*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
sábado, 22 de septiembre de 2012
TIPOS DE CONCIENCIA
Conciencia recta y Conciencia verdadera
La palabra “conciencia”, viene del latín
conscientia: de “cum”, con, y “scire”, saber. Es decir,
etimológicamente, significa “saber con”
Conciencia recta y Conciencia verdadera
Conciencia recta y Conciencia verdadera
La
estructura del acto humano atraviesa por doce pasos o movimientos
del intelecto y de la voluntad que van tomando parte
del acto en sí mismo. Y dentro del acto humano
la conciencia moral tiene su papel. Nos proponemos indagar si
habría una diferencia entre conciencia recta y verdadera.
La estructura del
acto humano atraviesa por doce pasos o movimientos del intelecto
y de la voluntad que van tomando parte del acto
en sí mismo. La voluntad sigue al intelecto y por eso
es que a cada acto del intelecto le corresponde un
acto en la voluntad alternativamente hasta que, luego del último juicio
práctico se da el acto libre, poniéndose en marcha el mecanismo
de los actos “imperados” Y estos actos pueden ser ejecutados
por diversas facultades, movidos por la propia voluntad (1). Y,
dentro del acto humano, la conciencia moral tiene su papel.
El
tratamiento completo y metódico de este tema de la conciencia
moral lo trata Tomás de Aquino en De Veritate q.
17 que es la cuestión referida a la conciencia, si
bien, como veremos, lo trata, sobre cuestiones específicas en otras
obras.
La palabra “conciencia”, viene del latín conscientia: de “cum”, con,
y “scire”, saber. Es decir, etimológicamente, significa “saber con”. Ahora bien,
significa, en una primera aproximación, que el hombre “sabe”, en el
sentido de que puede dar razones de sus conclusiones, y así,
la ciencia moral es un “saber” aplicable a la valoración
de las praxis humana.
En este sentido, Santo Tomás hace notar
que “conciencia” deriva del verbo conscire , vinculado, como ya vimos
a un saber, pero aclara que es un saber compartido,
concomitante, ordenado a otro (acto), “ ciencia con otro” (2). Por
otra parte, sabemos por experiencia que todos los hombres juzgan
sus actos propios, valorando si su conducta es buena o
mala “aquí y ahora”. La conciencia moral es una realidad
de experiencia: todos los hombres juzgan al actuar si lo
que hacen está bien o mal.
Hechas estas consideraciones de carácter
general y buscando la definición del término “conciencia”, analizando
los textos del Doctor Común, tenemos una serie de elementos
a considerar:
En De Veritate, q. 17, en el a.1, aclara
que esta ciencia concomitante es también comparativa o actualizada (3).
En el
Segundo Libro de las Sentencias, ya citado, aclara que la
conciencia, es “consideración actual de la razón”(4). En la Suma Teológica dice
que la conciencia, en la acepción genuina de la palabra, indica
la relación de un conocimiento con algo (5). También en las
Sentencias: “... aplicación de todo conocimiento o ciencia a los actos
particulares”(6).
Por ello, podemos concluir que la conciencia moral es el
conocimiento intelectual de nuestros propios actos; es un conocimiento ordenado
a otros, comparativo y de aplicación de la ciencia a
las obras propias, es decir, un conocimiento actual. Dicho de
otro modo, se aplica un conocimiento a un acto humano
particular, que termina en el obrar concreto, “aquí y ahora”.
1.
Naturaleza de la conciencia moral
En la Suma Teológica Tomás afirma
que “la conciencia moral, propiamente hablando, no es una potencia,
sino un acto”(7,) pues”la conciencia... no es otra cosa que
la aplicación de la ciencia a un acto concreto, y esta
ciencia se halla en la razón”(8). Asimismo, no es un hábito,
con aplicación de la ciencia a los casos contingentes y
concretos (9).
Precisamente, en este acto de la conciencia moral, se
aplican los principios universales de la sindéresis, el cual, en
su principio máximo, propone que se “debe hacer el bien
y evitar el mal”.
En efecto, es evidente que todos los
hombres, a través de la inteligencia, conocen los primeros principios
del actuar (primeros principios de la razón práctico-moral) que mencionáramos
más arriba. A la luz de estos principios, cuyo enunciado
prescriptivo es la ley natural, la conciencia moral, juzgará cada
acto concreto, evidentemente los actos voluntarios. En síntesis: el acto
propio de la conciencia será un juicio en el cual
los principios primarios y/o secundarios derivados de ellos, se aplican
a las acciones concretas.
Dicho de otro modo, el juicio de
conciencia moral le permitirá al hombre, al estimar la bondad o
maldad de su acto, aplicar la syndéresis a cada acto
particular. Por todo esto podemos decir que la conciencia incide en
el juicio práctico último de la moralidad de un acto.
A este
respecto se hace necesario aclarar que el juicio de la
conciencia moral es especulativo, judicativo, declarativo, valorativo y no se
inmiscuye en forma directa en la acción concreta a realizar.
En, cambio el juicio de elección o de libre albedrío
es el juicio que, precediendo a la elección, refiere a
los afectos. Lo que tienen en común el juicio de
conciencia y el juicio de elección es que se refieren
al acto concreto.
El juicio de elección es el último juicio
práctico (iudicium discretivum), es el paso decisivo hacia el obrar y
tiene el peso de la voluntad e, incluso, tiene la
posibilidad de ignorar el juicio de la conciencia y actuar contra
él(10).
Tanto la conciencia como el juicio de elección son la
conclusión particular de obrar o no obrar. Pero, mientras la conciencia
es sólo una conclusión cognitiva; el juicio de elección es una
conclusión determinante (imperium). En cuanto a la sindéresis, hábito de los
primeros principios de la razón prácticomoral, es un hábito infalible, pero
el juicio de la conciencia moral es un acto y
por tanto puede ser errónea. Ahora bien, la sindéresis colabora con
el acto de conciencia y lo acompaña. Es por esto que
Santo Tomás dice que el nombre “conciencia”, en sentido amplio, se
aplica, a veces, al hábito de la sindéresis.
El acto de
la conciencia moral requiere del saber prudencial, con su aporte
de experiencia personal, memoria y la acción de la cogitativa. La
aplicación del saber prudencial se encuentra siempre, en forma expresa
o tácita, en la conclusión de un silogismo. En este silogismo,
la sindéresis ocupa el lugar de la premisa mayor, la ciencia
moral la menor y el juicio práctico la conclusión. Por
ejemplo: Se debe hacer el bien y evitar el mal; mentir
es malo, por lo tanto no debo mentir a mis colegas11.
Entre la deliberación y el consentimiento, está el acto de
conciencia, el cual puede ser o no convalidado por el
juicio práctico.
La conciencia moral es a la vez un testigo,
un mensajero de Dios y un juez y, por lo tanto,
se dice que ella da testimonio, que estimula, que incita
a actuar. Primeramente, da testimonio del bien y del mal que
se ha hecho. En segundo lugar, indica lo que se
debe hacer o no hacer, y así empuja al bien y
aparta del mal. En fin, alaba o vitupera, según que se
haga el bien o el mal, y por el remordimiento
nos incita a la penitencia.
Así es que la conciencia moral
tiene tres atributos: el testimonio, el juicio y la defensa/acusación (12).
La conciencia es un acto (13). Con este acto, como
ya dijimos se aplica el principio universal de la sindéresis a
la acción particular.
2. División de la conciencia moral (14).
Buscando la
mejor comprensión de los estados de la conciencia que pueden
presentarse, los teólogos han establecido algunas divisiones que analizaremos en
lo que a nuestro objetivo se refiere.
a) Por razón de
la valoración de la acción puede ser verdadera o errónea. b)
Por la razón del modo de juzgar puede ser recta
o falsa. La falsa a su vez puede ser relajada o
estrecha o escrupulosa o perpleja. c) Por razón de la firmeza
del juicio 15 puede ser cierta o dudosa. d) Por razón
del momento puede ser antecedente o concomitante o consiguiente.
3. Conciencia
verdadera
La conciencia obliga aún la errónea, en caso contrario
se querría el mal (voluntad desordenada)(16).
En la división que enunciara
en el punto anterior, vemos que habría una diferencia entre conciencia
recta y verdadera.
Como es bien sabido, la verdad es la
“adecuación” del entendimiento a la realidad de las cosas. Cuando esa
adecuación falta, se produce el error. Así la conciencia verdadera sería
cuando basa su conclusión en principios morales y hace un
razonamiento en conformidad con ésta. En el caso del orden
práctico habría verdad práctica, es decir moral, cuando se da
“adecuación” entre el juicio práctico y la voluntad recta (o
buena). Se producirá así un “círculo virtuoso”, pues cuanto más
se logre esa “adecuación” más recta será la voluntad, y
en cuanto más recta habrá verdad en el juicio práctico.
Pero,
aunque la ciencia siempre es propia de las cosas verdaderas,
sin embargo, aquello que alguien “estime que sabe como verdadero”
puede que no lo sea realmente, por eso no necesariamente
siempre la conciencia es verdadera.
En otros términos, si nuestro criterio
de ordenación, es en razón a la valoración de la acción
a la luz de los principios morales, actuaría con conciencia
verdadera, es decir juzgaría de acuerdo a los principios morales. Por
ejemplo, cuando alguien dice: “ya que no vi el accidente, no
debo comparecer como testigo”; “Si mi padre está enfermo, debo cuidarlo
de todas las maneras que me sea posible”.
Es necesario, pues,
que el hombre se vaya haciendo capaz de emitir juicios
morales verdaderos, es decir, ha de formar una conciencia verdadera y
para esto deberá ir practicando la virtud de la prudencia. Como
dice Aristóteles en su misma definición de virtud (mutatis mutandi), para
obtener la virtud hay que actuar “como si fuera prudente”. Pero
ya podemos ir viendo que la conciencia verdadera se ha
de completar con la conciencia recta, sin dejar de olvidar la
primera regla de la conciencia “la conciencia siempre obliga”.(17)
4. Conciencia recta
La conciencia no siempre excusa, salvo que se suprima el
voluntario por ignorancia o error invencible (18).
En cambio, la conciencia
sería recta si el criterio de división es en razón
del modo de juzgar el acto, es decir cuando juzga el
acto en cuanto a la bondad o malicia del mismo con
fundamento y prudencia. Por esta razón la conciencia es falsa
cuando se ha evaluado el acto con superficialidad y carente de
razonamiento bien fundamentado.
Si el agente ha seguido las reglas de
la prudencia, tiene una conciencia recta, pues “sabe” (o cree saber)
que su acción es lícita, pues quiere hacer una buena
acción. Lo exigible al hombre es que obre luego de juzgar
prudentemente si su acción es o no buena. Esto es, con
conciencia recta. Además, la voluntad no es mala sino cuando
quiere el mal; pero el que tiene una conciencia segura de
la bondad de su acto, excluirá el mal de su intención,
aún cuando su acción fuese, a su pesar, materialmente mala.
Un
claro ejemplo de lo dicho, sería el caso de un
niño que ha tomado la primera comunión y, carente de
formación completa y adecuada (es decir, sin distinguir pecado venial
de mortal), luego de pensarlo detenidamente, llega a la conclusión
que no puede comulgar sin confesarse antes. En este caso,
por ahora su juicio es erróneo.
Por otra parte, es claro
que no puede darse conciencia recta en la conciencia venciblemente
errónea (19), pues faltó ponderación de todos los factores morales
en juego, que es uno de los constitutivos del juicio
recto, caso en el cual hablaríamos de un comportamiento arriesgado
o negligente.
En síntesis, creo firmemente que no debe confundirse la
conciencia recta con la verdadera. Un sujeto actúa con conciencia recta
cuando ha puesto empeño en actuar, independientemente de que acierte (conciencia
verdadera) o se equivoque (conciencia errónea)(20). Se puede juzgar con rectitud
aunque inculpablemente se esté en el error. Es decir, es compatible
un juicio recto hecho con ponderación, estudio, etc. con el
error invencible. Nótese que esta consideración de la conciencia coincide con
aquélla sobre la ignorancia vencible o invencible, pues la conciencia, al
fin y al cabo, es un acto de la inteligencia, la
cual puede estar afectada por el obstáculo de la ignorancia.
De
todos modos, como veremos más adelante se complementan conciencia recta
y verdadera. (21)
En De Veritate, q. 17 a. 1, Tomás aclara
cuándo el acto de la conciencia es recto o no. Será
recto cualquier acto de la conciencia en tanto sepamos que
ese acto fue o no fue bueno y también que la
conciencia nos dé testimonio de la bondad o maldad del
acto. El otro modo de usar el conocimiento de los actos
particulares para saber si el acto de conciencia es recto o
no, sigue un doble camino: uno que se dirige a
la acción o a la abstención de la acción (orden del
ejercicio); el otro, es examinar detenidamente si el acto es recto
o no es recto (orden de la especificación).
Cuando la ciencia
se aplica como guía del acto en sí mismo, se
dice que la conciencia estimula. Cuando se aplica a modo
de examen por actos ya realizados, decimos que la conciencia
acusa, remuerde, pues no está de acuerdo con los principios
morales.
5. Conciencia cierta o dudosa
Sólo la conciencia cierta excusa,
es decir, la que no es ni dudosa ni probable.
(22) En este punto veo necesario señalar la otra distinción de
la conciencia entre cierta o dudosa. Será cierta cuando juzga sin
temor de errar, sin temor de equivocarse que algo es bueno
o malo. Es decir, se tendrá certeza, en el sentido
que hay convicción en cuando a la imposibilidad de errar. Sería
el caso cuando digo, “Hago X pues tengo la certeza
moral que mi acto no es errado en modo alguno”. Teniendo en
cuenta que la conciencia es el conocimiento intelectual de nuestros propios
actos, la conciencia moral será dudosa cuando juzga con temor
de errar o ni siquiera se atreve a juzgar.
