Además de la Comunión Sacramental,
es recomendable hacer una comunión espiritual todos los días. Incluso, antes y
después de la
Comunión Sacramental, deberíamos hacer una comunión
espiritual, para unirnos idealmente a Jesucristo, Nuestro Señor, en su
sacrificio renovado en cada Eucaristía al rededor del mundo.
No hay fórmulas únicas para
hacerlo. En general debe tener un acto de fe,
un acto de amor, una acción de gracias y un acto de deseo.
Aquí les presento dos fórmulas
bellas y sencillas, fáciles de memorizar, y repetir a cada momento.
COMUNIÓN
ESPIRITUAL
Yo
quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con que te
recibió tu Santísima Madre, con el Espíritu y favor de los Santos. Amén.
COMUNIÓN
ESPIRITUAL
Señor
mío Jesucristo, deseo con todo mi corazón unirme a Vos ahora y por toda la
eternidad. Amén.
Comunión espiritual o Comunión de deseo
Para cuando no se puede recibir a Jesús en la Eucaristía.
Para cuando no se puede recibir a Jesús en la Eucaristía.
Consiste
en orar con fe y con amor, expresando el deseo recibir a Nuestro Señor
Jesucristo en el Sacramento de la Eucaristía y pidiendo recibirlo
espiritualmente.
Oración para la comunión espiritual de un efermo -con la participación de otras personas.
Oración personal para comunión espiritual
Yo
quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con
que te recibió tu santísima Madre; con el espíritu y fervor de los
santos.
O bien:
Fórmula de San Alfonso María de Ligorio Creo, Jesús mío, que estáis realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros en mi alma. Pero como ahora no puedo recibiros sacramentado, venid a lo menos espiritualmente a mi corazón. (Pausa en silencio para adoración) Como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno todo a Vos. No permitáis, Señor, que jamás me separe de Vos. Amén. Eterno Padre os ofrezco la Sangre, el Alma, el Espíritu, el Cuerpo y la Divinidad preciosísima de Tu Hijo Jesús en expiación de mis pecados, los pecados del mundo entero y las necesidades de nuestra Santa Iglesia Católica. Amén. |
COMUNIÓN
ESPIRITUAL
La siguiente oración se reza cuando no
se puede recibir físicamente la Sagrada Comunión:
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente
en el cielo y en el Santísimo Sacramento del
Altar.
Os amo
sobre todas las cosas
y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente,
venid al menos espiritualmente a mi corazón.
os abrazo y me uno del todo a Vos.
Y como si ya os hubiese
recibido,
Señor, no permitas que jamás me aparte de Vos.
Amén.
ALABANZAS AL SANTISIMO
SACRAMENTO
EN REPARACION DE LAS
BLASFEMIAS
Bendito
sea Dios,
Bendito sea su Santo
Nombre,
Bendito sea
Jesucristo, Dios y Hombre verdadero,
Bendito sea el
nombre de Jesús,
Bendito sea su
Sacratísimo Corazón,
Bendita sea su
preciosísima Sangre,
Bendito sea Jesús
en el Santísimo Sacramento del Altar,
Bendito sea el
Espíritu Santo Paráclito,
Bendita sea la
Excelsa Madre de Dios María Santísima,
Bendita sea su Santa
e Inmaculada Concepción,
Bendita sea su
gloriosa Asunción a los Cielos,
Bendito sea el
Nombre de Maria, Virgen y Madre,
Bendito sea San
José, su castísimo esposo,
Bendito sea Dios en
sus Angeles y en sus Santos.
Comunión Espiritual | |
Oración para hacer una comunión espiritual | |
|
Comunión espiritual
La Comunión espiritual es una oración con la que el fiel católico expresa el deseo de recibir a Jesucristo en la Eucaristía sin efectuar materialmente la Comunión sacramental, es decir, sin recibir la hostia consagrada. Se utiliza sobre todo como una preparación para la Santa Misa o en los casos en los que es imposible acudir a ella.
Esta práctica está bien establecida en la Iglesia católica y muy recomendable por muchos santos, de acuerdo con el Papa Juan Pablo II. Explicó que la práctica de este deseo constante de Jesús en la Eucaristía tiene su raíz en la perfección última de la comunión eucarística, que es el fin último de todo deseo humano.
La Comunión Espiritual no es primordialmente una sustitución de la Comunión Sacramental, sino más bien anticipación y extensión de sus frutos. Según la doctrina católica, las Comuniones espirituales deben siempre tener la Comunión sacramental como meta.
La Comunión Espiritual puede repetirse muchas veces al día. Puede hacerse en la iglesia o fuera de ella, a cualquier hora del día o de la noche, antes o después de las comidas. Los que están en pecado mortal deben hacer un acto previo de contrición, si quieren recibir el fruto de la Comunión Espiritual.
