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José Obrero, Santo |
Obrero Mayo 1
Se cristianizó una fiesta que había sido hasta
el momento la ocasión anual del trabajador para manifestar sus
reivindicaciones, su descontento y hasta sus anhelos. Fácilmente en las
grandes ciudades se observaba un paro general y con no
menos frecuencia se podían observar las consecuencias sociales que llevan
consigo la envidia, el odio y las bajas pasiones repetidamente
soliviantadas por los agitadores de turno. En nuestro occidente se
aprovechaba también ese momento para lanzar reiteradas calumnias contra la
Iglesia que era presentada como fuerza aliada con el capitalismo
y consecuentemente como el enemigo de los trabajadores.
Fue después de
la época de la industrialización cuando toma cuerpo la fiesta
del trabajo. Las grandes masas obreras han salido perjudicadas con
el cambio y aparecen extensas masas de proletarios. También hay
otros elementos que ayudan a echar leña al fuego del
odio: la propaganda socialista-comunista de la lucha de clases.
Era entonces
una fiesta basada en el odio de clases con el
ingrediente del odio a la religión. Calumnia dicha por los
que, en su injusticia, quizá tengan vergüenza de que en
otro tiempo fuera la Iglesia la que se ocupó de
prestar asistencia a sus antepasados en la cama del hospital
en que murieron; o quizá lanzaron esas afirmaciones aquellos que
un tanto frágiles de memoria olvidaron que los cuidados de
la enseñanza primera los recibieron de unas monjas que no
les cobraban a sus padres ni la comida que recibían
por caridad; o posiblemente repetían lo que oían a otros
sin enterarse de que son la Iglesia aquellas y aquellos
que, sin esperar ningún tipo de aplauso humano, queman sus
vidas ayudando en todos los campos que pueden a los
que aún son más desafortunados en el ancho mundo, como
Calcuta, territorios africanos pandemiados de sida, o tierras americanas plenas
de abandono y de miseria; allí estuvieron y están, dando
del amor que disfrutan, ayudando con lo que tienen y
con lo que otros les dan, consolando lo que pueden
y siendo testigos del que enseñó que el amor al
hombre era la única regla a observar. Y son bien
conscientes de que han sido siempre y son hoy los
débiles los que están en el punto próximo de mira
de la Iglesia. Quizá sean inconscientes, pero el resultado obvio
es que su mala propaganda daña a quien hace el
bien, aunque con defectos, y, desde luego, deseando mejorar.
El día
1 de Mayo del año 1955, el Papa Pío XII,
instituyó la fiesta de San José Obrero. Una fiesta bien
distinta que ha de celebrarse desde el punto de partida
del amor a Dios y de ahí pasar a la
vigilancia por la responsabilidad de todos y de cada uno
al amplísimo y complejo mundo de la relación con el
prójimo basada en el amor: desde el trabajador al empresario
y del trabajo al capital, pasando por poner de relieve
y bien manifiesta la dignidad del trabajo -don de Dios-
y del trabajador -imagen de Dios-, los derechos a una
vivienda digna, a formar familia, al salario justo para alimentarla
y a la asistencia social para atenderla, al ocio y
a practicar la religión que su conciencia le dicte; además,
se recuerda la responsabilidad de los sindicatos para logro de
mejoras sociales de los distintos grupos, habida cuenta de las
exigencias del bien de toda la colectividad y se aviva
también la responsabilidad política del gobernante. Todo esto incluye ¡y
mucho más! la doctrina social de la Iglesia porque se
toca al hombre al que ella debe anunciar el Evangelio
y llevarle la Salvación; así mantuvo siempre su voz la
Iglesia y quien tenga voluntad y ojos limpios lo puede
leer sin tapujos ni retoques en Rerum novarum, Mater et
magistra, Populorum progressio, Laborem exercens, Solicitudo rei socialis, entre otros
documentos. Dar doctrina, enseñar donde está la justicia y señalar
los límites de la moral; recordar la prioridad del hombre
sobre el trabajo, el derecho a un puesto en el
tajo común, animar a la revisión de comportamientos abusivos y
atentatorios contra la dignidad humana... es su cometido para bien
de toda la humanidad; y son principios aplicables al campo
y a la industria, al comercio y a la universidad,
a la labor manual y a la alta investigación científica,
es decir, a todo el variadísimo campo donde se desarrolle
la actividad humana.
