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Eran bien fundados todos mis temores; que vayan al diantre todos los dotores con sus porquerías, que agora y’es tarde. Agora y’es tarde,ya duerme pa’siempre nuestra magrecita... Botá toititas esas medecinas; guindá de las puertas las negras cortinas; pero antes de todoayudáme a vestirla de cualquier modo, pongámole aquella brillante camisa que trujo del pueblo en la feria pasada, aquella camisaPongámole aquellas enaguas de lana q’el día ‘e su santo le trujo ña Juana; y el escapulario,y aquel collarcito de negros pacones con q’ella mesmita rezaba el rosario a toititos los santos de sus devociones... Bien te lo decíaque al brincar la luna se nos morería... Ya lo presentía,La gallina zapa toitita la noche pasó cacareando. ¡Qué tristes cantaban los gallos en los corredores! Toitita la noche¡Qué noche tan triste, tan larga y oscura! Mi cuerpo temblaba de justos temores, pos ya presentíaque al brincar la luna se nos morería... ¡Sé juerte, hermanita, no seas cobarde! Yo voy ora mesmo a’brir la sipultura... Y si acaso se asoman po’aquí los dotores, deciles llorando q’agora y’es tarde... ¡Que vayan al diantre con sus medecinas! Deciles q’es tarde, querida hermanita... ¡Que duerme pa’siempre nuestra magrecita!1
¡Qué tiernos y tristes estos versos del poeta
costumbrista Daniel Laínez!, que nació y vivió en Tegucigalpa, Honduras
en la primera mitad del siglo veinte. Con razón que se hayan publicado
en la obra titulada 100 Poesías famosas del mundo y Honduras.
Tal vez muchos no sepan que la Biblia es la fuente de
inspiración del doliente que en el poema de Laínez se refiere a su
«madrecita» como quien ahora «duerme para siempre». El referirse a la
muerte como el dormir es más que un eufemismo. Es la verdad bíblica de
que para los que «duermen en Cristo» hay tres consecuencias
sobrenaturales.
La primera consecuencia es el ver a Dios. Antes de
«dormirse», el mártir Esteban «fijó la mirada en el cielo y vio la
gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios».2
La segunda consecuencia de los que mueren siendo seguidores de
Jesucristo es el reunirse con familiares que los antecedieron, tal como
supone el rey David.3 Y la tercera
consecuencia es el reunirse con sus familiares y amigos que los
seguirán en el futuro, cuando les toque el turno a ellos.4
Es posible que en lo personal el poeta Laínez haya
llegado a tener que decir: «Ahora ya es tarde» con relación no sólo a la
muerte de su madre sino también a la de su única hermana, «su querida
hermanita». Porque así es la vida. Pero ya sea que Laínez mismo haya o
no haya tenido que afrontar esa dura realidad, lo cierto es que tarde o
temprano muchos de nosotros sí tendremos que experimentarla, como le
tocó a este servidor.
De modo que si «ahora ya es tarde» para que los
doctores de este mundo traten de evitar con sus medicinas que muera un
ser querido nuestro, conste que si ese ser querido «duerme» siendo
seguidor de Jesucristo, no dormirá para siempre sino que despertará y,
como dice el salmista David en el famoso Salmo 23, en la casa del Señor
vivirá para siempre.5
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*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
sábado, 12 de mayo de 2012
«AGORA Y’ES TARDE»
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