miércoles, 30 de mayo de 2012

El corazón perfecto


Quien da más, más recibe. Los hombres creemos que guardando lo que tenemos, lo haremos crecer.
 
El corazón perfecto
El mayor don en la vida es dar lo que tienes, no hay mayor amor que dar la vida, lo mucho o poco que tengas; pero algo que tengamos que compartir. Quien da más, más recibe. Los hombres creemos que guardando lo que tenemos, lo haremos crecer; en la vida cristiana esto se llama egoísmo, nos limita y no nos deja crecer.

Un día, un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.

Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en él ni máculas ni rasguños. De pronto, un anciano se acercó y dijo: Perdona mi atrevimiento, pero, ¿por qué dices eso, si tu corazón no es ni siquiera aproximadamente tan hermoso como el mío, o el de tantas otras personas?

Sorprendidos la multitud y el joven, miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos y éstos habían sido reemplazados por otros que no encajaban perfectamente en el lugar, pues se veían bordes y aristas irregulares en su derredor. Es más, había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos.

El joven contempló el corazón del anciano, y al ver su estado desgarbado, se echó a reír. "Debes estar bromeando -dijo- compara tu corazón con el mío... ¡El mío es perfecto! En cambio, el tuyo, es un conjunto de cicatrices y dolor".

Es cierto -dijo el anciano- tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo... "Mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor; arranqué trozos de mi corazón, para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado. Muchos a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto; de ahí quedaron los huecos. Dar amor es arriesgar, pero a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando, y alimentan la esperanza que algún día -tal vez-, regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón. ¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?"

El joven permaneció en silencio, lágrimas corrían por sus mejillas; se acercó y le dio un pedazo de su corazón al anciano, de igual manera hizo éste y le dio un pedazo de su corazón al joven.

Al no haber sido idénticos lo trozos, se notaban los bordes y las uniones. El joven miró su corazón, que ya no era perfecto, pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior… y el amor de él en el corazón del anciano.

El joven sólo pudo reaccionar y decirle al anciano: "Si, en verdad ahora puedo ver lo hermoso que es tu corazón"

Y tu corazón... ¿cuántas cicatrices tiene?


Puedes escuchar esta meditación en audio entrando al Podcast de Catholic.net aquí:



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