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| Dos mujeres excepcionales |  La fiesta de La Visitación está llena de  encantos, 
de un idilio, de una ternura inigualables. Dos mujeres encinta 
que se encuentran, que se saludan, que se llenan de 
Dios y de alegría. Las dos primas, María e Isabel, 
convertidas en mamás las dos milagrosamente, se nos llevan también 
a nosotros todos los cariños.
 
 Sólo María, después de la 
Ascensión del Señor en la Iglesia primitiva, pudo ser la 
fuente de esta información que hoy no sería capaz de 
presentar el reportero más avispado. Sin grabadoras ni cámaras de 
televisión, Lucas recogió los datos suministrados anteriormente por María, y 
en la visitación de María a Isabel nos ofrece una 
de las escenas más sublimes de toda la Biblia.
 
 - 
¡Isabel! ¡Isabel! ¿Cómo estás, cómo te encuentro?...
 
 - Pero, María, 
¿cómo vienes hasta aquí?...
 
 María se ha enterado del estado 
de Isabel por el Angel:
 
 - Tu pariente Isabel, en 
su ancianidad, ha concebido un hijo, y ya está en 
su sexto mes la que siempre ha sido estéril, porque 
para Dios no hay nada imposible.
 
 Más de ciento veinte 
kilómetros separan Nazaret de Ain Karim. Pero María, audaz, valiente, 
sin complejos ni miedos ¡qué muchachita ésta, y vaya mujer 
liberada!, emprende el camino desde Galilea hasta la montaña de 
Judea.
 
 Isabel, nada más oír el saludo de su jovencita 
prima y antes de que ésta le comunique nada, se 
da cuenta de la maternidad de María, por iluminación del 
Espíritu Santo:
 
 - ¿Pero, cómo es esto? ¿Llevas en tu 
seno a mi Señor, y vienes hasta mí? ¡Si noto 
que hasta el niño que se encierra en mis entrañas 
está dando saltos de gozo con solo oír tu voz!
 
 María 
recibe la primera bienaventuranza del Evangelio:
 
 - ¡Dichosa tú, que 
has creído, porque se cumplirá en ti todo lo que 
te ha dicho el Señor!
 
 ¡Hay que ver qué encuentro 
el de estas dos mujeres madres! La Liturgia de la 
Iglesia nos lo presenta hoy para que veamos lo que 
nos espera a nosotros en la próxima Navidad, que ya 
la tocamos con la mano.
 
 María nos trae al Hijo 
de Dios, hecho hombre en su seno bendito.
 
 Jesús se 
encuentra con nosotros para llenarnos de su Espíritu Santo, como 
a Isabel, como a Juan.
 
 El Espíritu Santo nos llena de 
su alegría y de sus dones, porque donde entra el 
Espíritu de Dios no hay más que gozo, paz y 
vida divina y eterna.
 
 Si nos ponemos a analizar este hecho 
de la visitación de María a Isabel, no sabemos por 
dónde empezar ni por donde acabar de tantas cosas como 
podemos decir, ya que se trata de una escena de 
riquezas inmensas. Igual nos habla de las dos naturalezas de 
Jesús, divina y humana, que de la mediación de María. 
Como nos dice también de la diligencia del apóstol, dispuesto 
a dar siempre ese Jesús que lleva dentro.
 
 ¿Quién 
es el Jesús que María lleva en su seno? Dios, 
ciertamente. Isabel lo reconoce: - ¿Cómo viene a visitarme la 
madre de mi Señor?...  Y El Señor, para un 
judío, era solamente Dios.
 
 ¿Quién es el Jesús, hijo de 
María? Es hombre perfecto. Nacido de mujer, dirá San Pablo. 
Un Jesús hombre que tomará el pecho de la mamá 
como cualquier bebé.
 
 Un Jesús que jugará y enredará y 
será educado como cualquier otro niño. Un Jesús que se 
desarrollará joven bello y de prendas singulares, como nos dice 
el Evangelio, e irá creciendo en estatura, en conocimientos y 
en gracia y atractivos ante los hombres lo mismo que 
ante Dios. Un Jesús que amará como nosotros; que trabajará 
y se cansará y padecerá hambre y sed; que gozará 
y sufrirá como sus hermanos los hombres, y que llegará 
a morir verdaderamente como cualquiera de nosotros.
 
 ¿Por medio de 
quién viene a nosotros este Jesús? Es la cosa tan 
evidente, que no necesita comentarios.  Dios ha querido servirse 
de María, que ha dado su consentimiento consciente, libre y 
amorosamente al plan de Dios.
 
 Y María sigue realizando hoy 
su misión de darnos a Jesús lo mismo que hizo 
con Isabel y el Bautista o lo veremos pronto con 
los Magos.
 
 No va a ninguna parte María sin su 
Jesús. No se mete María con su amor y devoción 
en ningún alma sin meter bien dentro de ella al 
mismo Jesús. Venir  a nosotros María o ir nosotros 
a María y no encontrarse con Jesús resulta un imposible. 
María, como Madre, es una Medianera natural entre Jesucristo y 
nosotros. De María aprendemos también una lección importante para nuestra 
vida cristiana.
 
 ¿Podemos quedarnos para nosotros ese Jesús que llevamos 
dentro? ¿No tenemos obligación de darlo a los demás?...
 
 Por la 
fe de Abraham empezó la Historia de la Salvación. Por 
la fe de María –¡Sí, que se cumpla en mí 
tu palabra!– se realizó definitivamente el plan de salvación trazado 
y prometido por Dios. María nos enseña a ser creyentes, 
a aceptar la Palabra, a decir siempre SÍ a Dios.
 
 ¡María! ¡Gracias por tu fe! ¡Gracias, porque tu generosidad arrancó 
del seno de Dios a Nuestro Salvador el Señor Jesucristo! 
¡Gracias, porque visitas nuestras almas! ¡Gracias porque nos traes a 
Jesús, como se lo llevaste a Isabel! ¡Gracias, porque con 
tu Jesús vives también en nuestros corazones!....
 
 Conoce acerca 
de Fiesta de la Visitación de la Virgen a 
su prima Isabel
 
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