Un acto de comunión espiritual, expresado mediante cualquier fórmula devota, es recompensado con una indulgencia parcial.1
La Comunión espiritual consiste, según Santo Tomás, en un deseo ardiente de recibir a Nuestro Señor Jesucristo sacramentalmente y en amoroso abrazo, como si se lo hubiera ya recibido.3
Juan Pablo II: Es conveniente cultivar en el animo, el deseo constante del sacramento eucarístico. De aquí ha nacido la practica de la comunión espiritual.4
San Juan María Vianney, el Cura de Ars, decía: Una Comunión espiritual actúa en el alma como un soplo de viento en una brasa que está a punto de extinguirse. Cada vez que sientas que tu amor por Dios se está enfriando, rápidamente haz una Comunión espiritual.5
Decía la beata Juana de la Cruz, que la Comunión espiritual se puede hacer sin que nadie lo note, sin necesidad de ayuno o de permiso del director, y a la hora que nos plazca: con hacer un acto de amor, está hecha. (San Alfonso María de Ligorio, Obras Ascéticas, t. 6. “El amor de las almas”).6
Decía S. Antonio María Claret: Tendré una capilla fabricada en medio de mi corazón y en ella, día y noche, adoraré a Dios con un culto espiritual.7
Sta. Catalina de Siena tuvo una visión. Vio a Jesús con dos cálices y le dijo: En este cáliz de oro pongo tus comuniones sacramentales y, en éste de plata, tus comuniones espirituales Los dos cálices me son agradables.8
A otra mística, Santa Faustina Kowalska, Jesús Misericordioso le comunicó esto: Si practicas el santo ejercicio de la Comunión espiritual varias veces al día, en un mes verás tu corazón completamente cambiado.9
Santa Teresa de Jesús escribió: Cuando no comulgaredes y oyederes misa podéis comulgar espiritualmente…que es mucho lo que se imprime el amor ansi deste Señor.
San Maximiliano Kolbe, además de recibir la Eucaristía, hacía visitas frecuentes al Santísimo Sacramento: hasta diez veces al día. Esto no fue suficiente para él. Y, siguiendo a San Francisco de Sales, decidió hacer Comuniones Espirituales cada 15 minutos. A veces, dice San Maximiliano, la Comunión espiritual puede traer las mismas gracias que la sacramental.10
San Josemaría Escrivá de Balaguer aprendió de un padre escolapio la oración de la comunión espiritual cuando se preparaba para hacer su Primera Comunión en 1912. Esa oración es hoy familiar a miles de personas en el mundo entero.11 En su predicación aconsejó la practica de la comunión espiritual avaladop por su personal experiencia: ¡Qué fuente de gracias es la Comunión espiritual! —Practícala frecuentemente y tendrás más presencia de Dios y más unión con El en las obras (Camino 540).12
Creo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo Sacramento; os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, venid a lo menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno todo a Vos. No permitáis, Señor, que vuelva jamás a abandonaros
Fórmula breve
Creo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo Sacramento: Os amo y deseo. Venid a mi corazón. Os abrazo; no os apartéis nunca de mí
Fórmula de San Alfonso María de Ligorio
Creo, Jesús mío, que estáis realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros en mi alma. Pero como ahora no puedo recibiros sacramentado, venid a lo menos espiritualmente a mi corazón.
(Pausa en silencio para adoración)
Como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno todo a Vos. No permitáis, Señor, que jamás me separe de Vos. Amén.
Fórmula usada por San Josemaría Escrivá
Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre; con el espíritu y fervor de los Santos.
Esta práctica está bien establecida en la Iglesia católica y muy recomendable por muchos santos, de acuerdo con el Papa Juan Pablo II. Explicó que la práctica de este deseo constante de Jesús en la Eucaristía tiene su raíz en la perfección última de la comunión eucarística, que es el fin último de todo deseo humano.
Doctrina
Tradicionalmente se ha considerado la Comunión Espiritual como un premio de consolación: no puedo comulgar sacramentalmente, entonces hago una Comunión Espiritual.La Comunión Espiritual no es primordialmente una sustitución de la Comunión Sacramental, sino más bien anticipación y extensión de sus frutos. Según la doctrina católica, las Comuniones espirituales deben siempre tener la Comunión sacramental como meta.
La Comunión Espiritual puede repetirse muchas veces al día. Puede hacerse en la iglesia o fuera de ella, a cualquier hora del día o de la noche, antes o después de las comidas. Los que están en pecado mortal deben hacer un acto previo de contrición, si quieren recibir el fruto de la Comunión Espiritual.
