domingo, 27 de mayo de 2012

La vid y los sarmientos


V DOMINGO DE PASCUA

(Act 9, 26-31; Sal 21; 1 Jn 3, 18-24; Jn 15, 1-8)

TEXTO EVANGÉLICO

Lo mismo que el sarmiento, si no permanece en la vid no puede dar fruto, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca.

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CONTEXTO

Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

CONTEMPLACIÓN

Estamos invitados a permanece en Jesús, injertados en la cepa, unidos por la savia de la gracia, por la relación amiga, fiel, como la que Jesús tiene con su Padre.
Paradójicamente, el sarmiento en invierno parece una rama seca, y el viñador llega a podarlo de tal forma, que sólo queda un tallo corto que brota de la vid. Si aplicamos esta imagen a la vida espiritual, podemos descubrir la semejanza con los procesos que se desarrollan en nuestro propio interior ante la experiencia de vernos desnudos, secos, sin hojas ni frutos, podados casi de raíz, y sin embargo, con una capacidad íntima de fecundidad abundante.
Nos suele gustar la cepa frondosa, cargada de racimos. Es fascinante el momento de la vendimia, con la alegría de los caminos perfumados por la fragancia de la uva sazonada, en la expectación de un vino generoso. Pero antes ha sido preciso un tiempo doloroso, de despojo y poda; de no tener conocimiento del proceso, se puede llegar a pensar que todo se ha perdido.
El secreto está en permanecer unido a la vid por corto que sea el tallo, y quedar en la discreción íntima hasta que el Dueño de la viña quiera gozarse de la abundancia de las vides florecidas y maduradas.

MISIÓN

"Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará." Pedid al Dueño de la viña: «Yo te pido no desesperar en el tiempo del despojo, en el momento de la poda, en el que me siento desnudo de frutos y de pámpanos, y tan sólo me queda la savia interior que me habita, la fe en tu Palabra. ¡Señor, no deseches la cepa que tu diestra plantó, y que Tú hiciste vigorosa y fecunda.»

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