sábado, 22 de septiembre de 2012

TIPOS DE CONCIENCIA


Conciencia recta y Conciencia verdadera
La palabra “conciencia”, viene del latín conscientia: de “cum”, con, y “scire”, saber. Es decir, etimológicamente, significa “saber con”
 
Conciencia recta y Conciencia verdadera
Conciencia recta y Conciencia verdadera
Conciencia recta y Conciencia verdadera

La estructura del acto humano atraviesa por doce pasos o movimientos del intelecto y de la voluntad que van tomando parte del acto en sí mismo. Y dentro del acto humano la conciencia moral tiene su papel. Nos proponemos indagar si habría una diferencia entre conciencia recta y verdadera.


La estructura del acto humano atraviesa por doce pasos o movimientos del intelecto y de la voluntad que van tomando parte del acto en sí mismo. La voluntad sigue al intelecto
y por eso es que a cada acto del intelecto le corresponde un acto en la voluntad
alternativamente hasta que, luego del último juicio práctico se da el acto libre, poniéndose
en marcha el mecanismo de los actos “imperados” Y estos actos pueden ser ejecutados por diversas facultades, movidos por la propia voluntad (1). Y, dentro del acto humano, la conciencia moral tiene su papel.

El tratamiento completo y metódico de este tema de la conciencia moral lo trata Tomás de Aquino en De Veritate q. 17 que es la cuestión referida a la conciencia, si bien, como veremos, lo trata, sobre cuestiones específicas en otras obras.

La palabra “conciencia”, viene del latín conscientia: de “cum”, con, y “scire”, saber.
Es decir, etimológicamente, significa “saber con”. Ahora bien, significa, en una primera
aproximación, que el hombre “sabe”, en el sentido de que puede dar razones de sus
conclusiones, y así, la ciencia moral es un “saber” aplicable a la valoración de las praxis humana.

En este sentido, Santo Tomás hace notar que “conciencia” deriva del verbo conscire
, vinculado, como ya vimos a un saber, pero aclara que es un saber compartido, concomitante, ordenado a otro (acto), “ ciencia con otro” (2).
Por otra parte, sabemos por experiencia que todos los hombres juzgan sus actos propios, valorando si su conducta es buena o mala “aquí y ahora”. La conciencia moral es una realidad de experiencia: todos los hombres juzgan al actuar si lo que hacen está bien o mal.

Hechas estas consideraciones de carácter general y buscando la definición del término
“conciencia”, analizando los textos del Doctor Común, tenemos una serie de elementos a considerar:

En De Veritate, q. 17, en el a.1, aclara que esta ciencia concomitante es también
comparativa o actualizada (3).


En el Segundo Libro de las Sentencias, ya citado, aclara que la conciencia, es
“consideración actual de la razón”(4).
En la Suma Teológica dice que la conciencia, en la acepción genuina de la palabra,
indica la relación de un conocimiento con algo (5).
También en las Sentencias: “... aplicación de todo conocimiento o ciencia a los
actos particulares”(6).

Por ello, podemos concluir que la conciencia moral es el conocimiento intelectual de nuestros propios actos; es un conocimiento ordenado a otros, comparativo y de aplicación de la ciencia a las obras propias, es decir, un conocimiento actual. Dicho de otro modo, se aplica un conocimiento a un acto humano particular, que termina en el obrar concreto, “aquí y ahora”.


1. Naturaleza de la conciencia moral

En la Suma Teológica Tomás afirma que “la conciencia moral, propiamente hablando, no es una potencia, sino un acto”(7,) pues”la conciencia... no es otra cosa que la
aplicación de la ciencia a un acto concreto, y esta ciencia se halla en la razón”(8). Asimismo,
no es un hábito, con aplicación de la ciencia a los casos contingentes y concretos (9).

Precisamente, en este acto de la conciencia moral, se aplican los principios universales de la sindéresis, el cual, en su principio máximo, propone que se “debe hacer el bien y evitar el mal”.

En efecto, es evidente que todos los hombres, a través de la inteligencia, conocen los primeros principios del actuar (primeros principios de la razón práctico-moral) que mencionáramos más arriba. A la luz de estos principios, cuyo enunciado prescriptivo es la ley natural, la conciencia moral, juzgará cada acto concreto, evidentemente los actos voluntarios. En síntesis: el acto propio de la conciencia será un juicio en el cual los principios primarios y/o secundarios derivados de ellos, se aplican a las acciones concretas.


Dicho de otro modo, el juicio de conciencia moral le permitirá al hombre, al estimar
la bondad o maldad de su acto, aplicar la syndéresis a cada acto particular.
Por todo esto podemos decir que la conciencia incide en el juicio práctico último de
la moralidad de un acto.

A este respecto se hace necesario aclarar que el juicio de la conciencia moral es especulativo, judicativo, declarativo, valorativo y no se inmiscuye en forma directa en la acción concreta a realizar. En, cambio el juicio de elección o de libre albedrío es el juicio que, precediendo a la elección, refiere a los afectos. Lo que tienen en común el juicio de conciencia y el juicio de elección es que se refieren al acto concreto.

El juicio de elección es el último juicio práctico (iudicium discretivum), es el paso
decisivo hacia el obrar y tiene el peso de la voluntad e, incluso, tiene la posibilidad de
ignorar el juicio de la conciencia y actuar contra él(10).

Tanto la conciencia como el juicio de elección son la conclusión particular de obrar
o no obrar. Pero, mientras la conciencia es sólo una conclusión cognitiva; el juicio de
elección es una conclusión determinante (imperium).
En cuanto a la sindéresis, hábito de los primeros principios de la razón prácticomoral,
es un hábito infalible, pero el juicio de la conciencia moral es un acto y por tanto
puede ser errónea. Ahora bien, la sindéresis colabora con el acto de conciencia y lo
acompaña. Es por esto que Santo Tomás dice que el nombre “conciencia”, en sentido
amplio, se aplica, a veces, al hábito de la sindéresis.

El acto de la conciencia moral requiere del saber prudencial, con su aporte de experiencia personal, memoria y la acción de la cogitativa.
La aplicación del saber prudencial se encuentra siempre, en forma expresa o tácita,
en la conclusión de un silogismo. En este silogismo, la sindéresis ocupa el lugar de la
premisa mayor, la ciencia moral la menor y el juicio práctico la conclusión. Por ejemplo: Se
debe hacer el bien y evitar el mal; mentir es malo, por lo tanto no debo mentir a mis
colegas11. Entre la deliberación y el consentimiento, está el acto de conciencia, el cual puede ser o no convalidado por el juicio práctico.

La conciencia moral es a la vez un testigo, un mensajero de Dios y un juez y, por lo
tanto, se dice que ella da testimonio, que estimula, que incita a actuar. Primeramente, da
testimonio del bien y del mal que se ha hecho. En segundo lugar, indica lo que se debe
hacer o no hacer, y así empuja al bien y aparta del mal. En fin, alaba o vitupera, según que
se haga el bien o el mal, y por el remordimiento nos incita a la penitencia.

Así es que la conciencia moral tiene tres atributos: el testimonio, el juicio y la
defensa/acusación (12). La conciencia es un acto (13). Con este acto, como ya dijimos se aplica
el principio universal de la sindéresis a la acción particular.

2. División de la conciencia moral (14).

Buscando la mejor comprensión de los estados de la conciencia que pueden presentarse, los teólogos han establecido algunas divisiones que analizaremos en lo que a nuestro objetivo se refiere.

a) Por razón de la valoración de la acción puede ser verdadera o errónea.
b) Por la razón del modo de juzgar puede ser recta o falsa. La falsa a su vez puede
ser relajada o estrecha o escrupulosa o perpleja.
c) Por razón de la firmeza del juicio 15 puede ser cierta o dudosa.
d) Por razón del momento puede ser antecedente o concomitante o consiguiente.

3. Conciencia verdadera

La conciencia obliga aún la errónea, en caso contrario se querría el mal (voluntad desordenada)(16).

En la división que enunciara en el punto anterior, vemos que habría una diferencia
entre conciencia recta y verdadera.

Como es bien sabido, la verdad es la
“adecuación” del entendimiento a la realidad
de las cosas. Cuando esa adecuación falta, se produce el error. Así la conciencia verdadera
sería cuando basa su conclusión en principios morales y hace un razonamiento en conformidad con ésta. En el caso del orden práctico habría verdad práctica, es decir moral, cuando se da “adecuación” entre el juicio práctico y la voluntad recta (o buena). Se producirá así un “círculo virtuoso”, pues cuanto más se logre esa “adecuación” más recta será la voluntad, y en cuanto más recta habrá verdad en el juicio práctico.

Pero, aunque la ciencia siempre es propia de las cosas verdaderas, sin embargo, aquello que alguien “estime que sabe como verdadero” puede que no lo sea realmente, por eso no necesariamente siempre la conciencia es verdadera.

En otros términos, si nuestro criterio de ordenación, es en razón a la valoración de
la acción a la luz de los principios morales, actuaría con conciencia verdadera, es decir
juzgaría de acuerdo a los principios morales. Por ejemplo, cuando alguien dice: “ya que no
vi el accidente, no debo comparecer como testigo”; “Si mi padre está enfermo, debo
cuidarlo de todas las maneras que me sea posible”.

Es necesario, pues, que el hombre se vaya haciendo capaz de emitir juicios morales
verdaderos, es decir, ha de formar una conciencia verdadera y para esto deberá ir
practicando la virtud de la prudencia. Como dice Aristóteles en su misma definición de
virtud (mutatis mutandi), para obtener la virtud hay que actuar “como si fuera prudente”.
Pero ya podemos ir viendo que la conciencia verdadera se ha de completar con la
conciencia recta, sin dejar de olvidar la primera regla de la conciencia “la conciencia
siempre obliga”.(17)

4. Conciencia recta

La conciencia no siempre excusa, salvo que se suprima el voluntario por ignorancia o error invencible (18).

En cambio, la conciencia sería recta si el criterio de división es en razón del modo
de juzgar el acto, es decir cuando juzga el acto en cuanto a la bondad o malicia del mismo
con fundamento y prudencia. Por esta razón la conciencia es falsa cuando se ha evaluado el
acto con superficialidad y carente de razonamiento bien fundamentado.

Si el agente ha seguido las reglas de la prudencia, tiene una conciencia recta, pues
“sabe” (o cree saber) que su acción es lícita, pues quiere hacer una buena acción. Lo
exigible al hombre es que obre luego de juzgar prudentemente si su acción es o no buena.
Esto es, con conciencia recta. Además, la voluntad no es mala sino cuando quiere el mal;
pero el que tiene una conciencia segura de la bondad de su acto, excluirá el mal de su
intención, aún cuando su acción fuese, a su pesar, materialmente mala.

Un claro ejemplo de lo dicho, sería el caso de un niño que ha tomado la primera comunión y, carente de formación completa y adecuada (es decir, sin distinguir pecado venial de mortal), luego de pensarlo detenidamente, llega a la conclusión que no puede comulgar sin confesarse antes. En este caso, por ahora su juicio es erróneo.

Por otra parte, es claro que no puede darse conciencia recta en la conciencia venciblemente errónea (19), pues faltó ponderación de todos los factores morales en juego, que es uno de los constitutivos del juicio recto, caso en el cual hablaríamos de un comportamiento arriesgado o negligente.

En síntesis, creo firmemente que no debe confundirse la conciencia recta con la
verdadera. Un sujeto actúa con conciencia recta cuando ha puesto empeño en actuar,
independientemente de que acierte (conciencia verdadera) o se equivoque (conciencia
errónea)(20). Se puede juzgar con rectitud aunque inculpablemente se esté en el error. Es
decir, es compatible un juicio recto hecho con ponderación, estudio, etc. con el error
invencible. Nótese que esta consideración de la conciencia coincide con aquélla sobre la
ignorancia vencible o invencible, pues la conciencia, al fin y al cabo, es un acto de la
inteligencia, la cual puede estar afectada por el obstáculo de la ignorancia.

De todos modos, como veremos más adelante se complementan conciencia recta y
verdadera. (21)

En De Veritate, q. 17 a. 1, Tomás aclara cuándo el acto de la conciencia es recto o
no. Será recto cualquier acto de la conciencia en tanto sepamos que ese acto fue o no fue
bueno y también que la conciencia nos dé testimonio de la bondad o maldad del acto. El
otro modo de usar el conocimiento de los actos particulares para saber si el acto de
conciencia es recto o no, sigue un doble camino: uno que se dirige a la acción o a la
abstención de la acción (orden del ejercicio); el otro, es examinar detenidamente si el acto
es recto o no es recto (orden de la especificación).

Cuando la ciencia se aplica como guía del acto en sí mismo, se dice que la conciencia estimula. Cuando se aplica a modo de examen por actos ya realizados, decimos que la conciencia acusa, remuerde, pues no está de acuerdo con los principios morales.

5. Conciencia cierta o dudosa

Sólo la conciencia cierta excusa, es decir, la que no es ni dudosa ni probable. (22)
En este punto veo necesario señalar la otra distinción de la conciencia entre cierta o
dudosa. Será cierta cuando juzga sin temor de errar, sin temor de equivocarse que algo es
bueno o malo. Es decir, se tendrá certeza, en el sentido que hay convicción en cuando a la
imposibilidad de errar. Sería el caso cuando digo, “Hago X pues tengo la certeza moral que
mi acto no es errado en modo alguno”.
Teniendo en cuenta que la conciencia es el conocimiento intelectual de nuestros
propios actos, la conciencia moral será dudosa cuando juzga con temor de errar o ni
siquiera se atreve a juzgar.

