Si todo fuera relativo, también es relativo suponer eso mismo. Si se afirma -de manera absoluta- que no hay verdad absoluta, se incurre en la más absurda contradicción. |
El
relativismo es un mal antiguo. Nos viene, como muchas otras cosas, de
los griegos. Es usual otorgar su paternidad a los sofistas del tiempo
de Sócrates. Aunque entre ellos se den algunas diferencias. Por ejemplo
uno de ellos de nombre Protágoras (Πρωταγόρας) solía decir que:
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“El hombre es la medida de todas las cosas”
Al paso que un cierto Gorgias (Γοργίας) es famoso por su concepción agnóstica radical resumida en su célebre frase:
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“El hombre es la medida de todas las cosas”
Al paso que un cierto Gorgias (Γοργίας) es famoso por su concepción agnóstica radical resumida en su célebre frase:
“Nada existe. Si algo existiera no podríamos conocerlo. Y si acaso pudiéramos conocerlo, no nos sería posible comunicarlo".
Esta
segunda frase es mucho más agresiva que la primera; más radical. En
efecto lo que esa frase sugiere es la total impotencia del hombre para
alcanzar la verdad de las cosas, la realidad, lo que llamábamos en la
entrada anterior la naturaleza de los seres. Al paso que la primera, sin
anular totalmente la existencia de lo verdadero lo reduce a mera
construcción subjetiva del hombre. De manera que la única verdad sería
la verdad individual; la que cada uno hace, la que cada uno se fabrica.
Sería el reino de lo que alguien ha llamado “la opinionitis”, verdadera
plaga del mundo actual.
EL ERROR DE NEGAR LA VERDAD OBJETIVA
EL ERROR DE NEGAR LA VERDAD OBJETIVA
Pero
en definitiva ambos miran hacia lo mismo, la eliminación del concepto
de verdad objetiva. La implantación del relativismo gnoseológico
primero, del cual brotará luego el relativismo moral como obvia consecuencia.
La moral es la aplicación de nuestro conocimiento de la naturaleza
humana en orden a determinar los cauces comportamentales conducentes al
logro del fin del hombre. Para usar una analogía un poco atrevida
diríamos que antes de usar un aparato electrónico primero leemos el
manual de instrucciones en el cual se nos enseña cómo utilizarlo de
forma correcta; nadie usa ningún aparato, desde los más sencillos hasta
los más complejos, sin antes asegurarse de que sabe con precisión como
hacerlo, de lo contrario se expone a dañarlo por un mal uso. En este
ejemplo, mutatis mutandis, ese manual sería como el código moral de ese
aparato.
Y
¿quién hace el manual? Pues el mismo que fabricó el aparato, esto es de
una obviedad pasmosa. Los manuales nos vienen de fábrica, es evidente
que sólo aquel que fabricó el aparato puede decirnos cuál es la forma
correcta de utilizarlo. En el fondo lo que queremos que se entienda es
lo siguiente: cuando se dice que una determinada conducta es moralmente
mala, lo que se quiere decir es que esa conducta señalada como mala es
objetivamente contraria a la naturaleza humana y por tanto objetivamente
nociva para quien la realiza. E insistimos en esto porque hay muchos
que debido a la gran ignorancia en que vivimos respecto de estos temas
creen que la moral es sólo un conjunto de prohibiciones inventado por
los curas para controlar a la gente, obligarla a sentir culpas y
hacerlas asistir a la iglesia en busca de perdón y de paso dejar sus
limosnas. Nada más absolutamente alejado de la realidad, y nunca mejor
usada esa palabra “realidad”. La moral tiene un fundamento real, objetivo, verdadero y ese fundamento es nada más y nada menos que la misma naturaleza humana.
Para seguir con el ejemplo del aparato electrónico ¿Qué diríamos si
alguien toma su computador personal y lo agarra a patadas creyendo que
es un balón de fútbol? Evidentemente diríamos que está obrando mal. ¿Por
qué? Sencillamente porque EL COMPUTADOR NO HA SIDO HECHO PARA ESO.
Diríamos que tomar a patadas el computador es un acto “moralmente” malo.
¿Entendemos ahora el significado de las expresiones moralmente malo o
moralmente bueno? De esto hablaremos más detenidamente en otra
oportunidad, por ahora regresemos a nuestro tema, el relativismo.
Decíamos
más arriba que la finalidad del relativismo es la eliminación del
concepto de verdad objetiva. En el fondo de esta postura está una visión
negativa sobre la inteligencia humana. La base de todo el sistema está
en concebir a la potencia intelectiva humana como impotente para conocer
la verdad. Esto se llama escepticismo y es una teoría que en cada siglo
resurge y gana seguidores. Lo paradójico es que quienes la sostienen se pasan su vida entera usando la fuerza de su inteligencia ¡para probar que la fuerza de su inteligencia no puede probar nada!
Daría risa si no fuera tan trágico. Ahí está el filósofo Kant como
ejemplo. Hombre dotado de un talento tremendo para la especulación, se
pasó la vida entera buscando convencer a todos que la inteligencia
humana no puede ir más allá de los meros fenómenos de las cosas, que
nunca podemos conocer las cosas tal y como en realidad son; y como
decíamos arriba, la paradoja está en que este esfuerzo lo realizó usando
la fuerza de su inteligencia. Todo relativismo lleva en sí mismo su
propia refutación y su propio castigo. Hace más de dos mil años
Aristóteles solía repetir que los relativistas deberían estar siempre
callados y no decir nada. Porque si es cierto que nada es verdad entonces eso que ellos enseñan tampoco es verdad.
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