Si embargo, es
claro advertir que cuando hablamos de conciencia moral verdadera y recta,
aludimos a una conciencia verdadera y cierta que, al mismo
tiempo, es absolutamente recta, constituyéndose en el principio director de cada
acto.
6. Reflexión final.
Las diferentes divisiones de la conciencia son muy
sutiles pues, una supone a la otra, se interrelacionan, se complementan. Por
ejemplo, ¿la conciencia verdadera no parece que debería ser también
cierta? ¿La conciencia verdadera y la conciencia cierta no son condiciones
que hacen recta a la conciencia? ¿Qué pasa si la conciencia
es sólo cierta, pero no es verdadera? Para que el acto
sea virtuoso ¿Bastaría que el sujeto agente tenga conciencia cierta
de que puede obrar como ha decidido hacerlo, sin temor a
equivocarse? ¿La conciencia probable o la simple opinión ante la duda
puede suplir a la conciencia cierta?
En realidad, las divisiones de
la conciencia son diferentes facetas de abordar un mismo fenómeno. Por último
no quiero dejar de destacar que Juan Pablo Magno en
Veritatis Splendor, primera encíclica cuyo temática gira totalmente en torno a
la moralidad, destaca el papel mediador de la conciencia moral en
función de la Verdad y de la Libertad, y dice:
“ La relación que hay entre libertad del hombre y ley
de Dios tiene su base en el corazón de la persona,
o sea en su conciencia moral...” (23)
Notas 1 Cfr. ST I-II,
q.17 a.3 2 “Consciere dicitur quasi simul scire” De veritate, q.
17 a. 1. En el mismo sentido, “conscientia dicitur cum alio
scientia”, S T q, 79 a. 13, II Sent. d.
24, q. 2 a. 4. 3 “Nominat scientiam cum collatione... est
scientia actualis” 4 “Consideratio actualis rationis”. 5 “Conscientia enim, secundum propietatem vocabuli,
importat ordinem scientiae ad aliquid...”ST q. 79 a. 13 6 “Applicatio
scientiae ad aliquid, ad ea quae agimus”. II Sent. d.
24, q. 2 a. 4. 7 “... conscientia, proprie loquendo, non
este potentia, sed actus” I, q. 79 a. 13 r. 8
“ conscientia nihil aliud est quam applicatio scientiae ad aliquem
actum. Scientia autem in ratione est” I-II q. 19 a. 5.
r. y en el mismo sentido De veritate: “consciencia non
est potentia, nec habitus, sed est actus, scilicet applicatio scientiae ed
ea queae agimus” q. 17 a.1. 9 Ver nota anterior. 10 “Iudicium
conscientiae et liberi arbitri quantum ad aliquid differunt, es quantum
ad aliquid conveniunt. Conveniunt enim quantum ad hoc quod utrumque est
de hoc particulari actu…” De Veritate, 17, 1 ad 4 11
Cfr. De Veritate, q. 17 a. 2. 12 I, q. 79
art. 13. 13 Ïdem anterior y De Veritate, 1. q- 17
a.1; q. 17 a. 1 arg. 12 [...] Neque iterum
est habitus infusus, quia talis habitus semper est rectus: conscientia autem
quandoque non recta. [...]. [...] Ni es hábito infuso, porque
tal hábito siempre es recto, pero la conciencia a veces no
es recta. 14 Seguimos, en parte, a Simon,R, Moral, Barcelona, Herder,
1987.; Rhonheimer, La perspectiva de la moral, Fundamentos de la Ética
Filosófica, Madrid,, Rialp,; Fr. Santiago Ramírez, OP, La Conciencia Moral
según Santo Tomás y los Sistemas Morales, Apéndice preparado para la
Suma Teológica de la Ed. Bilingüe de la B.A.C.; Jolivet, R.
Tratado de Filosofía Moral, Ed. C. Lohlé, Buenos Aires, 1959. 15
En este caso Simón lo considera desde el punto de
vista subjetivo del asentimiento y distingue conciencia cierta, dudosa y probable. 16
Primera regla de la conciencia. 17 In II Sententiarum, d.39, q.3,
a. 3, [...] et ideo sive ratio sive conscientia recte
judicet, sive non, voluntas obligatur hoc modo, quod si judicium vel
dictamen rationis, quod est conscientia, non sequitur actus voluntatis, inordinatus est.
.[...] “y así ya la razón, ya la conciencia juzgue
rectamente, o no, la voluntad esta obligada según este modo, pues
si el acto de la voluntad no sigue al juicio
o al dictamen de la razón, está desordenado”. 18 Segunda regla de
la conciencia. 19 De Veritate, q. 17 a. 2 ad 8
“Ad octavum dicendum, quod spes illa quae super rectam conscientiam fundatur,
certitudinem habet; et haec est spes gratuita. Spes autem quae
super erroneam conscientiam fundatur, est illa de qua dicitur, Prov., X,
28: spes impiorum peribit.” “A lo octavo debe decirse que
aquella esperanza que se funda sobre la conciencia recta tiene certeza;
ésta es la esperanza gratuita. Pero la esperanza que se funda
sobre la conciencia errónea es aquélla de la que se
dice en Proverbios 10, 28: La esperanza de los impíos perecerá”. 20
De Veritate, q.17 a.4. [...] “Diversimode tamen recta conscientia et
erronea ligat: recta quidem ligat simpliciter et per se; erronea autem
secundum quid et per accidens. [...] “Pero de diversa manera
[ob]liga la recta conciencia y la errónea: la recta [ob]liga simpliciter
y per se, pero la errónea secundum quid y per accidens”.
[...] “Dico etiam quod conscientia recta per se ligat, erronea
autem per accidens [...]”. “[...] También digo que la conciencia recta
[ob]liga per se, pero que la errónea per accidens. Y
también, “[...] per se loquendo, ligatur a conscientia recta, per accidens
autem ab erronea [...]”. “[...] hablando per se, está obligado por
la conciencia recta, pero per accidens por la errónea [...]”. 21
In II sententiarum d.39 q.3 a.3[...] Sciendum tamen, quod aliter
ligat conscientia errans, aliter conscientia recta.[...] Pero debe saberse que de
una manera [ob]liga la conciencia que yerra [errónea] y de
otra la conciencia recta. 22 Tercera regla de la conciencia. 23 El desarrollo
pertinente es muy extenso (Cap. II nº 35-83). Confrontar, por
ejemplo, los siguientes pasajes: “ Por esto, el modo como se
conciba la relación entre libertad y ley está íntimamente vinculado
con la interpretación que se da a la conciencia moral” (
VS. Nº 54); “... se pone en discusión la identidad
misma de la conciencia moral ante la libertad del hombre y
ante la ley de Dios. Sólo la clarificación... sobre la
relación entre libertad y ley basada en la verdad...” , entendiendo
adecuadamente esto se hace posible elaborar un concepto apropiado de la
conciencia y se destierran concepciones que la distorsionan. (ver nº
56).Incluso refiere explícitamente a Romanos 2,14-15 para dilucidar “... el sentido
bíblico de la conciencia, especialmente en su vinculación específica con la
ley.. “ (VS. Nº 57). En síntesis, la conciencia sería
la llave para el perfeccionamiento cabal del hombre en visas de
su verdadero fin último.,
División de la Conciencia
La conciencia, como
ya lo había mencionado en alguna entrada posterior, se refiere al
conocimiento que tenemos en base a experiencias del pasado que nos
ayudan a actuar ante las mismas, y que cada ser humano posee; la
utilizamos en situaciones donde interfieren juicios personales, sobre
que acciones están bien y cuales están mal.
La conciencia cuenta con varias divisiones que se derivan de los diferentes estados por los que pasa, que continuación definiré.
CONCIENCIA ANTECEDENTE Y CONSECUENTE
Conciencia antecedente:
Se refiere a hacer un juicio previo a una acción que realizaras en el futuro.
Ejemplo: Le pegaste al auto de tu papá por que ibas distraído, y ya
tienes lista la mentira que le dirás, sabiendo que estas lo engañando, y
que es éticamente malo mentir pero podrías evitar un castigo.
Conciencia consecuente:
Esta se refiere a al juicio posterior a una acción que ya realizaste, donde analizas si estuvo bien o mal.
Continuamos con el primer ejemplo: ya le mentiste a tu papá y te creyó, esta es muy subjetiva y pueden pasar dos cosas:
a) Consideras que estuvo bien el hecho de mentir, y te sientes bien contigo mismo por que te libraste de regaños y castigos
b) Consideras que estuvo mal el hecho de mentir, y te provoca remordimiento o te sientes mal por haber engañado a tu papá.
CONCIENCIA VERDADERA Y ERRONEA
Conciencia verdadera:
Se hace un juicio conforme a la verdad y la ley natural del ser
humano, se enjuicia la calidad moral del acto humano, la malicia o
bondad.
Conciencia Errónea:
Actua en desacuerdo con la ley natural y se enjuicia sin saber la
verdad de la calidad moral, o sea la verdadera causa del error.
Esta se subdivide en dos:
-Venciblemente erronea:
la persona tiene la posibilidad de tenerla, pero por descuido no
la acata o tampoco le interesa formarla, es voluntaria y culpable.
-Invensiblemente erronea:
Ignorancia no culposa, aunque quisiera tenrla no tiene la posibilidad de formarla. Inculpable e inevitable
No tiene la oportunidad de darse cuenta que esta equivocado.
(Poco desarrollo intelectual, bajo nivel de educación)
CONCIENCIA CIERTA Y CONCIENCIA DUDOSA
Conciencia cierta:
Juzga con seguridad un acto humano determinandolo como Bueno o Malo
Conciencia dudosa:
En esta no se determina con seguridad la calidad moral del acto que
se realizo, cuando el juicio sobre una accion se suspende ya que la
inteligencia no nos permite definir exactamente si fue bueno, o fue
malo.
y esta se divide en:
-positiva : se basa en motivos solidos, con razones serias, pero con el temor de estar equivocado.
-negativa: se basa en motivos nulos, sin fundamentos, aumentando la probabilidad de estar equivocado.
CONCIENCIA RECTA Y CONCIENCIA DEFORMADA
Conciencia recta:
Involucra rectitud y el seguimiento de
la ley natural, actua bajo convicciones y determinaciones moralmente
establecidos de cada, utilizando el razonamiento y fundamentos como
principios éticos para juzgar una accion.
Conciencia deformada:
en esta el ser humano confunde, o se
debe a una malinterpretacion de la acción a juzgar, utilizando como
fundamento el razonamiento propio.
de esta surgen dos variantes:
-Conciencia laxa: nada lo ve mal, todo
es permitido y carce de fundamentos morales, todo es bien visto. “SE LE
QUITA LO MALO A LO MALO”
-Conciencia escrupulosa: todo esta mal visto, todo es moralmente malo. nada es bueno
La conciencia moral y su formación
La formación ayuda al hombre al conocimiento de la
verdad y a la vivencia de su libertad. Esta afirmación no se refiere a
las grandes verdades científicas, filosóficas, etc,sino a la necesidad
de tener criterio sobre cualquier materia ética, de trabajos m
Sumario 1. Introducción. 2. Formación: a) Formación y verdad; b) Verdad y
libertad; c) Derecho a la verdad. 3. La ley de Dios
y la obligación de seguir la conciencia: a) Conciencia moral;
b) Conciencia moral y ley de Dios.- 4. Clases de
conciencia, conciencia cierta y verdadera 5. Formación de la conciencia:
a) Necesidad de esta formación; b) Revelación y Magisterio eclesiástico;
c) Libertad religiosa y libertad de las conciencias 6. Medios para formar
rectamente la conciencia: a) Buscar a Dios seriamente; b) Sinceridad;
c) Apoyarse en los demás; d) Formación a través de
la lectura 7. La libertad en la Encíclica «Veritatis splendor» de
Juan Pablo II.
1. Introducción
La referencia a la
conciencia es algo habitual en el hombre. Y puede ser
que si nos preguntan: ¿qué entiendes por conciencia?, la respuesta
sea que la conciencia es aquel hábito que determina la
bondad o la malicia de los actos. ¿Eso es así?
¿Es la conciencia la única norma moral? La conciencia, ¿crea
la bondad o la malicia de nuestras acciones o, por
el contrario, se adecua a una norma objetiva? Vamos a
intentar resolver estos interrogantes tan fundamentales para la vida del
hombre, pues de ellos depende, en gran parte, su salvación
eterna.
Sin embargo, no podemos pensar que vamos a abordar
el tema en toda su profundidad pues para ello haría
falta tratar de la existencia de Dios y de su
Providencia, de la existencia de una realidad y de un
orden objetivo; de la verdad y de la divinidad de
la religión católica; de la filosofía de la educación, etcétera. No
obstante, abordaremos dos temas: la formación y la conciencia, para
posteriormente estudiar la formación de la conciencia y de ahí
sacar unas consecuencias prácticas para dicha formación. 2. Formación
a)
Formación y verdad
La formación ayuda al hombre al
conocimiento de la verdad y a la vivencia de su
libertad. Esta afirmación no se refiere a las grandes verdades
--científicas, filosóficas, etc.-- sino a la necesidad de tener criterio
sobre cualquier materia --ética, de trabajos manuales, etc.--. Pero, ¿qué
es la verdad? La verdad, según Santo Tomás, es la
adecuación del intelecto con la cosa conocida. Por lo tanto,
la formación debe ir encaminada a que el hombre acierte
lo máximo posible en esas adecuaciones con la realidad. Por
ello, diremos que uno está formado en la medida en
que se desenvuelve con acierto; concretamente, si sabe distinguir perfectamente,
sin error, lo bueno de lo malo. b) Verdad y
libertad
Nuestra posibilidad de ser libres es fruto de
nuestra capacidad de conocer la verdad. Porque «la libertad no
es la libertad de hacer cualquier cosa, sino que es
libertad para el Bien, en el cual solamente reside la
felicidad. De este modo el Bien es su objetivo. Por
consiguiente el hombre se hace libre cuando llega al conocimiento
de lo verdadero, y esto --prescindiendo de otras fuerzas-- guía
su voluntad»(1). Por eso, «la madurez y responsabilidad de estos
juicios --y, en definitiva, del hombre, que es su sujeto--
se demuestran no con la liberación de la conciencia de
la verdad objetiva, en favor de una presunta autonomía de
las propias decisiones, sino, al contrario, con una apremiante búsqueda
de la verdad y con dejarse guiar por ella en
el obrar»(2).