Si embargo, es claro advertir que cuando hablamos de conciencia moral verdadera
y recta, aludimos a una conciencia verdadera y cierta que, al mismo tiempo, es
absolutamente recta, constituyéndose en el principio director de cada acto.

6. Reflexión final.


Las diferentes divisiones de la conciencia son muy sutiles pues, una supone a la
otra, se interrelacionan, se complementan.
Por ejemplo, ¿la conciencia verdadera no parece que debería ser también cierta? ¿La
conciencia verdadera y la conciencia cierta no son condiciones que hacen recta a la
conciencia? ¿Qué pasa si la conciencia es sólo cierta, pero no es verdadera? Para que el
acto sea virtuoso ¿Bastaría que el sujeto agente tenga conciencia cierta de que puede obrar
como ha decidido hacerlo, sin temor a equivocarse? ¿La conciencia probable o la simple
opinión ante la duda puede suplir a la conciencia cierta?

En realidad, las divisiones de la conciencia son diferentes facetas de abordar un
mismo fenómeno.
Por último no quiero dejar de destacar que Juan Pablo Magno en Veritatis Splendor,
primera encíclica cuyo temática gira totalmente en torno a la moralidad, destaca el papel
mediador de la conciencia moral en función de la Verdad y de la Libertad, y dice: “ La
relación que hay entre libertad del hombre y ley de Dios tiene su base en el corazón de la
persona, o sea en su conciencia moral...” (23)


Notas
1 Cfr. ST I-II, q.17 a.3
2 “Consciere dicitur quasi simul scire” De veritate, q. 17 a. 1. En el mismo sentido, “conscientia dicitur cum
alio scientia”, S T q, 79 a. 13, II Sent. d. 24, q. 2 a. 4.
3 “Nominat scientiam cum collatione... est scientia actualis”
4 “Consideratio actualis rationis”.
5 “Conscientia enim, secundum propietatem vocabuli, importat ordinem scientiae ad aliquid...”ST q. 79 a. 13
6 “Applicatio scientiae ad aliquid, ad ea quae agimus”. II Sent. d. 24, q. 2 a. 4.
7 “... conscientia, proprie loquendo, non este potentia, sed actus” I, q. 79 a. 13 r.
8 “ conscientia nihil aliud est quam applicatio scientiae ad aliquem actum. Scientia autem in ratione est” I-II q.
19 a. 5. r. y en el mismo sentido De veritate: “consciencia non est potentia, nec habitus, sed est actus, scilicet
applicatio scientiae ed ea queae agimus” q. 17 a.1.
9 Ver nota anterior.
10 “Iudicium conscientiae et liberi arbitri quantum ad aliquid differunt, es quantum ad aliquid conveniunt.
Conveniunt enim quantum ad hoc quod utrumque est de hoc particulari actu…” De Veritate, 17, 1 ad 4
11 Cfr. De Veritate, q. 17 a. 2.
12 I, q. 79 art. 13.
13 Ïdem anterior y De Veritate, 1. q- 17 a.1; q. 17 a. 1 arg. 12 [...] Neque iterum est habitus infusus, quia talis
habitus semper est rectus: conscientia autem quandoque non recta. [...]. [...] Ni es hábito infuso, porque tal
hábito siempre es recto, pero la conciencia a veces no es recta.
14 Seguimos, en parte, a Simon,R, Moral, Barcelona, Herder, 1987.; Rhonheimer, La perspectiva de la moral,
Fundamentos de la Ética Filosófica, Madrid,, Rialp,; Fr. Santiago Ramírez, OP, La Conciencia Moral según
Santo Tomás y los Sistemas Morales, Apéndice preparado para la Suma Teológica de la Ed. Bilingüe de la
B.A.C.; Jolivet, R. Tratado de Filosofía Moral, Ed. C. Lohlé, Buenos Aires, 1959.
15 En este caso Simón lo considera desde el punto de vista subjetivo del asentimiento y distingue conciencia
cierta, dudosa y probable.
16 Primera regla de la conciencia.
17 In II Sententiarum, d.39, q.3, a. 3, [...] et ideo sive ratio sive conscientia recte judicet, sive non, voluntas
obligatur hoc modo, quod si judicium vel dictamen rationis, quod est conscientia, non sequitur actus
voluntatis, inordinatus est. .[...] “y así ya la razón, ya la conciencia juzgue rectamente, o no, la voluntad esta
obligada según este modo, pues si el acto de la voluntad no sigue al juicio o al dictamen de la razón, está
desordenado”.
18 Segunda regla de la conciencia.
19 De Veritate, q. 17 a. 2 ad 8 “Ad octavum dicendum, quod spes illa quae super rectam conscientiam
fundatur, certitudinem habet; et haec est spes gratuita. Spes autem quae super erroneam conscientiam
fundatur, est illa de qua dicitur, Prov., X, 28: spes impiorum peribit.” “A lo octavo debe decirse que aquella
esperanza que se funda sobre la conciencia recta tiene certeza; ésta es la esperanza gratuita. Pero la esperanza
que se funda sobre la conciencia errónea es aquélla de la que se dice en Proverbios 10, 28: La esperanza de
los impíos perecerá”.
20 De Veritate, q.17 a.4. [...] “Diversimode tamen recta conscientia et erronea ligat: recta quidem ligat
simpliciter et per se; erronea autem secundum quid et per accidens. [...] “Pero de diversa manera [ob]liga la
recta conciencia y la errónea: la recta [ob]liga simpliciter y per se, pero la errónea secundum quid y per
accidens”. [...] “Dico etiam quod conscientia recta per se ligat, erronea autem per accidens [...]”. “[...]
También digo que la conciencia recta [ob]liga per se, pero que la errónea per accidens. Y también, “[...] per
se loquendo, ligatur a conscientia recta, per accidens autem ab erronea [...]”. “[...] hablando per se, está
obligado por la conciencia recta, pero per accidens por la errónea [...]”.
21 In II sententiarum d.39 q.3 a.3[...] Sciendum tamen, quod aliter ligat conscientia errans, aliter conscientia
recta.[...] Pero debe saberse que de una manera [ob]liga la conciencia que yerra [errónea] y de otra la
conciencia recta.
22 Tercera regla de la conciencia.
23 El desarrollo pertinente es muy extenso (Cap. II nº 35-83). Confrontar, por ejemplo, los siguientes pasajes:
“ Por esto, el modo como se conciba la relación entre libertad y ley está íntimamente vinculado con la
interpretación que se da a la conciencia moral” ( VS. Nº 54); “... se pone en discusión la identidad misma de
la conciencia moral ante la libertad del hombre y ante la ley de Dios. Sólo la clarificación... sobre la relación
entre libertad y ley basada en la verdad...” , entendiendo adecuadamente esto se hace posible elaborar un
concepto apropiado de la conciencia y se destierran concepciones que la distorsionan. (ver nº 56).Incluso
refiere explícitamente a Romanos 2,14-15 para dilucidar “... el sentido bíblico de la conciencia,
especialmente en su vinculación específica con la ley.. “ (VS. Nº 57). En síntesis, la conciencia sería la llave
para el perfeccionamiento cabal del hombre en visas de su verdadero fin último.,

División de la Conciencia

La conciencia, como ya lo había mencionado en alguna entrada posterior, se refiere al conocimiento que tenemos en base a experiencias del pasado que nos ayudan a actuar ante las mismas, y que cada ser humano posee; la  utilizamos en situaciones donde interfieren juicios personales, sobre que acciones están bien y cuales están mal.
La conciencia cuenta con varias divisiones que se derivan de los diferentes estados por los que pasa, que continuación definiré.
CONCIENCIA ANTECEDENTE Y CONSECUENTE

  • Conciencia antecedente:
Se refiere a hacer un juicio previo a una acción que realizaras en el futuro.
Ejemplo: Le pegaste al auto de tu papá por que ibas distraído, y ya tienes lista la mentira que le dirás, sabiendo que estas lo engañando, y que es éticamente malo mentir pero podrías evitar un castigo.
  • Conciencia consecuente:
Esta se refiere a al juicio posterior a una acción que ya realizaste, donde analizas si estuvo bien o mal.
Continuamos con el primer ejemplo: ya le mentiste a tu papá y te creyó, esta es muy subjetiva y pueden pasar dos cosas:
a) Consideras que estuvo bien el hecho de mentir, y te sientes bien contigo mismo por que te libraste de regaños y castigos
b) Consideras que estuvo mal  el hecho de mentir, y te provoca remordimiento o te sientes mal por haber engañado a tu papá.
CONCIENCIA VERDADERA Y ERRONEA
  • Conciencia verdadera:
Se hace un juicio conforme a la verdad y la ley natural del ser humano, se enjuicia la calidad moral del acto humano, la malicia o bondad.
  • Conciencia Errónea:
Actua en desacuerdo con la ley natural  y se enjuicia sin saber la verdad de la calidad moral, o sea la verdadera causa del error.
Esta se subdivide en dos:
-Venciblemente erronea:
la persona tiene la posibilidad de tenerla,  pero por descuido no la acata o  tampoco le interesa formarla, es voluntaria y culpable.
-Invensiblemente erronea:
Ignorancia no culposa, aunque quisiera tenrla no tiene la posibilidad de formarla. Inculpable e inevitable
No tiene la oportunidad de darse cuenta que esta equivocado.
(Poco desarrollo intelectual, bajo nivel de educación)

CONCIENCIA CIERTA Y CONCIENCIA DUDOSA
  • Conciencia cierta:
Juzga con seguridad un acto humano determinandolo como Bueno o Malo
  • Conciencia dudosa:
En esta no se determina con seguridad la calidad moral del acto que se realizo, cuando el juicio sobre una accion se suspende  ya que la inteligencia no nos permite definir exactamente  si fue bueno, o fue malo.
y esta se divide en:
-positiva :  se basa en motivos solidos, con razones serias, pero con el temor de estar equivocado.
-negativa: se basa en motivos nulos, sin fundamentos, aumentando la probabilidad de estar equivocado.
CONCIENCIA RECTA Y CONCIENCIA DEFORMADA
  • Conciencia recta:
Involucra rectitud y el seguimiento de la ley natural, actua bajo convicciones y determinaciones moralmente establecidos de cada, utilizando el razonamiento y fundamentos como principios éticos para juzgar una accion.
Conciencia deformada:
en esta el ser humano confunde, o se debe a una malinterpretacion de la acción a juzgar,  utilizando como fundamento el razonamiento propio.
de esta surgen dos variantes:
-Conciencia laxa:  nada lo ve mal, todo es permitido  y carce de fundamentos morales, todo es bien visto. “SE LE QUITA LO MALO A LO MALO”
-Conciencia escrupulosa: todo esta mal visto, todo es moralmente malo. nada es bueno
La conciencia moral y su formación
La formación ayuda al hombre al conocimiento de la verdad y a la vivencia de su libertad. Esta afirmación no se refiere a las grandes verdades científicas, filosóficas, etc,sino a la necesidad de tener criterio sobre cualquier materia ética, de trabajos m
 
Sumario
1. Introducción.
2. Formación: a) Formación y verdad; b) Verdad y libertad; c) Derecho a la verdad.
3. La ley de Dios y la obligación de seguir la conciencia: a) Conciencia moral; b) Conciencia moral y ley de Dios.-
4. Clases de conciencia, conciencia cierta y verdadera
5. Formación de la conciencia: a) Necesidad de esta formación; b) Revelación y Magisterio eclesiástico; c) Libertad religiosa y libertad de las conciencias
6. Medios para formar rectamente la conciencia: a) Buscar a Dios seriamente; b) Sinceridad; c) Apoyarse en los demás; d) Formación a través de la lectura
7. La libertad en la Encíclica «Veritatis splendor» de Juan Pablo II.


1. Introducción


La referencia a la conciencia es algo habitual en el hombre. Y puede ser que si nos preguntan: ¿qué entiendes por conciencia?, la respuesta sea que la conciencia es aquel hábito que determina la bondad o la malicia de los actos. ¿Eso es así? ¿Es la conciencia la única norma moral? La conciencia, ¿crea la bondad o la malicia de nuestras acciones o, por el contrario, se adecua a una norma objetiva? Vamos a intentar resolver estos interrogantes tan fundamentales para la vida del hombre, pues de ellos depende, en gran parte, su salvación eterna.

Sin embargo, no podemos pensar que vamos a abordar el tema en toda su profundidad pues para ello haría falta tratar de la existencia de Dios y de su Providencia, de la existencia de una realidad y de un orden objetivo; de la verdad y de la divinidad de la religión católica; de la filosofía de la educación, etcétera.
No obstante, abordaremos dos temas: la formación y la conciencia, para posteriormente estudiar la formación de la conciencia y de ahí sacar unas consecuencias prácticas para dicha formación.