Nada más natural que fuera el titular de
la nueva fiesta cristiana José, esposo de María y padre
en funciones de Jesús, el trabajador que no lo tuvo
nada fácil a pesar de la nobilísima misión recibida de
Dios para la Salvación definitiva y completa de todo hombre;
es uno más del pueblo, el trabajador nato que entendió
de carencias, supo de estrecheces en su familia y las
llevó con dignidad, sufrió emigración forzada, conoció el cansancio del
cuerpo por su esfuerzo, sacó adelante su responsabilidad familiar; es
decir, vivió como vive cualquier trabajador y probablemente tuvo dificultades
laborales mayores que muchos de ellos; se le conoce en
su tiempo como José «el artesano» y a Jesús se
le da el nombre descriptivo de «el hijo del artesano».
Y, por si fuera poco, los designios de Dios cubrían
todo su compromiso.
Fiesta sugiere honra a Dios, descanso y
regocijo. Pues, ánimo. Honremos a Dios santificando el trabajo diario
con el que nos ganamos el pan, descansemos hoy de
la labor y disfrutemos la alegría que conlleva compartir lo
nuestro con los demás.
Fiesta de San José Obrero |
Creación y trabajo: Dios creador y el hombre colaborando con él por amor. Meditación sobre el trabajo |
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Inmenso Dios creando como un torbellino inmóvil y amoroso, afanándose
en su obra para su gloria en el hombre. Y
cuando pasó revista a todo, montes y espesuras, estrellas, mares,
calandrias y elefantes, aves del paraíso y águilas reales, altísimas
montañas, palomas raudas, palmeras y cipreses, colibríes y elefantes... el
hombre y la mujer..., dijo:
¡Bien, Todo está bien!
¡Me
ha quedado todo estupendo!...
Es obra de mi amor.
Y vio
Dios que lo había hecho bien.
Maravillas de amor
del trigo verde.
Maravillas de amor de los ríos caudalosos.
De los
hondos mares bravíos.
De las altas montañas escarpadas.
Del ondular de las
colchas de sangre de amapolas.
De los rosarios rosados del maíz.
Del
néctar de los melones deliciosos.
De los crujientes cacahuetes.
De los prados
de verduras
De los racimos de los plátanos.
Y vio Dios que
lo había hecho bien.
Riquezas de amor del oro
pálido.
De los diáfanos diamantes.
De los zafiros y de los
topacios.
De las aguas marinas románticas.
De los rojos corales.
De las amatistas
y rubíes de sangre.
De la plata rutilante.
Y vio Dios que
lo había hecho bien.
El regalo de amor de
la vida animal.
De los ágiles caballos.
De las gacelas tímidas.
De
los jilgueros y de los gorriones cantarines.
De los locuaces periquitos.
De
los toros solemnes y orgullosos.
De las ballenas como casas.
De los
leones regios.
De los pavos reales de ensueño.
De las altísimas jirafas.
De
los canarios melodiosos.
Y vio Dios que lo había hecho bien.
Y el lujo de los jardines.
Las rosaledas lujuriantes,
jaspeadas.
Los jazmines embriagadores.
Las madreselvas de embrujo.
Los claveles rojos, naranja, blancos,
amarillos.
Los tulipanes de nácar.
Y vio Dios que lo había hecho
bien.
Maravillas de amor.
Y el hombre ¡ay! insatisfecho.
Porque los hizo: hombre y mujer.
Y Adán no encontraba la
respuesta a su amor
en las otras bellezas de criaturas.
Al tener
ante él a la mujer, maravilla de ser,
dice Adán: Ahora
encuentro eco a mi amor.
Y el paraíso sin dolor.
La chispa
primera de la inteligencia.