Si nuestro conocimiento sobre lo que debemos hacer
es falso, si nos hemos equivocado, es indudable que nuestro
obrar no es libre («La verdad os hará libres»: Jn
8, 32). Decidir en el error es degradarse, actuar coaccionado
por unos datos falsos que nos llevarán a tomar una
decisión forzada.
En cambio, la verdadera formación no aliena, no priva
de libertad, sino que es dadora de libertad. Por eso
promoverá el amor a la verdad, a la libertad, a
la responsabilidad, al conocimiento claro y profundo de los hechos. c) Derecho a la verdad
Decimos que el hombre
puede alcanzar la verdad, pero a veces falla en el
intento; pues para alcanzar la verdad, a veces el itinerario
es largo, laborioso, con dificultades, con apasionamientos..., y es posible
el error. Esa es una limitación radical del hombre que
no puede ser ignorada. Por eso, decimos que el hombre
es sociable, es decir, necesita de los demás para llegar
a ser lo que puede ser, tanto en el plano
biológico, como científico y religioso. Y como es una necesidad,
es un derecho que tiene todo hombre a recibir ayuda
de los otros. Y eso no es cosa distinta de
la formación: ayudar a los demás a encontrar la verdad.
La formación en el terreno religioso será el soporte seguro
para que conociendo la Verdad y viviendo la Libertad, lleguemos
al Amor. Por eso, ha dicho un reciente documento de
la Iglesia que «la apertura a la plenitud de la
verdad se impone a la conciencia moral del hombre, el
cual debe buscarla y estar dispuesto a acogerla cuando se
le presente»(3). Para esta tarea exhorta el Concilio Vaticano II «a
todos, pero especialmente a los que se cuidan de la
educación de otros, a que se esmeren en formar hombres
que, acatando el orden moral, obedezcan a la autoridad legítima
y sean amantes de la genuina libertad; hombres que juzguen
las cosas con criterio propio a la luz de la
verdad, que ordenen sus actividades con sentido de responsabilidad y
que se esfuercen por secundar todo lo verdadero y lo
justo, asociándose gustosamente con los demás»(4). 3. La ley de
Dios y la obligación de seguir la conciencia
a)
Conciencia moral
La conciencia moral ordena a la persona,
«en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el
mal. Juzga también las opciones concretas aprobando las que son
buenas y denunciando las que son malas (Cfr Rom 1,32»(5);
es decir, la posibilidad de ver nuestros propios actos en
relación con los planes de Dios.
Al hablar de algo
bueno o malo lo hacemos siempre por referencia a un
«patrón». Pero ¿es la misma conciencia? o ¿es algo objetivo?
Lo veremos a continuación, pero podemos adelantar que la norma
suprema de conducta es la ley divina. La conciencia sólo
descubre si sus acciones encajan con lo que Dios quiere.
En consecuencia la conciencia es norma próxima (subjetiva, personal, inmediata)
de moralidad, pero la norma suprema (objetiva) es la ley
de Dios. b) Conciencia moral y ley de Dios
El cogito, ergo sum de Descartes ha influido en la
mente del hombre moderno más de lo que normalmente se
supone. Desde Descartes existe la tentación de dar por real
lo que la evidencia interior asegura: existo porque pienso, y
no es así. La verdad es: «pienso, porque existo». La
mesa existe no porque la piense yo, sino porque tiene
una realidad extramental. La postura cartesiana pasada al terreno de
la ética se explicitaría del siguiente modo: «pienso que está
bien, luego se puede hacer», «no lo veo claro, pues
entonces no lo hago».
Y evidentemente eso no es así.
El entender sigue al ser, no le precede. En moral,
el hombre tiene la posibilidad de conocerse y conocer sus
actos, como consecuencia de que existe y tiene un fin,
una ley por la cual conducir sus actos. Por eso,
«la conciencia no es la única voz que puede guiar
la actividad humana. Y su voz se hace tanto más
clara y poderosa cuando a ella se une la voz
de la ley de la autoridad legítima. La voz de
la conciencia no es siempre infalible, ni objetivamente es lo
supremo. Y esto es verdad particularmente en el campo de
la acción sobrenatural, en donde la razón no puede interpretar
por sí misma el camino del bien, sino que tiene
que valerse de la fe para dictar al hombre la
norma de justicia querida por Dios, mediante la revelación: el
hombre justo --dice San Pablo-- vive de la fe»(6). Porque
Dios nos ha elevado al plano sobrenatural nos ha hecho
partícipes de su misma naturaleza divina. Por eso, por encima
de la conciencia está la ley de Dios. «La norma
suprema de la vida humana es la propia ley divina,
eterna, objetiva y universal»(7).
La libertad humana es una cualidad del
hombre que le permite querer o no querer lo que
la inteligencia le muestra. Sólo interviene para facilitar o impedir
la Ley, pero no interviene como si fuera una facultad
de crear normas. Las normas están ahí y el hombre
las ve o renuncia a verlas, pero no puede crearlas,
porque tratar de convertir la propia conciencia en norma última
de moralidad es tanto como querer colocarla en lugar de
Dios y su ley. Con la imagen de lo que
se dice en el Génesis --«De cualquier árbol del jardín
puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien
y del mal no comerás, porque el día que comieres
de él, morirás sin remedio» (Gen 2, 16-17)--, «la Revelación
enseña que el poder de decidir sobre el bien y
el mal no pertenece al hombre, sino sólo a Dios.
El hombre es ciertamente libre, desde el momento que puede
comprender y acoger los mandamientos de Dios. Y posee una
libertad muy amplia, porque puede comer ´de cualquier árbol del
jardín´. Pero esta libertad no es ilimitada: el hombre debe
detenerse ante el ´árbol de la ciencia del bien y
del mal´, por estar llamado a aceptar la ley moral
que Dios le da. En realidad, la libertad del hombre
encuentra su verdadera y plena realización en esta aceptación. Dios,
que sólo Él es Bueno, conoce perfectamente lo que es
bueno para el hombre, y en virtud de su mismo
amor se lo propone en los mandamientos» (VS, 35). Por
eso, hemos de concluir que «la conciencia, por tanto, no
es una fuente autónoma y exclusiva para decidir lo bueno
y lo malo; al contrario, en ella está grabado profundamente
un principio de obediencia a la norma objetiva, que fundamenta
y condiciona la congruencia de sus decisiones con los preceptos
y prohibiciones en los que se basa el comportamiento humano,
como se entrevé ya en la citada página del libro
del Génesis (2, 9-17). Precisamente, en este sentido la conciencia
es el sagrario íntimo donde resuena la voz de Dios.
Es la voz de Dios, aun cuando el hombre reconoce
exclusivamente en ella el principio del orden moral del que
humanamente no se puede dudar, incluso sin una referencia directa
al Creador: precisamente la conciencia encuentra en esta referencia su
fundamento y su justificación»(8).
En consecuencia, no hay una autonomía del
hombre frente a Dios. Por eso, dice Juan Pablo II
que: «En efecto, la conciencia es el núcleo más secreto
y el sagrario del hombre, en el que ésta se
siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el
recinto más íntimo. Esta voz dice claramente a los oídos
de su corazón advirtiéndole... haz esto, evita aquello. Tal capacidad
de mandar el bien y prohibir el mal, puesta por
el Creador en el corazón del hombre, es la propiedad
clave del sujeto personal. Pero, al mismo tiempo, en lo
más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia
de una ley que él no se dicta a sí
mismo, pero a la cual debe obedecer (Gaudium et spes),
n. 16»(9). 4. Clases de conciencia
Por razón de
su concordancia con la ley de Dios, la conciencia puede
ser recta o verdadera y errónea, según si sus dictados
se adecuan o no a esa ley. La errónea puede
ser vencible (si no se ponen todos los medios para
salir del error) e invencible (si puestos todos los medios
no se puede salir del error). Se debe seguir la
conciencia recta y verdadera y también la invenciblemente errónea.
Por
razón del asentimiento que prestamos a lo que la conciencia
nos dicta ésta se divide en cierta, probable y dudosa,
según el grado de seguridad que se tenga. Se debe
seguir la conciencia cierta; en algunos casos la probable, pero
nunca la dudosa; hay que salir antes de la duda.
No
es lo mismo estar seguro de algo que dar en
el clavo. La primera es la conciencia cierta, la segunda
es la conciencia verdadera. Una es la seguridad subjetiva y
la otra la objetiva. Pues bien, no basta con «estar
seguro» (conciencia cierta), además hay que actuar con la ley
(conciencia verdadera).
Limitarse a una seguridad personal es ponerse en lugar
de Dios, que es el único que no se equivoca.
Por ese camino se acaba confundiendo lo espontáneo con lo
objetivamente bueno. En cambio, «fruto de la recta conciencia es,
ante todo, el llamar por su nombre al bien y
al mal»(10).
Por la limitación humana puede ocurrir que un hombre
esté cierto de algo que no sea verdadero. Por eso
mismo, no es el ideal tener meramente una conciencia moral
cierta: hay que tender a tener, además, una conciencia recta
o verdadera. La conciencia, «para ser norma válida del actuar
humano tiene que ser recta, es decir, verdadera y segura
de sí misma, y no dudosa ni culpablemente errónea»(11). Una
persona que actúe contra su conciencia, peca; pero también peca
por no ajustar deliberadamente sus dictámenes a la ley de
Dios que es la norma suprema de actuación. «El desconocimiento
de Cristo y de su Evangelio, los malos ejemplos recibidos
de otros, la servidumbre de las pasiones, la pretensión de
una mal entendida autonomía de la conciencia, el rechazo de
la autoridad de la Iglesia y de su enseñanza, la
falta de conversión y caridad pueden conducir a desviaciones del
juicio en la conducta moral» (CEC, 1792).
Por eso, apelar a
la conciencia para eludir la norma, que quizá por falta
de formación --o incluso por mala fe-- se desconoce, es
absolutamente equivocado.
Es cierto que hemos de decidir con nuestra propia
conciencia, y también que nadie nos puede forzar a actuar
contra ella, pero no es menos cierto que tenemos el
grave deber de que los dictados de esa conciencia se
ajusten a lo que Dios quiera, que es tanto como
decir que esté bien formada, que sea recta o verdadera. 5. Formación de la conciencia
a) Necesidad de esta formación
Por lo que llevamos dicho podemos concluir que es
necesaria la formación y especialmente acuciante para un hombre de
fe que quiere conocer mejor a Dios, y se da
cuenta de que «la religión es la mayor rebelión del
hombre que no quiere vivir como una bestia, que no
se conforma --que no se aquieta-- si no trata y
conoce al Creador»; por eso verá que «el estudio de
la religión es una necesidad fundamental» y que «un hombre
que carezca de formación religiosa no está completamente formado»(12). Por
eso recalca el Catecismo que «hay que formar la conciencia,
y esclarecer el juicio moral. Una conciencia bien formada es
recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme
al bien verdadero querido por la sabiduría del Creador. La
educación de la conciencia es indispensable a seres humanos sometidos
a influencias negativas y tentados por el pecado a preferir
su propio juicio y a rechazar las enseñanzas autorizadas» (CEC,
1783).
En cualquier materia intentamos alcanzar el mayor número de
conocimientos para ser doctos en aquel saber. Y si no
los alcanzamos, evitamos hablar del tema por indoctos. Pero, ¿sucede
lo mismo con los temas relativos a la fe ya
la moral? Muchas veces se pontifica sobre lo que se
ignora. Por todo ello, «la conciencia tiene necesidad de formación.
Una educación de la conciencia es necesaria, como es necesario
para todo hombre ir creciendo interiormente, puesto que su vida
se realiza en un marco exterior demasiado complejo y exigente»(13).
Añade el Catecismo que «la educación de la conciencia es
tarea de toda la vida (...) garantiza la libertad y
engendra la paz del corazón» (CEC, 1784).
Por ello, la formación
de la conciencia seguirá reglas parecidas a las de toda
formación. Sin embargo, a la hora de aplicarlas, no podemos
olvidar un dato importantísimo: lo que pretendemos al formar la
conciencia no es simplemente alcanzar una habilidad o desarrollar una
facultad, sino conseguir nuestro destino eterno. Esto nos lleva a
ver unos cuantos presupuestos básicos de la formación de la
conciencia. b) Revelación y Magisterio eclesiástico
Los hombres, para
conocer nuestro destino sobrenatural y los medios para alcanzarlo, necesitamos
de la Revelación. En este sentido, no somos «espontánea y
naturalmente cristianos». La palabra de Dios no sólo asegura que
una cosa conduce al hombre a su fin natural, sino
que informa también su meta sobrenatural y todo lo que
le acerca a ella. Lo objetivamente revelado confirma y corrobora,
además, las disposiciones sembradas por el Espíritu Santo en el
alma que está en gracia.
Pues bien, como decía Pío
XII, la moral cristiana hay que buscarla «en la ley
del Creador impresa en el corazón de cada uno y
en la Revelación, es decir, en el conjunto de las
verdades y de los preceptos enseñados por el Divino Maestro.
Todo esto --así la ley escrita en el corazón, o
la ley natural, como las verdades y preceptos de la
revelación sobrenatural-- lo ha dejado Jesús Redentor como tesoro moral
a la humanidad, en manos de su Iglesia, de suerte
que ésta lo predique a todas las criaturas, lo explique
y lo transmita, de generación en generación, intacto y libre
de toda contaminación y error»(14).
