: separar lo
más posible unas celdas de otras para favorecer la soledad, o agruparlas para
facilitar la vida común. El clima inclinó a Bruno a optar por una solución
intermedia: las celdas estarían realmente separadas, pero cerca unas de otras,
comunicándose entre sí y con los locales comunes mediante un claustro cubierto;
así se podría pasar por él al abrigo de la lluvia y de la nieve.
Según el plan de Bruno, los monjes deberían reunirse
con bastante frecuencia -varias veces al día- para el rezo del Oficio, celebrar
Capítulo o asistir al refectorio común. Si estas condiciones del clima y
terreno no hubieran correspondido a su plan de vida contemplativa, Bruno
hubiera podido cambiar el emplazamiento de las celdas sin abandonar el desierto
de Chartreuse. No dudará, por ejemplo, en instalar a los conversos a más de 3
kilómetros de las celdas de los ermitaños, en un lugar 300 metros más bajo,
donde da más el sol y duran menos las nevadas.
Mientras se preparaban algunas tierras para el
cultivo, se iban construyendo las celdas alrededor de la fuente.
Indudablemente, serían parecidas a las cabañas de los leñadores y pastores que,
con el aspecto de pequeños chalets, se ven aún hoy día en las regiones alpinas.
Construcciones toscas, pero sólidas., hechas de troncos ensamblados y cubiertos
de gruesas tablas, puestas de modo que. a ser posible, resistan de un año para
otro el peso de las nevadas. Estas chozas cobijaban al principio, por economía
de tiempo y quizá también de dinero, a dos religiosos. Más tarde, cada ermitaño
tuvo su celda personal. El agua de la fuente llegaba a cada celda por
canalizaciones que. al principio, eran troncos o ramas de árboles ahuecados.
Únicamente la iglesia fue construida de piedra. El 2
de septiembre de 1085. Hugo, obispo de Grenoble, la consagraba bajo la
advocación de la Santísima Virgen y de San Juan Bautista. Algunos sitúan este
conjunto en los alrededores de la actual capilla de San Bruno.
Las celdas se abrían a una galería cubierta, de unos
35 metros, que «llegaba casi hasta el pie del peñascal- y permitía ir bajo
techo al Capítulo, al refectorio y, sobre todo, a la iglesia. En ésta
celebraban los monjes la Misa conventual y recitaban en común Maitines y
Vísperas los días ordinarios. Los domingos y días de fiesta recitaban en la
Iglesia casi todo el Oficio. En la celda rezaban el resto del Oficio y vivían
entregados a la oración, a la lectura y al trabajo manual, que entonces
consistía principalmente en cotejar o transcribir manuscritos, sobre todo de la
Biblia y Padres de la Iglesia. Cada ermitaño tomaba su comida en su celda;
únicamente acudía al refectorio común los domingos y grandes fiestas. Entonces,
mientras la Comunidad tomaba su refección, uno de los ermitaños leía algún
trozo de la Biblia o de los santos Padres.
También los conversos vivían dentro de los límites
del desierto, pero sus celdas estaban situadas más abajo que las ermitas.
Hacían los trabajos exteriores, sobre todo los más rústicos, necesarios en la
vida de comunidad. Se encargaban de cultivar las tierras, de cuidar el ganado,
cortar leña y ejecutar los mil trabajillos que exige la difícil conservación de
los edificios. En una palabra, protegían la oración y soledad de los ermitaños,
entregándose también ellos, en cuanto era posible, a la vida contemplativa.
Admirable solidaridad espiritual de un grupo de
hombres, enamorados de Dios, que se organizan entre sí para que de sus vidas
unidas brotara la contemplación pura.
Según una tradición recogida por Mabillon, a Bruno
le gustaba retirarse a un rincón solitario del bosque cercano y meditar delante
de una roca en la que todavía hoy se vislumbra una cruz tallada en la piedra...
RELIGIOSOS
DE DESIERTO
Bruno y sus compañeros quieren vida eremítica.
Una vida eremítica cuyos peligros e inconvenientes
se vean contrarrestados por elementos de vida cenobítica.
Esta parte de vida comunitaria no es una simple
concesión a la fragilidad de la naturaleza humana, sino que constituye un
verdadero intercambio espiritual y humano. Una amistad santa une entre sí a los
miembros del grupo. Amistad que se entabla entre fuertes personalidades «de
gran mérito, doctrina y santidad», cuyo prototipo es Bruno. Estos tres rasgos
parecen caracterizar al cartujo, tal como lo quiere San Bruno: la contemplación
debe nutrirse en la fuente de la Sagrada Escritura y los Santos Padres; a su
vez, este conocimiento de la Escritura y los Padres debe encontrar un estímulo
en la contemplación. Conocimiento lleno de amor y amor que lleva al
conocimiento. El cartujo vive, en su espíritu y en su corazón, el misterio de
Dios. Y lo vive con grandeza de alma. Nada hay de mezquino en esta vocación.
Todo está marcado con ese carácter de absoluto, de exigencia, de totalidad, de
plenitud, que da su verdadera talla al hombre de Dios.
De ahí la importancia del lugar escogido; porque
semejante forma de vida no se puede realizar en cualquier parte. Se necesitan
unas condiciones especiales: un desierto, una separación del mundo, un número
reducido de ermitaños, una proporción razonable entre Padres y Hermanos. La
Chartreuse ofrecía una ocasión excepcional, quizá única, para realizar sin
ningún obstáculo semejante ideal.
En estas circunstancias es difícil imaginar que
Bruno y sus compañeros hubieran tenido ni la más remota idea de fundar una
Orden. No: sólo formaron un grupo de solitarios, reducido, con unas exigencias
concretas y en unas condiciones únicas. Tenían una conciencia demasiado viva de
la originalidad de su estilo de vida, y, sobre todo. un amor al silencio, a la
humildad, al olvido y a la abnegación para soñar en extenderlo a otras partes y
a otras personas. La idea de multiplicar su experiencia en el espacio, y sobre
todo en el tiempo, les era totalmente extraña.
¿Se ligaron mediante una «profesión» formal, con
unos votos? No está claro si se hizo así desde el principio.
Todas las Costumbres de la Cartuja están esmaltadas
de textos bíblicos, sobre todo del Evangelio de Nuestro Señor.
UN
DÍA GRANDE
El 9 de diciembre de 1086 proporcionó una gran
satisfacción a Bruno y a sus compañeros. Ese día, en un sínodo celebrado en
Grenoble, el obispo Hugo ratificó solemnemente las donaciones que habían hecho
dos años antes los propietarios de las tierras de Chartreuse. Los cartujos
quedaban dueños definitivamente de aquellas posesiones y además en la carta se
definía, no sin solemnidad, el fin y la razón de ser del eremitorio:
«Por la gracia de la Santísima e indivisible
Trinidad, estamos advertidos misericordiosamente de las condiciones de nuestra
salvación. Recordando la fragilidad de nuestra condición humana y cuán
inevitable es el pecado en esta vida mortal, hemos decidido librarnos de las
garras de la muerte eterna, cambiando los bienes de este mundo por los del
cielo y adquiriendo una herencia eterna por bienes temporales. No queremos
exponernos a la doble desgracia de sufrir a la vez las miserias y trabajos de
esta vida y las penas eternas de la otra».
«Por ello regalamos para siempre un vasto desierto a
Maestro Bruno y a los compañeros que vinieron con él buscando una soledad para
vivir en ella y vacar a Dios. Yo, Humberto de Miribel, con mi hermano Odón y
los demás que tenían algún derecho sobre ese lugar, a saber: Hugo de Tolvon,
Anselmo Garcin; después, Lucía y sus hijos, Rostaing, Guigo y Anselmo, Ponce y
Boson, que obran por la intervención y ruegos de su madre; igualmente, Bernard
Lombard y sus hijos, lo mismo que el señor Abad de ChaiseDieu, Seguin, con su
comunidad, cedemos a dichos ermitaños cualquier derecho que podamos tener sobre
estas tierras».
Después de haber descrito con precisión notarial los
límites del terreno, la carta continúa así:
«Si algún señor poderoso o cualquier otro se
esfuerza por anular en todo o en parte esta donación, será considerado como
sacrílego, excomulgado y digno del fuego eterno, a menos que se arrepienta y
repare el daño causado.
»Dichas tierras comenzaron a ser habitadas por
Maestro Bruno y sus compañeros el año 1084 de la Encarnación, cuarto del
episcopado del señor Hugo de Grenoble, quien, con todo su clero, aprueba y
confirma la donación hecha por las personas arriba citadas, y, por lo que a él
se refiere, cede todos los derechos que pudiera tener sobre este territorio».
Después de haber enumerado los testigos del acta,
termina la carta con esta fecha: «La presente carta ha sido leída en Grenoble,
en la iglesia de la bienaventurada y gloriosa siempre Virgen María, el
miércoles de la 2.1 semana de Adviento, en presencia de dicho señor Hugo,
obispo de Grenoble, de sus canónigos y de muchas otras personas, tanto
sacerdotes como clérigos, reunidos para el santo sínodo, el cinco de los idus
de diciembres.
Éste es el clima espiritual y humano que vivieron
Bruno y sus compañeros los primeros años de Cartuja. Indudablemente, aquello
era un acierto en el sentido providencial de la palabra: la intención de Bruno,
las vocaciones personales de sus compañeros y hasta los deseos íntimos de Hugo
de Grenoble, todo parecía converger para realizarse en perfecta armonía. Bruno
podía creer por fin que había alcanzado el puerto por el que suspiraba su alma.
Durante seis años siguió esta vida que consideraba como la más pura, la más
santa, la más consagrada a Dios y también la más eficaz en un mundo en el que
la misma Iglesia institucional, demasiado comprometida en intereses políticos y
temporales, se corrompía. En la Cartuja creía haber encontrado definitivamente
ese estar a solas con Dios, que consideraba como el preludio del cara a cara
eterno.
La gente del Delfinado no se equivocó al valorar la
importancia espiritual de lo que pasaba en Chartreuse. «Desde el principio,
escribe un historiador del siglo XVII, a estos santos extranjeros se les llamó
ermitaños, y a su jefe, el ermitaño por excelencia. Su llegada al país inició
una nueva era; las actas de aquel año sólo llevan una fecha: el año en que
llegó el ermitaño».
Dios iba a enseñarle, y a enseñarnos por medio de su
vida, que existe una soledad aún más profunda que la soledad del desierto... La
soledad de la obediencia y el don de sí a aquellos que uno no ha escogido, sino
que se los ha elegido el Señor: «Otro te ceñirá y te llevará adonde tú no
querías ir» (Jn. 21,18). La frase de Jesús a San Pedro se realizará en Bruno.
DEJA
FRANCIA, PASA A ITALIA
El Papa Urbano II llamó junto a sí varias veces a
personajes importantes para aconsejarse de ellos. Así, en mayo de 1089, Renaud
du Bellay, arzobispo de Reims, partió para Roma invitado por el Papa. Ahora
bien, Renaud había sido nombrado para la sede de Reims después de la renuncia
de Bruno. Renaud permaneció algún tiempo con el Papa: asistió al Concilio de
Menfi en 1089, y, el 25 de diciembre del mismo año, se le concedieron
importantes privilegios que le atribuían el palio, el primado de la provincia
eclesiástica de la segunda Bélgica y ratificaban el derecho de la sede de Reims
a consagrar a los reyes de Francia.
Después de las fiestas navideñas, Renaud volvió a su
diócesis. ¿No sería quizá él quien se encargase de transmitir a Bruno la orden
de trasladarse a Roma? No pudo menos de hablar de Bruno con Urbano II.
Por otra parte, el Papa y el obispo medían bien la
gravedad de la decisión: arrancar a Bruno de esta experiencia espiritual ¿no
era condenar a muerte a la naciente empresa, tan cargada de promesas? Pero al
fin el Papa se decidió a correr este riesgo...
En realidad, si su obediencia fue absoluta e
incondicional en cuanto conoció la orden de Urbano II, la noticia provocó entre
los ermitaños que vivían con Bruno una gran desmoralización. ¿Cómo imaginar el
desierto de Chartreuse sin la presencia de quien era su alma? Así, pues,
decidieron dispersarse.
El tiempo urgía. Como sus compañeros estaban
decididos a no continuar sin él la experiencia de Chartreuse, Bruno tenía que
solucionar, antes de partir, la cuestión de la propiedad. De acuerdo con el
obispo de Grenoble, Hugo, que tenía jurisdicción sobre las tierras de
Chartreuse, se decidió que el dominio pasase a la Abadía de Chaise-Dieu,
representada por su abad Seguin.
El eremitorio de Chartreuse. ese fruto de su amor
divino, esa realidad que él había concebido, formado, construido y organizado
para ofrecérsela a Dios en sacrificio de alabanza, quedaba ahora de pronto
aniquilada por un mandato de la Iglesia, por una orden de un antiguo discípulo
suyo, hoy convertido en Papa.
PENSANDO
EN ABRAHAM
Ante tales inmolaciones se suele recordar a Abraham
sacrificando con sus propias manos al hijo de la Promesa, Isaac. La imagen es
justa. No cabe duda que. en el momento de obedecer. Bruno tenía conciencia de
haber creado algo grande para Dios, un género de vida rico en promesas para la reforma
de la Iglesia: al mismo tiempo veía que su salida de Chartreuse lo aniquilaba.
Pero he aquí que sus compañeros dispersos vuelven
sobre sus pasos y, reflexionando mejor sobre los consejos de Bruno, empiezan a
dudar de la sensatez de su decisión. Este pudo haberse quedado en los
alrededores de Chartreuse esperando a que volviera de Chaise-Dieu Hugo de
Grenoble, o también estar de vuelta con él después de haberle acompañado para
hablar con Seguin en Chaise-Dieu. De todos modos, Bruno y sus hijos vuelven a
examinar su situación. Bruno no ha cambiado de parecer: aconseja a sus hijos
que permanezcan en la Cartuja y continúen aquella común experiencia espiritual.
Él, desde Roma, les seguirá siendo fiel y les ayudará con sus consejos y su
amistad. Y después, ¿quién sabe si algún día las circunstancias, entonces tan
mudables, le permitirían volver?...
Ahora la situación cambia por completo. Se acepta el
consejo de Bruno y se reagrupa la comunidad. Bruno les da un nuevo Prior en la
persona de Landuino. Pero entonces surge un problema muy grave: aquel grupo de
ermitaños ya no es propietario de Chartreuse. Y este derecho de propiedad, que
les asegura su subsistencia e independencia, es indispensable para vivir de
nuevo su vocación. Bruno solicitó de Seguin la retrocesión de las tierras, paso
que no dejaba de ser humillante para él: aunque fuera segura su estabilidad
personal en el plan trazado, el hecho de que los del grupo se volvieran atrás
podía parecer a los ojos de quienes conocían mal la vida de los ermitaños un
signo de inconstancia y una prueba de inseguridad con respecto al futuro de la
fundación.
Según nuestra hipótesis, Bruno partió para Roma en
febrero de 1090, acompañado probablemente de su amigo Guillermo, abad de
Saint-Chaffre, que también iba a Roma por asuntos de su abadía. En este viaje,
Bruno llevaba el alma embargada de graves preocupaciones. ¿Perseveraría el
grupo que con sus ruegos y alientos se había vuelto a reunir? ¿Estaría Landuino
a la altura de su cargo de Prior? ¿Cómo recibirían en Chaise-Dieu la demanda de
retrocesión?
En este mes de septiembre de 1090 vemos, pues,
restablecido en su primer estado el eremitorio de Chartreuse. Bruno está lejos,
pero no ausente... Dentro de unos diez años podremos comprobar, por el
contrario, el fervor, la unidad del grupo, la fidelidad de Landuino y la
intensidad de la presencia invisible de Bruno entre sus hijos de Chartreuse.
ROMA
El esfuerzo de Bruno por adaptarse al ritmo de vida
de la corte pontificia parece haber sido leal. Es verdad que las circunstancias
no eran muy favorables para tal adaptación: la difícil diplomacia de aquel
tiempo, la guerra, el cisma, las intrigas, creaban un clima, un mundo en el que
Bruno no llegaba a encajar. Y en el fondo de su corazón se dejaba sentir, tanto
más vivo cuanto más lo contradecía la situación, el deseo de soledad y sosiego.
¿Cómo hubiera podido adaptarse al tumulto de la corte romana desterrada en
aquel otoño de 1090, quien había gustado la paz, la oración, la amistad y la
intimidad divina del eremitorio de Chartreuse?
Bruno expuso a Urbano II su desasosiego y solicitó
el permiso de abandonar de nuevo la corte para volver a su desierto.
Urbano II decidió que se eligiera a Bruno para la
sede de Reggio. ¿En qué fecha? Para precisarla disponemos de una referencia
cierta. Rangier, el monje benedictino del monasterio de La Cava, que finalmente
fue elegido arzobispo de Reggio, firmaba ya una carta de confirmación en
diciembre de 1091. Por consiguiente, hay que situar la propuesta del
arzobispado de Reggio a Bruno y su negativa, entre el verano de 1090 (llegada
de Bruno a la corte pontificia) y noviembre de 1091. No tiene nada de extraño
esta prisa. Varias veces Urbano II nombró casi inmediatamente obispos, e
incluso cardenales, a personalidades que llamaba junto a sí y que quería
vincular al servicio de la Santa Sede. Adelantaba el curso de las elecciones,
manifestado su deseo; los electores, que apenas conocían a los candidatos se
fiaban de la elección del Papa. Este fue claramente el caso de Bruno: de hecho
fue elegido «Ipso Papa volente», por deseo expreso del Papa.
El derecho autorizaba al elegido a rehusar la sede
para la que había sido designado. Decididamente, Bruno usó de este derecho. Tal
como le conocemos, este asunto debió crearle una grave crisis de conciencia.
Toda su fe y su fidelidad a la Iglesia le impulsaban a servir a Urbano II,
asumiendo la responsabilidad de la carga que juzgaba conveniente confiarle.
Pero aceptar el arzobispado de Reggio era comprometerse definitivamente en una
vida cuyo bullicio y estilo cortesano despertaba en él una repugnancia
invencible. La soledad y el reposo interior constituían su vocación más
profunda, como lo sabía muy bien después de seis años de Cartuja. Obispo. y sin
duda muy pronto cardenal, hubiera tenido que acompañar al Papa en sus
desplazamientos, tomar parte en todos los asuntos y grandes asambleas de la
Iglesia, viéndose mezclado de cerca en la diplomacia pontificia... Y todo esto,
sin esperanza de volver jamás a la soledad.
¡Qué importancia tiene este momento en la vida de
San Bruno! Debió de tener conversaciones francas e íntimas con el Papa,
abriéndole su alma y exponiendo sus deseos, sus aspiraciones, su camino. Y
Urbano, que podía mantener y confirmar su orden imponiendo a Bruno el
episcopado bajo censuras eclesiásticas, reconoció al fin en su antiguo Maestro
una vocación excepcional, un llamamiento particular... Rangier fue elegido para
la sede de Reggio.
La decisión honraba tanto a Urbano II como a Bruno.
Los dos se inclinaron ante esa realidad misteriosa, pero clara y real e
imperiosa, que se llama vocación de Dios. Bruno, para tener el valor de
contrariar un deseo del Papa; Urbano II, para renunciar a los servicios de un
hombre a quien juzgaba muy apto para ayudarle y aconsejarle en sus
dificultades. En ese nivel de inspiración divina, superior a la sabiduría
humana y a la más santa amistad, parece que hemos de situar la decisión del
Papa al dejar en libertad a Bruno.
Urbano II, no lo olvidemos, había sido monje.
DEFINITIVAMENTE
CARTUJO
Bruno descubre ahora esa vocación contemplativa con
toda su pureza e intransigencia, con todas sus exigencias y su sed de absoluto.
Dios estaba allí evidentemente. Imponiendo sus designios y sus caminos. ¿Cómo
no iba a comprender el antiguo hijo de San Benito que, en el plano del
verdadero bien de la Iglesia, Bruno ermitaño, continuando su obra
contemplativa, pesaba mucho más que Bruno arzobispo de Reggio y dignatario de
la corte pontificia?
Hace unos meses Bruno había sacrificado su vocación
de ermitaño a una llamada del Papa; ahora Urbano II sacrificaba su llamamiento
ante una llamada superior descubierta en el alma de Bruno. A través de este
sacrificio, la Iglesia reconocía el valor eminente de la vida puramente
contemplativa para su obra de Redención. Estamos en un punto cumbre de la vida
de Urbano y de la de Bruno.
Aquí se presenta una cuestión que la historia, en el
estado actual de los conocimientos, es incapaz de solucionar decisivamente.
¿Por qué Urbano II, que autorizó a Bruno a seguir el camino de la pura
contemplación, no le permitió volver sencillamente a Chartreuse? ¿Por qué le
orientó hacia una nueva fundación en Calabria?
¿En qué fecha fue Bruno a instalarse en Calabria?
Unos dicen que en 1090; otros, en 1091 ó 1092, e incluso hay algunos que
retrasan esta fecha hasta 1095. Esto último parece poco verosímil, pues no se
ve por qué, estando arreglado el asunto del arzobispado de Reggio, Urbano II
obligara a Bruno a permanecer en la corte pontificia. Por el contrarío, es
probable que Bruno necesitara algún tiempo para escoger el lugar preciso para
su nuevo eremitorio, arreglara todas las cuestiones relativas a su fundación,
por pobre que fuera, y reuniera los hombres que habrían de formar su pequeña
comunidad.
Fijar la fecha del comienzo del eremitorio a fines
de 1091 o en los primeros meses de 1092 parece razonable. Pretender determinar
con demasiada precisión el tiempo que pasó desde la salida de Bruno de la corte
pontificia hasta su nueva fundación sería un tanto temerario. Parece que Bruno
permaneció en la corte de Urbano II alrededor de un año.
CALABRIA
¿Cuál era la situación de Calabria cuando Bruno fue
a levantar su nueva fundación? Ya hemos aludido a ello, pero conviene que
volvamos a evocar el ambiente de aquel tiempo. Bruno se encuentra ahora con
dificultades muy distintas de las de Chartreuse. En la primera Cartuja. la
fundación le fue facilitada al máximo por Hugo de Grenoble, que comprendía su
ideal hasta el punto de hacerlo suyo, apoyándole con toda su autoridad y
prodigándole sus consejos y ayuda. Era la naturaleza, el clima, el lugar mismo,
lo que creaba una serie de dificultades, que por otra parte favorecían su plan
de absoluta soledad. En cambio en Calabria fueron los hombres más que la
naturaleza los que entorpecieron su proyecto. Bruno se vio envuelto en un
ambiente político y religioso que condicionó pesadamente su fundación y que es
preciso describir previamente para comprender bien su obra.
A Bruno, sólo le domina una idea: volver a hallar en
Calabria, en la medida en que las circunstancias se lo permitan. la soledad y
la paz de que había gozado en Chartreuse.
¿Pensó realmente Bruno hallar en Calabria un lugar
tan perfectamente adaptado a su idea de la vida eremítica como Chartreuse? Los
biógrafos han hecho esfuerzos por explicar. o «realzar» sencillamente, la
elección del sitio de La Torre por Bruno.
El lugar donde Bruno instaló su nuevo eremitorio se
llamaba Santa María de la Torre. Era un desierto situado a 850 metros de
altitud, casi equidistante de ambos mares, entre las ciudades de Stylo y Arena.
El acta de donación añadía a este donativo una legua cuadrada de terreno
lindante con este desierto, con sus bosques, prados, pastos, aguas, molinos y
todos los derechos de señorío. Cuando se examina el mapa de la región, no puede
uno menos de extrañarse de que Bruno prefiriera este lugar de una soledad
relativa y bastante amenazada, a otros rincones más «perdidos» en las montañas
de Calabria. ¿Cuestión de prudencia en un país todavía no pacificado por
completo? ¿Cuestión de seguridad en medio de una población que había sido
perjudicada en una de sus partes (el elemento griego) en beneficio de la otra
(el elemento latino)? ¿O quizás porque en el desierto de La Torre había ya
algún edificio monacal construido por los griegos? Conviene señalar también que
Stylo había sido precisamente uno de los baluartes de la resistencia griega a
los normandos en tiempos de la conquista de 1060. De todos modos, Santa María
de la Torre no ofrecía a la soledad de los ermitaños las mismas «defensas»
naturales que la Chartreuse. En su carta a Raúl le Verd, Bruno empleará para
caracterizar su soledad un epíteto de matiz más bien restrictivo: «Vivo en un
desierto de Calabria, bastante alejado (satis remotam) de todo poblado». ¿No
hubiera reforzado más su expresión si se hubiera tratado del emplazamiento de
Chartreuse?
