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María Teresa de San José, Beata |
Virgen, Fundadora de las Religiosas Carmelitas del Divino Corazón de Jesús
Nació en Sandow (Brandenburgo, hoy Polonia), el 19 de junio
de 1855. Su padre era pastor luterano, y su madre,
aunque era luterana, sentía un gran amor por la santísima
Virgen, por lo cual, el 24 de julio, cuando su
hija fue bautizada, le puso el nombre de Ana María.
Administró el bautismo su abuelo paterno, también él pastor luterano.
Su infancia transcurrió de modo feliz y despreocupado, con su
madre, a quien amaba tiernamente, y con su padre, que
le dedicaba los ratos libres de su ministerio.
En mayo
de 1862 su padre fue nombrado superintendente en Arnswalde, a
donde se mudó con la familia, que mientras tanto había
aumentado con el nacimiento de otras dos niñas: Lisa
y Magdalena.
En aquel ambiente tan diverso, Ana María comenzó
una vida nueva, ya no en la soledad del campo,
sino en el movimiento de una gran casa parroquial, donde
su padre y su madre se dedicaban con gran empeño
a las diversas actividades pastorales y caritativas. En efecto, su
madre, acompañada por ella, reunía a los niños para el
catecismo y visitaba a los pobres y a los enfermos.
Así se suscitó en Ana María un gran amor al
prójimo, especialmente a los más necesitados.
En 1865 su padre
fue trasladado a Berlín. Allí Ana María comenzó a sentirse
mal, por lo cual tuvo que dejar la escuela, a
la que volvió después con mucho esfuerzo. A causa de
su delicada salud y con vistas a los estudios, en
1870 sus padres decidieron enviarla, con su hermana Lisa, a
un colegio para niñas de los Hermanos Moravos, situado en
el campo. Entre ellos había personas muy devotas y en
Ana María surgió el deseo de hacerse "monja".
El aire
sano la ayudó a restablecerse pronto, y en contacto con
la naturaleza su temperamento tímido fue abriéndose más. Sin embargo,
se opuso a todo tipo de lisonjas y vanidades, manteniendo
su estilo de vida serio, leal y lleno de bondad,
siempre dispuesta a intervenir con generosidad ante cualquier necesidad o
petición.
Durante la Pascua de 1872 su padre la hizo
volver a casa para que recibiera la Confirmación. Fue para
ella una gran prueba, porque se sentía cada vez más
alejada del luteranismo. En algunas ocasiones, incluso en el colegio
para niñas, no había querido decir a qué religión pertenecía,
declarando que seguía una suya propia. En discusiones con pastores
protestantes que frecuentaban a su familia, se comentó que su
manera de razonar era más católica que protestante.
Pasó el
verano de 1873 en casa de sus abuelos. En esa
circunstancia recibió una propuesta de matrimonio, que rechazó inmediatamente, afrontando
con firmeza la ira de su abuelo, al que, por
lo demás, amaba mucho.
En 1874 murió su madre, que
sólo tenía 45 años de edad, y Ana María, quebrantada
por el dolor, tuvo que hacerse cargo de la familia.
Cinco años después, su padre volvió a casarse, y la
eximió de esa responsabilidad. Así, pudo finalmente realizar el deseo
que cultivaba desde hacía mucho tiempo: constituir una asociación
de señoritas que se dedicaran a diversas labores manuales, para
después venderlas y así ayudar a las misiones.
Para ofrecer
a Dios un gran sacrificio, aceptó en Colonia el cargo
de directora del manicomio de la ciudad. En medio de
las duras pruebas derivadas del contacto con los enfermos mentales,
recibió la gracia de Dios de adherirse a la fe
católica. Fue acogida oficialmente en la Iglesia católica el 30
de octubre de 1888.
Cada vez sentía más intensamente el
deseo de consagrarse completamente a Dios. Después de leer el
libro de la autobiografía de santa Teresa de Jesús, se
orientó hacia el Carmelo, pero su confesor le dijo que
no era ese su camino. Con el tiempo vio claramente
que Dios la llamaba a fundar una congregación que, impregnada
del espíritu carmelitano de oración y reparación, se dedicara a
la asistencia a los niños huérfanos, pobres y abandonados:
las Carmelitas del Divino Corazón de Jesús.
En su autobiografía
narra los grandes sufrimientos que afrontó al inicio de la
Congregación. Expulsada de la casa paterna, así como de Alemania, donde
el cardenal Kopp le negó la autorización de llevar el
hábito religioso, anduvo errante de un país a otro, hasta
que llegó a Rocca di Papa, cerca de Roma, donde
en junio de 1904 el cardenal Satolli le dio permiso
de conseguir una vieja casa, que llamó: el Carmelo
del Divino Corazón de Jesús. Allí, el 3 de enero
de 1906, la madre y sus primeras compañeras emitieron los
primeros votos religiosos válidos según el derecho canónico.
Pasada la
tribulación, le fue permitido volver a Alemania, donde se habían
multiplicado sus obras, llamadas "Casas de San José". En 1912
partió para América para fundar allí el Carmelo del Divino
Corazón de Jesús. Mientras se ocupaba de las nuevas fundaciones,
estalló en Europa la primera guerra mundial y la casa
madre de Rocca di Papa fue expropiada por el Gobierno
italiano por ser "propiedad alemana".
Cuando volvió de América, en
1920, tuvo que buscar una nueva casa madre. La encontró
en Sittard, Holanda. Allí pasó los últimos años de su
vida. A causa de su deteriorada salud ya no podía
viajar. Se dedicaba a la formación espiritual de sus religiosas
y a la consolidación de la Congregación, elaborando las Constituciones.
Murió santamente el 20 de septiembre de 1938.
Fue beatificada
el 13 de mayo de 2006, en Roermond (Países Bajos).
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