miércoles, 29 de agosto de 2012

Los Cartujos


   



Diálogos en Miraflores




Prólogo
Palabras para el lector



DE CÓMO NO ESCRIBÍ ESTE LIBRO

Querido lector: yo no soy el autor de este libro.
Desde siempre tuve la ilusión de escribir un libro sobre los cartujos. ¿Por qué? Sin duda por la emoción religiosa y estética que me producían. Recuerdo, de esto pasaron ya quince años, un domingo que visité la Cartuja de Porta Coeli, en Valencia. Tuve la fortuna de ser recibido por el P. Prior. Me acompañó por todas las dependencias, me habló de su estilo de vida, me contó detalles. Todo aquello cuajó en un reportaje que publicó la prensa de Valencia. Nos volvimos a ver, fuimos, somos amigos. Me había regalado fotografías, Incluso se dejó retratar, aunque de espaldas. Y también me viene a la memoria que me invitó a charlar unos minutos con la Comunidad. Era un domingo, a primeras horas de la tarde. Volví a mi casa lleno de algo distinto, algo que el mundo no podía dar, lleno de paz, de Jesucristo. Enriqueció aquella visita, y las posteriores, mi idea sobre los cartujos, su vida, su espíritu, su vitalidad. Todo el conjunto me prometía inspiración. Sí, sería muy bello, muy literario, un gran tema, muy... romántico, muy en mi línea de hacer, el pensar, escribir y realizar un libro sobre los cartujos, como un «Viaje a la Cartuja».
Pero pasaron los días, los meses, los años...
Y llego el 14 de marzo de 1980. Un buen amigo me logró una entrevista con el P. Prior de la Cartuja de Miraflores en Burgos, entrevista que deseaba publicar en la revista «Mensajero».
Lo recuerdo muy bien. Nevaba. A las cuatro en punto de la tarde me recibió el P. Prior. Le grabe la entrevista sin dificultad. El diálogo transcurrió magníficamente. Pregunté lo que deseé y me respondió con holgura y total satisfacción. Acabada la entrevista fuimos a la celda del P. Procurador. Y entonces, entonces fue. Lo recuerdo con minuciosa exactitud.
La celda era cuadrada, con estanterías de madera. Éramos cuatro: el P. Prior, el P. Procurador, mi amigo y yo. Por las ventanas ya entraba el sol. El cielo de Castilla la Vieja se había abierto. Estaba azul. Miré el paisaje largo, plano, sin un alma. Todo en la Cartuja era silencio. Nuestras cuatro voces eran casi como un arpegio a destiempo.
- ¡Cómo me gustaría escribir un libro sobre la Cartuja!
Y no hizo falta más. El P. Prior me respondió que lo deseaba. Yo tuve la impresión, subjetiva, que aquel libro, en aquella Cartuja, me estaba esperando. En breves minutos, menos, en una décima de segundo, me trasladé imaginativamente a Valencia. Recordé mis vivencias primeras en Porta Coeli. Y otras Cartujas que había visitado: Val-Sainte, en Suiza; Aula Dei, en Zaragoza; la Grande Chartreuse, en Grenoble, y las deshabitadas Cartujas de Porto fino y Florencia. Mientras el P. Prior me animaba, yo viajaba y me sentía feliz.
- «Todo llega en esta vida, ya está aquí el libro de la Cartuja», me dije en el alma.
Y...
Dejé Miraflores. Bajé de la colina cartujana hacia Burgos, quizás demasiado contento. Porque sí: el tema me gustaba, me inspiraba. tenía tiempo, tenía editorial, y los cartujos subvencionaban. El completo.
Pero...
Y también lo recuerdo exactamente.
No podía ser. En la vida lo bueno se mezcla con lo malo, lo agrio. Por tanto, aquí debería haber un fallo, un error, algo que modificase este sueño que yo vivía por las calles de este Burgos austero, heroico y nevado. Todo era demasiado evidente para que fuera seguro. Siempre hay que sospechar de lo fácil y, mucho más, si se trata de algo favorable.
Pero los hechos estaban ahí. Me habían encargado un libro sobre la Cartuja. Todo estaba claro. Hasta las fechas de escritura, corrección y entrega.
El sueño hecho realidad quedaba en pie. Haría el libro.

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

El 30 de abril de 1980, mes y medio después de mi primera visita a Miraflores, llegué a la Cartuja y me hospedé en ella. Durante algunos días, dialogamos mucho con el P. Prior y el P. Procurador. Concretamos casi todo.
Estuve un día, dos, tres, cuatro... no recuerdo con exactitud. Dormí en la Cartuja, comí de la Cartuja, paseé por la Cartuja, visité toda la Cartuja. No me adapté a los horarios de la Cartuja. Leí, medité, miré el paisaje y... sobre todo, oré. Asistí a las misas de los cartujos. Comulgué con los cartujos. Procuré empaparme, ambientarme al máximo de todo lo que supusiera Cartuja. Más tarde aquella entrevista del 14 de marzo fue publicada en la revista, «Mensajero», el 1 de noviembre de 1980 con gran aceptación. Y ahora cumpliría mi sueño... ¡el libro!
Pero...
Poco a poco, fui dándome cuenta de que algo había cambiado en mi. Y esto me alegraba. Era como una luz que se me introducía en la mente, en el corazón, en la sensibilidad, en la misma inspiración y voluntad de escribir. Como si algo acabara de romperse en mí. Como si mi alma fuera un vaso de cristal hecho pedazos. Pero me alegraba. Vela las cosas con más realismo. Haría, escribirla el libro, porque había dejado de soñar.
¿Qué me había ocurrido en mi segunda visita a Miraflores?
Algo elemental.
El magno silencio de la Cartuja, un silencio denso, silencio de hombres recios, cerrados entre cuatro paredes y de por vida, este silencio que yo ahora vivía no era el silencio soñado por mí. Era este silencio no un fin sino un medio, un ambiente para llegar a Dios. Más que de un silencio, se trataba de una soledad, toda ella puro sacrificio. Aquel silencio se me hacía pura penitencia. De bello, casi nada; de romántico, nada. De inspirador, poquísimo para mí. De reflexionador, quizás mucho.
Y se añadía el no poder hablar con todos y cada uno de los cartujos a la hora y momento que yo deseara. Dialogar, tratar con ellos, hacerme amigo, preguntarles, sugerirles, charlar, convivir, enterarme, inspirarme, estar a gusto con ellos, saborear sus problemas, sus ilusiones, sus historias, sus intimidades, su vitalidad, su sacrificio, sus tragedias, su soledad, sus nostalgias... en fin, usar literariamente toda la historia de su vida no me era concedido.
Porque yo había ido allí a eso, a escribir una narración partiendo del material «vida de los cartujos», porque estaba y estoy muy seguro de que sí, que todo hombre, y muy especialmente un cartujo, tiene una historia íntima que contar y que puede ser altamente ejemplar el contarla a los demás. Pero nada de esto conseguí, pues en realidad, no llegué a convivir con ningún cartujo. Mis conversaciones con los monjes que traté se limitaban a dos puntos: el contenido del libro y su presentación. Para el contenido, dada mi absoluta ignorancia sobre el tema, contaba con unos apuntes escritos por los mismos cartujos, apuntes que contenían la verdadera verdad de los cartujos, única cosa que querían exponer al posible lector. Y cuanto a la forma y presentación del libro.., dependía de sus posibilidades económicas, aspecto en el que yo nada tenía que hacer.
Así que, de repente, vi que el libro estaba hecho y que mi visión subjetiva, literaria estaba totalmente fuera de lugar en la Cartuja. Me había equivocado, había soñado despierto, como intuí en la primera visita a Miraflores.
Con los dos cartujos que hablé, me encontré siempre muy bien. Con todo observé algo muy importante: yo podía llegar a conocer las normas de vida de los cartujos, el estilo de vivir su entrega a Dios, pero de un modo anónimo, abstracto. En cuanto a conocer cómo vivían individualmente estas normas, cuál era la tristeza, la felicidad y la nostalgia de los cartujos, cuál era el trabajo personal de cada monje... de eso, nada. De vida privada, nada.
Con sencilla suavidad, caridad, claridad y eficacia, los cartujos me habían dado a entender que no les interesaba un libro literario, aunque fuera bueno, sino un libro objetivo, aunque fuese menos sugestivo. En resumen, mi libro debía ser un acto de servicio y no un acto de creación literaria.
Y... extraño..., esta decisión, esta renuncia a mis proyectos, en lugar de desanimarme me alegró. Como si, por fin, hubiese visto el camino a seguir.
Y sin darme cuenta comencé a leer en mi interior. Ahora me sentía más realista, sentía como si mi interior estuviera lleno de luz, de fuerza, de seriedad. Pero... había perdido la inspiración. Lo que debía hacer nada tenia que ver con la literatura; por tanto no sería un libro mío. Y éste era el primer acierto. Porque de algo me había convencido. La verdad de la Cartuja no se presta a juego literario. Ni se debe hacer literatura a propósito de la Cartuja. La Cartuja es algo más. La Cartuja es la versión del Evangelio en clave de sacrificio radical, con todas las compensaciones que Dios quiera regalar. Si hay una realidad de la que no se puede prescindir ni un segundo en la Cartuja, es la de la «gravedad», la de la «seriedad». En un primer momento resulta triste contemplar el propio fracaso. Pero si se tiene óptima voluntad, en el fondo este fracaso resulta positivo. Y, muy poco a poco, pero constantemente, me fui superando y me decidí a colaborar. No haría el libro, pero lo organizaría. El libro lo escribirían los cartujos. Iban a ser ellos los que hablasen de su verdad. Y mi literatura no incidirla para nada en el texto. Y así ha sido.
Me convertí en un servidor de los cartujos. Quizás demasiado. Pero así es.
El libro que tiene ante sus ojos, entre las manos, el lector, está escrito por los mismos cartujos, lo que, por otra parte, es obvio. Mi labor ha sido la de vivificar su texto, dialogándolo. Y montar un apunte biográfico de la vida de San Bruno, a partir de un libro que los mismos cartujos me prestaron. Todas y cada una de las páginas han sido leídas, estudiadas y corregidas por los mismos cartujos. Su autenticidad cartujana es total. Mejor recomendación no le podría hacer al lector. Quien lo leyere, leerá a los mismos cartujos.
Porque yo prescindí de toda labor personal. Incluso, en un principio, pensé reservarme la descripción del Monasterio y sus dependencias. En esta «visita» al Monasterio yo habría podido, sin detrimento de la objetividad, poner en juego todas mis artes literarias, buenas, medianas o mediocres. Pero pensé que mi visión literaria y por tanto siempre subjetiva, podría desequilibrar el texto, caracterizado por la objetiva austeridad ascética, propia de los cartujos.
Así que este libro ha sido la paulatina historia de una renuncia literaria y la suave ascensión hacia una misión de servicio que, cada día, me llena más. Me siento muy feliz de haber ofrecido mis posibilidades literarias a mis amigos, a mis hermanos, a mis compañeros de ilusiones religiosas, los cartujos de Santa María de Miraflores.
Poco más me queda por decir. Gracias a la Comunidad cartujana por haberme dado esta posibilidad de ayudarles. Gracias por el ejemplo que me dieron con su vocación tan auténticamente vivida. Gracias por su hospitalidad y comprensión. Y especialmente gracias por la caritativa forma con que me hicieron comprender que la Cartuja es demasiado seria como para prestarse a un ejercicio literario. La Cartuja es la historia de la entrega radical a Dios de unas almas, aun admitidas todas las limitaciones que Dios permite y con las que humilla a los hombres. Pero queda siempre claro que las vidas de los cartujos son única y exclusivamente para Dios, que sus vidas personales ni han sido, ni son, ni serán nunca, nunca, argumento de atracción literaria en el sentido distractivo de la palabra, aunque sí son y serán objeto de literatura ascética, mística.
Este libro pretende que, cuantos lo leyeren, sepan que la gracia de la vocación a la Cartuja es un don muy fuerte de Dios, que Dios puede, quiere darlo, y, de hecho, lo da a los hombres que se lo piden. Y, sobre todo, que es posible, con la gracia de Dios, seguir la llamada de la vocación cartujana. Que no es un imposible. Que es una vida radicalmente entregada a Dios pero no inhumana. Que los que han seguido, y cada día siguen, esta llamada de Dios, son hombres entresacados de la vida normal de nuestra sociedad. Hombres que, con ayuda sobrenatural, se esfuerzan por transformar su persona en «otro Cristo», en seres «sólo de Dios. Y que son felices, muy felices pudiendo cooperar con el sacrificio de su vida a la redención del mundo, que viven veinticinco horas al día con Cristo, fuente de todo bien, de toda luz, de toda esperanza,
Y acabo. Mi conclusión final fue ésta:

Cartujo = Profeta de la esperanza.



Capítulo 1. San Bruno, el primer cartujo
Apunte biográfico



JUVENTUD

De sus primeros años apenas sabemos cosa alguna. Nació en Colonia; era, pues, alemán. Sus padres no carecían de nobleza, o al menos de cierta notoriedad en la ciudad.
¿En qué fecha nació Bruno? Lo ignoramos. Apoyándonos en un dato cierto, la fecha de su muerte (6 de octubre de 1101), y en los acontecimientos de su vida, podemos conjeturar que Bruno nació entre 1024 y 1031. Nosotros, elegiríamos preferentemente el año 1030. Es el que mejor armoniza con los hechos de la vida de Bruno.
En Colonia vivió Bruno sus primeros años, pero no conservamos documentos de este período.
En aquella época, sólo los monasterios y las iglesias tenían escuelas para iniciar a los niños en las letras humanas. ¿A cuál de ellas asistió Bruno? Nunca se sabrá a ciencia cierta. Pero como fue nombrado canónigo de la Colegiata de San Cuniberto, ¿se puede deducir que había estado vinculado de una manera especial a ella? ¿Y este vínculo, no sería de orden familiar -hoy diríamos parroquial- y, en consecuencia, escolar?
Un hecho parece innegable: desde sus primeros años reveló Bruno dotes intelectuales poco comunes: porque, joven aún, fue enviado de Colonia a la célebre escuela de la catedral de Reims. Allí vive en lo sucesivo; su estancia en París, Tours o Chartres pertenece a la leyenda. Reims deja huella en Bruno, hasta el punto de que, olvidando su origen alemán, se le llama más tarde Bruno, el francés.
Las escuelas de Reims, sobre todo la escuela catedralicia que frecuentó Bruno, eran famosas desde siglos. Gerberto, que un día sería el Papa Silvestre II, había sido rector. A mediados del siglo IX, el arzobispo Cuy de Chátillon dio a los estudios un nuevo impulso. Cuando Bruno llegó allí, las escuelas de Reims estaban en apogeo. Afluían alumnos de Alemania, de Italia, de toda Europa. Y entre toda esta juventud, la personalidad de Bruno llamó la atención de sus maestros.
Cuando Bruno tenía alrededor de veinte años, siendo aún estudiante en la escuela de la Catedral, ocurrió un suceso que dejó honda huella en su sensibilidad religiosa: el Papa León IX vino a Reims y celebró allí un Concilio. El 30 de septiembre de 1049, el Papa llegaba a Reims. El 1.° de octubre hizo la traslación de las reliquias de San Remigio. Al día siguiente, León IX consagraba la nueva iglesia de la abadía de San Remigio. ¡Qué devoción le tuvo siempre Bruno!
Acabadas las fiestas de San Remigio, el 3 de octubre, León IX abrió el Concilio. Numerosos arzobispos, obispos y abades participaron en él; trataron, sobre todo, de la simonía que minaba entonces a la Iglesia y que urgía extirpar. Comparecieron varios obispos, convictos de haber comprado su obispado. El Papa y el Concilio los depusieron y excomulgaron. Después se tomaron las medidas disciplinares para atajar el mal... Bruno estuvo al corriente de las medidas y decisiones del Concilio, a las que la presencia del Papa confería una autoridad y solemnidad excepcionales.
Al despertar su vida de acción, los grandes problemas de la iglesia gravitaban sobre la conciencia de Bruno. Profundamente religioso y recto, penetrado de la Sagrada Escritura y de los grandes principios de la fe, no podía por menos de reflexionar sobre la situación de la Iglesia, sobre la necesidad de reforma y sobre la orientación que él debía dar a su vida, para que alcanzase la plenitud de su valor y su fidelidad. De momento le parece que el Señor le inclina hacia los estudios religiosos, aquí, en Reims. Se mete de lleno en la vida de la diócesis, se entrega a la enseñanza sagrada.
Terminados sus estudios, ¿vivió Bruno algún tiempo en París? ¿Volvió por una temporada a Colonia? ¿Recibió las Órdenes sagradas? ¿Predicó? ¿En qué lugares? Puntos oscuros, sobre los que faltan documentos auténticos. Sólo una alusión de un Título Fúnebre, de la que sería aventurado sacar conclusiones demasiado concretas: «Multos sermones faciebat per regiones». Un simple clérigo, con los estudios y títulos de la escuela de Reims, podía ser llamado a predicar al pueblo, ciertamente.


CANÓNIGO Y MAESTRESCUELA

El hecho es cierto: Bruno fue canónigo de San Cuniberto.
Ahora se nos presenta un problema. Entre el fin de sus estudios personales y su nombramiento para el cargo de maestrescuela, es decir, de gran canciller de las escuelas de Reims, hacia 1056, ¿qué hizo Bruno? ¿cómo fue su vida? ¿en qué se ocupó? La respuesta se impone. En Reims, menos que en ninguna otra parte, se puede pensar que confiaran el cargo tan pesado de «summus didascalus», de responsable supremo de todos los estudios, a ningún profesor que no hubiera dado pruebas de su capacidad. Si Bruno estuvo en París o en Colonia, sería por breve tiempo.
Bruno también fue elevado, incluso antes de ser nombrado maestrescuela, o al menos casi al mismo tiempo, a otra dignidad: canónigo de la catedral de Reims. No era pequeña distinción pertenecer a este ilustre cabildo. «Bruno, Ecclesiae Remensis quae nulli inter Gallicanas secunda est, canonicus...». La Iglesia de Reims no cedía entonces en dignidad a ninguna Iglesia de Francia, dice la Crónica Magister...
Por lo que conocemos del Cabildo de Reims en esta época, la vida de Bruno como canónigo se desarrollaba así: vivía fuera del claustro de la catedral, en una casa que le pertenecía en propiedad; gozaba de rentas que le permitían llevar una vida confortable y acomodada: tenía criados y podía invitar a la mesa a sus amigos, ya que la costumbre no imponía a los canónigos la obligación de tomar todas sus comidas en común. Su principal deber era participar regularmente en el oficio canónico de la catedral.
¿Trató con los monjes de las abadías vecinas? Saint Thierry estaba a pocos kilómetros de la ciudad y San Remigio a cuatro pasos de los muros. En todo caso, las conoció ciertamente, y a medida que maduraba su proyecto de vida monástica, se debió informar sobre sus observancias. Cuando partió de Reims para Séche-Fontaine, dos sentimientos le dominaban: una gran estima y amistad hacia los monjes negros de San Benito, y la convicción de que no le llamaba el Señor a ese género de vida.
Es evidente que cada miembro del Cabildo, fuera de las Horas canónicas, podía ordenar su vida a su gusto. Pero si Bruno hubiera pretendido entonces entregarse a largas horas de contemplación, transformando su casa en un claustro solitario, no hubiera podido cumplir con las tareas que le había confiado el arzobispo. Porque en 1056 era maestrescuela, es decir, director general de los estudios en Reims.
Sería interesante para nosotros conocer la fecha exacta en que Hérimann, maestrescuela de Reims, obtuvo la dimisión de su cargo, ya que Bruno le sucedió inmediatamente. Al parecer, esta dimisión tuvo lugar poco después de la elevación de Gervasio de Cháteau-du-Loir a la sede de Reims en octubre de 1055. Sin gran peligro de error podemos situarla a fines de 1055 o principios de 1056. La promoción de Bruno a la dignidad de maestrescuela ocurriría, por consiguiente, durante el año 1056.
La elección era honrosísima para Bruno. El hecho de que se le designase tan joven para ocupar un puesto tan delicado, significaba que Hérimann había descubierto en él, no sólo excepcionales dotes para la enseñanza, sino también cualidades de trato e, incluso, de gobierno. Porque Bruno sólo tenía 26 ó 28 años. Y Hérimann no se hubiera decidido tan resueltamente por un hombre de esta edad, si no hubiera estado seguro de que al proponer su nombramiento al arzobispo Gervasio, contaba con la aprobación implícita del conjunto de profesores y alumnos de las escuelas.
Contentémonos ahora con espigar en los Títulos Fúnebres algunos de los elogios que tributaron a Bruno quienes le conocieron: «Superaba a los doctores y era su maestro...». «Filósofo incomparable, lumbrera en todas las ciencias...». «Espíritu enérgico, de convincente palabra, superior a los demás maestros; era un portento de sabiduría; no sólo lo digo yo a ciencia cierta, sino toda Francia conmigo». «Maestro de gran penetración, luz y guía en el camino que conduce a las cumbres de la sabiduría...». «Sus lecciones se hicieron famosas en el mundo...». «Honor y gloria de nuestro tiempo».
Estamos seguros de que, desde la época de su docencia en Reims, Bruno sobresalía a los ojos de sus discípulos en el conocimiento de los textos sagrados, sobre todo del Salterio.
Bruno, maestrescuela de Reims, se nos revela primero como un alma totalmente orientada a los estudios sagrados; luego, como un «Maestro» y un perfecto amigo y, finalmente, como un hombre cuya autoridad moral se impone a todos.
Bruno había decidido consagrar su vida al estudio y a la enseñanza de la fe; las cosas de Dios habían cautivado su corazón y bastaban para llenar su alma. ¿Hasta qué edad? ¿Durante diez, quince, veinte años? Faltan documentos...


A LOS 50 AÑOS... CANCILLER

Fue, sin duda, durante este período cuando el arzobispo de Reims nombró a Bruno canciller de su Iglesia, para reemplazar a Odalrico que acababa de morir. ¿Hay que ver en esta elección una muestra de estima personal o sólo un gesto diplomático? Promover a Bruno era lisonjear a la opinión pública, sobre todo a la universitaria; era dar pruebas de buena voluntad, siendo tan viva y general la estima de que gozaba Bruno... Tres documentos permiten situar en el tiempo el corto período durante el cual ejerció Bruno su cargo de canciller. Todavía en octubre de 1074 firma Odalrico los documentos de la cancillería; en cambio, una carta de la abadía de Saint-Basle, fechada en 1076, está firmada por Bruno; pero en abril de 1078, el nombre de Godofredo ha reemplazado al de Bruno en los documentos oficiales del arzobispado. Se puede fijar en 1077 la dimisión de Bruno. Porque a principios de aquel año se desencadenó la lucha enconada que durante varios años desgarró a la diócesis de Reims. Por una parte estaban Gregorio VII, su legado en Francia Hugo de Die y varios canónigos de la catedral, y por la otra, el arzobispo Manasés, cuyas prevaricaciones habían sido por fin desenmascaradas.
Durante los veinte años que ejerció el cargo de Maestrescuela de Reims, fue menester que Bruno adquiriera una reputación de integridad y una autoridad innegables para que Manasés, en último apuro, le escogiera como canciller para tranquilizar a Gregorio VII sobre sus intenciones... La pronta dimisión de la cancillería por parte de Bruno, ¿no es también una nueva prueba de su integridad?
Bruno era hombre justo en el sentido bíblico de la palabra. Lo mismo que el abad de Saint-Arnould, Guillermo, tuvo muy pronto que habérselas con Manasés el arzobispo abusivo, y parece que no tuvo paz hasta que se libró de todo compromiso y recobró su libertad para juzgar, e incluso para luchar si fuere necesario.
En toda sociedad, sobre todo si está corrompida, el culto a la Palabra de Dios, el amor de la más elevada amistad y la integridad que vemos en Bruno, condenan al alma humana a cierta soledad. Un ser puro es, siempre y en todas partes, un solitario.
Bruno es también un «Maestro». No sólo porque da lecciones y produce honda huella en sus discípulos, sino sobre todo porque domina los acontecimientos y los hombres. Se coloca por encima de ellos y los sobrepasa, viéndolos y juzgándolos desde su altura.

BRUNO... ¿OBISPO?

A los cincuenta años Bruno tenía ante sí un magnífico porvenir. Se le proponía la primera sede episcopal de Francia, llamada, «diadema del reino». Bruno era la persona más indicada para este elevado cargo: su integridad, su ciencia, su lucidez ante situaciones delicadas, su coraje en los sufrimientos, su fidelidad a la Santa Sede, su profunda piedad, su exquisito sentido de la amistad, su desprendimiento de las riquezas y su caridad lo hacían el preferido de todos. Gregorio VII y Hugo de Die, su legado, habían podido comprobar su integridad en aquella época de simonía, y habían manifestado públicamente la estima que le profesaban.
¿Quién podría oponerse a esta elección tan anhelada de todos, tan deseada no sólo para el bien de la Iglesia de Reims, sino para el bien de toda la Iglesia de Francia?
¿Quién? Nadie, ciertamente.
Nadie, excepto Dios, que habla dejado oír en el corazón de Bruno la llamada a una vida más perfecta... No habría de ser en la Iglesia de Reims, ni en la Iglesia de Francia, sino más profundamente, en el corazón mismo de la Iglesia, donde Bruno daría el testimonio de un puro amor de Dios.


UNA CARTA, UN JARDÍN

Allá por las calendas de 1090-1101, es decir, unos veinte años después de la época de que ahora tratamos, Bruno escribía a su amigo Raúl le Verd, deán del Cabildo de Reims, una carta que nos da preciosas luces sobre su vocación personal:
«¿Te acuerdas, amigo mío, del día en que estábamos juntos tú y yo con Fulcuyo le Borgne, en el jardincillo contiguo a la casa de Adam, donde entonces me hospedaba? Habíamos hablado, según creo, un buen rato de los falsos atractivos del mundo y de sus riquezas perecederas, y también de las delicias inefables de la gloria eterna. Entonces, ardiendo en amor divino, hicimos una promesa, un voto, dispuestos a abandonar en breve las sombras fugaces del siglo para consagrarnos a la búsqueda de los bienes eternos, y recibir el hábito monástico. Lo hubiéramos cumplido en seguida si Fulcuyo no hubiera partido a Roma, para cuya vuelta aplazamos el cumplimiento de nuestras promesas. Mas, por prolongarse su estancia y por otros motivos, se resfriaron los ánimos y se desvaneció nuestro fervor».
El valor de este relato es tanto mayor, cuanto que los documentos ciertos sobre la vida de San Bruno son muy raros. Aquí tenemos un testimonio innegable sobre uno de los momentos más decisivos de la orientación espiritual de nuestro santo.
Para evitar el episcopado debió «huir» secretamente de la ciudad. Otros (desgraciadamente su afirmación parece gratuita) le presentan distribuyendo todos sus bienes a los pobres antes de partir, y le hacen despedirse del clero y del pueblo de Reims con un magnífico sermón. Comentó el lema que había adoptado: «Pensando en la eternidad, huí lejos y permanecí en la soledad». Habló con tanta fuerza. unción y autoridad, y la impresión que produjo fue tan viva y profunda que algunos de sus oyentes se mostraron dispuestos a seguirle.
¿Cuál era exactamente la intención de Bruno, cuando con sus dos compañeros hizo su voto en el jardín de la casa de Adam, o cuando más tarde abandonó Reims? ¿Qué forma de vida había decidido adoptar? ¿Tenía ya un plan concreto? Para aclarar esta cuestión sólo tenemos la Carta a Raúl le Verd, escrita más de diez años después de la fundación de «Chartreuse»: «Nos dispusimos -dice- a abandonar las sombras fugaces del siglo para tratar de conseguir los bienes eternos, vistiendo el hábito monástico»-. Si tenemos en cuenta que esta última expresión sólo significaba entonces «abrazar la vida monástica», sin precisar si había de ser en su forma cenobítica o eremítica, la Carta a Raúl le Verd sólo nos señala dos puntos claros en la intención de Bruno y de sus compañeros: su determinación de huir de las vanidades del mundo consagrándose a la conquista de lo eterno, y su voluntad de apartarse de toda ocupación y relación secular para darse únicamente a la vida divina de la gracia.