A Santa María de la Torre Bruno no partió solo.
Tenía compañeros, como cuando se fue a Chartreuse. ¿Quiénes eran? ¿De dónde
venían? En la carta a Raúl le Verd, dice que vive «con sus hermanos en
religión, algunos de los cuales son muy doctos», lo que da a entender que el
grupo se componía de cierto número de ermitaños. La carta no es anterior a
1096, y en esta época la pequeña comunidad debía contar con quince o veinte
miembros. A la muerte de Bruno serán treinta.
Para fines de 1091 Bruno habla fundado un nuevo
eremitorio en Santa María de la Torre, y en él vivía con varios compañeros,
laicos y clérigos. Allí permanecerá diez años.
A través de las cartas, de los documentos
pontificios o episcopales. percibimos la admiración y estima que rodeaban a
Bruno: su excepcional y casi legendaria bondad, sus sólidas y escogidas
amistades, su profunda piedad, su amor a la soledad y a la paz, su ascendiente
humano y espiritual entre sus hermanos y también entre sus contemporáneos, especialmente
ante la Santa Sede.
MORIR
HABEMOS...
A
DIOS TENEMOS
De la enfermedad que se lo llevó, no sabemos nada.
Por la Carta que escribieron sus hijos encabezando el «Rollo de difuntos',
sabemos solamente que su muerte fue muy serena.
En la semana que precedió a su muerte Bruno quiso
hacer su profesión de fe, según costumbre muy extendida en aquella época.
«Dándose cuenta, dice la citada Carta, de que se le acercaba la hora de pasar
de este mundo al Padre, (Bruno) convocó a sus hermanos y fue evocando las
distintas etapas de su vida desde la infancia, recordando los sucesos más
notables de su tiempo. Después expuso su fe en la Trinidad mediante una
alocución profunda y detallada y concluyó así: Creo también en los sacramentos
que cree y venera la Iglesia, y expresamente que el pan y el vino que se
consagran en el altar son después de la consagración el verdadero cuerpo de
Nuestro Señor Jesucristo, su verdadera carne y su verdadera sangre., que
recibimos en remisión de nuestros pecados y como prenda de la vida eterna. El
domingo siguiente su alma santa se separó de su cuerpo; era el 6 de octubre del
año del Señor 1101». Ante tal sencillez huelgan los comentarios.
Durante mucho tiempo el texto íntegro de su
profesión de fe permaneció olvidado. Lo encontró Dom Constancio de Regetis en
los archivos de Santa María de la Torre. Por desgracia, el manuscrito estaba
muy deteriorado, carcomido y difícil de descifrar en varios pasajes. Dom
Constancio transcribió el texto y lo envió al General de los cartujos en 1522.
He aquí la traducción del texto latino publicado en la edición crítica de
Sources Chrétiennes:
A modo de prólogo, los Hermanos de Calabria pusieron
estas conmovedoras palabras: «Hemos cuidado de conservar por escrito la
profesión de fe de Maestro Bruno, pronunciada ante todos sus hermanos reunidos
en comunidad cuando sintió que se le acercaba la hora de dar el paso que espera
todo mortal, porque nos rogó con harto encarecimiento que fuésemos testigos de
su fe ante Dios.
Sigue la profesión de fe:
«1. Creo firmemente en el Padre, en el Hijo y en el
Espíritu Santo: Padre no engendrado, Hijo unigénito, Espíritu Santo procedente
de ambos; creo también que estas tres personas son un solo Dios.
«2. Creo que et mismo Hijo de Dios fue concebido del
Espíritu Santo en el seno de María Virgen. Creo que la Virgen fue castísima
antes del parto y que en el parto y después del parto permaneció siempre
virgen. Creo que el mismo Hijo de Dios fue concebido entre los hombres como
verdadero hombre sin pecado. Creo que este mismo Hijo de Dios fue apresado por
odio de los pérfidos judíos[1],
tratado injuriosamente, atado injustamente, escupido y azotado. Creo que fue
muerto y sepultado, que bajó a los infiernos para librar de allí a los suyos
cautivos. Descendió por nuestra redención, resucitó y subió a los cielos, de
donde ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
«3. Creo en los sacramentos que cree y venera la
Iglesia, y expresamente en que lo consagrado en el altar es el verdadero cuerpo
y la verdadera sangre de nuestro Señor Jesucristo, que nosotros también
recibimos en remisión de nuestros pecados y como prenda de salvación eterna.
Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna. Amén.
«4. Confieso mi fe en la santa e inefable Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios natural, de una sola substancia, de
una sola naturaleza, de una sola majestad y potencia. Creemos que el Padre no
ha sido engendrado ni creado, sino que es ingénito. El mismo Padre no recibe su
origen de nadie; de Él recibe el Hijo su nacimiento y el Espíritu Santo, la
procesión. Es, pues, la fuente y el origen de la divinidad. El mismo Padre,
inefable por esencia, engendró inefablemente de su substancia al Hijo, pero
sólo engendró lo que Él es: Dios engendró a Dios; la luz engendró a la luz; de
Él, pues, procede toda paternidad en el cielo y en la tierra. Amén».
El 6 de octubre de 1101 moría Bruno. Tenía algo más
de 70 años, y hacía 17 que había fundado el eremitorio de Chartreuse.
Capítulo
2. La Cartuja
Edificios y dependencias
Tradicionalmente las Cartujas se edifican en lugares
solitarios y todas ofrecen esencialmente la misma distribución. Tomamos como
ejemplo representativo la de Miraflores, cuyas dependencias describiremos.
LA
IGLESIA
La iglesia de Miraflores es de una sola nave,
alargada, ¿en detrimento de la proporción? De primera impresión es fría,
oscura, regia[2]. Tiene
tres partes: el presbiterio, el coro de los Padres y el coro de los Hermanos.
El presbiterio se encuentra ligeramente elevado sobre el resto de la iglesia.
Al lado derecho se halla la silla, que el sacerdote ocupaba durante la liturgia
de la palabra. Al lado izquierdo, un lectorio adosado a la pared que servía al
diácono para leer el Evangelio en la Misa conventual. Hoy día, la Misa
conventual se celebra en la nave de la iglesia en un altar portátil. El
lectorio y la silla del presbiterio, de tan bella factura, han sido sustituidos
por un facistol y una silla muy sencillos.
Un ornamentado tabique de tres metros divide la
iglesia en dos apartados. De éstos, el más próximo al presbiterio recibe el
nombre de «coro de los Padres». La sillería, de seria madera noble, ocupa los
dos muros laterales del coro. Las sillas están separadas por una pequeña y
artística aleta de madera que favorece el recogimiento de los monjes en el rezo
de los oficios del coro. Ante la sillería, un alargado pupitre sirve para
colocar los pesados libros de coro. Cada libro sirve para dos monjes[3].
El centro del coro lo preside, solemne, solitario,
el facistol. En él se proclaman las lecturas y a veces el rezo de las preces.
Una sencilla puerta abierta en el tabique de
separación, da acceso al coro de tos Hermanos. Es semejante al de los Padres.
El número de sillas más reducido. Adosados al tabique de separación hay dos
altares. En la actualidad los Hermanos pueden, si lo desean, pasar al coro de
los Padres y participar, activamente, en los oficios litúrgicos.
EL
CAPÍTULO
El Capítulo es lugar decisivo en la Cartuja. Una
gran sala abovedada, con un altar al fondo tiene aspecto de iglesia. Adosado a
los muros se ve un banco corrido con respaldo de madera. Los Estatutos
determinan la función del Capítulo en estos términos:
«El Capítulo es un lugar importante de la casa: en
él fuimos un día recibidos como los más humildes servidores de todos; en él
reconocemos ante nuestros hermanos las faltas cometidas, oímos la lectura
sagrada y deliberamos sobre cuestiones relativas al bien común».
En la vigilia de ciertas solemnidades nos reunimos
todos en el Capítulo para escuchar el sermón del Prior. Después de Nona, los
domingos y solemnidades, los Padres y, si el Prior lo juzga oportuno, los
Hermanos, van al Capítulo para escuchar la lectura del Evangelio o de los
Estatutos. Cada dos semanas, o más frecuentemente según la costumbre de las
Casas, los Padres reconocen allí públicamente sus faltas... A juicio del Prior,
los monjes se reúnen en el Capítulo siempre que haya que deliberar sobre un
asunto, o que el Prior pida el parecer de la Comunidad»[4].
EL
REFECTORIO
Próximo a la iglesia y al Capítulo, y unido a ellos
por un pequeño claustro, está el Refectorio. Es una amplia sala con los bancos
y mesas dispuestas a lo largo de la pared, dejando libre el centro. La mesa del
fondo está reservada al Prior; las mesas laterales las ocupan los monjes por
orden de antigüedad, primero los Padres y a continuación los Hermanos. Cada
monje tiene delante de sí los cubiertos, una jarra para el agua, otra para el
vino y un tazón de dos asas que hace las veces de vaso.
En el Refectorio sólo se come los domingos,
solemnidades y días de sepultura. Durante la comida, todos los monjes
permanecen cubiertos con la capucha y guardan riguroso silencio. Desde el
púlpito un monje lee la Biblia u otra lectura espiritual; de esta forma, como
dicen los Estatutos, «mientras se nos sirve el alimento corporal nos nutrimos
de la lectura divina»[5].
LAS
CELDAS DE LOS PADRES
La iglesia, el capítulo y el refectorio son lugares
importantes en la Cartuja; pero lo más característico de ella son las celdas
del gran claustro.
Es el gran claustro un largo corredor en forma de
cuadrilátero al que dan las puertas de todas las celdas. El espacio interior
del gran claustro lo ocupa un amplio jardín, reservado, en parte, al
cementerio.
La palabra «celda», que los cartujos vienen
aplicando a sus moradas desde los orígenes de la Orden, induce inevitablemente
a error, pues evoca la idea de una pequeña habitación. En realidad la celda del
cartujo es una casita de dos plantas en cuyo recinto hay lugar para una sala de
estudio, un oratorio, un pequeño taller de carpintería y hasta para un huerto o
jardín. Su relativa amplitud se explica por el género de vida marcadamente
eremítico de la Orden: el cartujo pasa su vida en la celda; las únicas salidas
son, normalmente, para ir por la mañana a la Misa conventual, para asistir por
la tarde al canto de Vísperas, a los Maitines a media noche, para el paseo del
lunes y, los domingos, para los oficios litúrgicos y la recreación. Los
Estatutos, copiando un párrafo de Dom Guigo, dicen gráficamente que la celda es
para el cartujo lo que el agua para el pez y el aprisco para las ovejas[6].
Una letra del alfabeto pintada sobre una tablilla
remata el dintel gótico de cada puerta. De ésta cuelga un llamador de madera
unido al extremo de una cuerda, de forma que al tirar de él, hace sonar una
campanilla colgada en el techo de la habitación superior.
La primera pieza de la celda es un zaguán bastante
amplio presidido por la cruz y un cuadro o imagen de Nuestra Señora. A sus
pies, de rodillas en un reclinatorio, el cartujo reza un Ave María siempre que
entra en la celda. Por esta razón, a dicha pieza se le llama el «Ave María».
Cerca de la puerta hay un armario-mesa con los útiles necesarios para la
comida. A un lado, abierto en el grueso muro, puede verse un ventanillo en el
que el Hermano despensero deposita la comida que el monje retirará en el
momento de tomar su refección.
Del «Ave María» se pasa a una galería bien iluminada
que sirve de taller de carpintería. Para trabajar la madera se dispone de un
torno accionado a pedal, de un banco de carpintería y de las herramientas más
corrientes. Uno de los extremos de la galería está ocupado por el servicio
higiénico. En el otro extremo, una puerta nos conduce al huerto o jardín de la
celda que cada cartujo cultiva según sus gustos. El cuidado del jardín o
huertecillo sirve tanto de ejercicio físico como de apacible recreación y
esparcimiento espiritual.
Volviendo al «Ave María», una puerta abierta en el
muro nos lleva a una estrecha estancia en la que se guarda la leña para el
invierno. Colgando de la pared aquí y allá pueden verse el sombrero de paja y
el bastón que se usan en los días de paseo, el delantal y la cogulla de
trabajo; tampoco suele faltar una sierra, el hacha y un gran cepo para partir
la leña. De esta reducida estancia, una empinada escalera nos conduce a la
planta superior de la celda.
La habitación principal o sala de estudio es una
pieza de cuatro metros de largo por tres de ancho. Está iluminada por una
ventana que se abre sobre el jardín. El mobiliario de esta habitación lo forman
una mesa y sillón de madera, en los que se adivina con facilidad su manufactura
casera, y una estantería para los libros. En ninguna celda faltan la Biblia,
unos gruesos tomos de autores cartujanos, el sabroso y recio «Ejercicio de
perfección», del P. Rodríguez, las obras de Santa Teresa y San Juan de la Cruz,
unos sólidos manuales de Dogma y Moral, los documentos del Vaticano II y «El
Criterio» de Balmes, que un juicioso Prior hizo poner en todas las celdas.
Separado de la habitación por un fino tabique y unas
cortinas está el «cubiculum», es decir, una diminuta alcoba o dormitorio. La
cama es en realidad una tarima sobre la que se asienta un sencillo colchón.
Junto al «cubiculum» se encuentra el cuarto de baño.
En un ángulo de la habitación hay una estufa, que se alimenta con madera, para
los fríos días de invierno.
En el otro lado de la habitación una puerta conduce
al oratorio. Es éste una pieza de 3,50 x 2,50 m., iluminada por una pequeña
ventana que cae sobre el jardín. Está presidido por un pequeño altar sobre el
que descansa un crucifijo y una imagen de Nuestra Señora. Delante del altar hay
un sencillo reclinatorio en el que se arrodilla el monje para orar. Esta es la
celda del cartujo: en ella pasa sus días y sus años en silencio, a solas con el
Señor.
LAS
CELDAS DE LOS HERMANOS
Los Hermanos viven en un claustro separado del de
los Padres. Como buena parte del día están empleados en los trabajos del
monasterio, sus celdas son de dimensiones más reducidas. Cada Hermano dispone
de una habitación espaciosa y bien arreglada. La alcoba da suficiente espacio
para la cama y para un armario donde guarda la ropa. Todas las celdas tienen su
cuarto de aseo con lavabo y retrete, su pequeña estantería con libros de
devoción, un armario-mesa para comer, la mesa de estudio, dos sillas y,
finalmente, en el lugar más recogido de la habitación, un reclinatorio con
alguna devota imagen de Nuestra Señora y el omnipresente crucifijo. Los
Hermanos disponen también, como los Padres, de una elemental, pero suficiente
estufa que se carga con madera y se suele emplear en los crudos días del
invierno burgalés.
LAS
«OBEDIENCIAS»
En un lugar próximo al claustro de los Hermanos se
encuentran las «obediencias. Con esta palabra se entiende en la Cartuja el
conjunto de talleres y dependencias donde trabajan los Hermanos bajo la
dirección del P. Procurador. Próxima al refectorio está la cocina y la
despensa. y esparcidas según las conveniencias de la casa están la panadería,
la lechería, sastrería, lavadero, zapatería, carpintería, fragua, taller de
electricidad y garaje. Se procura dotar a cada «obediencia» de máquinas
modernas para favorecer la soledad de los Hermanos en el trabajo y aumentar su
rendimiento.
Rodeando al monasterio están los campos de cultivo y
la huerta. Una larga tapia cierra completamente el recinto de los edificios y
fincas asegurando así la soledad de los monjes.
Bajo el punto de vista meramente material, la
Cartuja ofrece al visitante el aspecto de un poblado bien ordenado y que, en
gran parte, se autoabastece.
Capítulo
3. Los Padres
EXAMEN
DE LA VOCACIÓN
«A los que se presenten como candidatos se les ha de
examinar atenta y prudentemente según el aviso del Apóstol San Juan: examinad
si los espíritus vienen de Dios».
E.O.C. 1.8.2.
- Cuando un joven aspira a ingresar en la Cartuja...
- Normalmente escribe.
- ¿A quién?
- Puede ser al P. Prior.
- ¿Quién le contesta?
- El P. Maestro le manda una carta e incluye los
impresos que dan una idea general de las observancias y exigencias de la
vocación de cartujo[7].
- ¿Y qué ocurre?...
- Si contesta y persiste en su propósito se le
invita a pasar unos días de convivencia en la Cartuja.
- ¿Y qué vida lleva?...
- Para que la convivencia sea más provechosa el
aspirante ocupa una celda del claustro y sigue los horarios de la Comunidad.
- ¿Resulta eficaz la convivencia?
- Al cabo de varios días el aspirante se ha formado
una idea bastante aproximada de la vida que desea abrazar.
- ¿Quién se ocupa del aspirante durante esos días?
- El P. Maestro le visita con frecuencia, el aspirante
trata con él amistosamente el problema de la vocación y todo lo relacionado con
ella.
- ¿Cuál es la finalidad precisa de este diálogo?
- Ahondar y aclarar los motivos de la vocación. Con
frecuencia sucede que los motivos más profundos han sido solamente presentidos
sin aflorar del todo en el plano de la conciencia.
- ¿Qué motivos no son válidos para ser cartujo?
- Los desengaños de la vida..., el deseo de una
existencia tranquila, sin problemas..., en general cualquier móvil egoísta. De
hecho el único motivo válido es la búsqueda de valores perennes, la búsqueda de
Dios, más o menos clara, o al menos presentida. Procuramos analizar la vocación
con suma discreción y paciencia, porque Dios puede escribir recto por medio de
líneas torcidas.
REQUISITOS
PARA INGRESAR EN LA CARTUJA
«No recibimos niños ni adolescentes, conscientes de
los peligros espirituales y corporales a que se exponen. Sólo recibimos hombres
de veinte años por lo menos, que, según el precepto del Señor a Moisés, puedan
afrontar los combates espirituales».
DOM GUIGO, Consuetudines Cartusiae. XXVII.I.
- Prácticamente ¿a qué edad admiten en la Cartuja?
- Se tiende a desaconsejar cada vez más el ingreso
antes de los veintiún años.
- De los veintiuno... ¿hasta qué edad?
Sin permiso especial del Capítulo General o del
Reverendo Padre, llamado así el Prior General de la Orden, no se puede recibir
a nadie que haya cumplido los cuarenta y cinco años.
- ¿Y se concede?
- Rara vez. Diría que ni se suele pedir. A esa edad
la adaptación a las observancias de la Cartuja resulta muy problemática.
- ¿Piden ingresar a la Cartuja o pasarse a la
Cartuja, miembros de otros Institutos Religiosos?
- Con frecuencia.
- ¿Se les admite?
- De no haber informes desfavorables este permiso se
concede siempre.
- ¿Piden Vds. algún requisito típico?
- Sí.
- Por ejemplo...
Que sea capaz de cantar...
- Parece extraño...
- Pero tiene su razón de ser. Los oficios litúrgicos
que tienen lugar en la iglesia son cantados y, sin un mínimo de cualidades
musicales, el cartujo tendría que permanecer mudo en algo tan importante como
la alabanza divina aunque, evidentemente, somos muy comprensivos en este punto
sobre todo si está compensado por otras buenas cualidades del candidato.
- Bien. Otro requisito...
- El cartujo está destinado al sacerdocio si no ha
ingresado para Hermano. En consecuencia se le pide formación cultural y
capacidad intelectual para cursar los estudios eclesiásticos.
- Y en cuanto a la salud ¿qué pide la Cartuja?
- Antes de la admisión nuestros Estatutos aconsejan
a «consultar a médicos prudentes que conozcan bien nuestro género de vida»[8].
Pequeños desequilibrios síquicos, que en otro lugar pasarían casi
desapercibidos encuentran en la soledad de la Cartuja una caja de resonancia
que incapacitan para nuestra vida normal. Hoy día los exámenes médicos son
obligatorios antes del Noviciado y de la Profesión.
- Cuanto a la fuerza de voluntad, ¿qué piden?
- La vocación a la soledad de la Cartuja exige una
voluntad varonil y un juicio muy equilibrado.
- Entonces... los caracteres tranquilos tienen
ventajas sobre los temperamentos nerviosos...
- Pero no siempre. También los temperamentos
nerviosos pueden adaptarse bien a la Cartuja.
- Hablando claro, ¿cuál es la cualidad esencial que
se requiere para ingresar?
- Como la vida del cartujo es vida de oración,
difícilmente se puede admitir a quien no sienta atractivo por el recogimiento y
la oración. En la vida contemplativa ninguna cualidad, por excelente que sea,
puede suplir al espíritu de piedad.
EL
POSTULANTADO
- Supongamos que un aspirante a monje del claustro
ha dado señales de verdadera vocación, a juicio de los Superiores de la
Cartuja. ¿Qué hace?
- Se le admite como postulante.
- ¿Qué es el Postulantado?
- El período de prueba que precede al Noviciado.
- ¿Cuánto dura?
- No debe bajar de tres meses, ni pasar de un año.
- ¿Qué vida lleva el postulante?
- Sus horarios y observancias son fundamentalmente
los mismos que siguen los monjes.
- ¿Exactamente igual?
- Se le conceden ciertos alivios con el fin de que
su adaptación a la nueva vida sea gradual.
- ¿Cómo viste?
- De seglar, pero en los actos de Comunidad aparece
cubierto con una capa negra.
- ¿Hay alguna ceremonia especial con la que da
comienzo el Postulantado?
- No.
- ¿En qué ocupa su tiempo el postulante?
- El tiempo libre que le dejan los rezos lo dedica a
formarse en el espíritu de la Cartuja. Aprende las ceremonias litúrgicas. Y
estudia latín.
- ¿Latín?
Sí, latín. En este punto los Estatutos de la Cartuja
son terminantes: «El postulante no podrá iniciar el Noviciado hasta que tenga
los suficientes conocimientos de lengua latina» E.O.C. 1.8.6.
- ¿Tardan mucho en saber latín?
- Normalmente después de unos meses de esfuerzo el
postulante ha logrado adquirir unos modestos conocimientos que le permiten
traducir correctamente los textos latinos normales.
- ¿Y ya no estudia más latín?
- Durante el Noviciado perfecciona estos
conocimientos, lee, traduce la literatura ascética de la Cartuja, que casi toda
está escrita en latín.
EL
NOVICIADO
- Supongamos que, concluidos los meses de
postulantado, la conducta del candidato no deja nada que desear...
- Si la Comunidad le da su voto favorable se le
admite al Noviciado.
- ¿Cuánto dura el Noviciado?
- Dos años.
- ¿Qué hace el novicio durante el primer año?
- Formarse en la vida espiritual insistiendo en el
estudio de la liturgia y las observancias cartujanas.
- ¿Y en el segundo año?
- Comienza los estudios que le preparan para el
Sacerdocio: dos años y medio de Filosofía y tres años y medio de Teología.
- ¿Y dónde cursa estos estudios?
- Estos estudios, por exigencias de la vocación
eremítica de la Cartuja, tienen lugar en la soledad de la celda.
- Pero... ¿cómo?
- Dos veces por semana los estudiantes van a la
celda de un cartujo conocedor de las asignaturas estudiadas. Allí dan razón de
sus estudios. Piden las explicaciones necesarias. El cartujo profesor resuelve
las dificultades que los estudiantes hayan podido encontrar.
- ¿Van juntos los estudiantes?
- Sí.
- ¿Qué clase de Noviciado hace un religioso
procedente de otro Instituto?
- Cuando el novicio es profeso perpetuo, normalmente
sacerdote, los años de Noviciado, en lugar de dos, son cinco.
- ¿Cinco?
- Sí. Los cuatro primeros los pasa íntegramente en
el Noviciado bajo la tutela del P. Maestro. El último año, dejando el Noviciado,
pasa a convivir con los profesos solemnes, pero conservando en todo el estado
de novicio.
- ¿Y tiene alguna finalidad especial este quinto
año?
- Sí. En primer lugar, prepararse para la profesión,
interrumpiendo incluso los estudios eclesiásticos en caso de que no sea
sacerdote, dedicando su oración, lecturas y estudio a esta preparación. En
segundo lugar, conocer mejor la vida de los profesos solemnes y ser conocido
por ellos. En caso de que sea Diácono o Sacerdote ejerce estas funciones en la
liturgia conventual.
- Específicamente, ¿qué misión tiene el P. Maestro
de novicios?
- Dirigir su formación, ayudarles en sus
dificultades y en «las tentaciones que suelen acechar a los seguidores de
Cristo en el desierto» E.O.C. 1.8.16.
- ¿Cómo visten los novicios?
- Llevan un hábito igual al de los profesos, pero la
cogulla es corta y sin trabas.
- ¿Qué es una traba?
