San Felix y San Voto | |
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Santos | |
Nacimiento | siglo VII Zaragoza |
Fallecimiento | siglo VIII Monte Oroel |
Venerado en | Desde el siglo VIII en Aragón |
Festividad | 29 de mayo |
Voto y Felix vivieron a inicios del siglo VIII, eran cristianos de Zaragoza, de familia noble. La tradición dice que estando Voto persiguiendo un ciervo se cayó por un precipio. Mientras caía rezó a San Juan y entonces el caballo empezó a descender lentamente y se posó suavemente en una roca. Tras avanzar unos metros llegó a una cueva: allí se encontraba el cuerpo del ermitaño Juan de Atarés, apoyada en la cabeza había una piedra con un escrito que decía:
- Ego Ioannes. Primus. In hoc loco, heremita, qui ab amorem Dei, hac ecclesiam fabricavi, in honorem sancti Ioannis Baptiste. Hic, requiesco, Amen.
En el año 717 los guerreros cristianos junto a los monjes nombraron en el Monasterio de San Juan de la Peña a Garcí Ximénez como primer rey del Sobrarbe, el cual les conducirá a la batalla para reconquistar las tierras de Jaca y Aínsa, lugar éste donde se produjo el milagro de la cruz de fuego sobre la carrasca del Sobrarbe.
Los dos hermanos murieron 754, coincidió este hecho con el descenso de una gran luz del cielo, certificándose de este modo su santidad.
Enterrados junto a Juan de Atarés al abrigo de la cueva eremítica, en ese mismo sitio se construyó el Monasterio de San Juan de la Peña.
Voto y Félix, Santos | |||
Eremitas, Mayo 29 | |||
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Santos Voto y Félix
«Dilexit Ecclesiam» (amó a la Iglesia).
¡Laudetur Iesus Christus!
Voto y Félix, eremitas (s. VIII)
Todo Aragón, con Zaragoza, está dominado por los sarracenos que hace más de medio siglo llegaron a España. Los discípulos de Jesucristo, tienen que pagar tributos especiales al moro si quieren seguir haciendo las prácticas cristianas. Así, disgustados y humillados como muchos otros, viven los hermanos Voto y Félix que son gente perteneciente a la nobleza, piadosos y buenos con los pobres.-
Voto es amante de la caza. Ha herido a un ciervo en el monte, y recorre la maleza para atraparlo. Alertado por los ladridos, ve al animal que va huyendo; espolea su caballo. El ciervo se despeña por un precipicio y, cuando Voto quiere darse cuenta, se ha desbocado el caballo.-
Se encomienda a san Juan Bautista y el caballo se inmoviliza, en el borde de la sima. (Aún hoy los vecinos muestran la peña y las huellas que dejaron allí los hierros del animal).
Inspecciona Voto el lugar, encontrando entre las matas y arbustos una ermita dedicada a san Juan Bautista. En su interior tiene un hombre muerto y una escritura donde se lee: «Yo, Juan, eremita en este sitio, habiendo despreciado al mundo, fundé como pude esta ermita en honor de san Juan Bautista, y aquí descanso en paz. Amén.».-
No sabe qué hacer ¡son tantas las cosas sucedidas en tan poco tiempo!... decide dar sepultura al muerto y regresa a su casa con el alma encogida y ansiando poner al corriente de los acontecimientos a su hermano Félix.-
Deducen que el muerto bien pudiera ser Juan, el de Atarés, de quien nadie daba razón desde hacía años; si acertaran en su conjetura, todo se explica por el retiro a una vida solitaria y santa. Ahora todo se les junta en la cabeza: la presencia de los moros y las dificultades para ser hombres íntegros de fe.-
Deciden repartir sus bienes entre los pobres y se marchan al monte Panno; construyen dos ermitas junto a la que ya había y comienzan un retiro en paz. Allí contemplan con piedad la Pasión de Cristo, meditan las verdades eternas; alimento de raíces, hierbas y frutos que da el campo, en alguna trampa caen animales y, sorbetean algunos huevos de nidadas salvajes.-
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Descubierta su presencia, van agregándose gentes que construyen otras cabañas donde vivir en la proximidad y abrigo de los eremitas. –
Voto muere primero, el día 29 de mayo, algo después Félix. Su fiesta se celebra el mismo día por la unión mantenida en el sitio, tiempo y modo de santidad. Esa ermita primera, fue el origen de San Juan de la Peña, cuna del resurgimiento aragonés, en donde se veneran los restos de los dos santos, con los del eremita Atarés.-
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Como contra toda obra buena, la Serpiente Antigua
levantó toda clase de engaños y oposiciones a la Iglesia de Cristo.
Unas veces insinuando falsas doctrinas o valiéndose de las bajas
pasiones para combatir por el derramamiento de sangre y las
prohibiciones, Satanás pretendía apagar la fuente radiante de santidad
de la Iglesia.
