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| Jeremías, Santo |  
 
Profeta
 Etimológicamente significa  “Dios me levanta”. Viene de la 
lengua hebrea.
   Vivió en el  año 566 antes de Cristo. 
Este profeta es uno de los llamados grandes por la 
extensión de sus escritos. Dios se vale de personas en 
cada tiempo para hacer el bien y para dar a 
conocer la buena noticia que viene del cielo.
   El vivía feliz 
con sus padres en una aldea cercana a Jerusalén. De 
pronto el Señor irrumpió en su vida y le trastornó 
todos sus planes. Al principio se opuso indicándole que era 
muy joven y que, además, era tartamudo.
   Ante estas palabras, Dios 
le dijo:" No digas que eres demasiado joven o demasiado 
débil, porque yo iré contigo y te ayudaré". Le tocó 
predicar en tiempos difíciles en los que reinaron varios reyes. 
Profetizó acerca de la destrucción que sufriría Jerusalén. Ante profecías 
como ésta, alguna gente reaccionaba en contra suya apedreándolo o 
expulsándolo a otros lugares o naciones.
   Entre tanta pena tuvo el 
consuelo de que  el rey Josías lo entendió y 
le ayudó en suscitar o restaurar la religiosidad del pueblo 
elegido por Dios, Israel. Otros reyes, sin embargo, le hicieron 
la vida imposible.
   Jeremías, a pesar de su juventud, no tenía 
pelillos en la lengua para decir las verdades a  
cualquiera. Cosa que también ocurre con los mártires y profetas 
de este siglo XXI y del recién acabado XX.
   Hubo reyes 
que se permitieron el lujo de quemarle sus escritos proféticos. 
Otros lo encarcelaban y le amenazaban con darle muerte si 
no se callaba.
   Estando en estas circunstancias, el Señor que nunca 
defrauda a nadie que se fíe de él, le dijo 
estas palabras:" Te haré fuerte como el diamante si no 
te acobardas. Pero si te dejas llevar por el miedo, 
me apartaré de ti".
   Estas palabras le animaron a proseguir en 
 
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| Jeremías, Santo |  
 
su labor apostólica. Sentía en sus carnes que parte del 
pueblo y sus gobernantes “pasaban” de él. "Señor, todos se 
burlan de mí. Cuando voy por las calles se ríen 
y y dicen: Allá va el de las malas noticias". 
Eran los desahogos del profeta ante Dios.
   ¡Felicidades a  quienes 
lleven este nombre!   
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