- Tira de tela que une las dos partes de la cogulla.
Además, en comunidad, visten una gran capa negra.
LA
PROFESIÓN TEMPORAL
- Han pasado los dos años, la Comunidad ha dado su
voto favorable, ¿qué es del novicio...?
- El novicio accede a la Profesión temporal.
- ¿Por qué «temporal»?
- Porque se emiten los votos de estabilidad,
obediencia y conversión de costumbres por tres años solamente. El voto de
obediencia comprende el de pobreza y castidad.
- ¿Los religiosos provenientes de otras Ordenes, que
normalmente son profesos, también emiten la profesión temporal?
- No. Después de los cinco años de Noviciado hacen
directamente la Profesión solemne.
- ¿Qué efecto tiene la Profesión temporal?
- Por ella el joven profeso queda definitivamente
adscrito a la Cartuja donde emitió los votos. Los años de antigüedad en la
Orden empiezan a contar a partir de esta primera Profesión.
- ¿Y se acabó el Noviciado?
- El joven profeso sigue perteneciendo al Noviciado
como un novicio más. El P. Maestro dirige su formación espiritual. Viste como
los profesos solemnes. Pero durante estos tres años que van a seguir continúa
los estudios eclesiásticos, profundiza más en la formación espiritual que
comenzó en el Noviciado.
- Y... ya han pasado los tres años...
- El joven profeso vuelve a renovar los votos por
dos años más.
- ¿Dónde vive?
- Entre los Padres, experimentando así plenamente lo
que va a ser la vida que piensa abrazar.
- ¿Sigue estudiando?
- El último año interrumpe los estudios para
dedicarse con más plenitud a la oración y a la soledad de la celda, como
dijimos al hablar del último año de Noviciado de los profesos perpetuos de otro
Instituto religioso.
LA
PROFESIÓN SOLEMNE
- Han pasado ya siete años de pruebas...
- Ciertamente. Y duras. Pero por fin llega la
deseada hora de la consagración definitiva.
- ¿Día importante para un cartujo?
- El mayor acontecimiento en la vida de un cartujo
juntamente con el Sacerdocio.
- ¿A qué le compromete?
- A vivir de por vida exclusivamente para alabanza
de Dios. La Profesión solemne es fruto de una larga cadena de gracias a las que
ha correspondido generosamente con hondas renuncias y una fidelidad diaria y
sin brillo no menos costosa.
- ¿La Profesión solemne es el final?
- No. Por el contrario, bajo ciertos aspectos es más
bien el comienzo. El cartujo en un acto sublime se ha consagrado a Dios. Ahora
tiene que vivir día a día esa consagración en medio de continuas renuncias. El
Sacerdocio conferido al terminar los estudios, corona la Profesión.
Carta de San Bruno a los monjes de la Chartreuse:
«Alegraos, pues, mis carísimos hermanos, por vuestra
feliz suerte y por las abundantes gracias que la mano del Señor ha derramado
sobre vosotros. Alegraos de haber escapado de los muchos peligros y naufragios
del tempestuoso mar del siglo. Alegraos de haber alcanzado el refugio tranquilo
y seguro del más resguardado puerto. ¡Cuántos lo han deseado, cuántos han
luchado por ello y, sin embargo, no lo han conseguido! Otros muchos, después de
haberlo alcanzado, son excluidos de él, porque a ninguno de ellos se le había
concedido esta gracia de lo alto.
Tened por cierto, hermanos míos, que todo el que
llega a perder, por la causa que sea, este ansiado bien después de haberlo
gustado, lo lamenta luego toda la vida».
P. L. 152.418
Capítulo
4. Los Hermanos
LOS
HERMANOS EN LA ORDEN
- ¿Hubo siempre Hermanos en la Cartuja?
- Cuando San Bruno se retiró al desierto de
Chartreuse, dos de sus compañeros eran laicos: Andrés y Guérin. Fueron ellos
los primeros Hermanos de la Orden. Siempre hubo Hermanos en la Cartuja. Con
leves variaciones, el número de Hermanos en la Orden Cartujana ha permanecido
durante siglos, como en la actualidad: siete u ocho hermanos por cada diez
Padres.
- ¿Actualmente en la Cartuja de Miraflores?
- La Comunidad está compuesta de 12 Padres, 11
Hermanos y 5 Novicios.
- ¿Por qué es importante y hasta necesario un
Hermano en la Cartuja?
- Porque gracias a los Hermanos ha sida posible la
observancia en la Cartuja a través de los siglos.
- Explique...
- Para los Padres, la reclusión de la celda es algo
sagrado. Pero esta vida de celda les impide dedicarse a las tareas materiales
del Monasterio que, forzosamente, exigen abandonar la celda.
- Y estos trabajos...
- Los asumen los Hermanos que, aunque participan de
la misma vocación solitaria que los Padres, la realizan de distinta forma.
- Luego la soledad de los Hermanos es...
- Es más mitigada porque dedican unas seis horas al
trabajo manual fuera de sus celdas.
CONVERSOS
Y DONADOS
- ¿Qué es un Hermano converso?
- La palabra converso no tiene sentido peyorativo.
En la Regla de San Benito se considera la vida monástica una conversión:
«veniens ad conversionem» (c. 58). Algunas Reglas antiguas llamaban converso al
monje, y desde el siglo XI esta palabra se aplicó con preferencia a los monjes
laicos o Hermanos, a los que no estaban destinados al sacerdocio. Cuando se
escribieron las «Consuetudines Cartusiae» la palabra “converso” era el nombre
más corriente para designar a los Hermanos y así ha perdurado hasta nuestros
días.
- De acuerdo. ¿Y qué es un Donado?
- En el siglo XIII era frecuente que ciertas
personas piadosas se ofrecieran voluntariamente a servir a la Cartuja y
quisieran pertenecer «de alguna manera» a la Orden, sin pretender obligarse,
sin embargo, a la estricta vida de los monjes. Y así, con diversos nombres,
fueron apareciendo varias clases de personas unidas a la Orden con unos lazos
más o menos fuertes. Entre ellos, los Donados han llegado a nuestros días,
aunque profundamente transformados. Los Capítulos Generales los van acercando
cada vez más a las observancias de la Cartuja hasta casi convertirlos en unos
conversos sin votos. Hasta el Capítulo General de 1981, los Hermanos Conversos
tenían que pasar por el estado de Donados antes de comenzar el Noviciado de
Conversos. Desde 1981 esta obligación ha desaparecido y se considera el estado
de Donado, no como una etapa previa, sino como un estado definitivo.
- De acuerdo. Y ¿qué hay que hacer para ser Donado?
- Quien desea ser Donado perpetuo tiene que pasar
una prueba de cinco años, al final de los cuales, si ha sido hallado digno, se
compromete públicamente a guardar pobreza, castidad, obediencia y a vivir según
los Estatutos de la Orden. Los Estatutos admiten también el régimen en que la
Donación se renueva cada tres años E.O.C. 2.19.7.
- ¿Hace votos?
- No son votos religiosos, pero el mismo hecho de
leer la fórmula de la Donación perpetua en la Misa conventual, da a la Donación
un carácter sagrado. A partir de ese momento se les llama Donados perpetuos.
- ¿Son muchos?
- Nunca han sido numerosos, pero existen en todas
las Cartujas.
- Exteriormente, ¿en qué se diferencian?
- Sólo se diferencian de los demás cartujos en que
su cogulla no lleva trabas ya que éstas son el signo de la profesión religiosa
que los Donados no hacen.
- ¿Tienen las mismas obligaciones que los cartujos
profesos?
- No. No están obligados a la abstinencia a pan y
agua de los viernes, ni a los ayunos de la Orden. Pero, cuando gozan de salud,
es frecuente que no quieran aceptar estas mitigaciones y viven como Hermanos
conversos sin votos.
- Entonces... estrictamente hablando ¿son religiosos
cartujos?
- Aunque no hagan votos, los Estatutos quieren que
se les llame monjes, ya que de hecho llevan vida monástica y pertenecen a la
familia cartujana.
Los Estatutos han tomado posición en defensa del
estado de Donados perpetuos, reproduciendo con algunos retoques una Ordenación
del Capítulo General de 1892. «En la casa de Dios hay muchas mansiones; entre
nosotros hay Padres y Conversos, y hay también Donados que, dejando como
aquellos el mundo, entraron en la soledad de la Cartuja para vivir al abrigo de
la clausura, dedicados a la oración y al trabajo, consagrando toda su vida al
Señor. No pocas veces, personas muy santas prefirieron vivir y morir en el
estado de Donados adscritos entre los hijos de San Bruno, para poder gozar de
su herencia eterna» E.O.C. 2.19.1.
FORMACIÓN
DE LOS HERMANOS
- Volvamos a hablar de los Hermanos...
- Sí. Los Hermanos Cartujos, desde los comienzos
hasta nuestros días, han impresionado por su estabilidad y su elevado nivel
espiritual. Tienen en la Cartuja un lugar propio perfectamente definido.
- ¿Y a qué se debe?
- A la vigilancia de los Capítulos Generales, a la
cercanía del Prior y Procurador, pero sobre todo al clima espiritual de
silencio y soledad del que Padres y Hermanos participan por igual, aunque según
modalidades distintas.
- ¿Cuál es la preparación de un Hermano Cartujo?
- Un largo camino a recorrer. Más largo incluso que
el de los Padres.
- Veamos...
La duración del Postulantado es variable y depende,
en buena parte, de la formación espiritual del candidato.
Si la conducta del postulante deja entrever una
vocación segura, previa votación de la Comunidad, se le admite al Noviciado de
Converso. Su duración es de dos años.
- ¿Quién es el P. Maestro de los Hermanos Cartujos?
- Normalmente el P. Procurador, aunque últimamente
es frecuente que lo sea el mismo P. Maestro de los Padres. El P. Maestro dirige
su formación y les ayuda a superar las pruebas y dificultades que encontrarán
en el camino. Todas las semanas los novicios tienen una conferencia, además de
la obligatoria para todos los Hermanos que tiene lugar el domingo por la tarde.
- ¿Cuándo ha acabado satisfactoriamente el
Noviciado...?
- El Hermano hace su primera profesión por tres
años. Desde ese momento, el Hermano queda constituido en miembro de la Orden.
Al final de esos tres años, el Converso temporal, renueva su compromiso por
otros dos años. Durante todo este tiempo sigue bajo la tutela del Padre
Maestro.
- De modo que para llegar a Hermano Cartujo se
necesitan siete años de formación.
- Así es. Acabados los siete años de formación
satisfactoriamente, llega el momento ¡tan deseado! de consagrarse
definitivamente a Dios por los Votos solemnes. El nuevo Hermano Cartujo, ya
profeso de la Orden, lee la fórmula en la Misa conventual. Luego la deposita
sobre el altar como símbolo de su entrega a Dios.
- Está bien. Pero supongamos que llega a la Cartuja
un religioso de otro Instituto, que tiene ya votos perpetuos, y quiere ser
Hermano Cartujo...
- Después del Postulantado, si es apto, comienza
inmediatamente el Noviciado de converso.
- ¿Y por cuánto tiempo?
- Cinco años. Al final, si ha convencido, es
admitido a la profesión solemne.
- Correcto. Pero en conjunto, ¿qué calidad tiene la
formación que se les da a los Hermanos Cartujos?
- La formación es sólida, adaptada a su estado. La
Orden ha dispuesto para ellos lo que hoy llamamos formación permanente. Es
decir, durante los 7 años primeros de su vida cartujana, orientados por el P.
Procurador o por el P. Maestro, dedican un tiempo todos los días al estudio de
la Biblia, Teología, Liturgia, Espiritualidad... Estos estudios se adaptan a
las posibilidades de cada Hermano. A lo largo de su vida pueden seguir
estudiando.
- Un caso...
- Todos los domingos del año, asisten a conferencias
cuyo tema obligado son nuestros Estatutos, la Teología Dogmática y Moral, la
Sagrada Escritura, la Liturgia y la Teología ascética.
- ¿Qué leen los Hermanos?
- Los Hermanos frecuentan la Biblioteca de la Casa.
Las secciones de Teología y Espiritualidad son las más cuidadas.
ORACIÓN
Y TRABAJO
- ¿Cuántas horas trabaja al día un Hermano?
- Seis.
- ¿Qué es el trabajo en la Cartuja?
- Algo más que una tarea humana. Es un medio de
perfección.
- ¿Cómo logran, en pleno trabajo, conservar el
espíritu de oración y soledad?
- Los Estatutos de la Orden aconsejan usar con
frecuencia de las jaculatorias. Incluso, interrumpir el trabajo con breves
momentos de oración.
- ¿Qué trabajos no se permiten?
- Los ajenos a la vida monástica.
- Por ejemplo...
- Los que exijan salir del Monasterio.
- Ya...
- Y se aconseja que no trabajen junto con obreros
sino en caso de necesidad.
- ¿Trabajan los cartujos en grupo?
- Si es posible se procura que cada uno trabaje solo
en la obediencia encomendada.
- ¿Es importante el silencio?
- Sí. Es muy importante trabajar en silencio durante
el trabajo. En nuestros Estatutos se dice: «Sólo el recogimiento durante el
trabajo hará del Hermano un contemplativo». E.O.C. 2.15.10.
- ¿Tanta concentración espiritual no puede ir contra
la eficacia laboral?
- No, normalmente. En su campo de trabajo el Hermano
goza de libertad e iniciativa. Y la dedicación e interés por su trabajo
convierte no raramente a los Hermanos Cartujos en verdaderos especialistas.
- Por ejemplo...
- Por ejemplo... Algunas 'industrias' cartujanas son
fruto de esta laboriosidad y dedicación. En siglos pasados fueron muy
renombradas las fundiciones de la Gran Cartuja, y en nuestros días lo es el
licor «Chartreuse» cuya compleja elaboración dirigen los Hermanos. En España y
fuera de ella son bien conocidos los vinos del Priorato de la desaparecida
Cartuja de Scala Dei (Tarragona), y los caballos de raza cartujana criados y
seleccionados por los Hermanos de la Cartuja de Jerez a finales del siglo
XVIII.
- Y... digamos, la oración «oficial», la del coro,
¿cómo está regulada para los Hermanos Cartujos?
- Como la de los Padres, por el rezo de las Horas
canónicas, aunque algo más reducidas.
- ¿Suplen los Hermanos las Horas canónicas con
algo...?
- Es frecuente que los Hermanos prefieran rezar
determinado número de padrenuestros y avemarías por cada Hora del Oficio
Divino. Así se hacía antiguamente.
- ¿Cuándo oyen Misa los Hermanos?
- Pueden oír la Misa que les dice el P. Procurador,
muy de mañana. Y si lo prefieren pueden asistir a la Misa conventual con los
Padres, a las ocho.
- Como Vds. no desayunan, ¿qué hacen y dónde están
los Hermanos entre la Misa y la hora del trabajo?
- En sus celdas, dedicados a la oración y lectura
espiritual.
- ¿Y acabado el trabajo?
- Al mediodía, antes de la comida, hacen una visita
de un cuarto de hora al Santísimo.
- ¿Y por la tarde...?
- Interrumpen el trabajo para dirigirse a la iglesia
y cantar las Vísperas con los Padres.
- ¿A qué hora acaban la jornada de trabajo?
- A las seis y media. Antes de cenar hacen otra
visita de un cuarto de hora al Santísimo.
- Y habiendo cenado...
- Terminan los rezos que ponen fin a la jornada
cartujana y se acuestan.
- ¿A qué hora?
- A las ocho de la tarde.
- Y... ¿se levantan?
- A medianoche, para asistir a los Maitines con los
Padres.
- ¿Y se vuelven a acostar?
- Entre la una y media o las dos de la madrugada,
antes que los Padres, pues no están obligados a asistir a los Laudes salvo en
días festivos.
- ¿Y llegados a sus celdas, los Hermanos se
acuestan?
- No inmediatamente. Al llegar a sus celdas dedican
un cuarto de hora a la llamada «oración materna», que hace tomar conciencia al
Hermano cartujo de su papel de intercesor. Postrado en tierra va lentamente
exponiendo al Señor las necesidades de la Iglesia y del mundo. Nadie escapa a
las intenciones de esta oración: desde el Papa hasta el último pecador de la
noche en que descansan sus hermanos los hombres.
Capítulo
5. La espiritualidad de la Cartuja
DIOS
SÓLO
- Rvdo. Padre Cartujo: si Vds. tienen prohibido todo
ministerio sacerdotal externo, ¿qué hacen?
- ¿Qué hacen? ¿Qué hacemos?
- Vds. son sacerdotes. Un sacerdote normalmente
ejerce ministerios pastorales con las almas. Pero si Vds. por principio viven
absolutamente enclaustrados, si no tratan con las almas, ¿cómo ejercen, cómo
justifican su sacerdocio, qué sentido sacerdotal-pastoral tiene su vida?
- ¿Cree Vd. que su pregunta es correcta?
- Dígame Vd. si no...
- En concreto lo que Vd. pregunta es si hacemos
cosas útiles y visibles y tangibles por la sociedad...
- Por ahí iría...
- Pues... no.
- ¿Entonces?
- Le sugeriría que no es gran acierto valorar las
cosas -¡cuánto más una vida!- por la utilidad concreta, palpable, visible que
reporta.
- Ya. Pero el sacerdote, todo sacerdote es ordenado
para servicio del pueblo de Dios, para ser útil a las almas...
- Los valores más elevados son, aparentemente, los
menos «útiles»...
- Pero eso es, o puede ser, una frase... Todo
sacerdote, en la circunstancia en que se encuentre, tiene obligación estricta
de ser útil a las almas y «directamente- aunque sean contemplativos...
- La vida contemplativa está por encima de las
categorías de lo «útil» y del «servir para...». La vida contemplativa es,
incluso, algo más...
- ¿Qué es, pues, la vida contemplativa de un
cartujo?
- Algo más. Un misterio afín al misterio de Dios, de
cuya grandeza e incomprensibilidad participa de alguna manera. Más allá del
cuidado por las cosas del mundo; más allá, incluso, de todo ideal humano y de
la propia perfección, el cartujo busca a Dios. Este es el secreto de la vida
puramente contemplativa: vivir sólo para Dios, no desear más que a Dios, no
saber sino a Dios y no poseer más que a Dios. Quien esté convencido de que Dios
es el supremo valor, comprenderá con facilidad esta vida de radical
consagración que es, sin más, la vida del cartujo.
- Bello ideal...
- Pero este bello ideal exige un clima adecuado para
desarrollarse.
- ¿Y cuál es el clima adecuado?
- Este clima lo forman las observancias cartujanas
que encuentran así su verdadero sentido. Consideradas aisladamente, sin
relación a su fin, serían incomprensibles y no pasarían de ser una colección de
prácticas curiosas, a veces incluso, juzgadas comúnmente, poco humanas.
- Veamos...
LA
SOLEDAD Y EL SILENCIO
- ¿Cuál es la palabra que más se repite en la vida
de la Cartuja?
- Si alguien se tomase el trabajo de buscar el
vocablo más repetido en las páginas de los Estatutos, creemos que serían las
palabras «soledad» y «silencio».
- ¿Su espiritualidad tiene algún slogan?
- La espiritualidad cartujana es la espiritualidad
del desierto.
- ¿Es una tradición?
- «Los fundadores de nuestra Orden seguían la luz de
Oriente, la de aquellos antiguos monjes que, fresco aún en sus corazones el
recuerdo de la sangre derramada por el Señor, llenaron los desiertos para gozar
de las ventajas de la soledad y la pobreza de espíritu. Puesto que los monjes
del claustro siguen este mismo camino, conviene que vivan como ellos en yermos
suficientemente alejados de toda vivienda humana...»[9].
Dom Guigo en sus «Consuetudines Cartusiae» se
muestra ferviente entusiasta del desierto.
- ¿Es una espiritualidad personalista o tiene
fundamentos?
- La Sagrada Escritura y la tradición le ofrecen
argumentos para colocar la vida solitaria por encima de cualquier otra
vocación.
- Aunque sea como solo medio, Vds. tributan un
verdadero culto a la soledad. ¿Por qué?
- Porque la soledad es el medio más apto para la
unión con Dios: «la suavidad de la salmodia, el gusto por la lectura, el fervor
de la oración, la profundidad de la meditación, las luces de la contemplación y
el don de lágrimas, en ninguna parte pueden encontrar un ambiente tan propicio
como en la soledad»[10].
- Entonces su estructura jurídica será un acto de
favor a la soledad...
- Toda la legislación de la Cartuja tiende a
conservar y favorecer esta soledad y silencio que son las notas más destacadas
de la espiritualidad del desierto y de la espiritualidad cartujana.
- ¿Cuál es en este aspecto la más seria prohibición
de sus Estatutos?
- Los Estatutos prohíben al cartujo formalmente todo
apostolado externo.
- ¿Esta decisión es tajante?
- Por si quedase alguna duda, se prohíbe en
particular dar dirección espiritual, oír confesiones y predicar.
- Y todo eso ¿por qué?
- Porque «si los seglares no se edifican con nuestro
silencio, menos se edificarán con nuestra palabra».
- ¿Es ésta una decisión moderna?
- Esta frase lapidaria de los Estatutos está tomada
de la literatura del desierto.
- ¿Tanta rigidez no podría asustar a la Iglesia
Católica contemporánea?
- Por si alguien estuviese tentado de
escandalizarse, bueno será recordar que esto es precisamente lo que la Iglesia
pide al cartujo. El Concilio Vaticano II ha dicho con claridad que el deber de
los contemplativos es «vacar sólo a Dios en la soledad y silencio... por mucho
que urjan las necesidades del apostolado activo»[11].
- Vds., los cartujos, defienden su vocación
contemplativa con la soledad. ¿Con qué más?
- La rigurosa clausura de la Cartuja es otra defensa
de la vida solitaria.
- Bien. ¿Y el deber de caridad con la familia?
- En atención al deber de caridad para con la
familia, se permiten dos días de visita al año.
- Y... ¿escriben o reciben cartas?
- Las cartas deben ser también muy escasas.
- ¿Y cómo logran Vds. zafarse de la invasión de los
medios de comunicación social?
- Para evitar este peligro, en la Cartuja no existe
la radio, ni la televisión, revistas profanas, etc.; si llega algún periódico,
éste no puede pasar al claustro. El P. Prior se encarga de dar a los monjes las
noticias que no estaría bien ignorar.
- ¿Luego viven Vds. ajenos al mundo de hoy?
- Los Estatutos insisten en la necesidad de «vivir
ajenos a los rumores del siglo»[12], como
algo elemental en la vida solitaria.
- De acuerdo. Soledad radical, clausura rigurosa,
alejamiento de los medios de comunicación social... ¿qué más?
- Otro punto capital es la guarda de la celda.
- ¿Siempre están y trabajan en la celda?
- Sólo excepcionalmente se puede llamar al monje del
claustro para que trabaje fuera de su celda.
- ¿Y si les urge comunicarse algo entre Vds.?
- Se aconseja dejar para el día de la recreación los
recados que exijan hablar, y si no se puede aguardar, siempre se requiere el
permiso del Superior para ir a la celda de otro monje.
- ¿Qué le ocurre al que, por debilidad, falta a la
regla de silencio?
- Las faltas al silencio se reconocen en público y
reciben también penitencia pública.
- ¿Y esta soledad vale tanto para Padres como para
Hermanos?
- La soledad de los Hermanos está más expuesta a
peligros que la de los Padres; de ahí la insistencia de los Estatutos en
recordarles la necesidad de recogerse en la celda siempre que no estén ocupados
en algún trabajo. En especial los domingos y solemnidades, los Hermanos pueden
dedicar mucho tiempo al silencio de la celda.
- Pero durante el trabajo de cada día, los Hermanos
tendrán necesidad de decir alguna palabra...
- Durante el trabajo les está permitido hablar de
cosas útiles y necesarias referentes al trabajo; pero para facilitar más la
guarda del silencio y soledad no se permite a los Hermanos trabajar con obreros
salvo en casos imprescindibles y, en general, se procura que cada Hermano
trabaje solo. También para ellos la clausura es rigurosa.
- Con todo, hay trabajos en que será necesario salir
de la Cartuja...
- Se procura encargar a seglares los asuntos que
exijan salir del monasterio «para que los Hermanos no se vean obligados a andar
por pueblos y ciudades»[13]. Estos
y otros detalles demuestran el cuidado de la Orden por procurar a los Hermanos
unas condiciones de soledad que se aproximan a las de los Padres.
- ¿No constituye esta observancia dura y tajante un
peligro de materializar la vida de la Cartuja?