El latido de la primera emoción, del
primer amor.
Y vio Dios que lo había hecho bien.
Misterio de amor.
Y la Redención.
Hijos en el Hijo.
Vida de
Dios. Como si a las hormigas
las eleváramos a la vida
humana,
inteligente y voluntaria.
Como si les pudiéramos decir:
¡Hormigas, qué alegría,
sois hombres, siendo a la vez hormigas!
Hombres - dioses.
Y
vio Dios que lo había hecho bien.
Al animal
con suplemento
de inteligencia: hombre.
Al hombre con la gracia =
dios.
Divinizado.
Pero comprado con Sangre divina.
La Sangre del Cordero.
Y ese hombre,
ya liberado en general,
tiene que ser liberado en concreto.
Tú, yo,
él, todos.
La Iglesia.
La humanidad.
La humanidad en el crisol.
Y vio Dios
que lo había hecho bien.
Y le dijo a
Adán: Prolonga tú ahora mi obra creadora, toma mis fuerzas
y sigue creando, yo estaré contigo y descansaré. Trabaja conmigo,
que es tu oficio. Trabajar para Adán era hermoso, era
«coser y cantar», siempre con el corazón henchido de alegría,
porque crear deleita. El sudor vino después; la amargura y
el cansancio y la fatiga fueron posteriores al pecado. «Con
el sudor de tu frente», la tierra se te resistirá,
y las ideas se te irán escurridizas, y se bloqueará
el ordenador, y los cardos y las espinas, son, pueden
ser, expiación y penitencia. "Existe, dice Juan Pablo II en
la "Laborem exercens", una dimensión esencial del trabajo humano, en
la que la espiritualidad fundada sobre el evangelio, penetra profundamente.
Todo trabajo —tanto manual como intelectual— está unido inevitablemente a
la fatiga.
El libro del Génesis lo expresa de manera
verdaderamente penetrante, contraponiendo a aquella originaria bendición del trabajo, contenida
en el misterio mismo de la creación, y unida a
la elevación del hombre como imagen de Dios, la maldición,
que el pecado ha llevado consigo: «Por ti será maldita
la tierra. Con trabajo comerás de ella todo el tiempo
de tu vida» (Gén 3,17). Este dolor unido al trabajo
señala el camino de la vida humana sobre la tierra
y constituye el anuncio de la muerte: «Con el sudor
de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a
la tierra; pues de ella has sido hecho...» (Gén 3,19).
LA ESPIRITUALIDAD DEL TRABAJO HUMANO
Casi como un eco de estas
palabras, se expresa el autor de uno de los libros
sapienciales: «Entonces miré todo cuanto habían hecho mis manos y
todos los afanes que al hacerlo tuve...» (Ecl 2,11). No
existe un hombre en la tierra que no pueda hacer
suyas estas palabras. El Evangelio pronuncia, en cierto modo, su
última palabra, en el misterio pascual de Jesucristo. Y aquí
también es necesario buscar la respuesta a estos problemas tan
importantes para la espiritualidad del trabajo humano. En el misterio
pascual está contenida la cruz de Cristo, su obediencia hasta
la muerte, que el Apóstol contrapone a aquella desobediencia, que
ha pesado desde el comienzo a lo largo de la
historia del hombre en la tierra (Rm 5,19). Está contenida
en él también la elevación de Cristo, el cual mediante
la muerte de cruz vuelve a sus discípulos con la
fuerza del Espíritu Santo en la resurrección. El sudor y
la fatiga, que el trabajo necesariamente lleva en la condición
actual de la humanidad, ofrecen al cristiano y a cada
hombre, que ha sido llamado a seguir a Cristo, la
posibilidad de participar en el amor en la obra que
Cristo ha venido a realizar (Jn 17,4).