Un acto de comunión espiritual, expresado mediante cualquier fórmula devota, es recompensado con una indulgencia parcial.1
Referencias de autores católicos
El Sacro Concilio de Trento alaba mucho la Comunión espiritual, y exhorta a los fieles a practicarla.2La Comunión espiritual consiste, según Santo Tomás, en un deseo ardiente de recibir a Nuestro Señor Jesucristo sacramentalmente y en amoroso abrazo, como si se lo hubiera ya recibido.3
Juan Pablo II: Es conveniente cultivar en el animo, el deseo constante del sacramento eucarístico. De aquí ha nacido la practica de la comunión espiritual.4
San Juan María Vianney, el Cura de Ars, decía: Una Comunión espiritual actúa en el alma como un soplo de viento en una brasa que está a punto de extinguirse. Cada vez que sientas que tu amor por Dios se está enfriando, rápidamente haz una Comunión espiritual.5
Decía la beata Juana de la Cruz, que la Comunión espiritual se puede hacer sin que nadie lo note, sin necesidad de ayuno o de permiso del director, y a la hora que nos plazca: con hacer un acto de amor, está hecha. (San Alfonso María de Ligorio, Obras Ascéticas, t. 6. “El amor de las almas”).6
Decía S. Antonio María Claret: Tendré una capilla fabricada en medio de mi corazón y en ella, día y noche, adoraré a Dios con un culto espiritual.7
Sta. Catalina de Siena tuvo una visión. Vio a Jesús con dos cálices y le dijo: En este cáliz de oro pongo tus comuniones sacramentales y, en éste de plata, tus comuniones espirituales Los dos cálices me son agradables.8
A otra mística, Santa Faustina Kowalska, Jesús Misericordioso le comunicó esto: Si practicas el santo ejercicio de la Comunión espiritual varias veces al día, en un mes verás tu corazón completamente cambiado.9
Santa Teresa de Jesús escribió: Cuando no comulgaredes y oyederes misa podéis comulgar espiritualmente…que es mucho lo que se imprime el amor ansi deste Señor.
San Maximiliano Kolbe, además de recibir la Eucaristía, hacía visitas frecuentes al Santísimo Sacramento: hasta diez veces al día. Esto no fue suficiente para él. Y, siguiendo a San Francisco de Sales, decidió hacer Comuniones Espirituales cada 15 minutos. A veces, dice San Maximiliano, la Comunión espiritual puede traer las mismas gracias que la sacramental.10
San Josemaría Escrivá de Balaguer aprendió de un padre escolapio la oración de la comunión espiritual cuando se preparaba para hacer su Primera Comunión en 1912. Esa oración es hoy familiar a miles de personas en el mundo entero.11 En su predicación aconsejó la practica de la comunión espiritual avaladop por su personal experiencia: ¡Qué fuente de gracias es la Comunión espiritual! —Practícala frecuentemente y tendrás más presencia de Dios y más unión con El en las obras (Camino 540).12
Ejemplos
Acto para la comunión espiritualCreo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo Sacramento; os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, venid a lo menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno todo a Vos. No permitáis, Señor, que vuelva jamás a abandonaros
Fórmula breve
Creo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo Sacramento: Os amo y deseo. Venid a mi corazón. Os abrazo; no os apartéis nunca de mí
Fórmula de San Alfonso María de Ligorio
Creo, Jesús mío, que estáis realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros en mi alma. Pero como ahora no puedo recibiros sacramentado, venid a lo menos espiritualmente a mi corazón.
(Pausa en silencio para adoración)
Como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno todo a Vos. No permitáis, Señor, que jamás me separe de Vos. Amén.
Fórmula usada por San Josemaría Escrivá
Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre; con el espíritu y fervor de los Santos.
Referencias
- ↑ http://www.iglesia.org/articulos/indulgenciasV_03.php
- ↑ http://www.multimedios.org/docs/d000436/p000003.htm#2-p0.8.2
- ↑ http://hjg.com.ar/sumat/d/c80.html#a1
- ↑ http://www.vatican.va/holy_father/special_features/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_20030417_ecclesia_eucharistia_sp.html
- ↑ http://www.mariologia.org/vidasejemplaresmarianassanalfonso06.pdf
- ↑ http://www.mariologia.org/vidasejemplaresmarianassanalfonso06.pdf
- ↑ http://www.liturgiacatolica.org/catequesis/comunionespiritual.htm
- ↑ http://www.liturgiacatolica.org/catequesis/comunionespiritual.htm
- ↑ http://www.homilia.org/oracion/3_4oracionVocal.htm
- ↑ http://www.homilia.org/oracion/3_4oracionVocal.htm
- ↑ http://www.es.josemariaescriva.info/articulo/opus-dei-san-josemaria-comunion-espiritual
- ↑ http://www.escrivaobras.org/book/camino-punto-540.htm
Enlaces externos
Comunión espiritual
Jesús mío, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas, y deseo recibirte en mi alma.
No
puedo ahora recibirte en la Sagrada Comunión, pero te pido que vengas a
mí por lo menos espiritualmente. Te abrazo como si ya te tuviera dentro
y me uno a ti.
Concédeme que nunca me separe de ti!
Comunión espiritual | |||
La Comunión Espiritual siguiendo las "Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima" de San Alfonso María de Ligorio | |||
|
COMUNIÓN ESPIRITUAL
La
Comunión Espiritual es la reserva de la Vida y Amor Eucarístico,
siempre disponible para los amantes de Jesús Eucarístico. Por medio de
la Comunión Espiritual, se satisfacen los deseos voraces del alma que
quiere estar unida a Jesús, su Esposo. La Comunión Espiritual es
una unión de amor entre el alma y Jesús en la Hostia. Esta unión es
espiritual, más sin embargo, es real, más real que la unión entre el
alma y el cuerpo, "porque el alma vive más donde ama que donde vive," dice San Juan de la Cruz.
Fe, Amor y Deseo.
