SAN BEDA EL VENERABLE, ABAD Y CONFESOR
Si alguno me ama, observará mi palabra,
y mi Padre lo amará, y vendremos a él,
y haremos en él nuestra morada.
(Juan 14, 23)
y mi Padre lo amará, y vendremos a él,
y haremos en él nuestra morada.
(Juan 14, 23)
San Beda el Venerable
San
 Beda el Venerable, el mejor representante del  monaquismo inglés, nació
 en 673. Recibió, ya en vida, grandes elogios:  Luminar de la Iglesia, 
el Doctor de su siglo, el Venerable. León XIII lo  declaró Doctor de la 
Iglesia.
Nos
 dejó datos precisos de su vida en su Historia de  Inglaterra. "Nací en 
Wearmouth, junto al monasterio de San Pedro y San  Pablo, en el que 
entré a los siete años bajo el abad Benito. Ordenado  sacerdote a los 30
 años.
Desde
 entonces he vivido siempre en el claustro, entre  el estudio de las 
Escrituras, la observancia de la disciplina y la carga  diaria de cantar
 en la iglesia. Toda mi delicia era aprender, enseñar y  escribir".
Hermosa
 reseña de una vida: estudio, disciplina y  cantar las divinas 
alabanzas. Recibir y dar: aprender, enseñar y  escribir. Contemplata 
aliis tradere (lema dominicano): entregar a los  demás lo recibido en la
 oración. Ora et labora, de su Padre San Benito:  oración y trabajo, 
como dos ejes que completan y equilibran la vida. "Ni  el rezo estorba 
al trabajo, ni el trabajo estorba al rezo". Es difícil  comprender cómo 
pudo sobresalir tanto en ambas cosas: "Si consideras sus  estudios y 
numerosos escritos, parece que nada dedicó a la oración. Si  consideras 
su unión con Dios, su entrega a las alabanzas divinas, parece  que no le
 quedaba tiempo para estudiar".
Nada
 humano le era ajeno, pensaba con el clásico.  Poseía un saber 
enciclopédico, amaba la ciencia con delirio, pero la  meta de su mente y
 su corazón siempre era Dios. Su gran sabiduría era  conjuntar 
conocimiento y amor. Seguía con gozo la regla de San Agustín a  los 
monjes: "Buscad lo eterno en lo temporal, y en lo visible, lo que  está 
sobre nosotros".
San
 Beda expresaba estos anhelos en esta sabrosa  plegaria: "Oh Jesús 
amante, que te has dignado abrevar mi alma en las  ondas suaves de la 
ciencia, concédemela gracia de hacerme llegar un día  hasta Ti, que eres
 la fuente de la sabiduría, y no permitas que me vea  defraudado para 
siempre de disfrutar de tu divino rostro en la patria  celestial!".
El
 monje ejemplar y virtuoso es pronto un consumado  maestro y escritor 
universal. Escribe con maestría sobre todas las  ciencias humanas y 
divinas. Destacan, aparte de su Historia, su  Correspondencia, sus 
Homilías, sus tratados exegéticos, sobre la Virgen y  los Santos Padres.
 Es además un inspirado poeta. "Miel virgen  destilaban sus labios". Y 
todo sazonado de elevaciones espirituales, de  anhelos de santidad y de 
apostolado.
El
 final de su vida nos lo narra su discípulo Cutberto.  Se acercaba la 
Ascensión del Señor y la vida de Beda se acababa. Les  manda recoger 
algunos objetos que tenía para repartirlos. Les pide que  recen por él y
 todos lloraban cuando les dijo que ya no volverían a ver  su rostro en 
este mundo. "Es inminente mi partida, pues deseo partir  para estar con 
Cristo".
-
 Padre, le dijo Wiberto: ¿Podéis hablar un poco más?  Aún falta un 
capítulo. - Toma la pluma y escribe rápido... - Querido  maestro, queda 
aún una frase. - Pues escribe en seguida. - Ya está  acabado. - Sí, todo
 está ya acabado.
Entonces
 pidió que le colocaran la cabeza mirando a la  capilla, para invocar al
 Señor, y tendido en el suelo de la celda,  comenzó a recitar: Gloria al
 Padre y al Hijo y al Espíritu Santo... "Al  nombrar al Espíritu Santo, 
exhaló el último suspiro, y sin duda, emigró a  las delicias del cielo, 
como merecía, por su constancia en las  alabanzas divinas". Así murió el
 fiel siervo del Señor, como había  vivido: orando y trabajando hasta el
 último aliento. Era el 25 de mayo  del año del Señor de 735.
MEDITACIÓN SOBRE TRES CLASES DE LIBROS
I.