La Iglesia, pues, a través de
su Magisterio ordinario y extraordinario es la depositaria y maestra
de la verdad revelada. De ahí que «los cristianos, en
la formación de su conciencia, deben prestar diligente atención a
la doctrina sagrada y cierta de la Iglesia»(15).
Difícilmente podría
hablarse de rectitud moral de una persona que desoiga o
desprecie el Magisterio eclesiástico: «el que a vosotros oye, a
Mí me oye, y el que a vosotros desprecia, a
Mí me desprecia; y el que me desprecia, desprecia al
que me envió» (Lc 10,16). Por tanto, para un cristiano,
sí no hay unión con la Jerarquía --con el Papa
y con el Colegio Episcopal en comunión con el Papa--,
no hay posibilidad de unión con Cristo. Ésta es la
fe cristiana, y cualquier otra posibilidad queda al margen de
la fe. Y no sólo cuando es Magisterio extraordinario, o
bien ordinario y universal, sino también cuando es auténtico: «la
mayor parte de las veces lo que se propone e
inculca en las Encíclicas pertenece por otras razones al patrimonio
de la doctrina católica. Y si los Sumos Pontífices pronuncian
de propósito una sentencia en materia disputada, es evidente que
según la intención de los mismos Pontífices, esa cuestión no
puede considerarse ya como de libre discusión entre los teólogos»(16).
Será,
pues, el Magisterio eclesiástico la fuente fundamental para la formación
de la conciencia. Como recordaba Juan Pablo II: «Entre los
medios que el amor redentor de Cristo ha dispuesto para
evitar este peligro de error [hace referencia a la conciencia
venciblemente errónea], se encuentra el Magisterio de la Iglesia: en
su nombre, posee una verdadera y propia autoridad de enseñanza.
Por tanto, no se puede decir que un fiel ha
realizado una diligente búsqueda de la verdad, si no tiene
en cuenta lo que el Magisterio enseña; si, equiparándolo a
cualquier otra fuente de conocimiento, él se constituye en su
juez; si, en la duda, sigue más bien su propia
opinión o la de los teólogos, prefiriéndola a la enseñanza
cierta del Magisterio»(17). Pero ¿cómo encaja esta afirmación con la
libertad religiosa proclamada por el Concilio Vaticano II? Vamos a
verlo. c) Libertad religiosa y libertad de las conciencias
La libertad religiosa proclamada por el Concilio Vaticano II tiene
un sentido preciso: «La libertad religiosa que exigen los hombres
para el cumplimiento de su obligación de rendir culto a
Dios, se refiere a la inmunidad de coacción en la
sociedad civil»(18). Lo que especifica es que no puede haber
ninguna autoridad civil que pueda imponerse en el tema religioso.
Pero en ningún momento habla de la libertad de
conciencia, acuñada por la doctrina laicista, porque esta doctrina
hace de la conciencia el sumo principio y criterio de
verdad, negando la ley de Dios, de la que se
declara independiente. Por eso decimos: no a la libertad de
conciencia (conciencia autónoma frente a Dios), y sí a la
libertad de las conciencias (no se puede impedir desde fuera
que cada uno siga su conciencia en materia religiosa). Por
lo tanto podemos decir con la Gaudium et spes: «...sean
conscientes que no deben proceder a su arbitrio, sino que
deben regirse por la conciencia, la cual ha de ajustarse
a la ley divina, dóciles al Magisterio de la Iglesia
que interpreta auténticamente esa ley, a la luz del evangelio». 6. Medios para formar rectamente la conciencia
Hemos llegado
al punto en que podemos explicitar las normas y medios
para la formación de una conciencia recta o verdadera. Sin
embargo, esas normas o medios no los podemos ver como
una concesión de nuestra parte «porque no queda más remedio».
No es la formación un meterse entre carriles que nos
llevan a donde no queremos ir, sino medios que nos
llevan a la Verdad y al Amor.
Si no actuamos
así es que no tenemos deseos de formarnos. Y la
queja de Cristo tiene que ser un revulsivo para nosotros,
pues como Él mismo dice se debe a la libre
negativa del hombre: «¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque
no podéis sufrir mi doctrina» (Jn 8, 43).
También hay que
tener en cuenta que puede costar no pocos sacrificios seguir
una conciencia rectamente formada, pues no olvidemos que una vida
cristiana, llevada hasta sus últimas consecuencias, no puede excluir la
cruz: «el que quiera venir en pos de Mí, niéguese
a sí mismo y tome su cruz y sígame» (Mt
16,24.).
Por último, al formar la conciencia, no se puede caer
en el encasillamiento interior, pero tampoco en la ignorancia o
desprecio de las normas de la Iglesia. Una buena educación
estará tan lejos del escrúpulo como de la «manga ancha».
Es preciso tener las ideas muy claras y que luego
las aplique cada uno a su manera con libertad y
responsabilidad personales. a) Buscar a Dios seriamente
Una buena
formación de la conciencia tendrá que partir de una base
de seria búsqueda de ese Dios-Hombre, que ha descendido hasta
nosotros haciéndose tan cercano. Una búsqueda que debe ya estar
marcada en su inicio con la honradez de pechar con
todas las consecuencias del encuentro, porque Cristo nos llama no
para que le admiremos como un ser excepcional; nos llama
para que le sigamos hasta identificarnos con Él. Por eso,
otra actitud revelaría miedo a Dios, miedo al encuentro. Por
lo tanto, en primer término será preciso leer el Evangelio.
«Al regalarte aquella Historia de Jesús, puse como dedicatoria: ´Que
busques a Cristo: Que encuentres a Cristo: Que ames a
Cristo´. »--Son tres etapas clarísimas. ¿Has intentado, por lo menos,
vivir la primera?»(19). b) Sinceridad
La sinceridad consigo mismo,
con Dios y con los demás, es absolutamente imprescindible para
el cultivo de una conciencia recta. Y muchas veces nos
intentamos engañar a nosotros mismos, para luego engañar a los
demás, y, en último término, a Dios.
Un medio habitual
para practicar la sinceridad consigo mismo y con Dios es
el examen de conciencia. En él ejercitamos de modo claro
la responsabilidad personal para hacernos cargo de nuestros errores, para
fomentar el propósito de la enmienda y para confesarnos si
fuera preciso, y para dolernos de haber ofendido a nuestro
Padre Dios.
Otro medio importante para conocernos mejor, conocer más al
Señor y ayudarnos a la sinceridad es la oración mental
en la que tratamos con Dios de nuestras cosas (alegrías,
fracasos, éxitos, preocupaciones...), viéndolos con otra dimensión meramente humana y
acomodaticia a nuestros intereses personales. c) Apoyarse en los demás
El apoyo en los demás deberá partir de la
humildad de quien se sabe no autosuficiente, sino necesitado. Esa
ayuda podrá verificarse de muchos modos complementarios entre sí: a
través de la dirección espiritual, de la confesión, de un
amigo que nos da un determinado consejo, de unas clases
que amplíen los conocimientos doctrinales, de un buen libro, etc.
«Conviene que conozcas esta doctrina segura: el espíritu propio es
mal consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las
borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida interior. »Por
eso es Voluntad de Dios que la dirección de la
nave la lleve un Maestro, para que, con su luz
y conocimiento nos conduzca a puerto seguro»(20).
Habría que volver a
recordar la importancia de la sinceridad al hablar de dirección
espiritual, y sería bueno recordar que siendo sinceros con nosotros
mismos, no será difícil --aunque cueste-- serlo con el director,
porque a la dirección espiritual o se va con absoluta
sinceridad o no se va: la comedia no tendría sentido. La
confesión es la culminación de la dirección espiritual, por la
cual Dios nos da su gracia para vencer en la
lucha diaria. La confesión nos perdona los pecados y nos
consigue una conciencia recta porque consagra y diviniza nuestro deseo
de rectificar. «En efecto, la confesión habitual de los pecados
veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las
malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en
la vida del Espíritu» (CEC, 1458). d) Formación a través
de la lectura
Es obvio que si la Iglesia
es la depositaria e intérprete auténtica de la verdad revelada,
nuestro primer medio de formación será el estudio de los
documentos del Magisterio, y de otros libros con buena doctrina,
avalados por la autoridad eclesiástica competente. Y entre éstos, no
estará de más que repasemos, de vez en cuando, las
verdades fundamentales de nuestra fe, contenidas en el Catecismo de
la Iglesia Católica.
Al hablar de la lectura de libros
--tan necesaria--, no es superfluo considerar que es necesario un
buen asesoramiento antes de leer un libro, para que ese
libro ayude efectivamente a iluminar la conciencia y no a
oscurecerla. Terminamos con unas palabras tremendamente actuales sobre esta necesidad
de formación: «La enseñanza de la religión ha de ser
libre, aunque el cristiano sabe que, si quiere ser coherente
con su fe, tiene obligación grave de formarse bien en
ese terreno, que ha de poseer --por tanto-- una cultura
religiosa: doctrina, para poder vivir de ella y para poder
ser testimonio de Cristo con el ejemplo y con la
palabra»(21). 7. La libertad en la Encíclica «Veritatis splendor» de
Juan Pablo II
El interés por la libertad, hoy
agudizado particularmente, induce a muchos estudiosos de ciencias humanas o
teológicas a desarrollar un análisis más penetrante de su naturaleza
y sus dinamismos. Justamente se pone de relieve que la
libertad no es sólo la elección por esta o aquella
acción particular; sino que es también, dentro de esa elección,
decisión sobre sí y disposición de la propia vida a
favor o en contra del Bien, a favor o en
contra de la Verdad; en última instancia, a favor o
en contra de Dios. Justamente se subraya la importancia eminente
de algunas decisiones que dan «forma» a toda la vida
moral de un hombre determinado, configurándose como el cauce en
el cual también podrán situarse y desarrollarse otras decisiones cotidianas
particulares.
Sin embargo, algunos autores proponen una revisión mucho más
radical de la relación entre persona y actos. Hablan de
una «libertad fundamental», más profunda y diversa de la libertad
de elección, sin cuya consideración no se podrían comprender ni
valorar correctamente los actos humanos. Según estos autores, la función
clave en la vida moral habría que atribuirla a una
«opción fundamental», actuada por aquella libertad fundamental mediante la cual
la persona decide globalmente sobre sí misma, no a través
de una elección determinada y consciente a nivel reflejo, sino
en forma «trascendental» y «atemática». Los actos particulares derivados de
esta opción constituirían solamente unas tentativas parciales y nunca resolutivas
para expresarla, serían solamente «signos» o síntomas de ella. Objeto
inmediato de estos actos --se dice-- no es el Bien
absoluto (ante el cual la libertad de la persona se
expresaría a nivel trascendental), sino que son los bienes particulares
(llamados también «categoriales»). Ahora bien, según la opinión de algunos
teólogos, ninguno de estos bienes, parciales por su naturaleza, podría
determinar la libertad del hombre como persona en su totalidad,
aunque el hombre solamente pueda expresar la propia opción fundamental
mediante la realización o el rechazo de aquellos. De esta manera,
se llega a introducir una distinción entre la opción fundamental
y las elecciones deliberadas de un comportamiento concreto; una distinción
que en algunos autores asume la forma de una disociación,
en cuanto circunscriben expresamente el «bien» y el «mal» moral
a la dimensión trascendental propia de la opción fundamental, calificando
como «rectas» o «equivocadas» las elecciones de comportamientos particulares «intramundanos»,
es decir, referidos a las relaciones del hombre consigo mismo,
con los otros y con el mundo de las cosas.
De este modo, parece delinearse dentro del comportamiento humano una
escisión entre dos niveles de moralidad: por una parte el
orden del bien y del mal, que depende de la
voluntad, y, por otra, los comportamientos determinados, los cuales son
juzgados como moralmente rectos o equivocados haciéndolo depender sólo de
un cálculo técnico de la proporción entre bienes y males
«premorales» o «físicos», que siguen efectivamente a la acción. Y
esto hasta el punto de que un comportamiento concreto, incluso
elegido libremente, es considerado como un proceso simplemente físico, y
no según los criterios propios de un acto humano. El
resultado al que se llega es el de reservar la
calificación propiamente moral de la persona a la opción fundamental,
sustrayéndola --o atenuándola-- a la elección de los actos particulares
y de los comportamientos concretos.
No hay duda de que la
doctrina moral cristiana, en sus mismas raíces bíblicas, reconoce la
específica importancia de una elección fundamental que cualifica la vida
moral y que compromete la libertad a nivel radical ante
Dios. Se trata de la elección de la fe, de
la obediencia de la fe (cfr Rom 16,26), por la
que «el hombre se entrega entera y libremente a Dios,
y le ofrece el homenaje total de su entendimiento y
voluntad». Esta fe, que actúa por la caridad (cfr Gal
5,6), proviene de lo más íntimo del hombre, de su
«corazón» (cfr Rom 10,10), y desde aquí viene llamada a
fructificar en las obras . En el Decálogo (cfr Mt
12,33-35; Lc 6,43-45; Rom 8,5-8; Gal 5,22) se encuentra, al
inicio de los diversos mandamientos, la cláusula fundamental: «Yo, el
Señor, soy tu Dios» (Ex 20,2), la cual, confiriendo el
sentido original a las múltiples y varias prescripciones particulares, asegura
a la moral de la Alianza una fisonomía de totalidad,
unidad y profundidad. La elección fundamental de Israel se refiere,
por tanto, al mandamiento fundamental (cfr Jos 24,14-25; Ex 19,3-8;
Miq 6,8). También la moral de la Nueva Alianza está
dominada por la llamada fundamental de Jesús a su «seguimiento»
--al joven le dice: «Si quieres ser perfecto... ven, y
sígueme» (Mt 19,21)--. Y el discípulo responde a esa llamada
con una decisión y una elección radical. Las parábolas evangélicas
del tesoro y de la perla preciosa, por los que
se vende todo cuanto se posee, son imágenes elocuentes y
eficaces del carácter radical e incondicionado de la elección que
exige el Reino de Dios. La radicalidad de la elección
para seguir a Jesús está expresada maravillosamente en sus palabras:
«Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda
su vida por mí y por el Evangelio, la salvará»
(Mc 8,35).