LA AVENTURA

En una fecha que no podemos precisar exactamente, pero que se sitúa entre 1081 y 1083, Bruno abandonó Reims en compañía de Pedro y Lamberto. Bajaron hacia el Sur, en dirección de Troyes. Allí, a unos 150 kilómetros de Reims y unos 40 al Sudeste de Troyes, en Molesmes, existía desde 1075 una abadía cuyo abad, Roberto, tenía gran reputación de sabiduría y santidad. Roberto había reagrupado a su alrededor a algunos eremitas del bosque Collan, cerca de Tonnerre, y los había formado en la vida benedictina. La abadía era pobre. En 1083 fue necesario que el obispo y señor de Langres hiciera un llamamiento a sus vasallos para salvar a Molesmes de su miseria. Esta pobreza favorecía el fervor de los monjes.
Cuando Bruno, Pedro y Lamberto acudieron a Roberto, acababan de regalar a la abadía de Molesmes la finca de Séche-Fontaine, que no utilizaban. Estaba a unos ocho kilómetros de Molesmes. Lo suficientemente lejos para que sus habitantes se consideraran muy distintos de los benedictinos de Molesmes, y lo suficientemente cerca para que las relaciones fueran fáciles con la abadía y sobre todo con su santo abad. Además, ¿no era a propósito para la vida eremítica el bosque Fiel, que rodeaba a Séche-Fontaine? Ya en muchos rincones de él se habían establecido ermitaños solos o en grupos. Séche-Fontaine, pues, fue el lugar donde, con la aprobación de Roberto., se instaló Bruno con sus compañeros. Allí vivieron vida eremítica, «heremitice vixerant», dice una de las dos cartas de Molesmes que relatan los comienzos de Séche-Fontaine.
¿Cuánto tiempo duró esta fase de la vida de Bruno? Un año como mínimo y tres como máximo, según la fecha de la salida de Reims. Suficiente tiempo en cualquier caso para que otros discípulos se les reuniesen.
Pero Bruno lleva en sí otro ideal de vida religiosa: se siente impulsado por el Espíritu de Dios al «desierto', y escoge el eremitismo. Así vemos cómo, acompañado indudablemente de algunos compañeros, deja Séche-Fontaine y va en busca de un lugar apropiado para la realización de su proyecto. Esta separación se hizo en un clima de sinceridad y caridad.
Sea como fuere, la nueva partida de Bruno, su salida de Séche-Fontaine, nos da una luz especial sobre su vocación. Como monje, no se siente llamado a la vida cenobítica. Quiere la soledad, a solas con el Solo, a solas con Dios. Este es el auténtico llamamiento del Espíritu Santo en su alma y en su vida.
De nuevo emprendió la ruta del Sur y se dirigió hacia Grenoble y los Alpes, a más de 300 kilómetros. Se ignora el porqué de esta elección.
A primeros de junio de 1084, Bruno y sus seis compañeros llegaban a Grenoble, comenzando así una maravillosa y misteriosa aventura...


EL PRIMER DESIERTO

«Este yermo, cuyos límites acabamos de consignar, comenzaron a habitarlo maestro Bruno y sus compañeros, y a construir sus edificios, el año 1084 de la Encarnación del Señor, 4.° del episcopado de Mons. Hugo de Grenoble». El estudio crítico de los documentos sitúa esta toma de posesión hacia la fiesta de San Juan Bautista, es decir, en la segunda mitad del mes de junio. Es, por lo demás, la época que imponían las condiciones del clima.
Guigo, en su Vida de San Hugo de Grenoble, cuenta la llegada de Bruno y sus compañeros en un relato demasiado sobrio para nuestro gusto, pero muy preciso: «Encabezaba el grupo Maestro Bruno, célebre por su fervor religioso y su ciencia, modelo perfecto de honradez, de gravedad y de plena madurez. Le acompañaban Maestro Landuino (que sucedió a Bruno como Prior de Chartreuse), Esteban de Bourg y Esteban de Die (antiguos canónigos de San Rufo que, por amor a la vida solitaria y con el consentimiento de su abad, se habían unido a Bruno) juntamente con Hugo, llamado el capellán, porque sólo él desempeñaba las funciones sacerdotales; también iban dos laicos, hoy diríamos conversos, Andrés y Guérin. Andaban en busca de un lugar a propósito para la vida eremítica y no lo habían encontrado aún. Con la esperanza de hallarlo y deseos también de gustar de la santa intimidad de Hugo, vinieron a verle. Este los recibió no sólo con gozo, sino con verdadera veneración, ocupándose de ellos y ayudándoles a cumplir su voto. Y gracias a sus consejos personales, a su apoyo y a su dirección, entraron en la soledad de Chartreuse y se instalaron allí. Por aquellos días había visto Hugo, en sueños, que el Señor se construía en esa soledad una casa para su gloria y que siete estrellas le mostraban el camino. Y siete eran precisamente Bruno y sus compañeros. Así, acogió con benevolencia no sólo los proyectos de este primer grupo de fundadores, sino también los de los que les sucedieron, favoreciendo siempre, mientras vivió, a los ermitaños de Chartreuse con sus consejos y generosos favores».
Si, finalmente, Bruno y sus compañeros se instalan en el desierto de Chartreuse, no es porque ellos mismos hayan escogido tal lugar: Dios mismo se lo señaló por mediación de su intérprete, el obispo Hugo.
¿Su intención? Sí; aquí podemos leerla con impresionante relieve en el mismo suelo, en toda su decoración, en el bosque y en las nieves. Este fondo del valle en el corazón del macizo de Chartreuse, de accesos difíciles incluso para los pueblos más cercanos, de largos inviernos con grandes nevadas, de tierras pobres, sólo podía presentar una ventaja: la separación casi total del mundo, la soledad llevada al límite extremo. Era la vida estrictamente eremítica lo que buscaba Bruno. Pero una vida eremítica en grupo: un hombre absolutamente solo no hubiera podido subsistir en tales condiciones de vida.


LA MONTAÑA, LA ERMITA, LA SOLEDAD

Si nos fijamos en el rigor del yermo por una parte. y por otra, en la armonía íntima y en la compensación del pequeño grupo de ermitaños, podremos apreciar un contraste que nos introduce plenamente en los planes de Bruno. Si éste no hubiera reconocido que podría realizar semejante tipo de vida eremítica en el desierto de Chartreuse, indudablemente no se hubiera establecido en él. Pero este sitio respondía demasiado bien a su única intención para que dudara. Tanto él como sus seis compañeros podían esperar llevar allí juntos la vida eremítica con todas sus exigencias y toda su riqueza espiritual, al menos en cuanto es soportable a las fuerzas humanas.
Bruno quería la vida eremítica pura, con soledad estricta, atemperada solamente por algunos actos de vida comunitaria. La misma Comunidad será poco numerosa, e incluso en sus actos comunes los cartujos conservarán el sentimiento de ser el «parvulus numerus».
El clima, sobre todo la nieve muy abundante en Chartreuse, y el frío riguroso impondrían a Bruno una decisión sobre un punto importante del medio de vida. Para armonizar las exigencias de la soledad y la regularidad de la vida comunitaria se le ofrecían dos soluciones: separar lo más posible unas celdas de otras para favorecer la soledad, o agruparlas para facilitar la vida común. El clima inclinó a Bruno a optar por una solución intermedia: las celdas estarían realmente separadas, pero cerca unas de otras, comunicándose entre sí y con los locales comunes mediante un claustro cubierto; así se podría pasar por él al abrigo de la lluvia y de la nieve.
Según el plan de Bruno, los monjes deberían reunirse con bastante frecuencia -varias veces al día- para el rezo del Oficio, celebrar Capítulo o asistir al refectorio común. Si estas condiciones del clima y terreno no hubieran correspondido a su plan de vida contemplativa, Bruno hubiera podido cambiar el emplazamiento de las celdas sin abandonar el desierto de Chartreuse. No dudará, por ejemplo, en instalar a los conversos a más de 3 kilómetros de las celdas de los ermitaños, en un lugar 300 metros más bajo, donde da más el sol y duran menos las nevadas.
Mientras se preparaban algunas tierras para el cultivo, se iban construyendo las celdas alrededor de la fuente. Indudablemente, serían parecidas a las cabañas de los leñadores y pastores que, con el aspecto de pequeños chalets, se ven aún hoy día en las regiones alpinas. Construcciones toscas, pero sólidas., hechas de troncos ensamblados y cubiertos de gruesas tablas, puestas de modo que. a ser posible, resistan de un año para otro el peso de las nevadas. Estas chozas cobijaban al principio, por economía de tiempo y quizá también de dinero, a dos religiosos. Más tarde, cada ermitaño tuvo su celda personal. El agua de la fuente llegaba a cada celda por canalizaciones que. al principio, eran troncos o ramas de árboles ahuecados.
Únicamente la iglesia fue construida de piedra. El 2 de septiembre de 1085. Hugo, obispo de Grenoble, la consagraba bajo la advocación de la Santísima Virgen y de San Juan Bautista. Algunos sitúan este conjunto en los alrededores de la actual capilla de San Bruno.
Las celdas se abrían a una galería cubierta, de unos 35 metros, que «llegaba casi hasta el pie del peñascal- y permitía ir bajo techo al Capítulo, al refectorio y, sobre todo, a la iglesia. En ésta celebraban los monjes la Misa conventual y recitaban en común Maitines y Vísperas los días ordinarios. Los domingos y días de fiesta recitaban en la Iglesia casi todo el Oficio. En la celda rezaban el resto del Oficio y vivían entregados a la oración, a la lectura y al trabajo manual, que entonces consistía principalmente en cotejar o transcribir manuscritos, sobre todo de la Biblia y Padres de la Iglesia. Cada ermitaño tomaba su comida en su celda; únicamente acudía al refectorio común los domingos y grandes fiestas. Entonces, mientras la Comunidad tomaba su refección, uno de los ermitaños leía algún trozo de la Biblia o de los santos Padres.
También los conversos vivían dentro de los límites del desierto, pero sus celdas estaban situadas más abajo que las ermitas. Hacían los trabajos exteriores, sobre todo los más rústicos, necesarios en la vida de comunidad. Se encargaban de cultivar las tierras, de cuidar el ganado, cortar leña y ejecutar los mil trabajillos que exige la difícil conservación de los edificios. En una palabra, protegían la oración y soledad de los ermitaños, entregándose también ellos, en cuanto era posible, a la vida contemplativa.
Admirable solidaridad espiritual de un grupo de hombres, enamorados de Dios, que se organizan entre sí para que de sus vidas unidas brotara la contemplación pura.
Según una tradición recogida por Mabillon, a Bruno le gustaba retirarse a un rincón solitario del bosque cercano y meditar delante de una roca en la que todavía hoy se vislumbra una cruz tallada en la piedra...


RELIGIOSOS DE DESIERTO

Bruno y sus compañeros quieren vida eremítica.
Una vida eremítica cuyos peligros e inconvenientes se vean contrarrestados por elementos de vida cenobítica.
Esta parte de vida comunitaria no es una simple concesión a la fragilidad de la naturaleza humana, sino que constituye un verdadero intercambio espiritual y humano. Una amistad santa une entre sí a los miembros del grupo. Amistad que se entabla entre fuertes personalidades «de gran mérito, doctrina y santidad», cuyo prototipo es Bruno. Estos tres rasgos parecen caracterizar al cartujo, tal como lo quiere San Bruno: la contemplación debe nutrirse en la fuente de la Sagrada Escritura y los Santos Padres; a su vez, este conocimiento de la Escritura y los Padres debe encontrar un estímulo en la contemplación. Conocimiento lleno de amor y amor que lleva al conocimiento. El cartujo vive, en su espíritu y en su corazón, el misterio de Dios. Y lo vive con grandeza de alma. Nada hay de mezquino en esta vocación. Todo está marcado con ese carácter de absoluto, de exigencia, de totalidad, de plenitud, que da su verdadera talla al hombre de Dios.
De ahí la importancia del lugar escogido; porque semejante forma de vida no se puede realizar en cualquier parte. Se necesitan unas condiciones especiales: un desierto, una separación del mundo, un número reducido de ermitaños, una proporción razonable entre Padres y Hermanos. La Chartreuse ofrecía una ocasión excepcional, quizá única, para realizar sin ningún obstáculo semejante ideal.
En estas circunstancias es difícil imaginar que Bruno y sus compañeros hubieran tenido ni la más remota idea de fundar una Orden. No: sólo formaron un grupo de solitarios, reducido, con unas exigencias concretas y en unas condiciones únicas. Tenían una conciencia demasiado viva de la originalidad de su estilo de vida, y, sobre todo. un amor al silencio, a la humildad, al olvido y a la abnegación para soñar en extenderlo a otras partes y a otras personas. La idea de multiplicar su experiencia en el espacio, y sobre todo en el tiempo, les era totalmente extraña.
¿Se ligaron mediante una «profesión» formal, con unos votos? No está claro si se hizo así desde el principio.
Todas las Costumbres de la Cartuja están esmaltadas de textos bíblicos, sobre todo del Evangelio de Nuestro Señor.


UN DÍA GRANDE

El 9 de diciembre de 1086 proporcionó una gran satisfacción a Bruno y a sus compañeros. Ese día, en un sínodo celebrado en Grenoble, el obispo Hugo ratificó solemnemente las donaciones que habían hecho dos años antes los propietarios de las tierras de Chartreuse. Los cartujos quedaban dueños definitivamente de aquellas posesiones y además en la carta se definía, no sin solemnidad, el fin y la razón de ser del eremitorio:
«Por la gracia de la Santísima e indivisible Trinidad, estamos advertidos misericordiosamente de las condiciones de nuestra salvación. Recordando la fragilidad de nuestra condición humana y cuán inevitable es el pecado en esta vida mortal, hemos decidido librarnos de las garras de la muerte eterna, cambiando los bienes de este mundo por los del cielo y adquiriendo una herencia eterna por bienes temporales. No queremos exponernos a la doble desgracia de sufrir a la vez las miserias y trabajos de esta vida y las penas eternas de la otra».
«Por ello regalamos para siempre un vasto desierto a Maestro Bruno y a los compañeros que vinieron con él buscando una soledad para vivir en ella y vacar a Dios. Yo, Humberto de Miribel, con mi hermano Odón y los demás que tenían algún derecho sobre ese lugar, a saber: Hugo de Tolvon, Anselmo Garcin; después, Lucía y sus hijos, Rostaing, Guigo y Anselmo, Ponce y Boson, que obran por la intervención y ruegos de su madre; igualmente, Bernard Lombard y sus hijos, lo mismo que el señor Abad de ChaiseDieu, Seguin, con su comunidad, cedemos a dichos ermitaños cualquier derecho que podamos tener sobre estas tierras».
Después de haber descrito con precisión notarial los límites del terreno, la carta continúa así:
«Si algún señor poderoso o cualquier otro se esfuerza por anular en todo o en parte esta donación, será considerado como sacrílego, excomulgado y digno del fuego eterno, a menos que se arrepienta y repare el daño causado.
»Dichas tierras comenzaron a ser habitadas por Maestro Bruno y sus compañeros el año 1084 de la Encarnación, cuarto del episcopado del señor Hugo de Grenoble, quien, con todo su clero, aprueba y confirma la donación hecha por las personas arriba citadas, y, por lo que a él se refiere, cede todos los derechos que pudiera tener sobre este territorio».
Después de haber enumerado los testigos del acta, termina la carta con esta fecha: «La presente carta ha sido leída en Grenoble, en la iglesia de la bienaventurada y gloriosa siempre Virgen María, el miércoles de la 2.1 semana de Adviento, en presencia de dicho señor Hugo, obispo de Grenoble, de sus canónigos y de muchas otras personas, tanto sacerdotes como clérigos, reunidos para el santo sínodo, el cinco de los idus de diciembres.
Éste es el clima espiritual y humano que vivieron Bruno y sus compañeros los primeros años de Cartuja. Indudablemente, aquello era un acierto en el sentido providencial de la palabra: la intención de Bruno, las vocaciones personales de sus compañeros y hasta los deseos íntimos de Hugo de Grenoble, todo parecía converger para realizarse en perfecta armonía. Bruno podía creer por fin que había alcanzado el puerto por el que suspiraba su alma. Durante seis años siguió esta vida que consideraba como la más pura, la más santa, la más consagrada a Dios y también la más eficaz en un mundo en el que la misma Iglesia institucional, demasiado comprometida en intereses políticos y temporales, se corrompía. En la Cartuja creía haber encontrado definitivamente ese estar a solas con Dios, que consideraba como el preludio del cara a cara eterno.
La gente del Delfinado no se equivocó al valorar la importancia espiritual de lo que pasaba en Chartreuse. «Desde el principio, escribe un historiador del siglo XVII, a estos santos extranjeros se les llamó ermitaños, y a su jefe, el ermitaño por excelencia. Su llegada al país inició una nueva era; las actas de aquel año sólo llevan una fecha: el año en que llegó el ermitaño».
Dios iba a enseñarle, y a enseñarnos por medio de su vida, que existe una soledad aún más profunda que la soledad del desierto... La soledad de la obediencia y el don de sí a aquellos que uno no ha escogido, sino que se los ha elegido el Señor: «Otro te ceñirá y te llevará adonde tú no querías ir» (Jn. 21,18). La frase de Jesús a San Pedro se realizará en Bruno.




DEJA FRANCIA, PASA A ITALIA

El Papa Urbano II llamó junto a sí varias veces a personajes importantes para aconsejarse de ellos. Así, en mayo de 1089, Renaud du Bellay, arzobispo de Reims, partió para Roma invitado por el Papa. Ahora bien, Renaud había sido nombrado para la sede de Reims después de la renuncia de Bruno. Renaud permaneció algún tiempo con el Papa: asistió al Concilio de Menfi en 1089, y, el 25 de diciembre del mismo año, se le concedieron importantes privilegios que le atribuían el palio, el primado de la provincia eclesiástica de la segunda Bélgica y ratificaban el derecho de la sede de Reims a consagrar a los reyes de Francia.
Después de las fiestas navideñas, Renaud volvió a su diócesis. ¿No sería quizá él quien se encargase de transmitir a Bruno la orden de trasladarse a Roma? No pudo menos de hablar de Bruno con Urbano II.
Por otra parte, el Papa y el obispo medían bien la gravedad de la decisión: arrancar a Bruno de esta experiencia espiritual ¿no era condenar a muerte a la naciente empresa, tan cargada de promesas? Pero al fin el Papa se decidió a correr este riesgo...
En realidad, si su obediencia fue absoluta e incondicional en cuanto conoció la orden de Urbano II, la noticia provocó entre los ermitaños que vivían con Bruno una gran desmoralización. ¿Cómo imaginar el desierto de Chartreuse sin la presencia de quien era su alma? Así, pues, decidieron dispersarse.
El tiempo urgía. Como sus compañeros estaban decididos a no continuar sin él la experiencia de Chartreuse, Bruno tenía que solucionar, antes de partir, la cuestión de la propiedad. De acuerdo con el obispo de Grenoble, Hugo, que tenía jurisdicción sobre las tierras de Chartreuse, se decidió que el dominio pasase a la Abadía de Chaise-Dieu, representada por su abad Seguin.
El eremitorio de Chartreuse. ese fruto de su amor divino, esa realidad que él había concebido, formado, construido y organizado para ofrecérsela a Dios en sacrificio de alabanza, quedaba ahora de pronto aniquilada por un mandato de la Iglesia, por una orden de un antiguo discípulo suyo, hoy convertido en Papa.


PENSANDO EN ABRAHAM

Ante tales inmolaciones se suele recordar a Abraham sacrificando con sus propias manos al hijo de la Promesa, Isaac. La imagen es justa. No cabe duda que. en el momento de obedecer. Bruno tenía conciencia de haber creado algo grande para Dios, un género de vida rico en promesas para la reforma de la Iglesia: al mismo tiempo veía que su salida de Chartreuse lo aniquilaba.
Pero he aquí que sus compañeros dispersos vuelven sobre sus pasos y, reflexionando mejor sobre los consejos de Bruno, empiezan a dudar de la sensatez de su decisión. Este pudo haberse quedado en los alrededores de Chartreuse esperando a que volviera de Chaise-Dieu Hugo de Grenoble, o también estar de vuelta con él después de haberle acompañado para hablar con Seguin en Chaise-Dieu. De todos modos, Bruno y sus hijos vuelven a examinar su situación. Bruno no ha cambiado de parecer: aconseja a sus hijos que permanezcan en la Cartuja y continúen aquella común experiencia espiritual. Él, desde Roma, les seguirá siendo fiel y les ayudará con sus consejos y su amistad. Y después, ¿quién sabe si algún día las circunstancias, entonces tan mudables, le permitirían volver?...
Ahora la situación cambia por completo. Se acepta el consejo de Bruno y se reagrupa la comunidad. Bruno les da un nuevo Prior en la persona de Landuino. Pero entonces surge un problema muy grave: aquel grupo de ermitaños ya no es propietario de Chartreuse. Y este derecho de propiedad, que les asegura su subsistencia e independencia, es indispensable para vivir de nuevo su vocación. Bruno solicitó de Seguin la retrocesión de las tierras, paso que no dejaba de ser humillante para él: aunque fuera segura su estabilidad personal en el plan trazado, el hecho de que los del grupo se volvieran atrás podía parecer a los ojos de quienes conocían mal la vida de los ermitaños un signo de inconstancia y una prueba de inseguridad con respecto al futuro de la fundación.
Según nuestra hipótesis, Bruno partió para Roma en febrero de 1090, acompañado probablemente de su amigo Guillermo, abad de Saint-Chaffre, que también iba a Roma por asuntos de su abadía. En este viaje, Bruno llevaba el alma embargada de graves preocupaciones. ¿Perseveraría el grupo que con sus ruegos y alientos se había vuelto a reunir? ¿Estaría Landuino a la altura de su cargo de Prior? ¿Cómo recibirían en Chaise-Dieu la demanda de retrocesión?
En este mes de septiembre de 1090 vemos, pues, restablecido en su primer estado el eremitorio de Chartreuse. Bruno está lejos, pero no ausente... Dentro de unos diez años podremos comprobar, por el contrario, el fervor, la unidad del grupo, la fidelidad de Landuino y la intensidad de la presencia invisible de Bruno entre sus hijos de Chartreuse.


ROMA

El esfuerzo de Bruno por adaptarse al ritmo de vida de la corte pontificia parece haber sido leal. Es verdad que las circunstancias no eran muy favorables para tal adaptación: la difícil diplomacia de aquel tiempo, la guerra, el cisma, las intrigas, creaban un clima, un mundo en el que Bruno no llegaba a encajar. Y en el fondo de su corazón se dejaba sentir, tanto más vivo cuanto más lo contradecía la situación, el deseo de soledad y sosiego. ¿Cómo hubiera podido adaptarse al tumulto de la corte romana desterrada en aquel otoño de 1090, quien había gustado la paz, la oración, la amistad y la intimidad divina del eremitorio de Chartreuse?
Bruno expuso a Urbano II su desasosiego y solicitó el permiso de abandonar de nuevo la corte para volver a su desierto.
Urbano II decidió que se eligiera a Bruno para la sede de Reggio. ¿En qué fecha? Para precisarla disponemos de una referencia cierta. Rangier, el monje benedictino del monasterio de La Cava, que finalmente fue elegido arzobispo de Reggio, firmaba ya una carta de confirmación en diciembre de 1091. Por consiguiente, hay que situar la propuesta del arzobispado de Reggio a Bruno y su negativa, entre el verano de 1090 (llegada de Bruno a la corte pontificia) y noviembre de 1091. No tiene nada de extraño esta prisa. Varias veces Urbano II nombró casi inmediatamente obispos, e incluso cardenales, a personalidades que llamaba junto a sí y que quería vincular al servicio de la Santa Sede. Adelantaba el curso de las elecciones, manifestado su deseo; los electores, que apenas conocían a los candidatos se fiaban de la elección del Papa. Este fue claramente el caso de Bruno: de hecho fue elegido «Ipso Papa volente», por deseo expreso del Papa.
El derecho autorizaba al elegido a rehusar la sede para la que había sido designado. Decididamente, Bruno usó de este derecho. Tal como le conocemos, este asunto debió crearle una grave crisis de conciencia. Toda su fe y su fidelidad a la Iglesia le impulsaban a servir a Urbano II, asumiendo la responsabilidad de la carga que juzgaba conveniente confiarle. Pero aceptar el arzobispado de Reggio era comprometerse definitivamente en una vida cuyo bullicio y estilo cortesano despertaba en él una repugnancia invencible. La soledad y el reposo interior constituían su vocación más profunda, como lo sabía muy bien después de seis años de Cartuja. Obispo. y sin duda muy pronto cardenal, hubiera tenido que acompañar al Papa en sus desplazamientos, tomar parte en todos los asuntos y grandes asambleas de la Iglesia, viéndose mezclado de cerca en la diplomacia pontificia... Y todo esto, sin esperanza de volver jamás a la soledad.
¡Qué importancia tiene este momento en la vida de San Bruno! Debió de tener conversaciones francas e íntimas con el Papa, abriéndole su alma y exponiendo sus deseos, sus aspiraciones, su camino. Y Urbano, que podía mantener y confirmar su orden imponiendo a Bruno el episcopado bajo censuras eclesiásticas, reconoció al fin en su antiguo Maestro una vocación excepcional, un llamamiento particular... Rangier fue elegido para la sede de Reggio.
La decisión honraba tanto a Urbano II como a Bruno. Los dos se inclinaron ante esa realidad misteriosa, pero clara y real e imperiosa, que se llama vocación de Dios. Bruno, para tener el valor de contrariar un deseo del Papa; Urbano II, para renunciar a los servicios de un hombre a quien juzgaba muy apto para ayudarle y aconsejarle en sus dificultades. En ese nivel de inspiración divina, superior a la sabiduría humana y a la más santa amistad, parece que hemos de situar la decisión del Papa al dejar en libertad a Bruno.
Urbano II, no lo olvidemos, había sido monje.


DEFINITIVAMENTE CARTUJO

Bruno descubre ahora esa vocación contemplativa con toda su pureza e intransigencia, con todas sus exigencias y su sed de absoluto. Dios estaba allí evidentemente. Imponiendo sus designios y sus caminos. ¿Cómo no iba a comprender el antiguo hijo de San Benito que, en el plano del verdadero bien de la Iglesia, Bruno ermitaño, continuando su obra contemplativa, pesaba mucho más que Bruno arzobispo de Reggio y dignatario de la corte pontificia?
Hace unos meses Bruno había sacrificado su vocación de ermitaño a una llamada del Papa; ahora Urbano II sacrificaba su llamamiento ante una llamada superior descubierta en el alma de Bruno. A través de este sacrificio, la Iglesia reconocía el valor eminente de la vida puramente contemplativa para su obra de Redención. Estamos en un punto cumbre de la vida de Urbano y de la de Bruno.
Aquí se presenta una cuestión que la historia, en el estado actual de los conocimientos, es incapaz de solucionar decisivamente. ¿Por qué Urbano II, que autorizó a Bruno a seguir el camino de la pura contemplación, no le permitió volver sencillamente a Chartreuse? ¿Por qué le orientó hacia una nueva fundación en Calabria?
¿En qué fecha fue Bruno a instalarse en Calabria? Unos dicen que en 1090; otros, en 1091 ó 1092, e incluso hay algunos que retrasan esta fecha hasta 1095. Esto último parece poco verosímil, pues no se ve por qué, estando arreglado el asunto del arzobispado de Reggio, Urbano II obligara a Bruno a permanecer en la corte pontificia. Por el contrarío, es probable que Bruno necesitara algún tiempo para escoger el lugar preciso para su nuevo eremitorio, arreglara todas las cuestiones relativas a su fundación, por pobre que fuera, y reuniera los hombres que habrían de formar su pequeña comunidad.
Fijar la fecha del comienzo del eremitorio a fines de 1091 o en los primeros meses de 1092 parece razonable. Pretender determinar con demasiada precisión el tiempo que pasó desde la salida de Bruno de la corte pontificia hasta su nueva fundación sería un tanto temerario. Parece que Bruno permaneció en la corte de Urbano II alrededor de un año.