2. Formación

a) Formación y verdad


La formación ayuda al hombre al conocimiento de la verdad y a la vivencia de su libertad. Esta afirmación no se refiere a las grandes verdades --científicas, filosóficas, etc.-- sino a la necesidad de tener criterio sobre cualquier materia --ética, de trabajos manuales, etc.--.
Pero, ¿qué es la verdad? La verdad, según Santo Tomás, es la adecuación del intelecto con la cosa conocida. Por lo tanto, la formación debe ir encaminada a que el hombre acierte lo máximo posible en esas adecuaciones con la realidad. Por ello, diremos que uno está formado en la medida en que se desenvuelve con acierto; concretamente, si sabe distinguir perfectamente, sin error, lo bueno de lo malo.

b) Verdad y libertad


Nuestra posibilidad de ser libres es fruto de nuestra capacidad de conocer la verdad. Porque «la libertad no es la libertad de hacer cualquier cosa, sino que es libertad para el Bien, en el cual solamente reside la felicidad. De este modo el Bien es su objetivo. Por consiguiente el hombre se hace libre cuando llega al conocimiento de lo verdadero, y esto --prescindiendo de otras fuerzas-- guía su voluntad»(1). Por eso, «la madurez y responsabilidad de estos juicios --y, en definitiva, del hombre, que es su sujeto-- se demuestran no con la liberación de la conciencia de la verdad objetiva, en favor de una presunta autonomía de las propias decisiones, sino, al contrario, con una apremiante búsqueda de la verdad y con dejarse guiar por ella en el obrar»(2).

Si nuestro conocimiento sobre lo que debemos hacer es falso, si nos hemos equivocado, es indudable que nuestro obrar no es libre («La verdad os hará libres»: Jn 8, 32). Decidir en el error es degradarse, actuar coaccionado por unos datos falsos que nos llevarán a tomar una decisión forzada.

En cambio, la verdadera formación no aliena, no priva de libertad, sino que es dadora de libertad. Por eso promoverá el amor a la verdad, a la libertad, a la responsabilidad, al conocimiento claro y profundo de los hechos.

c) Derecho a la verdad


Decimos que el hombre puede alcanzar la verdad, pero a veces falla en el intento; pues para alcanzar la verdad, a veces el itinerario es largo, laborioso, con dificultades, con apasionamientos..., y es posible el error. Esa es una limitación radical del hombre que no puede ser ignorada. Por eso, decimos que el hombre es sociable, es decir, necesita de los demás para llegar a ser lo que puede ser, tanto en el plano biológico, como científico y religioso. Y como es una necesidad, es un derecho que tiene todo hombre a recibir ayuda de los otros. Y eso no es cosa distinta de la formación: ayudar a los demás a encontrar la verdad.

La formación en el terreno religioso será el soporte seguro para que conociendo la Verdad y viviendo la Libertad, lleguemos al Amor. Por eso, ha dicho un reciente documento de la Iglesia que «la apertura a la plenitud de la verdad se impone a la conciencia moral del hombre, el cual debe buscarla y estar dispuesto a acogerla cuando se le presente»(3).
Para esta tarea exhorta el Concilio Vaticano II «a todos, pero especialmente a los que se cuidan de la educación de otros, a que se esmeren en formar hombres que, acatando el orden moral, obedezcan a la autoridad legítima y sean amantes de la genuina libertad; hombres que juzguen las cosas con criterio propio a la luz de la verdad, que ordenen sus actividades con sentido de responsabilidad y que se esfuercen por secundar todo lo verdadero y lo justo, asociándose gustosamente con los demás»(4).

3. La ley de Dios y la obligación de seguir la conciencia

a) Conciencia moral


La conciencia moral ordena a la persona, «en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga también las opciones concretas aprobando las que son buenas y denunciando las que son malas (Cfr Rom 1,32»(5); es decir, la posibilidad de ver nuestros propios actos en relación con los planes de Dios.

Al hablar de algo bueno o malo lo hacemos siempre por referencia a un «patrón». Pero ¿es la misma conciencia? o ¿es algo objetivo? Lo veremos a continuación, pero podemos adelantar que la norma suprema de conducta es la ley divina. La conciencia sólo descubre si sus acciones encajan con lo que Dios quiere. En consecuencia la conciencia es norma próxima (subjetiva, personal, inmediata) de moralidad, pero la norma suprema (objetiva) es la ley de Dios.

b) Conciencia moral y ley de Dios


El cogito, ergo sum de Descartes ha influido en la mente del hombre moderno más de lo que normalmente se supone. Desde Descartes existe la tentación de dar por real lo que la evidencia interior asegura: existo porque pienso, y no es así. La verdad es: «pienso, porque existo». La mesa existe no porque la piense yo, sino porque tiene una realidad extramental. La postura cartesiana pasada al terreno de la ética se explicitaría del siguiente modo: «pienso que está bien, luego se puede hacer», «no lo veo claro, pues entonces no lo hago».

Y evidentemente eso no es así. El entender sigue al ser, no le precede. En moral, el hombre tiene la posibilidad de conocerse y conocer sus actos, como consecuencia de que existe y tiene un fin, una ley por la cual conducir sus actos. Por eso, «la conciencia no es la única voz que puede guiar la actividad humana. Y su voz se hace tanto más clara y poderosa cuando a ella se une la voz de la ley de la autoridad legítima. La voz de la conciencia no es siempre infalible, ni objetivamente es lo supremo. Y esto es verdad particularmente en el campo de la acción sobrenatural, en donde la razón no puede interpretar por sí misma el camino del bien, sino que tiene que valerse de la fe para dictar al hombre la norma de justicia querida por Dios, mediante la revelación: el hombre justo --dice San Pablo-- vive de la fe»(6). Porque Dios nos ha elevado al plano sobrenatural nos ha hecho partícipes de su misma naturaleza divina. Por eso, por encima de la conciencia está la ley de Dios. «La norma suprema de la vida humana es la propia ley divina, eterna, objetiva y universal»(7).

La libertad humana es una cualidad del hombre que le permite querer o no querer lo que la inteligencia le muestra. Sólo interviene para facilitar o impedir la Ley, pero no interviene como si fuera una facultad de crear normas. Las normas están ahí y el hombre las ve o renuncia a verlas, pero no puede crearlas, porque tratar de convertir la propia conciencia en norma última de moralidad es tanto como querer colocarla en lugar de Dios y su ley. Con la imagen de lo que se dice en el Génesis --«De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio» (Gen 2, 16-17)--, «la Revelación enseña que el poder de decidir sobre el bien y el mal no pertenece al hombre, sino sólo a Dios. El hombre es ciertamente libre, desde el momento que puede comprender y acoger los mandamientos de Dios. Y posee una libertad muy amplia, porque puede comer ´de cualquier árbol del jardín´. Pero esta libertad no es ilimitada: el hombre debe detenerse ante el ´árbol de la ciencia del bien y del mal´, por estar llamado a aceptar la ley moral que Dios le da. En realidad, la libertad del hombre encuentra su verdadera y plena realización en esta aceptación. Dios, que sólo Él es Bueno, conoce perfectamente lo que es bueno para el hombre, y en virtud de su mismo amor se lo propone en los mandamientos» (VS, 35). Por eso, hemos de concluir que «la conciencia, por tanto, no es una fuente autónoma y exclusiva para decidir lo bueno y lo malo; al contrario, en ella está grabado profundamente un principio de obediencia a la norma objetiva, que fundamenta y condiciona la congruencia de sus decisiones con los preceptos y prohibiciones en los que se basa el comportamiento humano, como se entrevé ya en la citada página del libro del Génesis (2, 9-17). Precisamente, en este sentido la conciencia es el sagrario íntimo donde resuena la voz de Dios. Es la voz de Dios, aun cuando el hombre reconoce exclusivamente en ella el principio del orden moral del que humanamente no se puede dudar, incluso sin una referencia directa al Creador: precisamente la conciencia encuentra en esta referencia su fundamento y su justificación»(8).

En consecuencia, no hay una autonomía del hombre frente a Dios. Por eso, dice Juan Pablo II que: «En efecto, la conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que ésta se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo. Esta voz dice claramente a los oídos de su corazón advirtiéndole... haz esto, evita aquello. Tal capacidad de mandar el bien y prohibir el mal, puesta por el Creador en el corazón del hombre, es la propiedad clave del sujeto personal. Pero, al mismo tiempo, en lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer (Gaudium et spes), n. 16»(9).

4. Clases de conciencia


Por razón de su concordancia con la ley de Dios, la conciencia puede ser recta o verdadera y errónea, según si sus dictados se adecuan o no a esa ley. La errónea puede ser vencible (si no se ponen todos los medios para salir del error) e invencible (si puestos todos los medios no se puede salir del error). Se debe seguir la conciencia recta y verdadera y también la invenciblemente errónea.

Por razón del asentimiento que prestamos a lo que la conciencia nos dicta ésta se divide en cierta, probable y dudosa, según el grado de seguridad que se tenga. Se debe seguir la conciencia cierta; en algunos casos la probable, pero nunca la dudosa; hay que salir antes de la duda.

No es lo mismo estar seguro de algo que dar en el clavo. La primera es la conciencia cierta, la segunda es la conciencia verdadera. Una es la seguridad subjetiva y la otra la objetiva. Pues bien, no basta con «estar seguro» (conciencia cierta), además hay que actuar con la ley (conciencia verdadera).

Limitarse a una seguridad personal es ponerse en lugar de Dios, que es el único que no se equivoca. Por ese camino se acaba confundiendo lo espontáneo con lo objetivamente bueno. En cambio, «fruto de la recta conciencia es, ante todo, el llamar por su nombre al bien y al mal»(10).

Por la limitación humana puede ocurrir que un hombre esté cierto de algo que no sea verdadero. Por eso mismo, no es el ideal tener meramente una conciencia moral cierta: hay que tender a tener, además, una conciencia recta o verdadera. La conciencia, «para ser norma válida del actuar humano tiene que ser recta, es decir, verdadera y segura de sí misma, y no dudosa ni culpablemente errónea»(11). Una persona que actúe contra su conciencia, peca; pero también peca por no ajustar deliberadamente sus dictámenes a la ley de Dios que es la norma suprema de actuación. «El desconocimiento de Cristo y de su Evangelio, los malos ejemplos recibidos de otros, la servidumbre de las pasiones, la pretensión de una mal entendida autonomía de la conciencia, el rechazo de la autoridad de la Iglesia y de su enseñanza, la falta de conversión y caridad pueden conducir a desviaciones del juicio en la conducta moral» (CEC, 1792).

Por eso, apelar a la conciencia para eludir la norma, que quizá por falta de formación --o incluso por mala fe-- se desconoce, es absolutamente equivocado.

Es cierto que hemos de decidir con nuestra propia conciencia, y también que nadie nos puede forzar a actuar contra ella, pero no es menos cierto que tenemos el grave deber de que los dictados de esa conciencia se ajusten a lo que Dios quiera, que es tanto como decir que esté bien formada, que sea recta o verdadera.

5. Formación de la conciencia

a) Necesidad de esta formación


Por lo que llevamos dicho podemos concluir que es necesaria la formación y especialmente acuciante para un hombre de fe que quiere conocer mejor a Dios, y se da cuenta de que «la religión es la mayor rebelión del hombre que no quiere vivir como una bestia, que no se conforma --que no se aquieta-- si no trata y conoce al Creador»; por eso verá que «el estudio de la religión es una necesidad fundamental» y que «un hombre que carezca de formación religiosa no está completamente formado»(12). Por eso recalca el Catecismo que «hay que formar la conciencia, y esclarecer el juicio moral. Una conciencia bien formada es recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme al bien verdadero querido por la sabiduría del Creador. La educación de la conciencia es indispensable a seres humanos sometidos a influencias negativas y tentados por el pecado a preferir su propio juicio y a rechazar las enseñanzas autorizadas» (CEC, 1783).

En cualquier materia intentamos alcanzar el mayor número de conocimientos para ser doctos en aquel saber. Y si no los alcanzamos, evitamos hablar del tema por indoctos. Pero, ¿sucede lo mismo con los temas relativos a la fe ya la moral? Muchas veces se pontifica sobre lo que se ignora. Por todo ello, «la conciencia tiene necesidad de formación. Una educación de la conciencia es necesaria, como es necesario para todo hombre ir creciendo interiormente, puesto que su vida se realiza en un marco exterior demasiado complejo y exigente»(13). Añade el Catecismo que «la educación de la conciencia es tarea de toda la vida (...) garantiza la libertad y engendra la paz del corazón» (CEC, 1784).

Por ello, la formación de la conciencia seguirá reglas parecidas a las de toda formación. Sin embargo, a la hora de aplicarlas, no podemos olvidar un dato importantísimo: lo que pretendemos al formar la conciencia no es simplemente alcanzar una habilidad o desarrollar una facultad, sino conseguir nuestro destino eterno. Esto nos lleva a ver unos cuantos presupuestos básicos de la formación de la conciencia.

b) Revelación y Magisterio eclesiástico


Los hombres, para conocer nuestro destino sobrenatural y los medios para alcanzarlo, necesitamos de la Revelación. En este sentido, no somos «espontánea y naturalmente cristianos». La palabra de Dios no sólo asegura que una cosa conduce al hombre a su fin natural, sino que informa también su meta sobrenatural y todo lo que le acerca a ella. Lo objetivamente revelado confirma y corrobora, además, las disposiciones sembradas por el Espíritu Santo en el alma que está en gracia.

Pues bien, como decía Pío XII, la moral cristiana hay que buscarla «en la ley del Creador impresa en el corazón de cada uno y en la Revelación, es decir, en el conjunto de las verdades y de los preceptos enseñados por el Divino Maestro. Todo esto --así la ley escrita en el corazón, o la ley natural, como las verdades y preceptos de la revelación sobrenatural-- lo ha dejado Jesús Redentor como tesoro moral a la humanidad, en manos de su Iglesia, de suerte que ésta lo predique a todas las criaturas, lo explique y lo transmita, de generación en generación, intacto y libre de toda contaminación y error»(14).

