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| ¿Qué pasa si no me confirmo? |  
A los que dicen que son católicos pero que 
no practican, que no reciben más que los sacramentos imprescindibles 
-el Bautismo y la Primera Comunión-, se les puede llamar 
católicos pero no practicantes. 
 Y esto es algo así como 
decir que son amables, pero no practican la amabilidad; son 
amigos fieles, pero no practican la fidelidad; son leales, pero 
no practican la lealtad; son buenos trabajadores, pero no trabajan.
 
 Con 
el Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la Confirmación 
constituye el conjunto de los "sacramentos de la iniciación cristiana", 
cuya unidad debe ser salvaguardada. La recepción de este sacramento 
es necesaria para la plenitud de la gracia bautismal.
 
 La Confirmación 
es el sacramento mediante el cual el cristiano se confirma 
como verdadero cristiano y se compromete a ser un soldado 
de Cristo y de su Iglesia. Recibir el sacramento de 
la Confirmación es como tener al alcance de la mano 
una mina inagotable de alegría, de paz, de afabilidad, y 
otras muchas virtudes.
 
 La Confirmación confiere crecimiento y profundidad a 
la gracia bautismal:
 
 - nos introduce más profundamente en la filiación 
divina que nos hace decir "Abbá, Padre" (Rm 8,15).;
 
 - nos 
une más firmemente a Cristo;
 
 - aumenta en nosotros los dones 
del Espíritu Santo;
 
 - hace más perfecto nuestro vínculo con la 
Iglesia (cf LG 11);
 
 - nos concede una fuerza especial del 
Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la 
palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para 
confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir 
jamás vergüenza de la cruz (cf DS 1319; LG 11,12)
 
 ¿No es esto mucho más que una mina de oro?
 
 La condición sagrada y orgánicamente constituida de la comunidad sacerdotal 
se actualiza tanto por los sacramentos como por las virtudes.
 
 Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautismo, quedan 
destinados por el carácter al culto de la religión cristiana 
y, regenerados como hijos de Dios, tienen el deber de 
confesar delante de los hombres la fe que recibieron de 
Dios por medio de la Iglesia. Por el sacramento de 
la confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se 
enriquecen con una fortaleza especial del Espíritu Santo, y de 
esta forma se obligan con mayor compromiso a difundir y 
defender la fe, con su palabra y sus obras, como 
verdaderos testigos de Cristo (LG 11).
 
 La Confirmación, como el Bautismo 
del que es la plenitud, sólo se da una vez. 
La Confirmación, en efecto, imprime en el alma una marca 
espiritual indeleble, el "carácter" (cf DS 1609), que es el 
signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el 
sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo 
alto para que sea su testigo (cf Lc 24,48-49).
 
 Si un 
cristiano no se confirma, se pierde de todas estas gracias 
y además demuestra que quiere seguir siendo un católico no 
practicante, un buen trabajador que no trabaja.
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