Como es evidente, la Comunión Espiritual asume que tenemos fe en la
Presencia Real de Jesús en el Tabernáculo. Implica que quisiéramos la
Comunión Sacramental, y demanda gratitud por el regalo que nos hace
Jesús en este Sacramento. Todo esto se expresa simple y brevemente en la
fórmula de San Alfonso†1617: "Creo
Jesús Mío que estás real y verdaderamente presente en el Santísimo
Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte
dentro de mi alma, pero ya que no lo puedo hacer en este momento
sacramentalmente ven por lo menos espiritualmente a mi corazón. (Pausa)
Como si ya te hubiese recibido, yo me abrazo y me uno totalmente a Tí.
Nunca, nunca permitas que me separe de Tí. Amén"
La Comunión Espiritual, como nos enseña Santo Tomás Aquino †1274 y San Alfonso Liguori, producen
efectos similares a la Comunión Sacramental, de acuerdo a las
disposiciones con que se hace, la mayor o menor vehemencia con que se
desea a Jesús y se le tributa la atención que merece. Una
ventaja especial de la Comunión Espiritual, es que la podemos hacer
tantas veces como queramos,- aun cientos de veces al día;- cuando
queramos,- aún en la noche avanzada;- y donde queramos,- aún en el
desierto, o viajando en un avión.
Es oportuno hacer una Comunión
Espiritual especialmente cuando asistimos a la Santa Misa, y no podemos
recibir a Nuestro Señor sacramentalmente. Al recibir el sacerdote su
Sagrada Comunión, nuestra alma debiera compartir de ella, imvitando a
Jesús a nuestro corazón. De este modo, toda Misa que oímos está
completa, con el Ofertorio, la Consagracíon Sacrificial y la Sagrada
Comunión.
Los dos Cálices. El mismo Jesús dijo a Santa Catarina de Siena †1380 en una visión, lo preciosa que es la Comunión Espiritual.
La Santa temía que la Comunión
Espiritual era nada, comparada con la Comunión Sacramental. En la
visión, Nuestro Señor sostenía dos cálices, y decía: "En este Calíz de
oro, pongo tus Comuniones Sacramentales; y en este Cáliz de plata, tus
Comuniones Espirituales. Los dos cálices me son muy agradables."
Y en una ocasión, Nuestro Señor dijo a
Santa Mararita María Alacoque †1690 cuando ella se encontraba
dirigiéndole tiernos suspiros en el Tabernáculo: "Amo tanto el deseo de
un alma de recibirme, que me apresuro a venir a ella cada vez que me
llama con sus anhelos." No es muy difícil el ver cuánto aman los Santos
la Comunión Espiritual. Esta satisface, al menos en parte, los deseos
ardientes de unirse con su amado. Mismo Jesús dijo: "Permaneced en Mí, y
Yo en vosotros" (Jn. 15:4).
No había otra manera de aquietar los
tiernos deseos que ardían en los corazones de los Santos. "Como el
ciervo ansía las corrientes de agua, así mi alma suspira por Tí, Oh
Dios, porque mi alma tiene sed de Dios." (Sal. 41:2) Este es el suspiro
de amor de los Santos. Santa Catarina de Génova †1507 exclamaba: "Oh
querido Esposo (de mi alma); tanto ansío la alegría de estar Contigo,
que me parece que si muriera, volvería a la vida sólo para recibirte en
la Sagrada Comunión." La Beata Agueda de la Cruz sentía una necesidad
tan aguda de vivir siempre unida a Jesús en la Eucaristía, que
recalcaba: "Si el Confesor no me hubiera enseñado a hacer Comuniones
Espirituales, no hubiera vivido."
Igualmente
para Santa María Francisca de las Cinco Llagas †1791, la Comunión
Espiritual era el único alivio del dolor tan agudo que sentía cuando fué
encerrada en casa, lejos de su amado Señor, y especialmente cuando se
le prohibió recibir la Sagrada Comunión. En tal ocasión, salía a la
terraza de su casa, y mirando en dirección a la Iglesia, suspiraba entre
lágrimas: "Felices los que hoy te han recibido en el Santo Sacramento,
Oh Jesús. Benditas las paredes de la Iglesia que guardan a mi Jesús.
Benditos los sacerdotes quienes están siempre cerca del más adorable
Jesús." Solo la Comunión Espiritual podía satisfacerla un poco.
Durante el día. Este es uno de los consejos que el Padre Pio de Pietrelcina †1968 dió a una de sus hijas espirituales:
"Durante el transcurso del día, cuando no te es permitido hacer otra
cosa, llama a Jesús, aún en medio de todas tus ocupaciones, con un
suspiro resignado del alma, y Él vendrá y permanecerá siempre unido con
tu alma por medio de Su Gracia y Su Santo Amor. Haz un vuelo espiritual
hasta frente el Tabernáculo cuando no puedas estar ahí con tu cuerpo, y
ahí derrama los deseos ardientes de tu espíritu y abraza al Amado de las
almas mejor que si se te hubiera permitido recibirlo sacramentalmente."
