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Fernando Gonzáles Añón, Beato |
Presbítero y Mártir
Martirologio Romano: En la localidad de Picasent, en
la región de Valencia, en España, beato Fernando González Añón,
presbítero y mártir, que, en tiempo de persecución, mereció pasar
a la bienaventuranza eterna (1936).
Fecha de beatificación: Fue solemnemente Beatificado,
el 11 de marzo de 2001, por el Papa Juan
Pablo II en la Plaza de San Pedro como parte
de un total de 233 mártires por su
fe.
Nació el 17 de febrero
de 1886 en la ciudad de Turís, provincia de Valencia,
diócesis de Valencia (España). Sus padres Fernando González Pons, labrador,
e Isabel Añón Navarro quienes formaron un hogar cristiano. Ya
desde muy niño era muy piadoso mostrando su vocación sacerdotal
en sus juegos y hasta en las pláticas que dirigía
a sus vecinos y a los niños de la escuela.
Ingresó al Seminario Conciliar Central, donde se distinguió por su
piedad, aplicación y jovialidad, que le merecieron la estima de
superiores, compañeros y amigos; fue un seminarista ejemplar.
Recibió la tonsura,
las órdenes menores y el subdiaconado los días 22 y
23 de diciembre de 1911. Tras haber recibido el presbiterado,
celebró por vez primera la Misa en la Parroquia de
su pueblo natal el 6 de marzo de 1913.
Los primeros
frutos de su ministerio pastoral los recogió en el pueblo
de Alcácer, donde fue coadjutor en 1913. En 1915 pasó
a Santa Catalina de Alcira, también como coadjutor. Ejerció después
en Macastre, como cura ecónomo, y más tarde, como Capellán
de la Hidroeléctrica, en Cortes de Pallás. Fue cura regente
de Anna en 1924 y coadjutor de San Juan de
la Ribera en 1925. En todas estas Parroquias se distinguió
como apóstol de los obreros, a quienes socorrió siempre en
sus necesidades. El 24 de junio de 1931 tomó posesión
del curato de Turís. Ya con los suyos, se multiplicó
su actividad pastoral, desviviéndose por el culto y la devoción
al Santísimo Sacramento. Fundó las Cuarenta Horas y promovió la
festividad de Cristo Rey y la fiesta de la Virgen
de los Dolores.
Se dedicaba a la atención pastoral de los
enfermos y necesitados, sin olvidar la catequesis. Apóstol y propagandista
de la buena prensa. No hubo petición de pobres que
no atendiera, y su influencia ante personalidades estuvo cultivada con
miras a hacer el bien.
El beato Fernando era consciente, en
los días previos a la revolución, de la situación que
estaba por afrontar: persecución religiosa y probable martirio.
La revolución en
Turís comenzó con el incendio de las iglesias, la quema
de imágenes y objetos religiosos y el encarcelamiento de los
católicos. Al estallar la revolución de 1936, el beato reaccionó
como un sacerdote católico auténtico. Mantuvo su ánimo sereno y
se confió en la Divina Providencia. Fue detenido el 27
de agosto de 1936 en la casa abadía. Al día
siguiente fue asesinado no sin antes perdonar a sus ejecutores
y pronunciar ¡Viva Cristo Rey!.
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