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María de los Ängeles Ginard Marti, Beata |
Virgen y Mártir
Martirologio Romano: En la Dehesa de la Villa,
Madrid, España, beata María de los Ángeles Ginard Martí, virgen
y mártir (1936)
Fecha de beatificación: 29 de octubre de 2005,
siento pontífice S.S. Benedicto XVI.
Religiosa
de las Hermanas Celadoras de Culto Eucarístico, nació en Llucmajor,
Mallorca, España, el 3 de abril de 1894. A los
dos días, siguiendo la costumbre cristiana de la época de
bautizar a los niños al poco de nacer, la llevaron
a la pila bautismal de la parroquia de San Miguel
de Llucmajor, imponiéndole el nombre Ángela Benita Sebastiana Margarita, pero
usaba en el siglo el de Ángela y al entrar
en religión el de María de los Ángeles.
Fueron sus padres
don Sebastián Ginard García, que pertenecía al cuerpo de la
Guardia Civil y en el que alcanzó el grado de
capitán, y su madre doña Margarita Martí Canals. Ambos procedían
de familias mallorquinas muy católicas y en ese ambiente religiosos
formaron su hogar y educaron a los nueve hijos, de
los que María de los Ángeles ocupaba el tercer lugar.
La
niñez de María de los Ángeles transcurrió entre Llucmajor, Palma
y Binisalem. En este último pueblo hizo su primera comunión
el día 14 de abril de 1905. En torno a
este acontecimiento empezó a sentirse inclinada a una piedad cristiana
con tendencia hacia la vida religiosa, la cual estaba motivada
por las visitas que con su madre hacía a dos
tías monjas, sobre todo a la que estaba en el
monasterio de las jerónimas de San Bartolomé de Inca.
La juventud
la pasó en Palma de Mallorca, donde se trasladó la
familia buscando trabajo para mejorar la situación económica que era
escasa para sacar adelante una familia tan numerosa. María de
los Ángeles y sus dos hermanas mayores se dedicaros a
bordar y a confeccionar sombreros de señoras. Con estas labores
que realizaban en el hogar por encargo y cuando estos
le faltaban para vender después, conseguían unos ingresos económicos
muy necesarios para un digno bienestar de la familiar. Esta
ocupación no la liberaban de los trabajos propios del hogar
y de la atención a los hermanaos pequeños. Hacia
éstos María de los Ángeles se volcó en la atención
y en la formación religiosa: les enseñaba a rezar, el
catecismo; le leía la historia Sagrada y la de los
primeros mártires cristianos.
Se levantaba temprano para oír misa y comulgar
en la iglesia del Socorro o en la vecina parroquia
de la Santísima Trinidad, donde estaba su director espiritual, el
padre Sebastián Matas. Durante el día hacía la visita al
Santísimo Sacramento expuesto en el Centro Eucarístico, rezaba el santo
Rosario, hacía oración particular y se daba a otras devociones
particulares.
El plan de vida espiritual que llevaba María de los
Ángeles la apartaba de las diversiones propias de su edad
y la iba centrando en la vocación que sentía desde
su niñez. Así cuando contaba unos veinte años de edad
pidió permiso a sus padres para ingresar en el monasterio
de las jerónimas de San Bartolomé de Inca. Éstos le
aconsejaron que era muy joven, que lo pensara bien y
dejara la decisión para más tarde. Con estos consejos no
trataban de oponerse a su hija, sino retenerla por un
tiempo en el hogar pues la necesitaban, pues el dinero
ganado de su trabajo les era necesario para sacar adelante
con dignidad a los hermanos menores. María de los Ángeles
comprendió a sus padres y, sin perder la ilusión de
entregarse a Dios en una vida consagrada, supo esperar.
Transcurridos unos
años, y viendo que las circunstancias familiares anteriores había cambiado,
volvió a pedir permiso a los padres, quienes se lo
dieron gustosos.