La llamada de Jesús «ven y sígueme» marca la
máxima exaltación posible de la libertad del hombre y, al
mismo tiempo, atestigua la verdad y la obligación de los
actos de fe y de decisiones que se pueden calificar
de opción fundamental. Encontramos una análoga exaltación de la libertad
humana en las palabras de san Pablo: «Hermanos, habéis sido
llamados a la libertad» (Gal 5,13). Pero el Apóstol añade
inmediatamente una grave advertencia: «Con tal de que no toméis
de esa libertad pretexto para la carne». En esta exhortación
resuenan sus palabras precedentes: «Para ser libres nos libertó Cristo.
Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo
el yugo de la esclavitud» (Gal 5,1). El apóstol Pablo
nos invita a la vigilancia, pues la libertad sufre siempre
la insidia de la esclavitud. Tal es precisamente el caso
de un acto de fe en el sentido de una
opción fundamental, que es disociado de la elección de los
actos particulares según las corrientes anteriormente mencionadas.
Por tanto, dichas teorías
son contrarias a la misma enseñanza bíblica, que concibe la
opción fundamental como una verdadera y propia elección de la
libertad y vincula profundamente esta elección a los actos particulares.
Mediante la elección fundamental, el hombre es capaz de orientar
su vida y --con la ayuda de la gracia-- tender
a su fin siguiendo la llamada divina. Pero esta capacidad
se ejerce de hecho en las elecciones particulares de actos
determinados, mediante los cuales el hombre se conforma deliberadamente con
la voluntad, la sabiduría y la ley de Dios. Por
tanto, se afirma que la llamada opción fundamental, en la
medida en que se diferencia de una intención genérica y,
por ello, no determinada todavía en una forma vinculante de
la libertad, se actúa siempre mediante elecciones conscientes y libres.
Precisamente por esto, la opción fundamental es revocada cuando el
hombre compromete su libertad en elecciones conscientes de sentido contrario,
en materia moral grave.
Separar la opción fundamental de los comportamientos
concretos significa contradecir la integridad sustancial o la unidad personal
del agente moral en su cuerpo y en su alma.
Una opción fundamental, entendida sin considerar explícitamente las potencialidades que
pone en acto y las determinaciones que la expresan, no
hace justicia a la finalidad racional inmanente al obrar del
hombre y a cada una de sus elecciones deliberadas. En
realidad, la moralidad de los actos humanos no se reivindica
solamente por la intención, por la orientación u opción fundamental,
interpretada en el sentido de una intención vacía de contenidos
vinculantes bien precisos, o de una intención a la que
no corresponde un esfuerzo real en las diversas obligaciones de
la vida moral. La moralidad no puede ser juzgada si
se prescinde de la conformidad u oposición de la elección
deliberada de un comportamiento concreto respecto a la dignidad y
a la vocación integral de la persona humana. Toda elección
implica siempre una referencia de la voluntad deliberada a los
bienes y a los males, indicados por la ley natural
como bienes que hay que conseguir y males que hay
que evitar. En el caso de los preceptos morales positivos,
la prudencia ha de jugar siempre el papel de verificar
su incumbencia en una determinada situación, por ejemplo, teniendo en
cuenta otros deberes quizás más importantes o urgentes. Pero los
preceptos morales negativos, es decir, aquellos que prohíben algunos actos
o comportamientos concretos como intrínsecamente malos, no admiten ninguna excepción
legítima; no dejan ningún espacio moralmente aceptable para la de
alguna determinación contraria. Una vez reconocida concretamente la especie moral
de una acción prohibida por una norma universal, el acto
moralmente bueno es sólo aquél que obedece a la ley
moral y se abstiene de la acción que dicha ley
prohíbe.
Es necesario añadir todavía una importante consideración pastoral. En la
lógica de las teorías mencionadas anteriormente, el hombre, en virtud
de una opción fundamental, podría permanecer fiel a Dios independientemente
de la mayor o menor conformidad de algunas de sus
elecciones y de sus actos concretos a las normas o
reglas morales específicas. En virtud de una opción primordial por
la caridad, el hombre --según estas corrientes-- podría mantenerse moralmente
bueno, perseverar en la gracia de Dios, alcanzar la propia
salvación, a pesar de que algunos de sus comportamientos concretos
sean contrarios deliberada y gravemente a los mandamientos de Dios.
En
realidad, el hombre no va a la perdición solamente por
la infidelidad a la opción fundamental, según la cual se
ha entregado «entera y libremente a Dios». Con cualquier pecado
mortal cometido deliberadamente, el hombre ofende a Dios que ha
dado la ley y, por tanto, se hace culpable frente
a toda la ley (cfr Sant 2, 8-11); a pesar
de conservar la fe, pierde la «gracia santificante», la «caridad»
y la «bienaventuranza eterna». «La gracia de la justificación que
se ha recibido --enseña el Concilio de Trento-- no sólo
se pierde por la infidelidad, por la cual se pierde
incluso la fe, sino por cualquier otro pecado mortal» (Conc.
Trento, Sesión VI, cap. XV).
Notas 1. Congregación para
la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, (sobre Libertad
cristiana y liberación), 22-III-1986, nº 26. 2. Juan Pablo II,
Enc. Veritatis splendor (VS); nº 61. 3. Libertad cristiana y
liberación, nº 4. 4. Conc. Vat. II. Decl. Dignitatis humanae,
nº 8. 5. Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), n.
1777. 6. Pablo VI, Alocución, 13-11-1969. 7. Dignitatis humanae, nº
3. 8. Juan Pablo II, Enc. Dominum et Vivificantem, (sobre
El Espíritu Santo), 18- V-1986, nº 43. 9. Ibid. 10.
Ibid. 11. Pablo VI, o. c. 12. Conversaciones con Mons.
Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, n. 73. 13. Pablo VI,
o. c. 14. Pío XII, Alocución, 23-III-1952. 15. Dignitatis humanae,
nº 14; cfr Veritatis splendor, nº 64. 16. Pío XII,
Enc. Humani generis. 17. Juan Pablo II, Discurso a los
participantes en el II Congreso Internacional de Teología Moral, 12-XI-1988.
18. Dignitatis humanae, nº 1. 19. Beato Josemaría Escrivá, Camino,
Rialp, Madrid, nº 382. 20. Ibid, nº 59. 21. Conversaciones
con Mons. Escrivá de Balaguer, o. c.
"La obligación Moral tiene su
origen en la vida misma y echa allí sus raíces
mucho más profundamente que en el pensamiento
consciente. Proviene de los
más oscuros e inconscientes fondos del hombre"
J:M: GUYAU
La conciencia
moral
consciente en el
conocimiento que tenemos o debemos tener las normas o reglas
morales; es la facultad que nos permite darnos cuenta si nuestra
conducta moral es
o no es valiosa. Existen dos posiciones fundamentales que
explican la naturaleza de la
conciencia moral: la innatista y la empírica.
La posición innatista afirma que la conciencia
nace con el individuo, es una capacidad propia de la naturaleza del
humana. Se afirma, por ejemplo, que la capacidad para juzgar lo
bueno y lo malo de una conducta es un
don divino, o, es un producto
propio de la razón humana, la misma que descubre a priori
el sentido del bien y del mal.
La posición empírica sostiene que la
conciencia moral es resultado de la , es decir, de las
exigencias o mandatos de la familia, de
la educación
o del medio sociocultural en general, por lo que, las ideas
morales son de naturaleza social, están determinadas por
las condiciones materiales de
existencia. 2. Clases de
conciencia
La conciencia sociológica abarca la totalidad de
nuestro "yo", la misma que nos permite darnos cuenta de nuestra
propia existencia, como entidades individuales y de existencia de
las otras personas y del mundo material que nos rodea, como algo
fuera de nuestro" yo".
En cambio la
conciencia moral es consciente de los valores
éticos, es decir conocimiento
de lo que se debe hacer y de lo que no se debe hacer, y en esta
forma poder
diferenciar lo bueno y lo malo. 3. La conducta
obligatoria
La conducta moral es una conducta obligatoria conforme
al deber, es decir, el individuo se haya obligado a comportarse
de acuerdo a una regla o norma de acción y a evitar los
actos prohibidos por ella. La obligatoriedad moral impone deberes
al sujeto. Toda norma establece un deber.
El carácter social de la obligación moral,
viene dado por las siguientes razones: en primer lugar, existe
obligatoriedad moral para un individuo cuando sus decisiones y
sus actos afectan a los demás, o a la sociedad entera;
en segundo lugar, lo obligatorio de un acto no es algo que el
individuo establece, sino que lo encuentra ya establecido, en una
sociedad dada
u en tercer lugar, las normas morales,
no son modificadas por cada individuo, sino que cambian de una
sociedad a otra; por tanto el individuo decide y actúa en
el marco de una obligatoriedad dada socialmente. 4. El deber
moral
El deber es la obligación moral que la afecta a
cada persona y que se
fundamenta en obrar según los principios de
la moral, la
justicia o su
propia conciencia. En ética, el
deber es comúnmente asociado con conciencia, razón,
rectitud, ley moral y
virtud.
En el deber se compendian aquellas exigencias de tipo
moral que la sociedad va planteando al individuo conforme a su
etapa de desarrollo.
Quienes fundamentan los deberes en la ley
suelen dividirlos en deberes negativos o prohibitivos, que
impiden las acciones malas
y deberes positivos o afirmativos, que mandan la
realización del bien. Los deberes negativos de la ley
natural se imponen absolutamente en todas las circunstancia; los
positivos son susceptibles de apreciaciones interpretativas
según su objeto.
Las diferentes clases del deber son productos del
sistema de las
relaciones sociales, por el hecho de entrar en determinadas
relaciones, el hombre toma
sobre sí obligaciones.
En la sociedad dividida en clases antagónicas, el deber se
encuentra estrechamente vinculado a los interese de clases; por
lo tanto, existirán deberes que defienden los intereses de
la clase dominante y deberes que defienden los intereses de la
clase explotada.
De acuerdo a la moral
general pueden haber las siguientes clases de deber: deberes del
individuo para con la nación, deberes militares, deberes
del o empleado, deberes familiares, deberes humanos
etc.
De acuerdo a la moral especial pueden considerarse los
siguientes: los deberes para con Dios, los deberes del para
consigo mismo y los deberes para con el
prójimo. 5. Conciencia
Moral
En la actividad intelectual del individuo, en el uso de
su inteligencia,
se presentan dos tipos de conciencia. Una es la conciencia
Psicológica y otra la conciencia MORAL, que tienen
características diferentes, pero que ambas
son como una reflexión del intelecto sobre hechos y
realidades. 6. Conciencia
Psicológica
La conciencia psicológica es un darse cuenta de
la presencia de sí mismo; de las cosas y los hechos que se
encuentran fuera del yo, y de la reflexión resultante de
los propios actos y de las realidades existentes en el mundo que
le rodea. De este aspecto psicológico resulta la
Concientización.
Mediante procesos de
enseñanza o de sensibilización, las personas se dan
cuenta de lo que acontece en el mundo natural y social.
Así se puede hablar de concientización
turística" o "concientización
ecológica". 7.
Diferenciaciones
La conciencia moral tiene una muy
antigua y que es usada en forma muy general. "Es el juicio
inmediato y práctico sobre el carácter moral de
nuestras acciones".
Este hecho de un juicio inmediato de la experiencia es lo que
constituye la médula de la Etica.
A fin de entender con claridad estos dos aspectos
de la conciencia, se puede establecer el siguiente paralelismo
entre la conciencia psicológica y la conciencia
moral:
Conciencia conciencia
Psicológica Moral
Conocimiento
Juicio de valor
Observa Aprecia
Constata obliga
¿Qué soy? ¿Qué debo
hacer?
La conciencia moral es resultado de un raciocinio del
tipo deductivo y que se encuentra apoyado en todos los principios
generales de comportamiento
que se han designado como ~sindéresis~, además de
aquellos que hemos sentado durante el proceso de
socialización y que corresponden a nuestra cultura.
La conciencia moral se desarrolla en el niño en
una forma natural por la acción educadora que va
realizando la sociavilización. Lo que al parecer es
innato, de hecho llega al individuo por una experiencia sensible
sobre lo que está bien y lo que está mal, El obrar
bien tiene premio y el obrar mal tiene castigo. sabe que si
bien y a pesar de ello se le castigue, le llega en forma
inmediata un sentido de justicia e
injusticia y un concepto de
autonidad que impone premios y castigos.
Bajo estos principios es comprensible que la conciencia
moral puede ser formada dentro de los procesos
educativos, y de esta manera hacerla clara, recta,
y delicada 8. El juicio
moral
La conciencia moral, corno juez de nuestros actos,
sólo puede darse cuando éstos son actos humanos
voluntarios, o sea los actos en los que ha intervenido la
libertad de
acción. No puede haber un juicio de conciencia cuando los
actos efectuados han sido obligados por una autoridad o
por una acción coercitiva de agentes extraños a
nosotros mismos. Se podría poner con ejemplo la
acción de un soldado en tiempo de
guerra En la
actividad profesional a veces se toman decisiones por
obligación o por seguir esquemas o sistemas
preestablecidos, que muy poca libertad de
acción dejan al sujeto, en estos casos la conciencia moral
quedara un tanto suprimida.
Ahora bien, como resultado del juicio de valor que
efectúa la conciencia moral sobre los actos del propio
individuo, se conduce lo siguiente:
A un sentimiento de culpa
A un remordimiento
A un arrepentimiento.
