lunes, 28 de mayo de 2012

Meditación: Martes de la semana VIII de tiempo ordinario, ciclo B. 29 de mayo, 2012

Jesús nos trae la salvación, y si nos entregamos como Él, recibiremos cien veces más y la vida eterna
«Comenzó Pedro a decirle: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús respondió: En verdad os digo que no hay nadie que habiendo dejado casa, hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o campos por mí y por el Evangelio, no reciba en esta vida cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y, en el siglo venidero, la vida eterna. Porque muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros.» (Marcos 10, 28-31)
1. Ayer vimos al joven rico marchar triste, sin decidirse a seguir a Jesús. Luego, Pedro, que sí le ha seguido, pregunta: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Mateo lo completa: ¿qué recibiremos en cambio?
La respuesta de Jesús nos llena de esperanza para quien se entrega a Dios: «Recibirá en este tiempo cien veces más y en la edad futura vida eterna». No habla Jesús de tantos por ciento, sino que en la nueva familia que se crea en torno a Jesús, dejamos un hermano y encontramos cien. Es la familia: «¿Quién es mi madre y mis hermanos? Quien cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,34s).
Una madre no pregunta cuánto le van a pagar por su trabajo, ni un amigo pone precio a un favor, ni Jesús pasa factura por su entrega en la cruz. Señor, yo todavía quiero honores, que me valoren: ayúdame a madurar en la fe, a ejemplo de tantos laicos en medio del mundo, entregados al apostolado, de sacerdotes que hacen presente a Jesús en nuestro mundo, de religiosos dentro de una comunidad, de misioneros… tantos que han abandonado esa familia biológica, para vivir tu misma vida, Jesús. Vivir tu felicidad… con algunas persecuciones. Además, sin renuncia aparece el egoísmo en sus formas de comodidad, pasiones varias e intereses, orgullo, que hacen daño. En cambio, la generosidad vence todo mal: «Este es el índice para que el alma pueda conocer con claridad si ama a Dios o no, con amor puro. Si le ama, su corazón no se centrará en sí misma, ni estará atenta a conseguir sus gustos y conveniencias. Se dedicará por completo a buscar la honra y gloria de Dios y a darle gusto a Él. Cuanto más tiene corazón para si misma menos lo tiene para Dios» (San Juan de la Cruz).
-“Muchos de los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros”. En economía se dice que hay que ir atentos a no crecer de manera imprudente y desmesurada en la empresa, pues alguien que vive bien con su familia puede vivir luego mal para mantener los costes de esa ampliación. Así también no podemos polarizar nuestra vida para proyectos materiales, pues solo el amor explica el motivo de una vida, y el amor de Dios es lo que da sentido a todo. Pero en el campo de las intenciones, es difícil conocer quien es el primero y cuál el último, por eso el último puede ser el primero.
Todos los verdaderos pobres son ricos. "¿No os parece rico, exclama S. Ambrosio, el que tiene la paz del alma, la tranquilidad y el reposo, el que nada desea, no se turba por nada, no se disgusta por las cosas que tiene desde largo tiempo, y no las busca nuevas?".
2. Pedro sitúa como tres etapas en nuestra salvación con la inspiración del Espíritu de Jesús: el pasado de los profetas, que escrutaban el futuro y «predecían la gracia destinada a vosotros», porque «se les reveló que aquello no era para su tiempo, sino para el vuestro»; el presente donde los pastores cristianos nos anuncian la buena noticia: que en Cristo Jesús se cumple todo lo anunciado antes; y en la esperanza del futuro: «estad interiormente preparados para la acción, a la expectativa del don que os va a traer la revelación de Jesucristo». En todo caso, imitando la santidad del mismo Dios: «Seréis santos porque yo soy santo».
Te pido, Señor, que en mi vida crezca día a día tu presencia en mi corazón;  que yo comprenda lo que esperas de mí, que me des fuerza para llevar a cabo tu voluntad, que tenga mi espíritu vigilante para vivir lo que dice el Apóstol: -“Por lo tanto, tened alertado vuestro espíritu como servidores preparados para el servicio”. Que mantenga mi mente despierta y vigilante, disponible!
Señor, que sepa vivir entre la memoria del ayer y la esperanza del mañana; en una vivencia del presente, de la salvación que hoy nos ofreces, por la comunión en Tu vida. Dame la gracia de no seguir ya los criterios de este mundo sino los tuyos. Que sepa vivir cada Eucaristía con la memoria del pasado, profecía del futuro y celebración vivencial del presente: «Cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa (hoy), anunciáis la muerte del Señor (ayer) hasta que venga (mañana)» (I Corintios 11,26).
3. El Salmo (97,1.2-4) nos habla de que esta salvación es universal, algo parecido a lo que dice Isaías: “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo”.
Enséñame, Señor, a cantar esta acción de gracias con un cantar cada día nuevo por el amor. Gracias, por ese anuncio de tu obra redentora: “El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel”.
Enséñame, Señor, a cantar con toda la creación esta alegría de la salvación final: “Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclamad al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad.”

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