Esta obra de
salvación se ha realizado a través del sufrimiento y de
la muerte de cruz. Soportando la fatiga del trabajo en
unión con Cristo crucificado por nosotros, el hombre colabora en
cierto modo con el Hijo de Dios en la redención
de la humanidad. Se muestra verdadero discípulo de Jesús llevando
a su vez la cruz de cada día en la
actividad que ha sido llamado a realizar. Cristo, sufriendo la
muerte por todos nosotros, pecadores, nos enseña con su ejemplo
a llevar la cruz que la carne y el mundo
echan sobre los hombros que buscan la paz y la
justicia»; pero, al mismo tiempo, «constituido Señor por su resurrección,
Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en
la tierra, obra ya por la virtud de su Espíritu
en el corazón del hombre purificando y robusteciendo también, con
ese deseo, aquellos generosos propósitos con los que la familia
humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter
la tierra a este fin».
En el trabajo cristiano descubre
una pequeña parte de la cruz de Cristo y la
acepta con el mismo espíritu de redención, con el cual
Cristo ha aceptado su cruz por nosotros. En el trabajo,
merced a la luz que penetra dentro de nosotros por
la resurrección de Cristo, encontramos siempre un tenue resplandor de
la vida nueva, del nuevo bien, casi como un anuncio
de los «nuevos cielos y otra tierra nueva», los cuales
precisamente mediante la fatiga del trabajo, son participados por el
hombre y por el mundo. A través del cansancio y
jamás sin él. Esto confirma, por una parte, lo indispensable
de la cruz en la espiritualidad del trabajo humano; pero,
por otra parte, se descubre en esta cruz y fatiga
un bien nuevo que comienza con el mismo trabajo: con
el trabajo entendido en profundidad y bajo todos sus aspectos,
y jamás sin él.
LA TIERRA NUEVA
¿No es ya este
nuevo bien —fruto del trabajo humano— una pequeña parte de
la «tierra nueva», en la que mora la justicia? ¿En
qué relación está ese nuevo bien con la resurrección de
Cristo, si es verdad que la múltiple fatiga del trabajo
del hombre es una pequeña parte de la cruz de
Cristo? También a esta pregunta intenta responder el Concilio, tomando
las mismas fuentes de la Palabra revelada: «Se nos advierte
que de nada le sirve al hombre ganar todo el
mundo, si se pierde a sí mismo (Lc 9,25). (Vaticano
II, Gaudium et Spes, 38). No obstante, la espera de
una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar,
la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo
de la nueva familia humana, el cual puede de alguna
manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Por ello, aunque
hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino
de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir
a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida
al reino de Dios». El cristiano que está en actitud
de escucha de la palabra del Dios vivo, uniendo el
trabajo a la oración, sepa el puesto que ocupa su
trabajo no sólo en el progreso terreno, sino también en
el desarrollo del Reino de Dios, al que todos somos
llamados con la fuerza del Espíritu Santo y con la
palabra del Evangelio".Y así, trabajando, es como el hombre se
convierte en dominador de la materia y concreador del mundo,
que le estará sometido en la medida de su trabajo;
y pondrá a su servicio todas las criaturas, inferiores a
él. Y así se dignifica y crece.
TRABAJO BALUARTE
«El que no
quiera trabajar que no coma», dice san Pablo; quien ha
de comer tiene que trabajar. El deber de trabajar arranca
de la misma naturaleza. «Mira, perezoso, mira la hormiga...», y
mira la abeja, y aprende de ellas a trabajar, a
ejercitar tus cualidades desarrollando y haciendo crecer y perfeccionando la
misma creación. Que por eso naciste desnudo y con dos
manos para que cubras tu desnudez con el trabajo de
tus manos y te procures la comida con tu inventiva
eficaz.