La Iglesia, pues, a través de su Magisterio ordinario y extraordinario es la depositaria y maestra de la verdad revelada. De ahí que «los cristianos, en la formación de su conciencia, deben prestar diligente atención a la doctrina sagrada y cierta de la Iglesia»(15).

Difícilmente podría hablarse de rectitud moral de una persona que desoiga o desprecie el Magisterio eclesiástico: «el que a vosotros oye, a Mí me oye, y el que a vosotros desprecia, a Mí me desprecia; y el que me desprecia, desprecia al que me envió» (Lc 10,16). Por tanto, para un cristiano, sí no hay unión con la Jerarquía --con el Papa y con el Colegio Episcopal en comunión con el Papa--, no hay posibilidad de unión con Cristo. Ésta es la fe cristiana, y cualquier otra posibilidad queda al margen de la fe. Y no sólo cuando es Magisterio extraordinario, o bien ordinario y universal, sino también cuando es auténtico: «la mayor parte de las veces lo que se propone e inculca en las Encíclicas pertenece por otras razones al patrimonio de la doctrina católica. Y si los Sumos Pontífices pronuncian de propósito una sentencia en materia disputada, es evidente que según la intención de los mismos Pontífices, esa cuestión no puede considerarse ya como de libre discusión entre los teólogos»(16).

Será, pues, el Magisterio eclesiástico la fuente fundamental para la formación de la conciencia. Como recordaba Juan Pablo II: «Entre los medios que el amor redentor de Cristo ha dispuesto para evitar este peligro de error [hace referencia a la conciencia venciblemente errónea], se encuentra el Magisterio de la Iglesia: en su nombre, posee una verdadera y propia autoridad de enseñanza. Por tanto, no se puede decir que un fiel ha realizado una diligente búsqueda de la verdad, si no tiene en cuenta lo que el Magisterio enseña; si, equiparándolo a cualquier otra fuente de conocimiento, él se constituye en su juez; si, en la duda, sigue más bien su propia opinión o la de los teólogos, prefiriéndola a la enseñanza cierta del Magisterio»(17). Pero ¿cómo encaja esta afirmación con la libertad religiosa proclamada por el Concilio Vaticano II? Vamos a verlo.

c) Libertad religiosa y libertad de las conciencias


La libertad religiosa proclamada por el Concilio Vaticano II tiene un sentido preciso: «La libertad religiosa que exigen los hombres para el cumplimiento de su obligación de rendir culto a Dios, se refiere a la inmunidad de coacción en la sociedad civil»(18). Lo que especifica es que no puede haber ninguna autoridad civil que pueda imponerse en el tema religioso. Pero en ningún momento habla de la libertad de conciencia, acuñada por la doctrina laicista, porque esta doctrina hace de la conciencia el sumo principio y criterio de verdad, negando la ley de Dios, de la que se declara independiente.
Por eso decimos: no a la libertad de conciencia (conciencia autónoma frente a Dios), y sí a la libertad de las conciencias (no se puede impedir desde fuera que cada uno siga su conciencia en materia religiosa). Por lo tanto podemos decir con la Gaudium et spes: «...sean conscientes que no deben proceder a su arbitrio, sino que deben regirse por la conciencia, la cual ha de ajustarse a la ley divina, dóciles al Magisterio de la Iglesia que interpreta auténticamente esa ley, a la luz del evangelio».

6. Medios para formar rectamente la conciencia


Hemos llegado al punto en que podemos explicitar las normas y medios para la formación de una conciencia recta o verdadera. Sin embargo, esas normas o medios no los podemos ver como una concesión de nuestra parte «porque no queda más remedio». No es la formación un meterse entre carriles que nos llevan a donde no queremos ir, sino medios que nos llevan a la Verdad y al Amor.

Si no actuamos así es que no tenemos deseos de formarnos. Y la queja de Cristo tiene que ser un revulsivo para nosotros, pues como Él mismo dice se debe a la libre negativa del hombre: «¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis sufrir mi doctrina» (Jn 8, 43).

También hay que tener en cuenta que puede costar no pocos sacrificios seguir una conciencia rectamente formada, pues no olvidemos que una vida cristiana, llevada hasta sus últimas consecuencias, no puede excluir la cruz: «el que quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame» (Mt 16,24.).

Por último, al formar la conciencia, no se puede caer en el encasillamiento interior, pero tampoco en la ignorancia o desprecio de las normas de la Iglesia. Una buena educación estará tan lejos del escrúpulo como de la «manga ancha». Es preciso tener las ideas muy claras y que luego las aplique cada uno a su manera con libertad y responsabilidad personales.

a) Buscar a Dios seriamente


Una buena formación de la conciencia tendrá que partir de una base de seria búsqueda de ese Dios-Hombre, que ha descendido hasta nosotros haciéndose tan cercano. Una búsqueda que debe ya estar marcada en su inicio con la honradez de pechar con todas las consecuencias del encuentro, porque Cristo nos llama no para que le admiremos como un ser excepcional; nos llama para que le sigamos hasta identificarnos con Él. Por eso, otra actitud revelaría miedo a Dios, miedo al encuentro. Por lo tanto, en primer término será preciso leer el Evangelio. «Al regalarte aquella Historia de Jesús, puse como dedicatoria: ´Que busques a Cristo: Que encuentres a Cristo: Que ames a Cristo´.
»--Son tres etapas clarísimas. ¿Has intentado, por lo menos, vivir la primera?»(19).

b) Sinceridad


La sinceridad consigo mismo, con Dios y con los demás, es absolutamente imprescindible para el cultivo de una conciencia recta. Y muchas veces nos intentamos engañar a nosotros mismos, para luego engañar a los demás, y, en último término, a Dios.

Un medio habitual para practicar la sinceridad consigo mismo y con Dios es el examen de conciencia. En él ejercitamos de modo claro la responsabilidad personal para hacernos cargo de nuestros errores, para fomentar el propósito de la enmienda y para confesarnos si fuera preciso, y para dolernos de haber ofendido a nuestro Padre Dios.

Otro medio importante para conocernos mejor, conocer más al Señor y ayudarnos a la sinceridad es la oración mental en la que tratamos con Dios de nuestras cosas (alegrías, fracasos, éxitos, preocupaciones...), viéndolos con otra dimensión meramente humana y acomodaticia a nuestros intereses personales.

c) Apoyarse en los demás


El apoyo en los demás deberá partir de la humildad de quien se sabe no autosuficiente, sino necesitado. Esa ayuda podrá verificarse de muchos modos complementarios entre sí: a través de la dirección espiritual, de la confesión, de un amigo que nos da un determinado consejo, de unas clases que amplíen los conocimientos doctrinales, de un buen libro, etc.
«Conviene que conozcas esta doctrina segura: el espíritu propio es mal consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida interior.
»Por eso es Voluntad de Dios que la dirección de la nave la lleve un Maestro, para que, con su luz y conocimiento nos conduzca a puerto seguro»(20).

Habría que volver a recordar la importancia de la sinceridad al hablar de dirección espiritual, y sería bueno recordar que siendo sinceros con nosotros mismos, no será difícil --aunque cueste-- serlo con el director, porque a la dirección espiritual o se va con absoluta sinceridad o no se va: la comedia no tendría sentido.
La confesión es la culminación de la dirección espiritual, por la cual Dios nos da su gracia para vencer en la lucha diaria. La confesión nos perdona los pecados y nos consigue una conciencia recta porque consagra y diviniza nuestro deseo de rectificar. «En efecto, la confesión habitual de los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espíritu» (CEC, 1458).

d) Formación a través de la lectura


Es obvio que si la Iglesia es la depositaria e intérprete auténtica de la verdad revelada, nuestro primer medio de formación será el estudio de los documentos del Magisterio, y de otros libros con buena doctrina, avalados por la autoridad eclesiástica competente. Y entre éstos, no estará de más que repasemos, de vez en cuando, las verdades fundamentales de nuestra fe, contenidas en el Catecismo de la Iglesia Católica.

Al hablar de la lectura de libros --tan necesaria--, no es superfluo considerar que es necesario un buen asesoramiento antes de leer un libro, para que ese libro ayude efectivamente a iluminar la conciencia y no a oscurecerla. Terminamos con unas palabras tremendamente actuales sobre esta necesidad de formación: «La enseñanza de la religión ha de ser libre, aunque el cristiano sabe que, si quiere ser coherente con su fe, tiene obligación grave de formarse bien en ese terreno, que ha de poseer --por tanto-- una cultura religiosa: doctrina, para poder vivir de ella y para poder ser testimonio de Cristo con el ejemplo y con la palabra»(21).

7. La libertad en la Encíclica «Veritatis splendor» de Juan Pablo II


El interés por la libertad, hoy agudizado particularmente, induce a muchos estudiosos de ciencias humanas o teológicas a desarrollar un análisis más penetrante de su naturaleza y sus dinamismos. Justamente se pone de relieve que la libertad no es sólo la elección por esta o aquella acción particular; sino que es también, dentro de esa elección, decisión sobre sí y disposición de la propia vida a favor o en contra del Bien, a favor o en contra de la Verdad; en última instancia, a favor o en contra de Dios. Justamente se subraya la importancia eminente de algunas decisiones que dan «forma» a toda la vida moral de un hombre determinado, configurándose como el cauce en el cual también podrán situarse y desarrollarse otras decisiones cotidianas particulares.

Sin embargo, algunos autores proponen una revisión mucho más radical de la relación entre persona y actos. Hablan de una «libertad fundamental», más profunda y diversa de la libertad de elección, sin cuya consideración no se podrían comprender ni valorar correctamente los actos humanos. Según estos autores, la función clave en la vida moral habría que atribuirla a una «opción fundamental», actuada por aquella libertad fundamental mediante la cual la persona decide globalmente sobre sí misma, no a través de una elección determinada y consciente a nivel reflejo, sino en forma «trascendental» y «atemática». Los actos particulares derivados de esta opción constituirían solamente unas tentativas parciales y nunca resolutivas para expresarla, serían solamente «signos» o síntomas de ella. Objeto inmediato de estos actos --se dice-- no es el Bien absoluto (ante el cual la libertad de la persona se expresaría a nivel trascendental), sino que son los bienes particulares (llamados también «categoriales»). Ahora bien, según la opinión de algunos teólogos, ninguno de estos bienes, parciales por su naturaleza, podría determinar la libertad del hombre como persona en su totalidad, aunque el hombre solamente pueda expresar la propia opción fundamental mediante la realización o el rechazo de aquellos.
De esta manera, se llega a introducir una distinción entre la opción fundamental y las elecciones deliberadas de un comportamiento concreto; una distinción que en algunos autores asume la forma de una disociación, en cuanto circunscriben expresamente el «bien» y el «mal» moral a la dimensión trascendental propia de la opción fundamental, calificando como «rectas» o «equivocadas» las elecciones de comportamientos particulares «intramundanos», es decir, referidos a las relaciones del hombre consigo mismo, con los otros y con el mundo de las cosas. De este modo, parece delinearse dentro del comportamiento humano una escisión entre dos niveles de moralidad: por una parte el orden del bien y del mal, que depende de la voluntad, y, por otra, los comportamientos determinados, los cuales son juzgados como moralmente rectos o equivocados haciéndolo depender sólo de un cálculo técnico de la proporción entre bienes y males «premorales» o «físicos», que siguen efectivamente a la acción. Y esto hasta el punto de que un comportamiento concreto, incluso elegido libremente, es considerado como un proceso simplemente físico, y no según los criterios propios de un acto humano. El resultado al que se llega es el de reservar la calificación propiamente moral de la persona a la opción fundamental, sustrayéndola --o atenuándola-- a la elección de los actos particulares y de los comportamientos concretos.

No hay duda de que la doctrina moral cristiana, en sus mismas raíces bíblicas, reconoce la específica importancia de una elección fundamental que cualifica la vida moral y que compromete la libertad a nivel radical ante Dios. Se trata de la elección de la fe, de la obediencia de la fe (cfr Rom 16,26), por la que «el hombre se entrega entera y libremente a Dios, y le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad». Esta fe, que actúa por la caridad (cfr Gal 5,6), proviene de lo más íntimo del hombre, de su «corazón» (cfr Rom 10,10), y desde aquí viene llamada a fructificar en las obras . En el Decálogo (cfr Mt 12,33-35; Lc 6,43-45; Rom 8,5-8; Gal 5,22) se encuentra, al inicio de los diversos mandamientos, la cláusula fundamental: «Yo, el Señor, soy tu Dios» (Ex 20,2), la cual, confiriendo el sentido original a las múltiples y varias prescripciones particulares, asegura a la moral de la Alianza una fisonomía de totalidad, unidad y profundidad. La elección fundamental de Israel se refiere, por tanto, al mandamiento fundamental (cfr Jos 24,14-25; Ex 19,3-8; Miq 6,8). También la moral de la Nueva Alianza está dominada por la llamada fundamental de Jesús a su «seguimiento» --al joven le dice: «Si quieres ser perfecto... ven, y sígueme» (Mt 19,21)--. Y el discípulo responde a esa llamada con una decisión y una elección radical. Las parábolas evangélicas del tesoro y de la perla preciosa, por los que se vende todo cuanto se posee, son imágenes elocuentes y eficaces del carácter radical e incondicionado de la elección que exige el Reino de Dios. La radicalidad de la elección para seguir a Jesús está expresada maravillosamente en sus palabras: «Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará» (Mc 8,35).

