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María del Pilar Izquierdo Albero, Beata |
Fundadadora de ls Obra Misionera de Jesús y María
Martirologio Romano:
En San Sebastián, en España, beata María del Pilar Izquierdo
Albero, virgen, que muy probada por la pobreza y por
graves enfermedades, sirvió a Dios mostrado una caridad singular en
favor de los pobres y afligidos, para cuyo servicio fundó
la Obra Misionera de Jesús y María (1945).
Fecha de beatificación:
4 de noviembre de 2001 por S.S. Juan Pablo II.
María Pilar Izquierdo Albero, tercera de
cinco hermanos, nació en Zaragoza (España) el 27 de julio
de 1906. Sus padres, un matrimonio humilde y pobre de
bienes materiales, pero rico en virtudes, inculcaron a la niña
el espíritu de piedad, el amor a los pobres y
una tierna devoción a la Virgen del Pilar. El 5
de agosto, fiesta de Santa María de las Nieves, llevaron
a la pila del bautismo a María Pilar. Más tarde
diría ella que ese era el día más grande de
su vida, porque en él se hizo hija de la
Iglesia.
Desde muy niña brilló en ella un amor exquisito a
Dios y a los pobres. Se privaba a veces de
su merienda y de sus cosas para ayudar a quien
consideraba más necesitado que ella. Como nunca fue a la
escuela, no sabía escribir ni casi leer, por eso se
consideraría «una tontica» que no sabía más que «sufrir y
amar, amar y sufrir».
Pronto provó en propia carne las punzadas
del dolor y comprendió el valor redentor del sufrimiento. A
la edad de 12 años fue víctima de una enfermedad
misteriosa, que ningún médico supo diagnosticar. Después de cuatro años
vividos por motivos de salud en Alfamén (Zaragoza), regresó a
Zaragoza, donde comenzó a trabajar en una fábrica de calzado,
siendo muy querida de todos, por su sencillez, su natural
simpatía, su bondad y laboriosidad. Pero, el Señor quería llevarla
por otros derroteros y la fue adentrando en el misterio
de la Cruz. Y tanto amó María Pilar el sufrimiento
que solía decir: «Encuentro en este sufrir un amor tan
grande hacia nuestro Jesús, que muero y no muero... porque
ese amor es el que me hace vivir».
En 1926, mientras
volvía del trabajo, se fracturó la pelvis al caer del
tranvía y, en 1929, quedó parapléjica y ciega a causa
de multitud de quistes, teniendo que recorrer una vía dolorosa
de más de doce años entre los hospitales de Zaragoza
y la pobre buhardilla de la calle Cerdán, 24. Esta
buhardilla se convirtió, no obstante, en una escuela de espiritualidad
y en un remanso de luz, de paz y alegría
para cuantos la visitaban, especialmente durante los tres años de
la guerra civil española. Allí se oraba, se fomentaba la
amistad evangélica y las almas discernían la vocación a la
que Dios las llamaba.
En 1936 comienza Mª Pilar a hablar
de la «Obra de Jesús» que habría de aparecer en
la Iglesia y que tendría como finalidad «Reproducir la vida
activa del Señor en la tierra mediante las obras de
misericordia». El 8 de diciembre de 1939, fiesta de la
Inmaculada, de la cual era devotísima, María Pilar se curó
milagrosamente de su parálisis que la había tenido prostrada durante
más de 10 años en el lecho. Desaparecieron también los
quistes y recobró instantáneamente la vista. Inmediatamente puso en marcha
la Obra, trasladándose, junto con varias jóvenes, a Madrid, donde
ya había sido aprobada la Fundación con el nombre de
«Misioneras de Jesús y María». Pronto se interpusieron los juicios
humanos a los planes de Dios y le prohibieron ejercer
cualquier apostolado, hasta que en 1942 el Sr. Obispo de
Madrid erigió canónicamente la Obra como «Pía Unión de Misioneras
de Jesús, María y José».
Pasados dos años de fecundo
apostolado entre los pobres, niños y enfermos de los suburbios,
Dios la quiso llevar de nuevo por el camino de
la Cruz. Se le reprodujeron los quistes del vientre y,
a la enfermedad, se unieron los sufrimientos morales con los
que Dios suele purificar a las almas que quiere llevar
hasta la cima de la perfección. Calumnias, intrigas, incomprensiones desacreditaron
su Obra y alejaron de la misma a varias jóvenes
que le habían sido siempre fieles. Llegaron hasta tal punto
las cosas que María Pilar, aconsejada por el confesor, en
noviembre de 1944 tuvo que retirarse de su propia Obra.
La siguieron nueve de sus Hijas.
El 9 de diciembre viajó
a San Sebastián, último tramo de la subida al Calvario.
Durante el viaje, en una noche gélida y por caminos
cubiertos de nieve, se fracturó una pierna en un accidente
de coche. Un tumor maligno que se manifestó casi contemporáneamente,
la hirió de muerte, pero no logró apagar la luz
de su fe ni su firme convicción de que la
Obra volvería a resurgir. Postrada en el lecho del dolor,
abandonada de las criaturas, pudo saborear mejor el cáliz, mientras
alentaba a sus Hijas diciéndoles: «Siento dejaros porque os amo
mucho, pero desde el cielo os seré más útil. Volveré
a la tierra para estar con los que sufren, con
los pobres, los enfermos. Cuando más solas estéis más cerca
estaré de vosotras».
Murió en San Sebastián, a los 39 años,
el 27 de agosto de 1945, ofreciendo su vida por
las Hijas que se le habían separado, a quienes recordaba
con dolor y con cariño: «Las amo tanto, -decía- que
no las puedo olvidar; aunque me pegaran y me arrastraran,
quisiera tenerlas aquí. No quiero acordarme del mal que me
hacen sino del bien que me hicieron. Bien sabe nuestro
amado Jesús que más, mucho más de lo que me
hacen sufrir quiero que les dé de cielo».
Sus Hijas, confiadas
en las palabras de la Madre, permanecieron unidas bajo la
dirección del Padre Daniel Díez García, que la había ayudado
y asistido durante los últimos años de su vida. En
1947 llegaron a Logroño y, en mayo de 1948, el
Sr. Obispo D. Fidel García Martínez las aprobó canónicamente como
Pía Unión bajo el nombre de «Obra Misionera de Jesús
y María». En 1961 fueron aprobadas como Congregación de Derecho
Diocesano y, en 1981, fueron declaradas de Derecho Pontificio. La
Congregación cuenta en la actualidad con 220 religiosas, repartidas en
22 casas por diversos puntos de España, Colombia, Ecuador, Venezuela,
Italia y Mozambique.
La fama de santidad de la Venerable Mª
Pilar Izquierdo se acrecentó de tal forma que, el Sr.
Obispo de Calahorra, La Calzada-Logroño, Mons. Francisco Álvarez Martínez, vio
oportuno iniciar la Causa de Beatificación y Canonización. El Proceso
diocesano se realizó de 1983 a 1988.
El 18 de diciembre
del 2000, S. S. el Papa Juan Pablo II declaró
la heroicidad de las virtudes y el 7 de julio
del 2001 aprobó el milagro atribuido a su intercesión,
lo que culminó con su beatificación realizada el 4 de
noviembre de 2001 por S.S. Juan Pablo II.
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