martes, 29 de mayo de 2012

Félix y Voto (santos)

Voto y Félix, Santos


San Felix y San Voto
Santos
Nacimiento siglo VII
Zaragoza
Fallecimiento siglo VIII
Monte Oroel
Venerado en Desde el siglo VIII en Aragón
Festividad 29 de mayo
San Felix y San Voto fueron dos hermanos zaragozanos que a través de la vida eremítica alcanzaron la santidad.
Voto y Felix vivieron a inicios del siglo VIII, eran cristianos de Zaragoza, de familia noble. La tradición dice que estando Voto persiguiendo un ciervo se cayó por un precipio. Mientras caía rezó a San Juan y entonces el caballo empezó a descender lentamente y se posó suavemente en una roca. Tras avanzar unos metros llegó a una cueva: allí se encontraba el cuerpo del ermitaño Juan de Atarés, apoyada en la cabeza había una piedra con un escrito que decía:
Ego Ioannes. Primus. In hoc loco, heremita, qui ab amorem Dei, hac ecclesiam fabricavi, in honorem sancti Ioannis Baptiste. Hic, requiesco, Amen.
Voto dio sepultura a Juan, e impresionado por el descubrimiento y por su salvación milagrosa vuelve a Zaragoza. Allí, con su hermano Felix donan sus bienes a los pobres y se van a la cueva a vivir como ermitaños. El diablo les tienta pero resisten y alcanzan la santidad. Pronto acudieron discípulos que quisieron seguir su ejemplo y formaron una comunidad que adoptó la regla benedictina.
En el año 717 los guerreros cristianos junto a los monjes nombraron en el Monasterio de San Juan de la Peña a Garcí Ximénez como primer rey del Sobrarbe, el cual les conducirá a la batalla para reconquistar las tierras de Jaca y Aínsa, lugar éste donde se produjo el milagro de la cruz de fuego sobre la carrasca del Sobrarbe.
Los dos hermanos murieron 754, coincidió este hecho con el descenso de una gran luz del cielo, certificándose de este modo su santidad.
Enterrados junto a Juan de Atarés al abrigo de la cueva eremítica, en ese mismo sitio se construyó el Monasterio de San Juan de la Peña.


Voto y Félix, Santos
Eremitas, Mayo 29
 
Voto y Félix, Santos
Voto y Félix, Santos

Eremitas

Todo Aragón, con Zaragoza, está dominado por los sarracenos que hace más de medio siglo llegaron a España. Los cristianos sobreviven como pueden su fe en una situación nueva que aún no está del todo clarificada. Ahora resulta que los cristianos de siempre, los discípulos de Jesucristo de toda la vida, tienen que pagar tributos especiales al moro si quieren seguir haciendo las prácticas cristianas. Así, disgustados y humillados como muchos otros, viven los hermanos Voto y Félix que son gente perteneciente a la nobleza, piadosos y buenos con los pobres.

Voto es amante de la caza. Ha herido a un ciervo en el monte, y recorre el terreno revolviendo arbustos y mirando en la maleza para atraparlo. Alertado por los ladridos, ve a los perros acosando al animal que va huyendo; espolea a su caballo y se una a la persecución. El ciervo se despeña por un precipicio y, cuando Voto quiere darse cuenta, se le ha desbocado el caballo. Se encomienda a san Juan Bautista en su apuro y el caballo se inmoviliza, sin saber cómo, al mismo borde de la sima. (Aún hoy los vecinos devotos del lugar se atreven a mostrar en la peña las huellas que dejaron allí los hierros del animal).

Entre asustado y agradecido, inspecciona Voto el lugar, encontrando entre las matas y arbustos una ermita dedicada a san Juan Bautista que en su interior tiene un hombre muerto y una escritura donde se lee: «Yo, Juan, eremita en este sitio, habiendo despreciado al mundo, fundé como pude esta ermita en honor de san Juan Bautista, y aquí descanso en paz. Amén.». En una situación como la suya está aturdido y no sabe qué hacer ¡son tantas las cosas sucedidas en tan poco tiempo!... decide dar sepultura al muerto y, terminada la obra de piedad, regresa a su casa con el alma encogida y ansiando poner al corriente de los acontecimientos a su hermano Félix.

De la conversación deducen que el muerto bien pudiera ser Juan, el de Atarés, de quien nadie daba razón desde hacía años, después que desapareció; si acertaran en su conjetura, todo se explica por el retiro a una vida solitaria y santa. Ahora todo se les junta en la cabeza: la presencia de los moros y las dificultades para ser hombres íntegros de fe; lamentan el tiempo desperdiciado en cazas y naderías, conversan sobre el sentido de la vida; no se les va de la cabeza el milagroso parón del caballo a punto de despeñarse y el descubrimiento del solitario, muerto y ya enterrado, de la ermita... «¿No estará en todo esto hablándonos Dios?».