La llamada de Jesús «ven y sígueme» marca la máxima exaltación posible de la libertad del hombre y, al mismo tiempo, atestigua la verdad y la obligación de los actos de fe y de decisiones que se pueden calificar de opción fundamental. Encontramos una análoga exaltación de la libertad humana en las palabras de san Pablo: «Hermanos, habéis sido llamados a la libertad» (Gal 5,13). Pero el Apóstol añade inmediatamente una grave advertencia: «Con tal de que no toméis de esa libertad pretexto para la carne». En esta exhortación resuenan sus palabras precedentes: «Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud» (Gal 5,1). El apóstol Pablo nos invita a la vigilancia, pues la libertad sufre siempre la insidia de la esclavitud. Tal es precisamente el caso de un acto de fe en el sentido de una opción fundamental, que es disociado de la elección de los actos particulares según las corrientes anteriormente mencionadas.

Por tanto, dichas teorías son contrarias a la misma enseñanza bíblica, que concibe la opción fundamental como una verdadera y propia elección de la libertad y vincula profundamente esta elección a los actos particulares. Mediante la elección fundamental, el hombre es capaz de orientar su vida y --con la ayuda de la gracia-- tender a su fin siguiendo la llamada divina. Pero esta capacidad se ejerce de hecho en las elecciones particulares de actos determinados, mediante los cuales el hombre se conforma deliberadamente con la voluntad, la sabiduría y la ley de Dios. Por tanto, se afirma que la llamada opción fundamental, en la medida en que se diferencia de una intención genérica y, por ello, no determinada todavía en una forma vinculante de la libertad, se actúa siempre mediante elecciones conscientes y libres. Precisamente por esto, la opción fundamental es revocada cuando el hombre compromete su libertad en elecciones conscientes de sentido contrario, en materia moral grave.

Separar la opción fundamental de los comportamientos concretos significa contradecir la integridad sustancial o la unidad personal del agente moral en su cuerpo y en su alma. Una opción fundamental, entendida sin considerar explícitamente las potencialidades que pone en acto y las determinaciones que la expresan, no hace justicia a la finalidad racional inmanente al obrar del hombre y a cada una de sus elecciones deliberadas. En realidad, la moralidad de los actos humanos no se reivindica solamente por la intención, por la orientación u opción fundamental, interpretada en el sentido de una intención vacía de contenidos vinculantes bien precisos, o de una intención a la que no corresponde un esfuerzo real en las diversas obligaciones de la vida moral. La moralidad no puede ser juzgada si se prescinde de la conformidad u oposición de la elección deliberada de un comportamiento concreto respecto a la dignidad y a la vocación integral de la persona humana. Toda elección implica siempre una referencia de la voluntad deliberada a los bienes y a los males, indicados por la ley natural como bienes que hay que conseguir y males que hay que evitar. En el caso de los preceptos morales positivos, la prudencia ha de jugar siempre el papel de verificar su incumbencia en una determinada situación, por ejemplo, teniendo en cuenta otros deberes quizás más importantes o urgentes. Pero los preceptos morales negativos, es decir, aquellos que prohíben algunos actos o comportamientos concretos como intrínsecamente malos, no admiten ninguna excepción legítima; no dejan ningún espacio moralmente aceptable para la de alguna determinación contraria. Una vez reconocida concretamente la especie moral de una acción prohibida por una norma universal, el acto moralmente bueno es sólo aquél que obedece a la ley moral y se abstiene de la acción que dicha ley prohíbe.

Es necesario añadir todavía una importante consideración pastoral. En la lógica de las teorías mencionadas anteriormente, el hombre, en virtud de una opción fundamental, podría permanecer fiel a Dios independientemente de la mayor o menor conformidad de algunas de sus elecciones y de sus actos concretos a las normas o reglas morales específicas. En virtud de una opción primordial por la caridad, el hombre --según estas corrientes-- podría mantenerse moralmente bueno, perseverar en la gracia de Dios, alcanzar la propia salvación, a pesar de que algunos de sus comportamientos concretos sean contrarios deliberada y gravemente a los mandamientos de Dios.

En realidad, el hombre no va a la perdición solamente por la infidelidad a la opción fundamental, según la cual se ha entregado «entera y libremente a Dios». Con cualquier pecado mortal cometido deliberadamente, el hombre ofende a Dios que ha dado la ley y, por tanto, se hace culpable frente a toda la ley (cfr Sant 2, 8-11); a pesar de conservar la fe, pierde la «gracia santificante», la «caridad» y la «bienaventuranza eterna». «La gracia de la justificación que se ha recibido --enseña el Concilio de Trento-- no sólo se pierde por la infidelidad, por la cual se pierde incluso la fe, sino por cualquier otro pecado mortal» (Conc. Trento, Sesión VI, cap. XV).


Notas

1. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, (sobre Libertad cristiana y liberación), 22-III-1986, nº 26.
2. Juan Pablo II, Enc. Veritatis splendor (VS); nº 61.
3. Libertad cristiana y liberación, nº 4.
4. Conc. Vat. II. Decl. Dignitatis humanae, nº 8.
5. Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), n. 1777.
6. Pablo VI, Alocución, 13-11-1969.
7. Dignitatis humanae, nº 3.
8. Juan Pablo II, Enc. Dominum et Vivificantem, (sobre El Espíritu Santo), 18- V-1986, nº 43.
9. Ibid.
10. Ibid.
11. Pablo VI, o. c.
12. Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, n. 73.
13. Pablo VI, o. c.
14. Pío XII, Alocución, 23-III-1952.
15. Dignitatis humanae, nº 14; cfr Veritatis splendor, nº 64.
16. Pío XII, Enc. Humani generis.
17. Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el II Congreso Internacional de Teología Moral, 12-XI-1988.
18. Dignitatis humanae, nº 1.
19. Beato Josemaría Escrivá, Camino, Rialp, Madrid, nº 382.
20. Ibid, nº 59.
21. Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, o. c.

La conciencia moral.