Esto puede llevar a un castigo, un castigo, o a una
acción interna
En este campo intervienen una serie de elementos a los
cuales se les ha dado en llamar PUENTES DE LA MORALIDAD, que
constituyen la conformidad o disconformidad con la recta
razón que dirige al acto humano.
Al analizar concretamente un determinado acto humano ya
sea realizado por mismo o por otra persona, hay tres
elementos para juzgarlo 9. El objeto, la
situación y el fin
El objeto es hacia dónde Se dirige el acto libre
y voluntario; qué es lo que quiere; es el contenido de la
acción.
La situación o circunstancias: Situado en un
lugar, por una persona, en un tiempo,
quién lo hace y qué condiciones acompañan al
acto
La intención o fin: El motivo por el cual se
efectúa el acto; la razón por la cual se
actúa
Estos elementos, Según se presenten, harán
que el juicio de conciencia se haga en consecuencia, ya que
muchas veces las personas se ven precisadas a actuar en contra de
una norma moral. Un ejemplo se da el matar a una persona para
salvar la propia vida o la de un ser querido que está
desprotegido.
La aplicación de estos elementos es algo muy
complejo y se puede referir a los tipos de conciencia que se han
expresado anteriormente
Independientemente de los elementos que intervienen en
el acto voluntario, el individuo obra en función de un
fin, lo que quiere decir que sus actos están determinados
en cierta forma por ese fin último natural que es la
felicidad, Pero todo ello dentro de una recta razón que
como cualidad de la inteligencia,
está dentro de la naturaleza del hombre.
En el curso de su desarrollo, la
persona humana adquiere hábitos que son pautas de comportamiento
estables que disponen al sujeto para bien o para mal,
según su forma de ser los cuales Son difíciles
tanto de adquirir como de remover.
En el campo de la moral, los hábitos se
manifiestan como virtudes o vicios de comportamiento.
En algún momento Aristóteles afirmó que el hombre es
virtuoso es feliz, de lo que se puede seguir que para acercar al
hombre hacia su fin, la virtud orientará rectamente sus
actos, y San Agustín define la virtud como 'una buena
cualidad del Alma, por la cual se vive rectamente, y de la cual
nadie hace mal uso" 10. La virtud en el
pensamiento
humano
Virtud proviene de VIR; valor, fuerte,
poderoso.
Las virtudes pueden dividirse en morales e
intelectuales. Las virtudes morales que también se
denominan como Cardinales son cuatro; la Prudencia, la justicia,
la Fortaleza y la Templanza.
Prudencia. Utilizar la recta razón en el obrar;
compromete al sujeto; es la virtud más importante y puede
regir a las otras
Justicia: comúnmente se entiende como dar a cada
quien lo que le corresponde.
Fortaleza es vencer las dificultades y superar los
obstáculos.
Templanza es la moderación en los
placeres.
Las virtudes intelectuales son múltiples y de
diversa índole, pero se pueden señalar algunas como
la sabiduría, la valentía y el ahorro.
Los vicios son lo opuestos a las virtudes y por tanto
comportamientos negativos que alejan al hombre de su
realización y que pueden tener serios efectos. 11. Perfil
profesional
La formación profesional es distinta para cada
y nivel de desempeño, y dependiendo de esto
mismo, la formación puede ser larga y pesada o corta y
ligera e incluso puede realizarse mientras se desempeña un
trabajo ya sea similar o distinto, aunque de menor nivel por lo
general. La formación profesional también puede ser
muy teórica o muy práctica. Sin embargo, excepto
algunas profesiones eminentemente especulativas como la de
filósofo, todas deben contener una cierta dosis tanto de
teoría
como de práctica o sea la auténtica "praxis",
entendida ésta como la aplicación de un
Conocimiento o de una teoría
que a su vez fue extraída de experiencias
concretas,
Hablando ya en un sentido menos amplio, y como se
entiende por lo general, las profesiones son el resultado de un
proceso de
formación a nivel superior de calidad
universitaria, ya que ésta es la forma en que se puede
garantizar a la sociedad que un individuo que ostenta la
certificación de sus estudios mediante un título,
sabe y puede hacer algo dentro de un marco ético-social y
que su actividad es productiva y beneficiosa para la misma
sociedad.
Larroyo señala lo siguiente: 'En virtud de la
profesión el hombre se articula a la vida económica
y asegura así su existencia fortaleciendo y haciendo
progresar la economía de la
sociedad entera. El desempeño del trabajo profesional, al
constituir un valor para la sociedad, supone la eficiencia en el
desempeño y su contribución al bien común.
Esto descarta totalmente la improvisación profesional que
causa tantos estragos en las sociedades
subdesarrolladas, donde individuos de dudosa moralidad medran
ostentando conocimientos y habilidades de las cuales
carecen.
Ahora bien, como ya se explicó, el hombre dedica
la mayor parte de su tiempo a la actividad profesional
(preparación, preocupación), tanto para obtener los
satisfactores básicos como los de nivel más elevado
consistentes en deseos, ambiciones y temores. El elemento
compensatorio de toda esta actividad es el dinero,
representado por sueldo, emolumento u honorarios, además
de otros beneficios que, aunque no expresados en metálico,
si contienen satisfactores que pueden ser convertibles o
equivalentes.
Dice Scherecker que "el profesional adquiere por su
actividad el derecho a un sueldo que cambia la distribución del dinero, o de
otros bienes, en el
mundo, y normalmente su actividad cumple ciertas obligaciones
estipuladas".
El cumplir con las condiciones dentro de las cuales
el trabajo
profesional ha sido contratado, y el percibir un sueldo por el
mismo, se pone al servicio de
otros el "saber hacer", pero de ninguna manera la dignidad
humana, El sueldo o salario no compra
al hombre, solamente compra las habilidades del hombre. La
persona no está obligada a desempeñar funciones que no
estén de conformidad con la escala de
valores
morales que respalden su condición de profesional
digno. Es algo así como comprometer lo que antiguamente se
conocía como el honor.
Los deberes profesionales no comienzan al recibir el
Diploma o el Título. Desde el mismo momento en que se
decide la actividad profesional que se va a ejercen el individuo
adquiere una responsabilidad moral muy especial. el estudiante
de una determinada profesión no puede sustraerse a los
deberes que correspondan a la misma, alegando que aún no
la ejerce, ya que en cl momento en que empieza a estudiar, se
obliga a los deberes que la misma profesión ha
establecido. 12. Laeducación y la
moral.
El objetivo
fundamental de la educación consiste en la
formación de la conciencia moral del hombre, para que este
intuya los valores
éticos fundamentales tales como:
La aversión hacia la venganza, el odio, la
hipocresía, la avaricia, el egoísmo y la
cobardía
La educación ha de procurar conducir a los
jóvenes hacia la reflexión científica sobre
los grandes problemas y
misterios de las cosas, de la vida y del cosmos, a fin de
proporcionar vivencias más profundas. Esto llevará
hacia una formación de una cultura
general que lleve a la comprensión de nuestra cultura
nacional, así como también a la comprensión
de otras culturas distintas a la nuestra.
Esta cultura general hará que el individuo se
sienta, "ciudadano del mundo", mediante la comprensión que
obtiene de las formas de vida y manifestaciones culturales de
otros pueblos. De este modo, contribuirá a que haya mayor
tolerancia
para con otros pueblos, otras costumbres y otros valores.
Etica profesional de la abogacía
Se ha cuestionado la posibilidad de señalar
principios éticos y normas morales para el ejercicio de
una profesión que es realizada por un hombre adulto, ya
formado, que tiene su propia concepción de la vida, de la
sociedad y por tanto de la profesión. Pero lo que se
pretende es formular pautas específicas
que regulen el correcto desempeño de cualquier
profesión. En lo que se relaciona con la profesión
de abogado se establecen tres clases de deberes: con el cliente, con la
autoridad y
con el adversario.
Deberes del abogado con el cliente.
Los deberes del abogado con el cliente pueden
sintetizarse así: lealtad e independencia.
La lealtad obliga al abogado el cumplimiento de los
siguientes deberes: decirle la verdad, hacerle conocer el alcance
del problema mantenerlo informado sobre el avance del proceso,
demostrar interés
por la causa, actuar con agilidad, instruir al cliente sobre lo
que debe hacer o decir, presentar toda la prueba posible, no
transigir ni renunciar derechos sin el expreso
consentimiento del cliente, etc.
La independencia
del abogado le obliga a no ser partícipe de los intereses
en conflicto y
por eso no es conveniente el pacto de cuota- litis así
como la aceptación del mandato, porque el primero
convierte al abogado interesado en la cuota-litis, y, el segundo
le hace también litigante, haciendo proclive a que el
proceso se revista de
pasión y encono.
Deberes del abogado con la autoridad.
Los deberes del abogado con la Autoridad los resumimos
así:
Respeto a la magistratura. La Autoridad, el juez o
tribunal son dignos de todo respeto por
la investidura y función que ejerce independientemente
de la persona.
Verdad para la justicia y fe en la justicia. El
abogado debe hacer del proceso una síntesis de la verdad
descubierta con la investigación a fin de que el Juez pueda
tener seguridad de
"administrar justicia". El abogado tiene que demostrar su fe en
la justicia y en el ejercicio de la profesión frente a
la autoridad.
C) Independencia. La independencia del abogado en el
ejercicio del derecho le permite actuar con responsabilidad, con
sensibilidad, con sentimiento altruista, con desinterés,
con delicadeza y con modestia. 13. Deberes del abogado con el
adversario.
Los deberes del abogado con el adversario se refieren a
la lealtad en la contienda, a la independencia, al respeto y
solidaridad
profesional. La lealtad en la contienda significa la defensa
honesta de la causa, utilizando el lenguaje
forense que no debe confundirse con el lenguaje
vulgar. El respeto solidaridad
obliga al abogado a mantener con el colega adversario relaciones
de cordialidad, sin que eso signifique abdicación de la
independencia. 14. Etica profesional del
servicio
social
Los aspectos éticos que encierra el ejercicio de
la actividad profesional del Servicio Social tiene una seria
proyección sobre la sociedad en que actúa. Las
repercusiones directas en la vida social son, en el caso de esta
profesión, mayores y más profundas que las que
pueden tener otras ocupaciones. Se trata de una actuación
directa sobre la vida social, y las conductas negativas pueden
crear imprevisibles problemas
psico-sociales y culturales.
Partimos de la siguiente pregunta: ¿Cuál
es el fundamento filosófico de la ética
profesional del Servicio Social? Fundamentalmente, los
principios filosóficos surgen sobre la base de los valores
generalmente aceptados: justicia, solidaridad, verdad, bondad,
dignidad, etc. ; en este sentido, pueden exponerse los siguientes
principios filosóficos inherentes a esta
profesión:
confianza en los valores esenciales del
individuo
respeto a los derechos
individuales
compresión amplia de la sociedad y de sus
potencialidades
concepción positiva de la unidad y el progreso
sociales
Reconocimiento de deberes y responsabilidades hacia
la comunidad.
A continuación seleccionaremos los principios
fundamentales sobre la ética
profesional del Servicio Social formulados por las Naciones Unidas y
por la Federación Internacional. 15. Principios de
las naciones
unidas.
Reconocer el valor del ser humano como individuo,
cualesquiera sean su circunstancia, condición, raza
religión, opinión política, o
conducta; y hacer lo posible por fomentar en el individuo un
sentido de dignidad y de respeto propio.
Fomentar el propio esfuerzo como medio de desarrollar
en el individuo el sentimiento de confianza en sí mismo
y su capacidad para afrontar responsabilidades.
Promover oportunidades para una vida más
satisfactoria en las circunstancias particulares en que se
encuentran los individuos, os grupos y las
comunidades
Respetar las diferencias entre los individuos,
grupos y
comunidades, tratando al mismo tiempo de conciliarlas en el
bienestar común.
Todo ser humano posee un valor único, con
independencia de su origen, edad, creencias, etnicidad,
condición socioeconómica, o de su
contribución a la sociedad.
b) Todo individuo tiene derecho a realizar su potencial,
siempre que
no perjudique los derechos de los
demás.
Toda sociedad, cualquiera que sea, debe funcionar con
miras a proporcionar el máximo beneficio a la totalidad
de sus miembros.
El trabajador Social Profesional tiene la
responsabilidad de encausar sus conocimientos y capacidades
hacia la ayuda de individuo, grupos, comunidades y sociedades,
el desarrollo de sus posibilidades y la resolución de
conflictos
humanos sociales y sus consecuencias.
El trabajador social profesional tiene como
obligación suprema el servicio de los demás, lo
cual debe primar, sobre cualquier otro interés o
ideología particular.
17. La dignidad
de la persona humana.
Toda persona es digna de respeto y consideración,
por ser persona humana, no sólo por sus títulos o
posesión de fama y bienes; por
eso toda persona es digna de respeto, porque este es un deber y
una obligación cívica y social. Quien no sabe
respetar los valores y la dignidad de los demás, no es
persona digna de vivir en sociedad, porque esto exige hacerse
consciente de sus deberes y responsabilidades frente a sí
mismo, a los demás y a la naturaleza.
Para hacer digno el hombre, tiene que ser responsable
frente así mismo lo cual implica valorizarse y
personalizarse. Personalizarse quiere decir, que se toma como
persona consciente y responsable; que está en capacidad de
cumplir los deberes que le exige su propia vida y la sociedad;
que tiene una voluntad capaz de controlar y dirigir sus instintos
para no perjudicar a nadie con ellos, en sí, que es una
persona capaz de valorar y dirigir su actuación en forma
responsable.
El hombre frente a los demás, también
tiene deberes y responsabilidades, lo cual consiste en valorar y
respetar a los demás como a sí mismo, reconociendo
que hay que respetar su libertad, sus bienes y sus costumbres.
Para tener este comportamiento con los demás, es necesario
valorarse como persona humana, y ser persona humana consiste en
ser justo, tanto consigo mismo, como con los demás, pero,
claro está, cuando la persona se valora bien a sí
misma también sabe valorar a los demás. Esto es lo
que significa socializarse. Y socializarse es adaptarse a la
comunidad en
que vive, contribuyendo a su proceso y desarrollo, es hacerse
consciente de la comunitariedad.