CALABRIA

¿Cuál era la situación de Calabria cuando Bruno fue a levantar su nueva fundación? Ya hemos aludido a ello, pero conviene que volvamos a evocar el ambiente de aquel tiempo. Bruno se encuentra ahora con dificultades muy distintas de las de Chartreuse. En la primera Cartuja. la fundación le fue facilitada al máximo por Hugo de Grenoble, que comprendía su ideal hasta el punto de hacerlo suyo, apoyándole con toda su autoridad y prodigándole sus consejos y ayuda. Era la naturaleza, el clima, el lugar mismo, lo que creaba una serie de dificultades, que por otra parte favorecían su plan de absoluta soledad. En cambio en Calabria fueron los hombres más que la naturaleza los que entorpecieron su proyecto. Bruno se vio envuelto en un ambiente político y religioso que condicionó pesadamente su fundación y que es preciso describir previamente para comprender bien su obra.
A Bruno, sólo le domina una idea: volver a hallar en Calabria, en la medida en que las circunstancias se lo permitan. la soledad y la paz de que había gozado en Chartreuse.
¿Pensó realmente Bruno hallar en Calabria un lugar tan perfectamente adaptado a su idea de la vida eremítica como Chartreuse? Los biógrafos han hecho esfuerzos por explicar. o «realzar» sencillamente, la elección del sitio de La Torre por Bruno.
El lugar donde Bruno instaló su nuevo eremitorio se llamaba Santa María de la Torre. Era un desierto situado a 850 metros de altitud, casi equidistante de ambos mares, entre las ciudades de Stylo y Arena. El acta de donación añadía a este donativo una legua cuadrada de terreno lindante con este desierto, con sus bosques, prados, pastos, aguas, molinos y todos los derechos de señorío. Cuando se examina el mapa de la región, no puede uno menos de extrañarse de que Bruno prefiriera este lugar de una soledad relativa y bastante amenazada, a otros rincones más «perdidos» en las montañas de Calabria. ¿Cuestión de prudencia en un país todavía no pacificado por completo? ¿Cuestión de seguridad en medio de una población que había sido perjudicada en una de sus partes (el elemento griego) en beneficio de la otra (el elemento latino)? ¿O quizás porque en el desierto de La Torre había ya algún edificio monacal construido por los griegos? Conviene señalar también que Stylo había sido precisamente uno de los baluartes de la resistencia griega a los normandos en tiempos de la conquista de 1060. De todos modos, Santa María de la Torre no ofrecía a la soledad de los ermitaños las mismas «defensas» naturales que la Chartreuse. En su carta a Raúl le Verd, Bruno empleará para caracterizar su soledad un epíteto de matiz más bien restrictivo: «Vivo en un desierto de Calabria, bastante alejado (satis remotam) de todo poblado». ¿No hubiera reforzado más su expresión si se hubiera tratado del emplazamiento de Chartreuse?
A Santa María de la Torre Bruno no partió solo. Tenía compañeros, como cuando se fue a Chartreuse. ¿Quiénes eran? ¿De dónde venían? En la carta a Raúl le Verd, dice que vive «con sus hermanos en religión, algunos de los cuales son muy doctos», lo que da a entender que el grupo se componía de cierto número de ermitaños. La carta no es anterior a 1096, y en esta época la pequeña comunidad debía contar con quince o veinte miembros. A la muerte de Bruno serán treinta.
Para fines de 1091 Bruno habla fundado un nuevo eremitorio en Santa María de la Torre, y en él vivía con varios compañeros, laicos y clérigos. Allí permanecerá diez años.
A través de las cartas, de los documentos pontificios o episcopales. percibimos la admiración y estima que rodeaban a Bruno: su excepcional y casi legendaria bondad, sus sólidas y escogidas amistades, su profunda piedad, su amor a la soledad y a la paz, su ascendiente humano y espiritual entre sus hermanos y también entre sus contemporáneos, especialmente ante la Santa Sede.



MORIR HABEMOS...
A DIOS TENEMOS

De la enfermedad que se lo llevó, no sabemos nada. Por la Carta que escribieron sus hijos encabezando el «Rollo de difuntos', sabemos solamente que su muerte fue muy serena.
En la semana que precedió a su muerte Bruno quiso hacer su profesión de fe, según costumbre muy extendida en aquella época. «Dándose cuenta, dice la citada Carta, de que se le acercaba la hora de pasar de este mundo al Padre, (Bruno) convocó a sus hermanos y fue evocando las distintas etapas de su vida desde la infancia, recordando los sucesos más notables de su tiempo. Después expuso su fe en la Trinidad mediante una alocución profunda y detallada y concluyó así: Creo también en los sacramentos que cree y venera la Iglesia, y expresamente que el pan y el vino que se consagran en el altar son después de la consagración el verdadero cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, su verdadera carne y su verdadera sangre., que recibimos en remisión de nuestros pecados y como prenda de la vida eterna. El domingo siguiente su alma santa se separó de su cuerpo; era el 6 de octubre del año del Señor 1101». Ante tal sencillez huelgan los comentarios.
Durante mucho tiempo el texto íntegro de su profesión de fe permaneció olvidado. Lo encontró Dom Constancio de Regetis en los archivos de Santa María de la Torre. Por desgracia, el manuscrito estaba muy deteriorado, carcomido y difícil de descifrar en varios pasajes. Dom Constancio transcribió el texto y lo envió al General de los cartujos en 1522. He aquí la traducción del texto latino publicado en la edición crítica de Sources Chrétiennes:
A modo de prólogo, los Hermanos de Calabria pusieron estas conmovedoras palabras: «Hemos cuidado de conservar por escrito la profesión de fe de Maestro Bruno, pronunciada ante todos sus hermanos reunidos en comunidad cuando sintió que se le acercaba la hora de dar el paso que espera todo mortal, porque nos rogó con harto encarecimiento que fuésemos testigos de su fe ante Dios.
Sigue la profesión de fe:
«1. Creo firmemente en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo: Padre no engendrado, Hijo unigénito, Espíritu Santo procedente de ambos; creo también que estas tres personas son un solo Dios.
«2. Creo que et mismo Hijo de Dios fue concebido del Espíritu Santo en el seno de María Virgen. Creo que la Virgen fue castísima antes del parto y que en el parto y después del parto permaneció siempre virgen. Creo que el mismo Hijo de Dios fue concebido entre los hombres como verdadero hombre sin pecado. Creo que este mismo Hijo de Dios fue apresado por odio de los pérfidos judíos[1], tratado injuriosamente, atado injustamente, escupido y azotado. Creo que fue muerto y sepultado, que bajó a los infiernos para librar de allí a los suyos cautivos. Descendió por nuestra redención, resucitó y subió a los cielos, de donde ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
«3. Creo en los sacramentos que cree y venera la Iglesia, y expresamente en que lo consagrado en el altar es el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de nuestro Señor Jesucristo, que nosotros también recibimos en remisión de nuestros pecados y como prenda de salvación eterna. Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna. Amén.
«4. Confieso mi fe en la santa e inefable Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios natural, de una sola substancia, de una sola naturaleza, de una sola majestad y potencia. Creemos que el Padre no ha sido engendrado ni creado, sino que es ingénito. El mismo Padre no recibe su origen de nadie; de Él recibe el Hijo su nacimiento y el Espíritu Santo, la procesión. Es, pues, la fuente y el origen de la divinidad. El mismo Padre, inefable por esencia, engendró inefablemente de su substancia al Hijo, pero sólo engendró lo que Él es: Dios engendró a Dios; la luz engendró a la luz; de Él, pues, procede toda paternidad en el cielo y en la tierra. Amén».
El 6 de octubre de 1101 moría Bruno. Tenía algo más de 70 años, y hacía 17 que había fundado el eremitorio de Chartreuse.



Capítulo 2. La Cartuja
Edificios y dependencias



Tradicionalmente las Cartujas se edifican en lugares solitarios y todas ofrecen esencialmente la misma distribución. Tomamos como ejemplo representativo la de Miraflores, cuyas dependencias describiremos.


LA IGLESIA

La iglesia de Miraflores es de una sola nave, alargada, ¿en detrimento de la proporción? De primera impresión es fría, oscura, regia[2]. Tiene tres partes: el presbiterio, el coro de los Padres y el coro de los Hermanos. El presbiterio se encuentra ligeramente elevado sobre el resto de la iglesia. Al lado derecho se halla la silla, que el sacerdote ocupaba durante la liturgia de la palabra. Al lado izquierdo, un lectorio adosado a la pared que servía al diácono para leer el Evangelio en la Misa conventual. Hoy día, la Misa conventual se celebra en la nave de la iglesia en un altar portátil. El lectorio y la silla del presbiterio, de tan bella factura, han sido sustituidos por un facistol y una silla muy sencillos.
Un ornamentado tabique de tres metros divide la iglesia en dos apartados. De éstos, el más próximo al presbiterio recibe el nombre de «coro de los Padres». La sillería, de seria madera noble, ocupa los dos muros laterales del coro. Las sillas están separadas por una pequeña y artística aleta de madera que favorece el recogimiento de los monjes en el rezo de los oficios del coro. Ante la sillería, un alargado pupitre sirve para colocar los pesados libros de coro. Cada libro sirve para dos monjes[3].
El centro del coro lo preside, solemne, solitario, el facistol. En él se proclaman las lecturas y a veces el rezo de las preces.
Una sencilla puerta abierta en el tabique de separación, da acceso al coro de tos Hermanos. Es semejante al de los Padres. El número de sillas más reducido. Adosados al tabique de separación hay dos altares. En la actualidad los Hermanos pueden, si lo desean, pasar al coro de los Padres y participar, activamente, en los oficios litúrgicos.

EL CAPÍTULO

El Capítulo es lugar decisivo en la Cartuja. Una gran sala abovedada, con un altar al fondo tiene aspecto de iglesia. Adosado a los muros se ve un banco corrido con respaldo de madera. Los Estatutos determinan la función del Capítulo en estos términos:
«El Capítulo es un lugar importante de la casa: en él fuimos un día recibidos como los más humildes servidores de todos; en él reconocemos ante nuestros hermanos las faltas cometidas, oímos la lectura sagrada y deliberamos sobre cuestiones relativas al bien común».
En la vigilia de ciertas solemnidades nos reunimos todos en el Capítulo para escuchar el sermón del Prior. Después de Nona, los domingos y solemnidades, los Padres y, si el Prior lo juzga oportuno, los Hermanos, van al Capítulo para escuchar la lectura del Evangelio o de los Estatutos. Cada dos semanas, o más frecuentemente según la costumbre de las Casas, los Padres reconocen allí públicamente sus faltas... A juicio del Prior, los monjes se reúnen en el Capítulo siempre que haya que deliberar sobre un asunto, o que el Prior pida el parecer de la Comunidad»[4].

EL REFECTORIO

Próximo a la iglesia y al Capítulo, y unido a ellos por un pequeño claustro, está el Refectorio. Es una amplia sala con los bancos y mesas dispuestas a lo largo de la pared, dejando libre el centro. La mesa del fondo está reservada al Prior; las mesas laterales las ocupan los monjes por orden de antigüedad, primero los Padres y a continuación los Hermanos. Cada monje tiene delante de sí los cubiertos, una jarra para el agua, otra para el vino y un tazón de dos asas que hace las veces de vaso.
En el Refectorio sólo se come los domingos, solemnidades y días de sepultura. Durante la comida, todos los monjes permanecen cubiertos con la capucha y guardan riguroso silencio. Desde el púlpito un monje lee la Biblia u otra lectura espiritual; de esta forma, como dicen los Estatutos, «mientras se nos sirve el alimento corporal nos nutrimos de la lectura divina»[5].


LAS CELDAS DE LOS PADRES

La iglesia, el capítulo y el refectorio son lugares importantes en la Cartuja; pero lo más característico de ella son las celdas del gran claustro.
Es el gran claustro un largo corredor en forma de cuadrilátero al que dan las puertas de todas las celdas. El espacio interior del gran claustro lo ocupa un amplio jardín, reservado, en parte, al cementerio.
La palabra «celda», que los cartujos vienen aplicando a sus moradas desde los orígenes de la Orden, induce inevitablemente a error, pues evoca la idea de una pequeña habitación. En realidad la celda del cartujo es una casita de dos plantas en cuyo recinto hay lugar para una sala de estudio, un oratorio, un pequeño taller de carpintería y hasta para un huerto o jardín. Su relativa amplitud se explica por el género de vida marcadamente eremítico de la Orden: el cartujo pasa su vida en la celda; las únicas salidas son, normalmente, para ir por la mañana a la Misa conventual, para asistir por la tarde al canto de Vísperas, a los Maitines a media noche, para el paseo del lunes y, los domingos, para los oficios litúrgicos y la recreación. Los Estatutos, copiando un párrafo de Dom Guigo, dicen gráficamente que la celda es para el cartujo lo que el agua para el pez y el aprisco para las ovejas[6].
Una letra del alfabeto pintada sobre una tablilla remata el dintel gótico de cada puerta. De ésta cuelga un llamador de madera unido al extremo de una cuerda, de forma que al tirar de él, hace sonar una campanilla colgada en el techo de la habitación superior.
La primera pieza de la celda es un zaguán bastante amplio presidido por la cruz y un cuadro o imagen de Nuestra Señora. A sus pies, de rodillas en un reclinatorio, el cartujo reza un Ave María siempre que entra en la celda. Por esta razón, a dicha pieza se le llama el «Ave María». Cerca de la puerta hay un armario-mesa con los útiles necesarios para la comida. A un lado, abierto en el grueso muro, puede verse un ventanillo en el que el Hermano despensero deposita la comida que el monje retirará en el momento de tomar su refección.
Del «Ave María» se pasa a una galería bien iluminada que sirve de taller de carpintería. Para trabajar la madera se dispone de un torno accionado a pedal, de un banco de carpintería y de las herramientas más corrientes. Uno de los extremos de la galería está ocupado por el servicio higiénico. En el otro extremo, una puerta nos conduce al huerto o jardín de la celda que cada cartujo cultiva según sus gustos. El cuidado del jardín o huertecillo sirve tanto de ejercicio físico como de apacible recreación y esparcimiento espiritual.
Volviendo al «Ave María», una puerta abierta en el muro nos lleva a una estrecha estancia en la que se guarda la leña para el invierno. Colgando de la pared aquí y allá pueden verse el sombrero de paja y el bastón que se usan en los días de paseo, el delantal y la cogulla de trabajo; tampoco suele faltar una sierra, el hacha y un gran cepo para partir la leña. De esta reducida estancia, una empinada escalera nos conduce a la planta superior de la celda.
La habitación principal o sala de estudio es una pieza de cuatro metros de largo por tres de ancho. Está iluminada por una ventana que se abre sobre el jardín. El mobiliario de esta habitación lo forman una mesa y sillón de madera, en los que se adivina con facilidad su manufactura casera, y una estantería para los libros. En ninguna celda faltan la Biblia, unos gruesos tomos de autores cartujanos, el sabroso y recio «Ejercicio de perfección», del P. Rodríguez, las obras de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, unos sólidos manuales de Dogma y Moral, los documentos del Vaticano II y «El Criterio» de Balmes, que un juicioso Prior hizo poner en todas las celdas.
Separado de la habitación por un fino tabique y unas cortinas está el «cubiculum», es decir, una diminuta alcoba o dormitorio. La cama es en realidad una tarima sobre la que se asienta un sencillo colchón.
Junto al «cubiculum» se encuentra el cuarto de baño. En un ángulo de la habitación hay una estufa, que se alimenta con madera, para los fríos días de invierno.
En el otro lado de la habitación una puerta conduce al oratorio. Es éste una pieza de 3,50 x 2,50 m., iluminada por una pequeña ventana que cae sobre el jardín. Está presidido por un pequeño altar sobre el que descansa un crucifijo y una imagen de Nuestra Señora. Delante del altar hay un sencillo reclinatorio en el que se arrodilla el monje para orar. Esta es la celda del cartujo: en ella pasa sus días y sus años en silencio, a solas con el Señor.

LAS CELDAS DE LOS HERMANOS

Los Hermanos viven en un claustro separado del de los Padres. Como buena parte del día están empleados en los trabajos del monasterio, sus celdas son de dimensiones más reducidas. Cada Hermano dispone de una habitación espaciosa y bien arreglada. La alcoba da suficiente espacio para la cama y para un armario donde guarda la ropa. Todas las celdas tienen su cuarto de aseo con lavabo y retrete, su pequeña estantería con libros de devoción, un armario-mesa para comer, la mesa de estudio, dos sillas y, finalmente, en el lugar más recogido de la habitación, un reclinatorio con alguna devota imagen de Nuestra Señora y el omnipresente crucifijo. Los Hermanos disponen también, como los Padres, de una elemental, pero suficiente estufa que se carga con madera y se suele emplear en los crudos días del invierno burgalés.


LAS «OBEDIENCIAS»

En un lugar próximo al claustro de los Hermanos se encuentran las «obediencias. Con esta palabra se entiende en la Cartuja el conjunto de talleres y dependencias donde trabajan los Hermanos bajo la dirección del P. Procurador. Próxima al refectorio está la cocina y la despensa. y esparcidas según las conveniencias de la casa están la panadería, la lechería, sastrería, lavadero, zapatería, carpintería, fragua, taller de electricidad y garaje. Se procura dotar a cada «obediencia» de máquinas modernas para favorecer la soledad de los Hermanos en el trabajo y aumentar su rendimiento.
Rodeando al monasterio están los campos de cultivo y la huerta. Una larga tapia cierra completamente el recinto de los edificios y fincas asegurando así la soledad de los monjes.
Bajo el punto de vista meramente material, la Cartuja ofrece al visitante el aspecto de un poblado bien ordenado y que, en gran parte, se autoabastece.


Capítulo 3. Los Padres



EXAMEN DE LA VOCACIÓN

«A los que se presenten como candidatos se les ha de examinar atenta y prudentemente según el aviso del Apóstol San Juan: examinad si los espíritus vienen de Dios».
E.O.C. 1.8.2.

- Cuando un joven aspira a ingresar en la Cartuja...
- Normalmente escribe.
- ¿A quién?
- Puede ser al P. Prior.
- ¿Quién le contesta?
- El P. Maestro le manda una carta e incluye los impresos que dan una idea general de las observancias y exigencias de la vocación de cartujo[7].
- ¿Y qué ocurre?...
- Si contesta y persiste en su propósito se le invita a pasar unos días de convivencia en la Cartuja.
- ¿Y qué vida lleva?...
- Para que la convivencia sea más provechosa el aspirante ocupa una celda del claustro y sigue los horarios de la Comunidad.
- ¿Resulta eficaz la convivencia?
- Al cabo de varios días el aspirante se ha formado una idea bastante aproximada de la vida que desea abrazar.
- ¿Quién se ocupa del aspirante durante esos días?
- El P. Maestro le visita con frecuencia, el aspirante trata con él amistosamente el problema de la vocación y todo lo relacionado con ella.
- ¿Cuál es la finalidad precisa de este diálogo?
- Ahondar y aclarar los motivos de la vocación. Con frecuencia sucede que los motivos más profundos han sido solamente presentidos sin aflorar del todo en el plano de la conciencia.
- ¿Qué motivos no son válidos para ser cartujo?
- Los desengaños de la vida..., el deseo de una existencia tranquila, sin problemas..., en general cualquier móvil egoísta. De hecho el único motivo válido es la búsqueda de valores perennes, la búsqueda de Dios, más o menos clara, o al menos presentida. Procuramos analizar la vocación con suma discreción y paciencia, porque Dios puede escribir recto por medio de líneas torcidas.



REQUISITOS PARA INGRESAR EN LA CARTUJA

«No recibimos niños ni adolescentes, conscientes de los peligros espirituales y corporales a que se exponen. Sólo recibimos hombres de veinte años por lo menos, que, según el precepto del Señor a Moisés, puedan afrontar los combates espirituales».
DOM GUIGO, Consuetudines Cartusiae. XXVII.I.

- Prácticamente ¿a qué edad admiten en la Cartuja?
- Se tiende a desaconsejar cada vez más el ingreso antes de los veintiún años.
- De los veintiuno... ¿hasta qué edad?
Sin permiso especial del Capítulo General o del Reverendo Padre, llamado así el Prior General de la Orden, no se puede recibir a nadie que haya cumplido los cuarenta y cinco años.
- ¿Y se concede?
- Rara vez. Diría que ni se suele pedir. A esa edad la adaptación a las observancias de la Cartuja resulta muy problemática.
- ¿Piden ingresar a la Cartuja o pasarse a la Cartuja, miembros de otros Institutos Religiosos?
- Con frecuencia.
- ¿Se les admite?
- De no haber informes desfavorables este permiso se concede siempre.
- ¿Piden Vds. algún requisito típico?
- Sí.
- Por ejemplo...
Que sea capaz de cantar...
- Parece extraño...
- Pero tiene su razón de ser. Los oficios litúrgicos que tienen lugar en la iglesia son cantados y, sin un mínimo de cualidades musicales, el cartujo tendría que permanecer mudo en algo tan importante como la alabanza divina aunque, evidentemente, somos muy comprensivos en este punto sobre todo si está compensado por otras buenas cualidades del candidato.
- Bien. Otro requisito...
- El cartujo está destinado al sacerdocio si no ha ingresado para Hermano. En consecuencia se le pide formación cultural y capacidad intelectual para cursar los estudios eclesiásticos.
- Y en cuanto a la salud ¿qué pide la Cartuja?
- Antes de la admisión nuestros Estatutos aconsejan a «consultar a médicos prudentes que conozcan bien nuestro género de vida»[8]. Pequeños desequilibrios síquicos, que en otro lugar pasarían casi desapercibidos encuentran en la soledad de la Cartuja una caja de resonancia que incapacitan para nuestra vida normal. Hoy día los exámenes médicos son obligatorios antes del Noviciado y de la Profesión.
- Cuanto a la fuerza de voluntad, ¿qué piden?
- La vocación a la soledad de la Cartuja exige una voluntad varonil y un juicio muy equilibrado.
- Entonces... los caracteres tranquilos tienen ventajas sobre los temperamentos nerviosos...
- Pero no siempre. También los temperamentos nerviosos pueden adaptarse bien a la Cartuja.
- Hablando claro, ¿cuál es la cualidad esencial que se requiere para ingresar?
- Como la vida del cartujo es vida de oración, difícilmente se puede admitir a quien no sienta atractivo por el recogimiento y la oración. En la vida contemplativa ninguna cualidad, por excelente que sea, puede suplir al espíritu de piedad.



EL POSTULANTADO

- Supongamos que un aspirante a monje del claustro ha dado señales de verdadera vocación, a juicio de los Superiores de la Cartuja. ¿Qué hace?
- Se le admite como postulante.
- ¿Qué es el Postulantado?
- El período de prueba que precede al Noviciado.
- ¿Cuánto dura?
- No debe bajar de tres meses, ni pasar de un año.
- ¿Qué vida lleva el postulante?
- Sus horarios y observancias son fundamentalmente los mismos que siguen los monjes.
- ¿Exactamente igual?
- Se le conceden ciertos alivios con el fin de que su adaptación a la nueva vida sea gradual.
- ¿Cómo viste?
- De seglar, pero en los actos de Comunidad aparece cubierto con una capa negra.
- ¿Hay alguna ceremonia especial con la que da comienzo el Postulantado?
- No.
- ¿En qué ocupa su tiempo el postulante?
- El tiempo libre que le dejan los rezos lo dedica a formarse en el espíritu de la Cartuja. Aprende las ceremonias litúrgicas. Y estudia latín.
- ¿Latín?
Sí, latín. En este punto los Estatutos de la Cartuja son terminantes: «El postulante no podrá iniciar el Noviciado hasta que tenga los suficientes conocimientos de lengua latina» E.O.C. 1.8.6.
- ¿Tardan mucho en saber latín?
- Normalmente después de unos meses de esfuerzo el postulante ha logrado adquirir unos modestos conocimientos que le permiten traducir correctamente los textos latinos normales.
- ¿Y ya no estudia más latín?
- Durante el Noviciado perfecciona estos conocimientos, lee, traduce la literatura ascética de la Cartuja, que casi toda está escrita en latín.

EL NOVICIADO

- Supongamos que, concluidos los meses de postulantado, la conducta del candidato no deja nada que desear...
- Si la Comunidad le da su voto favorable se le admite al Noviciado.
- ¿Cuánto dura el Noviciado?
- Dos años.
- ¿Qué hace el novicio durante el primer año?
- Formarse en la vida espiritual insistiendo en el estudio de la liturgia y las observancias cartujanas.
- ¿Y en el segundo año?
- Comienza los estudios que le preparan para el Sacerdocio: dos años y medio de Filosofía y tres años y medio de Teología.
- ¿Y dónde cursa estos estudios?
- Estos estudios, por exigencias de la vocación eremítica de la Cartuja, tienen lugar en la soledad de la celda.
- Pero... ¿cómo?
- Dos veces por semana los estudiantes van a la celda de un cartujo conocedor de las asignaturas estudiadas. Allí dan razón de sus estudios. Piden las explicaciones necesarias. El cartujo profesor resuelve las dificultades que los estudiantes hayan podido encontrar.
- ¿Van juntos los estudiantes?
- Sí.
- ¿Qué clase de Noviciado hace un religioso procedente de otro Instituto?
- Cuando el novicio es profeso perpetuo, normalmente sacerdote, los años de Noviciado, en lugar de dos, son cinco.
- ¿Cinco?
- Sí. Los cuatro primeros los pasa íntegramente en el Noviciado bajo la tutela del P. Maestro. El último año, dejando el Noviciado, pasa a convivir con los profesos solemnes, pero conservando en todo el estado de novicio.
- ¿Y tiene alguna finalidad especial este quinto año?
- Sí. En primer lugar, prepararse para la profesión, interrumpiendo incluso los estudios eclesiásticos en caso de que no sea sacerdote, dedicando su oración, lecturas y estudio a esta preparación. En segundo lugar, conocer mejor la vida de los profesos solemnes y ser conocido por ellos. En caso de que sea Diácono o Sacerdote ejerce estas funciones en la liturgia conventual.
- Específicamente, ¿qué misión tiene el P. Maestro de novicios?
- Dirigir su formación, ayudarles en sus dificultades y en «las tentaciones que suelen acechar a los seguidores de Cristo en el desierto» E.O.C. 1.8.16.
- ¿Cómo visten los novicios?
- Llevan un hábito igual al de los profesos, pero la cogulla es corta y sin trabas.
- ¿Qué es una traba?
- Tira de tela que une las dos partes de la cogulla. Además, en comunidad, visten una gran capa negra.



LA PROFESIÓN TEMPORAL

- Han pasado los dos años, la Comunidad ha dado su voto favorable, ¿qué es del novicio...?
- El novicio accede a la Profesión temporal.
- ¿Por qué «temporal»?
- Porque se emiten los votos de estabilidad, obediencia y conversión de costumbres por tres años solamente. El voto de obediencia comprende el de pobreza y castidad.
- ¿Los religiosos provenientes de otras Ordenes, que normalmente son profesos, también emiten la profesión temporal?
- No. Después de los cinco años de Noviciado hacen directamente la Profesión solemne.
- ¿Qué efecto tiene la Profesión temporal?
- Por ella el joven profeso queda definitivamente adscrito a la Cartuja donde emitió los votos. Los años de antigüedad en la Orden empiezan a contar a partir de esta primera Profesión.
- ¿Y se acabó el Noviciado?
- El joven profeso sigue perteneciendo al Noviciado como un novicio más. El P. Maestro dirige su formación espiritual. Viste como los profesos solemnes. Pero durante estos tres años que van a seguir continúa los estudios eclesiásticos, profundiza más en la formación espiritual que comenzó en el Noviciado.
- Y... ya han pasado los tres años...
- El joven profeso vuelve a renovar los votos por dos años más.
- ¿Dónde vive?
- Entre los Padres, experimentando así plenamente lo que va a ser la vida que piensa abrazar.
- ¿Sigue estudiando?
- El último año interrumpe los estudios para dedicarse con más plenitud a la oración y a la soledad de la celda, como dijimos al hablar del último año de Noviciado de los profesos perpetuos de otro Instituto religioso.


LA PROFESIÓN SOLEMNE

- Han pasado ya siete años de pruebas...
- Ciertamente. Y duras. Pero por fin llega la deseada hora de la consagración definitiva.
- ¿Día importante para un cartujo?
- El mayor acontecimiento en la vida de un cartujo juntamente con el Sacerdocio.
- ¿A qué le compromete?
- A vivir de por vida exclusivamente para alabanza de Dios. La Profesión solemne es fruto de una larga cadena de gracias a las que ha correspondido generosamente con hondas renuncias y una fidelidad diaria y sin brillo no menos costosa.
- ¿La Profesión solemne es el final?
- No. Por el contrario, bajo ciertos aspectos es más bien el comienzo. El cartujo en un acto sublime se ha consagrado a Dios. Ahora tiene que vivir día a día esa consagración en medio de continuas renuncias. El Sacerdocio conferido al terminar los estudios, corona la Profesión.
Carta de San Bruno a los monjes de la Chartreuse:
«Alegraos, pues, mis carísimos hermanos, por vuestra feliz suerte y por las abundantes gracias que la mano del Señor ha derramado sobre vosotros. Alegraos de haber escapado de los muchos peligros y naufragios del tempestuoso mar del siglo. Alegraos de haber alcanzado el refugio tranquilo y seguro del más resguardado puerto. ¡Cuántos lo han deseado, cuántos han luchado por ello y, sin embargo, no lo han conseguido! Otros muchos, después de haberlo alcanzado, son excluidos de él, porque a ninguno de ellos se le había concedido esta gracia de lo alto.
Tened por cierto, hermanos míos, que todo el que llega a perder, por la causa que sea, este ansiado bien después de haberlo gustado, lo lamenta luego toda la vida».
P. L. 152.418



Capítulo 4. Los Hermanos



LOS HERMANOS EN LA ORDEN

- ¿Hubo siempre Hermanos en la Cartuja?
- Cuando San Bruno se retiró al desierto de Chartreuse, dos de sus compañeros eran laicos: Andrés y Guérin. Fueron ellos los primeros Hermanos de la Orden. Siempre hubo Hermanos en la Cartuja. Con leves variaciones, el número de Hermanos en la Orden Cartujana ha permanecido durante siglos, como en la actualidad: siete u ocho hermanos por cada diez Padres.
- ¿Actualmente en la Cartuja de Miraflores?
- La Comunidad está compuesta de 12 Padres, 11 Hermanos y 5 Novicios.
- ¿Por qué es importante y hasta necesario un Hermano en la Cartuja?
- Porque gracias a los Hermanos ha sida posible la observancia en la Cartuja a través de los siglos.
- Explique...
- Para los Padres, la reclusión de la celda es algo sagrado. Pero esta vida de celda les impide dedicarse a las tareas materiales del Monasterio que, forzosamente, exigen abandonar la celda.
- Y estos trabajos...
- Los asumen los Hermanos que, aunque participan de la misma vocación solitaria que los Padres, la realizan de distinta forma.
- Luego la soledad de los Hermanos es...
- Es más mitigada porque dedican unas seis horas al trabajo manual fuera de sus celdas.