Obtenido el consentimiento de los padres, ingresó en el
postulantado de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico de Palma
de Mallorca el 26 de noviembre de 1921. Muy pronto
se adaptó a la nueva vida. La adoración al Santísimo
Sacramento, que es fin primordial del instituto en el que
había ingresado, le llenaba, era su vida de donde sacaba
fuerzas para los trabajos comunitarios de masar el pan para
la misa, confeccionar y bordar ornamentos sagrados, preparar los niños
para la primera comunión y para lograr una convivencia comunitaria
volcándose en caridad a sus hermanas religiosas, la cuales la
tenían por religiosa muy ejemplar, abierta y cordial, que se
caracterizaba por su sencillez, piedad y, sobre todo, por la
obediencia y docilidad en aceptar los cargos y traslados que
sus superioras disponían.
Después del año de noviciado y de los
tres primeros años de profesión temporal fue destinada a Madrid,
luego a Barcelona y nuevamente a Madrid, desempeñando en esta
última casa siempre el oficio de procuradora o administradora del
convento.
Al estallar la Guerra Civil Española de 1936, sor María
de los Ángeles se encontraba en Madrid. Los acontecimientos previos
a la guerra eran alarmantes para la Iglesia y sus
miembros. La persecución religiosa se manifestó abiertamente con quema de
iglesias y conventos y con amenazas a los sacerdotes, religiosos
y fieles católicos. En estas circunstancias, a sor María de
los Ángeles le apenaba la destrucción y amenazas que habían
emprendido los perseguidores “por odio a la fe”, por todo
lo relacionado con Dios y con la Iglesia. En la
adoración a Jesús Sacramentado pedía por una solución a estos
problemas y, firme en la fe, ofrecía, si esa era
la voluntad de Dios, su vida en martirio por el
triunfo de Cristo.
Cuando las religiosas vieron la necesidad de salir
del convento vestidas de seglares se encontraban con el nerviosismo
típico del momento, sor María de los Ángeles con serenidad
las tranquilizaba a la vez que les decía: «Todo lo
que nos pueden hacer a nosotras es matarnos, pero esto...»
Es decir, lamentaba más la persecución y destrucción de
lo religioso que el que la matasen.
El día 20 de
julio de 1936 las religiosas salieron vestidas de seglares del
convento. A sor María de los Ángeles le tocó refugiarse
en la vivienda de una familia en la calle Monte
Esquinza número 24. Desde allí, por la proximidad, vio el
saqueo de la iglesia y del convento, y la destrucción
de imágenes objetos de culto. En este refugio permaneció hasta
el día 25 de agosto por la tarde, en que
los milicianos anárquicos, por acusación del portero, que era de
ellos, fueron a detenerla.
En el momento de la detención, apresaron
a doña Amparo, hermana de la dueña de la casa
que le acogía, y sor María de los Ángeles llevada
por caridad y bondad, dijo a los milicianos: “esta señora
no es monja, dejadla, la única monja soy yo”. Con
estas palabras confesó su condición de religiosa y salvó la
vida a esta señora.
Detenida la llevaron a la checa
de Bellas Artes y el día 26 de agosto de
1936, al anochecer, según acostumbraban los perseguidores en los primeros
meses de la guerra, le dieron el “paseillo” a la
Dehesa de la Villa donde la fusilaron, pues a la
mañana del día siguiente el Poder Judicial levantó el cadáver.
Sus
restos mortales fueron enterrados en el cementerio de la Almudena
y después de la guerra, el 20 de mayo de
1941, fueron exhumados y trasladados al panteón de las Hermanas
del Culto Eucarístico del mismo cementerio, de donde el 19
de diciembre de 1985 fueron trasladados al convento de las
Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico de la calle Blanca de
Navarra, número 9, de Madrid. Y recientemente, el 3 de
febrero de 2005, han sido colocados en la iglesia capilla
de este convento.
El proceso de canonización por martirio en su
fase diocesana fue abierto en Madrid el 28 de abril
de 1987, y clausurado, también en Madrid, el 23 de
marzo de 1990. El 19 de abril de 2004, su
Santidad Juan Pablo II aprobó la publicación del decreto sobre
el martirio para su beatificación.
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