 1. Introducción.

"La obligación Moral tiene su origen en la vida misma y echa allí sus raíces mucho más profundamente que en el pensamiento consciente. Proviene de los
más oscuros e inconscientes fondos del hombre"
J:M: GUYAU
La conciencia moral consciente en el conocimiento que tenemos o debemos tener las normas o reglas morales; es la facultad que nos permite darnos cuenta si nuestra conducta moral es o no es valiosa. Existen dos posiciones fundamentales que explican la naturaleza de la conciencia moral: la innatista y la empírica.
La posición innatista afirma que la conciencia nace con el individuo, es una capacidad propia de la naturaleza del humana. Se afirma, por ejemplo, que la capacidad para juzgar lo bueno y lo malo de una conducta es un don divino, o, es un producto propio de la razón humana, la misma que descubre a priori el sentido del bien y del mal.
La posición empírica sostiene que la conciencia moral es resultado de la , es decir, de las exigencias o mandatos de la familia, de la educación o del medio sociocultural en general, por lo que, las ideas morales son de naturaleza social, están determinadas por las condiciones materiales de existencia.
2. Clases de conciencia
La conciencia sociológica abarca la totalidad de nuestro "yo", la misma que nos permite darnos cuenta de nuestra propia existencia, como entidades individuales y de existencia de las otras personas y del mundo material que nos rodea, como algo fuera de nuestro" yo".
En cambio la conciencia moral es consciente de los valores éticos, es decir conocimiento de lo que se debe hacer y de lo que no se debe hacer, y en esta forma poder diferenciar lo bueno y lo malo.
3. La conducta obligatoria
La conducta moral es una conducta obligatoria conforme al deber, es decir, el individuo se haya obligado a comportarse de acuerdo a una regla o norma de acción y a evitar los actos prohibidos por ella. La obligatoriedad moral impone deberes al sujeto. Toda norma establece un deber.
El carácter social de la obligación moral, viene dado por las siguientes razones: en primer lugar, existe obligatoriedad moral para un individuo cuando sus decisiones y sus actos afectan a los demás, o a la sociedad entera; en segundo lugar, lo obligatorio de un acto no es algo que el individuo establece, sino que lo encuentra ya establecido, en una sociedad dada u en tercer lugar, las normas morales, no son modificadas por cada individuo, sino que cambian de una sociedad a otra; por tanto el individuo decide y actúa en el marco de una obligatoriedad dada socialmente.
4. El deber moral
El deber es la obligación moral que la afecta a cada persona y que se fundamenta en obrar según los principios de la moral, la justicia o su propia conciencia. En ética, el deber es comúnmente asociado con conciencia, razón, rectitud, ley moral y virtud.
En el deber se compendian aquellas exigencias de tipo moral que la sociedad va planteando al individuo conforme a su etapa de desarrollo.
Quienes fundamentan los deberes en la ley suelen dividirlos en deberes negativos o prohibitivos, que impiden las acciones malas y deberes positivos o afirmativos, que mandan la realización del bien. Los deberes negativos de la ley natural se imponen absolutamente en todas las circunstancia; los positivos son susceptibles de apreciaciones interpretativas según su objeto.
Las diferentes clases del deber son productos del sistema de las relaciones sociales, por el hecho de entrar en determinadas relaciones, el hombre toma sobre sí obligaciones. En la sociedad dividida en clases antagónicas, el deber se encuentra estrechamente vinculado a los interese de clases; por lo tanto, existirán deberes que defienden los intereses de la clase dominante y deberes que defienden los intereses de la clase explotada.
De acuerdo a la moral general pueden haber las siguientes clases de deber: deberes del individuo para con la nación, deberes militares, deberes del o empleado, deberes familiares, deberes humanos etc.
De acuerdo a la moral especial pueden considerarse los siguientes: los deberes para con Dios, los deberes del para consigo mismo y los deberes para con el prójimo.
5. Conciencia Moral
En la actividad intelectual del individuo, en el uso de su inteligencia, se presentan dos tipos de conciencia. Una es la conciencia Psicológica y otra la conciencia MORAL, que tienen características diferentes, pero que ambas son como una reflexión del intelecto sobre hechos y realidades.
6. Conciencia Psicológica
La conciencia psicológica es un darse cuenta de la presencia de sí mismo; de las cosas y los hechos que se encuentran fuera del yo, y de la reflexión resultante de los propios actos y de las realidades existentes en el mundo que le rodea. De este aspecto psicológico resulta la Concientización.
Mediante procesos de enseñanza o de sensibilización, las personas se dan cuenta de lo que acontece en el mundo natural y social. Así se puede hablar de concientización turística" o "concientización ecológica".
7. Diferenciaciones
La conciencia moral tiene una muy antigua y que es usada en forma muy general. "Es el juicio inmediato y práctico sobre el carácter moral de nuestras acciones". Este hecho de un juicio inmediato de la experiencia es lo que constituye la médula de la Etica.
A fin de entender con claridad estos dos aspectos de la conciencia, se puede establecer el siguiente paralelismo entre la conciencia psicológica y la conciencia moral:
Conciencia conciencia
Psicológica Moral
Conocimiento Juicio de valor
Observa Aprecia
Constata obliga
¿Qué soy? ¿Qué debo hacer?
La conciencia moral es resultado de un raciocinio del tipo deductivo y que se encuentra apoyado en todos los principios generales de comportamiento que se han designado como ~sindéresis~, además de aquellos que hemos sentado durante el proceso de socialización y que corresponden a nuestra cultura.
La conciencia moral se desarrolla en el niño en una forma natural por la acción educadora que va realizando la sociavilización. Lo que al parecer es innato, de hecho llega al individuo por una experiencia sensible sobre lo que está bien y lo que está mal, El obrar bien tiene premio y el obrar mal tiene castigo. sabe que si bien y a pesar de ello se le castigue, le llega en forma inmediata un sentido de justicia e injusticia y un concepto de autonidad que impone premios y castigos.
Bajo estos principios es comprensible que la conciencia moral puede ser formada dentro de los procesos educativos, y de esta manera hacerla clara, recta, y delicada
8. El juicio moral
La conciencia moral, corno juez de nuestros actos, sólo puede darse cuando éstos son actos humanos voluntarios, o sea los actos en los que ha intervenido la libertad de acción. No puede haber un juicio de conciencia cuando los actos efectuados han sido obligados por una autoridad o por una acción coercitiva de agentes extraños a nosotros mismos. Se podría poner con ejemplo la acción de un soldado en tiempo de guerra En la actividad profesional a veces se toman decisiones por obligación o por seguir esquemas o sistemas preestablecidos, que muy poca libertad de acción dejan al sujeto, en estos casos la conciencia moral quedara un tanto suprimida.
Ahora bien, como resultado del juicio de valor que efectúa la conciencia moral sobre los actos del propio individuo, se conduce lo siguiente:
A un sentimiento de culpa
A un remordimiento
A un arrepentimiento.
Esto puede llevar a un castigo, un castigo, o a una acción interna
En este campo intervienen una serie de elementos a los cuales se les ha dado en llamar PUENTES DE LA MORALIDAD, que constituyen la conformidad o disconformidad con la recta razón que dirige al acto humano.
Al analizar concretamente un determinado acto humano ya sea realizado por mismo o por otra persona, hay tres elementos para juzgarlo
9. El objeto, la situación y el fin
El objeto es hacia dónde Se dirige el acto libre y voluntario; qué es lo que quiere; es el contenido de la acción.
La situación o circunstancias: Situado en un lugar, por una persona, en un tiempo, quién lo hace y qué condiciones acompañan al acto
La intención o fin: El motivo por el cual se efectúa el acto; la razón por la cual se actúa
Estos elementos, Según se presenten, harán que el juicio de conciencia se haga en consecuencia, ya que muchas veces las personas se ven precisadas a actuar en contra de una norma moral. Un ejemplo se da el matar a una persona para salvar la propia vida o la de un ser querido que está desprotegido.
La aplicación de estos elementos es algo muy complejo y se puede referir a los tipos de conciencia que se han expresado anteriormente
Independientemente de los elementos que intervienen en el acto voluntario, el individuo obra en función de un fin, lo que quiere decir que sus actos están determinados en cierta forma por ese fin último natural que es la felicidad, Pero todo ello dentro de una recta razón que como cualidad de la inteligencia, está dentro de la naturaleza del hombre.
En el curso de su desarrollo, la persona humana adquiere hábitos que son pautas de comportamiento estables que disponen al sujeto para bien o para mal, según su forma de ser los cuales Son difíciles tanto de adquirir como de remover.
En el campo de la moral, los hábitos se manifiestan como virtudes o vicios de comportamiento.
En algún momento Aristóteles afirmó que el hombre es virtuoso es feliz, de lo que se puede seguir que para acercar al hombre hacia su fin, la virtud orientará rectamente sus actos, y San Agustín define la virtud como 'una buena cualidad del Alma, por la cual se vive rectamente, y de la cual nadie hace mal uso"
10. La virtud en el pensamiento humano
Virtud proviene de VIR; valor, fuerte, poderoso.
Las virtudes pueden dividirse en morales e intelectuales. Las virtudes morales que también se denominan como Cardinales son cuatro; la Prudencia, la justicia, la Fortaleza y la Templanza.
Prudencia. Utilizar la recta razón en el obrar; compromete al sujeto; es la virtud más importante y puede regir a las otras
Justicia: comúnmente se entiende como dar a cada quien lo que le corresponde.
Fortaleza es vencer las dificultades y superar los obstáculos.
Templanza es la moderación en los placeres.
Las virtudes intelectuales son múltiples y de diversa índole, pero se pueden señalar algunas como la sabiduría, la valentía y el ahorro.
Los vicios son lo opuestos a las virtudes y por tanto comportamientos negativos que alejan al hombre de su realización y que pueden tener serios efectos.
11. Perfil profesional
La formación profesional es distinta para cada y nivel de desempeño, y dependiendo de esto mismo, la formación puede ser larga y pesada o corta y ligera e incluso puede realizarse mientras se desempeña un trabajo ya sea similar o distinto, aunque de menor nivel por lo general. La formación profesional también puede ser muy teórica o muy práctica. Sin embargo, excepto algunas profesiones eminentemente especulativas como la de filósofo, todas deben contener una cierta dosis tanto de teoría como de práctica o sea la auténtica "praxis", entendida ésta como la aplicación de un Conocimiento o de una teoría que a su vez fue extraída de experiencias concretas,
Hablando ya en un sentido menos amplio, y como se entiende por lo general, las profesiones son el resultado de un proceso de formación a nivel superior de calidad universitaria, ya que ésta es la forma en que se puede garantizar a la sociedad que un individuo que ostenta la certificación de sus estudios mediante un título, sabe y puede hacer algo dentro de un marco ético-social y que su actividad es productiva y beneficiosa para la misma sociedad.
Larroyo señala lo siguiente: 'En virtud de la profesión el hombre se articula a la vida económica y asegura así su existencia fortaleciendo y haciendo progresar la economía de la sociedad entera. El desempeño del trabajo profesional, al constituir un valor para la sociedad, supone la eficiencia en el desempeño y su contribución al bien común. Esto descarta totalmente la improvisación profesional que causa tantos estragos en las sociedades subdesarrolladas, donde individuos de dudosa moralidad medran ostentando conocimientos y habilidades de las cuales carecen.
Ahora bien, como ya se explicó, el hombre dedica la mayor parte de su tiempo a la actividad profesional (preparación, preocupación), tanto para obtener los satisfactores básicos como los de nivel más elevado consistentes en deseos, ambiciones y temores. El elemento compensatorio de toda esta actividad es el dinero, representado por sueldo, emolumento u honorarios, además de otros beneficios que, aunque no expresados en metálico, si contienen satisfactores que pueden ser convertibles o equivalentes.
Dice Scherecker que "el profesional adquiere por su actividad el derecho a un sueldo que cambia la distribución del dinero, o de otros bienes, en el mundo, y normalmente su actividad cumple ciertas obligaciones estipuladas".
El cumplir con las condiciones dentro de las cuales el trabajo profesional ha sido contratado, y el percibir un sueldo por el mismo, se pone al servicio de otros el "saber hacer", pero de ninguna manera la dignidad humana, El sueldo o salario no compra al hombre, solamente compra las habilidades del hombre. La persona no está obligada a desempeñar funciones que no estén de conformidad con la escala de valores morales que respalden su condición de profesional digno. Es algo así como comprometer lo que antiguamente se conocía como el honor.
Los deberes profesionales no comienzan al recibir el Diploma o el Título. Desde el mismo momento en que se decide la actividad profesional que se va a ejercen el individuo adquiere una responsabilidad moral muy especial. el estudiante de una determinada profesión no puede sustraerse a los deberes que correspondan a la misma, alegando que aún no la ejerce, ya que en cl momento en que empieza a estudiar, se obliga a los deberes que la misma profesión ha establecido.
12. La educación y la moral.
El objetivo fundamental de la educación consiste en la formación de la conciencia moral del hombre, para que este intuya los valores éticos fundamentales tales como:
  • El amor a la verdad
  • El apego a la sobriedad y a la lealtad
  • La dedicación y la responsabilidad al trabajo
  • El interés a la justicia y al bien común
  • La aversión hacia la venganza, el odio, la hipocresía, la avaricia, el egoísmo y la cobardía
La educación ha de procurar conducir a los jóvenes hacia la reflexión científica sobre los grandes problemas y misterios de las cosas, de la vida y del cosmos, a fin de proporcionar vivencias más profundas. Esto llevará hacia una formación de una cultura general que lleve a la comprensión de nuestra cultura nacional, así como también a la comprensión de otras culturas distintas a la nuestra.
Esta cultura general hará que el individuo se sienta, "ciudadano del mundo", mediante la comprensión que obtiene de las formas de vida y manifestaciones culturales de otros pueblos. De este modo, contribuirá a que haya mayor tolerancia para con otros pueblos, otras costumbres y otros valores.
Etica profesional de la abogacía
Se ha cuestionado la posibilidad de señalar principios éticos y normas morales para el ejercicio de una profesión que es realizada por un hombre adulto, ya formado, que tiene su propia concepción de la vida, de la sociedad y por tanto de la profesión. Pero lo que se pretende es formular pautas específicas
que regulen el correcto desempeño de cualquier profesión. En lo que se relaciona con la profesión de abogado se establecen tres clases de deberes: con el cliente, con la autoridad y con el adversario.
Deberes del abogado con el cliente.
Los deberes del abogado con el cliente pueden sintetizarse así: lealtad e independencia.
La lealtad obliga al abogado el cumplimiento de los siguientes deberes: decirle la verdad, hacerle conocer el alcance del problema mantenerlo informado sobre el avance del proceso, demostrar interés por la causa, actuar con agilidad, instruir al cliente sobre lo que debe hacer o decir, presentar toda la prueba posible, no transigir ni renunciar derechos sin el expreso consentimiento del cliente, etc.
La independencia del abogado le obliga a no ser partícipe de los intereses en conflicto y por eso no es conveniente el pacto de cuota- litis así como la aceptación del mandato, porque el primero convierte al abogado interesado en la cuota-litis, y, el segundo le hace también litigante, haciendo proclive a que el proceso se revista de pasión y encono.
Deberes del abogado con la autoridad.
Los deberes del abogado con la Autoridad los resumimos así:
  1. Respeto a la magistratura. La Autoridad, el juez o tribunal son dignos de todo respeto por la investidura y función que ejerce independientemente de la persona.
  2. Verdad para la justicia y fe en la justicia. El abogado debe hacer del proceso una síntesis de la verdad descubierta con la investigación a fin de que el Juez pueda tener seguridad de "administrar justicia". El abogado tiene que demostrar su fe en la justicia y en el ejercicio de la profesión frente a la autoridad.
C) Independencia. La independencia del abogado en el ejercicio del derecho le permite actuar con responsabilidad, con sensibilidad, con sentimiento altruista, con desinterés, con delicadeza y con modestia.
13. Deberes del abogado con el adversario.
Los deberes del abogado con el adversario se refieren a la lealtad en la contienda, a la independencia, al respeto y solidaridad profesional. La lealtad en la contienda significa la defensa honesta de la causa, utilizando el lenguaje forense que no debe confundirse con el lenguaje vulgar. El respeto solidaridad obliga al abogado a mantener con el colega adversario relaciones de cordialidad, sin que eso signifique abdicación de la independencia.
14. Etica profesional del servicio social
Los aspectos éticos que encierra el ejercicio de la actividad profesional del Servicio Social tiene una seria proyección sobre la sociedad en que actúa. Las repercusiones directas en la vida social son, en el caso de esta profesión, mayores y más profundas que las que pueden tener otras ocupaciones. Se trata de una actuación directa sobre la vida social, y las conductas negativas pueden crear imprevisibles problemas psico-sociales y culturales.
Partimos de la siguiente pregunta: ¿Cuál es el fundamento filosófico de la ética profesional del Servicio Social? Fundamentalmente, los principios filosóficos surgen sobre la base de los valores generalmente aceptados: justicia, solidaridad, verdad, bondad, dignidad, etc. ; en este sentido, pueden exponerse los siguientes principios filosóficos inherentes a esta profesión:
  1. confianza en los valores esenciales del individuo
  2. respeto a los derechos individuales
  3. compresión amplia de la sociedad y de sus potencialidades
  4. concepción positiva de la unidad y el progreso sociales
  5. Reconocimiento de deberes y responsabilidades hacia la comunidad.
A continuación seleccionaremos los principios fundamentales sobre la ética profesional del Servicio Social formulados por las Naciones Unidas y por la Federación Internacional.
15. Principios de las naciones unidas.
  1. Reconocer el valor del ser humano como individuo, cualesquiera sean su circunstancia, condición, raza religión, opinión política, o conducta; y hacer lo posible por fomentar en el individuo un sentido de dignidad y de respeto propio.
  2. Fomentar el propio esfuerzo como medio de desarrollar en el individuo el sentimiento de confianza en sí mismo y su capacidad para afrontar responsabilidades.
  3. Promover oportunidades para una vida más satisfactoria en las circunstancias particulares en que se encuentran los individuos, os grupos y las comunidades
  4. Respetar las diferencias entre los individuos, grupos y comunidades, tratando al mismo tiempo de conciliarlas en el bienestar común.
16. Pricipios de la federación internacional de asistente sociales.
  1. Todo ser humano posee un valor único, con independencia de su origen, edad, creencias, etnicidad, condición socioeconómica, o de su contribución a la sociedad.
b) Todo individuo tiene derecho a realizar su potencial, siempre que
no perjudique los derechos de los demás.
  1. Toda sociedad, cualquiera que sea, debe funcionar con miras a proporcionar el máximo beneficio a la totalidad de sus miembros.
  2. El trabajador Social Profesional tiene la responsabilidad de encausar sus conocimientos y capacidades hacia la ayuda de individuo, grupos, comunidades y sociedades, el desarrollo de sus posibilidades y la resolución de conflictos humanos sociales y sus consecuencias.
  3. El trabajador social profesional tiene como obligación suprema el servicio de los demás, lo cual debe primar, sobre cualquier otro interés o ideología particular.
 17. La dignidad de la persona humana.
Toda persona es digna de respeto y consideración, por ser persona humana, no sólo por sus títulos o posesión de fama y bienes; por eso toda persona es digna de respeto, porque este es un deber y una obligación cívica y social. Quien no sabe respetar los valores y la dignidad de los demás, no es persona digna de vivir en sociedad, porque esto exige hacerse consciente de sus deberes y responsabilidades frente a sí mismo, a los demás y a la naturaleza.
Para hacer digno el hombre, tiene que ser responsable frente así mismo lo cual implica valorizarse y personalizarse. Personalizarse quiere decir, que se toma como persona consciente y responsable; que está en capacidad de cumplir los deberes que le exige su propia vida y la sociedad; que tiene una voluntad capaz de controlar y dirigir sus instintos para no perjudicar a nadie con ellos, en sí, que es una persona capaz de valorar y dirigir su actuación en forma responsable.
El hombre frente a los demás, también tiene deberes y responsabilidades, lo cual consiste en valorar y respetar a los demás como a sí mismo, reconociendo que hay que respetar su libertad, sus bienes y sus costumbres. Para tener este comportamiento con los demás, es necesario valorarse como persona humana, y ser persona humana consiste en ser justo, tanto consigo mismo, como con los demás, pero, claro está, cuando la persona se valora bien a sí misma también sabe valorar a los demás. Esto es lo que significa socializarse. Y socializarse es adaptarse a la comunidad en que vive, contribuyendo a su proceso y desarrollo, es hacerse consciente de la comunitariedad.
Una tercera condición se refiere al hombre contra al mundo, esto es, frente a su medio circundante. Este medio también exige del individuo, adaptación y responsabilidades, lo cual impone los siguientes deberes en cumplir:
Responsabilidad en su trabajo y estudio
Responsabilidad ante la Patria y sus Leyes

 

¿QUE ES LA CONCIENCIA?