Deciden repartir sus bienes entre los pobres y se marchan al monte Panno; construyen dos ermitas junto a la que ya había y comienzan un retiro en paz. Allí contemplan con piedad la Pasión de Cristo, meditan animosamente las verdades eternas; es parco su alimento de raíces, hierbas y frutos que da el campo, en alguna trampa caen animales y, de tarde en tarde, sorbetean algunos huevos de nidadas salvajes; uno y otro se sienten movidos, además, a añadir mortificación por los pecados propios y ajenos. No les faltan momentos de tentaciones, se sienten a veces con ganas de volver a la civilización; uno alienta al otro cuando manifiesta debilidad o cansancio y juntos se apoyan con la oración.

Descubierta su presencia por otros que van ocupando el monte huyendo de la esclavitud que supone convivir con los discípulos del Profeta, van agregándose gentes que construyen otras cabañas donde vivir en la proximidad y abrigo de los eremitas. Recordando las gestas de don Pelayo en Asturias se aprestan a organizar una posible defensa en caso de necesidad; eligen como capitán a don García Jiménez que es militar y tiene experiencia en la lucha contra los mahometanos; en todo este nuevo modo de vivir, Voto y Félix ayudan con su aprobación sin abandonar su principal cometido orante. Voto muere primero, el día 29 de mayo, algo después se despidió Félix de este mundo y su fiesta se celebra el mismo día por la unión mantenida en el sitio, tiempo y modo de santidad.

 
Santos Voto y Félix
«Dilexit Ecclesiam» (amó a la Iglesia).
¡Laudetur Iesus Christus!

Voto y Félix, eremitas (s. VIII)

Todo Aragón, con Zaragoza, está dominado por los sarracenos que hace más de medio siglo llegaron a España. Los discípulos de Jesucristo, tienen que pagar tributos especiales al moro si quieren seguir haciendo las prácticas cristianas. Así, disgustados y humillados como muchos otros, viven los hermanos Voto y Félix que son gente perteneciente a la nobleza, piadosos y buenos con los pobres.-

Voto es amante de la caza. Ha herido a un ciervo en el monte, y recorre la maleza para atraparlo. Alertado por los ladridos, ve al animal que va huyendo; espolea su caballo. El ciervo se despeña por un precipicio y, cuando Voto quiere darse cuenta, se ha desbocado el caballo.-

Se encomienda a san Juan Bautista y el caballo se inmoviliza, en el borde de la sima. (Aún hoy los vecinos muestran la peña y las huellas que dejaron allí los hierros del animal).

Inspecciona Voto el lugar, encontrando entre las matas y arbustos una ermita dedicada a san Juan Bautista. En su interior tiene un hombre muerto y una escritura donde se lee: «Yo, Juan, eremita en este sitio, habiendo despreciado al mundo, fundé como pude esta ermita en honor de san Juan Bautista, y aquí descanso en paz. Amén.».-

No sabe qué hacer ¡son tantas las cosas sucedidas en tan poco tiempo!... decide dar sepultura al muerto y regresa a su casa con el alma encogida y ansiando poner al corriente de los acontecimientos a su hermano Félix.-

Deducen que el muerto bien pudiera ser Juan, el de Atarés, de quien nadie daba razón desde hacía años; si acertaran en su conjetura, todo se explica por el retiro a una vida solitaria y santa. Ahora todo se les junta en la cabeza: la presencia de los moros y las dificultades para ser hombres íntegros de fe.-

Deciden repartir sus bienes entre los pobres y se marchan al monte Panno; construyen dos ermitas junto a la que ya había y comienzan un retiro en paz. Allí contemplan con piedad la Pasión de Cristo, meditan las verdades eternas; alimento de raíces, hierbas y frutos que da el campo, en alguna trampa caen animales y, sorbetean algunos huevos de nidadas salvajes.-
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Descubierta su presencia, van agregándose gentes que construyen otras cabañas donde vivir en la proximidad y abrigo de los eremitas. –

Voto muere primero, el día 29 de mayo, algo después Félix. Su fiesta se celebra el mismo día por la unión mantenida en el sitio, tiempo y modo de santidad. Esa ermita primera, fue el origen de San Juan de la Peña, cuna del resurgimiento aragonés, en donde se veneran los restos de los dos santos, con los del eremita Atarés.-

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Como contra toda obra buena, la Serpiente Antigua levantó toda clase de engaños y oposiciones a la Iglesia de Cristo. Unas veces insinuando falsas doctrinas o valiéndose de las bajas pasiones para combatir por el derramamiento de sangre y las prohibiciones, Satanás pretendía apagar la fuente radiante de santidad de la Iglesia.
El mismo Apóstol de Gentiles prevendrá a sus contemporáneos de este peligro. En efecto, San Pablo en sus epístolas repite frecuentemente a la vigilancia contra la falsa doctrina: "pseudónymos gnôsis" (I Tim. VI, 20). "Huid", dice, "de las cuestiones impertinentes, las genealogías y las fábulas vanas e inútiles" (I Tim. III, 4; Tito, III, 9).