- Toda esta juiciosa legislación del silencio y la
soledad son la letra de las observancias. El monje ve reflejado en ellas el
clima propicio de su vocación eremítica, pero sabe muy bien que eso no es todo,
ni siquiera lo principal.
- ¿Y qué es lo sustancial, lo principal?
- Ahondar en esa soledad y extraerle todas las
riquezas que contiene.
- Resúmame en una palabra lo que es necesario para
un cartujo.
- Que se enamore de la soledad.
- ¿Qué opinaba San Bruno de todo esto?
- San Bruno decía: «Cuánta utilidad y gozo divino
proporcionan la soledad y el silencio del yermo a quien los ame, sólo lo
conocen quienes lo han experimentado. Aquí pueden los varones esforzados
recogerse en su interior cuando quieran, morar consigo, cultivar sin cesar los
gérmenes de las virtudes y alimentarse felizmente de los frutos del paraíso.
Aquí se adquiere aquel ojo limpio, cuya serena mirada hiere de amores al Esposo
y cuya pureza permite ver a Dios. Aquí se vive un ocio activo, se reposa en una
sosegada actividad. Aquí concede Dios a sus atletas la ansiada recompensa por
el esfuerzo del combate, la paz que el mundo ignora y el gozo del Espíritu
Santo»[14].
- El cartujo que obedeciese estas ideas ¿es feliz?
- El monje que sea perfectamente fiel a su vocación
sentirá que Dios le llama a soledades y silencios del espíritu cada vez más
profundos.
EL
SOSIEGO ESPIRITUAL
- ¿Qué finalidad tiene la soledad exterior?
- La soledad exterior crea el ambiente propicio
necesario para que pueda desarrollarse una soledad más perfecta, la soledad
interior.
- ¿En qué consiste la soledad interior?
- Consiste ésta en un proceso espiritual por el que
la memoria, el entendimiento y la voluntad van muriendo a todo interés y gusto
por las cosas. En su lugar, Dios comienza a ser sentido como único objeto
saciante.
- ¿Es algo típico y exclusivo de la Cartuja?
- Es el proceso espiritual descrito por San Juan de
la Cruz en la Subida del Monte Carmelo.
- ¿Cómo lo concretan Vds., los cartujos?
- San Bruno y Dom Guigo resumen este proceso en una
palabra, la «quies», es decir, el sosiego o reposo espiritual.
- Es decir, que toda la atmósfera cartujana tiende
a...
- El ambiente de soledad, el silencio de todo ruido
perturbador de los deseos e imágenes terrenos, la atención tranquila y sosegada
de la mente en Dios, favorecida por la oración y la lectura pausada, desembocan
en ese santo «reposo» del alma en Dios. Reposo simple, endiosado y gozoso que
hace sentir al monje, de alguna manera, la belleza de la vida eterna.
- ¿Qué grado de contemplación es éste?
- Digamos que la «quies», el sosiego, es una meta
anhelada por el cartujo.
FIDELIDAD
A LA CRUZ
- Ustedes tienen fama de muy mortificados y
penitentes.
- Sobre el tema de las penitencias de la Cartuja,
como sobre tantos otros, existen las más extrañas ideas. Es cierto que a las
penitencias se las considera sólo como «medios para aligerar la pesadez de la
carne y correr con más facilidad en pos del Señor»[15].
- Pero Vd. sabe que la penitencia personal hoy día
no se la considera un medio infalible... estamos en tiempos de comprensión y
diálogo...
- Las penitencias, y en general todo lo que suponga
sacrificio y abnegación, tienen en nuestros tiempos muy mala prensa y se suele
hablar de ellas con notable inconsciencia. Todo el mundo ve bien que un
deportista se prive de muchas cosas lícitas y someta su cuerpo a penosos
entrenamientos. Sin embargo, si un cristiano, consciente de su dignidad, adopta
parecidas prácticas ascéticas con el fin de mantener a raya sus pasiones, con
toda probabilidad se verá tildado de medieval, exagerado, o bien se le
clasificará en alguno de los sonoros apartados de la sicología patológica.
- ¿Creen Vds. los cartujos en la ascética?
- La ascesis, a pesar de estar tan vilipendiada, es
absolutamente necesaria a todo hombre que quiera ser algo más que un pobre
esclavo de sus instintos animales. «Aun allá Séneca -dice el P. Rodríguez- lo
sintió y dijo divinamente: 'Mayor soy y para mayores cosas nací que para ser
esclavo de mi cuerpo'; sentencia digna de que el religioso y cualquier
cristiano la tuviese impresa en su corazón»[16].
LAS
PENITENCIAS
- Ustedes los cartujos desean vivir como los hombres
nuevos que pide la Sagrada Escritura. ¿Podría concretarme las penitencias
básicas?
- Sí; el alejamiento del mundo, la ausencia de
noticias y pasatiempos. Posiblemente son éstas las negaciones más costosas y
las que más al vivo afectan al postulante. La división del sueño en dos
tiempos, la aspereza de la ropa, el ajuar de la celda tosco y elemental.
- Algo distinto al moderno hombre de hoy... ¿Viven
Vds. en un ambiente distinto?
- Vivimos en un ambiente de austeridad que contrasta
fuertemente con el ambiente de confort y comodidades a que está acostumbrado el
hombre de hoy.
- ¿Qué desayunan?
- En la Cartuja no existe la costumbre del desayuno.
- ¿Qué comen?
- Al mediodía se hace una comida, a base de
legumbres, pescado o huevos y postre.
- Cuando no ayunan ¿qué cenan?
- Los días que no son de ayuno, se toma una ligera
cena consistente en dos huevos o su equivalente en pescado y alguna fruta.
- ¿Cuándo ayunan?
- Los ayunos comienzan el 14 de septiembre, fiesta
de la Exaltación de la Cruz, y duran hasta Pascua, es decir, unos siete meses.
- ¿En qué consiste el ayuno?
- El ayuno consiste en hacer una sola comida al
mediodía. Por la tarde se toma pan y un vaso de vino.
- ¿Y los Hermanos?
- Por razón del trabajo manual, los Hermanos en vez
de pan y vino toman un plato de cocido, lo cual alivia un poco sus ayunos, pero
en Adviento y Cuaresma se contentan con pan y vino como los Padres.
- ¿Hacen algo especial los viernes?
- Todas las semanas se hace un día de abstinencia,
en el que sólo se toma pan y agua. Generalmente se suele hacer el viernes en
memoria de la Pasión del Señor; pero si en la semana ocurre alguna fiesta, la
abstinencia a pan y agua se hace la víspera de dicha fiesta.
- ¿Alguna mitigación para los Hermanos?
- Los Hermanos, a causa de sus trabajos, pueden
tomar además un plato de cocido, pero en la práctica son pocos los que hacen
uso de esta facultad y la mayoría prefieren pasar el día a pan y agua.
- ¿Comen carne?
- Tradicionalmente, desde los tiempos de San Bruno,
jamás se come carne ni se sirve a nadie en las Casas de la Orden. En las
«Consuetudines», Dom Guigo no habla de esta costumbre pero la supone. Por si
quedase alguna duda, Pedro el Venerable, abad de Cluny y amigo de Dom Guigo, dice
expresamente que los cartujos no comen jamás carne ni siquiera cuando están
enfermos[17].
- ¿Cuándo se convirtió esta costumbre en ley?
- Fue el Capítulo General de 1254 quien convirtió
esta costumbre en ley. Este solemne documento supone que la abstinencia
perpetua de carnes es una marca distintiva de la Orden, pues señala nada menos
que la pena de expulsión de la Orden a todo posible transgresor. Durante siglos
se ha mantenido la abstinencia perpetua de carnes con un rigor y una casuística
que hoy nos parecen exagerados. Los Estatutos actuales se limitan a recordar la
obligación sin señalar penas.
- ¿Y si enferman o tienen que salir de la Cartuja?
- Por no llamar la atención y sobre todo por no
causar molestias, los enfermos que deben ser hospitalizados no están obligados
a la ley. Estando de viaje «no se puede quebrantar esta ley, sino cuando
resulte violento rechazar dicha comida por caridad con quienes nos hospedan»[18].
- ¿Toman café?
- Tan sólo a los huéspedes se sirve café y licores:
los cartujos sólo los toman una o dos veces al año, en algún gran
acontecimiento.
- ¿Pueden fumar?
- El tabaco está prohibido «por razones de
abnegación y pobreza»[19].
Efectivamente, con frecuencia la austeridad de vida se confunde con la pobreza
evangélica.
- Cuando se penitencian, ¿qué instrumentos usan?
- Como instrumento de penitencia se usa el cilicio,
que consiste en dos piezas de tejido de crines de caballo unidas por unos
tirantes y sujetas a la cintura por una gruesa cuerda.
- ¿Los Hermanos, también?
- Los Hermanos no usan cilicio pues en los trabajos
pesados les podría resultar molesto en extremo.
- En resumen...
- Éstos son los aspectos más destacados de la
ascesis cartujana. La Orden los juzga suficientes y, con un gran sentido de
prudencia, ordena formalmente que «nadie se entregue a ejercicios de penitencia
fuera de los indicados en los Estatutos, a no ser con el conocimiento y
aprobación de su Prior»[20]. Esta
aprobación no la suelen conceder con facilidad. Es cierto que las Efemérides
nos muestran a un gran número de cartujos entregados a santas locuras ascéticas
en nada inferiores a las de los Padres del desierto. A pesar de su número, no
cabe duda de que se trata de casos excepcionales que seguían impulsos
extraordinarios de la gracia. Dionisio el Cartujano, por ejemplo, pasó su vida
entregado a la oración y al estudio; apenas dormía y sus comidas no merecían el
nombre de tales; cuando se le aconsejaba prudencia, solía responder con humor
que a nadie aconsejaba seguir su ejemplo, pero que él podía hacerlo muy bien pues
tenía la cabeza de hierro y el estómago de bronce.
- ¿No hay mucho peligro en esto?
- Los peligros de las mortificaciones imprudentes
son muchos. La salud puede perderse para siempre, y los Maestros de novicios
saben muy bien que una de las tentaciones más frecuentes de los principiantes
es la de querer llegar de golpe a lo que los santos llegaron a fuerza de mucha
gracia y mucho tiempo. Una ofensiva ascética sin tregua y sin admitir respiro
conduce casi siempre a la dureza, la intransigencia o a desequilibrios más
importantes. Una idea semejante de la ascesis está muy lejos del espíritu de la
Cartuja que ha heredado de San Bruno su moderación y equilibrio. El Santo, en
carta a su amigo Raúl, le describe con entusiasmo la amenidad de los paisajes
de Calabria y, por si su amigo se extrañara de estas expansiones menos
espirituales, aclara: «... estas vistas sirven frecuentemente de solaz y
respiro a nuestro frágil espíritu, cuando está fatigado por una dura disciplina
y la continua aplicación a las cosas espirituales. El arco siempre armado, o
flojo, o quebrado»[21].
- Para acabar el tema: ¿cuáles son los rasgos del
espíritu cartujano?
- La soledad, el silencio, la «quies» cartujana, la
simplicidad de costumbres y la vida penitente definen los rasgos más destacados
del espíritu cartujano, que coincide con las líneas maestras de la tradicional
espiritualidad del desierto.
Capítulo
6. Los horarios
LOS
MAITINES DE MEDIA NOCHE
- Un tanto extraños creo que son los horarios de la
Cartuja... ¿no?
- Bastante curiosos, sí.
- Será duro al principio...
- Bien lo saben los postulantes, a quienes resulta
difícil conciliar el sueño.
- ¿A qué hora se acuestan?
- A las siete y media u ocho de la tarde. En verano
todavía hay sol en el horizonte.
- Acostados a las siete y media u ocho de la
tarde... ¿a qué hora se levantan?
- A las once y media de la noche. A esa hora la
campana de la torre llama a los cartujos a la oración.
- ¿Y se levantan todos?
- Sólo los Padres. Los Hermanos todavía seguirán
durmiendo hasta las doce de la noche.
- De modo que el día del cartujo comienza a las once
y media de la noche.
- Sí.
- Y ¿qué hacen los cartujos a esas horas?
- Ante todo, como es lógico, se asean. Luego van al
oratorio de su celda, se arrodillan y comienzan su misión de alabanza recitando
Maitines de Beata.
- ¿De qué?
- Maitines de Beata. El oficio de la Santísima
Virgen en la Cartuja recibe el nombre abreviado de Oficio de Beata (Virgine
Maria). Cada hora de este oficio precede a la Hora correspondiente del Oficio
Canónico, con excepción de Laudes y Completas. El tiempo restante lo emplea el
cartujo en oración.
- Bien comienza el día...
- A las doce y cuarto de la noche vuelve a sonar la
campana de la torre.
- ¿Para qué?
- Verá. Toda la comunidad, Padres y Hermanos, se
dirigen a la iglesia en ordenada fila, a través de los solitarios claustros,
apenas iluminados.
- Y una vez han llegado a la iglesia...
- Una vez en la iglesia, colocados los pesados
libros de coro sobre los atriles, se apagan las luces y se hace un profundo
silencio. A una señal del Prior comienza el canto de Maitines.
- ¿Qué son los Maitines?
- Los Maitines se componen de dos partes llamados
nocturnos, con seis salmos cada uno. Los días de fiesta se añade un tercer
nocturno de tres cánticos. La salmodia es grave, casi lenta. Al final de cada
nocturno hay lecturas de la Sagrada Escritura o de los Santos Padres, y a cada
lectura sigue el canto de un responsorio. Los domingos y algunos otros días
importantes las lecturas y los correspondientes responsorios son doce; los días
feriales por el contrario sólo tienen dos o cuatro lecturas. El canto del Te
Deum y la lectura del Evangelio del día ponen fin a los Maitines de doce
lecturas; los días restantes terminan con unas hermosas preces por las
necesidades de la Iglesia y del mundo.
- ¿Y los Hermanos están todo este tiempo en el coro?
- Los días de labor, los Hermanos salen de la
iglesia una vez terminados los Maitines.
- ¿Quedan solos en la iglesia los Padres?
- Los Padres, después de unos minutos de oración
silenciosa, comienzan el canto de Laudes. Al final del Oficio de Laudes se
canta el Benedictus. Se termina con una piadosa antífona en honor de Nuestra
Señora.
- ¿Y salen para sus celdas?
- Todavía no. Acabado el Benedictus los monjes se
arrodillan y rezan el Ángelus de medianoche mientras suenan unos lentos toques
de campana.
- ¿Y vuelven a la celda y se acuestan?
- Todavía no. En sus celdas, de vuelta ya, todavía
rezan los Padres los Laudes de Beata.
- ¿Y qué más?
- Se acuestan sin demora.
- ¿Y qué hora es para entonces?
- La hora de acostarse varía según la duración de
los Oficios. Con frecuencia el reloj marca las tres de la madrugada.
- Y ¿por qué todo esto...?
- Porque el cartujo siente predilección por estas
horas de alabanza nocturna, cuando el silencio de la noche convida a una
oración más fervorosa.
LA
JORNADA DE LA MAÑANA
- Bien., bien... y ¿a qué hora se levantan de nuevo?
- Los Padres a las siete menos cuarto. Los Hermanos
se han levantado una hora antes.
Y...
- Los Padres a las siete rezan la Hora Prima,
seguida de un rato de meditación.
- Y ¿la Misa?
- A las ocho la campana llama a los monjes a la Misa
conventual. Esta Misa es siempre cantada. Los domingos y días de fiesta a la
Misa precede el canto de la Hora Tercia.
- Acabada la Misa conventual...
- Los Hermanos, en sus celdas, hacen un cuarto de
hora de acción de gracias por la Misa y, después, se disponen para el trabajo
hasta la Hora de Sexta. Los Padres celebran la Misa rezada en capillitas
destinadas a este fin. De vuelta a la celda rezan Tercia y hacen un buen rato
de lectura espiritual.
- Pero Vds. ¿no desayunan? Hasta la hora de comer...
¿qué hacen?
- Los estudiantes preparan sus estudios y descansan
con algún trabajo manual. Los Padres pueden dedicar este tiempo a la oración,
al estudio, al trabajo.
- ¿Cuándo comen?
- A las once y media, después de rezar la Hora
Sexta, tiene lugar la comida, que se hace solitariamente, a excepción de
domingos y festivos.
- Y después de comer ¿echan siesta?
- Después de comer, hasta la una de la tarde, el
cartujo suele recrearse un rato en su jardín, haciendo algún trabajo,
paseando... A la una reza el Ángelus del mediodía y la Hora Nona.
- A partir de entonces...
- Los estudiantes emprenden de nuevo sus estudios y
antes de Vísperas dedican un rato al trabajo manual. Los Padres gozan de
libertad en el empleo del tiempo. Pueden dedicarlo a la oración, al estudio, al
trabajo. Los Hermanos vuelven a sus trabajos.
- Y ¿no existe variación alguna en el horario...?
- Los domingos y festivos la Hora de Nona se canta
en la iglesia y a continuación los monjes se reúnen en el Capítulo donde
escuchan la lectura del Evangelio o de los Estatutos; después, el que lo desee
reconoce sus faltas públicamente; si alguien ha faltado al silencio se le
impone una penitencia pública. Del Capítulo se sale a la huerta, o si el tiempo
no lo permite al claustro, donde tiene lugar la recreación en común. Los Padres
tienen recreo obligatorio todos los domingos y, facultativo, los días festivos.
Los Hermanos tienen recreo obligatorio una vez al mes. En los días festivos, la
asistencia es libre.
LA
JORNADA DE LA TARDE
- ¿Y cómo llenan la tarde?
- Todos los días hacia las tres de la tarde se
cantan las Vísperas en la iglesia. Incluso los Hermanos suelen asistir, aunque
no están obligados a ello más que los días festivos y sus respectivas Vísperas.
El Oficio de Vísperas viene a durar media hora y se compone de un himno, cuatro
salmos con sus antífonas, un responsorio, el Magnificat y se termina con unas
hermosas preces y el canto de la Salve, cuya letra y melodía difieren
ligeramente de la Salve romana.
Después de Vísperas, el tiempo se dedica a
ejercicios espirituales que los estudiantes alternan con los estudios.
- ¿A qué hora se cena en la Cartuja?
- La cena o, en días de ayuno, la colación de pan y
vino, tiene lugar a las seis menos cuarto.
- ¿Qué hacen después de cenar?
- Después de la cena queda un rato de descanso para
recrear el ánimo bien sea en el jardín o paseando por la celda. A las seis y
media un toque de campana indica a los Hermanos que deben dejar los trabajos y
retirarse a sus celdas.
- ¿Cuándo y cómo acaba el día del cartujo?
- A las siete la campana toca el Ángelus de la
tarde. Todavía pueden los monjes prolongar su oración o lectura espiritual
durante una hora, aunque se aconseja no retardar el acostarse. El día termina
con el rezo de Completas, en las que se da gracias a Dios por los beneficios
del día y se le pide su protección para la noche.
- Así, entre las siete y media o las ocho de la
tarde ha terminado el día dedicado por entero a la oración, al estudio y al
trabajo.
LA
ORACIÓN
La actividad más importante del cartujo es la
oración. Esta es el alma de su vida y de sus observancias. Sin ella no se puede
comprender la vida del cartujo.
La familiaridad con el Salterio, adquirida en las
largas horas del Coro, ofrece al monje un alimento insuperable para su oración.
Y en ese sentido es posible, y hasta normal, que los salmos sean para el
cartujo, como para los antiguos monjes, el armazón de su oración. Al principio
no es fácil hacer de los salmos una oración personal, pero con el tiempo pueden
llegar a ser la oración preferida. El cartujo reconoce y contempla en los
salmos la imagen dolorosa de Cristo prefigurado en los justos perseguidos.
Cuando canta los salmos, siente viva la unión con la Iglesia -el nuevo Israel-
cuyas miserias y esperanzas tan bellamente reflejan los salmos. Los salmos
ofrecen al cartujo las más hermosas fórmulas para alabar al Señor.
Con todo, el cartujo goza de gran libertad en su
vida de oración. Por lo general se atiende poco a los métodos. La oración
tiende a simplificarse cada vez más. Con los años la oración se reduce a un
tranquilo, a un reposado estarse con el Señor; un estar intensamente empleado
en Él, sin cansancio, sin ruidos, sin palabras. La oración y la vida comienzan
a unificarse.
Después de años de generoso esfuerzo por buscar sólo
a Dios y hacer un desierto interior, el cartujo, normalmente, se verá
recompensado por el Señor con el hábito de la oración continua, ocupación tan
sencilla y necesaria como el latir del corazón.
El alejamiento del mundo, el silencio tranquilo en
que transcurre la vida del cartujo y la soledad de su celda son medios muy
apropiados para alcanzar este grado de oración.
Según la tradición de los Padres del desierto, ésta
es la oración perfecta y el ideal gozoso de la vida monástica.
Esto es también lo que pretenden los Estatutos, pero
ya advierten que «hay que andar mucho por caminos de aridez y sequedad antes de
llegar a los manantiales de las aguas y a la tierra de promisión». E.O.C.
1.4.1.
EL
ESTUDIO
Los Estatutos recogen las directrices de Pío XI
sobre el estudio de los contemplativos: «Es un error pensar que, descuidando en
un principio los estudios teológicos o abandonándolos después, podremos
elevarnos fácilmente a la unión íntima con Dios»[22].
Los Estatutos de la Cartuja determinan con claridad la importancia del estudio;
pero la vida solitaria y contemplativa exige una modalidad propia que los
Estatutos determinan a continuación: «Así fijándonos más en la sustancia del
contenido que en el brillo aparente de la expresión, estudiemos los misterios
divinos con ese deseo de conocer que nace del amor y aviva la llama del amor»[23].
Brevemente: el estudio es necesario a la vida contemplativa a la cual
suministra alimento, pero los estudios se deben hacer con espíritu
contemplativo.
Suele preguntarse si el cartujo puede practicar el
apostolado de la pluma o, por el contrario, este apostolado no está de acuerdo
con su vocación solitaria y contemplativa. Es sabido que, en todo tiempo, hubo
excelentes escritores cartujos, algunos de gran fama. Dom Guigo 1, legislador
de la Cartuja, era escritor e, incluso, hizo el primer estudio crítico de las
cartas de San Jerónimo. Dionisio el Cartujano fue un escritor
extraordinariamente prolífico. Ludolfo de Sajonia, Surio, Molina son nombres
conocidos. En tiempos más recientes, algunas obras como «La vida interior» de
Dom Francisco de Sales Pollien, editada por Tissot, han conocido verdaderos
éxitos editoriales. El papa Pío XII en una carta a la Cartuja de Vedana[24] habla
también del apostolado del escribir «en la medida que lo permitan vuestros
Estatutos». Sin embargo, varias Ordenaciones de los Capítulos Generales, e
incluso los mismos Estatutos, se muestran poco favorables a este apostolado:
«Debemos dedicarnos con interés y discreción a estudios apropiados, no por el
prurito de saber o de editar libros...»[25].
La postura de la Orden no es nueva. En tiempos de Erasmo se apoderó de los
cartujos germánicos la fiebre de los estudios humanísticos. La Orden tomó
medidas serias. A unos cartujos ganados por el Jansenismo escribía el Reverendo
Padre Dom Antonio Montgeffond: «Nosotros no fuimos fundados para enseñar a los
fieles sino para edificarles. Nuestra misión consiste esencialmente en una fe
humilde, en el silencio, en la plegaria y en la penitencia».
El problema desaparece cuando se aclaran los
términos: no hay ningún texto que afirme directa ni indirectamente que el
cartujo debe ejercer el apostolado del escribir. Hay numerosas órdenes en la
Iglesia que cumplen muy bien con estos fines. Pero esto no quiere decir que
escribir libros sea contrario al espíritu de la Orden; de hecho, no hay ninguna
prohibición formal. En la Cartuja escribir es una ocupación marginal: unas
veces será opuesta al espíritu contemplativo, otras no. Difícilmente podrá, por
ejemplo, vivir su soledad el cartujo que se dedique a trabajos de investigación
histórica, que requieren gran dedicación y numerosa correspondencia epistolar.
Pero no todos los casos pueden ser así. De hecho ha sucedido con frecuencia,
que el cartujo escriba sin perder su libertad interior, dando a su actividad su
justo valor de ocupación marginal y secundaria.
EL
TRABAJO
Existen órdenes de vida activa que tienen
determinadas tareas que realizar según el espíritu de su Fundador. El cartujo
tiene un solo trabajo: vivir la intimidad con el Señor, ser en todo momento un
hombre de Dios. Para el cartujo, el trabajo manual y el estudio, solamente son
ocasiones de alimentar su vida contemplativa.