CONVERSOS Y DONADOS

- ¿Qué es un Hermano converso?
- La palabra converso no tiene sentido peyorativo. En la Regla de San Benito se considera la vida monástica una conversión: «veniens ad conversionem» (c. 58). Algunas Reglas antiguas llamaban converso al monje, y desde el siglo XI esta palabra se aplicó con preferencia a los monjes laicos o Hermanos, a los que no estaban destinados al sacerdocio. Cuando se escribieron las «Consuetudines Cartusiae» la palabra “converso” era el nombre más corriente para designar a los Hermanos y así ha perdurado hasta nuestros días.
- De acuerdo. ¿Y qué es un Donado?
- En el siglo XIII era frecuente que ciertas personas piadosas se ofrecieran voluntariamente a servir a la Cartuja y quisieran pertenecer «de alguna manera» a la Orden, sin pretender obligarse, sin embargo, a la estricta vida de los monjes. Y así, con diversos nombres, fueron apareciendo varias clases de personas unidas a la Orden con unos lazos más o menos fuertes. Entre ellos, los Donados han llegado a nuestros días, aunque profundamente transformados. Los Capítulos Generales los van acercando cada vez más a las observancias de la Cartuja hasta casi convertirlos en unos conversos sin votos. Hasta el Capítulo General de 1981, los Hermanos Conversos tenían que pasar por el estado de Donados antes de comenzar el Noviciado de Conversos. Desde 1981 esta obligación ha desaparecido y se considera el estado de Donado, no como una etapa previa, sino como un estado definitivo.
- De acuerdo. Y ¿qué hay que hacer para ser Donado?
- Quien desea ser Donado perpetuo tiene que pasar una prueba de cinco años, al final de los cuales, si ha sido hallado digno, se compromete públicamente a guardar pobreza, castidad, obediencia y a vivir según los Estatutos de la Orden. Los Estatutos admiten también el régimen en que la Donación se renueva cada tres años E.O.C. 2.19.7.
- ¿Hace votos?
- No son votos religiosos, pero el mismo hecho de leer la fórmula de la Donación perpetua en la Misa conventual, da a la Donación un carácter sagrado. A partir de ese momento se les llama Donados perpetuos.
- ¿Son muchos?
- Nunca han sido numerosos, pero existen en todas las Cartujas.
- Exteriormente, ¿en qué se diferencian?
- Sólo se diferencian de los demás cartujos en que su cogulla no lleva trabas ya que éstas son el signo de la profesión religiosa que los Donados no hacen.
- ¿Tienen las mismas obligaciones que los cartujos profesos?
- No. No están obligados a la abstinencia a pan y agua de los viernes, ni a los ayunos de la Orden. Pero, cuando gozan de salud, es frecuente que no quieran aceptar estas mitigaciones y viven como Hermanos conversos sin votos.
- Entonces... estrictamente hablando ¿son religiosos cartujos?
- Aunque no hagan votos, los Estatutos quieren que se les llame monjes, ya que de hecho llevan vida monástica y pertenecen a la familia cartujana.
Los Estatutos han tomado posición en defensa del estado de Donados perpetuos, reproduciendo con algunos retoques una Ordenación del Capítulo General de 1892. «En la casa de Dios hay muchas mansiones; entre nosotros hay Padres y Conversos, y hay también Donados que, dejando como aquellos el mundo, entraron en la soledad de la Cartuja para vivir al abrigo de la clausura, dedicados a la oración y al trabajo, consagrando toda su vida al Señor. No pocas veces, personas muy santas prefirieron vivir y morir en el estado de Donados adscritos entre los hijos de San Bruno, para poder gozar de su herencia eterna» E.O.C. 2.19.1.




FORMACIÓN DE LOS HERMANOS

- Volvamos a hablar de los Hermanos...
- Sí. Los Hermanos Cartujos, desde los comienzos hasta nuestros días, han impresionado por su estabilidad y su elevado nivel espiritual. Tienen en la Cartuja un lugar propio perfectamente definido.
- ¿Y a qué se debe?
- A la vigilancia de los Capítulos Generales, a la cercanía del Prior y Procurador, pero sobre todo al clima espiritual de silencio y soledad del que Padres y Hermanos participan por igual, aunque según modalidades distintas.
- ¿Cuál es la preparación de un Hermano Cartujo?
- Un largo camino a recorrer. Más largo incluso que el de los Padres.
- Veamos...
La duración del Postulantado es variable y depende, en buena parte, de la formación espiritual del candidato.
Si la conducta del postulante deja entrever una vocación segura, previa votación de la Comunidad, se le admite al Noviciado de Converso. Su duración es de dos años.
- ¿Quién es el P. Maestro de los Hermanos Cartujos?
- Normalmente el P. Procurador, aunque últimamente es frecuente que lo sea el mismo P. Maestro de los Padres. El P. Maestro dirige su formación y les ayuda a superar las pruebas y dificultades que encontrarán en el camino. Todas las semanas los novicios tienen una conferencia, además de la obligatoria para todos los Hermanos que tiene lugar el domingo por la tarde.
- ¿Cuándo ha acabado satisfactoriamente el Noviciado...?
- El Hermano hace su primera profesión por tres años. Desde ese momento, el Hermano queda constituido en miembro de la Orden. Al final de esos tres años, el Converso temporal, renueva su compromiso por otros dos años. Durante todo este tiempo sigue bajo la tutela del Padre Maestro.
- De modo que para llegar a Hermano Cartujo se necesitan siete años de formación.
- Así es. Acabados los siete años de formación satisfactoriamente, llega el momento ¡tan deseado! de consagrarse definitivamente a Dios por los Votos solemnes. El nuevo Hermano Cartujo, ya profeso de la Orden, lee la fórmula en la Misa conventual. Luego la deposita sobre el altar como símbolo de su entrega a Dios.
- Está bien. Pero supongamos que llega a la Cartuja un religioso de otro Instituto, que tiene ya votos perpetuos, y quiere ser Hermano Cartujo...
- Después del Postulantado, si es apto, comienza inmediatamente el Noviciado de converso.
- ¿Y por cuánto tiempo?
- Cinco años. Al final, si ha convencido, es admitido a la profesión solemne.
- Correcto. Pero en conjunto, ¿qué calidad tiene la formación que se les da a los Hermanos Cartujos?
- La formación es sólida, adaptada a su estado. La Orden ha dispuesto para ellos lo que hoy llamamos formación permanente. Es decir, durante los 7 años primeros de su vida cartujana, orientados por el P. Procurador o por el P. Maestro, dedican un tiempo todos los días al estudio de la Biblia, Teología, Liturgia, Espiritualidad... Estos estudios se adaptan a las posibilidades de cada Hermano. A lo largo de su vida pueden seguir estudiando.
- Un caso...
- Todos los domingos del año, asisten a conferencias cuyo tema obligado son nuestros Estatutos, la Teología Dogmática y Moral, la Sagrada Escritura, la Liturgia y la Teología ascética.
- ¿Qué leen los Hermanos?
- Los Hermanos frecuentan la Biblioteca de la Casa. Las secciones de Teología y Espiritualidad son las más cuidadas.


ORACIÓN Y TRABAJO

- ¿Cuántas horas trabaja al día un Hermano?
- Seis.
- ¿Qué es el trabajo en la Cartuja?
- Algo más que una tarea humana. Es un medio de perfección.
- ¿Cómo logran, en pleno trabajo, conservar el espíritu de oración y soledad?
- Los Estatutos de la Orden aconsejan usar con frecuencia de las jaculatorias. Incluso, interrumpir el trabajo con breves momentos de oración.
- ¿Qué trabajos no se permiten?
- Los ajenos a la vida monástica.
- Por ejemplo...
- Los que exijan salir del Monasterio.
- Ya...
- Y se aconseja que no trabajen junto con obreros sino en caso de necesidad.
- ¿Trabajan los cartujos en grupo?
- Si es posible se procura que cada uno trabaje solo en la obediencia encomendada.
- ¿Es importante el silencio?
- Sí. Es muy importante trabajar en silencio durante el trabajo. En nuestros Estatutos se dice: «Sólo el recogimiento durante el trabajo hará del Hermano un contemplativo». E.O.C. 2.15.10.
- ¿Tanta concentración espiritual no puede ir contra la eficacia laboral?
- No, normalmente. En su campo de trabajo el Hermano goza de libertad e iniciativa. Y la dedicación e interés por su trabajo convierte no raramente a los Hermanos Cartujos en verdaderos especialistas.
- Por ejemplo...
- Por ejemplo... Algunas 'industrias' cartujanas son fruto de esta laboriosidad y dedicación. En siglos pasados fueron muy renombradas las fundiciones de la Gran Cartuja, y en nuestros días lo es el licor «Chartreuse» cuya compleja elaboración dirigen los Hermanos. En España y fuera de ella son bien conocidos los vinos del Priorato de la desaparecida Cartuja de Scala Dei (Tarragona), y los caballos de raza cartujana criados y seleccionados por los Hermanos de la Cartuja de Jerez a finales del siglo XVIII.
- Y... digamos, la oración «oficial», la del coro, ¿cómo está regulada para los Hermanos Cartujos?
- Como la de los Padres, por el rezo de las Horas canónicas, aunque algo más reducidas.
- ¿Suplen los Hermanos las Horas canónicas con algo...?
- Es frecuente que los Hermanos prefieran rezar determinado número de padrenuestros y avemarías por cada Hora del Oficio Divino. Así se hacía antiguamente.
- ¿Cuándo oyen Misa los Hermanos?
- Pueden oír la Misa que les dice el P. Procurador, muy de mañana. Y si lo prefieren pueden asistir a la Misa conventual con los Padres, a las ocho.
- Como Vds. no desayunan, ¿qué hacen y dónde están los Hermanos entre la Misa y la hora del trabajo?
- En sus celdas, dedicados a la oración y lectura espiritual.
- ¿Y acabado el trabajo?
- Al mediodía, antes de la comida, hacen una visita de un cuarto de hora al Santísimo.
- ¿Y por la tarde...?
- Interrumpen el trabajo para dirigirse a la iglesia y cantar las Vísperas con los Padres.
- ¿A qué hora acaban la jornada de trabajo?
- A las seis y media. Antes de cenar hacen otra visita de un cuarto de hora al Santísimo.
- Y habiendo cenado...
- Terminan los rezos que ponen fin a la jornada cartujana y se acuestan.
- ¿A qué hora?
- A las ocho de la tarde.
- Y... ¿se levantan?
- A medianoche, para asistir a los Maitines con los Padres.
- ¿Y se vuelven a acostar?
- Entre la una y media o las dos de la madrugada, antes que los Padres, pues no están obligados a asistir a los Laudes salvo en días festivos.
- ¿Y llegados a sus celdas, los Hermanos se acuestan?
- No inmediatamente. Al llegar a sus celdas dedican un cuarto de hora a la llamada «oración materna», que hace tomar conciencia al Hermano cartujo de su papel de intercesor. Postrado en tierra va lentamente exponiendo al Señor las necesidades de la Iglesia y del mundo. Nadie escapa a las intenciones de esta oración: desde el Papa hasta el último pecador de la noche en que descansan sus hermanos los hombres.


Capítulo 5. La espiritualidad de la Cartuja



DIOS SÓLO

- Rvdo. Padre Cartujo: si Vds. tienen prohibido todo ministerio sacerdotal externo, ¿qué hacen?
- ¿Qué hacen? ¿Qué hacemos?
- Vds. son sacerdotes. Un sacerdote normalmente ejerce ministerios pastorales con las almas. Pero si Vds. por principio viven absolutamente enclaustrados, si no tratan con las almas, ¿cómo ejercen, cómo justifican su sacerdocio, qué sentido sacerdotal-pastoral tiene su vida?
- ¿Cree Vd. que su pregunta es correcta?
- Dígame Vd. si no...
- En concreto lo que Vd. pregunta es si hacemos cosas útiles y visibles y tangibles por la sociedad...
- Por ahí iría...
- Pues... no.
- ¿Entonces?
- Le sugeriría que no es gran acierto valorar las cosas -¡cuánto más una vida!- por la utilidad concreta, palpable, visible que reporta.
- Ya. Pero el sacerdote, todo sacerdote es ordenado para servicio del pueblo de Dios, para ser útil a las almas...
- Los valores más elevados son, aparentemente, los menos «útiles»...
- Pero eso es, o puede ser, una frase... Todo sacerdote, en la circunstancia en que se encuentre, tiene obligación estricta de ser útil a las almas y «directamente- aunque sean contemplativos...
- La vida contemplativa está por encima de las categorías de lo «útil» y del «servir para...». La vida contemplativa es, incluso, algo más...
- ¿Qué es, pues, la vida contemplativa de un cartujo?
- Algo más. Un misterio afín al misterio de Dios, de cuya grandeza e incomprensibilidad participa de alguna manera. Más allá del cuidado por las cosas del mundo; más allá, incluso, de todo ideal humano y de la propia perfección, el cartujo busca a Dios. Este es el secreto de la vida puramente contemplativa: vivir sólo para Dios, no desear más que a Dios, no saber sino a Dios y no poseer más que a Dios. Quien esté convencido de que Dios es el supremo valor, comprenderá con facilidad esta vida de radical consagración que es, sin más, la vida del cartujo.
- Bello ideal...
- Pero este bello ideal exige un clima adecuado para desarrollarse.
- ¿Y cuál es el clima adecuado?
- Este clima lo forman las observancias cartujanas que encuentran así su verdadero sentido. Consideradas aisladamente, sin relación a su fin, serían incomprensibles y no pasarían de ser una colección de prácticas curiosas, a veces incluso, juzgadas comúnmente, poco humanas.
- Veamos...


LA SOLEDAD Y EL SILENCIO

- ¿Cuál es la palabra que más se repite en la vida de la Cartuja?
- Si alguien se tomase el trabajo de buscar el vocablo más repetido en las páginas de los Estatutos, creemos que serían las palabras «soledad» y «silencio».
- ¿Su espiritualidad tiene algún slogan?
- La espiritualidad cartujana es la espiritualidad del desierto.
- ¿Es una tradición?
- «Los fundadores de nuestra Orden seguían la luz de Oriente, la de aquellos antiguos monjes que, fresco aún en sus corazones el recuerdo de la sangre derramada por el Señor, llenaron los desiertos para gozar de las ventajas de la soledad y la pobreza de espíritu. Puesto que los monjes del claustro siguen este mismo camino, conviene que vivan como ellos en yermos suficientemente alejados de toda vivienda humana...»[9].
Dom Guigo en sus «Consuetudines Cartusiae» se muestra ferviente entusiasta del desierto.
- ¿Es una espiritualidad personalista o tiene fundamentos?
- La Sagrada Escritura y la tradición le ofrecen argumentos para colocar la vida solitaria por encima de cualquier otra vocación.
- Aunque sea como solo medio, Vds. tributan un verdadero culto a la soledad. ¿Por qué?
- Porque la soledad es el medio más apto para la unión con Dios: «la suavidad de la salmodia, el gusto por la lectura, el fervor de la oración, la profundidad de la meditación, las luces de la contemplación y el don de lágrimas, en ninguna parte pueden encontrar un ambiente tan propicio como en la soledad»[10].
- Entonces su estructura jurídica será un acto de favor a la soledad...
- Toda la legislación de la Cartuja tiende a conservar y favorecer esta soledad y silencio que son las notas más destacadas de la espiritualidad del desierto y de la espiritualidad cartujana.
- ¿Cuál es en este aspecto la más seria prohibición de sus Estatutos?
- Los Estatutos prohíben al cartujo formalmente todo apostolado externo.
- ¿Esta decisión es tajante?
- Por si quedase alguna duda, se prohíbe en particular dar dirección espiritual, oír confesiones y predicar.
- Y todo eso ¿por qué?
- Porque «si los seglares no se edifican con nuestro silencio, menos se edificarán con nuestra palabra».
- ¿Es ésta una decisión moderna?
- Esta frase lapidaria de los Estatutos está tomada de la literatura del desierto.
- ¿Tanta rigidez no podría asustar a la Iglesia Católica contemporánea?
- Por si alguien estuviese tentado de escandalizarse, bueno será recordar que esto es precisamente lo que la Iglesia pide al cartujo. El Concilio Vaticano II ha dicho con claridad que el deber de los contemplativos es «vacar sólo a Dios en la soledad y silencio... por mucho que urjan las necesidades del apostolado activo»[11].
- Vds., los cartujos, defienden su vocación contemplativa con la soledad. ¿Con qué más?
- La rigurosa clausura de la Cartuja es otra defensa de la vida solitaria.
- Bien. ¿Y el deber de caridad con la familia?
- En atención al deber de caridad para con la familia, se permiten dos días de visita al año.
- Y... ¿escriben o reciben cartas?
- Las cartas deben ser también muy escasas.
- ¿Y cómo logran Vds. zafarse de la invasión de los medios de comunicación social?
- Para evitar este peligro, en la Cartuja no existe la radio, ni la televisión, revistas profanas, etc.; si llega algún periódico, éste no puede pasar al claustro. El P. Prior se encarga de dar a los monjes las noticias que no estaría bien ignorar.
- ¿Luego viven Vds. ajenos al mundo de hoy?
- Los Estatutos insisten en la necesidad de «vivir ajenos a los rumores del siglo»[12], como algo elemental en la vida solitaria.
- De acuerdo. Soledad radical, clausura rigurosa, alejamiento de los medios de comunicación social... ¿qué más?
- Otro punto capital es la guarda de la celda.
- ¿Siempre están y trabajan en la celda?
- Sólo excepcionalmente se puede llamar al monje del claustro para que trabaje fuera de su celda.
- ¿Y si les urge comunicarse algo entre Vds.?
- Se aconseja dejar para el día de la recreación los recados que exijan hablar, y si no se puede aguardar, siempre se requiere el permiso del Superior para ir a la celda de otro monje.
- ¿Qué le ocurre al que, por debilidad, falta a la regla de silencio?
- Las faltas al silencio se reconocen en público y reciben también penitencia pública.
- ¿Y esta soledad vale tanto para Padres como para Hermanos?
- La soledad de los Hermanos está más expuesta a peligros que la de los Padres; de ahí la insistencia de los Estatutos en recordarles la necesidad de recogerse en la celda siempre que no estén ocupados en algún trabajo. En especial los domingos y solemnidades, los Hermanos pueden dedicar mucho tiempo al silencio de la celda.
- Pero durante el trabajo de cada día, los Hermanos tendrán necesidad de decir alguna palabra...
- Durante el trabajo les está permitido hablar de cosas útiles y necesarias referentes al trabajo; pero para facilitar más la guarda del silencio y soledad no se permite a los Hermanos trabajar con obreros salvo en casos imprescindibles y, en general, se procura que cada Hermano trabaje solo. También para ellos la clausura es rigurosa.
- Con todo, hay trabajos en que será necesario salir de la Cartuja...
- Se procura encargar a seglares los asuntos que exijan salir del monasterio «para que los Hermanos no se vean obligados a andar por pueblos y ciudades»[13]. Estos y otros detalles demuestran el cuidado de la Orden por procurar a los Hermanos unas condiciones de soledad que se aproximan a las de los Padres.
- ¿No constituye esta observancia dura y tajante un peligro de materializar la vida de la Cartuja?
- Toda esta juiciosa legislación del silencio y la soledad son la letra de las observancias. El monje ve reflejado en ellas el clima propicio de su vocación eremítica, pero sabe muy bien que eso no es todo, ni siquiera lo principal.
- ¿Y qué es lo sustancial, lo principal?
- Ahondar en esa soledad y extraerle todas las riquezas que contiene.
- Resúmame en una palabra lo que es necesario para un cartujo.
- Que se enamore de la soledad.
- ¿Qué opinaba San Bruno de todo esto?
- San Bruno decía: «Cuánta utilidad y gozo divino proporcionan la soledad y el silencio del yermo a quien los ame, sólo lo conocen quienes lo han experimentado. Aquí pueden los varones esforzados recogerse en su interior cuando quieran, morar consigo, cultivar sin cesar los gérmenes de las virtudes y alimentarse felizmente de los frutos del paraíso. Aquí se adquiere aquel ojo limpio, cuya serena mirada hiere de amores al Esposo y cuya pureza permite ver a Dios. Aquí se vive un ocio activo, se reposa en una sosegada actividad. Aquí concede Dios a sus atletas la ansiada recompensa por el esfuerzo del combate, la paz que el mundo ignora y el gozo del Espíritu Santo»[14].
- El cartujo que obedeciese estas ideas ¿es feliz?
- El monje que sea perfectamente fiel a su vocación sentirá que Dios le llama a soledades y silencios del espíritu cada vez más profundos.


EL SOSIEGO ESPIRITUAL

- ¿Qué finalidad tiene la soledad exterior?
- La soledad exterior crea el ambiente propicio necesario para que pueda desarrollarse una soledad más perfecta, la soledad interior.
- ¿En qué consiste la soledad interior?
- Consiste ésta en un proceso espiritual por el que la memoria, el entendimiento y la voluntad van muriendo a todo interés y gusto por las cosas. En su lugar, Dios comienza a ser sentido como único objeto saciante.
- ¿Es algo típico y exclusivo de la Cartuja?
- Es el proceso espiritual descrito por San Juan de la Cruz en la Subida del Monte Carmelo.
- ¿Cómo lo concretan Vds., los cartujos?
- San Bruno y Dom Guigo resumen este proceso en una palabra, la «quies», es decir, el sosiego o reposo espiritual.
- Es decir, que toda la atmósfera cartujana tiende a...
- El ambiente de soledad, el silencio de todo ruido perturbador de los deseos e imágenes terrenos, la atención tranquila y sosegada de la mente en Dios, favorecida por la oración y la lectura pausada, desembocan en ese santo «reposo» del alma en Dios. Reposo simple, endiosado y gozoso que hace sentir al monje, de alguna manera, la belleza de la vida eterna.
- ¿Qué grado de contemplación es éste?
- Digamos que la «quies», el sosiego, es una meta anhelada por el cartujo.


FIDELIDAD A LA CRUZ

- Ustedes tienen fama de muy mortificados y penitentes.
- Sobre el tema de las penitencias de la Cartuja, como sobre tantos otros, existen las más extrañas ideas. Es cierto que a las penitencias se las considera sólo como «medios para aligerar la pesadez de la carne y correr con más facilidad en pos del Señor»[15].
- Pero Vd. sabe que la penitencia personal hoy día no se la considera un medio infalible... estamos en tiempos de comprensión y diálogo...
- Las penitencias, y en general todo lo que suponga sacrificio y abnegación, tienen en nuestros tiempos muy mala prensa y se suele hablar de ellas con notable inconsciencia. Todo el mundo ve bien que un deportista se prive de muchas cosas lícitas y someta su cuerpo a penosos entrenamientos. Sin embargo, si un cristiano, consciente de su dignidad, adopta parecidas prácticas ascéticas con el fin de mantener a raya sus pasiones, con toda probabilidad se verá tildado de medieval, exagerado, o bien se le clasificará en alguno de los sonoros apartados de la sicología patológica.
- ¿Creen Vds. los cartujos en la ascética?
- La ascesis, a pesar de estar tan vilipendiada, es absolutamente necesaria a todo hombre que quiera ser algo más que un pobre esclavo de sus instintos animales. «Aun allá Séneca -dice el P. Rodríguez- lo sintió y dijo divinamente: 'Mayor soy y para mayores cosas nací que para ser esclavo de mi cuerpo'; sentencia digna de que el religioso y cualquier cristiano la tuviese impresa en su corazón»[16].


LAS PENITENCIAS

- Ustedes los cartujos desean vivir como los hombres nuevos que pide la Sagrada Escritura. ¿Podría concretarme las penitencias básicas?
- Sí; el alejamiento del mundo, la ausencia de noticias y pasatiempos. Posiblemente son éstas las negaciones más costosas y las que más al vivo afectan al postulante. La división del sueño en dos tiempos, la aspereza de la ropa, el ajuar de la celda tosco y elemental.
- Algo distinto al moderno hombre de hoy... ¿Viven Vds. en un ambiente distinto?
- Vivimos en un ambiente de austeridad que contrasta fuertemente con el ambiente de confort y comodidades a que está acostumbrado el hombre de hoy.
- ¿Qué desayunan?
- En la Cartuja no existe la costumbre del desayuno.
- ¿Qué comen?
- Al mediodía se hace una comida, a base de legumbres, pescado o huevos y postre.
- Cuando no ayunan ¿qué cenan?
- Los días que no son de ayuno, se toma una ligera cena consistente en dos huevos o su equivalente en pescado y alguna fruta.
- ¿Cuándo ayunan?
- Los ayunos comienzan el 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Cruz, y duran hasta Pascua, es decir, unos siete meses.
- ¿En qué consiste el ayuno?
- El ayuno consiste en hacer una sola comida al mediodía. Por la tarde se toma pan y un vaso de vino.
- ¿Y los Hermanos?
- Por razón del trabajo manual, los Hermanos en vez de pan y vino toman un plato de cocido, lo cual alivia un poco sus ayunos, pero en Adviento y Cuaresma se contentan con pan y vino como los Padres.
- ¿Hacen algo especial los viernes?
- Todas las semanas se hace un día de abstinencia, en el que sólo se toma pan y agua. Generalmente se suele hacer el viernes en memoria de la Pasión del Señor; pero si en la semana ocurre alguna fiesta, la abstinencia a pan y agua se hace la víspera de dicha fiesta.
- ¿Alguna mitigación para los Hermanos?
- Los Hermanos, a causa de sus trabajos, pueden tomar además un plato de cocido, pero en la práctica son pocos los que hacen uso de esta facultad y la mayoría prefieren pasar el día a pan y agua.
- ¿Comen carne?
- Tradicionalmente, desde los tiempos de San Bruno, jamás se come carne ni se sirve a nadie en las Casas de la Orden. En las «Consuetudines», Dom Guigo no habla de esta costumbre pero la supone. Por si quedase alguna duda, Pedro el Venerable, abad de Cluny y amigo de Dom Guigo, dice expresamente que los cartujos no comen jamás carne ni siquiera cuando están enfermos[17].
- ¿Cuándo se convirtió esta costumbre en ley?
- Fue el Capítulo General de 1254 quien convirtió esta costumbre en ley. Este solemne documento supone que la abstinencia perpetua de carnes es una marca distintiva de la Orden, pues señala nada menos que la pena de expulsión de la Orden a todo posible transgresor. Durante siglos se ha mantenido la abstinencia perpetua de carnes con un rigor y una casuística que hoy nos parecen exagerados. Los Estatutos actuales se limitan a recordar la obligación sin señalar penas.
- ¿Y si enferman o tienen que salir de la Cartuja?
- Por no llamar la atención y sobre todo por no causar molestias, los enfermos que deben ser hospitalizados no están obligados a la ley. Estando de viaje «no se puede quebrantar esta ley, sino cuando resulte violento rechazar dicha comida por caridad con quienes nos hospedan»[18].
- ¿Toman café?
- Tan sólo a los huéspedes se sirve café y licores: los cartujos sólo los toman una o dos veces al año, en algún gran acontecimiento.
- ¿Pueden fumar?
- El tabaco está prohibido «por razones de abnegación y pobreza»[19]. Efectivamente, con frecuencia la austeridad de vida se confunde con la pobreza evangélica.
- Cuando se penitencian, ¿qué instrumentos usan?
- Como instrumento de penitencia se usa el cilicio, que consiste en dos piezas de tejido de crines de caballo unidas por unos tirantes y sujetas a la cintura por una gruesa cuerda.
- ¿Los Hermanos, también?
- Los Hermanos no usan cilicio pues en los trabajos pesados les podría resultar molesto en extremo.
- En resumen...
- Éstos son los aspectos más destacados de la ascesis cartujana. La Orden los juzga suficientes y, con un gran sentido de prudencia, ordena formalmente que «nadie se entregue a ejercicios de penitencia fuera de los indicados en los Estatutos, a no ser con el conocimiento y aprobación de su Prior»[20]. Esta aprobación no la suelen conceder con facilidad. Es cierto que las Efemérides nos muestran a un gran número de cartujos entregados a santas locuras ascéticas en nada inferiores a las de los Padres del desierto. A pesar de su número, no cabe duda de que se trata de casos excepcionales que seguían impulsos extraordinarios de la gracia. Dionisio el Cartujano, por ejemplo, pasó su vida entregado a la oración y al estudio; apenas dormía y sus comidas no merecían el nombre de tales; cuando se le aconsejaba prudencia, solía responder con humor que a nadie aconsejaba seguir su ejemplo, pero que él podía hacerlo muy bien pues tenía la cabeza de hierro y el estómago de bronce.
- ¿No hay mucho peligro en esto?
- Los peligros de las mortificaciones imprudentes son muchos. La salud puede perderse para siempre, y los Maestros de novicios saben muy bien que una de las tentaciones más frecuentes de los principiantes es la de querer llegar de golpe a lo que los santos llegaron a fuerza de mucha gracia y mucho tiempo. Una ofensiva ascética sin tregua y sin admitir respiro conduce casi siempre a la dureza, la intransigencia o a desequilibrios más importantes. Una idea semejante de la ascesis está muy lejos del espíritu de la Cartuja que ha heredado de San Bruno su moderación y equilibrio. El Santo, en carta a su amigo Raúl, le describe con entusiasmo la amenidad de los paisajes de Calabria y, por si su amigo se extrañara de estas expansiones menos espirituales, aclara: «... estas vistas sirven frecuentemente de solaz y respiro a nuestro frágil espíritu, cuando está fatigado por una dura disciplina y la continua aplicación a las cosas espirituales. El arco siempre armado, o flojo, o quebrado»[21].
- Para acabar el tema: ¿cuáles son los rasgos del espíritu cartujano?
- La soledad, el silencio, la «quies» cartujana, la simplicidad de costumbres y la vida penitente definen los rasgos más destacados del espíritu cartujano, que coincide con las líneas maestras de la tradicional espiritualidad del desierto.