 No leas libros malos, ni siquiera inútiles; éstos hacen perder el  
tiempo, aquellos inspiran impiedad o impureza. Quieres aprender de ellos
  a hablar bien, y aprendes a vivir mal. Muchos libros hay en los que  
aprenderás la ciencia y el talento unidos a la virtud. ¿No los lees? Un 
 mal libro es un tentador continuo, un demonio doméstico; échalo de tu  
casa; de lo contrario él echará de ella la virtud.
II.
 Lee la vida de los santos; al decirte lo que ellos han hecho, te  
enseñarán lo que tú debes hacer. Te desafío a leer la vida de un santo  
sin experimentar el deseo de llegar a ser tú mismo un santo. En fin, no 
 dejes pasar ningún día sin hacer alguna lectura espiritual: es el  
alimento de tu alma. Hablas a Dios en la oración; Él te habla en la  
lectura espiritual: escúchalo, y pon de inmediato en práctica lo que  
hayas leído. Que tus lecturas o tus oraciones sean continuas; ora  dirígete a Dios, ora escucha su palabra (San Cipriano).
III.
 Lee a menudo en el libro de tu conciencia. Todos los otros  libros 
serán inútiles si no conoces éste. Estudia tus inclinaciones, tus  
defectos, conócete a ti mismo. Este libro será abierto el día del  
juicio; ¿podrás darlo a conocer sin temor? ¡Cuán pocos hay que se  
conozcan a sí mismos! Mira en el examen de cada día, y en el examen  
preparatorio a la confesión, las faltas que has cometido; trae a tu  
memoria los años transcurridos y borra con tus lágrimas los pecados  
escritos en este libro de tu conciencia, no sea que se lo condene a ser 
 quemado. Levántate contra ti mismo en el tribunal de tu conciencia  (San Agustín).
La lectura espiritual.
Orad por vuestros enemigos.
Orad por vuestros enemigos.
ORACIÓN
Oh Dios, que ilustráis a vuestra Iglesia por la ciencia del bienaventurado Beda, vuestro confesor y doctor, conceded a vuestros servidores ser siempre ilustrados por sus méritos. Por J. C. N. S. Amén.
 Si alguno me ama, observará mi palabra,
lo amará, y vendremos a él,
y haremos en él nuestra morada.
(Juan, 14, 23).
San Beda, apodado el Venerable, desde la edad de siete años fue confiado a San Benito Biscopio para que él lo educara. Fuera del tiempo del Oficio divino, plúgole siempre estudiar, enseñar o escribir, dedicándose sobre todo a la composición de comentarios sobre las Sagradas Escrituras. El día de su muerte, el niño que le servía de secretario le recordó que aún le faltaba componer una frase para acabar su tratado sobre el Evangelio de San Juan. Dictóla el santo y, terminada su obra, recitando el Gloria Patri expiró. Corría el año 735.
MEDITACIÓN ACERCA
DE TRES CLASES DE LIBROS
I. No leas libros malos, ni siquiera inútiles; éstos hacen perder el tiempo, aquellos inspiran im piedad o impureza. Quieres aprender de ellos a hablar bien, y aprendes a vivir mal. Muchos libros hay en los que aprenderás la ciencia y el talento unidos a la virtud. ¿No los lees? Un mal libro es un tentador continuo, un demonio doméstico; échalo de tu casa; de lo contrario él echará de ella la virtud.
II. Lee la vida de los santos; al decirte lo que ellos han hecho, te enseñarán lo que tú debes hacer. Te desafío a leer la vida de un santo sin experimentar el deseo de llegar a ser tú mismo un santo. En fin, no dejes pasar ningún día sin hacer alguna lectura espiritual: es el alimento de tu alma; hablas a Dios en la oración. Él te habla en la lectura espiritual: escúchalo, y pon de inmediato en práctica lo que hayas leído. Que tus lecturas o tus oraciones sean continuas; ora dirígete a Dios, ora escucha su palabra. (San Cipriano).
III. Lee a menudo en el libro de tu conciencia. Todos los otros libros serán inútiles si no conoces éste. Estudia tus inclinaciones, tus defectos, conócete a ti mismo. Este libro será abierto el día del juicio; ¿podrás darlo a conocer sin temor? ¡Cuán pocos hay que se conozcan a sí mismos! Mira en el examen de cada día, y en el examen preparatorio a la confesión, las faltas que has cometido; trae a tu memoria los años transcurridos, y borra con tus lágrimas los pecados escritos en este libro de tu conciencia, no sea que se lo condene a ser quemado. Levántate contra ti mismo en el tribunal de tu conciencia. (San Agustín).
La lectura espiritual 
Orad por vuestros enemigos.
ORACIÓN
Oh Dios, que ilustráis a vuestra Iglesia por la ciencia del bienaventurado Beda, vuestro confesor y doctor, conceded a vuestros servidores ser siempre ilustrados por sus méritos. Por J. C. N. S. Amén.
 

 
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