También nosotros, saquemos provecho de
este gran don. ¿Durante los momentos en que se nos pone a prueba o nos
sentimos abandonados, por ejemplo, que puede ser más valioso para
nosotros que la compañía de Nuestro Señor Sacramentado, por medio de la
Comunión Espiritual? Esta práctica santa, puede obrar facilmente para
llenar nuestros días con acciones y sentimientos de amor, y nos puede
hacer que vivamos en un abrazo de amor el cual depende solamente de que
lo renovemos, para que casi ni se interrumpa.
Santa Ángela Merici †1540 era
extremadamente apasionada de la Sagrada Comunión Espiritual. No solo la
hacía a menudo y exhortaba a otros a hacerla sino que quizo dejársela a
sus hijas como herencia para que ellas la practicaran después. ¿Y que
podremos decir de San Francisco de Sales †1622? ¿Acaso no parecía su
vida como una cadena de Comuniones Espirituales? Él tomó la resolución
de hacer una Comunión Espiritual al menos cada cuarto de hora. San
Maximiliano Kolbe †1941 hizo la misma resolución desde su juventud.
El
Siervo de Dios Andres Beltrami †1897, nos dejó una corta página de su
diario personal, el cual es el programa de una vida sin interrupción de
Comuniones Espirituales con Jesús en el Santísimo Sacramento. Éstas son
sus palabras: "Donde quiera que me encuentre, constantemente pensaré en
Jesús en el Santísimo Sacramento. Fijaré mis pensamientos en el
Tabernáculo Sagrado, aún por la noche, cuando despierte de mi sueño,
adorándolo desde donde esté, llamando a Jesús en el Santísimo
Sacramento, ofreciendo el acto que esté llevando a cabo en ese momento.
Instalaré un cable telegráfico desde mi estudio hasta la Iglesia; otro
desde mi recámara y un tercero desde el Refectorio; y tan seguido como
pueda, enviaré mensajes de amor a Jesús en el Santísimo Sacramento."
¡Que torrente de afectos divinos deben haber pasado por esos cables!
Igualmente durante la noche. Los Santos estaban ansiosos de usar estos y otros medios santos, a fin de encontrar un escape para sus corazones desbordantes, pues ellos sentían que no habian avanzado aún bastante en su esfuerzo por amor. "Entre más Te amo, lo menos que Te amo," exclamaba Sta Francisca Xavier Cabrini, "pues quisiera amarte más, pero no puedo. Oh, ensancha, ensancha mi corazón."
Cuando San Roque †1628 fué puesto en la prisión al ser convicto de vagabundo peligroso, estando en su celda tenía siempre la mirada fija en la ventana, al mismo tiempo que oraba. El guardia le preguntó: "¿Qué es lo que estás mirando?" El Santo le respondió: "Estoy viendo la torre de la Iglesia." La torre le recordaba de una Iglesia, un Tabernáculo, y de Jesús Eucarístico, inseparablemente unido a su corazón.
El Santo Cura de Ars †1859, decía a su
rebaño: "A la vista de una torre de Iglesia, ustedes pueden decir: Jesús
está ahí, pues ahí hay un sacerdote que ha celebrado Misa." El Beato
Luis Guanella †1915, al viajar en tren con peregrinaciones a varias
parroquias, acostumbraba siempre aconsejar a los peregrinos que
dirigieran sus mentes y sus corazones hacia Jesús siempre que vieran la
torre de una Iglesia a través de la ventana del tren. "Cada campanario,"
solía decir, "señala una Iglesia, en donde hay un Tabernáculo, donde se
celebra una Misa, y donde esta Jesús."
Aprendamos una lección de los Santos.
A ellos les gustaría compartir una chispa del amor que arde en sus
corazones. Hagamos la resolución de hacer muchas Comuniones
Espirituales, especialmente durante los momentos más arduos del día.
Así, muy pronto penetrará en nosotros el Fuego del Amor. De algo muy
consolador, nos asegura San Leonardo de Port Maurice †1751, y eso es
ésto: "Si ustedes practican el Santo ejercicio de la Comunión Espiritual
bastantes veces al día, en un mes se encontrarán completamente
cambiados." ¿Apenas un mes; está claro, verdad?
Antes
de la visita o la oración
Señor
mío Jesucristo, que por amor a los hombre estás noche y día en este
sacramento, lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a
cuantos vienen a visitarte: creo que estás presente en el sacramento del altar.
Te adoro desde el abismo de mi nada y te doy gracias por todas las mercedes que
me has hecho, y especialmente por haberte dado tu mismo en este sacramento, por
haberme concedido por mi abogada a tu amantísima Madre y haberme llamado a
visitarte en este iglesia.
Adoro ahora a tu Santísimo corazón y deseo
adorarlo por tres fines: el primero, en acción de gracias por este insigne
beneficio; en segundo lugar, para resarcirte de todas las injurias que recibes
de tus enemigos en este sacramento; y finalmente, deseando adorarte con esta
visita en todos los lugares de la tierra donde estás sacramentado con menos
culto y abandono.
Estación
a Jesús Sacramentado
V/-¡Viva
Jesús Sacramentado!
R/-¡Viva
y de todos sea amado!
