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Ignacio de Laconi, Santo |
Religioso Capuchino
Martirologio Romano: En Cagliari, en Cerdeña, san Ignacio de
Laconi, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos,
quien por plazas y tabernas del puerto pedía incansablemente limosnas
para socorrer las miserias de los pobres (1781).
Etimológicamente: Ignacio
= Aquel que es ardiente, es de origen latino.Cuando San Francisco fundó los frailes menores
no pensó, en una comunidad de sabios, sino de hombres
que predicaran el Evangelio después de haberlo vivido en la
pobreza más absoluta, en la obediencia y en la humildad,
realizando aquella que los franciscanos llamarían conversión del corazón a
la perfección evangélica, en la renuncia al pecado, a la
riqueza y a cualquier propiedad terrena. En efecto, las únicas
condiciones que San Francisco ponía a los primeros discípulos para
ser admitidos era el despojo total de los bienes y
el “servicio a los leprosos”.
“Nosotros vemos mendigar todos los
días por la ciudad a un santo viviente, que es
un fraile laico de los Capuchinos y que se ha
ganado con muchos milagros la veneración de sus compatriotas”: así
escribía en 1773 el pastor protestante José Fues, capellán del
batallón de infantería alemán al servicio del rey de Cerdeña.
Ese santo viviente era el fraile capuchino Ignacio de Láconi,
a quien los habitantes de Cagliari llamaban “padre santo”. Parafraseando
una hermosa frase de Manzoni, ese humilde mendicante era como
el mar que recibía el agua de todas partes y
después la distribuía como lluvia, a toda la sierra. Francisco
Ignacio Vicente Peis, segundo de nueve hermanos, nació en Láconi
(Cerdeña) el 17 de noviembre de 1701. Los padres, pobres
materialmente, pero ricos humana y cristianamente, le educaron en el
cumplimiento de los preceptos cristianos.
Desde muy joven Ignacio practicaba severas
mortificaciones. A los 20 años, después de haber escapado de
dos peligros mortales, en cumplimiento de un voto se fue
a Cagliari para entrar al convento capuchino del Buencamino. Pero
por su delicada salud, no lo aceptaron inmediatamente. EL 10
de noviembre de 1721 ya vestía el sayal franciscano. Después
del noviciado peregrinó durante quince años en varios conventos, y
después fue llamado definitivamente al convento de Cagliari en donde
se lo encargó de la limosna, que él cumplió con
espíritu realmente franciscano: ejemplo vivo de pobreza, pero también de
absoluta disponibilidad hacia los pobres, los necesitados de todo género,
los “leprosos´ del espíritu más que del cuerpo, esto es,
los pecadores, a muchos de los cuales él llevó al
buen camino. Dos años antes de su muerte, acaecida el
11 de mayo de 1781, quedó ciego, pero siguió observando
escrupulosamente la vida común con todas las reglas del convento.
Durante su vida fue dotado de extraordinarios carismas, y después
de la muerte su fama de taumaturgo se difundió cada
vez más con la repetición de los milagros que se
obtenían por su intercesión. Pío XII lo beatificó en 1940,
y lo canonizó el 21 de octubre de 1951.
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