Capítulo 6. Los horarios



LOS MAITINES DE MEDIA NOCHE

- Un tanto extraños creo que son los horarios de la Cartuja... ¿no?
- Bastante curiosos, sí.
- Será duro al principio...
- Bien lo saben los postulantes, a quienes resulta difícil conciliar el sueño.
- ¿A qué hora se acuestan?
- A las siete y media u ocho de la tarde. En verano todavía hay sol en el horizonte.
- Acostados a las siete y media u ocho de la tarde... ¿a qué hora se levantan?
- A las once y media de la noche. A esa hora la campana de la torre llama a los cartujos a la oración.
- ¿Y se levantan todos?
- Sólo los Padres. Los Hermanos todavía seguirán durmiendo hasta las doce de la noche.
- De modo que el día del cartujo comienza a las once y media de la noche.
- Sí.
- Y ¿qué hacen los cartujos a esas horas?
- Ante todo, como es lógico, se asean. Luego van al oratorio de su celda, se arrodillan y comienzan su misión de alabanza recitando Maitines de Beata.
- ¿De qué?
- Maitines de Beata. El oficio de la Santísima Virgen en la Cartuja recibe el nombre abreviado de Oficio de Beata (Virgine Maria). Cada hora de este oficio precede a la Hora correspondiente del Oficio Canónico, con excepción de Laudes y Completas. El tiempo restante lo emplea el cartujo en oración.
- Bien comienza el día...
- A las doce y cuarto de la noche vuelve a sonar la campana de la torre.
- ¿Para qué?
- Verá. Toda la comunidad, Padres y Hermanos, se dirigen a la iglesia en ordenada fila, a través de los solitarios claustros, apenas iluminados.
- Y una vez han llegado a la iglesia...
- Una vez en la iglesia, colocados los pesados libros de coro sobre los atriles, se apagan las luces y se hace un profundo silencio. A una señal del Prior comienza el canto de Maitines.
- ¿Qué son los Maitines?
- Los Maitines se componen de dos partes llamados nocturnos, con seis salmos cada uno. Los días de fiesta se añade un tercer nocturno de tres cánticos. La salmodia es grave, casi lenta. Al final de cada nocturno hay lecturas de la Sagrada Escritura o de los Santos Padres, y a cada lectura sigue el canto de un responsorio. Los domingos y algunos otros días importantes las lecturas y los correspondientes responsorios son doce; los días feriales por el contrario sólo tienen dos o cuatro lecturas. El canto del Te Deum y la lectura del Evangelio del día ponen fin a los Maitines de doce lecturas; los días restantes terminan con unas hermosas preces por las necesidades de la Iglesia y del mundo.
- ¿Y los Hermanos están todo este tiempo en el coro?
- Los días de labor, los Hermanos salen de la iglesia una vez terminados los Maitines.
- ¿Quedan solos en la iglesia los Padres?
- Los Padres, después de unos minutos de oración silenciosa, comienzan el canto de Laudes. Al final del Oficio de Laudes se canta el Benedictus. Se termina con una piadosa antífona en honor de Nuestra Señora.
- ¿Y salen para sus celdas?
- Todavía no. Acabado el Benedictus los monjes se arrodillan y rezan el Ángelus de medianoche mientras suenan unos lentos toques de campana.
- ¿Y vuelven a la celda y se acuestan?
- Todavía no. En sus celdas, de vuelta ya, todavía rezan los Padres los Laudes de Beata.
- ¿Y qué más?
- Se acuestan sin demora.
- ¿Y qué hora es para entonces?
- La hora de acostarse varía según la duración de los Oficios. Con frecuencia el reloj marca las tres de la madrugada.
- Y ¿por qué todo esto...?
- Porque el cartujo siente predilección por estas horas de alabanza nocturna, cuando el silencio de la noche convida a una oración más fervorosa.


LA JORNADA DE LA MAÑANA

- Bien., bien... y ¿a qué hora se levantan de nuevo?
- Los Padres a las siete menos cuarto. Los Hermanos se han levantado una hora antes.
Y...
- Los Padres a las siete rezan la Hora Prima, seguida de un rato de meditación.
- Y ¿la Misa?
- A las ocho la campana llama a los monjes a la Misa conventual. Esta Misa es siempre cantada. Los domingos y días de fiesta a la Misa precede el canto de la Hora Tercia.
- Acabada la Misa conventual...
- Los Hermanos, en sus celdas, hacen un cuarto de hora de acción de gracias por la Misa y, después, se disponen para el trabajo hasta la Hora de Sexta. Los Padres celebran la Misa rezada en capillitas destinadas a este fin. De vuelta a la celda rezan Tercia y hacen un buen rato de lectura espiritual.
- Pero Vds. ¿no desayunan? Hasta la hora de comer... ¿qué hacen?
- Los estudiantes preparan sus estudios y descansan con algún trabajo manual. Los Padres pueden dedicar este tiempo a la oración, al estudio, al trabajo.
- ¿Cuándo comen?
- A las once y media, después de rezar la Hora Sexta, tiene lugar la comida, que se hace solitariamente, a excepción de domingos y festivos.
- Y después de comer ¿echan siesta?
- Después de comer, hasta la una de la tarde, el cartujo suele recrearse un rato en su jardín, haciendo algún trabajo, paseando... A la una reza el Ángelus del mediodía y la Hora Nona.
- A partir de entonces...
- Los estudiantes emprenden de nuevo sus estudios y antes de Vísperas dedican un rato al trabajo manual. Los Padres gozan de libertad en el empleo del tiempo. Pueden dedicarlo a la oración, al estudio, al trabajo. Los Hermanos vuelven a sus trabajos.
- Y ¿no existe variación alguna en el horario...?
- Los domingos y festivos la Hora de Nona se canta en la iglesia y a continuación los monjes se reúnen en el Capítulo donde escuchan la lectura del Evangelio o de los Estatutos; después, el que lo desee reconoce sus faltas públicamente; si alguien ha faltado al silencio se le impone una penitencia pública. Del Capítulo se sale a la huerta, o si el tiempo no lo permite al claustro, donde tiene lugar la recreación en común. Los Padres tienen recreo obligatorio todos los domingos y, facultativo, los días festivos. Los Hermanos tienen recreo obligatorio una vez al mes. En los días festivos, la asistencia es libre.


LA JORNADA DE LA TARDE

- ¿Y cómo llenan la tarde?
- Todos los días hacia las tres de la tarde se cantan las Vísperas en la iglesia. Incluso los Hermanos suelen asistir, aunque no están obligados a ello más que los días festivos y sus respectivas Vísperas. El Oficio de Vísperas viene a durar media hora y se compone de un himno, cuatro salmos con sus antífonas, un responsorio, el Magnificat y se termina con unas hermosas preces y el canto de la Salve, cuya letra y melodía difieren ligeramente de la Salve romana.
Después de Vísperas, el tiempo se dedica a ejercicios espirituales que los estudiantes alternan con los estudios.
- ¿A qué hora se cena en la Cartuja?
- La cena o, en días de ayuno, la colación de pan y vino, tiene lugar a las seis menos cuarto.
- ¿Qué hacen después de cenar?
- Después de la cena queda un rato de descanso para recrear el ánimo bien sea en el jardín o paseando por la celda. A las seis y media un toque de campana indica a los Hermanos que deben dejar los trabajos y retirarse a sus celdas.
- ¿Cuándo y cómo acaba el día del cartujo?
- A las siete la campana toca el Ángelus de la tarde. Todavía pueden los monjes prolongar su oración o lectura espiritual durante una hora, aunque se aconseja no retardar el acostarse. El día termina con el rezo de Completas, en las que se da gracias a Dios por los beneficios del día y se le pide su protección para la noche.
- Así, entre las siete y media o las ocho de la tarde ha terminado el día dedicado por entero a la oración, al estudio y al trabajo.

LA ORACIÓN

La actividad más importante del cartujo es la oración. Esta es el alma de su vida y de sus observancias. Sin ella no se puede comprender la vida del cartujo.
La familiaridad con el Salterio, adquirida en las largas horas del Coro, ofrece al monje un alimento insuperable para su oración. Y en ese sentido es posible, y hasta normal, que los salmos sean para el cartujo, como para los antiguos monjes, el armazón de su oración. Al principio no es fácil hacer de los salmos una oración personal, pero con el tiempo pueden llegar a ser la oración preferida. El cartujo reconoce y contempla en los salmos la imagen dolorosa de Cristo prefigurado en los justos perseguidos. Cuando canta los salmos, siente viva la unión con la Iglesia -el nuevo Israel- cuyas miserias y esperanzas tan bellamente reflejan los salmos. Los salmos ofrecen al cartujo las más hermosas fórmulas para alabar al Señor.
Con todo, el cartujo goza de gran libertad en su vida de oración. Por lo general se atiende poco a los métodos. La oración tiende a simplificarse cada vez más. Con los años la oración se reduce a un tranquilo, a un reposado estarse con el Señor; un estar intensamente empleado en Él, sin cansancio, sin ruidos, sin palabras. La oración y la vida comienzan a unificarse.
Después de años de generoso esfuerzo por buscar sólo a Dios y hacer un desierto interior, el cartujo, normalmente, se verá recompensado por el Señor con el hábito de la oración continua, ocupación tan sencilla y necesaria como el latir del corazón.
El alejamiento del mundo, el silencio tranquilo en que transcurre la vida del cartujo y la soledad de su celda son medios muy apropiados para alcanzar este grado de oración.
Según la tradición de los Padres del desierto, ésta es la oración perfecta y el ideal gozoso de la vida monástica.
Esto es también lo que pretenden los Estatutos, pero ya advierten que «hay que andar mucho por caminos de aridez y sequedad antes de llegar a los manantiales de las aguas y a la tierra de promisión». E.O.C. 1.4.1.

EL ESTUDIO

Los Estatutos recogen las directrices de Pío XI sobre el estudio de los contemplativos: «Es un error pensar que, descuidando en un principio los estudios teológicos o abandonándolos después, podremos elevarnos fácilmente a la unión íntima con Dios»[22]. Los Estatutos de la Cartuja determinan con claridad la importancia del estudio; pero la vida solitaria y contemplativa exige una modalidad propia que los Estatutos determinan a continuación: «Así fijándonos más en la sustancia del contenido que en el brillo aparente de la expresión, estudiemos los misterios divinos con ese deseo de conocer que nace del amor y aviva la llama del amor»[23]. Brevemente: el estudio es necesario a la vida contemplativa a la cual suministra alimento, pero los estudios se deben hacer con espíritu contemplativo.
Suele preguntarse si el cartujo puede practicar el apostolado de la pluma o, por el contrario, este apostolado no está de acuerdo con su vocación solitaria y contemplativa. Es sabido que, en todo tiempo, hubo excelentes escritores cartujos, algunos de gran fama. Dom Guigo 1, legislador de la Cartuja, era escritor e, incluso, hizo el primer estudio crítico de las cartas de San Jerónimo. Dionisio el Cartujano fue un escritor extraordinariamente prolífico. Ludolfo de Sajonia, Surio, Molina son nombres conocidos. En tiempos más recientes, algunas obras como «La vida interior» de Dom Francisco de Sales Pollien, editada por Tissot, han conocido verdaderos éxitos editoriales. El papa Pío XII en una carta a la Cartuja de Vedana[24] habla también del apostolado del escribir «en la medida que lo permitan vuestros Estatutos». Sin embargo, varias Ordenaciones de los Capítulos Generales, e incluso los mismos Estatutos, se muestran poco favorables a este apostolado: «Debemos dedicarnos con interés y discreción a estudios apropiados, no por el prurito de saber o de editar libros...»[25]. La postura de la Orden no es nueva. En tiempos de Erasmo se apoderó de los cartujos germánicos la fiebre de los estudios humanísticos. La Orden tomó medidas serias. A unos cartujos ganados por el Jansenismo escribía el Reverendo Padre Dom Antonio Montgeffond: «Nosotros no fuimos fundados para enseñar a los fieles sino para edificarles. Nuestra misión consiste esencialmente en una fe humilde, en el silencio, en la plegaria y en la penitencia».
El problema desaparece cuando se aclaran los términos: no hay ningún texto que afirme directa ni indirectamente que el cartujo debe ejercer el apostolado del escribir. Hay numerosas órdenes en la Iglesia que cumplen muy bien con estos fines. Pero esto no quiere decir que escribir libros sea contrario al espíritu de la Orden; de hecho, no hay ninguna prohibición formal. En la Cartuja escribir es una ocupación marginal: unas veces será opuesta al espíritu contemplativo, otras no. Difícilmente podrá, por ejemplo, vivir su soledad el cartujo que se dedique a trabajos de investigación histórica, que requieren gran dedicación y numerosa correspondencia epistolar. Pero no todos los casos pueden ser así. De hecho ha sucedido con frecuencia, que el cartujo escriba sin perder su libertad interior, dando a su actividad su justo valor de ocupación marginal y secundaria.


EL TRABAJO

Existen órdenes de vida activa que tienen determinadas tareas que realizar según el espíritu de su Fundador. El cartujo tiene un solo trabajo: vivir la intimidad con el Señor, ser en todo momento un hombre de Dios. Para el cartujo, el trabajo manual y el estudio, solamente son ocasiones de alimentar su vida contemplativa.
Aunque el trabajo no sea en el monje ningún fin en sí mismo, ocupa lugar muy importante en la tradición monástica. Para los Padres del desierto el trabajo manual es un medio de perfección, una manera de mortificar la carne, de sujetar la imaginación, de vencer el tedio o «acedia». Esta tradición la recogen los Estatutos: «Con el trabajo de manos, el monje se ejercita en la humildad y reduce todo su cuerpo a servidumbre, a fin de que su alma adquiera una mayor estabilidad»[26].
Y hay algo más; el monje no es un burgués piadoso. Los Padres del desierto quieren que los solitarios, a imitación de San Pablo, ganen el sustento diario con el trabajo de sus manos y que den lo sobrante en limosna. El trabajo hace vivir al cartujo más conscientemente la pobreza religiosa. Hoy añadiríamos el valor de testimonio que posee el trabajo de los monjes.
La vida de celda hace incompatibles muchos trabajos que, forzosamente, asumen los Hermanos: labores del campo, granjas, cocina, etc. Como dicen los Estatutos (2.15.1) «Con su trabajo, los Hermanos asocian al hombre todo entero a la obra de la Redención. En la fatiga del trabajo hallan una partícula de la cruz de Cristo, por donde se hacen partícipes de los nuevos cielos y de la nueva tierra». El trabajo manual de los Padres consiste, principalmente, en la limpieza de la celda, pequeños trabajos de jardín, de carpintería, encuadernación, mecanografía. En algunas Casas pequeñas, los Padres atienden también al lavado de ropa, la sastrería, zapatería. Hoy los postulantes, sobre todo si han sido trabajadores, aceptan con dificultad no colaborar con su trabajo a aliviar las cargas del Monasterio. Ante este hecho, en algunas Cartujas se están haciendo interesantes experiencias de trabajos «productivos» que los monjes puedan realizar sin salir de la celda. Pero, encontrar trabajo apropiado, a la vez que productivo, no es tarea fácil.
El cartujo sabe que para trabajar «con espíritu contemplativo», no basta con que los trabajos se armonicen con la soledad de la celda; todo trabajo que termina por distraer su íntima soledad, no es monástico. Pero también es cierto que los monjes, como contemplativos, cuando trabajan, deben encontrar en el trabajo la realización de su oración, además de una excelente ocasión de ascesis y de renuncia. Se debe destacar este matiz: «cuando trabajan», pues es claro que el trabajo sólo es una de tantas ocupaciones del monje en la que está llamado a realizar su oración, lo mismo que en las demás. Por ejemplo, «cuando come», «cuando estudia»...


PASEOS Y RECREACIONES

No es exacto que los cartujos no hablen nunca. En el principio de la Orden había ya un rato de recreación, después de Nona los domingos y en otros días de fiesta, como se hace actualmente. Además, un día a la semana, normalmente el lunes, hay un paseo de cuatro horas de duración. Los documentos indican que este paseo ya existía en el siglo XIII. El día del paseo se adelantan Nona y Vísperas. A las dos de la tarde, rezadas las preces del paseo, salen los monjes al campo, llevando siempre bastón y, en días de sol, sombrero de paja.
Se hacen dos grupos: quienes prefieren los paseos largos y los que gustan andar poco. En verano, el paseo termina a las seis y cuarto de la tarde. En invierno, media hora antes. Los Hermanos sólo tienen un paseo al mes. Su vida de trabajo al aire libre no necesita, como los Padres, de estos caminares.
La recreación del domingo y el paseo semanal dan a la vida eremítica de la Cartuja un ambiente familiar, humano y evangélico. Ayudan a conservar un sano realismo, necesario en vida tan estrecha, como la del cartujo. El paseo semanal es punto de regla desde hace siglos, del cual los superiores no acostumbran a dispensar fácilmente, siguiendo el ejemplo de un famoso General de la Orden que tenía como norma dispensar antes del Oficio de Maitines que del paseo semanal.


Capítulo 7. Ritos de la vida cartujana



LA TOMA DE HÁBITO

- Usted lleva muchos años de vida cartujana, ¿cuál es el primero de los recuerdos?
- Hay recuerdos que nos acompañan toda la vida. La Toma de hábito es uno de ellos, y el monje guarda siempre de este acontecimiento un recuerdo perfumado de fervor y de santas ilusiones, que el paso del tiempo no es capaz de extinguir. La Toma de hábito es el primer paso en la vida monástica de la Cartuja. Se trata de una ceremonia emotiva y llena a la vez de sentido espiritual.
- Cuénteme la ceremonia...
- La Comunidad se halla reunida en el Capítulo para deliberar sobre la admisión del postulante. Hecha una votación, si ésta es favorable, el Padre Maestro va a llamar al postulante. Entra éste con paso nervioso por la emoción y se postra en el suelo.
- ¿Qué pides? -le interroga el Prior.
- Misericordia -responde el postulante.
A una señal del Prior se levanta y hace su petición en estos términos: «Suplico por amor de Dios ser admitido a la probación en hábito monástico como el más humilde servidor de todos, si a vos, Padre, y a la Comunidad os pareciere bien».
Entonces el Prior le expone las asperezas de la vida que desea abrazar: las largas horas de oración, los ayunos y abstinencias tan frecuentes, la guarda de la celda y del silencio, las nuevas exigencias de la renovación de vida. Al final, el Prior le pregunta si se siente con fuerzas para abrazar el nuevo género de vida, a lo que el postulante responde que, únicamente confiado en la ayuda de Dios y en las oraciones de los monjes, espera cumplir con todas las exigencias cartujanas. Todavía le advierte el Prior que antes de la Profesión puede irse libremente y, a su vez, la Comunidad podrá despedirle si no lo encontrara idóneo para la vida cartujana. Una vez el postulante ha dado su conformidad, se arrodilla delante del Prior juntando las manos entre las de éste, que de parte de Dios, de la Orden, de la suya propia y de la Comunidad le asocia a la Orden. Después el Prior le da un abrazo, y a continuación todos los monjes hacen lo mismo, indicando con este gesto afectuoso la alegría con que le reciben...
- ¿Y eso es todo?
- Antes de Vísperas tiene lugar el Enceldamiento. Una vez revestido del hábito cartujano y de la capa negra de novicio va a la iglesia y ora postrado ante las gradas del presbiterio. La Comunidad, arrodillada en sus puestos del coro, canta la bella y sentida melodía del Veni Sancte Spiritus. El Prior, revestido con la cogulla eclesiástica y la estola, está cerca del novicio. Al final del Veni Sancte Spiritus, recita una oración por la que se pide al Señor lleve a feliz término la obra de santificación comenzada en el novicio. Terminadas las preces, toda la Comunidad acompaña al novicio a su celda. Encabeza la procesión el Prior a quien sigue el novicio: la Comunidad viene a pocos pasos cantando salmos apropiados al sentido espiritual de la ceremonia: ¡Qué deseables son tus moradas, Señor! Mi alma se consume anhelando los atrios del Señor. Hasta el gorrión ha encontrado una casa y la golondrina un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor, Rey mío y Dios mío. Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre... Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa»[27].
- ¡Muy emotivo!
- Una vez llegados a la puerta de la celda que ocupará el nuevo novicio, el Prior toma el aspersorio que le ofrece el P. Procurador y asperja al novicio primeramente y a continuación la celda; le toma de la mano y le introduce, llevándole al oratorio donde, arrodillado, permanece en oración. Entre tanto, la Comunidad se reúne en torno al novicio; se interrumpe el canto y el Prior recita una oración. Concluido el acto, el Prior se dirige al novicio diciéndole: «Dom N. te ordeno guardar la celda y cumplir con las obligaciones de nuestra Orden, para que en la soledad y silencio, en la oración constante y en la generosa penitencia puedas consagrarte totalmente a Dios. Para esto te confío a los cuidados del P. Maestro»[28].
- ¿Y de ahora en adelante...?
- Desde este momento el novicio comienza a tomar parte activa en los actos litúrgicos y a cumplir sus obligaciones en la Comunidad, de forma que, sin esfuerzo, tiene la agradable impresión de sentirse adaptado al ambiente de su nueva familia.
- ¿La misma ceremonia vale para los Hermanos?
- La toma de hábito de los Hermanos es similar a la de los monjes del claustro, excepto que no hay enceldamiento. El postulante viste ya el hábito de la Orden y la capa negra cuando, postrado en el Capítulo, pide ser admitido al noviciado de Conversos. Después de la admisión y de haber recibido el abrazo de la Comunidad, se dirigen todos a la iglesia cantando el hermoso salmo 83. El Prior toma al novicio de la mano y le lleva ante las gradas del presbiterio donde se postra y permanece en oración. La Comunidad desde sus puestos del coro canta el Veni Sancte Spiritus al que sigue una oración que recita el Prior. Finalmente el novicio se levanta, hace una profunda inclinación al Santísimo y va a ocupar su silla en el coro.


LA PROFESIÓN TEMPORAL

- ¿Cómo es la Profesión temporal?
- La víspera de la Profesión, el futuro profeso, postrado en el Capítulo, pide a la Comunidad le admitan a la profesión «como el más humilde servidor de todos». La ceremonia tiene lugar al día siguiente en la Misa conventual que oficia el Prior; es un día de fiesta y el altar se halla adornado con reliquias. Sobre una pequeña mesa situada en el presbiterio se encuentra la cogulla larga con trabas que bien pronto vestirá el futuro profeso. El P. Maestro, al comenzar el canto de los Kyries, la pone delante del joven profeso. Cuando concluye el canto del Credo, el novicio se dirige al presbiterio llevando en sus manos la cogulla que deposita de nuevo sobre la mesa. El Prior se acerca y bendice la cogulla asperjándola con agua bendita. Acto seguido el novicio arrodillado comienza a recitar en voz alta el salmo 16: «Yo digo al Señor: Tú eres mi bien, no hay dicha para mí fuera de Ti...». De pronto interrumpe la recitación del salmo y entonces el Prior, ayudado del P. Sacristán, le quita la capa negra y la cogulla de novicio mientras dice: «Que Dios te despoje del hombre viejo y de sus acciones»; y le pone la cogulla de profeso diciendo: «y te revista del hombre nuevo que ha sido creado por Dios en verdadera justicia y santidad».
- ¿Cuando lee la fórmula de la Profesión?
- Seguidamente, el nuevo profeso lee la fórmula de Profesión que lleva escrita en un papel. Es una venerable fórmula que, salvo alguna pequeña variante, se remonta a los primeros años de la fundación de la Cartuja: «Yo, fray N., prometo (por tres años) estabilidad, obediencia y conversión de mis costumbres, delante de Dios y de sus Santos y de las Reliquias de este yermo, que está construido en honor de Dios y de la bienaventurada siempre Virgen María y de San Juan Bautista, en presencia de Dom N., Prior»[29]. Una vez entregado el papel al Prior, sigue recitando el salmo 16 que había interrumpido: «El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad... Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha». Difícil encontrar un texto más apropiado al momento que esta hermosa pieza del salterio, recitada por el nuevo profeso con voz entrecortada por la emoción.

LA PROFESIÓN SOLEMNE

- ¿Y la Profesión solemne?
- También la Profesión solemne tiene lugar en la Misa conventual y reviste especial solemnidad.
- Cuando concluye el canto del Credo, el que ha de profesar sale de su puesto en el coro y ante las gradas del presbiterio canta, con voz pausada, este versículo del salmo 118, que repite tres veces: «Sostenme con tu promesa, y viviré; que no quede frustrada mi esperanza». La Comunidad responde en el mismo tono repitiendo el mismo versículo que termina con el Gloria Patri.
- ¿Y el momento más emocionante?
- Se hace un gran silencio mientras el futuro profeso, arrodillándose delante de cada uno de los monjes pide con voz suplicante: «Hermano, ruega por mí». Luego sube al presbiterio y delante del Prior lee la fórmula de Profesión escrita y firmada por él en un pergamino. El texto es el mismo que el de la profesión temporal, pero ahora dice «prometo por siempre», en lugar de «por tres años». Una vez leída la fórmula de Profesión, deposita el pergamino sobre el altar indicando, por este gesto, que queda definitivamente consagrado a Dios. Postrado a los pies del Prior, el profeso escucha una larga oración por la que el Prior pide a Dios se digne conservar siempre en el recto camino de la disciplina regular al nuevo profeso, de forma que, despreciando los halagos de la carne y gustando la dulzura de los bienes espirituales, no preste oídos a las falsas voces de los pastores extraños sino a la de Jesucristo que dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que me siga».