Una tercera condición se refiere al hombre contra
al mundo, esto es, frente a su medio circundante. Este medio
también exige del individuo, adaptación y
responsabilidades, lo cual impone los siguientes deberes en
cumplir:
Responsabilidad en su trabajo y estudio
Responsabilidad ante la Patria y sus Leyes
¿QUE ES LA CONCIENCIA?
La conciencia del hombre está compuesta por todo
aquello que él conoce con lo que ha estado en contacto a través de las
experiencias adquiridas durante su vida. El mundo externo divide la conciencia
en: Subconciencia, donde están obtenidas todas las experiencias del pasado, las
cuales yacen profundamente enterradas influyendo dentro de su naturaleza; la
Conciencia, que comprende las experiencias del presente, y la Superconciencia, o
desenvolvimiento superior,por cuya
adquisición el hombre está luchando. La conciencia es propiedad única de cada
corriente de vida individual, y es la única actividad que no puede ser robada o
destruida. Por lo tanto, aquello que el hombre construye en su conciencia
mediante la contemplación y esfuerzo, le pertenece para toda la eternidad. Por
eso hay un axioma metafísico que dice "Lo que le pertenece por derecho de
conciencia no puede serle quitado".
Durante su vida, el hombre posee tres distintos
tipos de conciencia:
1) La Conciencia Individual, que es el
conocimiento o conciencia de existir y de ser un toco de Luz inteligente; con
poder para hacer uso de sus energías, sus facultades y su libre albedrío, con
el cual debe crear y dirigir un plan de vida individual.
2) La Conciencia de Masas, en la cual todo
pensamiento y sentimiento, toda virtud y vicio emanado contribuye a reforzar en
esa "conciencia grupal" tal o cual cualidad en particular.
3) La Conciencia del Ascendido maestro, en la
cual la autoconsciente inteligencia del individuo usa de las facultades
creativas de pensamiento, sentimiento y la palabra hablada para crear, por
voluntad propia y consciente, solamente aquello que es perfecto, cuando desee o
se proponga crear algo.
INTRODUCCIÓN
Conciencia y utopía.
Puedo decir, sin temor a equivocarme, que mi principal preocupación se puede resumir en una única palabra: conciencia.
De un tiempo a esta parte, en la medida en que me lo permiten esa serie
de ocupaciones mundanas que todos tenemos (no está de más recordar que
nadie se alimenta de ideas), intento comunicar que es necesaria una toma
de conciencia ante el mundo en que vivimos, a la vez que procuro
ampliar cada día más mi propio campo de conciencia.
Os
preguntaréis, ¿por qué hay que tomar conciencia? ¿ante qué? ¿es que
resulta que hay algo que no funciona? Pues sí, hay muchas cosas (en mi
opinión) que no funcionan, de las que es preciso tomar conciencia.
Podríamos hablar de la injusticia,
que en nuestro mundo actual se disfraza de múltiples formas. Para no
prolongar estas líneas innecesariamente, piénsese simplemente en que hay
seres humanos (una minoría) que vivimos con toda serie de comodidades,
mientras que otros (la mayoría) no sólo no disfrutan de las mismas
comodidades, sino que a veces no tienen asegurado ni un plato de comida.
Podríamos también hablar de la incomunicación, que
finalmente se traduce en infelicidad. Y es que, en lo que se refiere a
esa minoría acomodada a la que nos hemos referido antes, las cosas no
marchan en absoluto de color de rosa. En el fondo la mayoría de las
personas se sienten solas y vacías porque una serie de valores como el
éxito, el dinero, el poder... han desplazado a otros que podríamos
considerar más humanos, y entre los cuales el principal es la
comunicación verdadera.
Para terminar con la injusticia no
podemos confiar solamente en la ayuda humanitaria, al igual que no
podemos confiar en los móviles para que nos resuelvan el problema de la
incomunicación (pequeños parches para tan grandes rotos).
Solo
un cambio radical en las estructuras económicas y sociales que rigen
este mundo puede solucionar de verdad los problemas comentados, así como
otros tantos que se podrían mencionar; de modo que no podemos renunciar
a buscar la utopía. Pero para que ese cambio radical tenga lugar
es necesario primero un cambio radical en nuestra forma de pensar y de
vivir, de ahí que resulte tan importante la toma de conciencia.
LA CONCIENCIA.
Definición:
Un fenómeno cognitivo usualmente activo cuando uno o más sentidos
fisiológicos están conectados con la realidad externa. Otros fenómenos
cognitivos se derivan del estado de conciencia o vigilia y se pueden
denominar "estados incrementados de conciencia" (tal la atención).
Muchos autores identifican la conciencia con experiencia subjetiva, como
la de una niña hamacándose y escuchando los aplausos de sus
progenitores o la experiencia de quemarse un dedo. Estas experiencias no
son del todo comunicables, se las clasifica como subjetivas. Una
definición pasable de la conciencia sería la "sensación subjetiva, no
apta para ser comunicable, de a qué se parece ser yo (usted) en mi (su)
estado de vigilia presente". La hipótesis es que lo que usted siente con
respecto a usted mismo, esto es, con respecto a ser usted, es, en
principio, similar a lo que yo siento con respecto a mí mismo, esto es,
con respecto a ser yo. Esa similitud es lo que llamamos conciencia. Ned
Block discrimina entre conciencia fenomenológica y conciencia de acceso
(P- and A-consciousness), y otros autores mencionan la conciencia
monitora y la conciencia de tener conciencia (autoconciencia).
Algunas expresiones:
Libertad de conciencia:
Derecho de profesar cualquier religión, sin ser inquietado por la
autoridad pública. Desenfreno y desorden contra las buenas costumbres.
Caso de conciencia: Punto dudoso en materia moral.
Examen de conciencia:Recordación
de las palabras, obras y pensamientos con relación a las obligaciones
del cristiano. Meditación sobre las faltas o pecados cometidos.
Sentido moral: Percepción, en el ámbito de la conciencia, de la realidad del bien.
Subconsciencia:
Estado inferior de la conciencia psicológica en el que, por la poca
intensidad duración de las percepeiones, no se da cuenta de estas el
sujeto.
TIPOS DE CONCIENCIA:
CONCIENCIA FENOMENICA
La
conciencia-P significa la conciencia fenoménica, la que construye
imágenes mentales o de apariencia mental de la cosa en sí externa, pero
no puede capturar la realidad pura de la cosa en sí. La conciencia-P es
la que dinamiza las imágenes mentales, la apariencia mental de las
cosas, las experiencias internas del sujeto.
Es distinta de la
conciencia-A (conciencia de acceso), que cumple con funciones de
procesamiento de la información. Muchos intentos buscan relacionar
(tarea para el futuro) este mundo "espiritual" interno con mecanismos
físico- psicofísicos análogos a los de los otros cuatro niveles previos.
Estas distinciones se basan en Ned Block.
CONCIENCIA MONITORA
Definición:
Atributo general de la conciencia - relacionado con la atención y con
la interpretación del cerebro como instrumento de control - y extendido a
todos los circuitos cerebrales relacionados con el entorno y del propio
interior íntimo.
"Aparece una fortisima presión evolutiva
(siempre con aportes adicionales de apartamiento del equilibrio) por
perfeccionar y ampliar los sensores o filtros de reconocimiento de
pautas de alarmas, asi como de sumarlos. La suma de todos estos sensores
es parte importante de una hipotética "conciencia monitora". Como la
colección de sensores sumados aparentemente actua asimismo como un
suprasensor global, dicha conciencia es autorreferencial, o sea que
aparece como autoconciencia, conciencia de si misma, conciencia de tener
conciencia. Con ella el humano normal, llega a la experiencia subjetiva
de tener activada dicha colección de sensores..." (Barral y von der
Becke)
Es aparentemente el resultado de la generalizacion de la
aptitud de los animales provistos de cerebro de construir detectores de
pistas o pautas de alarmas. La mente humana consiguio heredar e
incrementar dicha aptitud. Esta es la base del Sistema Operativo
cerebral (Philip Johnson-Laird), asi como en computacion es
indispensable poseer algun Sistema Operativo como el DOS. (Cohen J,
Stewart I)
Una alarma surge de un encadenamiento y procesamiento
de alarmas elementales que mediante sensores llega a un hipotético
"espacio de gestión de alarmas" (conciencia monitora) donde se la
procesa. Esos elementos sumados y combinados dan origen a elementos de
conducta y con ellos, a la conducta propiamente dicha. Los sensores para
alarmas y problemas originan entre todos dicha conciencia monitora. En
años recientes se ha difundido la idea segun la cual se propone que el
Yo es una confederación de agencias más o menos autónomas. Estas referencias a la conciencia monitora se deben interpretar a la luz del "más o menos " recién mencionado. CONCIENCIA CORPORAL¿QUE ES?.....
FOCUSING, CONCIENCIA CORPORAL, ENFOQUE INTERIOR son tres expresiones para una misma experiencia humana.
Se trata de:
*
unas actitudes.... hacia uno mismo y hacia los demás * un modo de
escucharnos y re-conocernos * un proceso.... para estar en movimiento
interior * una técnica.... para aprender a recuperar nuesta sabiduría
interior * un modo de promover el desarrollo personal * una teoría....
sobre el funcionamiento de la personalidad.
LIBERTAD DE CONCIENCIA Y DE RELIGIÓN. Declaración Universal.
Art. 18.
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y
de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o
de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su
creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado,
por la enseñanza, el culto y la observancia.
Conciencia teológica
I. EL NOMBRE
En
inglés hemos hecho con una palabra latina qué ni los latines ni los
franceses han hecho: hemos doblado el término, haciendo el soporte de la
" conciencia " para el departamento moral y dejando el " sentido " para
el campo universal de los objetos sobre los cuales somos enterados. En
Cicero tenemos que depender del contexto para la limitación específica
al área ética, como en la sentencia: " sermo del omnium del quam del est
de los pluris del conscientia del mihi del mea ". El sir W. Hamilton ha
discutido hasta dónde podemos ser dichos para ser conscientes de los
objetos externos que sabemos, y de hasta dónde el " sentido " ought ser
llevado a cabo un término restringido a los estados del uno mismo o de
la timidez. (véase Thiele, DES Selbstbewusstseins, Berlín, 1895 de
Philosophie del dado.) En las dos palabras Bewusstsein y Gewissen
los alemanes han hecho una distinción útil que contestaba a nuestro "
sentido " y a la " conciencia ". Los ancients descuidaron sobre todo tal
discriminación. Los Griegos utilizaron a menudo el phronesis donde debemos utilizar " conciencia ", pero los dos términos están lejos de coincidente. También utilizaron el suneidesis,
que ocurre en varias ocasiones para el propósito a disposición ambos en
el viejo y nuevo testamento. Los hebreos no tenían ninguna psicología
formal, aunque Delitzsch tiene se esforzó para encontrar uno en
Scripture. Allí el corazón está parado a menudo para la conciencia.
II. ORIGEN DE LA CONCIENCIA EN LA RAZA Y EN EL INDIVIDUO
De
antropólogos algunos hacen y algunos no validan la cuenta bíblica del
origen del hombre; y la clase anterior, admitiendo que los descendientes
de Adán pudieron pronto haber perdido los rastros de su pendiente más
alta, está dispuesta a oír, sin el compromiso de endosar, qué la última
clase tiene que decir en la asunción del desarrollo humano incluso de
una ascendencia animal, y en la asunción posterior que en el uso de
evidencias él puede descuidar la secuencia del tiempo y del lugar. No es
mantenido por ningún estudiante serio que el pedigrí de Darwinian es
ciertamente exacto: tiene el valor de un diagrama que da una cierta
noción de las líneas a lo largo de las cuales las fuerzas se suponen
haber actuado. No, entonces, como validando para el hecho, sino como
usarlo para un propósito muy limitado, podemos dar un bosquejo
característico del desarrollo ético según lo sugerido en el capítulo
pasado moralejas del Dr. L. T. Hobhouse de las " en la evolución ". Es
una historia conjetural, muy como lo que la otra oferta de los
antropólogos para lo que vale y no para la ciencia completamente
certificada.
El ética es conducta o vida regulada; y la
regulación tiene un principio crudo en la vida animal más baja como
respuesta al estímulo, como acción refleja, como adaptación útil al
ambiente. Así la ameba se dobla alrededor de su alimento en el agua y
vive; propaga por la uno mismo-división. En otra etapa en la serie
animal encontramos impulsos ocultos en.beneficio de la vida y de su
propagación que toman una dimensión de una variable más compleja, hasta
que algo como propósito instintivo se visualiza. Las acciones útiles se
realizan, no al parecer agradable en sí mismos, con todo con bueno en la
consecuencia que no puede haber sido prevista. El cuidado del animal
para sus jóvenes, la disposición para la necesidad de su descendiente
futuro es una clase de sentido presagiado del deber. El St. Thomas es en
negrilla seguir la terminología de los abogados romanos, y afirmar una
clase de moralidad en emparejar y propagar de los animales más altos: "
docuit del animalia del omnia del natura del quod del est del naturale
del ius ". (es el derecho natural que la naturaleza ha enseñado a todos
los animales -- " en el intravenoso enviado."Los costumbres se forman
bajo las presiones e interacciones de la vida real que son fijados por
herencia, y aguardan el análisis y las mejoras de la razón naciente. Con
el advenimiento del hombre, en su estado más grosero -- sin embargo él
vino estar en ese estado, sea por subida o pendiente -- amanece una
conciencia, que, en la teoría del desarrollo, tendrá que pasar a través
de muchas etapas. Al principio sus categorías de derecho y de incorrecto
están en una condición muy flúida, no guardar ninguna forma fija, y el
entremezclarse fácilmente, como en el caos de los sueños, de las
suposiciones, de las ilusiones, y de las ficciones de un niño. Los
requisitos de la vida social, que se convierte en el gran moralizer de
la acción social, están cambiando continuamente, y con que ellos el
ética varía sus adaptaciones. Mientras que la sociedad avanza, el su
ética mejora. " las líneas en las cuales se forma el costumbre es
determinado en cada sociedad por las presiones, las mil interacciones de
esas fuerzas del carácter individual y lazo social, que nunca dejan de
remoulding hasta que han hecho los amantes y los odios de los hombres,
sus esperanzas y los miedos para sí mismos y sus niños, su pavor de las
agencias no vistas, sus celos, sus resentimientos, sus antipathies, su
sociability y amortiguan sentido de la dependencia mutua todas sus
calidades buenas y malas, egoístas y comprensivas, sociales y
antisociales." El asimiento de la experiencia ensancha y la potencia del
análisis aumenta, hasta, de una gente como los Griegos, venimos sobre
los pensadores que pueden reflejar distintamente en conducta humana, y
podemos poner en la práctica el seauton del gnothi (sepa el thyself),
para en adelante asegurar el método del ética por todas las veces, con
el alcance indefinido izquierdo para su aplicación mejor y mejor. " aquí
hemos alcanzado el nivel de las religiones filosóficas o espirituales,
los sistemas que intentan concentrar toda la experiencia en un foco, e
iluminar toda la moralidad a partir de un centro, pensamiento, tan
siempre, llegando a ser más comprensivo como llega a ser más explícito
".