Padrenuestro
Avemaría y Gloria
(se
repite tres veces ante el santísimo o cinco cuando hay exposición mayor -con
custodia-)
Comunión
espiritual:
Yo
quisiera recibios,
con
aquella pureza, humildad y devoción,
con
que os recibió vuestra Santísima Madre,
con
el espíritu y fervor de todos los santos.
Comunión
espiritual
(Desde siempre la Iglesia inspiró en los creyentes
la comunión espiritual.
Hoy desde Internet puedes hacer una visita espiritual a tu sagrario más cercano sin moverte de tu trabajo o estudio.
Puede durar solo unos minutos. Aprovéchalos).
la comunión espiritual.
Hoy desde Internet puedes hacer una visita espiritual a tu sagrario más cercano sin moverte de tu trabajo o estudio.
Puede durar solo unos minutos. Aprovéchalos).
Jesús
mío, creo firmemente que estás en el Santísimo Sacramento.
Te
amo sobre todas las cosas y deseo recibirte.
Ya
que no puedo sacramentalmente ahora, ven al menos espiritualmente a mi corazón;
y como si ya te tuviera dentro de mi, te abrazo y me uno a Ti.
No
permitas que me separe de ti, ni en la vida ni en la muerte. Amén
Sagrado
Corazón de Jesús en Vos confío
Creo
en vuestro amor para conmigo.
o
bien,
Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y
devoción con que te recibió tu santísima Madre; con el espíritu y fervor de
los santos.
COMUNIÓN ESPIRITUAL |
La siguiente oración se reza cuando no se puede recibir físicamente la Sagrada Comunión:
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente
en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.
Os amo sobre todas las cosas
y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente,
venid al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya os hubiese recibido,
os abrazo y me uno del todo a Vos.
Señor, no permitas que jamás me aparte de Vos.
Amén.
ALABANZAS AL SANTISIMO SACRAMENTO EN REPARACION DE LAS BLASFEMIAS
Bendito sea Dios,
Bendito sea su Santo Nombre,
Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero,
Bendito sea el nombre de Jesús,
Bendito sea su Sacratísimo Corazón,
Bendita sea su preciosísima Sangre,
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar,
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito,
Bendita sea la Excelsa Madre de Dios María Santísima,
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción,
Bendita sea su gloriosa Asunción a los Cielos,
Bendito sea el Nombre de Maria, Virgen y Madre,
Bendito sea San José, su castísimo esposo,
Bendito sea Dios en sus Angeles y en sus Santos.
Comuniones espirituales.
La comunión espiritual consiste en un deseo intenso de que Jesucristo venga a nuestro corazón. La comunión espiritual es una forma de comulgar, manifestándole al Señor los deseos que tenemos de recibirle bien. ¡Qué fuente de gracias es la Comunión espiritual! -Practícala frecuentemente y tendrás más presencia de Dios y más unión con El en las obras (Camino, n. 540). Para explicar la importancia de las comuniones espirituales, un profesor explicaba que Dios guarda en un copón de oro las comuniones sacramentales, y en un copón de plata, las espirituales.
Hay muchas fórmulas de hacer la comunión espiritual, y cada uno se puede inventar la suya, pero pongamos dos como ejemplos. “Yo quisiera Señor, recibiros, con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos”. O bien: “Jesús mío: creo firmemente que estas en el Santísimo Sacramento del altar. Te adoro sobre todas las cosas. Te amo con todo mi corazón. Deseo que vengas a mí, pero ya que no puedo recibirte ahora sacramentalmente, te pido que vengas espiritualmente a mí. Ven, Señor, Jesús. Padre Eterno: te ofrezco la Sangre preciosísima de Jesucristo en expiación de mis pecados y por las necesidades de la Santa Iglesia y la conversión de los pecadores. Amén. Hay personas que no deben de comulgar por sus circunstancias personales, pero necesitan el alimento de la Eucaristía. A esas personas se les recomienda que hagan varias Comuniones espirituales pues es un modo de fortalecer su alma. Dios quiere que lo recibamos al menos espiritualmente, y que se pongan los medios para recibirlo en la Eucaristía, en su momento. La Comunión espiritual expresa con mil matices nuestra fe y nuestro amor, la esperanza y el desagravio por las veces en que quizá hemos recibido al Señor con frialdad o negligencia, por los que comulgan sacrílegamente, por cuantos ignoran u olvidan a Cristo en el Sacramento del Altar. También es otra forma de estar más cerca de nuestro Señor, cuando no podemos comulgar o porque no estamos confesados. Algunos padres de familia son cuestionados por sus hijos, quienes les preguntan: “¿Por qué no comulgas?”. Si es porque no están casados, ellos deben de pedir luces al Señor para saber explicar a sus hijos la razón, deben decirles claramente el motivo, y quizás agregar que eso es una cuestión entre ellos y Dios, que ellos como niños no deben juzgar ni insistir. Muchos autores recomiendan pedirle perdón a Nuestro Señor por las ofensas que le hemos hecho; luego, decirle que necesitamos su visita porque somos débiles. Pedimos que se digne traernos sus ayudas y gracias espirituales y venir a fortalecernos en nuestras luchas. La consideración del inmenso amor de Jesucristo en la Eucaristía ha ayudado siempre a las almas de vida interior a prepararse lo mejor posible para la recepción de este sacramento, y a dar luego gracias por la Comunión. Es propio de un alma enamorada, vivir el trabajo y todo cuanto hace, con el corazón puesto en el Señor. Cuanto más se acerca el momento de comulgar, más vivo ha de ser el deseo de recibirlo. La comunión se puede preparar con comuniones espirituales y con actos
de fe, esperanza y caridad, pero sobre todo, expresando los deseos de que el Señor
venga a nuestra casa, a nuestra alma.