LA MISA CARTUJANA

- ¿La Santa Misa que celebran Vds. todos los días es exactamente igual a la que se puede oír en cualquier iglesia?
- La liturgia eucarística se celebra en la Cartuja según un rito monástico, tomado probablemente por los primeros cartujos de la Misa cluniacense más antigua, simplificada en algunas ceremonias. La Misa cartujana es un testimonio todavía viviente -el único- de la Misa romana del s. IX[30].
- ¿Incluso después del Concilio Vaticano II?
- A pesar de que la reforma litúrgica, emprendida a raíz del Vaticano II, ha reducido algunas peculiaridades, la Misa cartujana sigue conservando algunos caracteres propios. Entre otros: el acto penitencial, al comienzo de la Misa, difiere bastante del empleado en el rito romano. La ofrenda del pan y del vino es también distinta. El sacerdote mantiene los brazos en cruz durante la recitación de la Plegaria eucarística y la Misa se termina sin bendición.
- ¿Concelebran?
- Los cartujos sacerdotes, de acuerdo con su vida eremítica, celebran la Misa en las solitarias capillas del claustro. La concelebración sólo es posible en los días que revisten carácter cenobítico o cuando ocurre algún acontecimiento de carácter conventual.
- ¿Cómo es la Misa conventual?
- Todos los días, al rayar el alba, se canta la Misa conventual según un rito extremadamente sencillo y recogido. Cuando en el coro los monjes comienzan el canto del Introito, el sacerdote sale de la sacristía y ora, profundamente inclinado, ante el altar. Saluda a la Comunidad con el Dominus vobiscum, una vez terminado el Introito; se dirige a la cátedra, situada en el lado derecho del presbiterio; recita el Acto Penitencial junto con la Comunidad y escucha del canto del Kyrie y del Gloria. Estas melodías gregorianas son extremadamente sencillas y tan sólo los días solemnes varían un poco. El sacerdote canta la Colecta mientras los monjes permanecen profundamente inclinados sobre sus sillas del coro. La Epístola, leída desde el facistol por un monje instituido Lector o, en su defecto, por el P. Procurador, la escuchan todos sentados y cubiertos con la capucha, incluso el sacerdote. Cuando el coro comienza el canto del Aleluya o del Tracto, el diácono, revestido simplemente con la cogulla eclesiástica, abandona su puesto en el coro y se acerca al sacerdote a quien pide la bendición, extendiendo ante él la estola. Todos escuchan de pie la lectura del Evangelio que, desde el lectorio del presbiterio, lee el diácono. Cuando da comienzo el canto del Ofertorio, el sacerdote sube al altar y el diácono le ofrece al mismo tiempo el pan y el vino, sosteniendo el cáliz, sobre el que va la patena con las formas, con el extremo de un gran paño que lleva colgado del hombro izquierdo.
- ¿Y los días festivos?
- Los domingos y días de solemnidad el sacerdote inciensa la oblata y, a continuación, entrega el incensario al diácono para que, a su vez, inciense en torno del altar. El diácono vuelve al coro y únicamente cuando su ayuda es imprescindible sube al presbiterio. El sacerdote canta la Oración sobre la oblata y el Prefacio, al que sigue el Sanctus, cantado lentamente por el coro.
- ¿Y la Consagración?
- La Plegaria eucarística transcurre en absoluto silencio; el sacerdote permanece casi todo el tiempo con los brazos en cruz y la Comunidad de pie o arrodillada, según la importancia litúrgica del día, y con la capucha calada hasta los ojos para favorecer el recogimiento. Después de la consagración del vino, adoran al Señor presente, postrándose en tierra según costumbre antiquísima, hasta que el diácono da la señal para levantarse. El Pater noster es cantado juntamente por el sacerdote y la Comunidad. El rito de la Paz, antes de la Comunión, se hace, prácticamente, como en el ritual romano. Toda la Comunidad, Padres y Hermanos, tienen facultad para comulgar en la Misa conventual bajo las dos especies, aunque hayan comulgado o vayan a comulgar en otra Misa.
- ¿Algún rito especial?
- Todos los domingos, inmediatamente antes de la Misa conventual, el sacerdote bendice el agua con la que asperja primero en torno del altar y a continuación a los monjes que, en dos filas, se acercan a las gradas del presbiterio cantando una antífona penitencial. Se trata de un antiguo rito de mediados del siglo IX; antiguamente estuvo en uso en todos los monasterios y la Cartuja sigue conservándolo todavía hoy.


LA MUERTE DEL CARTUJO

- ¿Qué es la muerte para un cartujo?
- Para quien pasa la vida tendiendo hacia los bienes eternos, la muerte no tiene el sentido de tragedia irremediable que, tarde o temprano, alcanza a todo hombre. La muerte, por el contrario, es una especie de sacramento que pondrá al monje en posesión de Dios. No siempre la fuerza de la fe logra vencer la sensibilidad y natural repugnancia del hombre ante la muerte, pero jamás el cartujo considera la muerte como una tragedia: hay quienes con el Apóstol desean «morir para estar con Cristo»[31]; otros -los más-, la miran con naturalidad y santa despreocupación; en cualquier caso la leyenda del «Morir tenemos», que presenta al cartujo obsesionado por la idea de la muerte, es absolutamente falsa.
- ¿Muere un cartujo siempre en su celda?
- Aunque los tiempos modernos exigen cada vez más la hospitalización para dar al enfermo los debidos cuidados médicos, el cartujo tiene ilusión por morir en la tranquilidad y pobreza de su celda, rodeado de sus hermanos los monjes. Todavía esto es, por hoy, lo corriente en la Cartuja.
- ¿Y cómo se le ayuda a morir?
- Conforme al sentir de la Iglesia, no esperamos a los últimos minutos para administrar la Unción de los enfermos. Lo hacemos cuando el monje entra en un cierto peligro por enfermedad o senectud. En el caso de un enfermo grave, el P. Prior, revestido de cogulla eclesiástica y estola morada, va a la celda del enfermo acompañado de algunos monjes. Preceden la cruz y el agua bendita. Ya en la celda, tiene lugar el acto penitencial, seguido de una lectura bíblica y de unas preces en forma de letanía. A continuación, el Prior y los sacerdotes presentes, desde su sitio, imponen, al mismo tiempo y en silencio, las manos al enfermo. Después de un salmo y una oración., todos cantan el Padre nuestro. Si el enfermo ha de comulgar lo hace entonces. Y mientras el enfermo siga en peligro de muerte, los monjes se van turnando de forma que, día y noche, el enfermo está acompañado. Así, entre los fervorosos rezos de sus hermanos, el cartujo se duerme en el Señor.


EL ENTIERRO EN LA CARTUJA

- ¿Y una vez expirado?
- Vestido con el hábito y cubierto el rostro con la capucha, el difunto es llevado al Capítulo sobre unas parihuelas que en la Cartuja sustituyen a la caja. Se cubre el féretro con un gran paño o cilicio, y los monjes se turnan velando al difunto. Durante los Oficios conventuales se traslada el cadáver a la iglesia y es colocado en medio del Coro.
- ¿Y el entierro?
- Normalmente suele tener lugar después de la Misa conventual de difuntos que oficia el Prior. Terminada la Misa, toda la Comunidad rodea el féretro. El Prior asperja el cadáver y la Comunidad canta los responsorios y preces establecidos en el ceremonial. Acto seguido, se ordena la procesión que, partiendo de la iglesia y atravesando el gran claustro se dirige al cementerio. Un novicio abre la marcha llevando la cruz; le sigue el Prior acompañado del P. Procurador que lleva el incensario; a continuación, encapuchados y en ordenada fila, vienen los monjes del claustro cantando salmos que hablan de esperanza y terminarán con la alegría del Magnificat. El féretro, llevado por cuatro Hermanos, viene detrás de los monjes del claustro e inmediatamente delante de la Comunidad de Hermanos que, también encapuchados y recogidos en silenciosa oración, cierran la comitiva.
- ¿Y en el cementerio?
- Al llegar al cementerio se deposita el féretro junto a la fosa que los Hermanos han abierto algunas horas antes. Se quita el gran paño que cubre al féretro, quedando el cadáver descubierto sobre una simple tabla que sustentan las parihuelas. En este momento se interrumpe la salmodia y el Prior bendice la fosa mientras la Comunidad canta el responsorio: «Esperamos al Salvador y Señor Jesucristo que reformará el cuerpo de nuestra vileza conforme a su cuerpo glorioso»[32], que el Prior termina con una oración. Entonces el cuerpo del difunto es bajado cuidadosamente a la fosa y varios Hermanos comienzan a cubrirla con tierra. La Comunidad reanuda la salmodia hasta que los Hermanos concluyen con la tarea de cubrir la fosa. El Prior bendice por última vez la tumba ya cubierta y termina la ceremonia del entierro con una hermosa oración: «Ilumina, Señor, el alma de tu siervo, cuyo cuerpo descansa ahora en las sombras de la muerte» (pág. 27 del «Officium sepulturae»).
- ¿Qué queda de un cartujo en esta vida?
- Sobre la sepultura queda una sencilla cruz sin nombre, como testigo de una vida que se fue gastando, día a día, en servicio del Señor.



EL «LAUDABILITER VIXIT»

- ¿Acabado el entierro?
- Terminado el entierro, toda la Comunidad se congrega en el Capítulo, donde el Prior hace una breve plática sobre el difunto.
- ¿Se canonizan cartujos?
- No hay costumbre en la Cartuja de introducir causas de canonización. Sin embargo, según una antigua tradición, al monje que se ha distinguido por la santidad de su vida, se le puede conceder que en la lista de difuntos, enviada en la Carta del Capítulo General, se añada a su nombre estas dos palabras: «Laudabiliter vixit» (vivió laudablemente). La alabanza no parece excesiva, pero resulta muy difícil de conseguir. En otros tiempos se concedía con más facilidad; hoy, además de la aprobación del Capítulo General, la costumbre exige que la Comunidad vote unánimemente, reconociendo la vida santa del difunto. La unanimidad, en Comunidad, es ya de por sí algo poco frecuente y, cuando se trata de valorar las virtudes del difunto, los monjes suelen ser muy exigentes, aplicando aquella ley según la cual una cosa buena debe serlo íntegramente, mientras basta cualquier pequeño defecto para que no lo sea[33].
- ¿Algún santo en los últimos años?
- En los últimos años han fallecido personas conocidas en la Orden por sus virtudes excepcionales; incluso una persona favorecida con los estigmas y otras gracias extraordinarias. Pero no han conseguido el «Laudabiliter vixit».
- ¿Pero alguno habrá...?
- Aunque difícil de conseguir, no es imposible, y de vez en cuando aparece algún «Laudabiliter vixit» en las listas de los difuntos. Desde 1955 hasta el presente han fallecido en Miraflores diez monjes, todos profesos de la Casa, y se ha concedido un solo «Laudabiliter vixit», a Dom Martín Hernández, fallecido en 1962. La Comunidad y el Capítulo General estuvieron sin duda acertados reconociendo la santa vida de este oscuro monje, modelo de observancia y de virtud. que dominó con perfección el envidiable arte de saber impregnar toda su vida de una paz y de una sencillez celestiales.


Capítulo 8. El gobierno de la Orden




DE LAS «CONSUETUDINES CARTUSIAE»
A LOS «ESTATUTOS DE LA ORDEN CARTUJANA»

- ¿Cómo es la legislación por la que se rige la Cartuja?
- La historia de la legislación cartujana es bastante complicada; en este punto y en algunos otros guarda curiosas semejanzas con la Constitución inglesa.
- ¿El fundador, san Bruno, escribió Reglas?
- San Bruno no escribió Regla alguna y la Orden tampoco quiso adoptar ninguna de las Reglas en uso entre los monjes de la Edad Media.
- ¿Y con qué reglas vivían los primeros cartujos?
- Los ermitaños de Chartreuse sencillamente conservaban el espíritu y los usos monásticos establecidos por san Bruno y sus compañeros.
- ¿Cómo surgió la «necesidad» de tener una Regla?
- El género de vida practicado en Chartreuse pronto tuvo admiradores, y algunos grupos eremíticos similares pidieron a Dom Guigo, quinto Prior de la Cartuja, que les pusiera por escrito los usos monásticos de Chartreuse. Dom Guigo negóse a realizar esta obra, pues, como dice en el Prólogo de las «Consuetudines», los ermitaños de Chartreuse no hacían nada que no se encontrase en los escritos de San Jerónimo, en la Regla de San Benito y en otras fuentes conocidas; además Dom Guigo pensaba humildemente que era más propio del ermitaño recibir enseñanzas que darlas. Sin embargo Dom Guigo tuvo que ceder cuando, a las insistencias de los Priores de los grupos eremíticos, se unieron los ruegos del santo y ya viejo obispo Hugo de Grenoble a quien los cartujos debían tanto.
- ¿En qué año ocurría esto?
- La fecha puede situarse entre 1121 y 1128. Entonces vieron la luz las «Consuetudines Cartusiae», consideradas como la «Carta Magna» de la Cartuja. Deliberadamente Dom Guigo evita el tono imperativo de una Regla y adopta el género literario epistolar, aunque en realidad se trata de algo más que de una carta.
¿Son verdaderas Reglas?
- Las Consuetudines no tienen el orden y precisión de la Regla de San Benito; sin embargo, dan una idea completa del espíritu y los usos seguidos en Chartreuse, que era lo que en definitiva se pidió a Dom Guigo.
- ¿Cuántos capítulos tienen las Consuetudines de la Cartuja?
- Los ochenta capítulos de las Consuetudines tratan sucesivamente de la liturgia, de los monjes del claustro y de los monjes laicos. Algunos capítulos, como el último, dedicado a la vida solitaria, son de gran valor espiritual. En el prólogo se nombran sólo tres Priores que le instaron a escribir: sin embargo sabemos que fueron bastantes más los que aceptaron las Consuetudines Cartusiae como si se tratase de una Regla.
- ¿Tuvieron éxito las Costumbres?
- La adopción de las Consuetudines estrechó los lazos de unión entre las comunidades, de forma que bien pronto se pensó en una unión estable y definitiva. Probablemente en 1140, ante las insistencias de las comunidades que habían adoptado las Consuetudines, San Antelmo, séptimo Prior de la Gran Cartuja, aceptó presidir la reunión de los Priores en un Capítulo General. Para poder someter las Casas a la obediencia del Capítulo General, fue necesario que cada Casa pidiera la exención a sus obispos respectivos. Seis de las nueve Casas lo consiguieron para esta primera reunión de 1140 y las otras tres lo conseguirían más tarde. Se determinó tener el Capítulo General en la Gran Cartuja todos los años para corregir las posibles desviaciones y conservar la observancia de las Casas. El Prior de la Gran Cartuja sería el Presidente, pero tanto él como los otros Priores prometerían obediencia al Capítulo por sí mismos y por sus respectivas Casas.
- ¿Hubo reformas o añadidos?
- Año tras año, los Capítulos Generales, ante las nuevas exigencias, completaron, modificaron o añadieron nuevos usos.
- ¿Se exageró?
- Las actas u Ordenaciones de los Capítulos se coleccionaban por orden cronológico y separadas de las Consuetudines. Estas seguían siendo la legislación básica y se las consideró desde el principio como algo intangible. Con el tiempo el número de Ordenaciones aumentó de forma que su consulta resultaba excesivamente penosa.
- ¿Quién codificó todo este «monumento legislativo»?
- En 1259 el Rvdo. P. Dom Riffier quiso solucionar este problema clasificando todas las Ordenaciones de los Capítulos por materias, siguiendo el orden de las Consuetudines.
- ¿Y qué nombre se dio a esta nueva clasificación?
- A esta obra se le llamó más tarde ANTIGUOS ESTATUTOS y se promulgó en 1271.
- ¿Y sigue... intocable?
- Un siglo más tarde el Rvdo. P. Dom Raynaldi hizo el mismo trabajo con las Ordenaciones aparecidas desde entonces, y a esta obra se le llamó NUEVOS ESTATUTOS.
- ¿Acabó ahí la legislación cartujana?
- En 1509 fue necesario realizar la misma tarea con las Ordenaciones aparecidas desde la promulgación de los NUEVOS ESTATUTOS, y así nació la TERCERA COMPILACIÓN, obra del Rvdo. P. Dom Francisco Dupuy. Como se ve la legislación cartujana se hallaba diseminada en cuatro obras concebidas según un plan idéntico. Los inconvenientes eran graves: había prescripciones repetidas hasta cuatro veces en términos semejantes. Por eso, si alguien quería consultar un determinado punto de observancia, se veía obligado a estudiar las cuatro obras y hacer un estudio comparativo de los textos. Para facilitar esta búsqueda Dom Dupuy ideó un «Repertorium Statutorum», es decir, un índice de materias, obra de evidente utilidad pero excesivamente voluminosa.
- ¿Y se hizo un nuevo trabajo?
- Era necesario idear otro método que hiciera más asequible a todos la legislación de la Orden.
- ¿Cuándo se realizó esta labor?
- La ocasión propicia la ofreció el Concilio de Trento, algunos de cuyos decretos afectaban a las órdenes religiosas.
- ¿Como fue?
- En 1570 el Rvdo. P. Dom Bernardo Carasse se propuso refundir, en una obra única, las cuatro precedentes y todas las Ordenaciones aparecidas después de la TERCERA COMPILACIÓN. Después de ser examinada por todas las Casas de la Orden, la nueva obra vio la luz en 1578 con el título de NUEVA COLECCIÓN DE LOS ESTATUTOS, Esta obra de fácil manejo fue editada varias veces hasta el siglo pasado.
- ¿Y sigue intacta hasta ahora?
- La segunda edición preparada por el Rvdo, P. Dom Le Masson añadía notas marginales para la mejor comprensión de los textos. Esto motivó fuertes protestas en las Cartujas españolas y la edición tuvo que ser examinada cuidadosamente por una comisión de cardenales, que introdujeron diez y nueve pequeñas modificaciones.
- ¿Y cuándo fue promulgada esta Edición?
- Los Estatutos así rectificados fueron aprobados en forma específica por Inocencio XI en 1688[34].
- ¿Les afectó a Vds. los cartujos la aparición del Derecho Canónico?
- Al aparecer el Código de Derecho Canónico en 1917, fue necesario revisar la legislación en varios puntos. Una vez hechas las enmiendas oportunas y suprimidos los puntos caídos en desuso, el papa Pío XI, por la Bula Umbratilem del 8 de julio de 1924, los aprobaba también en forma específica. Aunque se quiera presentar esta obra como una sexta edición de la NUEVA COLECCIÓN DE ESTATUTOS, los cambios introducidos no permiten considerarla así, y, de hecho, recibió un nuevo título: ESTATUTOS DE LA ORDEN DE LOS CARTUJOS.
- ¿Y hoy día, con el Concilio Vaticano II?
- Por mandato del Concilio Vaticano II, ha sido necesario emprender «una adecuada renovación de nuestro género de vida, según la mente de los decretos del mismo Concilio, guardando como la cosa más sagrada nuestro retiro del mundo y los ejercicios propios de la vida contemplativa»[35]. Esta es, sin duda alguna, la revisión más profunda y completa de la legislación cartujana de todos los tiempos.
- ¿Pero cómo ha quedado la observancia cartujana después del Vaticano II?
- En los ESTATUTOS RENOVADOS la observancia sigue siendo esencialmente la misma que en tiempos de San Bruno. Las Consuetudines es el texto más citado después de la Sagrada Escritura. Aparecen también con frecuencia textos del Concilio Vaticano II, de las cartas de San Bruno y, sobre todo, aunque rara vez se citen literalmente, de las Ordenaciones de los Capítulos Generales que, a través de los siglos, han ido perfilando el ideal cartujano.
- ¡Pero tiempos nuevos, costumbres nuevas!
- Sí. Y, en este sentido, conviene recordar que en 1983, Juan Pablo II promulgó el nuevo Derecho Canónico lo que obligó a la Orden a retocar algunos puntos de los Estatutos Renovados. Estos se llaman ahora ESTATUTOS DE LA ORDEN CARTUJANA y no han alterado el contenido de los Estatutos Renovados de 1973.
- Los nuevos tiempos traen nuevas realidades y valores positivos que la Orden trata de aceptar con cautela. Por revolucionarios que sean los nuevos tiempos, no se puede prescindir de unas observancias y usos casi milenarios sin comprometer peligrosamente la propia identidad de la Orden. Por tanto, ésta ha de aprender el difícil arte de vaciar el vino viejo en odres nuevos.



EL CAPÍTULO GENERAL

- ¿La legislación moderna tiene aceptación en la Cartuja?
- Algunos juristas consideran a los Capítulos Generales de las órdenes religiosas como los inmediatos precursores de los Parlamentos modernos. El Capítulo General de la Cartuja, como institución jurídica, ha sido objeto de algunos estudios cuyas conclusiones no pueden ser más favorables[36].
- Si, ya es un dicho universal «Cartuja nunca extinguida porque nunca reformada».
- La importancia del Capítulo General reside, principalmente, en que ha sido el instrumento providencial que ha mantenido a la Orden unida y fiel al espíritu y a la observancia de los primeros tiempos.
- ¿Cada cuánto tienen Vds. Capítulo General?
- Cada dos años, todos los Priores y Vicarios de monjas[37] llegan a la Gran Cartuja la víspera del quinto domingo de Pascua. Si algún Prior o Vicario de monjas se encuentra impedido, envía algún monje para que le represente en el Capítulo. El conjunto de todos los reunidos para el Capítulo General se denomina Asamblea plenaria. Al dictamen de la Asamblea se someten las cuestiones generales relativas a toda la Orden, pero, en realidad, el peso del Capítulo lo lleva el Definitorio.
- ¿Qué es el Definitorio?
- Este se compone de ocho monjes elegidos por la Asamblea plenaria entre los presentes, aunque sean Hermanos, como a veces sucede. El Reverendo Padre preside tanto la Asamblea plenaria como el Definitorio. Ninguno de los ocho definidores puede ser nombrado para el mismo cargo en el próximo Capítulo.
- ¿Cuál es la misión del Definitorio?
- El Definitorio examina detalladamente todos los asuntos relativos a las Casas y a las personas de la Orden. Puede promulgar Ordenaciones, es decir, decretos sobre la manera de aplicar los Estatutos a situaciones concretas, pero no puede introducir ni abrogar un punto de observancia ni imponer textos litúrgicos nuevos.
- ¿Cuándo adquieren fuerza las nuevas Ordenaciones?
- Las Ordenaciones del Capítulo General, aunque deben ser obedecidas escrupulosamente desde el momento en que son promulgadas, no adquieren fuerza de ley hasta que, pasados dos años de experiencia, el nuevo Capítulo General las apruebe expresamente; de no hacerlo así, quedan abrogadas.
- ¿Y es esto prudente?
- Este sistema legislativo, tradicional en la Orden, hace que los decretos sean mesurados y objetivos, pues, además de la experiencia de dos años, toda la Asamblea plenaria dará su dictamen antes de la aprobación definitiva.
- ¿Cuántos votos favorables se requieren para introducir un cambio?
- Para cualquier cambio importante en la observancia se requiere el voto favorable de los dos tercios de toda la Asamblea.
- Ante las conclusiones del Capítulo General, ¿qué hacen los Superiores?
- Todos los Superiores prometen obediencia al Capítulo por sí y por sus Casas, a la vez que piden la «misericordia», es decir, que se les absuelva de su cargo. El Definitorio deliberará sobre la conveniencia de absolver, confirmar en el cargo o trasladar de Casa a los Superiores, pues en la Cartuja los cargos ni son vitalicios ni por un tiempo determinado, sino por tiempo indefinido.
- ¿El Reverendo Padre tendrá sus consultores?
- El Consejo del Reverendo Padre tiene, entre otras, la misión de examinar si las Ordenaciones introducen cambios sustanciales en la observancia.
- ¿Cómo se prepara un Capítulo General?
- Unos meses antes del Capítulo, el Reverendo Padre, recibidas las peticiones de los Priores y después de someterlo a la aprobación de su Consejo, determina los principales temas que habrán de tratarse y los comunica a todos los que tienen voto en la Asamblea plenaria. De esta forma al ir al Capítulo los Priores llevan ya estudiados los asuntos que tendrán que juzgar.
- ¿Qué puede hacer un cartujo que no sea Superior?
- Cualquier monje puede dirigirse por carta al Capítulo General o al Reverendo Padre exponiendo la conveniencia de tratar algunos temas determinados.


EL REVERENDO PADRE

- ¿Cuál es la misión del Reverendo Padre?
- Una vez terminado el Capítulo General, los Priores vuelven a sus Casas y es el Reverendo Padre quien detenta el poder del Capítulo, cuya autoridad ejercerá «siempre que lo exija el bien de la Orden y no se pueda esperar hasta el próximo Capítulo General».
- ¿Quiénes le ayudan?
- Le ayudan en esta tarea el Procurador General y cuatro monjes elegidos por la Asamblea entre todos los Priores de la Orden. Estos consejeros residen en sus propias Casas y el Reverendo Padre les consulta por carta. Si el caso lo exigiera, les reúne en la Gran Cartuja.
- ¿Dónde reside habitualmente el Reverendo Padre?
- El Reverendo Padre, siguiendo una venerable tradición de la Orden, jamás sale de los términos de la Gran Cartuja. A pesar de ello posee un conocimiento muy completo de las Casas, gracias a los informes del Definitorio y de los Visitadores, además de la correspondencia personal con los Priores.
- ¿Qué poderes tiene el Reverendo Padre?
- Los poderes que de hecho ejerce el Reverendo Padre son numerosos e importantes: en general se requiere su permiso para admitir a cualquier candidato a los Votos o a la Donación. Él es quien nombra Prior, si una Casa renuncia al derecho de elegirlo por sí misma. Puede también deponer a un Prior o cambiar a un monje de Casa. Su consentimiento se requiere también en lo relativo a la administración de los bienes, construcción de edificios, etc..., cuando la cantidad de dinero excede una tasa determinada. El Reverendo Padre da también los permisos para hospitalizar a un monje o para vivir exclaustrado, si la enfermedad u otra causa legítima así lo exigiera.
- ¿Quién elige al Reverendo Padre?
- Como Prior de la Gran Cartuja, el Reverendo Padre es elegido por dicha comunidad. Una vez elegido, los Confirmadores que han presidido su elección lo notifican a todos los Priores, Vicarios de monjas y Prioras.
- ¿Esta decisión es aceptada por los cartujos de todo el mundo?
- Todos esos Superiores se reúnen sin demora en la Gran Cartuja y tienen la facultad de aceptar o rechazar al elegido. Si juzgan que el elegido no es idóneo para el cargo, la comunidad de la Gran Cartuja tendrá que elegir otro. El elegido y aceptado como Reverendo Padre no puede negarse a aceptar el cargo.
- ¿Quién representa a los cartujos en el Vaticano?
- En Roma el Reverendo Padre está representado por el Procurador General. Es un cargo de gran importancia y ocupa el primer puesto después del Reverendo Padre.




LOS VISITADORES

- ¿Tienen Vds. Visitadores?
- La Visita canónica es otro de los puntales de la observancia cartujana.
- ¿Quién los nombra?
- El Capítulo General nombra dos Visitadores, generalmente Priores, para cada Provincia, de forma que todas las Cartujas reciben una visita cada dos años.
- ¿Cuál es su misión?
- Los Visitadores conversan personalmente con cada uno de los monjes y toman conciencia de sus preocupaciones y de los asuntos de la Casa referentes a la observancia regular. Visitan las obediencias, examinan los libros de cuentas y no escatiman tiempo y medios para formarse una idea clara de la marcha de la Casa. Si observan algo no conforme a la observancia, dejan constancia de ello en una carta que se lee en público el 26 de Diciembre y el Lunes de Pascua. En privado pueden también hacer las observaciones que juzguen oportunas.
- ¿Qué poderes tienen?
- Para poder ejercer bien su función, los Visitadores gozan de amplios poderes durante la Visita: pueden, por causas graves, deponer a un Prior y, por causas menos graves, a cualquiera de sus Oficiales; pueden también trasladar a un monje a otra Casa de la Provincia. De todo lo observado, los Visitadores dan cuenta al Reverendo Padre; y juntamente con él contribuyen a mantener las Casas en la línea de la observancia.
- ¿Cuál es el fruto de las Visitas canónicas?
- Al final de este resumen de la legislación cartujana, se puede afirmar que la conocida fórmula de Dom Nicolás Molin: «Per silentium, solitudinem, Capitulum Generale, visitationes, Cartusia permanet in vigore»[38] se acerca mucho a la realidad. «Gracias al silencio, a la soledad, al Capítulo General y a las Visitas canónicas, la Cartuja permanece en vigor».