Cuál es dicho de la raza se aplica al individuo, como en él
las reglas acostumbradas adquieren el carácter ético por el
reconocimiento de principios y de ideales distintos, todo tendiendo a
una unidad o a una meta final, que para el evolutionist mero se dejan
muy indeterminada, pero para el cristiano tiene definición adecuada en
una posesión perfecta del dios por conocimiento y amante, sin la
contingencia de otros lapsos del deber. Venir a la plenitud del
conocimiento posible en este mundo es para el individuo un proceso del
crecimiento. El cerebro al principio no tiene la organización que le
permitiría ser el instrumento del pensamiento racional: es probablemente
una necesidad de la naturaleza de nuestra mente que no debemos comenzar
con el cerebro completamente formado pero que se deben recolectar los
primeros elementos del conocimiento con las gradaciones de la estructura
que se convierte. En la familia moral buena el niño aprende lentamente a
la derecha conducta por la imitación, por la instrucción, por la
sanción de la manera de recompensas y de castigos. Bain exagera el
predominio del elemento nombrado pasado como la fuente de dónde viene el
sentido de la obligación, y en esto él es como Shaftesbury, que
considera en conciencia solamente el reprover. Esta visión es favorecida
también por Carlyle en su " ensayo en características ", y por el Dr.
Mackenzie en su " manual del ética ", donde leemos: " debo preferir
decir simplemente que la conciencia es una sensación del dolor que
acompaña y que resulta de nuestra inconformidad al principio." Newman
también ha puesto la tensión en la oficina de la reprensión de la
conciencia. Carlyle dice que no debemos observar que teníamos una
conciencia si nunca nos habíamos ofendido. El verde piensa que la teoría
ética está sobre todo de uso negativo para la conducta. mejor para
mantener in vista ambo cara verdad y decir que mente ético desarrollar
venir uno sentido satisfacción en derecha hacer y descontento en
wrongdoing, y que recompensa y castigo juicioso asignar joven tener para
su propósito, a medida que Aristotle poner él, para enseñar enseñable
cómo para encontrar placer en qué ought por favor y descontento en qué
ought para descontentar. La mente no madura se debe dar sanciones
externas antes de que pueda alcanzar el interior. El su brillar
tenuemente más temprano del deber no puede ser luz clara: comienza
distinguiendo conducta como agradable o como repugnante y traviesa: como
aprobado o desaprobado por los padres y los profesores, detrás de
quienes de una manera dévil está parado al dios oft-mencionado,
concibió, no sólo en un antropomorfo, pero de una manera nepiomorphic,
para no corregir todavía más correcto que las especulaciones de Caliban
sobre Setebos. La opinión del pecado en el sentido genuino se forma
gradualmente hasta la edad que señalamos áspero como el séptimo año, y
en adelante el agente comienza la carrera tremenda de la responsabilidad
según los dictados de la conciencia. En los argumentos no éticos sino
scholastically theological, el St. Thomas explica una teoría que
unbaptized a persona en el amanecer de la razón pase con una primera
crisis en la discriminación moral que las vueltas simplemente en la
aceptación o el rechazamiento del dios, y exigen pecado mortal en caso
de incidente.
III. ¿QUÉ CONCIENCIA ESTÁ EN EL ALMA?
Es
a menudo una buena máxima para no importar por una época de cómo una
cosa vino ser, pero para ver cuáles es realmente. Hacer tan en vista de
conciencia antes de que tomemos la historia de la filosofía en su
respeto es política sabia, porque nos dará una cierta doctrina clara
sobre la cual poner el asimiento, mientras que viajamos con una región
perpleja por mucha confusión del pensamiento. Las puntas siguientes son
cardinales:
La conciencia natural no es
ninguna facultad distinta, sino la una intelecto de un hombre ya que
considera a la derecha y mal en conducta, ayudada mientras tanto por una
voluntad, por el uso de las emociones, por la experiencia práctica de
vivir, y por todas las ayudas externas que estén al propósito.
La
conciencia natural del cristiano es sabida por él para actuar no sola,
pero bajo la aclaración e impulso derivados de la revelación y de la
tolerancia en un orden terminantemente supernatural.
En
cuanto a la orden de la naturaleza, que no existe solamente que pudo
haber existido, el St. Thomas enseña que para el conocimiento del dios y
para el conocimiento del deber moral, los hombres tales como nosotros
están requeriría una cierta ayuda del dios de hacer su conocimiento
suficientemente extenso, claro, constante, eficaz, y relativamente
adecuado; y ponerlo especialmente dentro del alcance de los que se
absorben mucho con los cuidados de la vida material. Sería absurdo
suponer que eso en el orden del dios de la naturaleza se podría excluir
de cualquier revelación de se, y que se dejaría para ser buscado para
absolutamente irresponsively.
El ser una cosa
práctica, conciencia depende en gran medida para su corrección del buen
uso de él y en el cuidado apropiado tomado para prestar atención a sus
deliverances, para cultivar sus potencias, y para frustrar a sus
enemigos.
Incluso donde se emplea la
diligencia debida la conciencia errará a veces, pero sus errores
inculpables serán admitidos por Dios para ser no culpables.
IV. LA FILOSOFÍA DE LA CONCIENCIA CONSIDERADA HISTÓRICAMENTE
En tiempos precristianos
Los
testimonios escritos más tempranos que podemos consultar nos dicen que
de principios reconocidos en moralejas, y si confinemos nuestra atención
al bueno cuál encontramos y descuidamos para el presente el inconstancy
y la adición de muchos males, experimentaremos una satisfacción en la
historia. Los persas estaban parados para la virtud contra vicio en su
ayuda de Ahura Mazda contra Ahriman; y era una excelencia el suyo a
levantarse sobre el " ética independiente " al concepto del dios como el
rewarder y el punisher. Incluso tocaron la doctrina del refrán de
Cristo, " qué doth beneficio un hombre si él gana el mundo entero, y
pierde su propia alma?" cuándo a la pregunta, cuál es el valor de la
creación entera visualizada antes de nosotros, el Zend-Avesta tiene la
contestación: " el hombre en esto quién se entrega de mal en
pensamiento, palabra, y hecho: él es el objeto más valioso en la
tierra." Aquí la conciencia fue aclarada claramente. De las virtudes
morales entre persas la verdad era visible. Herodotus dice que la
juventud fue enseñada " para montar y para tirar con el arqueamiento ", y
" para hablar la verdad ". Los Griegos unveracious, que admiraron los
wiles de un Odysseus, fueron sorprendidos en el veracity persa; y puede
ser que Herodotus no sea justo en esta pista a Darius. El Hindus en el
Vedas no se levanta arriba, pero en Brahminism hay algo más espiritual, y
aún más en la reforma budista en su mejor cara, considerada aparte de
la vista de la vida pesimista sobre la cual su asceticism falso fue
puesto a tierra. El Budismo tenía diez mandamientos prohibitivos: tres
referentes el cuerpo, el asesinato de prohibición, el hurto, y al
unchastity; cuatro referentes discurso, la mentira de prohibición, el
slander, el lenguaje abusivo, y a la conversación inútil; y tres
referentes la mente internamente, el covetousness, pensamientos
malévolos, y al alcohol que duda. Los egipcios muestran los
funcionamientos de la conciencia. En el " libro de los muertos "
encontramos una examinación de la conciencia, o algo de la profesión de
la inocencia, antes del juez supremo después de la muerte. Dos
confesiones se dan que declaran la mayoría de las virtudes (grieta
cxxv): reverence para el dios; deberes a los muertos; caridad a los
vecinos; deberes de superiores y de temas; cuidado para la vida humana y
el miembro; chastity, honradez, verdad, y evitación del slander;
libertad del covetousness. Los monumentos de Assyro-Babylonian nos
ofrecen muchos items en la cara favorable; ni podría la gente de dónde
estaba publicada el código de Hammurabi, en una fecha anterior a la
legislación del mosaico por quizás setecientos años, sea ético
subdesarrollada. Si el código de Hammurabi no tiene ningún precepto del
reverence al dios que corresponde con los primeros tres mandamientos de
la ley del mosaico, por lo menos su prefacio contiene un reconocimiento
del supremacy del dios. En China Confucius (c. 500 B. C.), con respecto a
una idea del cielo, entregó una alta moralidad; y Mencius (c. 300 B.
C.) desarrolló este código del uprightness y de la benevolencia como "
cita del cielo ". El ética griego comenzó a pasar de su condición gnomic
cuando Socrates fijó la atención en el seauton del gnothi en
interés de la reflexión moral. Aristoteles pronto seguido, que puso la
ciencia en una base duradera, con la gran desventaja de descuidar la
cara theistic y por lo tanto la doctrina completa de la obligación. Ni
para la " obligación " ni para la " conciencia " tenía los Griegos un
término fijo. Todavía los placeres de una buena conciencia y de los
dolores de malvado estaban bien dispuestos en los fragmentos recogidos
por suneidotos del tou del peri de Stobaeus. Penandros, pedido cuál era
libertad verdadera, contestado: " una buena conciencia ".
CONCLUSIÓN
¿REALMENTETEESCUCHAS??????
Muchas
personas dicen que sí...creen que escucharse es prestar atención a los
diálogos y ruidos internos, atender a sus pensamientos y recuerdos....
En
realidad, para escucharnos necesitamos estar en SILENCIO INTERIOR ***
requerimos que nuestras voces internas callen, que no haya palabras ni
pensamientos....
Entonces
empezaremos a dejar que nuestra atención vaya a nuestro cuerpo, para
DARNOS CUENTA de nuestras sensaciones *** sin palabras, sin pensamientos
*** fijándonos solamente en las sensaciones, en lo que sentimos en
nuestro cuerpo *** sin tratar de explicar, ni comprender ***
reconociendo y prestando atención a las sensaciones que están ahí....
sin querer cambiarlas...
Escucharme
así es un CAMINO DE DESCUBRIMIENTO PERSONAL.... porque entonces
reconoceré aspectos y dimensiones insospechadas de mí mismo..... con una
sensacion de liberación y de paz interior
¿Cómo la ves? ¿Te animas a escucharte???????? ¡a escucharte realmente!!!!!!
La palabra conciencia proviene del latín conscientia, que significa con conocimiento. Esta palabra alude al acto psíquico por medio del cual el individuo se percibe a sí mismo inserto en el mundo.
Se puede hablar de distintos tipos de conciencia, no sólo de la individual. Una forma de clasificarla es:
Conciencia individual: esta alude a la conciencia
del individuo y de la forma en que el entorno puede perjudicarlo o
favorecerlo en las distintas circunstancias de la vida. Por medio de
esta, la persona establece qué es lo bueno y lo malo para sí. El poner
en marcha esta distinción se la conoce bajo el nombre de instinto de
supervivencia. Además, por medio de esta el individuo cae en la cuenta
de que debe usar su libre albedrío y capacidades para crear y también
dirigir su propio plan de vida.
Conciencia social: esta apunta a la conciencia de
cuál es el estado del resto de la comunidad y de cómo el entorno puede
favorecerla o perjudicarla. Por medio de la conciencia social se
establece aquello que es malo o bueno para la comunidad como un todo y
cuando esta distinción se pone en marcha se la conoce bajo el nombre de
instinto de protección.
Conciencia emocional: a partir de los datos
emocionales, esta conciencia dictamina qué es bueno y qué malo así como
también de cómo la forma en que el individuo y su comunidad actúen
afectará el estado emocional de la comunidad en sí. Al la realización
acertada de dicha distinción se la conoce bajo el nombre de inteligencia
emocional.
Conciencia temporal: por medio de esta el individuo
toma conciencia sobre el ambiente que lo rodea y de cómo lo afecta tanto
a él como al resto a lo largo de la línea del tiempo. Por medio de esta
se distingue aquello que es malo o bueno para la comunidad como un todo
con respecto a su futuro. Cuando esta distinción se ejerce
correctamente se la conoce como inteligencia racional.
Además, se puede hablar de:
Conciencia psicológica: por medio de esta, la
persona advierte su propia presencia, de los hechos y objetos que se
ubican fuera del propio yo y la reflexión de los actos propios.
Conciencia moral: esta es el conocimiento que cada
individuo debería tener sobre las reglas morales y las normas. Por medio
de esta, la persona se da cuenta de si la propia conducta moral es
valiosa o no. Los actos morales son aquellos orientados hacia los demás,
el mundo y el exterior.
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