El trabajo será también tu baluarte, será tu defensa, contra
el mundo porque te humilla, cuando la materia o el
pensamiento se resisten a ser dominados y sientes que no
avanzas. Te defenderá del demonio, que no ataca al hombre
trabajador y ocupado en su tarea con laboriosidad. Absorbido y
tenaz. Te defenderá del ataque de la carne, porque el
trabajo sojuzga y amortigua las pasiones, y con él expías
tu pecado y los pecados del mundo con Cristo trabajador,
creando gracia con El y siendo redentor uniendo tu esfuerzo
al suyo, de carpintero y de predicador entregado a la
multitud y comido vorazmente por ella. Así es cómo el
trabajo cristiano, se convierte en fuente de gracia y manantial
de santidad. Pero si el hombre debe continuar creando con
Dios, su trabajo debe ser entregado a la Iglesia y
a la comunidad humana, llamada toda al Reino. El que
trabaja, cumple un deber social. Ahora bien, si el trabajo
es un deber, si el hombre debe trabajar, el hombre
tiene el derecho ineludible de poder trabajar, de tener la
posibilidad de ejercer el deber que le viene impuesto por
la propia naturaleza, por el mismo Dios Creador, Trabajador, Redentor
y Santificador. El derecho social al trabajo es consecuencia del
deber del trabajo. Pío XII en la “Sponsa Christi” recuerda
incluso a las monjas de clausura el deber de trabajar
con eficacia.
Pero la realidad es que, así como hay en
el mundo una injusticia social en el reparto de la
riqueza, la hay también en el reparto del trabajo. Mientras
haya parados, no puede haber hombres pluriempleados; por dos razones:
primera, porque sus varios empleos quitan, roban, puestos de trabajo
a los que de él carecen; segunda, porque los que
tienen varios empleos difícilmente los cumplirán bien y a tope.
El "enchufismo" no es sinónimo de perfección, sino todo lo
contrario. Se habla de estructuras injustas en órdenes diversos; pero
la estructura injusta, y había que revisarla si es injusta,
se da también en la distribución del trabajo. Que un
sacerdote, y son muchos, no tengan nada que hacer, en
todo el día, salvo celebrar la misa, cuando hay también
muchos que no pueden abarcar todas las misiones que se
les encomiendan, puede ser consecuencia de unas estructuras, o de
una interpretación de las mismas, que en todo caso, deberán
ser, en justicia, revisadas. La sociedad no puede desperdiciar energías,
pero la Iglesia tiene que aprovechar todas las piedras vivas,
para edificar el Cuerpo de Cristo.
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José de Nazaret
San José de Nazaret |
Estatua de San José por los hermanos Duthoit (siglo XIX). Capilla de San José (1832), Catedral de Notre Dame de Amiens |
Patriarca - Padre - Casto - Confesor - Obrero |
Apodo |
El santo silencioso |
Nacimiento |
Fecha desconocida
Belén de Judá |
Fallecimiento |
Antes del inicio de la vida pública de Jesús
Nazaret de Galilea |
Venerado en |
Iglesia católica, Iglesia ortodoxa |
Festividad |
19 de marzo Romano
domingo siguiente a la Navidad Bizantino
3 de enero Mozárabe
1 de mayo San José Obrero (fiesta del trabajo) |
Atributos |
Azucena o nardo, acompañado del Niño.
Serrucho de carpintero. |
Patronazgo |
Bélgica; Austria; Canadá, Corea del Sur; México; Panamá; Nueva Caledonia; Vietnam; Italia, Turín,
de la Iglesia Universal (declarado por el Papa Pío IX en 1870),
carpinteros, emigrantes, viajeros, de los niños por nacer. Por
antonomasia, es el «patrono de la buena muerte» por atribuírsele haber
muerto en brazos de Jesús y María. |
José de Nazaret (heb. יוֹסֵף) fue, en el cristianismo y según diversos textos neotestamentarios, el esposo de María, la madre de Jesús de Nazaret y, por tanto, padre terrenal de Jesús. Según los Evangelios, era de oficio artesano (en el original griego, «τεχτων»; Mateo 13:55a), lo que ya en los primeros siglos del cristianismo se concretó en carpintero, profesión que habría enseñado a su hijo, de quien igualmente se indica que era "artesano" ( Marcos 6:3a). De condición humilde, aunque las genealogías de Mateo 1:1-17 y Lucas 3:23-38, lo presentan como perteneciente a la estirpe del rey David. Se ignora la fecha de su muerte,
aunque se acepta que José de Nazaret murió cuando Jesucristo tenía ya
más de 12 años pero antes del inicio de su predicación. En efecto, el evangelio de Lucas menciona a «los padres» de Jesús cuando éste ya cuenta con 12 años ( Lucas 2:41-50),
pero no se menciona a José de Nazaret en los Evangelios canónicos
durante el ministerio público de Jesús, por lo que se presume que murió
antes de que éste tuviera lugar. Las Escrituras señalan a José como
«justo» ( Mateo 1:18), que implica su fidelidad a la Ley y su santidad.