Capítulo 9. El gobierno del Monasterio



EL PRIOR

- ¿La Cartuja tiene Abad?
- La dignidad abacial no ha existido nunca en la Cartuja.
- ¿Quién es la máxima autoridad en cada Cartuja?
- El Prior es superior mayor según el Derecho, y es él quien gobierna el monasterio, ayudado por algunos monjes llamados «Oficiales» en razón del oficio que desempeñan.
- ¿Cómo es elegido el Prior?
- Normalmente el Prior es elegido por la Comunidad. Cuando una Casa se queda sin Prior, se consulta a la Comunidad para ver si desea elegir ella nuevo Prior, o prefiere que sea el Capítulo General o el Reverendo Padre quien lo nombre.
- ¿Todas las Casas pueden elegir Prior?
- Una Casa puede elegir Prior si hay en ella por lo menos seis profesos que puedan votar. Los que no son profesos de la Casa electora, para poder tener voto en la elección, necesitan haber pasado un año íntegro en dicha Casa.
- ¿Qué costumbres tienen los cartujos para elegir Prior?
A la elección precede un ayuno de tres días y al final de Laudes y Vísperas se canta el himno Veni Creator para impetrar la ayuda del cielo en un asunto tan importante. Mientras tanto, son convocados dos Priores de la Orden, generalmente los Visitadores de la Provincia, para que presidan la elección de Prior como Confirmadores. Llegados a la Casa electora se unen a la oración y silencio de los monjes, y no se entrometen para nada en la elección, limitándose a velar para que todo se desarrolle según las normas establecidas.
- ¿Qué pasa el día de la elección?
- El día de la elección asiste toda la Comunidad a la Misa del Espíritu Santo que celebra uno de los Confirmadores. Después, reunidos en la sala capitular, los monjes oyen una exhortación de los Confirmadores al final de la cual salen quienes carecen de voto: novicios, profesos temporales y donados, quedando sólo los electores.
- ¿Cómo es el escrutinio?
- El escrutinio es secreto; cada elector escribe en una papeleta el nombre del que pretende elegir, mete la papeleta en un sobre y lo entrega a los Confirmadores. Terminado el escrutinio, los Confirmadores hacen el recuento de los votos para ver quién es el que más ha obtenido.
- ¿Cuántos votos se necesitan para ser elegido?
- Nadie puede ser elegido si no obtiene por lo menos la mitad de los votos más uno.
- ¿Y si nadie los alcanza?
- Si nadie alcanza este número habría que proceder a efectuar un nuevo escrutinio; pero si alguien resulta elegido, el Confirmador principal dice en voz alta: «Tenemos Prior», a la vez que declara nombre del elegido, la Casa de Profesión y el cargo que quizá desempeñaba; también indica el número de votos que ha obtenido.
- ¿El elegido es «ipso facto» Prior?
- Antes de confirmarle como Prior, se da un plazo de tiempo para que se pueda objetar contra la forma de la elección o contra la persona del elegido.
- ¿Cómo es la ceremonia de la confirmación?
- La Confirmación de Prior es una sencilla ceremonia que tiene lugar en el Capítulo, donde se encuentra reunida toda la Comunidad. El Confirmador principal dice en voz alta: «Nosotros N. y N., humildes Priores de las Casas N. y N., elegidos por vosotros para presidir vuestra elección, con la autoridad de nuestros Estatutos os confirmamos como Prior de esta Casa a Dom N., profeso de tal Casa, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», a lo que la Comunidad responde: Amén.
- ¿Cómo es la investidura de Prior?
- La instalación del Prior es igualmente una ceremonia familiar a la que no asiste ningún invitado. A la hora convenida, los Confirmadores conducen al Prior a la silla de su predecesor en la iglesia, asiéndole de la cogulla. La Comunidad entra también en la iglesia y todos juntos hacen oración. A continuación, reunidos en el Capítulo, todos los monjes se van acercando uno por uno y arrodillados ante el nuevo Prior le prometen obediencia y le dan un abrazo. El día de instalación del Prior es de regocijo familiar: se come en el refectorio y no se ayuna, a no ser que se trate de ayuno muy principal.
- ¿Qué dicen los Estatutos de la Cartuja sobre el Prior?
- Los Estatutos recuerdan al Prior que su cargo no es un honor sino un servicio a sus hermanos, a quienes aprovechará con su palabra, pero sobre todo con su vida.
- ¿Externamente, en qué se distingue el Prior?
- El Prior no usa ningún signo que le de a conocer como Prior y, aunque ocupa el primer puesto en los actos de comunidad, nadie podría distinguirle de un Hermano. Los monjes le tratan con reverencia pero con naturalidad, prescindiendo de cualquier clase de ceremonial. «El Prior es el primero entre iguales («primus inter pares»); su misión es dirigir a sus iguales, de los cuales es el servidor y no el señor»[39]. Esta frase, que podría parecer muy moderna, es, en realidad, la interpretación de la autoridad del Prior dada, en el siglo XVII, por el Reverendo Padre Dom Le Masson, el cual, curiosamente, ha pasado a la historia con fama de autoritario[40].
- ¿Cuál es la misión principal del Prior?
- El Prior recibe las profesiones de los monjes y lleva la alta dirección de los asuntos de la Casa, vela por la observancia y debe ser el «padre común de todos en el monasterio»[41], a quien «puedan acudir los monjes como al amparo de un padre bondadoso y abrirle espontáneamente su alma si lo desean»[42]. Todo esto exige del Prior que esté desprovisto de miras humanas y posea un grado muy elevado de espíritu sobrenatural.
- ¿Qué horario cumple el Prior?
- Aunque no goza, a causa de su oficio, de la misma soledad y quietud que los demás monjes, sin embargo su ambiente sigue siendo la vida recogida de la Cartuja. No acostumbra a salir de casa «sin verdadera necesidad», sobre todo en Adviento y Cuaresma. Tampoco acostumbra a comer con los huéspedes, a no ser que se trate de personas a quienes no se les puede negar fácilmente esta atención, ni deja de asistir a los actos de comunidad por atenderles.
- ¿Alguna anécdota?
- Monseñor Camus refiere a este particular una candorosa anécdota que sucedió a San Francisco de Sales cierta vez que fue huésped en la Gran Cartuja de la cual era Prior su amigo Dom Bruno d'Affringues. «He aquí, dice Monseñor Camus, lo que Francisco de Sales me contó una vez con un sentimiento sin igual. Después de haber predicado en Grenoble el Adviento y la Cuaresma en 1618, antes de volver a su residencia, tuvo el deseo de visitar la Gran Cartuja que no distaba más de tres leguas de la villa, en un desierto que, siendo espantoso, era sin embargo muy recogido.
«Cuando el bienaventurado Francisco se dirigió allí era Prior y General de toda la Orden Dom Bruno d'Affringues, hombre de profunda ciencia y de una humildad y simplicidad aún más profundas. No teniendo nada de esa ciencia que hincha, tenía mucho de la caridad que edifica. Yo le he conocido y sólo he visto en él suavidad, candor, bondad, todo ello junto a una consumada ciencia que parecía infundida del cielo y que superaba las posibilidades humanas. Gobernó este santo asilo durante mucho tiempo con tanta prudencia que su recuerdo será bendito.
«Recibió a nuestro bienaventurado de una manera digna de su piedad, candor y sinceridad. Os haré saber un detalle de esta hospitalidad que Francisco de Sales tanto ensalzaba. Después de haberle conducido a una de las habitaciones de los huéspedes y de haber conversado con el Santo Obispo de cosas totalmente celestiales, se dio cuenta de que era una fiesta de la Orden, lo que obligó a este hombre tan bondadoso a despedirse de nuestro Francisco, no sin decirle que muy a gusto se hubiera quedado con él hasta la hora de su cena y del descanso, pero que juzgaba ser conforme a su piedad el preferir la obediencia al sacrificio de la cortesía y que se retiraba a la celda a la hora establecida para poder asistir de noche a los Maitines. El bienaventurado Francisco aprobó calurosamente esta exactitud en la observancia y el bueno de Dom Bruno se excusó una vez más por tratarse de la festividad de un santo muy estimado en la Orden.
«Habiéndose despedido con todas las pruebas de respeto y deferencia que se pueden desear, y retirándose a su celda, se encontró con uno de los oficiales de la Casa que le preguntó a dónde iba y en dónde había dejado a Monseñor de Ginebra. «Le he dejado en su habitación y me he despedido de él para retirarme a la celda e ir esta noche a Maitines, a causa de la fiesta de mañana». ¡En verdad, Reverendo Padre, le dijo este oficial, sois muy entendido en cuestiones de cortesía! ¿Tenemos todos los días en este desierto prelados de esta talla? ¿No sabéis que Dios se complace en los sacrificios de la hospitalidad y de la bondad? Siempre tendréis tiempo para cantar las alabanzas de Dios: los Maitines no os faltarán. Pero ¿quién puede tratar mejor que vos a tal prelado? ¡Qué vergüenza para la Casa que le dejéis solo! -Hijo mío, dijo el Reverendo Padre, creo que tenéis razón y que he obrado mal».
«Sin detenerse, volvió hacia Monseñor de Ginebra, y encontrándole en su habitación, le dijo: «Monseñor, al irme, he encontrado uno de nuestros oficiales y me ha dicho que he cometido una descortesía dejándoos solo y que puedo recuperar los Maitines, pero que no siempre tendremos un Monseñor de Ginebra. Creo que es verdad y por eso he vuelto para pediros perdón y rogaros que excuséis mi impertinencia, pues os aseguro que 'ignorans feci' y que no miento».
»El bienaventurado Francisco quedó asombrado de esta admirable sencillez, ingenuidad, simplicidad, y me dijo que esto le dejó más admirado que si hubiera visto hacer milagro»[43].


EL VICARIO

- ¿Podría definirme el cargo de Vicario?
- El Prior de Chartreuse pasaba una semana de cada cinco en la «Casa de abajo», llamada así porque estaba situada a más de 3 km. de las celdas de los Padres, en un lugar 300 metros más abajo. Allí vivían los Hermanos con el Procurador. En ausencia del Prior un monje hacía sus veces presidiendo la comunidad de los Padres. A partir del siglo XIII comenzó a darse el nombre de Vicario al monje que sustituía al Prior y, como muestra de respeto, se le asignó el primer puesto en comunidad después del Prior, tal y como se viene observando hasta nuestros días.
- ¿Qué misión apostólica tiene el Vicario?
- Los Estatutos dedican un capítulo entero al Vicario recordándole sus obligaciones y las cualidades de que debe estar adornado: debe ser una persona en quien el Prior pueda tener plena confianza y servirse de sus consejos; que siempre, pero en especial estando ausente el Prior, brille ante los demás por su observancia regular y el amor a la paz. Estando ausente o impedido el Prior, el Vicario hace sus veces; sin embargo fuera de este caso excepcional, el ámbito de su cargo es el claustro de los Padres, cuyas recreaciones y paseos preside; soluciona las pequeñas cuestiones que se pueden presentar en la vida diaria y da los permisos comunes que no requieran especial autorización del Prior.
- ¿Algo especial?
- En el Capítulo lee, en fechas determinadas, las Cartas del Capítulo General y de la Visita que él guarda en su celda con otros documentos oficiales; señala las lecturas de la Iglesia según los tiempos litúrgicos y ordena lo que se ha de leer en el refectorio.


EL PROCURADOR

- ¿Quién es el Procurador?
- El Prior descarga el peso de la administración temporal del monasterio en un monje a quien se conoce con el nombre de Procurador. De su competencia son todos los asuntos relativos a la administración, aunque dependiendo siempre de la dirección del Prior, sin cuyo permiso no puede efectuar compras ni ventas de importancia.
- ¿Cuando algún monje necesita alguna cosa para la vida diaria?
- Todo lo que los monjes necesitan, lo deben pedir al Procurador, por medio de una breve nota que dejan en el ventanillo de su celda o en un buzón especial colocado en un lugar accesible.
- ¿Y cuando un cartujo está enfermo?
- Propio del oficio del Procurador es visitar a los monjes enfermos, preocuparse por su salud y procurarles todo lo necesario. Para realizar bien este importante deber, el Procurador se sirve de un Hermano enfermero, que con frecuencia posee algún título sanitario, y si se precisa llama al médico de casa o se recurre al dictamen de un médico especialista.
- Y las visitas a huéspedes, ¿quién las atiende?
- El Procurador recibe y atiende a los huéspedes, pero rara vez come con ellos.
- ¿Qué otros cargos tiene el Procurador?
- Además de los trabajos propios de la administración temporal, el Procurador preside la comunidad de Hermanos, dirige las obediencias y determina los trabajos que se deben realizar; es normalmente el Maestro de los novicios Hermanos, cuya formación religiosa y espiritual debe dirigir.
- Mucho trabajo para un solo cartujo...
- Este conjunto de obligaciones tan dispares exigen del Procurador una difícil armonía: habilidad para los asuntos materiales y, a la vez, una profunda vida sobrenatural de piedad y recogimiento. El Estatuto reconoce la dificultad de hermanar estas dos cosas y recomienda al Procurador que «aunque a imitación de Marta, cuyo oficio asume, tenga que afanarse y preocuparse por muchas cosas, sin embargo no debe abandonar por completo el silencio y la quietud de la celda, ni perderles del todo la afición: antes bien, en cuanto se lo permitan los asuntos de la Casa, se acogerá siempre al retiro de su celda como al abrigo del más seguro y tranquilo puerto, para que allí., orando, leyendo y meditando, se sosieguen las turbulencias de su ánimo nacidas del cuidado y administración de las cosas temporales, y pueda, al mismo tiempo, llenar su interior de algunos pensamientos saludables que luego expondrá con unción y sabiduría a los Hermanos a él confiados»[44].
- ¿Requiere el Procurador la colaboración de alguien?
- Para hacer el trabajo del Procurador más llevadero, algunas Casas tienen varios Procuradores y, a veces, un Hermano se encarga de los asuntos materiales; sin embargo, esto no suele ser lo ordinario.


EL MAESTRO DE NOVICIOS

- ¿Después del Prior el cargo más importante será el de Maestro de Novicios?
- La formación de los novicios del claustro se encomienda a un monje que, en palabras de los Estatutos, se distinga por su caridad, observancia religiosa y sea experimentado en las cosas de la Orden: que sienta especial afición a la quietud de la celda e irradie amor por la vocación. Para que el Maestro pueda vivir enteramente entregado al recogimiento de la celda, no se le ocupa en asuntos secundarios.
- ¿Qué misiones específicas tiene el Maestro de Novicios?
- El P. Maestro examina personalmente las futuras vocaciones y dirige los primeros pasos de los postulantes en la vida religiosa. Examina y prueba a los novicios para que vean con claridad su vocación y se decidan libremente por ella.
- ¿Cuál es su principal trabajo?
- El principal trabajo del P. Maestro consiste en instruir a los novicios en el espíritu de la Orden y en sus observancias, orientarles en la vida espiritual y solucionar sus dudas y dificultades, frecuentes en los comienzos. También los profesos temporales permanecen durante los tres primeros años bajo la dirección del Maestro, exactamente igual que los novicios, aunque les va dejando poco a poco para que se vayan acostumbrando a la completa soledad de la celda.
- ¿Mucha responsabilidad?
- La admisión y formación de los candidatos, que el día de mañana serán el porvenir de la Orden, depende en gran manera del Maestro; de ahí la importancia y responsabilidad de su cargo.



EL SACRISTÁN

- ¿Cómo es tan importante en la Cartuja el Sacristán?
- Para los que no conozcan la vida de la Cartuja resultará extraño incluir al Sacristán entre los Oficiales; sin embargo, siempre se ha considerado como un cargo de cierta importancia. Hasta hace pocos años el Sacristán, junto con el Vicario y el Procurador, era miembro obligado del Consejo, y todavía los Estatutos le dedican buena parte del Capítulo 46, indicándole sus obligaciones y el espíritu con que debe ejercer su piadoso oficio.
- ¿Y qué hace el Sacristán?
- En general, cuida del orden de la iglesia y de las capillas, procura que no falte nada a los sacerdotes y que los ornamentos y demás objetos de culto estén siempre limpios y ordenados. Prepara la tabla de Misas, indicando las intenciones por las que se ha de celebrar y toca la campana a las horas establecidas para los rezos.
- ¿Alguna prerrogativa especial?
- El Sacristán es la única persona que puede rezar el Oficio divino en la iglesia delante del sagrario.



EL CONSEJO

- ¿Quién ayuda en el gobierno al P. Prior?
- El Prior decide por sí mismo de los asuntos ordinarios que se puedan presentar. Cuando se ofreciere alguna cuestión de interés general, puede consultar a la Comunidad antes de tomar una decisión; sin embargo, es más frecuente que para los asuntos de alguna importancia, el Prior reúna el Consejo.
- ¿Cuántos componen el Consejo?
- Éste se compone de los Padres Vicario, Procurador y, por lo menos, dos monjes más, elegidos uno por el Prior y el otro por la Comunidad[45].
- ¿Cuándo se reúne?
- El Consejo se reúne, por lo menos, cuatro veces al año y los temas que en él se tratan son muy variados, de forma que frecuentemente, en una misma sesión, el Consejo delibera, por ejemplo, sobre las aptitudes de un novicio y a continuación pasa a examinar la conveniencia de adquirir determinada maquinaria agrícola.
- ¿De qué tratan?
- Temas obligados que deben ser sometidos al Consejo son: la relación de cuentas a final de año, dar o recibir préstamos, enajenar bienes, etc..., cuyo valor sobrepase una determinada tasa. Cada trimestre el P. Maestro debe informar al Consejo sobre la conducta de los novicios y el Prior no puede anular la Donación de un Hermano sin contar antes con el consentimiento del Consejo.
Este mecanismo administrativo de las Casas resulta sencillo y eficiente y, sobre todo, permite a los monjes vivir ajenos de cuidados y gozar del sosiego interior característico de la Cartuja.

Capítulo 10. Misión de la Cartuja en la Iglesia



ACTUALIDAD DE LA VIDA MONÁSTICA

- Dentro de las familias religiosas de la Iglesia Católica, ¿dónde se encuadran los cartujos?
- Los cartujos pertenecen a aquel estado de la Iglesia designado comúnmente por «religiosos de vida contemplativa» o «monjes».
- ¿Reciben Vds. comprensión de parte de la sociedad?
- La incomprensión de la vida monástica no data de nuestros días. Es, bajo algunos aspectos, natural que sea así: el hombre encuentra gran dificultad para justipreciar los valores espirituales, sobre todo los sobrenaturales.
- ¿No será esta postura algo nueva?...
- Ya San Pablo decía: «El hombre puramente humano no capta las cosas del Espíritu; son para él locura y no puede entenderlas, porque hay que juzgarlas espiritualmente»[46].
- ¿Y... hoy día?
- Hoy, a esta dificultad general para entender los valores puramente espirituales, se añade otra no menor, debida a una mentalidad «horizontalista», que conduce más o menos conscientemente a un humanismo intrascendente y a no ver en la Iglesia otros fines que los sociológicos. Dentro de esta mentalidad, la vida monástica, consagrada exclusivamente a Dios, parece un angelismo pasado de moda.
- ¿A qué se debe esta incomprensión?
- Esta posición no puede explicarse sino por ignorancia de la doctrina de la Iglesia, o, lo que sería peor, por un desacuerdo con el Magisterio eclesiástico.
- ¿Qué hace la Iglesia Católica por ustedes?
- La Iglesia desde siempre ha salido en defensa de la vida contemplativa con una doctrina tan clara y con tal abundancia de textos[47], que extraña encontrar todavía cristianos con un concepto tan pobre de la vida monástica.
- ¿Qué ha hecho el Concilio Vaticano II?
- El Concilio Vaticano II ha establecido con claridad la misión esencialmente contemplativa de la Iglesia: «Es característico de la Iglesia ser, a la vez, humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina, y todo esto de suerte que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación, y lo presente a la ciudad futura que buscamos»[48].
- ¿Queda clara en el Concilio Vaticano II su labor en la Iglesia?
- El Concilio afirma: «Los Institutos puramente contemplativos, cuyos miembros dados totalmente a Dios en la soledad, en el silencio, con asidua oración y áspera penitencia, conservan siempre toda su importancia, por grande que sea la urgencia del apostolado activo, y ocupan siempre un puesto preeminente en el Cuerpo Místico de Cristo en el que todos los miembros no tienen la misma función (Rom. 12,4). Ya que ellos ofrecen a Dios el excelso sacrificio de alabanza, enriquecen al pueblo de Dios con frutos espléndidos de santidad, arrastran con su ejemplo y dilatan las obras apostólicas con una fecundidad misteriosa. De esta forma son la honra de la Iglesia y manantial de gracias celestiales...»[49].
- ¿Es nueva esta doctrina de la Iglesia?
- Esta doctrina del Concilio no es nueva en absoluto; es ni más ni menos la doctrina tradicional de la Iglesia que los Papas han recordado continuamente. Esta misma doctrina se halla ya claramente expresada, por ejemplo, en la Constitución Apostólica «Umbratilem» del Papa Pío XI, por la que se aprueban los Estatutos de la Cartuja[50]. Los últimos pontífices en especial Pablo VI y Juan Pablo II, vienen inculcando esta doctrina siempre que se ofrece ocasión propicia para ello, pues la juzgan de gran importancia para la vida de la Iglesia, y en nuestros tiempos más que nunca.
- Algunos textos...
- Pablo VI en una alocución a las monjas benedictinas explica el texto conciliar: «Y diremos más: no sólo se os concede un puesto en la Iglesia Católica, sino una función, como dice el Concilio; no estáis separadas de la gran comunión de la familia de Cristo, estáis especializadas; y vuestra especialidad es hoy, no menos que ayer, providencial y edificante para toda la Iglesia; más aún, para toda la sociedad. Confirmáis y reafirmáis valores que hoy se necesitan más que nunca; vosotras sabéis muy bien cuáles son estos valores: la busca suma y exclusiva de Dios en la soledad y en el silencio, en el trabajo humilde y pobre para dar a la vida el significado de una oración continua, de un sacrificio de alabanza, celebrado y consumado a una, alentado por una gozosa y fraternal caridad»[51].
«Nos, ahora, somos portadores del testimonio de la vida monástica y lo expresamos con un sencillo enunciado: la Iglesia tiene necesidad de ella»[52]. «El monje tiene un puesto de elección en el Cuerpo Místico de Cristo, una función providencial y urgente como nunca»[53].
- ¿Qué textos de Pablo VI recuerdan los Cartujos con más atención?
- Por ejemplo la carta dirigida al Reverendo Padre Dom Andrés Poisson, antes de la celebración del Capítulo General de 1971. Entre otras cosas dice: «A toda la Iglesia le interesa que los cartujos, solícitos en tributar a Dios el honor debido, no cesen de consagrar todas sus fuerzas para adorarle. Con un tal culto, sincero e indiviso, no solamente aporta esta Orden al pueblo cristiano una ayuda insigne y manifiesta, sino que es también de gran provecho para todos los hombres, pues todos están en busca del camino de la vida y todos necesitan la gracia divina».
- ¿Pablo VI amaba la vida contemplativa?
- Pablo VI en el discurso de clausura de la segunda sesión del Concilio puntualizaba: «Rendimos homenaje conforme a la escala de valores y deberes: Dios en primer puesto; la oración, nuestra primera obligación; la liturgia la primera fuente de la vida divina que se nos comunica, la primera escuela de la vida espiritual, el primer don que debemos hacer al pueblo cristiano... Es, en efecto, la Iglesia una sociedad religiosa, una comunidad orante; es un pueblo floreciente de interioridad y de espiritualidad promovido por la fe y por la gracia... No queremos, ciertamente, disminuir la importancia de la oración, ni posponerla a otros cuidados del ministerio sagrado o de la actividad pastoral...».
- ¿Y Juan Pablo II?
- Juan Pablo II ha confirmado la doctrina de sus predecesores.
- Por ejemplo, en el discurso a las religiosas de clausura de Nairobi: «Aquí, en el corazón de Kenia, estáis llamadas a realizar vuestra sublime misión en el Cuerpo de Cristo, la vocación de perpetuar la vida de oración e inmolación amorosa de Cristo. La Iglesia aprendió de su Fundador -y siglos de experiencia han confirmado su honda convicción- que la unión con Dios es vitalmente necesaria para actuar con fruto. La Iglesia está firmemente convencida y lo proclama con fuerza y sin vacilar de que hay una relación íntima entre oración y difusión del Reino de Dios entre oración y conversión de los corazones... Sólo esto es ya bastante para garantizaros a vosotras y a todas las religiosas contemplativas del mundo lo necesaria que es vuestra función en la Iglesia». (Osservatore Romano, 7 mayo 1980, 278).
Y a las contemplativas de Francia en Lisieux: «Desde él (el Carmelo de Lisieux) querría yo confirmaros a todas, cualquiera que sea vuestra familia espiritual, en vuestra vida contemplativa, absolutamente vital para la Iglesia y para toda la humanidad...». «Aceptad el desafío del mundo contemporáneo y del mundo de siempre, viviendo más radicalmente que nunca el misterio mismo de vuestra condición absolutamente original, que es locura a los ojos del mundo y sabiduría en el Espíritu Santo: el amor exclusivo al Señor y en Él a todos vuestros hermanos los hombres. ¡Ni siquiera intentéis justificaros! ¡Todo amor desde el momento en que es auténtico, puro y desinteresado, lleva en sí mismo su justificación! Amar gratuitamente es un derecho inalienable de la persona, incluso -habría que decir, sobre todo- cuando el Amado es Dios mismo. Tras las huellas de los contemplativos y místicos de todos los tiempos, seguid testimoniando con fuerza y humildad la dimensión trascendente de la persona humana, creada a semejanza de Dios y llamada a una vida de intimidad con Él». (O. R. 1980, p. 364).

LA VIDA AUSTERA Y SOLITARIA

- ¿No puede ser un tanto extraña hoy la vida retirada del cartujo?
- La Cartuja insiste ciertamente en la soledad y en la vida predominantemente eremítica de sus monjes. Pero no se ha de olvidar que la vida solitaria está atemperada por la vida común según un sabio equilibrio que defiende al monje del peligro de una vida independiente y egoísta además de ofrecerle todas las ventajas de una vida familiar.
- Lo cierto es que la vida de un cartujo se define como austera...
- Sí, la Cartuja es austera y desde siempre ha considerado a San Juan Bautista el austero solitario, como patrón y modelo de sus monjes; pero es un hecho que el mismo Cristo no fue menos exigente con sus discípulos: «Sígueme... deja a los muertos sepultar a sus muertos» (Lc. 9.59-60). «Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas, y aun a su propia vida no puede ser mi discípulo» (Lc. 14.26).
- En cualquier caso «especializarse» en austeridad y espiritualidad puede ir en detrimento de la personalidad humano-cristiana, que también es un don de Dios...
- Pablo VI sale al paso de esa mentalidad equivocada: «Razonar así significa olvidarse también en el terreno espiritual del poder del alma, para la que esta austeridad es en realidad sólo un medio; y olvidarse del amor de Dios que inspira, del Absoluto que atrae: es ignorar la gracia de Cristo que la sostiene y la hace participar del dinamismo de su propia vida. Razonar así, como decíamos es, por último, desconocer los recursos de la vida espiritual, capaz de alcanzar una profundidad, una vitalidad., un dominio del propio ser y un equilibrio mucho mayores puesto que no han sido buscados por ellos mismos: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo esto se os dará por añadidura» (Mt. 6.32)[54].
- Pero en conjunto ¿qué opinan los Papas del estilo de vida de la Cartuja?
- Podríamos aplicar a la Cartuja estas palabras de Pablo VI: «El estilo de vida de estos religiosos, de estos monjes, de estos eremitas, no se nos propone como un carisma imitable por todos; pero encarnan en su estado más puro y de forma radical un espíritu del que no está dispensado ningún discípulo de Cristo; ejercen una función de la que la Iglesia no podrá prescindir y nos muestran un camino de salvación para todos»[55].



EL APOSTOLADO DEL CARTUJO

- ¿Cuál es la función específica de un cartujo?
- El cartujo dentro del Cuerpo Místico, desempeña una función única y sublime: el amor apasionado a Dios y, como consecuencia lógica y necesaria, el amor apasionado a los hombres. Nadie mejor que el contemplativo puede apreciar y amar más a los hombres, pues él ve mejor que nadie lo que vale el hombre a la luz de Dios; los valores más profundos y decisivos sólo se pueden apreciar acercándose a esa luz: entonces se comprende toda la grandeza del hombre.
- ¿Cuál es la sustancia del apostolado cartujano?
- El apostolado del cartujo está en el amor de Dios. Será apóstol en la medida de su amor a Dios. Este amor a Dios y a los hombres se expresa concretamente en la oración continua, en la generosa penitencia y en esa «búsqueda apasionada del Absoluto» que da a su vida el sentido y la ejemplaridad de un testimonio viviente para sus hermanos los hombres, que caminan como él hacia la Patria.
- Luego el apostolado del cartujo excluiría el «hallazgo» de la espiritualidad del diálogo, tan moderna...
- El apostolado del cartujo es silencioso, mas no por eso infecundo, al contrario. Así lo ha reconocido la Iglesia por boca de Pío XI, en un texto ya clásico de la Constitución «Umbratilem», dirigida a los cartujos: «...contribuyen mucho más al incremento de la Iglesia y a la salvación del género humano, los que cumplen el deber asiduo de la oración y de la penitencia, que los que cultivan y trabajan en el campo del Señor; porque si aquéllos no hicieran bajar del cielo la abundancia de gracias al campo que ha de ser regado, entonces ciertamente cosecharían frutos más escasos en su labor los operarios evangélicos»[56].
- Vds. son como la lamparita de1 Sagrario...
- Juan XXIII en la alocución del 2 de febrero de 1961, fiesta de la Purificación, se expresaba así: «El primer destino de los cirios a las casas religiosas de la más estricta mortificación y penitencia, quiere afirmar, una vez más, la preeminencia de los deberes del culto y de la consagración total a la vida de oración sobre cualquier otra forma de apostolado».
- ¿Se sienten Vds. misioneros?
- El Concilio Vaticano II, evitando cuidadosamente las comparaciones, sostiene la misma doctrina: «Los Institutos de vida contemplativa tienen importancia máxima en la conversión de las almas con sus oraciones, obras de penitencia y tribulaciones, porque es Dios quien, por la oración, envía obreros a la mies, abre las almas de los no cristianos para escuchar el Evangelio y fecunda la palabra de salvación en sus corazones»[57].
- ¿Consideran su misión cumplida y justificada?
- Por la oración casi continua, los cartujos cumplen su misión de alabanza en nombre de sus hermanos los hombres, demasiado ocupados, con frecuencia, en los quehaceres y negocios de la ciudad temporal. Su intercesión atrae las gracias del cielo sobre las almas necesitadas y es una incesante súplica por la Humanidad pecadora. El valor de esta misión de alabanza y súplica sólo Dios puede conocerla.
Con su generosa penitencia, el cartujo expía sus propios pecados, pero, sobre todo, se inmola ofreciendo su vida sacrificada en favor de los miembros más necesitados de la Iglesia, completando así «lo que falta a los padecimientos de Cristo en favor de su Cuerpo que es la Iglesia»[58].
- En fin, son Vds. como profetas en la vida contemporánea...
- Todo cristiano es un caminante, un desterrado que, en medio de las sombras de este mundo, se dirige a la patria de la luz, a la ciudad celestial. Es ésta una verdad que el cristiano ordinario, sumergido en el mundo de las realidades sensibles, tiende a olvidar con extraña facilidad. Los cartujos le ofrecen un fuerte estímulo para ir a la búsqueda del Absoluto, pues realizan en sí mismos aquella bella definición del monje dada por Pablo VI: «Vigías del crepúsculo de la vida actual y profetas de la aurora que aguarda a los fieles»[59].