Aunque el trabajo no sea en el monje ningún fin en
sí mismo, ocupa lugar muy importante en la tradición monástica. Para los Padres
del desierto el trabajo manual es un medio de perfección, una manera de
mortificar la carne, de sujetar la imaginación, de vencer el tedio o «acedia». Esta
tradición la recogen los Estatutos: «Con el trabajo de manos, el monje se
ejercita en la humildad y reduce todo su cuerpo a servidumbre, a fin de que su
alma adquiera una mayor estabilidad»[26].
Y hay algo más; el monje no es un burgués piadoso.
Los Padres del desierto quieren que los solitarios, a imitación de San Pablo,
ganen el sustento diario con el trabajo de sus manos y que den lo sobrante en
limosna. El trabajo hace vivir al cartujo más conscientemente la pobreza
religiosa. Hoy añadiríamos el valor de testimonio que posee el trabajo de los
monjes.
La vida de celda hace incompatibles muchos trabajos
que, forzosamente, asumen los Hermanos: labores del campo, granjas, cocina,
etc. Como dicen los Estatutos (2.15.1) «Con su trabajo, los Hermanos asocian al
hombre todo entero a la obra de la Redención. En la fatiga del trabajo hallan
una partícula de la cruz de Cristo, por donde se hacen partícipes de los nuevos
cielos y de la nueva tierra». El trabajo manual de los Padres consiste,
principalmente, en la limpieza de la celda, pequeños trabajos de jardín, de
carpintería, encuadernación, mecanografía. En algunas Casas pequeñas, los
Padres atienden también al lavado de ropa, la sastrería, zapatería. Hoy los
postulantes, sobre todo si han sido trabajadores, aceptan con dificultad no
colaborar con su trabajo a aliviar las cargas del Monasterio. Ante este hecho,
en algunas Cartujas se están haciendo interesantes experiencias de trabajos
«productivos» que los monjes puedan realizar sin salir de la celda. Pero, encontrar
trabajo apropiado, a la vez que productivo, no es tarea fácil.
El cartujo sabe que para trabajar «con espíritu
contemplativo», no basta con que los trabajos se armonicen con la soledad de la
celda; todo trabajo que termina por distraer su íntima soledad, no es
monástico. Pero también es cierto que los monjes, como contemplativos, cuando
trabajan, deben encontrar en el trabajo la realización de su oración, además de
una excelente ocasión de ascesis y de renuncia. Se debe destacar este matiz:
«cuando trabajan», pues es claro que el trabajo sólo es una de tantas
ocupaciones del monje en la que está llamado a realizar su oración, lo mismo
que en las demás. Por ejemplo, «cuando come», «cuando estudia»...
PASEOS
Y RECREACIONES
No es exacto que los cartujos no hablen nunca. En el
principio de la Orden había ya un rato de recreación, después de Nona los
domingos y en otros días de fiesta, como se hace actualmente. Además, un día a
la semana, normalmente el lunes, hay un paseo de cuatro horas de duración. Los
documentos indican que este paseo ya existía en el siglo XIII. El día del paseo
se adelantan Nona y Vísperas. A las dos de la tarde, rezadas las preces del
paseo, salen los monjes al campo, llevando siempre bastón y, en días de sol,
sombrero de paja.
Se hacen dos grupos: quienes prefieren los paseos
largos y los que gustan andar poco. En verano, el paseo termina a las seis y
cuarto de la tarde. En invierno, media hora antes. Los Hermanos sólo tienen un
paseo al mes. Su vida de trabajo al aire libre no necesita, como los Padres, de
estos caminares.
La recreación del domingo y el paseo semanal dan a
la vida eremítica de la Cartuja un ambiente familiar, humano y evangélico.
Ayudan a conservar un sano realismo, necesario en vida tan estrecha, como la
del cartujo. El paseo semanal es punto de regla desde hace siglos, del cual los
superiores no acostumbran a dispensar fácilmente, siguiendo el ejemplo de un
famoso General de la Orden que tenía como norma dispensar antes del Oficio de
Maitines que del paseo semanal.
Capítulo
7. Ritos de la vida cartujana
LA
TOMA DE HÁBITO
- Usted lleva muchos años de vida cartujana, ¿cuál
es el primero de los recuerdos?
- Hay recuerdos que nos acompañan toda la vida. La Toma de hábito es uno de
ellos, y el monje guarda siempre de este acontecimiento un recuerdo perfumado
de fervor y de santas ilusiones, que el paso del tiempo no es capaz de
extinguir. La Toma
de hábito es el primer paso en la vida monástica de la Cartuja. Se trata de
una ceremonia emotiva y llena a la vez de sentido espiritual.
- Cuénteme la ceremonia...
- La Comunidad se halla reunida en el Capítulo para
deliberar sobre la admisión del postulante. Hecha una votación, si ésta es
favorable, el Padre Maestro va a llamar al postulante. Entra éste con paso
nervioso por la emoción y se postra en el suelo.
- ¿Qué pides? -le interroga el Prior.
- Misericordia -responde el postulante.
A una señal del Prior se levanta y hace su petición
en estos términos: «Suplico por amor de Dios ser admitido a la probación en
hábito monástico como el más humilde servidor de todos, si a vos, Padre, y a la
Comunidad os pareciere bien».
Entonces el Prior le expone las asperezas de la vida
que desea abrazar: las largas horas de oración, los ayunos y abstinencias tan
frecuentes, la guarda de la celda y del silencio, las nuevas exigencias de la
renovación de vida. Al final, el Prior le pregunta si se siente con fuerzas
para abrazar el nuevo género de vida, a lo que el postulante responde que,
únicamente confiado en la ayuda de Dios y en las oraciones de los monjes,
espera cumplir con todas las exigencias cartujanas. Todavía le advierte el
Prior que antes de la Profesión puede irse libremente y, a su vez, la Comunidad
podrá despedirle si no lo encontrara idóneo para la vida cartujana. Una vez el
postulante ha dado su conformidad, se arrodilla delante del Prior juntando las
manos entre las de éste, que de parte de Dios, de la Orden, de la suya propia y
de la Comunidad le asocia a la Orden. Después el Prior le da un abrazo, y a
continuación todos los monjes hacen lo mismo, indicando con este gesto
afectuoso la alegría con que le reciben...
- ¿Y eso es todo?
- Antes de Vísperas tiene lugar el Enceldamiento.
Una vez revestido del hábito cartujano y de la capa negra de novicio va a la
iglesia y ora postrado ante las gradas del presbiterio. La Comunidad,
arrodillada en sus puestos del coro, canta la bella y sentida melodía del Veni
Sancte Spiritus. El Prior, revestido con la cogulla eclesiástica y la estola,
está cerca del novicio. Al final del Veni Sancte Spiritus, recita una oración
por la que se pide al Señor lleve a feliz término la obra de santificación
comenzada en el novicio. Terminadas las preces, toda la Comunidad acompaña al
novicio a su celda. Encabeza la procesión el Prior a quien sigue el novicio: la
Comunidad viene a pocos pasos cantando salmos apropiados al sentido espiritual
de la ceremonia: ¡Qué deseables son tus moradas, Señor! Mi alma se consume
anhelando los atrios del Señor. Hasta el gorrión ha encontrado una casa y la
golondrina un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor, Rey mío y
Dios mío. Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre... Vale más un
día en tus atrios que mil en mi casa»[27].
- ¡Muy emotivo!
- Una vez llegados a la puerta de la celda que
ocupará el nuevo novicio, el Prior toma el aspersorio que le ofrece el P.
Procurador y asperja al novicio primeramente y a continuación la celda; le toma
de la mano y le introduce, llevándole al oratorio donde, arrodillado, permanece
en oración. Entre tanto, la Comunidad se reúne en torno al novicio; se
interrumpe el canto y el Prior recita una oración. Concluido el acto, el Prior
se dirige al novicio diciéndole: «Dom N. te ordeno guardar la celda y cumplir
con las obligaciones de nuestra Orden, para que en la soledad y silencio, en la
oración constante y en la generosa penitencia puedas consagrarte totalmente a
Dios. Para esto te confío a los cuidados del P. Maestro»[28].
- ¿Y de ahora en adelante...?
- Desde este momento el novicio comienza a tomar
parte activa en los actos litúrgicos y a cumplir sus obligaciones en la
Comunidad, de forma que, sin esfuerzo, tiene la agradable impresión de sentirse
adaptado al ambiente de su nueva familia.
- ¿La misma ceremonia vale para los Hermanos?
- La toma de hábito de los Hermanos es similar a la
de los monjes del claustro, excepto que no hay enceldamiento. El postulante
viste ya el hábito de la Orden y la capa negra cuando, postrado en el Capítulo,
pide ser admitido al noviciado de Conversos. Después de la admisión y de haber
recibido el abrazo de la Comunidad, se dirigen todos a la iglesia cantando el
hermoso salmo 83. El Prior toma al novicio de la mano y le lleva ante las
gradas del presbiterio donde se postra y permanece en oración. La Comunidad
desde sus puestos del coro canta el Veni Sancte Spiritus al que sigue una
oración que recita el Prior. Finalmente el novicio se levanta, hace una
profunda inclinación al Santísimo y va a ocupar su silla en el coro.
LA
PROFESIÓN TEMPORAL
- ¿Cómo es la Profesión temporal?
- La víspera de la Profesión, el futuro profeso,
postrado en el Capítulo, pide a la Comunidad le admitan a la profesión «como el
más humilde servidor de todos». La ceremonia tiene lugar al día siguiente en la
Misa conventual que oficia el Prior; es un día de fiesta y el altar se halla
adornado con reliquias. Sobre una pequeña mesa situada en el presbiterio se
encuentra la cogulla larga con trabas que bien pronto vestirá el futuro
profeso. El P. Maestro, al comenzar el canto de los Kyries, la pone delante del
joven profeso. Cuando concluye el canto del Credo, el novicio se dirige al
presbiterio llevando en sus manos la cogulla que deposita de nuevo sobre la
mesa. El Prior se acerca y bendice la cogulla asperjándola con agua bendita.
Acto seguido el novicio arrodillado comienza a recitar en voz alta el salmo 16:
«Yo digo al Señor: Tú eres mi bien, no hay dicha para mí fuera de Ti...». De
pronto interrumpe la recitación del salmo y entonces el Prior, ayudado del P.
Sacristán, le quita la capa negra y la cogulla de novicio mientras dice: «Que
Dios te despoje del hombre viejo y de sus acciones»; y le pone la cogulla de
profeso diciendo: «y te revista del hombre nuevo que ha sido creado por Dios en
verdadera justicia y santidad».
- ¿Cuando lee la fórmula de la Profesión?
- Seguidamente, el nuevo profeso lee la fórmula de
Profesión que lleva escrita en un papel. Es una venerable fórmula que, salvo
alguna pequeña variante, se remonta a los primeros años de la fundación de la
Cartuja: «Yo, fray N., prometo (por tres años) estabilidad, obediencia y
conversión de mis costumbres, delante de Dios y de sus Santos y de las
Reliquias de este yermo, que está construido en honor de Dios y de la
bienaventurada siempre Virgen María y de San Juan Bautista, en presencia de Dom
N., Prior»[29]. Una
vez entregado el papel al Prior, sigue recitando el salmo 16 que había
interrumpido: «El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en
tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad... Me enseñarás el
sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a
tu derecha». Difícil encontrar un texto más apropiado al momento que esta
hermosa pieza del salterio, recitada por el nuevo profeso con voz entrecortada
por la emoción.
LA
PROFESIÓN SOLEMNE
- ¿Y la Profesión solemne?
- También la Profesión solemne tiene lugar en la
Misa conventual y reviste especial solemnidad.
- Cuando concluye el canto del Credo, el que ha de
profesar sale de su puesto en el coro y ante las gradas del presbiterio canta,
con voz pausada, este versículo del salmo 118, que repite tres veces: «Sostenme
con tu promesa, y viviré; que no quede frustrada mi esperanza». La Comunidad
responde en el mismo tono repitiendo el mismo versículo que termina con el
Gloria Patri.
- ¿Y el momento más emocionante?
- Se hace un gran silencio mientras el futuro
profeso, arrodillándose delante de cada uno de los monjes pide con voz
suplicante: «Hermano, ruega por mí». Luego sube al presbiterio y delante del
Prior lee la fórmula de Profesión escrita y firmada por él en un pergamino. El
texto es el mismo que el de la profesión temporal, pero ahora dice «prometo por
siempre», en lugar de «por tres años». Una vez leída la fórmula de Profesión,
deposita el pergamino sobre el altar indicando, por este gesto, que queda
definitivamente consagrado a Dios. Postrado a los pies del Prior, el profeso
escucha una larga oración por la que el Prior pide a Dios se digne conservar
siempre en el recto camino de la disciplina regular al nuevo profeso, de forma
que, despreciando los halagos de la carne y gustando la dulzura de los bienes
espirituales, no preste oídos a las falsas voces de los pastores extraños sino
a la de Jesucristo que dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que me
siga».
LA
MISA CARTUJANA
- ¿La Santa Misa que celebran Vds. todos los días es
exactamente igual a la que se puede oír en cualquier iglesia?
- La liturgia eucarística se celebra en la Cartuja
según un rito monástico, tomado probablemente por los primeros cartujos de la
Misa cluniacense más antigua, simplificada en algunas ceremonias. La Misa
cartujana es un testimonio todavía viviente -el único- de la Misa romana del s.
IX[30].
- ¿Incluso después del Concilio Vaticano II?
- A pesar de que la reforma litúrgica, emprendida a
raíz del Vaticano II, ha reducido algunas peculiaridades, la Misa cartujana
sigue conservando algunos caracteres propios. Entre otros: el acto penitencial,
al comienzo de la Misa, difiere bastante del empleado en el rito romano. La
ofrenda del pan y del vino es también distinta. El sacerdote mantiene los
brazos en cruz durante la recitación de la Plegaria eucarística y la Misa se
termina sin bendición.
- ¿Concelebran?
- Los cartujos sacerdotes, de acuerdo con su vida
eremítica, celebran la Misa en las solitarias capillas del claustro. La
concelebración sólo es posible en los días que revisten carácter cenobítico o
cuando ocurre algún acontecimiento de carácter conventual.
- ¿Cómo es la Misa conventual?
- Todos los días, al rayar el alba, se canta la Misa
conventual según un rito extremadamente sencillo y recogido. Cuando en el coro
los monjes comienzan el canto del Introito, el sacerdote sale de la sacristía y
ora, profundamente inclinado, ante el altar. Saluda a la Comunidad con el
Dominus vobiscum, una vez terminado el Introito; se dirige a la cátedra,
situada en el lado derecho del presbiterio; recita el Acto Penitencial junto
con la Comunidad y escucha del canto del Kyrie y del Gloria. Estas melodías
gregorianas son extremadamente sencillas y tan sólo los días solemnes varían un
poco. El sacerdote canta la Colecta mientras los monjes permanecen
profundamente inclinados sobre sus sillas del coro. La Epístola, leída desde el
facistol por un monje instituido Lector o, en su defecto, por el P. Procurador,
la escuchan todos sentados y cubiertos con la capucha, incluso el sacerdote.
Cuando el coro comienza el canto del Aleluya o del Tracto, el diácono,
revestido simplemente con la cogulla eclesiástica, abandona su puesto en el
coro y se acerca al sacerdote a quien pide la bendición, extendiendo ante él la
estola. Todos escuchan de pie la lectura del Evangelio que, desde el lectorio
del presbiterio, lee el diácono. Cuando da comienzo el canto del Ofertorio, el
sacerdote sube al altar y el diácono le ofrece al mismo tiempo el pan y el
vino, sosteniendo el cáliz, sobre el que va la patena con las formas, con el
extremo de un gran paño que lleva colgado del hombro izquierdo.
- ¿Y los días festivos?
- Los domingos y días de solemnidad el sacerdote
inciensa la oblata y, a continuación, entrega el incensario al diácono para
que, a su vez, inciense en torno del altar. El diácono vuelve al coro y
únicamente cuando su ayuda es imprescindible sube al presbiterio. El sacerdote
canta la Oración sobre la oblata y el Prefacio, al que sigue el Sanctus,
cantado lentamente por el coro.
- ¿Y la Consagración?
- La Plegaria eucarística transcurre en absoluto
silencio; el sacerdote permanece casi todo el tiempo con los brazos en cruz y
la Comunidad de pie o arrodillada, según la importancia litúrgica del día, y
con la capucha calada hasta los ojos para favorecer el recogimiento. Después de
la consagración del vino, adoran al Señor presente, postrándose en tierra según
costumbre antiquísima, hasta que el diácono da la señal para levantarse. El
Pater noster es cantado juntamente por el sacerdote y la Comunidad. El rito de
la Paz, antes de la Comunión, se hace, prácticamente, como en el ritual romano.
Toda la Comunidad, Padres y Hermanos, tienen facultad para comulgar en la Misa
conventual bajo las dos especies, aunque hayan comulgado o vayan a comulgar en
otra Misa.
- ¿Algún rito especial?
- Todos los domingos, inmediatamente antes de la
Misa conventual, el sacerdote bendice el agua con la que asperja primero en
torno del altar y a continuación a los monjes que, en dos filas, se acercan a
las gradas del presbiterio cantando una antífona penitencial. Se trata de un
antiguo rito de mediados del siglo IX; antiguamente estuvo en uso en todos los
monasterios y la Cartuja sigue conservándolo todavía hoy.
LA
MUERTE DEL CARTUJO
- ¿Qué es la muerte para un cartujo?
- Para quien pasa la vida tendiendo hacia los bienes
eternos, la muerte no tiene el sentido de tragedia irremediable que, tarde o
temprano, alcanza a todo hombre. La muerte, por el contrario, es una especie de
sacramento que pondrá al monje en posesión de Dios. No siempre la fuerza de la
fe logra vencer la sensibilidad y natural repugnancia del hombre ante la
muerte, pero jamás el cartujo considera la muerte como una tragedia: hay
quienes con el Apóstol desean «morir para estar con Cristo»[31];
otros -los más-, la miran con naturalidad y santa despreocupación; en cualquier
caso la leyenda del «Morir tenemos», que presenta al cartujo obsesionado por la
idea de la muerte, es absolutamente falsa.
- ¿Muere un cartujo siempre en su celda?
- Aunque los tiempos modernos exigen cada vez más la
hospitalización para dar al enfermo los debidos cuidados médicos, el cartujo
tiene ilusión por morir en la tranquilidad y pobreza de su celda, rodeado de
sus hermanos los monjes. Todavía esto es, por hoy, lo corriente en la Cartuja.
- ¿Y cómo se le ayuda a morir?
- Conforme al sentir de la Iglesia, no esperamos a
los últimos minutos para administrar la Unción de los enfermos. Lo hacemos
cuando el monje entra en un cierto peligro por enfermedad o senectud. En el
caso de un enfermo grave, el P. Prior, revestido de cogulla eclesiástica y
estola morada, va a la celda del enfermo acompañado de algunos monjes. Preceden
la cruz y el agua bendita. Ya en la celda, tiene lugar el acto penitencial,
seguido de una lectura bíblica y de unas preces en forma de letanía. A
continuación, el Prior y los sacerdotes presentes, desde su sitio, imponen, al
mismo tiempo y en silencio, las manos al enfermo. Después de un salmo y una
oración., todos cantan el Padre nuestro. Si el enfermo ha de comulgar lo hace
entonces. Y mientras el enfermo siga en peligro de muerte, los monjes se van
turnando de forma que, día y noche, el enfermo está acompañado. Así, entre los
fervorosos rezos de sus hermanos, el cartujo se duerme en el Señor.
EL
ENTIERRO EN LA CARTUJA
- ¿Y una vez expirado?
- Vestido con el hábito y cubierto el rostro con la
capucha, el difunto es llevado al Capítulo sobre unas parihuelas que en la
Cartuja sustituyen a la caja. Se cubre el féretro con un gran paño o cilicio, y
los monjes se turnan velando al difunto. Durante los Oficios conventuales se
traslada el cadáver a la iglesia y es colocado en medio del Coro.
- ¿Y el entierro?
- Normalmente suele tener lugar después de la Misa
conventual de difuntos que oficia el Prior. Terminada la Misa, toda la
Comunidad rodea el féretro. El Prior asperja el cadáver y la Comunidad canta
los responsorios y preces establecidos en el ceremonial. Acto seguido, se
ordena la procesión que, partiendo de la iglesia y atravesando el gran claustro
se dirige al cementerio. Un novicio abre la marcha llevando la cruz; le sigue
el Prior acompañado del P. Procurador que lleva el incensario; a continuación,
encapuchados y en ordenada fila, vienen los monjes del claustro cantando salmos
que hablan de esperanza y terminarán con la alegría del Magnificat. El féretro,
llevado por cuatro Hermanos, viene detrás de los monjes del claustro e
inmediatamente delante de la Comunidad de Hermanos que, también encapuchados y
recogidos en silenciosa oración, cierran la comitiva.
- ¿Y en el cementerio?
- Al llegar al cementerio se deposita el féretro
junto a la fosa que los Hermanos han abierto algunas horas antes. Se quita el
gran paño que cubre al féretro, quedando el cadáver descubierto sobre una
simple tabla que sustentan las parihuelas. En este momento se interrumpe la
salmodia y el Prior bendice la fosa mientras la Comunidad canta el responsorio:
«Esperamos al Salvador y Señor Jesucristo que reformará el cuerpo de nuestra
vileza conforme a su cuerpo glorioso»[32],
que el Prior termina con una oración. Entonces el cuerpo del difunto es bajado
cuidadosamente a la fosa y varios Hermanos comienzan a cubrirla con tierra. La
Comunidad reanuda la salmodia hasta que los Hermanos concluyen con la tarea de
cubrir la fosa. El Prior bendice por última vez la tumba ya cubierta y termina
la ceremonia del entierro con una hermosa oración: «Ilumina, Señor, el alma de
tu siervo, cuyo cuerpo descansa ahora en las sombras de la muerte» (pág. 27 del
«Officium sepulturae»).
- ¿Qué queda de un cartujo en esta vida?
- Sobre la sepultura queda una sencilla cruz sin
nombre, como testigo de una vida que se fue gastando, día a día, en servicio
del Señor.
EL
«LAUDABILITER VIXIT»
- ¿Acabado el entierro?
- Terminado el entierro, toda la Comunidad se
congrega en el Capítulo, donde el Prior hace una breve plática sobre el
difunto.
- ¿Se canonizan cartujos?
- No hay costumbre en la Cartuja de introducir
causas de canonización. Sin embargo, según una antigua tradición, al monje que
se ha distinguido por la santidad de su vida, se le puede conceder que en la
lista de difuntos, enviada en la Carta del Capítulo General, se añada a su
nombre estas dos palabras: «Laudabiliter vixit» (vivió laudablemente). La
alabanza no parece excesiva, pero resulta muy difícil de conseguir. En otros
tiempos se concedía con más facilidad; hoy, además de la aprobación del
Capítulo General, la costumbre exige que la Comunidad vote unánimemente,
reconociendo la vida santa del difunto. La unanimidad, en Comunidad, es ya de
por sí algo poco frecuente y, cuando se trata de valorar las virtudes del
difunto, los monjes suelen ser muy exigentes, aplicando aquella ley según la
cual una cosa buena debe serlo íntegramente, mientras basta cualquier pequeño
defecto para que no lo sea[33].
- ¿Algún santo en los últimos años?
- En los últimos años han fallecido personas
conocidas en la Orden por sus virtudes excepcionales; incluso una persona
favorecida con los estigmas y otras gracias extraordinarias. Pero no han
conseguido el «Laudabiliter vixit».
- ¿Pero alguno habrá...?
- Aunque difícil de conseguir, no es imposible, y de
vez en cuando aparece algún «Laudabiliter vixit» en las listas de los difuntos.
Desde 1955 hasta el presente han fallecido en Miraflores diez monjes, todos
profesos de la Casa, y se ha concedido un solo «Laudabiliter vixit», a Dom
Martín Hernández, fallecido en 1962. La Comunidad y el Capítulo General
estuvieron sin duda acertados reconociendo la santa vida de este oscuro monje,
modelo de observancia y de virtud. que dominó con perfección el envidiable arte
de saber impregnar toda su vida de una paz y de una sencillez celestiales.
Capítulo
8. El gobierno de la Orden
DE
LAS «CONSUETUDINES CARTUSIAE»
A
LOS «ESTATUTOS DE LA ORDEN CARTUJANA»
- ¿Cómo es la legislación por la que se rige la
Cartuja?
- La historia de la legislación cartujana es
bastante complicada; en este punto y en algunos otros guarda curiosas
semejanzas con la Constitución inglesa.
- ¿El fundador, san Bruno, escribió Reglas?