José de Nazaret en el Nuevo Testamento
El evangelio de Mateo 1:18-24 muestra parte del drama que vivió José de Nazaret al saber que María
estaba embarazada. Iba a repudiarla, en secreto porque era justo,
porque no quería que fuera apedreada según lo dispuesto en la Ley. ( Deuteronomio 22:20-21). La Escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén
interpreta que la justicia de José consistió en no querer encubrir con
su nombre a un niño cuyo padre ignoraba, pero también en que, convencido
de la virtud de María, se negaba a entregarla al riguroso procedimiento
de la Ley. 1 Según el evangelio de Mateo, el ángel del Señor le manifestó en sueños que ella concibió por obra del Espíritu Santo y que su hijo «salvaría a su pueblo de sus pecados», por lo que José aceptó a María ( Mateo 1:20-24).
Luego, cuando Herodes el Grande ordenó matar a los niños menores de dos años de Belén y de toda la comarca, José tomó al niño Jesús y a su madre y huye a Egipto ( Mateo 2:13-18). Al morir Herodes, José regresa con el niño y su madre, pero no se establece en Judea por miedo a Arquelao, el hijo de Herodes el Grande, y decide retirarse con su familia a Nazaret ( Mateo 2:19-23),
lugar que, según recientes descubrimientos arqueológicos, era entonces
una pequeña aldea con casas muy humildes adyacentes a cuevas rocosas y
donde antes vivía María, según Lucas 1:26-32.
Significado del nombre, y oficio de José
José (o Joseph en su transcripción arcaica al español castellano, usada hasta inicios del s. XIX) es un nombre masculino de origen hebreo que deriva de yôsef (יוסף) «añada», del verbo lehosif (להוסיף) «añadir». La explicación del significado de este nombre se encuentra en el libro del Génesis.
Entonces se acordó Dios de Raquel.
Dios la oyó y abrió su seno, y ella concibió y dio a luz a un hijo. Y
dijo: «Ha quitado Dios mi afrenta.» y le llamó José, como diciendo:
«Añádeme YHWH otro hijo.»
Génesis 30,22-24
.
El hecho de que José de Nazaret sea mencionado como padre adoptivo o putativo de Jesús habría dado lugar al acrónimo Pepe tomando ambas iniciales, para las personas con dicho nombre en castellano. 2
El evangelio de Mateo en griego señala que Jesús de Nazaret era «hijo
del artesano» (Mateo 13:55a) y el evangelio de Marcos expresa que a
Jesús mismo le hacían de ese oficio: «¿No es éste el artesano?» (Marcos
6:3).
El término griego usado en ambos casos, «τεχτων», no corresponde específicamente a «carpintero», sino a «artesano», a «obrero», 3
aunque más frecuentemente se diga de José que era carpintero. De hecho,
así se lo suele traducir en la mayoría de las Biblias, incluyendo la Biblia de Jerusalén: «¿No es éste (Jesús) el hijo del carpintero?» (Mateo 13:55a). 4
José de Nazaret en la Patrística
Los Padres de la Iglesia fueron los primeros en retomar el tema de José de Nazaret. Ireneo de Lyon señaló que José, al igual que cuidó amorosamente a María
y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también
custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la María es
figura y modelo. 5 A Ireneo se sumó Efrén de Siria con un sermón laudatorio, 6 , Juan Crisóstomo, 7 , Jerónimo de Estridón, 8 y Agustín de Hipona, quien apuntó de forma taxativa refiriéndose a José y a María:
Lo que el Espíritu Santo
ha obrado, lo ha obrado para los dos. Justo es el hombre, justa es la
mujer. El Espíritu Santo, apoyándose en la justicia de los dos, dio un
hijo a ambos.