La conciencia del hombre está compuesta por todo aquello que él conoce con lo que ha estado en contacto a través de las experiencias adquiridas durante su vida. El mundo externo divide la conciencia en: Subconciencia, donde están obtenidas todas las experiencias del pasado, las cuales yacen profundamente enterradas influyendo dentro de su naturaleza; la Conciencia, que comprende las experiencias del presente, y la Superconciencia, o desenvolvimiento superior, por cuya adquisición el hombre está luchando. La conciencia es propiedad única de cada corriente de vida individual, y es la única actividad que no puede ser robada o destruida. Por lo tanto, aquello que el hombre construye en su conciencia mediante la contemplación y esfuerzo, le pertenece para toda la eternidad. Por eso hay un axioma metafísico que dice "Lo que le pertenece por derecho de conciencia no puede serle quitado".
Durante su vida, el hombre posee tres distintos tipos de conciencia:

1) La Conciencia Individual, que es el conocimiento o conciencia de existir y de ser un toco de Luz inteligente; con poder para hacer uso de sus energías, sus facultades y su libre albedrío, con el cual debe crear y dirigir un plan de vida individual.

2) La Conciencia de Masas, en la cual todo pensamiento y sentimiento, toda virtud y vicio emanado contribuye a reforzar en esa "conciencia grupal" tal o cual cualidad en particular.

3) La Conciencia del Ascendido maestro, en la cual la autoconsciente inteligencia del individuo usa de las facultades creativas de pensamiento, sentimiento y la palabra hablada para crear, por voluntad propia y consciente, solamente aquello que es perfecto, cuando desee o se proponga crear algo.


INTRODUCCIÓN

Conciencia y utopía.

Puedo decir, sin temor a equivocarme, que mi principal preocupación se puede resumir en una única palabra: conciencia. De un tiempo a esta parte, en la medida en que me lo permiten esa serie de ocupaciones mundanas que todos tenemos (no está de más recordar que nadie se alimenta de ideas), intento comunicar que es necesaria una toma de conciencia ante el mundo en que vivimos, a la vez que procuro ampliar cada día más mi propio campo de conciencia.
Os preguntaréis, ¿por qué hay que tomar conciencia? ¿ante qué? ¿es que resulta que hay algo que no funciona? Pues sí, hay muchas cosas (en mi opinión) que no funcionan, de las que es preciso tomar conciencia.
Podríamos hablar de la injusticia, que en nuestro mundo actual se disfraza de múltiples formas. Para no prolongar estas líneas innecesariamente, piénsese simplemente en que hay seres humanos (una minoría) que vivimos con toda serie de comodidades, mientras que otros (la mayoría) no sólo no disfrutan de las mismas comodidades, sino que a veces no tienen asegurado ni un plato de comida.
Podríamos también hablar de la incomunicación, que finalmente se traduce en infelicidad. Y es que, en lo que se refiere a esa minoría acomodada a la que nos hemos referido antes, las cosas no marchan en absoluto de color de rosa. En el fondo la mayoría de las personas se sienten solas y vacías porque una serie de valores como el éxito, el dinero, el poder... han desplazado a otros que podríamos considerar más humanos, y entre los cuales el principal es la comunicación verdadera.
Para terminar con la injusticia no podemos confiar solamente en la ayuda humanitaria, al igual que no podemos confiar en los móviles para que nos resuelvan el problema de la incomunicación (pequeños parches para tan grandes rotos).
Solo un cambio radical en las estructuras económicas y sociales que rigen este mundo puede solucionar de verdad los problemas comentados, así como otros tantos que se podrían mencionar; de modo que no podemos renunciar a buscar la utopía. Pero para que ese cambio radical tenga lugar es necesario primero un cambio radical en nuestra forma de pensar y de vivir, de ahí que resulte tan importante la toma de conciencia.

LA CONCIENCIA.

Definición: Un fenómeno cognitivo usualmente activo cuando uno o más sentidos fisiológicos están conectados con la realidad externa. Otros fenómenos cognitivos se derivan del estado de conciencia o vigilia y se pueden denominar "estados incrementados de conciencia" (tal la atención). Muchos autores identifican la conciencia con experiencia subjetiva, como la de una niña hamacándose y escuchando los aplausos de sus progenitores o la experiencia de quemarse un dedo. Estas experiencias no son del todo comunicables, se las clasifica como subjetivas. Una definición pasable de la conciencia sería la "sensación subjetiva, no apta para ser comunicable, de a qué se parece ser yo (usted) en mi (su) estado de vigilia presente". La hipótesis es que lo que usted siente con respecto a usted mismo, esto es, con respecto a ser usted, es, en principio, similar a lo que yo siento con respecto a mí mismo, esto es, con respecto a ser yo. Esa similitud es lo que llamamos conciencia. Ned Block discrimina entre conciencia fenomenológica y conciencia de acceso (P- and A-consciousness), y otros autores mencionan la conciencia monitora y la conciencia de tener conciencia (autoconciencia).

Algunas expresiones:

Libertad de conciencia: Derecho de profesar cualquier religión, sin ser inquietado por la autoridad pública. Desenfreno y desorden contra las buenas costumbres.

Caso de conciencia: Punto dudoso en materia moral.

Examen de conciencia:Recordación de las palabras, obras y pensamientos con relación a las obligaciones del cristiano. Meditación sobre las faltas o pecados cometidos.

Sentido moral: Percepción, en el ámbito de la conciencia, de la realidad del bien.

Subconsciencia: Estado inferior de la conciencia psicológica en el que, por la poca intensidad duración de las percepeiones, no se da cuenta de estas el sujeto.

TIPOS DE CONCIENCIA:

CONCIENCIA FENOMENICA

La conciencia-P significa la conciencia fenoménica, la que construye imágenes mentales o de apariencia mental de la cosa en sí externa, pero no puede capturar la realidad pura de la cosa en sí. La conciencia-P es la que dinamiza las imágenes mentales, la apariencia mental de las cosas, las experiencias internas del sujeto.
Es distinta de la conciencia-A (conciencia de acceso), que cumple con funciones de procesamiento de la información. Muchos intentos buscan relacionar (tarea para el futuro) este mundo "espiritual" interno con mecanismos físico- psicofísicos análogos a los de los otros cuatro niveles previos. Estas distinciones se basan en Ned Block.


CONCIENCIA MONITORA

Definición: Atributo general de la conciencia - relacionado con la atención y con la interpretación del cerebro como instrumento de control - y extendido a todos los circuitos cerebrales relacionados con el entorno y del propio interior íntimo.
"Aparece una fortisima presión evolutiva (siempre con aportes adicionales de apartamiento del equilibrio) por perfeccionar y ampliar los sensores o filtros de reconocimiento de pautas de alarmas, asi como de sumarlos. La suma de todos estos sensores es parte importante de una hipotética "conciencia monitora". Como la colección de sensores sumados aparentemente actua asimismo como un suprasensor global, dicha conciencia es autorreferencial, o sea que aparece como autoconciencia, conciencia de si misma, conciencia de tener conciencia. Con ella el humano normal, llega a la experiencia subjetiva de tener activada dicha colección de sensores..." (Barral y von der Becke)
Es aparentemente el resultado de la generalizacion de la aptitud de los animales provistos de cerebro de construir detectores de pistas o pautas de alarmas. La mente humana consiguio heredar e incrementar dicha aptitud. Esta es la base del Sistema Operativo cerebral (Philip Johnson-Laird), asi como en computacion es indispensable poseer algun Sistema Operativo como el DOS. (Cohen J, Stewart I)
Una alarma surge de un encadenamiento y procesamiento de alarmas elementales que mediante sensores llega a un hipotético "espacio de gestión de alarmas" (conciencia monitora) donde se la procesa. Esos elementos sumados y combinados dan origen a elementos de conducta y con ellos, a la conducta propiamente dicha. Los sensores para alarmas y problemas originan entre todos dicha conciencia monitora. En años recientes se ha difundido la idea segun la cual se propone que el Yo es una confederación de agencias más o menos autónomas. Estas referencias a la conciencia monitora se deben interpretar a la luz del "más o menos " recién mencionado.
CONCIENCIA CORPORAL¿QUE ES?..... 

FOCUSING, CONCIENCIA CORPORAL, ENFOQUE INTERIOR son tres expresiones para una misma experiencia humana.

Se trata de:
* unas actitudes.... hacia uno mismo y hacia los demás * un modo de escucharnos y re-conocernos * un proceso.... para estar en movimiento interior * una técnica.... para aprender a recuperar nuesta sabiduría interior * un modo de promover el desarrollo personal * una teoría.... sobre el funcionamiento de la personalidad.

LIBERTAD DE CONCIENCIA Y DE RELIGIÓN.
Declaración Universal.

Art. 18. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, el culto y la observancia.


Conciencia teológica
I. EL NOMBRE

En inglés hemos hecho con una palabra latina qué ni los latines ni los franceses han hecho: hemos doblado el término, haciendo el soporte de la " conciencia " para el departamento moral y dejando el " sentido " para el campo universal de los objetos sobre los cuales somos enterados. En Cicero tenemos que depender del contexto para la limitación específica al área ética, como en la sentencia: " sermo del omnium del quam del est de los pluris del conscientia del mihi del mea ". El sir W. Hamilton ha discutido hasta dónde podemos ser dichos para ser conscientes de los objetos externos que sabemos, y de hasta dónde el " sentido " ought ser llevado a cabo un término restringido a los estados del uno mismo o de la timidez. (véase Thiele, DES Selbstbewusstseins, Berlín, 1895 de Philosophie del dado.) En las dos palabras Bewusstsein y Gewissen los alemanes han hecho una distinción útil que contestaba a nuestro " sentido " y a la " conciencia ". Los ancients descuidaron sobre todo tal discriminación. Los Griegos utilizaron a menudo el phronesis donde debemos utilizar " conciencia ", pero los dos términos están lejos de coincidente. También utilizaron el suneidesis, que ocurre en varias ocasiones para el propósito a disposición ambos en el viejo y nuevo testamento. Los hebreos no tenían ninguna psicología formal, aunque Delitzsch tiene se esforzó para encontrar uno en Scripture. Allí el corazón está parado a menudo para la conciencia.