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«Haced lo que Dios quiere y quered lo que Dios hace»

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´Para conseguir la perfección, solo conozco un medio: el amor.´ S.Teresa de Lisieux-

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´La grandeza de un alma se mide por lo que ama.´ -San Bernardo-

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Perdón - Perdonemos siempre, con la sonrisa en los labios. Hablemos claramente, sin rencor, cuando pensemos en conciencia que debemos hablar. Y dejemos todo en las manos de Nuestro Padre Dios, con un divino silencio—lesus autem tacebat (Mt 26, 63), Jesús callaba—, si se trata de ataques personales, por brutales e indecorosos que sean. Preocupémonos sólo de hacer buenas obras, que El se encargará de que brillen delante de los hombres (Mt 5, 16)
San Josemaría Escrivá de Balaguer. Es Cristo que pasa.

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´Tendremos que arrepentirnos en esta generación no tanto de las acciones de la gente perversa sino de los pasmosos silencios de la gente buena.´ -M. Luther King

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´La fuerza es el derecho de las bestias.´ -Marco Julio Cicerón—

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Mi testimonio coherente y cristiano alimentará la alegría de los excluidos. 

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La pureza de intención es necesaria para que nuestras obras tengan valor ante los ojos de Dios. Y Él nos dará nuestro justo pago por esas buenas acciones. Nada de lo que hagamos quedará sin recompensa. Sea bueno o malo. Y esa recompensa la recibiremos sea aquí en la tierra como en el cielo.

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El alma cristiana es sana y generosa, agradecida y leal. A nadie desprecia, ni siquiera desecha a los pecadores, sabe que el odio engendra las tinieblas y que, al detestar a los enemigos, es a menudo a los hermanos a quienes se desprecia – saepe fratem odisti, et nescis. Procura el bien de todos, siempre.

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Un buen católico medita la Sagrada Escritura, estudia el Catecismo de la Madre Iglesia, profundiza los documentos del Magisterio apostólico y, por sobre todo, no deja de visitar cotidianamente a Jesús en el Sagrario, con la práctica de los Sacramentos. Ser siempre agradecido.

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Di al menos, cuando pases frente a una Iglesia, alguna jaculatoria, por ejemplo: Jesús misericordioso, en ti confío.
Jesús, que nunca hable mal de los demás.
Jesús, eres mi esperanza toda.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, cuida de tu Iglesia.
Oh María, ruega por todos nos, pecadores.
Todo para la gloria de Dios…etc… ¡cuesta tan poco¡

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Visita a los enfermos, a los ancianos.
Guarda el pudor; actúa con humildad.
Sonríe y calla que es santa caridad.
Practica la abnegación y perdona.
Pide luces al Espíritu Santo. Alaba y
agradece a Dios, siempre y de todo.

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´Dios nos ha dado un solo camino para la vida, y es el amor; un único camino para la felicidad, y es el amor; y un solo camino de perfección, y es también el amor.´ -Iginio Ugo Tarchetti-

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 Según la leyenda, Voto era un rico magnate zaragozano, que vivía en tiempo de la conquista de España por los musulmanes. Un día, yendo de caza por las montañas de Huesca estuvo a punto de caer en un precipicio. En vista del peligro, invocó a San Juan Bautista, y su caballo se detuvo al borde de la roca. Al volver a su casa, encontró junto al camino un oratorio abandonado, y junto al altar un cadáver con esta inscripción al lado: "Yo, Juan, levanté esta pequeña iglesia en honor del Precursor, y viví en ella como ermitaño." Movido por la gracia, Voto dio piadosa sepultura al solitario, vendió todos sus bienes, repartió el precio entre los pobres y, seguido de su hermano Félix, volvió a aquel lugar para hacer la misma vida que el anacoreta muerto. Algo más tarde el eremitorio primitivo se convirtió en un gran monasterio, que fue la cuna de la restauración aragonesa. Aún se conserva, bajo la inmensa roca, el pequeño templo mozárabe del siglo X, un viejo recinto abovedado que se llamaba sala de los Concilios, mas el bellísimo claustro canónico del siglo XII. Es el monasterio insigne de San Juan de la Peña.

















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