Benedicto XVI dice, en La Luz del mundo: En la eucaristía Cristo está realmente
presente, es el punto que pivota toda renovación. Sólo a partir de su espíritu son
posibles las revoluciones espirituales. No es sólo el acontecimiento de un día, sino
de la historia universal en su conjunto, como fuerza decisiva de la que después
pueden provenir cambios.
San Josemaría Escrivá de Balaguer experimentó una fe viva. Escribió: Desde
pequeño he comprendido perfectamente el porqué de la Eucaristía: es un
sentimiento que todos tenemos; querer quedarnos para siempre con quien
amamos. Es el sentimiento de la madre por su hijo: te comería a besos, le dice. Te
comería: te transformaría en mi propio ser. El Señor nos ha dicho eso también:
¡toma, cómeme! Más humano no puede ser. Pero no humanizamos nosotros a Dios
Nuestro Señor cuando lo recibimos: es El quiere nos diviniza, nos ensalza, nos
levanta. Jesucristo hace lo que a nosotros nos es imposible: sobrenaturaliza
nuestras vidas, nuestras acciones, nuestros sacrificios. Quedamos endiosados. Me
sobran razones: aquí está la explicación de mi vivir.
Ardientemente he deseado comer esta pascua con vosotros, antes de mi Pasión
(Luc. XXII, 15). Con estas palabras, la noche de la Ultima Cena, el Señor manifestó
a los Apóstoles el amor extremado que le llevaba a instituir el Sacramento de la
Eucaristía, en el que -bajo las especies del pan y del vino- quiso ofrecerse El
mismo, con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad, como
alimento para nuestras almas.
Vive de tal manera que puedas recibirlo cada día, exhortaba San Agustín (Sermo 4,
1). Pensando sobre todo en quienes comulgan con frecuencia, incluso
cotidianamente, el Magisterio insiste en extremar las disposiciones del alma: recta
intención y devoción sincera (San Pío X, Decr. Sacra Tridentina Synodus, 20-XII-
1905.). Ciertamente, la Comunión no es un premio a la virtud, sino alimento para el
cristiano que aún camina por la tierra; y por eso mismo, nuestra Madre la Iglesia
exhorta a recibirla frecuentemente. Pero no debemos permitir que la rutina o la
vanidad desnaturalicen la participación en la Sagrada Eucaristía, privándonos de
gran parte de sus frutos.
El primero y el último pensamiento de cada jornada, que procuramos dirigir al
Señor, muchas veces se referirá de modo explícito a la Eucaristía: un pensamiento
de amor, de gratitud, de contrición, que puede repetirse también durante la noche,
cuando el sueño se interrumpe.
La acción de gracias: Es lógico que, cuanto más delicadas sean nuestras
disposiciones, más indignos nos sintamos de recibir tanto bien. El Señor está
siempre en el Sagrario. Parece que no nos oye, pero nos escucha amorosamente,
con el cariño de un padre y de una madre, escondiendo su Divinidad y su
Humanidad. Es un Señor que habla cuando quiere, cuando menos se espera, y dice
cosas concretas. Después calla, porque desea la respuesta de nuestra fe y de
nuestra lealtad (San Josemaría E).
El cariño a Jesús Sacramentado nos hará encontrar modos personalísimos de
darle gracias, aunque nos encontremos áridos. Santa María, que siempre nos
enseña a tratar a Jesús, a reconocerle y a encontrarle en las diversas circunstancias
del día (Es Cristo que pasa, n. 94.), será la mejor Maestra de piedad para recibir a Jesús Sacramentado.