II. ORIGEN DE LA CONCIENCIA EN LA RAZA Y EN EL INDIVIDUO

De antropólogos algunos hacen y algunos no validan la cuenta bíblica del origen del hombre; y la clase anterior, admitiendo que los descendientes de Adán pudieron pronto haber perdido los rastros de su pendiente más alta, está dispuesta a oír, sin el compromiso de endosar, qué la última clase tiene que decir en la asunción del desarrollo humano incluso de una ascendencia animal, y en la asunción posterior que en el uso de evidencias él puede descuidar la secuencia del tiempo y del lugar. No es mantenido por ningún estudiante serio que el pedigrí de Darwinian es ciertamente exacto: tiene el valor de un diagrama que da una cierta noción de las líneas a lo largo de las cuales las fuerzas se suponen haber actuado. No, entonces, como validando para el hecho, sino como usarlo para un propósito muy limitado, podemos dar un bosquejo característico del desarrollo ético según lo sugerido en el capítulo pasado moralejas del Dr. L. T. Hobhouse de las " en la evolución ". Es una historia conjetural, muy como lo que la otra oferta de los antropólogos para lo que vale y no para la ciencia completamente certificada.
El ética es conducta o vida regulada; y la regulación tiene un principio crudo en la vida animal más baja como respuesta al estímulo, como acción refleja, como adaptación útil al ambiente. Así la ameba se dobla alrededor de su alimento en el agua y vive; propaga por la uno mismo-división. En otra etapa en la serie animal encontramos impulsos ocultos en.beneficio de la vida y de su propagación que toman una dimensión de una variable más compleja, hasta que algo como propósito instintivo se visualiza. Las acciones útiles se realizan, no al parecer agradable en sí mismos, con todo con bueno en la consecuencia que no puede haber sido prevista. El cuidado del animal para sus jóvenes, la disposición para la necesidad de su descendiente futuro es una clase de sentido presagiado del deber. El St. Thomas es en negrilla seguir la terminología de los abogados romanos, y afirmar una clase de moralidad en emparejar y propagar de los animales más altos: " docuit del animalia del omnia del natura del quod del est del naturale del ius ". (es el derecho natural que la naturaleza ha enseñado a todos los animales -- " en el intravenoso enviado."Los costumbres se forman bajo las presiones e interacciones de la vida real que son fijados por herencia, y aguardan el análisis y las mejoras de la razón naciente. Con el advenimiento del hombre, en su estado más grosero -- sin embargo él vino estar en ese estado, sea por subida o pendiente -- amanece una conciencia, que, en la teoría del desarrollo, tendrá que pasar a través de muchas etapas. Al principio sus categorías de derecho y de incorrecto están en una condición muy flúida, no guardar ninguna forma fija, y el entremezclarse fácilmente, como en el caos de los sueños, de las suposiciones, de las ilusiones, y de las ficciones de un niño. Los requisitos de la vida social, que se convierte en el gran moralizer de la acción social, están cambiando continuamente, y con que ellos el ética varía sus adaptaciones. Mientras que la sociedad avanza, el su ética mejora. " las líneas en las cuales se forma el costumbre es determinado en cada sociedad por las presiones, las mil interacciones de esas fuerzas del carácter individual y lazo social, que nunca dejan de remoulding hasta que han hecho los amantes y los odios de los hombres, sus esperanzas y los miedos para sí mismos y sus niños, su pavor de las agencias no vistas, sus celos, sus resentimientos, sus antipathies, su sociability y amortiguan sentido de la dependencia mutua todas sus calidades buenas y malas, egoístas y comprensivas, sociales y antisociales." El asimiento de la experiencia ensancha y la potencia del análisis aumenta, hasta, de una gente como los Griegos, venimos sobre los pensadores que pueden reflejar distintamente en conducta humana, y podemos poner en la práctica el seauton del gnothi (sepa el thyself), para en adelante asegurar el método del ética por todas las veces, con el alcance indefinido izquierdo para su aplicación mejor y mejor. " aquí hemos alcanzado el nivel de las religiones filosóficas o espirituales, los sistemas que intentan concentrar toda la experiencia en un foco, e iluminar toda la moralidad a partir de un centro, pensamiento, tan siempre, llegando a ser más comprensivo como llega a ser más explícito ".
Cuál es dicho de la raza se aplica al individuo, como en él las reglas acostumbradas adquieren el carácter ético por el reconocimiento de principios y de ideales distintos, todo tendiendo a una unidad o a una meta final, que para el evolutionist mero se dejan muy indeterminada, pero para el cristiano tiene definición adecuada en una posesión perfecta del dios por conocimiento y amante, sin la contingencia de otros lapsos del deber. Venir a la plenitud del conocimiento posible en este mundo es para el individuo un proceso del crecimiento. El cerebro al principio no tiene la organización que le permitiría ser el instrumento del pensamiento racional: es probablemente una necesidad de la naturaleza de nuestra mente que no debemos comenzar con el cerebro completamente formado pero que se deben recolectar los primeros elementos del conocimiento con las gradaciones de la estructura que se convierte. En la familia moral buena el niño aprende lentamente a la derecha conducta por la imitación, por la instrucción, por la sanción de la manera de recompensas y de castigos. Bain exagera el predominio del elemento nombrado pasado como la fuente de dónde viene el sentido de la obligación, y en esto él es como Shaftesbury, que considera en conciencia solamente el reprover. Esta visión es favorecida también por Carlyle en su " ensayo en características ", y por el Dr. Mackenzie en su " manual del ética ", donde leemos: " debo preferir decir simplemente que la conciencia es una sensación del dolor que acompaña y que resulta de nuestra inconformidad al principio." Newman también ha puesto la tensión en la oficina de la reprensión de la conciencia. Carlyle dice que no debemos observar que teníamos una conciencia si nunca nos habíamos ofendido. El verde piensa que la teoría ética está sobre todo de uso negativo para la conducta. mejor para mantener in vista ambo cara verdad y decir que mente ético desarrollar venir uno sentido satisfacción en derecha hacer y descontento en wrongdoing, y que recompensa y castigo juicioso asignar joven tener para su propósito, a medida que Aristotle poner él, para enseñar enseñable cómo para encontrar placer en qué ought por favor y descontento en qué ought para descontentar. La mente no madura se debe dar sanciones externas antes de que pueda alcanzar el interior. El su brillar tenuemente más temprano del deber no puede ser luz clara: comienza distinguiendo conducta como agradable o como repugnante y traviesa: como aprobado o desaprobado por los padres y los profesores, detrás de quienes de una manera dévil está parado al dios oft-mencionado, concibió, no sólo en un antropomorfo, pero de una manera nepiomorphic, para no corregir todavía más correcto que las especulaciones de Caliban sobre Setebos. La opinión del pecado en el sentido genuino se forma gradualmente hasta la edad que señalamos áspero como el séptimo año, y en adelante el agente comienza la carrera tremenda de la responsabilidad según los dictados de la conciencia. En los argumentos no éticos sino scholastically theological, el St. Thomas explica una teoría que unbaptized a persona en el amanecer de la razón pase con una primera crisis en la discriminación moral que las vueltas simplemente en la aceptación o el rechazamiento del dios, y exigen pecado mortal en caso de incidente.


III. ¿QUÉ CONCIENCIA ESTÁ EN EL ALMA? 

Es a menudo una buena máxima para no importar por una época de cómo una cosa vino ser, pero para ver cuáles es realmente. Hacer tan en vista de conciencia antes de que tomemos la historia de la filosofía en su respeto es política sabia, porque nos dará una cierta doctrina clara sobre la cual poner el asimiento, mientras que viajamos con una región perpleja por mucha confusión del pensamiento. Las puntas siguientes son cardinales:
  • La conciencia natural no es ninguna facultad distinta, sino la una intelecto de un hombre ya que considera a la derecha y mal en conducta, ayudada mientras tanto por una voluntad, por el uso de las emociones, por la experiencia práctica de vivir, y por todas las ayudas externas que estén al propósito.
  • La conciencia natural del cristiano es sabida por él para actuar no sola, pero bajo la aclaración e impulso derivados de la revelación y de la tolerancia en un orden terminantemente supernatural.
  • En cuanto a la orden de la naturaleza, que no existe solamente que pudo haber existido, el St. Thomas enseña que para el conocimiento del dios y para el conocimiento del deber moral, los hombres tales como nosotros están requeriría una cierta ayuda del dios de hacer su conocimiento suficientemente extenso, claro, constante, eficaz, y relativamente adecuado; y ponerlo especialmente dentro del alcance de los que se absorben mucho con los cuidados de la vida material. Sería absurdo suponer que eso en el orden del dios de la naturaleza se podría excluir de cualquier revelación de se, y que se dejaría para ser buscado para absolutamente irresponsively.
  • El ser una cosa práctica, conciencia depende en gran medida para su corrección del buen uso de él y en el cuidado apropiado tomado para prestar atención a sus deliverances, para cultivar sus potencias, y para frustrar a sus enemigos.
  • Incluso donde se emplea la diligencia debida la conciencia errará a veces, pero sus errores inculpables serán admitidos por Dios para ser no culpables.
IV. LA FILOSOFÍA DE LA CONCIENCIA CONSIDERADA HISTÓRICAMENTE

En tiempos precristianos
Los testimonios escritos más tempranos que podemos consultar nos dicen que de principios reconocidos en moralejas, y si confinemos nuestra atención al bueno cuál encontramos y descuidamos para el presente el inconstancy y la adición de muchos males, experimentaremos una satisfacción en la historia. Los persas estaban parados para la virtud contra vicio en su ayuda de Ahura Mazda contra Ahriman; y era una excelencia el suyo a levantarse sobre el " ética independiente " al concepto del dios como el rewarder y el punisher. Incluso tocaron la doctrina del refrán de Cristo, " qué doth beneficio un hombre si él gana el mundo entero, y pierde su propia alma?" cuándo a la pregunta, cuál es el valor de la creación entera visualizada antes de nosotros, el Zend-Avesta tiene la contestación: " el hombre en esto quién se entrega de mal en pensamiento, palabra, y hecho: él es el objeto más valioso en la tierra." Aquí la conciencia fue aclarada claramente. De las virtudes morales entre persas la verdad era visible. Herodotus dice que la juventud fue enseñada " para montar y para tirar con el arqueamiento ", y " para hablar la verdad ". Los Griegos unveracious, que admiraron los wiles de un Odysseus, fueron sorprendidos en el veracity persa; y puede ser que Herodotus no sea justo en esta pista a Darius. El Hindus en el Vedas no se levanta arriba, pero en Brahminism hay algo más espiritual, y aún más en la reforma budista en su mejor cara, considerada aparte de la vista de la vida pesimista sobre la cual su asceticism falso fue puesto a tierra. El Budismo tenía diez mandamientos prohibitivos: tres referentes el cuerpo, el asesinato de prohibición, el hurto, y al unchastity; cuatro referentes discurso, la mentira de prohibición, el slander, el lenguaje abusivo, y a la conversación inútil; y tres referentes la mente internamente, el covetousness, pensamientos malévolos, y al alcohol que duda. Los egipcios muestran los funcionamientos de la conciencia. En el " libro de los muertos " encontramos una examinación de la conciencia, o algo de la profesión de la inocencia, antes del juez supremo después de la muerte. Dos confesiones se dan que declaran la mayoría de las virtudes (grieta cxxv): reverence para el dios; deberes a los muertos; caridad a los vecinos; deberes de superiores y de temas; cuidado para la vida humana y el miembro; chastity, honradez, verdad, y evitación del slander; libertad del covetousness. Los monumentos de Assyro-Babylonian nos ofrecen muchos items en la cara favorable; ni podría la gente de dónde estaba publicada el código de Hammurabi, en una fecha anterior a la legislación del mosaico por quizás setecientos años, sea ético subdesarrollada. Si el código de Hammurabi no tiene ningún precepto del reverence al dios que corresponde con los primeros tres mandamientos de la ley del mosaico, por lo menos su prefacio contiene un reconocimiento del supremacy del dios. En China Confucius (c. 500 B. C.), con respecto a una idea del cielo, entregó una alta moralidad; y Mencius (c. 300 B. C.) desarrolló este código del uprightness y de la benevolencia como " cita del cielo ". El ética griego comenzó a pasar de su condición gnomic cuando Socrates fijó la atención en el seauton del gnothi en interés de la reflexión moral. Aristoteles pronto seguido, que puso la ciencia en una base duradera, con la gran desventaja de descuidar la cara theistic y por lo tanto la doctrina completa de la obligación. Ni para la " obligación " ni para la " conciencia " tenía los Griegos un término fijo. Todavía los placeres de una buena conciencia y de los dolores de malvado estaban bien dispuestos en los fragmentos recogidos por suneidotos del tou del peri de Stobaeus. Penandros, pedido cuál era libertad verdadera, contestado: " una buena conciencia ".

CONCLUSIÓN
¿REALMENTE   TE   ESCUCHAS??????
Muchas personas dicen que sí...creen que escucharse es prestar atención a los diálogos y ruidos internos, atender a sus pensamientos y recuerdos....
En realidad, para escucharnos necesitamos estar en SILENCIO INTERIOR *** requerimos que nuestras voces internas callen, que no haya palabras ni pensamientos....
Entonces empezaremos a dejar que nuestra atención vaya a nuestro cuerpo, para DARNOS CUENTA de nuestras sensaciones *** sin palabras, sin pensamientos *** fijándonos solamente en las sensaciones, en lo que sentimos en nuestro cuerpo *** sin tratar de explicar, ni comprender *** reconociendo y prestando atención a las sensaciones que están ahí.... sin querer cambiarlas...
Escucharme así es un CAMINO DE DESCUBRIMIENTO PERSONAL.... porque entonces reconoceré aspectos y dimensiones insospechadas de mí mismo..... con una sensacion de liberación y de paz interior
¿Cómo la ves? ¿Te animas a escucharte???????? ¡a escucharte realmente!!!!!!
La palabra conciencia proviene del latín conscientia, que significa con conocimiento. Esta palabra alude al acto psíquico por medio del cual el individuo se percibe a sí mismo inserto en el mundo.
Se puede hablar de distintos tipos de conciencia, no sólo de la individual. Una forma de clasificarla es:

Conciencia individual: esta alude a la conciencia del individuo y de la forma en que el entorno puede perjudicarlo o favorecerlo en las distintas circunstancias de la vida. Por medio de esta, la persona establece qué es lo bueno y lo malo para sí. El poner en marcha esta distinción se la conoce bajo el nombre de instinto de supervivencia. Además, por medio de esta el individuo cae en la cuenta de que debe usar su libre albedrío y capacidades para crear y también dirigir su propio plan de vida.

Conciencia social: esta apunta a  la conciencia de cuál es el estado del resto de la comunidad y de cómo el entorno puede favorecerla o perjudicarla. Por medio de la conciencia social se establece aquello que es malo o bueno para la comunidad como un todo y cuando esta distinción se pone en marcha se la conoce bajo el nombre de instinto de protección.

Conciencia emocional: a partir de los datos emocionales, esta conciencia dictamina qué es bueno y qué malo así como también de cómo la forma en que el individuo y su comunidad actúen afectará el estado emocional de la comunidad en sí. Al la realización acertada de dicha distinción se la conoce bajo el nombre de inteligencia emocional.

Conciencia temporal: por medio de esta el individuo toma conciencia sobre el ambiente que lo rodea y de cómo lo afecta tanto a él como al resto a lo largo de la línea del tiempo. Por medio de esta se distingue aquello que es malo o bueno para la comunidad como un todo con respecto a su futuro. Cuando esta distinción se ejerce correctamente se la conoce como inteligencia racional.
Además, se puede hablar de:

Conciencia psicológica: por medio de esta, la persona advierte su propia presencia, de los hechos y objetos que se ubican fuera del propio yo y la reflexión de los actos propios.

Conciencia moral: esta es el conocimiento que cada individuo debería tener sobre las reglas morales y las normas. Por medio de esta, la persona se da cuenta de si la propia conducta moral es valiosa o no. Los actos morales son aquellos orientados hacia los demás, el mundo y el exterior.

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