El
mismo Apóstol de Gentiles prevendrá a sus contemporáneos de este
peligro. En efecto, San Pablo en sus epístolas repite frecuentemente a
la vigilancia contra la falsa doctrina: "pseudónymos gnôsis" (I Tim. VI,
20). "Huid", dice, "de las cuestiones impertinentes, las genealogías y
las fábulas vanas e inútiles" (I Tim. III, 4; Tito, III, 9).
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«Haced lo que Dios quiere y quered lo que Dios hace»
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´Para conseguir la perfección, solo conozco un medio: el amor.´ S.Teresa de Lisieux-
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´La grandeza de un alma se mide por lo que ama.´ -San Bernardo-
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Perdón - Perdonemos siempre, con la sonrisa en los labios. Hablemos
claramente, sin rencor, cuando pensemos en conciencia que debemos
hablar. Y dejemos todo en las manos de Nuestro Padre Dios, con un divino
silencio—lesus autem tacebat (Mt 26, 63), Jesús callaba—, si se trata
de ataques personales, por brutales e indecorosos que sean.
Preocupémonos sólo de hacer buenas obras, que El se encargará de que
brillen delante de los hombres (Mt 5, 16)
San Josemaría Escrivá de Balaguer. Es Cristo que pasa.
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´Tendremos
que arrepentirnos en esta generación no tanto de las acciones de la
gente perversa sino de los pasmosos silencios de la gente buena.´ -M.
Luther King
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´La fuerza es el derecho de las bestias.´ -Marco Julio Cicerón—
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Mi testimonio coherente y cristiano alimentará la alegría de los excluidos.
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La
pureza de intención es necesaria para que nuestras obras tengan valor
ante los ojos de Dios. Y Él nos dará nuestro justo pago por esas buenas
acciones. Nada de lo que hagamos quedará sin recompensa. Sea bueno o
malo. Y esa recompensa la recibiremos sea aquí en la tierra como en el
cielo.
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El alma
cristiana es sana y generosa, agradecida y leal. A nadie desprecia, ni
siquiera desecha a los pecadores, sabe que el odio engendra las
tinieblas y que, al detestar a los enemigos, es a menudo a los hermanos a
quienes se desprecia – saepe fratem odisti, et nescis. Procura el bien
de todos, siempre.
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Un buen católico medita la Sagrada Escritura, estudia el Catecismo de la Madre Iglesia,
profundiza los documentos del Magisterio apostólico y, por sobre todo,
no deja de visitar cotidianamente a Jesús en el Sagrario, con la
práctica de los Sacramentos. Ser siempre agradecido.
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Di al menos, cuando pases frente a una Iglesia, alguna jaculatoria, por ejemplo: Jesús misericordioso, en ti confío.
Jesús, que nunca hable mal de los demás.
Jesús, eres mi esperanza toda.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, cuida de tu Iglesia.
Oh María, ruega por todos nos, pecadores.
Todo para la gloria de Dios…etc… ¡cuesta tan poco¡
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Visita a los enfermos, a los ancianos.
Guarda el pudor; actúa con humildad.
Sonríe y calla que es santa caridad.
Practica la abnegación y perdona.
Pide luces al Espíritu Santo. Alaba y
agradece a Dios, siempre y de todo.
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´Dios
nos ha dado un solo camino para la vida, y es el amor; un único camino
para la felicidad, y es el amor; y un solo camino de perfección, y es
también el amor.´ -Iginio Ugo Tarchetti-
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Según
la leyenda, Voto era un rico magnate zaragozano, que vivía en tiempo de la
conquista de España por los musulmanes. Un día, yendo de caza por las montañas
de Huesca estuvo a punto de caer en un precipicio. En vista del peligro, invocó
a San Juan Bautista, y su caballo se detuvo al borde de la roca. Al volver a su
casa, encontró junto al camino un oratorio abandonado, y junto al altar un
cadáver con esta inscripción al lado: "Yo, Juan, levanté esta pequeña iglesia en
honor del Precursor, y viví en ella como ermitaño." Movido por la gracia, Voto
dio piadosa sepultura al solitario, vendió todos sus bienes, repartió el precio
entre los pobres y, seguido de su hermano Félix, volvió a aquel lugar para hacer
la misma vida que el anacoreta muerto. Algo más tarde el eremitorio primitivo se
convirtió en un gran monasterio, que fue la cuna de la restauración aragonesa.
Aún se conserva, bajo la inmensa roca, el pequeño templo mozárabe del siglo X,
un viejo recinto abovedado que se llamaba sala de los Concilios, mas el
bellísimo claustro canónico del siglo XII. Es el
monasterio insigne de San Juan de la Peña.
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