San Agustín, Serm. 51, c. 20.
Según la tradición apostólica, José nació en Belén.
Los padres de José eran Santiago y Santa Juana. Santiago (cuyo nombre
original es Jacob) era natural de Belén. Sus padres eran Mathan y Estha.
Su genealogía es la del Evangelio de San Mateo. Santa Juana (cuyo
nombre original es Abdit), llamada por algunos Abigail, era de Belén.
Sus padres eran Eleazar y Abdit.
Además, José tenía un primo hermano, de nombre Cleofás, que fue padre de Santiago el Menor, José Barsabás, Simón El Celote, Judas Tadeo,
Lidia y Lisia (todo ellos fueron conocidos como hermanos de Jesús,
aunque la interpretación tradicional católica considera que serían sus
primos segundos).
San José en la Iglesia católica
Numerosos autores cristianos, varios de ellos doctores de la Iglesia, se refirieron a lo largo de la historia a José de Nazaret ( Beda el Venerable, Bernardo de Claraval, Tomás de Aquino en su Summa Theologiae, 3, q. 29, a. 2 in c.). 9 Sixto IV (1471-1484) introdujo la festividad de San José en el Breviario romano, e Inocencio VIII (1484-1492) la elevó a rito doble.
Sin embargo, fue Teresa de Ávila
quien dio a la devoción a San José el espaldarazo definitivo en el
siglo XVI. Esta mística española relata su experiencia personal referida
a José de Nazaret en el Libro de la Vida:
Y tomé por abogado y señor al glorioso san José, y encomendéme mucho a
él. [...] No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya
dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha
hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que
me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les
dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso
santo tengo experiencia que socorre en todas, y que quiere el Señor
darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra (que como
tenía nombre de padre siendo ayo, le podía mandar), así en el cielo hace
cuanto le pide. [...] Paréceme, ha algunos años, que cada año en su día
le pido una cosa y siempre la veo cumplida. Si va algo torcida la
petición, él la endereza para más bien mío. [...] Sólo pido, por amor de
Dios, que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran
bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción.
En especial personas de oración siempre le habían de ser aficionadas,
que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los Ángeles, en el tiempo
que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a san José por lo
bien que les ayudó en ello. Quien no hallare maestro que le enseñe
oración, tome este glorioso santo por maestro, y no errará en el camino.10
Por la fidelidad a su esposa con la que, según la Iglesia católica,
consumó el matrimonio manteniéndose casto, debido a que María estaba
profundamente entregada al amor de su padre divino, San José recibió el
don divino de la paternidad aún siendo verdadero esposo virginal, de ahí
su dignidad y santidad. San José fue declarado patrono de la familia y es por antonomasia el patrono de la buena muerte, atribuyéndosele el haber muerto en brazos de Jesús y de María.
El Papa Pío IX lo proclamó patrono de la Iglesia universal en 1870. Debido a su trabajo de carpintero es considerado patrono del trabajo, especialmente de los obreros, por dictamen de Pío XII en 1955, que quiso darle connotacion cristiana a la efeméride del Día internacional de los trabajadores.
La Iglesia católica lo ha declarado también protector contra la duda y el Papa Benedicto XV lo declaró además patrono contra el comunismo y la relajación moral. En 1989, el papa Juan Pablo II le dedicó una exhortación apostólica: «Redemptoris Custos». 11 Ha sido proclamado patrono de América, China, Canadá, Corea, México, Austria, Bélgica, Bohemia, Croacia, Perú, Vietnam.
Sagrada Familia
José, p.p. de Jesús, padre putativo de Jesús , es decir, aquel que
era tenido por padre de Jesús sin serlo, forma uno de los tres pilares
que componen la familia cristiana modelo, tanto en su aspecto interno
(en las relaciones entre los distintos miembros que la integran) como en
el externo (la familia ante la sociedad).