Apéndice

LAS CARTUJAS EN EL MUNDO


- ¿Cuántas Cartujas existen hoy en el mundo?
- En la actualidad la Orden cuenta con dieciocho Casas de monjes y cinco de monjas
- ¿Cuál es la Casa Madre?
- La Gran Cartuja, Casa Madre de la Orden, es, tal vez, el monasterio más célebre de Francia. Todos la miramos con un sentimiento de respeto y veneración.
- ¿Dónde está?
- Se halla situada en un estrecho y retirado valle alpino a veintisiete kilómetros de Grenoble. El clima es el característico de las montañas alpinas: inviernos largos con abundantes nevadas y veranos cortos y más bien frescos.
- ¿Algún atractivo para los turistas?
- Además de poder admirar las bellezas del paisaje, un museo «cartujano», de muy buen gusto, levantado a unos kilómetros del monasterio, permite a los turistas saciar su curiosidad, sin necesidad de subir al monasterio. Como esto no se logra siempre, letreros esparcidos aquí y allá ruegan a los turistas que respeten la paz del lugar.
- ¿Quién fundó la Gran Cartuja?
- La primitiva Cartuja, fundada por San Bruno, fue destruida en 1132 por un alud que sepultó casi todas las celdas, y en ellas a seis monjes y a un novicio, es decir, a media Comunidad de monjes del claustro. Dom Guigo determinó entonces edificar la nueva Cartuja en el lugar que ocupa hoy, kilómetro y medio más abajo: allí donde el valle comienza a ensancharse lo suficiente como para no temer nuevas catástrofes debidas a la nieve. En siglos sucesivos el monasterio ardió seis veces, hasta que en el siglo XVII se construyó con elementos más sólidos, y así ha durado hasta hoy.
- ¿Algún desastre histórico?
- Dispersados los monjes por la Revolución, vuelven en 1816 a restaurar la Cartuja devastada.
- ¿Y en este siglo?
- Un Gobierno sectario expulsó a los cartujos de Francia, que tuvieron que exiliarse. La Comunidad de la Gran Cartuja trasladó en 1903 su residencia a la Cartuja de Farneta en Italia y allí permaneció durante treinta y siete años.
- ¿Y en la segunda guerra mundial?
- En 1940, en plena guerra mundial, la Comunidad, tan sólo con un permiso verbal, volvió a ocupar la Gran Cartuja.
La dirección:
LA GRANDE CHARTREUSE
F-38380 Saint Pierre de Chartreuse (FRANCE)

- ¿Alguna otra Cartuja en Francia?
- En 1971, sobre las reedificadas ruinas de la CARTUJA DE PORTES, resurgía la vida cartujana cuyas características de lugar y de clima son similares a las de la Gran Cartuja, de la que no dista demasiado. Esta Casa fue la primera que adoptó las observancias de la Cartuja, en el ya lejano año de 1115.
La dirección:
CHARTREUSE DE PORTES
01470 Bénonces (FRANCE)

- ¿Hay alguna más?
- En la zona marsellesa, cerca de Tolón, se encuentra la CARTUJA DE MONTRIEUX, que fue de los primeros monasterios que se unieron a la Orden; data de 1137. Petrarca quedó hondamente impresionado por la vida santa de sus moradores.
La dirección:
CHARTREUSE DE MONTRIEUX
83136 Méounes lès Montrieux (FRANCE)

- ¿Hay Cartuja en Suiza?
- La CARTUJA DE LA VALSAINTE, a pocos kilómetros de Friburgo. Fundada a finales del siglo XIII, sufrió mucho a causa de los disturbios político-religiosos del pasado siglo, siendo suprimida y más tarde, en 1863, restaurada de nuevo. Ha conocido años de esplendor y de abundantes vocaciones.
La dirección:
CHARTREUSE DE LA VALSAINTE
1654 Cerniat (SUIZA)

- ¿En Inglaterra?
- En el sur de Inglaterra, siguiendo la carretera Horsham-Brighton, se puede apreciar un armonioso conjunto de edificios con las inconfundibles características de la arquitectura medieval inglesa. No se trata, sin embargo, de una antigua abadía, sino de la CARTUJA DE PARKMINSTER, fundada en 1873. El recuerdo de los mártires cartujos ingleses hizo que los superiores de la Orden quisieran volver de nuevo a esta isla que, antes del cisma de Enrique VIII, conoció un gran florecimiento de monjes cartujos.
La dirección:
ST.HUGH´S CHARTERHOUSE
Partridge Green
Horsham, West Sussex (INGLATERRA)

- ¿En América?
- La CARTUJA DE LA TRANSFIGURACIÓN es la fundación más reciente en la Orden, y la primera Cartuja edificada en las tierras de América. Numerosos jóvenes norteamericanos se veían obligados a venir a Europa para poder ingresar en la Cartuja. Por fin, el 1971 los americanos poseían una Cartuja propia. Se encuentra emplazada en las montañas solitarias y salvajes del Estado de Vermont, muy cerca de la frontera con el Canadá.
La dirección:
CHARTERHOUSE OF THE TRANSFIGURATION
1800 Bearttown Road
Arlington, VERMON 05250 (USA)

- Y ¿hay alguna cartuja en Latinoamérica?
- La segunda fundación en el continente americano tuvo lugar en Rio Grande do Sul, en la diócesis de Santa María, al sur del Brasil. Es una cartuja de edificios muy pobres. Se bendijo el 21 de noviembre de 1984 y trata de dar acogida a las numerosas vocaciones brasileñas.
Su dirección:
Mosteiro Nossa Senhora Medianeira
98160-000- IVORÁ – RS – BRASIL

- ¿Alguna otra cartuja en Iberoamérica?
- El 19 de marzo del 2004 se inauguraba una hermosa y funcional cartuja en Argentina para dar facilidades a numerosos jóvenes argentinos que para ingresar en la cartuja se veían obligados a dejar su país y venir a las cartujas de España y de Europa. Se encuentra emplazada la cartuja de San José en un paraje solitario en la zona de Córdoba.
Su dirección:
Cartuja San José
X 5200 DEÁN FUNES (Cba) ARGENTINA

- ¿En Italia?
- Italia, en otros tiempos poblada de Cartujas, cuenta en nuestros días con dos Casas de monjes y otras dos de religiosas.
La CARTUJA DE SAN ESTEBAN Y SAN BRUNO es la antigua fundación de Calabria en donde San Bruno pasó sus últimos años. Algún tiempo después de su muerte, se convirtió en monasterio del Císter y en él se guardaban los restos mortales del Fundador de la Cartuja. La Orden hizo las diligencias posibles por adquirir este monasterio, y al fin lo consiguió en 1514. Desaparecida en el siglo pasado, como todas las Cartujas, vio en 1856 instaurarse la vida regular.
La dirección:
LA CERTOSA
I-89822 SERRA SAN BRUNO VV (ITALIA)

- ¿Más Cartujas en Italia?
- La CARTUJA DE FARNETA se encuentra a 8 kilómetros de Lucca. A diferencia de otras Cartujas, la de Farneta se hallaba en buen estado cuando la Gran Cartuja la compró para dar acogida a la Comunidad en exilio en 1903. Hasta el año 1940, en que los cartujos volvieron a Francia, fue la Casa generalicia de la Orden.
La dirección:
CERTOSA DI FARNETA
I-55050 Maggiano LU (ITALIA)

- ¿En la Europa del Este?
La CARTUJA DE PLETERJE (Eslovenia), diócesis de Ljubljana, restaurada en 1899, Logro mantenerse en pié durante el régimen comunista.
La dirección:
KARTUZIJA PLETERJE
SLO-8310 Sentjernej (SLOVENIA)

- ¿Y en la Patria de San Bruno?
- En 1869 el Capítulo General decidió levantar una Cartuja en Alemania, patria de San Bruno. El sitio elegido fue la diócesis de Colonia, a seis kilómetros de Dusseldorf.
Al instalarse en las cercanías de la Cartuja un campo de aviación, el silencio y la soledad desaparecieron del lugar y se pensó en trasladar la Cartuja. Gracias a la generosa ayuda del Gobierno alemán, en 1964 nacía la nueva CARTUJA DE MARIENAU, en un solitario bosque de la diócesis de Rottenburg.
La dirección:
KARTAUSE MARIENAU
D-88410 Bad Wurzach (ALEMANIA)

- ¿Y en España?
- Diseminadas por el suelo de la Península, se encuentran numerosas ruinas y tristes despojos de antiguas y florecientes Cartujas, hoy testigos mudos de las equivocaciones de los hombres. Seis de ellas han logrado superar la prueba del tiempo, y junto con la reciente Cartuja femenina de Benifasá, constituyen la Provincia de España.

- ¿La más antigua?
La CARTUJA DE NTRA. SRA. DE PORTA COELI fue fundada en 1272 por el tercer arzobispo de Valencia, Don Andrés Albalat. Está edificada en un paraje cuya atormentada geografía obligó a apiñar los edificios de forma que ofrece el aspecto de una fortaleza medieval. El paisaje está dominado por los pinares de la sierra de Náquera, a cuyos pies se encuentra el monasterio, y el valle, quebrado por profundas cañadas, está cubierto de naranjos y olivares. Dista veintinueve kilómetros de Valencia y el pueblo más próximo, Serra, se halla a doce kilómetros.

- ¿Sufrió en la historia?
- Porta Coeli, como todas las Cartujas españolas, fue suprimida y expoliada en el siglo pasado. De Miraflores salía en 1944 la pequeña comunidad que daría vida a la nueva fundación. Por su situación envidiable, Porta Coeli es una de las Casas más aptas para la vida solitaria de la Orden.
La dirección:
Cartuja de Porta Coeli
E-46117 Porta Coeli (Valencia) ESPAÑA

- ¿Qué otra Cartuja hay en España?
- La CARTUJA DE NTRA. SRA. DE MONTALEGRE nació en 1413. Se halla recostada en la amena ladera de un monte -de ahí su nombre-, en Tiana, a doce kilómetros de Barcelona. En 1936 la Cartuja fue saqueada e incendiada. Dos monjes fueron asesinados y otros tres heridos. Terminada la guerra civil, Montalegre fue nuevamente restaurada. Actualmente, aunque está habitada, no tiene noviciado.
La dirección:
Cartoixa de Santa María de Montalegre.
Apdo.5
E-08391 TIANA (Barcelona) ESPAÑA

- ¿Y esta Cartuja de Miraflores?
- La CARTUJA DE SANTA MARIA DE MIRAFLORES tiene como fundador al rey Don Juan II de Castilla, el monarca más afecto que haya tenido la Orden en todos los tiempos. De él se dice que en el lecho de muerte se dolía de no haber entrado en la Cartuja en calidad de Hermano, y en parte es creíble. Sus huesos descansan en la iglesia de Miraflores, en el soberbio panteón que para él y para su esposa mandara construir su hija Doña Isabel, la Reina Católica. Las obras comenzaron en 1441 y se prolongaron durante años, hasta lograr transformar el palacio de Miraflores en el actual monasterio. La reina Isabel subvencionó la mayor parte de las obras, por lo que se la considera también como fundadora de la Casa.
- ¿Ha conocido dificultades en su historia?
- La historia de Miraflores ha sido tranquila y recogida. Sufrió devastaciones durante la guerra de la Independencia y vejaciones por parte del Gobierno anticlerical. Pero, caso singular, cuando en 1835 quedaban suprimidas todas las casas religiosas, el Prior de Miraflores, Dom Luis del Barrio, consiguió del Gobierno autorización para que los religiosos de Miraflores pudiesen permanecer en la Cartuja con el título oficial de «conservadores del monasterio', vistiendo de seglar y sin facultad para recibir novicios. Cuando en 1880, a instancias del Arzobispo de Burgos, llegaron de Francia los cartujos -todos españoles- para dar vida a Miraflores, todavía quedaban dos venerables ancianos que seguían la observancia de la Congregación de Cartujas españolas. Al prestar obediencia al Reverendo Padre, escribían en Miraflores la última pagina de la breve y agitada historia de la Congregación de Cartujas españolas.
Abundante en vocaciones, Miraflores ha dado vida a tres nuevas fundaciones, donde residen todavía buena parte de sus monjes.
La dirección:
Cartuja de Miraflores
Apdo. 43
09080 BURGOS (ESPAÑA)

- ¿Otra Cartuja en España?
- Saliendo de Zaragoza en dirección a Peñaflor, a sólo doce kilómetros de la ciudad se encuentra, junto al río Gállego, la CARTUJA DE AULA DEI, la mayor de toda la Provincia. Fue fundada por el arzobispo de Zaragoza Don Fernando de Aragón, nieto del Rey Católico. En 1901 fue restaurada para dar acogida a los cartujos expulsados de Francia y ha conocido años de esplendor.
La dirección: Cartuja de Aula Dei
E-50192 ZARAGOZA (ESPAÑA)

- ¿Y en Portugal?
- La Cartuja de SCALA COELI, que dista tan sólo kilómetro y medio de Évora. La restauración se llevó a cabo en 1960. Los primeros monjes llegaron de Aula Dei y de Miraflores.
La dirección:
Cartuxa Santa María de Scala Coeli
P-7000-744 ÉVORA (PORTUGAL)

- ¿Alguna Cartuja más?
- Bueno, el año 2004 se inauguraba la Cartuja de Nuestra Señora de Corea. Los comienzos fueron difíciles por la dificultad del idioma y los problemas burocráticos, pero poco a poco se van superando las dificultades y ya pueden recibir novicios. Se trata, por el momento de una Cartuja muy pequeña: sólo ocho celdas, pero con posibilidades de aumentar el número ya que se ha construido con materiales prefabricados.
La dirección es:
Nuestra Señora de Corea
363-873 ChungbukDo CheongwonGun
MiwonMyon UnyongNi 274-2 COREA DEL SUR


CARTUJAS FEMENINAS

- ¿Cuántas dice que hay?
- Cinco casas en Europa y una fundación en marcha en Corea del Sur.
- ¿Alguna en España?
- Una en la provincia de Castellón de la Plana, en la zona montañosa y solitaria de la Tinansa de Benifaça. Se recuperó un antiguo monasterio cisterciense del siglo XIII y, una vez restaurado y adaptado a las necesidades de una comunidad de monjas, se inauguró en septiembre de 1967 y se comenzó a vivir la vida cartuja gracias a un grupo de jóvenes religiosas españolas que habían profesado en las Casas que la Orden tiene en Italia y Francia.
La dirección es:
Cartuja Santa María de Benifaçà
E-12599 Puebla de Benifasar (por Vinaroz)
CASTELLÓN DE LA PLANA (ESPAÑA)

- Y ¿las cartujas femeninas francesas?
- Una antigua
CHARTREUSE DE NONENQUE
F-12540 MARNHAGUES ET LATOUR (FRANCIA)

- Y otra de construcción moderna:
CHARTREUSE DE NOTRE-DAME.
F-04110 Reillanne –FRANCIA

- ¿También en Italia dice que tienen casas?
- Se habilitó la antigua cartuja de monjes de Vedana, al norte de Italia y la ocuparon parte de las monjas italianas. La dirección es:
CERTOSA DE VEDANA
Via San Gotardo 59
I-32037 SOSPIROLO BL (ITALIA)

La otra cartuja femenina en Italia es de reciente construcción y se encuentra también al norte. Esta es la dirección:
CERTOSA DELLA TRINITÀ
I-17058 DEGO (SV) ITALIA


VISTA DE CONJUNTO

- ¿En qué año alcanzó la Cartuja, en el mundo, su máximo esplendor?
- Hacia el año 1520 contaba con 17 Provincias y 195 Casas. A lo largo de aquel siglo, la Orden perdió 39 Casas a consecuencia de las guerras de religión y desde entonces el número de religiosos comenzó a declinar, aunque todavía en vísperas de la Revolución francesa existían 126 Cartujas con un total de 3.500 religiosos. La Revolución hizo desaparecer casi todas las Casas de la Orden. Después comenzó el lento resurgir; en 1900 había 21 Casas abiertas; hoy son 22 con poco más de medio millar de religiosos y es posible que este número se reduzca más en los años próximos, pues la crisis general de vocaciones afecta también a la Cartuja.
- ¿Le ve Vd. futuro a la Cartuja?
- La observancia cartujana, con todas sus exigencias, cuesta a los jóvenes de hoy más que en otros tiempos, pues están acostumbrados a la vida fácil y placentera de una sociedad demasiado materializada para la cual la fe no es ya el valor esencial de la vida. Todo esto hace prever que, en los años inmediatos, la Cartuja no va aumentar sus efectivos numéricos. Este hecho, aunque importante para la vida de una Orden, no es lo esencial.
- ¿La cantidad de vocaciones es índice de la calidad de vida?
- Ordinariamente se toma el número de religiosos como índice del esplendor de una Orden. Aunque tal método resulte claro y cómodo, cabe preguntarse si corresponde a la realidad. Examinando la historia de la Orden, se siente la tentación de llegar precisamente a la conclusión opuesta: es en los tiempos de esplendor «numérico» cuando los Capítulos Generales han necesitado batallar con más fuerza para mantener la observancia. También se constata cómo, a medida que la Orden va creciendo, los Estatutos comienzan a endurecerse y adquirir cierta rigidez que no poseían al comienzo. Cabe preguntarse también, examinando de cerca la vida de la Cartuja, si es apta para ser vivida por grupos numerosos.
- ¿Pese a los problemas, qué piensa la Cartuja de su futuro?
- En cualquier caso, la Orden sigue su camino sin preocuparse mucho, al parecer, por aumentar el número de sus monjes. Cada vez se exige mayor edad para ingresar; aumentan los ya largos años de probación y se exige más a los aspirantes. Ni los Estatutos Renovados (1973) ni los Estatutos de la Orden Cartujana (1983) han cedido a la fácil tentación de «dulcificar» la observancia, conscientes de que, en definitiva, el cartujo no puede tener otro apoyo ni otra razón de ser que Dios solo. La Cartuja es lo que es, o dejaría de ser la Cartuja. Durante siglos ha sido y sigue siendo uno de los caminos más sólidos de vida cristiana que la Iglesia ofrece al mundo.


Epílogo

Y al final...
Ya conoce el lector qué es un cartujo, cuál es su estilo de vida y cómo es muy posible oír, atender, escuchar la voz de Dios, llamando al estado de perfección de la vida cartujana. Se puede ser fiel, se puede llegar hasta el final, porque la gracia de Dios siempre está presente y Dios no espera sino que le pidamos para dar más y más...
El cartujo es el hombre que ha recibido de Dios el don de servirle únicamente a Él, sin más compensación que Él mismo.
El cartujo vive para Dios, acompañado de Cristo, pudiendo contra toda dificultad, porque es el mismo Cristo quien conforta al monje de la Cartuja,
Vivir radicalmente a Cristo crucificado es la razón de ser de la Cartuja.

Laus Deo

Índice


PRÓLOGO

Capítulo 1.º SAN BRUNO, EL PRIMER CARTUJO
(Apunte biográfico)
Juventud. - Canónigo y maestrescuela. - A los 50 años... canciller. - Bruno... ¿obispo? - Una carta, un jardín. - La aventura. - El primer desierto. - La montaña, la ermita, la soledad. - Religiosos de desierto. - Un día grande. - Deja Francia, pasa a Italia. - Pensando en Abraham. - Roma. - Definitivamente cartujo. - Calabria. - Morir habemos... a Dios tenemos.
Capítulo 2.º LA CARTUJA: EDIFICIOS Y DEPENDENCIAS
La Iglesia. - El capítulo. - El refectorio. - Las celdas. Las celdas de los Hermanos.-Las «obediencias».

PRIMERA PARTE
Capítulo 3.º LOS PADRES
Examen de la vocación. - Requisitos para ingresar en la Cartuja. - El postulantado. - El noviciado. - La profesión temporal. - La profesión solemne.
Capítulo 4.º LOS HERMANOS
Los Hermanos en la Orden. - Conversos y Donados. - Formación de los Hermanos. - Oración y trabajo.
Capítulo 5.º LA ESPIRITUALIDAD DE LA CARTUJA
Dios sólo, - La soledad y el silencio. - El sosiego espiritual. - Fidelidad a la Cruz. - Las penitencias.

SEGUNDA PARTE
Capítulo 6.º LOS HORARIOS
Los Maitines de media noche. -La jornada de la mañana. - La jornada de la tarde. -La oración.-El estudio.-El trabajo. - Paseos y recreaciones.
Capítulo 7.º RITOS DE LA VIDA CARTUJANA
La toma de hábito. - La Profesión Temporal. - La Profesión Solemne.- La Misa cartujana. - La muerte del cartujo.-El entierro en la Cartuja. - El «Laudabiliter vixit».
Capítulo 8.º EL GOBIERNO DE LA ORDEN
De las «Consuetudines Cartusiae» a los «Estatutos de la Orden Cartujana». - El Capítulo General. - El Reverendo Padre. - Los Visitadores.
Capítulo 9.º EL GOBIERNO DEL MONASTERIO
El Prior. - El Vicario. - El Procurador. - El Maestro de novicios. - El Sacristán. - El Consejo.


TERCERA PARTE
Capítulo 10.º MISIÓN DE LA CARTUJA EN LA IGLESIA
Actualidad de la vida monástica. - La vida austera y solitaria. - El apostolado del cartujo.
APÉNDICE
Las Cartujas en el mundo. - Vista de conjunto.

EPÍLOGO


                 [1] Esta palabra, «pérfidos», nos hiere hoy día. Téngase en cuenta la mentalidad de la época.
                        [2]              La iglesia de Miraflores tiene 56 m. de longitud, por 10 m. de ancho y 16 m. de altura. Normalmente las iglesias de otras Cartujas son de dimensiones más reducidas.
                        [3]              Estos libros fueron cuidadosamente editados a finales del siglo pasado y primeros años del actual en la Cartuja de Notre-Dame-des-Pres. Un antifonario pesa 15 kgs. y abierto ocupa una extensión de 86x55 cms. Debido a la reforma litúrgica ha sido necesario corregirlos y completarlos pacientemente, sin necesidad de hacer nueva edición.
            [4]              E.O.C. Libro 3º., capítulo 22, número 4.
La primera edición de "Diálogos" fue en 1981, estando en vigor los Estatutos Renovados de 1973. Las citas de los Estatutos, en esta primera edición, estaban indicadas por E. R. Pero la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico, en 1983. obligó a algunos retoques. Los Estatutos se llaman ahora Estatutos de la Orden Cartujana. Las citas, en esta segunda edición están indicadas por E.O.C.
            [5]              E.O.C. 3.22.7.
            [6]              E.O.C. 1.4.2 y Consuetudines Cartusiae 14.5.
            [7]              Hoy es frecuente comunicarse con los aspirantes a través del correo-e.
            [8]              E.O.C.1.8.2.
            [9]              E.O.C.
            [10]            1.3.1.Consuetudines LXXX. XI y E.O.C. 0.2.11. Elogio de la vida solitaria.
            [11]            Perfectae Caritatis, 7.
            [12]            E.O.C. 1.3.1.
            [13]            E O.C. 2.13.2.
            [14]            E O. C. 1.6.16.
            [15]            E. O. C. 17.3.
            [16]            «Ejercicio de Perfección». P. II, 1. II. cap. 9.
            [17]            De Miraculis P. L. 189. 944.
            [18]            E.O.C .48.10.
            [19]            E.OC. 6.48.12.
            [20]            E.O.C. 1.7.8.
            [21]            P.L. 182.421. y E.O.C. 6.48.9.
            [22]            Epist. Unigenitus. AAS 1924.4 p. 137 y E.O.C. 1.5.2.
            [23]            Epist. Unigenitus, AAS 1924. p. 137 y E.O.C. 1.5.2.
                        [24]            Carta al Prior de Vedana con motivo del quinto aniversario de su fundación. AAS 48 (1956) 12. 614.
                        [25]            E.O.C. 1.5.2. El otro texto de los Estatutos que trata del tema es igualmente desfavorable: «Como nuestra misión es ser ermitaños y no doctores, ninguna persona de la Orden se permita imprimir ningún libro. ni escribir ningún articulo en revistas, sin previa autorización del Capítulo General o del Reverendo Padre». E.O.C. 1.6.12.
            [26]            E.O.C. 1.5.3
            [27]            Salmo 83.
            [28]            E.O.C. 5.36.5.
            [29]            Consuetudines Cartusiae XXIII. I.
            [30]            «Aux Sources de la vie cartusienne» por DOM MAURICE LAPORTE. t. 5., p. 255.
            [31]            PIL 123.
            [32]            RL 3 20.
                        [33]            «Bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu». Dionys. Areop., «De divin. nom.» P.G.3.730.
            [34]            Bula «Iniunctum Nulas». 27 de marzo de 1688.
            [35]            E.O.C. 0.1.3.
                        [36]            Vid, por ejemplo en la revista belga RES PUBLICA. 1970. el artículo de Leo Moulin: «L'Assemblee. autorice souveraine dans l'Ordre des Chartreux», pag. 7-76.
                        [37]            Las Casas de monjas cartujas son atendidas espiritualmente por dos Padres: el Vicario y su Coadjutor. Dos Hermanos se ocupan además de las labores materiales de la Casa. El P. Vicario es el superior de esta pequeña comunidad de varones, pero no tiene jurisdicción sobre las monjas.
                        [38]            Nicolás Molin: «Historia cartusiana» (a. 1630). La fórmula la usó ya en 1500 Juan Mauburn, abad de los canónigos de Livry... Dom Nicolás Molin añadió a esta fórmula la palabra «Capitulum».

            [39]            Dom Le Masson «Disciplina Ordinis Cartusiensis» p. 75.
            [40]            Sobre este Reverendo Padre puede verse un estudio moderno en «Le Louis XIV des Citartreux Dom Innocent Le Masson (1627-1713)» de Jacques Martín. Ed. Téqui. Paris 1975.
            [41]            E.O.C. 3.23.8.
            [42]            E.O.C. 3.23.8.
                        [43]            J. P. Camus, «L Esprit du Bienheureux Francois de Sales. Evesque de Geneve» París. Gaume, 1840. 1.201. cit.; «La Grande Chartreuse par un Chartreux». 12eme' édit p. 79 ss.
            [44]            E.O.C. 3.26.1
                        [45]            Cuando la Comunidad es numerosa es más frecuente que sean cuatro los monjes elegidos para el Consejo.
            [46]            1 Cor. 2.14.
                        [47]            Para comprobar esta afirmación baste consultar: A Piel, «Los monjes en la Iglesia (textos pontificios)». Barcelona. 1967.
            [48]            Conc. Vaticano II, Sacrosanctum Concilium» núm 2.
            [49]            Concilio Vaticano II. Perfectae Caritatis, 7.
            [50]            A. A. S. 15 oct. 1924. vol. XVLI p. 385.
                        [51]            Alocución a las abadesas y superioras de los monasterios benedictinos de Italia, 28 de octubre de 1966.
                        [52]            Discurso de Pablo VI después de la consagración de la abadía de Monte Casino, 24 de octubre de 1964.
            [53]            Ibid.
                        [54]            Homilía de Pablo VI en la misa de canonización del Beato Charbel Makhloui, monje-ermitaño libanés maronita, 16 de octubre de 1977.
            [55]            Ibid.
            [56]            A. A. S. 15 oct. 1924, vol. XVI, p. 385.
            [57]            Decreto «Ad gentes divinitus», 40.
            [58]            Col. 1.24.
            [59]            Alocución a los abades benedictinos, 30 sept. de 1966.
 

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