Hay muchas fórmulas de hacer la comunión espiritual, y cada uno se puede inventar la suya, pero pongamos dos como ejemplos. “Yo quisiera Señor, recibiros, con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos”. O bien: “Jesús mío: creo firmemente que estas en el Santísimo Sacramento del altar. Te adoro sobre todas las cosas. Te amo con todo mi corazón. Deseo que vengas a mí, pero ya que no puedo recibirte ahora sacramentalmente, te pido que vengas espiritualmente a mí. Ven, Señor, Jesús. Padre Eterno: te ofrezco la Sangre preciosísima de Jesucristo en expiación de mis pecados y por las necesidades de la Santa Iglesia y la conversión de los pecadores. Amén. Hay personas que no deben de comulgar por sus circunstancias personales, pero necesitan el alimento de la Eucaristía. A esas personas se les recomienda que hagan varias Comuniones espirituales pues es un modo de fortalecer su alma. Dios quiere que lo recibamos al menos espiritualmente, y que se pongan los medios para recibirlo en la Eucaristía, en su momento. La Comunión espiritual expresa con mil matices nuestra fe y nuestro amor, la esperanza y el desagravio por las veces en que quizá hemos recibido al Señor con frialdad o negligencia, por los que comulgan sacrílegamente, por cuantos ignoran u olvidan a Cristo en el Sacramento del Altar. También es otra forma de estar más cerca de nuestro Señor, cuando no podemos comulgar o porque no estamos confesados. Algunos padres de familia son cuestionados por sus hijos, quienes les preguntan: “¿Por qué no comulgas?”. Si es porque no están casados, ellos deben de pedir luces al Señor para saber explicar a sus hijos la razón, deben decirles claramente el motivo, y quizás agregar que eso es una cuestión entre ellos y Dios, que ellos como niños no deben juzgar ni insistir. Muchos autores recomiendan pedirle perdón a Nuestro Señor por las ofensas que le hemos hecho; luego, decirle que necesitamos su visita porque somos débiles. Pedimos que se digne traernos sus ayudas y gracias espirituales y venir a fortalecernos en nuestras luchas. La consideración del inmenso amor de Jesucristo en la Eucaristía ha ayudado siempre a las almas de vida interior a prepararse lo mejor posible para la recepción de este sacramento, y a dar luego gracias por la Comunión. Es propio de un alma enamorada, vivir el trabajo y todo cuanto hace, con el corazón puesto en el Señor. Cuanto más se acerca el momento de comulgar, más vivo ha de ser el deseo de recibirlo. La comunión se puede preparar con comuniones espirituales y con actos
de fe, esperanza y caridad, pero sobre todo, expresando los deseos de que el Señor
venga a nuestra casa, a nuestra alma.
Benedicto XVI dice, en La Luz del mundo: En la eucaristía Cristo está realmente
presente, es el punto que pivota toda renovación. Sólo a partir de su espíritu son
posibles las revoluciones espirituales. No es sólo el acontecimiento de un día, sino
de la historia universal en su conjunto, como fuerza decisiva de la que después
pueden provenir cambios.
San Josemaría Escrivá de Balaguer experimentó una fe viva. Escribió: Desde
pequeño he comprendido perfectamente el porqué de la Eucaristía: es un
sentimiento que todos tenemos; querer quedarnos para siempre con quien
amamos. Es el sentimiento de la madre por su hijo: te comería a besos, le dice. Te
comería: te transformaría en mi propio ser. El Señor nos ha dicho eso también:
¡toma, cómeme! Más humano no puede ser. Pero no humanizamos nosotros a Dios
Nuestro Señor cuando lo recibimos: es El quiere nos diviniza, nos ensalza, nos
levanta. Jesucristo hace lo que a nosotros nos es imposible: sobrenaturaliza
nuestras vidas, nuestras acciones, nuestros sacrificios. Quedamos endiosados. Me
sobran razones: aquí está la explicación de mi vivir.
Ardientemente he deseado comer esta pascua con vosotros, antes de mi Pasión
(Luc. XXII, 15). Con estas palabras, la noche de la Ultima Cena, el Señor manifestó
a los Apóstoles el amor extremado que le llevaba a instituir el Sacramento de la
Eucaristía, en el que -bajo las especies del pan y del vino- quiso ofrecerse El
mismo, con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad, como
alimento para nuestras almas.
Vive de tal manera que puedas recibirlo cada día, exhortaba San Agustín (Sermo 4,
1). Pensando sobre todo en quienes comulgan con frecuencia, incluso
cotidianamente, el Magisterio insiste en extremar las disposiciones del alma: recta
intención y devoción sincera (San Pío X, Decr. Sacra Tridentina Synodus, 20-XII-
1905.). Ciertamente, la Comunión no es un premio a la virtud, sino alimento para el
cristiano que aún camina por la tierra; y por eso mismo, nuestra Madre la Iglesia
exhorta a recibirla frecuentemente. Pero no debemos permitir que la rutina o la
vanidad desnaturalicen la participación en la Sagrada Eucaristía, privándonos de
gran parte de sus frutos.
El primero y el último pensamiento de cada jornada, que procuramos dirigir al
Señor, muchas veces se referirá de modo explícito a la Eucaristía: un pensamiento
de amor, de gratitud, de contrición, que puede repetirse también durante la noche,
cuando el sueño se interrumpe.
La acción de gracias: Es lógico que, cuanto más delicadas sean nuestras
disposiciones, más indignos nos sintamos de recibir tanto bien. El Señor está
siempre en el Sagrario. Parece que no nos oye, pero nos escucha amorosamente,
con el cariño de un padre y de una madre, escondiendo su Divinidad y su
Humanidad. Es un Señor que habla cuando quiere, cuando menos se espera, y dice
cosas concretas. Después calla, porque desea la respuesta de nuestra fe y de
nuestra lealtad (San Josemaría E).
El cariño a Jesús Sacramentado nos hará encontrar modos personalísimos de
darle gracias, aunque nos encontremos áridos. Santa María, que siempre nos
enseña a tratar a Jesús, a reconocerle y a encontrarle en las diversas circunstancias
del día (Es Cristo que pasa, n. 94.), será la mejor Maestra de piedad para recibir a Jesús Sacramentado.
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