Podemos afirmar que José no era padre adoptivo en sentido estricto
pues no hubo ninguna adopción, ningún negocio jurídico equivalente a
ello. José fue la persona que, según la tradición cristiana, Dios eligió
para constituir una familia para Jesús. Y tal familia se caracterizó
por sólo tres elementos, destacando que de ellos, José asumió el rol
masculino.
José, un hombre justo, se caracterizó en sus relaciones familiares,
por dar una trato de máximo respeto y apoyo a María y por servir de
modelo, por voluntad de Dios, a Jesús. Son estas notas las que
constituyen el aspecto fundamental de la familia cristiana vista
internamente. Y nos llevan a afirmar que José es una de las figuras
centrales del cristianismo, un hombre excepcional.
Josefología
En el presente, algunos teólogos católicos sostienen que José subió
al cielo en cuerpo y alma e inclusive que José fue inmaculado desde su
concepción. 12 La «Josefología», como rama de la Teología que estudia a José de Nazaret, está en constante evolución.
Iconografía
San José se halla representado desde el siglo III en algunos relieves de sarcófagos, siempre junto a la Virgen María, llevando ordinariamente como distintivo un cayado (bastón con el extremo superior curvo) o un instrumento de su oficio.
Hasta el siglo V siempre se le da un aspecto joven y hasta el siglo XIII nunca figura aislado o fuera de escena.
Oración a San José
A Vos recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado José, y
después de haber implorado el auxilio de vuestra Santísima esposa,
solicitamos también confiadamente vuestro patrocinio. Por el afecto que
os unió a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios; por el amor paternal que
profesasteis al Niño Jesús, os suplicamos que volváis benigno los ojos a
la herencia que Jesucristo conquistó con su Sangre, y que nos socorráis
con vuestro poder en nuestras necesidades. Proteged, prudentísimo
custodio de la Sagrada Familia, al linaje escogido de Jesucristo;
preservadnos, Padre amantísimo, de todo contagio de error y corrupción;
sednos propicio y asistidnos desde el Cielo, oh, poderosísimo Protector
nuestro! en el combate que al presente libramos con el poder de las
tinieblas, y del mismo modo que en otra ocasión librasteis del peligro
de la muerte al Niño Jesús, defended ahora a la Santa Iglesia de Dios de
las asechanzas del enemigo y de toda adversidad. Amparad a cada uno de
nosotros, con vuestro perpetuo patrocinio, a fin de que, siguiendo
vuestros ejemplos y sostenidos con vuestros auxilios, podamos vivir
santamente, morir piadosamente, y obtener la felicidad eterna del cielo.
Amén.
San José y Las Fallas de Valencia
En Valencia, España, se celebran unas fiestas tradicionales llamadas Fallas de Valencia
en las que, entre otros actos, se queman unos monumentos en diferentes
puntos de la ciudad. Éstas se celebran en honor de San José. Los
principales actos de Las Fallas son:
- La Mascletà
- La Cremà
- El Castell de Focs
- La Despertà
Véase también
Bibliografía
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Referencias
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- ↑ Carles Monguilod Agustí. (2011). La defensa putativa. Diario El País]
- ↑ Zorrell, Francisco. (1931). Lexicon graecum Novi Testamenti. París, col. 1307-1308.
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- ↑ Santa Teresa de Jesús (2003). Libro de la vida. Volumen 90 de Colección Clásicos universales. 347 pp. Valdeavero, Madrid: Jorge A Mestas Ediciones. ISBN 978-84-9599-418-9.
- ↑ Juan Pablo II (15 de agosto de 1989). «Exhortación Apostólica «Redemptoris Custos» sobre la figura y la misión de San José en la vida de Cristo y de la Iglesia». Consultado el 19 de marzo de 2012.
- ↑ Canals Vidal (1998). «La tarea josefológica del P. Francisco de Paula Sola». Anales de la Fundación Francisco Elías de Tejada (4): pp. 35-49. ISSN 1137-117X. Consultado el 20 de marzo de 2012.
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