- San Bruno no escribió Regla alguna y la Orden
tampoco quiso adoptar ninguna de las Reglas en uso entre los monjes de la Edad
Media.
- ¿Y con qué reglas vivían los primeros cartujos?
- Los ermitaños de Chartreuse sencillamente
conservaban el espíritu y los usos monásticos establecidos por san Bruno y sus
compañeros.
- ¿Cómo surgió la «necesidad» de tener una Regla?
- El género de vida practicado en Chartreuse pronto
tuvo admiradores, y algunos grupos eremíticos similares pidieron a Dom Guigo,
quinto Prior de la Cartuja, que les pusiera por escrito los usos monásticos de
Chartreuse. Dom Guigo negóse a realizar esta obra, pues, como dice en el
Prólogo de las «Consuetudines», los ermitaños de Chartreuse no hacían nada que
no se encontrase en los escritos de San Jerónimo, en la Regla de San Benito y
en otras fuentes conocidas; además Dom Guigo pensaba humildemente que era más
propio del ermitaño recibir enseñanzas que darlas. Sin embargo Dom Guigo tuvo
que ceder cuando, a las insistencias de los Priores de los grupos eremíticos,
se unieron los ruegos del santo y ya viejo obispo Hugo de Grenoble a quien los
cartujos debían tanto.
- ¿En qué año ocurría esto?
- La fecha puede situarse entre 1121 y 1128.
Entonces vieron la luz las «Consuetudines Cartusiae», consideradas como la
«Carta Magna» de la Cartuja. Deliberadamente Dom Guigo evita el tono imperativo
de una Regla y adopta el género literario epistolar, aunque en realidad se
trata de algo más que de una carta.
¿Son verdaderas Reglas?
- Las Consuetudines no tienen el orden y precisión
de la Regla de San Benito; sin embargo, dan una idea completa del espíritu y
los usos seguidos en Chartreuse, que era lo que en definitiva se pidió a Dom
Guigo.
- ¿Cuántos capítulos tienen las Consuetudines de la
Cartuja?
- Los ochenta capítulos de las Consuetudines tratan
sucesivamente de la liturgia, de los monjes del claustro y de los monjes
laicos. Algunos capítulos, como el último, dedicado a la vida solitaria, son de
gran valor espiritual. En el prólogo se nombran sólo tres Priores que le
instaron a escribir: sin embargo sabemos que fueron bastantes más los que
aceptaron las Consuetudines Cartusiae como si se tratase de una Regla.
- ¿Tuvieron éxito las Costumbres?
- La adopción de las Consuetudines estrechó los
lazos de unión entre las comunidades, de forma que bien pronto se pensó en una
unión estable y definitiva. Probablemente en 1140, ante las insistencias de las
comunidades que habían adoptado las Consuetudines, San Antelmo, séptimo Prior
de la Gran Cartuja, aceptó presidir la reunión de los Priores en un Capítulo
General. Para poder someter las Casas a la obediencia del Capítulo General, fue
necesario que cada Casa pidiera la exención a sus obispos respectivos. Seis de
las nueve Casas lo consiguieron para esta primera reunión de 1140 y las otras
tres lo conseguirían más tarde. Se determinó tener el Capítulo General en la
Gran Cartuja todos los años para corregir las posibles desviaciones y conservar
la observancia de las Casas. El Prior de la Gran Cartuja sería el Presidente,
pero tanto él como los otros Priores prometerían obediencia al Capítulo por sí
mismos y por sus respectivas Casas.
- ¿Hubo reformas o añadidos?
- Año tras año, los Capítulos Generales, ante las
nuevas exigencias, completaron, modificaron o añadieron nuevos usos.
- ¿Se exageró?
- Las actas u Ordenaciones de los Capítulos se
coleccionaban por orden cronológico y separadas de las Consuetudines. Estas
seguían siendo la legislación básica y se las consideró desde el principio como
algo intangible. Con el tiempo el número de Ordenaciones aumentó de forma que
su consulta resultaba excesivamente penosa.
- ¿Quién codificó todo este «monumento legislativo»?
- En 1259 el Rvdo. P. Dom Riffier quiso solucionar
este problema clasificando todas las Ordenaciones de los Capítulos por
materias, siguiendo el orden de las Consuetudines.
- ¿Y qué nombre se dio a esta nueva clasificación?
- A esta obra se le llamó más tarde ANTIGUOS
ESTATUTOS y se promulgó en 1271.
- ¿Y sigue... intocable?
- Un siglo más tarde el Rvdo. P. Dom Raynaldi hizo
el mismo trabajo con las Ordenaciones aparecidas desde entonces, y a esta obra
se le llamó NUEVOS ESTATUTOS.
- ¿Acabó ahí la legislación cartujana?
- En 1509 fue necesario realizar la misma tarea con
las Ordenaciones aparecidas desde la promulgación de los NUEVOS ESTATUTOS, y
así nació la TERCERA COMPILACIÓN, obra del Rvdo. P. Dom Francisco Dupuy. Como
se ve la legislación cartujana se hallaba diseminada en cuatro obras concebidas
según un plan idéntico. Los inconvenientes eran graves: había prescripciones
repetidas hasta cuatro veces en términos semejantes. Por eso, si alguien quería
consultar un determinado punto de observancia, se veía obligado a estudiar las
cuatro obras y hacer un estudio comparativo de los textos. Para facilitar esta
búsqueda Dom Dupuy ideó un «Repertorium Statutorum», es decir, un índice de
materias, obra de evidente utilidad pero excesivamente voluminosa.
- ¿Y se hizo un nuevo trabajo?
- Era necesario idear otro método que hiciera más
asequible a todos la legislación de la Orden.
- ¿Cuándo se realizó esta labor?
- La ocasión propicia la ofreció el Concilio de
Trento, algunos de cuyos decretos afectaban a las órdenes religiosas.
- ¿Como fue?
- En 1570 el Rvdo. P. Dom Bernardo Carasse se
propuso refundir, en una obra única, las cuatro precedentes y todas las Ordenaciones
aparecidas después de la TERCERA COMPILACIÓN. Después de ser examinada por
todas las Casas de la Orden, la nueva obra vio la luz en 1578 con el título de
NUEVA COLECCIÓN DE LOS ESTATUTOS, Esta obra de fácil manejo fue editada varias
veces hasta el siglo pasado.
- ¿Y sigue intacta hasta ahora?
- La segunda edición preparada por el Rvdo, P. Dom
Le Masson añadía notas marginales para la mejor comprensión de los textos. Esto
motivó fuertes protestas en las Cartujas españolas y la edición tuvo que ser
examinada cuidadosamente por una comisión de cardenales, que introdujeron diez
y nueve pequeñas modificaciones.
- ¿Y cuándo fue promulgada esta Edición?
- Los Estatutos así rectificados fueron aprobados en
forma específica por Inocencio XI en 1688[34].
- ¿Les afectó a Vds. los cartujos la aparición del
Derecho Canónico?
- Al aparecer el Código de Derecho Canónico en 1917,
fue necesario revisar la legislación en varios puntos. Una vez hechas las
enmiendas oportunas y suprimidos los puntos caídos en desuso, el papa Pío XI,
por la Bula Umbratilem del 8 de julio de 1924, los aprobaba también en forma
específica. Aunque se quiera presentar esta obra como una sexta edición de la
NUEVA COLECCIÓN DE ESTATUTOS, los cambios introducidos no permiten considerarla
así, y, de hecho, recibió un nuevo título: ESTATUTOS DE LA ORDEN DE LOS
CARTUJOS.
- ¿Y hoy día, con el Concilio Vaticano II?
- Por mandato del Concilio Vaticano II, ha sido
necesario emprender «una adecuada renovación de nuestro género de vida, según
la mente de los decretos del mismo Concilio, guardando como la cosa más sagrada
nuestro retiro del mundo y los ejercicios propios de la vida contemplativa»[35]. Esta
es, sin duda alguna, la revisión más profunda y completa de la legislación
cartujana de todos los tiempos.
- ¿Pero cómo ha quedado la observancia cartujana
después del Vaticano II?
- En los ESTATUTOS RENOVADOS la observancia sigue
siendo esencialmente la misma que en tiempos de San Bruno. Las Consuetudines es
el texto más citado después de la Sagrada Escritura. Aparecen también con
frecuencia textos del Concilio Vaticano II, de las cartas de San Bruno y, sobre
todo, aunque rara vez se citen literalmente, de las Ordenaciones de los
Capítulos Generales que, a través de los siglos, han ido perfilando el ideal cartujano.
- ¡Pero tiempos nuevos, costumbres nuevas!
- Sí. Y, en este sentido, conviene recordar que en
1983, Juan Pablo II promulgó el nuevo Derecho Canónico lo que obligó a la Orden
a retocar algunos puntos de los Estatutos Renovados. Estos se llaman ahora ESTATUTOS
DE LA ORDEN CARTUJANA y no han alterado el contenido de los Estatutos Renovados
de 1973.
- Los nuevos tiempos traen nuevas realidades y
valores positivos que la Orden trata de aceptar con cautela. Por
revolucionarios que sean los nuevos tiempos, no se puede prescindir de unas
observancias y usos casi milenarios sin comprometer peligrosamente la propia
identidad de la Orden. Por tanto, ésta ha de aprender el difícil arte de vaciar
el vino viejo en odres nuevos.
EL
CAPÍTULO GENERAL
- ¿La legislación moderna tiene aceptación en la
Cartuja?
- Algunos juristas consideran a los Capítulos
Generales de las órdenes religiosas como los inmediatos precursores de los
Parlamentos modernos. El Capítulo General de la Cartuja, como institución
jurídica, ha sido objeto de algunos estudios cuyas conclusiones no pueden ser
más favorables[36].
- Si, ya es un dicho universal «Cartuja nunca
extinguida porque nunca reformada».
- La importancia del Capítulo General reside,
principalmente, en que ha sido el instrumento providencial que ha mantenido a
la Orden unida y fiel al espíritu y a la observancia de los primeros tiempos.
- ¿Cada cuánto tienen Vds. Capítulo General?
- Cada dos años, todos los Priores y Vicarios de
monjas[37] llegan
a la Gran Cartuja la víspera del quinto domingo de Pascua. Si algún Prior o
Vicario de monjas se encuentra impedido, envía algún monje para que le
represente en el Capítulo. El conjunto de todos los reunidos para el Capítulo
General se denomina Asamblea plenaria. Al dictamen de la Asamblea se someten
las cuestiones generales relativas a toda la Orden, pero, en realidad, el peso
del Capítulo lo lleva el Definitorio.
- ¿Qué es el Definitorio?
- Este se compone de ocho monjes elegidos por la
Asamblea plenaria entre los presentes, aunque sean Hermanos, como a veces
sucede. El Reverendo Padre preside tanto la Asamblea plenaria como el
Definitorio. Ninguno de los ocho definidores puede ser nombrado para el mismo
cargo en el próximo Capítulo.
- ¿Cuál es la misión del Definitorio?
- El Definitorio examina detalladamente todos los
asuntos relativos a las Casas y a las personas de la Orden. Puede promulgar
Ordenaciones, es decir, decretos sobre la manera de aplicar los Estatutos a
situaciones concretas, pero no puede introducir ni abrogar un punto de observancia
ni imponer textos litúrgicos nuevos.
- ¿Cuándo adquieren fuerza las nuevas Ordenaciones?
- Las Ordenaciones del Capítulo General, aunque
deben ser obedecidas escrupulosamente desde el momento en que son promulgadas,
no adquieren fuerza de ley hasta que, pasados dos años de experiencia, el nuevo
Capítulo General las apruebe expresamente; de no hacerlo así, quedan abrogadas.
- ¿Y es esto prudente?
- Este sistema legislativo, tradicional en la Orden,
hace que los decretos sean mesurados y objetivos, pues, además de la
experiencia de dos años, toda la Asamblea plenaria dará su dictamen antes de la
aprobación definitiva.
- ¿Cuántos votos favorables se requieren para
introducir un cambio?
- Para cualquier cambio importante en la observancia
se requiere el voto favorable de los dos tercios de toda la Asamblea.
- Ante las conclusiones del Capítulo General, ¿qué
hacen los Superiores?
- Todos los Superiores prometen obediencia al
Capítulo por sí y por sus Casas, a la vez que piden la «misericordia», es
decir, que se les absuelva de su cargo. El Definitorio deliberará sobre la
conveniencia de absolver, confirmar en el cargo o trasladar de Casa a los
Superiores, pues en la Cartuja los cargos ni son vitalicios ni por un tiempo
determinado, sino por tiempo indefinido.
- ¿El Reverendo Padre tendrá sus consultores?
- El Consejo del Reverendo Padre tiene, entre otras,
la misión de examinar si las Ordenaciones introducen cambios sustanciales en la
observancia.
- ¿Cómo se prepara un Capítulo General?
- Unos meses antes del Capítulo, el Reverendo Padre,
recibidas las peticiones de los Priores y después de someterlo a la aprobación
de su Consejo, determina los principales temas que habrán de tratarse y los
comunica a todos los que tienen voto en la Asamblea plenaria. De esta forma al
ir al Capítulo los Priores llevan ya estudiados los asuntos que tendrán que
juzgar.
- ¿Qué puede hacer un cartujo que no sea Superior?
- Cualquier monje puede dirigirse por carta al
Capítulo General o al Reverendo Padre exponiendo la conveniencia de tratar
algunos temas determinados.
EL
REVERENDO PADRE
- ¿Cuál es la misión del Reverendo Padre?
- Una vez terminado el Capítulo General, los Priores
vuelven a sus Casas y es el Reverendo Padre quien detenta el poder del
Capítulo, cuya autoridad ejercerá «siempre que lo exija el bien de la Orden y
no se pueda esperar hasta el próximo Capítulo General».
- ¿Quiénes le ayudan?
- Le ayudan en esta tarea el Procurador General y
cuatro monjes elegidos por la Asamblea entre todos los Priores de la Orden.
Estos consejeros residen en sus propias Casas y el Reverendo Padre les consulta
por carta. Si el caso lo exigiera, les reúne en la Gran Cartuja.
- ¿Dónde reside habitualmente el Reverendo Padre?
- El Reverendo Padre, siguiendo una venerable
tradición de la Orden, jamás sale de los términos de la Gran Cartuja. A pesar
de ello posee un conocimiento muy completo de las Casas, gracias a los informes
del Definitorio y de los Visitadores, además de la correspondencia personal con
los Priores.
- ¿Qué poderes tiene el Reverendo Padre?
- Los poderes que de hecho ejerce el Reverendo Padre
son numerosos e importantes: en general se requiere su permiso para admitir a
cualquier candidato a los Votos o a la Donación. Él es quien nombra Prior, si
una Casa renuncia al derecho de elegirlo por sí misma. Puede también deponer a
un Prior o cambiar a un monje de Casa. Su consentimiento se requiere también en
lo relativo a la administración de los bienes, construcción de edificios, etc...,
cuando la cantidad de dinero excede una tasa determinada. El Reverendo Padre da
también los permisos para hospitalizar a un monje o para vivir exclaustrado, si
la enfermedad u otra causa legítima así lo exigiera.
- ¿Quién elige al Reverendo Padre?
- Como Prior de la Gran Cartuja, el Reverendo Padre
es elegido por dicha comunidad. Una vez elegido, los Confirmadores que han
presidido su elección lo notifican a todos los Priores, Vicarios de monjas y
Prioras.
- ¿Esta decisión es aceptada por los cartujos de
todo el mundo?
- Todos esos Superiores se reúnen sin demora en la
Gran Cartuja y tienen la facultad de aceptar o rechazar al elegido. Si juzgan
que el elegido no es idóneo para el cargo, la comunidad de la Gran Cartuja
tendrá que elegir otro. El elegido y aceptado como Reverendo Padre no puede
negarse a aceptar el cargo.
- ¿Quién representa a los cartujos en el Vaticano?
- En Roma el Reverendo Padre está representado por
el Procurador General. Es un cargo de gran importancia y ocupa el primer puesto
después del Reverendo Padre.
LOS
VISITADORES
- ¿Tienen Vds. Visitadores?
- La Visita canónica es otro de los puntales de la
observancia cartujana.
- ¿Quién los nombra?
- El Capítulo General nombra dos Visitadores,
generalmente Priores, para cada Provincia, de forma que todas las Cartujas
reciben una visita cada dos años.
- ¿Cuál es su misión?
- Los Visitadores conversan personalmente con cada
uno de los monjes y toman conciencia de sus preocupaciones y de los asuntos de
la Casa referentes a la observancia regular. Visitan las obediencias, examinan
los libros de cuentas y no escatiman tiempo y medios para formarse una idea
clara de la marcha de la Casa. Si observan algo no conforme a la observancia,
dejan constancia de ello en una carta que se lee en público el 26 de Diciembre
y el Lunes de Pascua. En privado pueden también hacer las observaciones que
juzguen oportunas.
- ¿Qué poderes tienen?
- Para poder ejercer bien su función, los
Visitadores gozan de amplios poderes durante la Visita: pueden, por causas
graves, deponer a un Prior y, por causas menos graves, a cualquiera de sus
Oficiales; pueden también trasladar a un monje a otra Casa de la Provincia. De
todo lo observado, los Visitadores dan cuenta al Reverendo Padre; y juntamente
con él contribuyen a mantener las Casas en la línea de la observancia.
- ¿Cuál es el fruto de las Visitas canónicas?
- Al final de este resumen de la legislación
cartujana, se puede afirmar que la conocida fórmula de Dom Nicolás Molin: «Per
silentium, solitudinem, Capitulum Generale, visitationes, Cartusia permanet in
vigore»[38] se acerca
mucho a la realidad. «Gracias al silencio, a la soledad, al Capítulo General y
a las Visitas canónicas, la Cartuja permanece en vigor».
Capítulo
9. El gobierno del Monasterio
EL
PRIOR
- ¿La Cartuja tiene Abad?
- La dignidad abacial no ha existido nunca en la
Cartuja.
- ¿Quién es la máxima autoridad en cada Cartuja?
- El Prior es superior mayor según el Derecho, y es
él quien gobierna el monasterio, ayudado por algunos monjes llamados
«Oficiales» en razón del oficio que desempeñan.
- ¿Cómo es elegido el Prior?
- Normalmente el Prior es elegido por la Comunidad.
Cuando una Casa se queda sin Prior, se consulta a la Comunidad para ver si
desea elegir ella nuevo Prior, o prefiere que sea el Capítulo General o el
Reverendo Padre quien lo nombre.
- ¿Todas las Casas pueden elegir Prior?
- Una Casa puede elegir Prior si hay en ella por lo
menos seis profesos que puedan votar. Los que no son profesos de la Casa
electora, para poder tener voto en la elección, necesitan haber pasado un año
íntegro en dicha Casa.
- ¿Qué costumbres tienen los cartujos para elegir
Prior?
A la elección precede un ayuno de tres días y al
final de Laudes y Vísperas se canta el himno Veni Creator para impetrar la
ayuda del cielo en un asunto tan importante. Mientras tanto, son convocados dos
Priores de la Orden, generalmente los Visitadores de la Provincia, para que
presidan la elección de Prior como Confirmadores. Llegados a la Casa electora
se unen a la oración y silencio de los monjes, y no se entrometen para nada en
la elección, limitándose a velar para que todo se desarrolle según las normas
establecidas.
- ¿Qué pasa el día de la elección?
- El día de la elección asiste toda la Comunidad a
la Misa del Espíritu Santo que celebra uno de los Confirmadores. Después,
reunidos en la sala capitular, los monjes oyen una exhortación de los
Confirmadores al final de la cual salen quienes carecen de voto: novicios,
profesos temporales y donados, quedando sólo los electores.
- ¿Cómo es el escrutinio?
- El escrutinio es secreto; cada elector escribe en
una papeleta el nombre del que pretende elegir, mete la papeleta en un sobre y
lo entrega a los Confirmadores. Terminado el escrutinio, los Confirmadores
hacen el recuento de los votos para ver quién es el que más ha obtenido.
- ¿Cuántos votos se necesitan para ser elegido?
- Nadie puede ser elegido si no obtiene por lo menos
la mitad de los votos más uno.
- ¿Y si nadie los alcanza?
- Si nadie alcanza este número habría que proceder a
efectuar un nuevo escrutinio; pero si alguien resulta elegido, el Confirmador
principal dice en voz alta: «Tenemos Prior», a la vez que declara nombre del
elegido, la Casa de Profesión y el cargo que quizá desempeñaba; también indica
el número de votos que ha obtenido.
- ¿El elegido es «ipso facto» Prior?
- Antes de confirmarle como Prior, se da un plazo de
tiempo para que se pueda objetar contra la forma de la elección o contra la
persona del elegido.
- ¿Cómo es la ceremonia de la confirmación?
- La Confirmación de Prior es una sencilla ceremonia
que tiene lugar en el Capítulo, donde se encuentra reunida toda la Comunidad.
El Confirmador principal dice en voz alta: «Nosotros N. y N., humildes Priores
de las Casas N. y N., elegidos por vosotros para presidir vuestra elección, con
la autoridad de nuestros Estatutos os confirmamos como Prior de esta Casa a Dom
N., profeso de tal Casa, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo», a lo que la Comunidad responde: Amén.
- ¿Cómo es la investidura de Prior?
- La instalación del Prior es igualmente una
ceremonia familiar a la que no asiste ningún invitado. A la hora convenida, los
Confirmadores conducen al Prior a la silla de su predecesor en la iglesia,
asiéndole de la cogulla. La Comunidad entra también en la iglesia y todos
juntos hacen oración. A continuación, reunidos en el Capítulo, todos los monjes
se van acercando uno por uno y arrodillados ante el nuevo Prior le prometen
obediencia y le dan un abrazo. El día de instalación del Prior es de regocijo
familiar: se come en el refectorio y no se ayuna, a no ser que se trate de
ayuno muy principal.
- ¿Qué dicen los Estatutos de la Cartuja sobre el
Prior?
- Los Estatutos recuerdan al Prior que su cargo no
es un honor sino un servicio a sus hermanos, a quienes aprovechará con su
palabra, pero sobre todo con su vida.
- ¿Externamente, en qué se distingue el Prior?
- El Prior no usa ningún signo que le de a conocer
como Prior y, aunque ocupa el primer puesto en los actos de comunidad, nadie
podría distinguirle de un Hermano. Los monjes le tratan con reverencia pero con
naturalidad, prescindiendo de cualquier clase de ceremonial. «El Prior es el
primero entre iguales («primus inter pares»); su misión es dirigir a sus
iguales, de los cuales es el servidor y no el señor»[39].
Esta frase, que podría parecer muy moderna, es, en realidad, la interpretación
de la autoridad del Prior dada, en el siglo XVII, por el Reverendo Padre Dom Le
Masson, el cual, curiosamente, ha pasado a la historia con fama de autoritario[40].
- ¿Cuál es la misión principal del Prior?
- El Prior recibe las profesiones de los monjes y
lleva la alta dirección de los asuntos de la Casa, vela por la observancia y
debe ser el «padre común de todos en el monasterio»[41],
a quien «puedan acudir los monjes como al amparo de un padre bondadoso y
abrirle espontáneamente su alma si lo desean»[42].
Todo esto exige del Prior que esté desprovisto de miras humanas y posea un
grado muy elevado de espíritu sobrenatural.
- ¿Qué horario cumple el Prior?
- Aunque no goza, a causa de su oficio, de la misma
soledad y quietud que los demás monjes, sin embargo su ambiente sigue siendo la
vida recogida de la Cartuja. No acostumbra a salir de casa «sin verdadera
necesidad», sobre todo en Adviento y Cuaresma. Tampoco acostumbra a comer con
los huéspedes, a no ser que se trate de personas a quienes no se les puede
negar fácilmente esta atención, ni deja de asistir a los actos de comunidad por
atenderles.
- ¿Alguna anécdota?
- Monseñor Camus refiere a este particular una
candorosa anécdota que sucedió a San Francisco de Sales cierta vez que fue
huésped en la Gran Cartuja de la cual era Prior su amigo Dom Bruno
d'Affringues. «He aquí, dice Monseñor Camus, lo que Francisco de Sales me contó
una vez con un sentimiento sin igual. Después de haber predicado en Grenoble el
Adviento y la Cuaresma en 1618, antes de volver a su residencia, tuvo el deseo
de visitar la Gran Cartuja que no distaba más de tres leguas de la villa, en un
desierto que, siendo espantoso, era sin embargo muy recogido.
«Cuando el bienaventurado Francisco se dirigió allí
era Prior y General de toda la Orden Dom Bruno d'Affringues, hombre de profunda
ciencia y de una humildad y simplicidad aún más profundas. No teniendo nada de
esa ciencia que hincha, tenía mucho de la caridad que edifica. Yo le he
conocido y sólo he visto en él suavidad, candor, bondad, todo ello junto a una
consumada ciencia que parecía infundida del cielo y que superaba las
posibilidades humanas. Gobernó este santo asilo durante mucho tiempo con tanta
prudencia que su recuerdo será bendito.
«Recibió a nuestro bienaventurado de una manera
digna de su piedad, candor y sinceridad. Os haré saber un detalle de esta
hospitalidad que Francisco de Sales tanto ensalzaba. Después de haberle
conducido a una de las habitaciones de los huéspedes y de haber conversado con
el Santo Obispo de cosas totalmente celestiales, se dio cuenta de que era una
fiesta de la Orden, lo que obligó a este hombre tan bondadoso a despedirse de
nuestro Francisco, no sin decirle que muy a gusto se hubiera quedado con él
hasta la hora de su cena y del descanso, pero que juzgaba ser conforme a su
piedad el preferir la obediencia al sacrificio de la cortesía y que se retiraba
a la celda a la hora establecida para poder asistir de noche a los Maitines. El
bienaventurado Francisco aprobó calurosamente esta exactitud en la observancia
y el bueno de Dom Bruno se excusó una vez más por tratarse de la festividad de
un santo muy estimado en la Orden.
«Habiéndose despedido con todas las pruebas de
respeto y deferencia que se pueden desear, y retirándose a su celda, se encontró
con uno de los oficiales de la Casa que le preguntó a dónde iba y en dónde
había dejado a Monseñor de Ginebra. «Le he dejado en su habitación y me he
despedido de él para retirarme a la celda e ir esta noche a Maitines, a causa
de la fiesta de mañana». ¡En verdad, Reverendo Padre, le dijo este oficial,
sois muy entendido en cuestiones de cortesía! ¿Tenemos todos los días en este
desierto prelados de esta talla? ¿No sabéis que Dios se complace en los
sacrificios de la hospitalidad y de la bondad? Siempre tendréis tiempo para
cantar las alabanzas de Dios: los Maitines no os faltarán. Pero ¿quién puede
tratar mejor que vos a tal prelado? ¡Qué vergüenza para la Casa que le dejéis
solo! -Hijo mío, dijo el Reverendo Padre, creo que tenéis razón y que he obrado
mal».
«Sin detenerse, volvió hacia Monseñor de Ginebra, y
encontrándole en su habitación, le dijo: «Monseñor, al irme, he encontrado uno
de nuestros oficiales y me ha dicho que he cometido una descortesía dejándoos
solo y que puedo recuperar los Maitines, pero que no siempre tendremos un
Monseñor de Ginebra. Creo que es verdad y por eso he vuelto para pediros perdón
y rogaros que excuséis mi impertinencia, pues os aseguro que 'ignorans feci' y
que no miento».
»El bienaventurado Francisco quedó asombrado de esta
admirable sencillez, ingenuidad, simplicidad, y me dijo que esto le dejó más
admirado que si hubiera visto hacer milagro»[43].
EL
VICARIO
- ¿Podría definirme el cargo de Vicario?
- El Prior de Chartreuse pasaba una semana de cada
cinco en la «Casa de abajo», llamada así porque estaba situada a más de 3 km.
de las celdas de los Padres, en un lugar 300 metros más abajo. Allí vivían los
Hermanos con el Procurador. En ausencia del Prior un monje hacía sus veces
presidiendo la comunidad de los Padres. A partir del siglo XIII comenzó a darse
el nombre de Vicario al monje que sustituía al Prior y, como muestra de
respeto, se le asignó el primer puesto en comunidad después del Prior, tal y
como se viene observando hasta nuestros días.
- ¿Qué misión apostólica tiene el Vicario?
- Los Estatutos dedican un capítulo entero al
Vicario recordándole sus obligaciones y las cualidades de que debe estar
adornado: debe ser una persona en quien el Prior pueda tener plena confianza y
servirse de sus consejos; que siempre, pero en especial estando ausente el
Prior, brille ante los demás por su observancia regular y el amor a la paz.
Estando ausente o impedido el Prior, el Vicario hace sus veces; sin embargo
fuera de este caso excepcional, el ámbito de su cargo es el claustro de los
Padres, cuyas recreaciones y paseos preside; soluciona las pequeñas cuestiones
que se pueden presentar en la vida diaria y da los permisos comunes que no
requieran especial autorización del Prior.
- ¿Algo especial?
- En el Capítulo lee, en fechas determinadas, las
Cartas del Capítulo General y de la Visita que él guarda en su celda con otros
documentos oficiales; señala las lecturas de la Iglesia según los tiempos
litúrgicos y ordena lo que se ha de leer en el refectorio.
EL
PROCURADOR
- ¿Quién es el Procurador?
- El Prior descarga el peso de la administración
temporal del monasterio en un monje a quien se conoce con el nombre de
Procurador. De su competencia son todos los asuntos relativos a la
administración, aunque dependiendo siempre de la dirección del Prior, sin cuyo
permiso no puede efectuar compras ni ventas de importancia.
- ¿Cuando algún monje necesita alguna cosa para la
vida diaria?
- Todo lo que los monjes necesitan, lo deben pedir
al Procurador, por medio de una breve nota que dejan en el ventanillo de su
celda o en un buzón especial colocado en un lugar accesible.
- ¿Y cuando un cartujo está enfermo?
- Propio del oficio del Procurador es visitar a los
monjes enfermos, preocuparse por su salud y procurarles todo lo necesario. Para
realizar bien este importante deber, el Procurador se sirve de un Hermano
enfermero, que con frecuencia posee algún título sanitario, y si se precisa
llama al médico de casa o se recurre al dictamen de un médico especialista.
- Y las visitas a huéspedes, ¿quién las atiende?
- El Procurador recibe y atiende a los huéspedes,
pero rara vez come con ellos.
- ¿Qué otros cargos tiene el Procurador?
- Además de los trabajos propios de la
administración temporal, el Procurador preside la comunidad de Hermanos, dirige
las obediencias y determina los trabajos que se deben realizar; es normalmente
el Maestro de los novicios Hermanos, cuya formación religiosa y espiritual debe
dirigir.
- Mucho trabajo para un solo cartujo...
- Este conjunto de obligaciones tan dispares exigen
del Procurador una difícil armonía: habilidad para los asuntos materiales y, a
la vez, una profunda vida sobrenatural de piedad y recogimiento. El Estatuto
reconoce la dificultad de hermanar estas dos cosas y recomienda al Procurador
que «aunque a imitación de Marta, cuyo oficio asume, tenga que afanarse y
preocuparse por muchas cosas, sin embargo no debe abandonar por completo el
silencio y la quietud de la celda, ni perderles del todo la afición: antes
bien, en cuanto se lo permitan los asuntos de la Casa, se acogerá siempre al
retiro de su celda como al abrigo del más seguro y tranquilo puerto, para que
allí., orando, leyendo y meditando, se sosieguen las turbulencias de su ánimo
nacidas del cuidado y administración de las cosas temporales, y pueda, al mismo
tiempo, llenar su interior de algunos pensamientos saludables que luego
expondrá con unción y sabiduría a los Hermanos a él confiados»[44].
- ¿Requiere el Procurador la colaboración de
alguien?
- Para hacer el trabajo del Procurador más
llevadero, algunas Casas tienen varios Procuradores y, a veces, un Hermano se
encarga de los asuntos materiales; sin embargo, esto no suele ser lo ordinario.
EL
MAESTRO DE NOVICIOS
- ¿Después del Prior el cargo más importante será el
de Maestro de Novicios?
- La formación de los novicios del claustro se
encomienda a un monje que, en palabras de los Estatutos, se distinga por su
caridad, observancia religiosa y sea experimentado en las cosas de la Orden:
que sienta especial afición a la quietud de la celda e irradie amor por la
vocación. Para que el Maestro pueda vivir enteramente entregado al recogimiento
de la celda, no se le ocupa en asuntos secundarios.
- ¿Qué misiones específicas tiene el Maestro de
Novicios?
- El P. Maestro examina personalmente las futuras
vocaciones y dirige los primeros pasos de los postulantes en la vida religiosa.
Examina y prueba a los novicios para que vean con claridad su vocación y se
decidan libremente por ella.
- ¿Cuál es su principal trabajo?
- El principal trabajo del P. Maestro consiste en
instruir a los novicios en el espíritu de la Orden y en sus observancias,
orientarles en la vida espiritual y solucionar sus dudas y dificultades,
frecuentes en los comienzos. También los profesos temporales permanecen durante
los tres primeros años bajo la dirección del Maestro, exactamente igual que los
novicios, aunque les va dejando poco a poco para que se vayan acostumbrando a
la completa soledad de la celda.
- ¿Mucha responsabilidad?
- La admisión y formación de los candidatos, que el
día de mañana serán el porvenir de la Orden, depende en gran manera del
Maestro; de ahí la importancia y responsabilidad de su cargo.
EL
SACRISTÁN
- ¿Cómo es tan importante en la Cartuja el
Sacristán?
- Para los que no conozcan la vida de la Cartuja
resultará extraño incluir al Sacristán entre los Oficiales; sin embargo,
siempre se ha considerado como un cargo de cierta importancia. Hasta hace pocos
años el Sacristán, junto con el Vicario y el Procurador, era miembro obligado
del Consejo, y todavía los Estatutos le dedican buena parte del Capítulo 46,
indicándole sus obligaciones y el espíritu con que debe ejercer su piadoso
oficio.
- ¿Y qué hace el Sacristán?
- En general, cuida del orden de la iglesia y de las
capillas, procura que no falte nada a los sacerdotes y que los ornamentos y
demás objetos de culto estén siempre limpios y ordenados. Prepara la tabla de
Misas, indicando las intenciones por las que se ha de celebrar y toca la
campana a las horas establecidas para los rezos.
- ¿Alguna prerrogativa especial?
- El Sacristán es la única persona que puede rezar
el Oficio divino en la iglesia delante del sagrario.
EL
CONSEJO
- ¿Quién ayuda en el gobierno al P. Prior?
- El Prior decide por sí mismo de los asuntos
ordinarios que se puedan presentar. Cuando se ofreciere alguna cuestión de
interés general, puede consultar a la Comunidad antes de tomar una decisión;
sin embargo, es más frecuente que para los asuntos de alguna importancia, el
Prior reúna el Consejo.
- ¿Cuántos componen el Consejo?
- Éste se compone de los Padres Vicario, Procurador
y, por lo menos, dos monjes más, elegidos uno por el Prior y el otro por la
Comunidad[45].
- ¿Cuándo se reúne?
- El Consejo se reúne, por lo menos, cuatro veces al
año y los temas que en él se tratan son muy variados, de forma que
frecuentemente, en una misma sesión, el Consejo delibera, por ejemplo, sobre
las aptitudes de un novicio y a continuación pasa a examinar la conveniencia de
adquirir determinada maquinaria agrícola.
- ¿De qué tratan?
- Temas obligados que deben ser sometidos al Consejo
son: la relación de cuentas a final de año, dar o recibir préstamos, enajenar
bienes, etc..., cuyo valor sobrepase una determinada tasa. Cada trimestre el P.
Maestro debe informar al Consejo sobre la conducta de los novicios y el Prior no
puede anular la Donación de un Hermano sin contar antes con el consentimiento
del Consejo.
Este mecanismo administrativo de las Casas resulta
sencillo y eficiente y, sobre todo, permite a los monjes vivir ajenos de
cuidados y gozar del sosiego interior característico de la Cartuja.
Capítulo
10. Misión de la Cartuja en la Iglesia
ACTUALIDAD
DE LA VIDA MONÁSTICA
- Dentro de las familias religiosas de la Iglesia
Católica, ¿dónde se encuadran los cartujos?
- Los cartujos pertenecen a aquel estado de la Iglesia
designado comúnmente por «religiosos de vida contemplativa» o «monjes».
- ¿Reciben Vds. comprensión de parte de la sociedad?
- La incomprensión de la vida monástica no data de
nuestros días. Es, bajo algunos aspectos, natural que sea así: el hombre encuentra
gran dificultad para justipreciar los valores espirituales, sobre todo los
sobrenaturales.
- ¿No será esta postura algo nueva?...
- Ya San Pablo decía: «El hombre puramente humano no
capta las cosas del Espíritu; son para él locura y no puede entenderlas, porque
hay que juzgarlas espiritualmente»[46].
- ¿Y... hoy día?
- Hoy, a esta dificultad general para entender los
valores puramente espirituales, se añade otra no menor, debida a una mentalidad
«horizontalista», que conduce más o menos conscientemente a un humanismo
intrascendente y a no ver en la Iglesia otros fines que los sociológicos.
Dentro de esta mentalidad, la vida monástica, consagrada exclusivamente a Dios,
parece un angelismo pasado de moda.
- ¿A qué se debe esta incomprensión?
- Esta posición no puede explicarse sino por
ignorancia de la doctrina de la Iglesia, o, lo que sería peor, por un
desacuerdo con el Magisterio eclesiástico.
- ¿Qué hace la Iglesia Católica por ustedes?
- La Iglesia desde siempre ha salido en defensa de
la vida contemplativa con una doctrina tan clara y con tal abundancia de textos[47], que
extraña encontrar todavía cristianos con un concepto tan pobre de la vida
monástica.
- ¿Qué ha hecho el Concilio Vaticano II?
- El Concilio Vaticano II ha establecido con
claridad la misión esencialmente contemplativa de la Iglesia: «Es
característico de la Iglesia ser, a la vez, humana y divina, visible y dotada
de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación,
presente en el mundo y, sin embargo, peregrina, y todo esto de suerte que en
ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo
invisible, la acción a la contemplación, y lo presente a la ciudad futura que
buscamos»[48].
- ¿Queda clara en el Concilio Vaticano II su labor
en la Iglesia?
- El Concilio afirma: «Los Institutos puramente
contemplativos, cuyos miembros dados totalmente a Dios en la soledad, en el
silencio, con asidua oración y áspera penitencia, conservan siempre toda su
importancia, por grande que sea la urgencia del apostolado activo, y ocupan
siempre un puesto preeminente en el Cuerpo Místico de Cristo en el que todos
los miembros no tienen la misma función (Rom. 12,4). Ya que ellos ofrecen a
Dios el excelso sacrificio de alabanza, enriquecen al pueblo de Dios con frutos
espléndidos de santidad, arrastran con su ejemplo y dilatan las obras
apostólicas con una fecundidad misteriosa. De esta forma son la honra de la
Iglesia y manantial de gracias celestiales...»[49].
- ¿Es nueva esta doctrina de la Iglesia?
- Esta doctrina del Concilio no es nueva en
absoluto; es ni más ni menos la doctrina tradicional de la Iglesia que los
Papas han recordado continuamente. Esta misma doctrina se halla ya claramente
expresada, por ejemplo, en la Constitución Apostólica «Umbratilem» del Papa Pío
XI, por la que se aprueban los Estatutos de la Cartuja[50].
Los últimos pontífices en especial Pablo VI y Juan Pablo II, vienen inculcando
esta doctrina siempre que se ofrece ocasión propicia para ello, pues la juzgan
de gran importancia para la vida de la Iglesia, y en nuestros tiempos más que
nunca.
- Algunos textos...
- Pablo VI en una alocución a las monjas
benedictinas explica el texto conciliar: «Y diremos más: no sólo se os concede
un puesto en la Iglesia Católica, sino una función, como dice el Concilio; no
estáis separadas de la gran comunión de la familia de Cristo, estáis
especializadas; y vuestra especialidad es hoy, no menos que ayer, providencial
y edificante para toda la Iglesia; más aún, para toda la sociedad. Confirmáis y
reafirmáis valores que hoy se necesitan más que nunca; vosotras sabéis muy bien
cuáles son estos valores: la busca suma y exclusiva de Dios en la soledad y en
el silencio, en el trabajo humilde y pobre para dar a la vida el significado de
una oración continua, de un sacrificio de alabanza, celebrado y consumado a
una, alentado por una gozosa y fraternal caridad»[51].
«Nos, ahora, somos portadores del testimonio de la
vida monástica y lo expresamos con un sencillo enunciado: la Iglesia tiene
necesidad de ella»[52]. «El
monje tiene un puesto de elección en el Cuerpo Místico de Cristo, una función
providencial y urgente como nunca»[53].
- ¿Qué textos de Pablo VI recuerdan los Cartujos con
más atención?
- Por ejemplo la carta dirigida al Reverendo Padre
Dom Andrés Poisson, antes de la celebración del Capítulo General de 1971. Entre
otras cosas dice: «A toda la Iglesia le interesa que los cartujos, solícitos en
tributar a Dios el honor debido, no cesen de consagrar todas sus fuerzas para
adorarle. Con un tal culto, sincero e indiviso, no solamente aporta esta Orden
al pueblo cristiano una ayuda insigne y manifiesta, sino que es también de gran
provecho para todos los hombres, pues todos están en busca del camino de la
vida y todos necesitan la gracia divina».
- ¿Pablo VI amaba la vida contemplativa?
- Pablo VI en el discurso de clausura de la segunda
sesión del Concilio puntualizaba: «Rendimos homenaje conforme a la escala de
valores y deberes: Dios en primer puesto; la oración, nuestra primera
obligación; la liturgia la primera fuente de la vida divina que se nos
comunica, la primera escuela de la vida espiritual, el primer don que debemos
hacer al pueblo cristiano... Es, en efecto, la Iglesia una sociedad religiosa,
una comunidad orante; es un pueblo floreciente de interioridad y de
espiritualidad promovido por la fe y por la gracia... No queremos, ciertamente,
disminuir la importancia de la oración, ni posponerla a otros cuidados del
ministerio sagrado o de la actividad pastoral...».
- ¿Y Juan Pablo II?
- Juan Pablo II ha confirmado la doctrina de sus
predecesores.
- Por ejemplo, en el discurso a las religiosas de
clausura de Nairobi: «Aquí, en el corazón de Kenia, estáis llamadas a realizar
vuestra sublime misión en el Cuerpo de Cristo, la vocación de perpetuar la vida
de oración e inmolación amorosa de Cristo. La Iglesia aprendió de su Fundador
-y siglos de experiencia han confirmado su honda convicción- que la unión con
Dios es vitalmente necesaria para actuar con fruto. La Iglesia está firmemente
convencida y lo proclama con fuerza y sin vacilar de que hay una relación
íntima entre oración y difusión del Reino de Dios entre oración y conversión de
los corazones... Sólo esto es ya bastante para garantizaros a vosotras y a
todas las religiosas contemplativas del mundo lo necesaria que es vuestra función
en la Iglesia». (Osservatore Romano, 7 mayo 1980, 278).
Y a las contemplativas de Francia en Lisieux: «Desde
él (el Carmelo de Lisieux) querría yo confirmaros a todas, cualquiera que sea
vuestra familia espiritual, en vuestra vida contemplativa, absolutamente vital
para la Iglesia y para toda la humanidad...». «Aceptad el desafío del mundo
contemporáneo y del mundo de siempre, viviendo más radicalmente que nunca el
misterio mismo de vuestra condición absolutamente original, que es locura a los
ojos del mundo y sabiduría en el Espíritu Santo: el amor exclusivo al Señor y
en Él a todos vuestros hermanos los hombres. ¡Ni siquiera intentéis
justificaros! ¡Todo amor desde el momento en que es auténtico, puro y
desinteresado, lleva en sí mismo su justificación! Amar gratuitamente es un
derecho inalienable de la persona, incluso -habría que decir, sobre todo-
cuando el Amado es Dios mismo. Tras las huellas de los contemplativos y
místicos de todos los tiempos, seguid testimoniando con fuerza y humildad la dimensión
trascendente de la persona humana, creada a semejanza de Dios y llamada a una
vida de intimidad con Él». (O. R. 1980, p. 364).
LA
VIDA AUSTERA Y SOLITARIA
- ¿No puede ser un tanto extraña hoy la vida
retirada del cartujo?
- La Cartuja insiste ciertamente en la soledad y en
la vida predominantemente eremítica de sus monjes. Pero no se ha de olvidar que
la vida solitaria está atemperada por la vida común según un sabio equilibrio
que defiende al monje del peligro de una vida independiente y egoísta además de
ofrecerle todas las ventajas de una vida familiar.
- Lo cierto es que la vida de un cartujo se define
como austera...
- Sí, la Cartuja es austera y desde siempre ha
considerado a San Juan Bautista el austero solitario, como patrón y modelo de
sus monjes; pero es un hecho que el mismo Cristo no fue menos exigente con sus
discípulos: «Sígueme... deja a los muertos sepultar a sus muertos» (Lc.
9.59-60). «Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, a su madre, a su
mujer y a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas, y aun a su propia vida no
puede ser mi discípulo» (Lc. 14.26).
- En cualquier caso «especializarse» en austeridad y
espiritualidad puede ir en detrimento de la personalidad humano-cristiana, que
también es un don de Dios...
- Pablo VI sale al paso de esa mentalidad
equivocada: «Razonar así significa olvidarse también en el terreno espiritual
del poder del alma, para la que esta austeridad es en realidad sólo un medio; y
olvidarse del amor de Dios que inspira, del Absoluto que atrae: es ignorar la
gracia de Cristo que la sostiene y la hace participar del dinamismo de su
propia vida. Razonar así, como decíamos es, por último, desconocer los recursos
de la vida espiritual, capaz de alcanzar una profundidad, una vitalidad., un
dominio del propio ser y un equilibrio mucho mayores puesto que no han sido
buscados por ellos mismos: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y
todo esto se os dará por añadidura» (Mt. 6.32)[54].
- Pero en conjunto ¿qué opinan los Papas del estilo
de vida de la Cartuja?
- Podríamos aplicar a la Cartuja estas palabras de
Pablo VI: «El estilo de vida de estos religiosos, de estos monjes, de estos
eremitas, no se nos propone como un carisma imitable por todos; pero encarnan
en su estado más puro y de forma radical un espíritu del que no está dispensado
ningún discípulo de Cristo; ejercen una función de la que la Iglesia no podrá
prescindir y nos muestran un camino de salvación para todos»[55].
EL
APOSTOLADO DEL CARTUJO
- ¿Cuál es la función específica de un cartujo?
- El cartujo dentro del Cuerpo Místico, desempeña
una función única y sublime: el amor apasionado a Dios y, como consecuencia
lógica y necesaria, el amor apasionado a los hombres. Nadie mejor que el
contemplativo puede apreciar y amar más a los hombres, pues él ve mejor que
nadie lo que vale el hombre a la luz de Dios; los valores más profundos y
decisivos sólo se pueden apreciar acercándose a esa luz: entonces se comprende
toda la grandeza del hombre.
- ¿Cuál es la sustancia del apostolado cartujano?
- El apostolado del cartujo está en el amor de Dios.
Será apóstol en la medida de su amor a Dios. Este amor a Dios y a los hombres
se expresa concretamente en la oración continua, en la generosa penitencia y en
esa «búsqueda apasionada del Absoluto» que da a su vida el sentido y la
ejemplaridad de un testimonio viviente para sus hermanos los hombres, que
caminan como él hacia la Patria.
- Luego el apostolado del cartujo excluiría el
«hallazgo» de la espiritualidad del diálogo, tan moderna...
- El apostolado del cartujo es silencioso, mas no
por eso infecundo, al contrario. Así lo ha reconocido la Iglesia por boca de
Pío XI, en un texto ya clásico de la Constitución «Umbratilem», dirigida a los
cartujos: «...contribuyen mucho más al incremento de la Iglesia y a la salvación
del género humano, los que cumplen el deber asiduo de la oración y de la
penitencia, que los que cultivan y trabajan en el campo del Señor; porque si
aquéllos no hicieran bajar del cielo la abundancia de gracias al campo que ha
de ser regado, entonces ciertamente cosecharían frutos más escasos en su labor
los operarios evangélicos»[56].
- Vds. son como la lamparita de1 Sagrario...
- Juan XXIII en la alocución del 2 de febrero de
1961, fiesta de la Purificación, se expresaba así: «El primer destino de los
cirios a las casas religiosas de la más estricta mortificación y penitencia,
quiere afirmar, una vez más, la preeminencia de los deberes del culto y de la
consagración total a la vida de oración sobre cualquier otra forma de
apostolado».
- ¿Se sienten Vds. misioneros?
- El Concilio Vaticano II, evitando cuidadosamente
las comparaciones, sostiene la misma doctrina: «Los Institutos de vida
contemplativa tienen importancia máxima en la conversión de las almas con sus
oraciones, obras de penitencia y tribulaciones, porque es Dios quien, por la
oración, envía obreros a la mies, abre las almas de los no cristianos para
escuchar el Evangelio y fecunda la palabra de salvación en sus corazones»[57].
- ¿Consideran su misión cumplida y justificada?
- Por la oración casi continua, los cartujos cumplen
su misión de alabanza en nombre de sus hermanos los hombres, demasiado
ocupados, con frecuencia, en los quehaceres y negocios de la ciudad temporal.
Su intercesión atrae las gracias del cielo sobre las almas necesitadas y es una
incesante súplica por la Humanidad pecadora. El valor de esta misión de
alabanza y súplica sólo Dios puede conocerla.
Con su generosa penitencia, el cartujo expía sus
propios pecados, pero, sobre todo, se inmola ofreciendo su vida sacrificada en
favor de los miembros más necesitados de la Iglesia, completando así «lo que
falta a los padecimientos de Cristo en favor de su Cuerpo que es la Iglesia»[58].
- En fin, son Vds. como profetas en la vida
contemporánea...
- Todo cristiano es un caminante, un desterrado que,
en medio de las sombras de este mundo, se dirige a la patria de la luz, a la
ciudad celestial. Es ésta una verdad que el cristiano ordinario, sumergido en
el mundo de las realidades sensibles, tiende a olvidar con extraña facilidad.
Los cartujos le ofrecen un fuerte estímulo para ir a la búsqueda del Absoluto,
pues realizan en sí mismos aquella bella definición del monje dada por Pablo
VI: «Vigías del crepúsculo de la vida actual y profetas de la aurora que
aguarda a los fieles»[59].
Apéndice
LAS
CARTUJAS EN EL MUNDO
- ¿Cuántas Cartujas existen hoy en el mundo?
- En la actualidad la Orden cuenta con dieciocho
Casas de monjes y cinco de monjas
- ¿Cuál es la Casa Madre?
- La Gran Cartuja, Casa Madre de la Orden, es, tal
vez, el monasterio más célebre de Francia. Todos la miramos con un sentimiento
de respeto y veneración.
- ¿Dónde está?
- Se halla situada en un estrecho y retirado valle
alpino a veintisiete kilómetros de Grenoble. El clima es el característico de
las montañas alpinas: inviernos largos con abundantes nevadas y veranos cortos
y más bien frescos.
- ¿Algún atractivo para los turistas?
- Además de poder admirar las bellezas del paisaje,
un museo «cartujano», de muy buen gusto, levantado a unos kilómetros del
monasterio, permite a los turistas saciar su curiosidad, sin necesidad de subir
al monasterio. Como esto no se logra siempre, letreros esparcidos aquí y allá
ruegan a los turistas que respeten la paz del lugar.
- ¿Quién fundó la Gran Cartuja?
- La primitiva Cartuja, fundada por San Bruno, fue
destruida en 1132 por un alud que sepultó casi todas las celdas, y en ellas a
seis monjes y a un novicio, es decir, a media Comunidad de monjes del claustro.
Dom Guigo determinó entonces edificar la nueva Cartuja en el lugar que ocupa
hoy, kilómetro y medio más abajo: allí donde el valle comienza a ensancharse lo
suficiente como para no temer nuevas catástrofes debidas a la nieve. En siglos
sucesivos el monasterio ardió seis veces, hasta que en el siglo XVII se
construyó con elementos más sólidos, y así ha durado hasta hoy.
- ¿Algún desastre histórico?
- Dispersados los monjes por la Revolución, vuelven
en 1816 a restaurar la Cartuja devastada.
- ¿Y en este siglo?
- Un Gobierno sectario expulsó a los cartujos de
Francia, que tuvieron que exiliarse. La Comunidad de la Gran Cartuja trasladó
en 1903 su residencia a la Cartuja de Farneta en Italia y allí permaneció
durante treinta y siete años.
- ¿Y en la segunda guerra mundial?
- En 1940, en plena guerra mundial, la Comunidad,
tan sólo con un permiso verbal, volvió a ocupar la Gran Cartuja.
La dirección:
LA GRANDE CHARTREUSE
F-38380 Saint Pierre de Chartreuse (FRANCE)
- ¿Alguna otra Cartuja en Francia?
- En 1971, sobre las reedificadas ruinas de la
CARTUJA DE PORTES, resurgía la vida cartujana cuyas características de lugar y
de clima son similares a las de la Gran Cartuja, de la que no dista demasiado.
Esta Casa fue la primera que adoptó las observancias de la Cartuja, en el ya
lejano año de 1115.
La dirección:
CHARTREUSE DE PORTES
01470 Bénonces (FRANCE)
- ¿Hay alguna más?
- En la zona marsellesa, cerca de Tolón, se
encuentra la CARTUJA DE MONTRIEUX, que fue de los primeros monasterios que se
unieron a la Orden; data de 1137. Petrarca quedó hondamente impresionado por la
vida santa de sus moradores.
La dirección:
CHARTREUSE DE MONTRIEUX
83136 Méounes lès Montrieux (FRANCE)
- ¿Hay Cartuja en Suiza?
- La CARTUJA DE LA VALSAINTE, a pocos kilómetros de
Friburgo. Fundada a finales del siglo XIII, sufrió mucho a causa de los
disturbios político-religiosos del pasado siglo, siendo suprimida y más tarde,
en 1863, restaurada de nuevo. Ha conocido años de esplendor y de abundantes
vocaciones.
La dirección:
CHARTREUSE DE LA VALSAINTE
1654 Cerniat (SUIZA)
- ¿En Inglaterra?
- En el sur de Inglaterra, siguiendo la carretera
Horsham-Brighton, se puede apreciar un armonioso conjunto de edificios con las
inconfundibles características de la arquitectura medieval inglesa. No se
trata, sin embargo, de una antigua abadía, sino de la CARTUJA DE PARKMINSTER,
fundada en 1873. El recuerdo de los mártires cartujos ingleses hizo que los
superiores de la Orden quisieran volver de nuevo a esta isla que, antes del
cisma de Enrique VIII, conoció un gran florecimiento de monjes cartujos.
La dirección:
ST.HUGH´S CHARTERHOUSE
Partridge Green
Horsham, West Sussex
(INGLATERRA)
- ¿En América?
- La CARTUJA DE LA TRANSFIGURACIÓN es la fundación
más reciente en la Orden, y la primera Cartuja edificada en las tierras de
América. Numerosos jóvenes norteamericanos se veían obligados a venir a Europa
para poder ingresar en la Cartuja. Por fin, el 1971 los americanos poseían una
Cartuja propia. Se encuentra emplazada en las montañas solitarias y salvajes
del Estado de Vermont, muy cerca de la frontera con el Canadá.
La dirección:
CHARTERHOUSE OF THE TRANSFIGURATION
1800
Bearttown Road
Arlington, VERMON 05250 (USA)
- Y ¿hay alguna cartuja en Latinoamérica?
- La segunda fundación en el continente americano
tuvo lugar en Rio Grande do Sul, en la diócesis de Santa María, al sur del
Brasil. Es una cartuja de edificios muy pobres. Se bendijo el 21 de noviembre
de 1984 y trata de dar acogida a las numerosas vocaciones brasileñas.
Su dirección:
Mosteiro Nossa Senhora Medianeira
98160-000- IVORÁ – RS – BRASIL
- ¿Alguna otra cartuja en Iberoamérica?
- El 19 de marzo del 2004 se inauguraba una hermosa
y funcional cartuja en Argentina para dar facilidades a numerosos jóvenes
argentinos que para ingresar en la cartuja se veían obligados a dejar su país y
venir a las cartujas de España y de Europa. Se encuentra emplazada la cartuja
de San José en un paraje solitario en la zona de Córdoba.
Su dirección:
Cartuja San José
X 5200 DEÁN FUNES (Cba) ARGENTINA
- ¿En Italia?
- Italia, en otros tiempos poblada de Cartujas,
cuenta en nuestros días con dos Casas de monjes y otras dos de religiosas.
La CARTUJA DE SAN ESTEBAN Y SAN BRUNO es la antigua
fundación de Calabria en donde San Bruno pasó sus últimos años. Algún tiempo
después de su muerte, se convirtió en monasterio del Císter y en él se
guardaban los restos mortales del Fundador de la Cartuja. La Orden hizo las
diligencias posibles por adquirir este monasterio, y al fin lo consiguió en
1514. Desaparecida en el siglo pasado, como todas las Cartujas, vio en 1856
instaurarse la vida regular.
La dirección:
LA CERTOSA
I-89822 SERRA SAN BRUNO VV (ITALIA)
- ¿Más Cartujas en Italia?
- La CARTUJA DE FARNETA se encuentra a 8 kilómetros
de Lucca. A diferencia de otras Cartujas, la de Farneta se hallaba en buen
estado cuando la Gran Cartuja la compró para dar acogida a la Comunidad en
exilio en 1903. Hasta el año 1940, en que los cartujos volvieron a Francia, fue
la Casa generalicia de la Orden.
La dirección:
CERTOSA DI FARNETA
I-55050 Maggiano LU (ITALIA)
- ¿En la Europa del Este?
La CARTUJA DE PLETERJE (Eslovenia), diócesis de Ljubljana,
restaurada en 1899, Logro mantenerse en pié durante el régimen comunista.
La dirección:
KARTUZIJA PLETERJE
SLO-8310 Sentjernej (SLOVENIA)
- ¿Y en la Patria de San Bruno?
- En 1869 el Capítulo General decidió levantar una
Cartuja en Alemania, patria de San Bruno. El sitio elegido fue la diócesis de
Colonia, a seis kilómetros de Dusseldorf.
Al instalarse en las cercanías de la Cartuja un
campo de aviación, el silencio y la soledad desaparecieron del lugar y se pensó
en trasladar la Cartuja. Gracias a la generosa ayuda del Gobierno alemán, en
1964 nacía la nueva CARTUJA DE MARIENAU, en un solitario bosque de la diócesis
de Rottenburg.
La dirección:
KARTAUSE MARIENAU
D-88410 Bad Wurzach (ALEMANIA)
- ¿Y en España?
- Diseminadas por el suelo de la Península, se
encuentran numerosas ruinas y tristes despojos de antiguas y florecientes
Cartujas, hoy testigos mudos de las equivocaciones de los hombres. Seis de
ellas han logrado superar la prueba del tiempo, y junto con la reciente Cartuja
femenina de Benifasá, constituyen la Provincia de España.
- ¿La más antigua?
La CARTUJA DE NTRA. SRA. DE PORTA COELI fue fundada
en 1272 por el tercer arzobispo de Valencia, Don Andrés Albalat. Está edificada
en un paraje cuya atormentada geografía obligó a apiñar los edificios de forma
que ofrece el aspecto de una fortaleza medieval. El paisaje está dominado por
los pinares de la sierra de Náquera, a cuyos pies se encuentra el monasterio, y
el valle, quebrado por profundas cañadas, está cubierto de naranjos y olivares.
Dista veintinueve kilómetros de Valencia y el pueblo más próximo, Serra, se
halla a doce kilómetros.
- ¿Sufrió en la historia?
- Porta Coeli, como todas las Cartujas españolas,
fue suprimida y expoliada en el siglo pasado. De Miraflores salía en 1944 la pequeña
comunidad que daría vida a la nueva fundación. Por su situación envidiable,
Porta Coeli es una de las Casas más aptas para la vida solitaria de la Orden.
La dirección:
Cartuja de Porta Coeli
E-46117 Porta Coeli (Valencia) ESPAÑA
- ¿Qué otra Cartuja hay en España?
- La CARTUJA DE NTRA. SRA. DE MONTALEGRE nació en
1413. Se halla recostada en la amena ladera de un monte -de ahí su nombre-, en
Tiana, a doce kilómetros de Barcelona. En 1936 la Cartuja fue saqueada e
incendiada. Dos monjes fueron asesinados y otros tres heridos. Terminada la
guerra civil, Montalegre fue nuevamente restaurada. Actualmente, aunque está
habitada, no tiene noviciado.
La dirección:
Cartoixa de Santa María de Montalegre.
Apdo.5
E-08391 TIANA (Barcelona) ESPAÑA
- ¿Y esta Cartuja de Miraflores?
- La CARTUJA DE SANTA MARIA DE MIRAFLORES tiene como
fundador al rey Don Juan II de Castilla, el monarca más afecto que haya tenido
la Orden en todos los tiempos. De él se dice que en el lecho de muerte se dolía
de no haber entrado en la Cartuja en calidad de Hermano, y en parte es creíble.
Sus huesos descansan en la iglesia de Miraflores, en el soberbio panteón que
para él y para su esposa mandara construir su hija Doña Isabel, la Reina
Católica. Las obras comenzaron en 1441 y se prolongaron durante años, hasta
lograr transformar el palacio de Miraflores en el actual monasterio. La reina
Isabel subvencionó la mayor parte de las obras, por lo que se la considera
también como fundadora de la Casa.
- ¿Ha conocido dificultades en su historia?
- La historia de Miraflores ha sido tranquila y
recogida. Sufrió devastaciones durante la guerra de la Independencia y
vejaciones por parte del Gobierno anticlerical. Pero, caso singular, cuando en
1835 quedaban suprimidas todas las casas religiosas, el Prior de Miraflores,
Dom Luis del Barrio, consiguió del Gobierno autorización para que los
religiosos de Miraflores pudiesen permanecer en la Cartuja con el título
oficial de «conservadores del monasterio', vistiendo de seglar y sin facultad
para recibir novicios. Cuando en 1880, a instancias del Arzobispo de Burgos,
llegaron de Francia los cartujos -todos españoles- para dar vida a Miraflores,
todavía quedaban dos venerables ancianos que seguían la observancia de la
Congregación de Cartujas españolas. Al prestar obediencia al Reverendo Padre,
escribían en Miraflores la última pagina de la breve y agitada historia de la
Congregación de Cartujas españolas.
Abundante en vocaciones, Miraflores ha dado vida a
tres nuevas fundaciones, donde residen todavía buena parte de sus monjes.
La dirección:
Cartuja de Miraflores
Apdo. 43
09080 BURGOS (ESPAÑA)
- ¿Otra Cartuja en España?
- Saliendo de Zaragoza en dirección a Peñaflor, a
sólo doce kilómetros de la ciudad se encuentra, junto al río Gállego, la
CARTUJA DE AULA DEI, la mayor de toda la Provincia. Fue fundada por el
arzobispo de Zaragoza Don Fernando de Aragón, nieto del Rey Católico. En 1901
fue restaurada para dar acogida a los cartujos expulsados de Francia y ha
conocido años de esplendor.
La dirección: Cartuja de Aula Dei
E-50192 ZARAGOZA (ESPAÑA)
- ¿Y en Portugal?
- La Cartuja de SCALA COELI, que dista tan sólo
kilómetro y medio de Évora. La restauración se llevó a cabo en 1960. Los
primeros monjes llegaron de Aula Dei y de Miraflores.
La dirección:
Cartuxa Santa María de Scala Coeli
P-7000-744 ÉVORA (PORTUGAL)
- ¿Alguna Cartuja más?
- Bueno, el año 2004 se inauguraba la Cartuja de
Nuestra Señora de Corea. Los comienzos fueron difíciles por la dificultad del
idioma y los problemas burocráticos, pero poco a poco se van superando las
dificultades y ya pueden recibir novicios. Se trata, por el momento de una
Cartuja muy pequeña: sólo ocho celdas, pero con posibilidades de aumentar el
número ya que se ha construido con materiales prefabricados.
La dirección es:
Nuestra Señora de Corea
363-873 ChungbukDo CheongwonGun
MiwonMyon UnyongNi 274-2 COREA DEL SUR
CARTUJAS
FEMENINAS
- ¿Cuántas dice que hay?
- Cinco casas en Europa y una fundación en marcha en
Corea del Sur.
- ¿Alguna en España?
- Una en la provincia de Castellón de la Plana, en
la zona montañosa y solitaria de la Tinansa de Benifaça. Se recuperó un antiguo
monasterio cisterciense del siglo XIII y, una vez restaurado y adaptado a las
necesidades de una comunidad de monjas, se inauguró en septiembre de 1967 y se
comenzó a vivir la vida cartuja gracias a un grupo de jóvenes religiosas
españolas que habían profesado en las Casas que la Orden tiene en Italia y
Francia.
La dirección es:
Cartuja Santa María de Benifaçà
E-12599 Puebla de Benifasar (por Vinaroz)
CASTELLÓN DE LA PLANA (ESPAÑA)
- Y ¿las cartujas femeninas francesas?
- Una antigua
CHARTREUSE DE NONENQUE
F-12540 MARNHAGUES ET LATOUR (FRANCIA)
- Y otra de construcción moderna:
CHARTREUSE DE NOTRE-DAME.
F-04110 Reillanne –FRANCIA
- ¿También en Italia dice que tienen casas?
- Se habilitó la antigua cartuja de monjes de
Vedana, al norte de Italia y la ocuparon parte de las monjas italianas. La
dirección es:
CERTOSA DE VEDANA
Via San Gotardo 59
I-32037 SOSPIROLO BL (ITALIA)
La otra cartuja femenina en Italia es de reciente
construcción y se encuentra también al norte. Esta es la dirección:
CERTOSA DELLA TRINITÀ
I-17058 DEGO (SV) ITALIA
VISTA
DE CONJUNTO
- ¿En qué año alcanzó la Cartuja, en el mundo, su
máximo esplendor?
- Hacia el año 1520 contaba con 17 Provincias y 195
Casas. A lo largo de aquel siglo, la Orden perdió 39 Casas a consecuencia de
las guerras de religión y desde entonces el número de religiosos comenzó a
declinar, aunque todavía en vísperas de la Revolución francesa existían 126
Cartujas con un total de 3.500 religiosos. La Revolución hizo desaparecer casi
todas las Casas de la Orden. Después comenzó el lento resurgir; en 1900 había
21 Casas abiertas; hoy son 22 con poco más de medio millar de religiosos y es
posible que este número se reduzca más en los años próximos, pues la crisis
general de vocaciones afecta también a la Cartuja.
- ¿Le ve Vd. futuro a la Cartuja?
- La observancia cartujana, con todas sus
exigencias, cuesta a los jóvenes de hoy más que en otros tiempos, pues están
acostumbrados a la vida fácil y placentera de una sociedad demasiado
materializada para la cual la fe no es ya el valor esencial de la vida. Todo
esto hace prever que, en los años inmediatos, la Cartuja no va aumentar sus
efectivos numéricos. Este hecho, aunque importante para la vida de una Orden,
no es lo esencial.
- ¿La cantidad de vocaciones es índice de la calidad
de vida?
- Ordinariamente se toma el número de religiosos
como índice del esplendor de una Orden. Aunque tal método resulte claro y
cómodo, cabe preguntarse si corresponde a la realidad. Examinando la historia
de la Orden, se siente la tentación de llegar precisamente a la conclusión
opuesta: es en los tiempos de esplendor «numérico» cuando los Capítulos
Generales han necesitado batallar con más fuerza para mantener la observancia.
También se constata cómo, a medida que la Orden va creciendo, los Estatutos
comienzan a endurecerse y adquirir cierta rigidez que no poseían al comienzo.
Cabe preguntarse también, examinando de cerca la vida de la Cartuja, si es apta
para ser vivida por grupos numerosos.
- ¿Pese a los problemas, qué piensa la Cartuja de su
futuro?
- En cualquier caso, la Orden sigue su camino sin
preocuparse mucho, al parecer, por aumentar el número de sus monjes. Cada vez
se exige mayor edad para ingresar; aumentan los ya largos años de probación y
se exige más a los aspirantes. Ni los Estatutos Renovados (1973) ni los
Estatutos de la Orden Cartujana (1983) han cedido a la fácil tentación de
«dulcificar» la observancia, conscientes de que, en definitiva, el cartujo no
puede tener otro apoyo ni otra razón de ser que Dios solo. La Cartuja es lo que
es, o dejaría de ser la Cartuja. Durante siglos ha sido y sigue siendo uno de
los caminos más sólidos de vida cristiana que la Iglesia ofrece al mundo.
Epílogo
Y al final...
Ya conoce el lector qué es un cartujo, cuál es su
estilo de vida y cómo es muy posible oír, atender, escuchar la voz de Dios,
llamando al estado de perfección de la vida cartujana. Se puede ser fiel, se
puede llegar hasta el final, porque la gracia de Dios siempre está presente y
Dios no espera sino que le pidamos para dar más y más...
El cartujo es el hombre que ha recibido de Dios el
don de servirle únicamente a Él, sin más compensación que Él mismo.
El cartujo vive para Dios, acompañado de Cristo,
pudiendo contra toda dificultad, porque es el mismo Cristo quien conforta al
monje de la Cartuja,
Vivir radicalmente a Cristo crucificado es la razón
de ser de la Cartuja.
Laus Deo
Índice
PRÓLOGO
Capítulo
1.º SAN BRUNO, EL PRIMER CARTUJO
(Apunte
biográfico)
Juventud. - Canónigo y maestrescuela. -
A los 50 años... canciller. - Bruno... ¿obispo? - Una carta, un jardín. - La
aventura. - El primer desierto. - La montaña, la ermita, la soledad. -
Religiosos de desierto. - Un día grande. - Deja Francia, pasa a Italia. -
Pensando en Abraham. - Roma. - Definitivamente cartujo. - Calabria. - Morir
habemos... a Dios tenemos.
Capítulo
2.º LA CARTUJA: EDIFICIOS Y DEPENDENCIAS
La
Iglesia. - El capítulo. - El refectorio. - Las celdas. Las celdas de los
Hermanos.-Las «obediencias».
PRIMERA PARTE
Capítulo
3.º LOS PADRES
Examen
de la vocación. - Requisitos para ingresar en la Cartuja. - El postulantado. -
El noviciado. - La profesión temporal. - La profesión solemne.
Capítulo
4.º LOS HERMANOS
Los
Hermanos en la Orden. - Conversos y Donados. - Formación de los Hermanos. -
Oración y trabajo.
Capítulo
5.º LA ESPIRITUALIDAD DE LA CARTUJA
Dios
sólo, - La soledad y el silencio. - El sosiego espiritual. - Fidelidad a la
Cruz. - Las penitencias.
SEGUNDA PARTE
Capítulo
6.º LOS HORARIOS
Los
Maitines de media noche. -La jornada de la mañana. - La jornada de la tarde.
-La oración.-El estudio.-El trabajo. - Paseos y recreaciones.
Capítulo
7.º RITOS DE LA VIDA CARTUJANA
La
toma de hábito. - La Profesión Temporal. - La Profesión Solemne.- La Misa
cartujana. - La muerte del cartujo.-El entierro en la Cartuja. - El
«Laudabiliter vixit».
Capítulo
8.º EL GOBIERNO DE LA ORDEN
De
las «Consuetudines Cartusiae» a los «Estatutos de la Orden Cartujana». - El
Capítulo General. - El Reverendo Padre. - Los Visitadores.
Capítulo
9.º EL GOBIERNO DEL MONASTERIO
El
Prior. - El Vicario. - El Procurador. - El Maestro de novicios. - El Sacristán.
- El Consejo.
TERCERA PARTE
Capítulo
10.º MISIÓN DE LA CARTUJA EN LA IGLESIA
Actualidad
de la vida monástica. - La vida austera y solitaria. - El apostolado del
cartujo.
APÉNDICE
Las
Cartujas en el mundo. - Vista de conjunto.
EPÍLOGO
[3] Estos libros fueron cuidadosamente editados a
finales del siglo pasado y primeros años del actual en la Cartuja de
Notre-Dame-des-Pres. Un antifonario pesa 15 kgs. y abierto ocupa una extensión
de 86x55 cms. Debido a la reforma litúrgica ha sido necesario corregirlos y
completarlos pacientemente, sin necesidad de hacer nueva edición.
La primera
edición de "Diálogos" fue en 1981, estando en vigor los Estatutos
Renovados de 1973. Las citas de los Estatutos, en esta primera edición, estaban
indicadas por E. R. Pero la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico,
en 1983. obligó a algunos retoques. Los Estatutos se llaman ahora Estatutos de la Orden Cartujana.
Las citas, en esta segunda edición están indicadas por E.O.C.
[25] E.O.C. 1.5.2. El otro texto de los Estatutos que
trata del tema es igualmente desfavorable: «Como nuestra misión es ser
ermitaños y no doctores, ninguna persona de la Orden se permita imprimir ningún libro. ni
escribir ningún articulo en revistas, sin previa autorización del Capítulo
General o del Reverendo Padre». E.O.C. 1.6.12.
[38] Nicolás Molin: «Historia cartusiana» (a. 1630). La
fórmula la usó ya en 1500 Juan Mauburn, abad de los canónigos de Livry... Dom
Nicolás Molin añadió a esta fórmula la palabra «Capitulum».
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