viernes, 14 de septiembre de 2012

Espíritu de benevolencia


Lucas 6, 39-42. Tiempo Ordinario. A veces lo que nos molesta de los otros son nuestras propias deficiencias.
 
Espíritu de benevolencia
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 39-42


En aquel tiempo Jesús les añadió una parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo", no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano.

Oración introductoria

Señor Jesús, sólo transformando mi vida en Ti, podré vivir el Evangelio y ayudar humildemente a otros a experimentar tu amor. Creo y confío en que esta oración me ayude a profundizar en esta verdad y me llene de tu amor para poder darte a los demás, con mi testimonio de vida.

Petición

Jesús, ayúdame a revertir mi tendencia a juzgar a los demás, en vez de ver esas faltas que me alejan de tu amor.

Meditación del Papa

Creer fuertemente en la presencia y en la acción del Espíritu Santo, invocarlo y acogerlo en vosotros, mediante la oración y los sacramentos. Es Él de hecho el que ilumina la mente, caldea el corazón del educador para que sepa transmitir el conocimiento y el amor de Jesús. La oración es la primera condición para educar, porque orando nos ponemos en disposición de dejar a Dios la iniciativa, de confiarle los hijos, a los que conoce antes y mejor que nosotros, y sabe perfectamente cuál es su verdadero bien. Y, al mismo tiempo, cuando oramos nos ponemos a la escucha de las inspiraciones de Dios para hacer bien nuestra parte, que de todos modos nos corresponde y debemos realizar. Los sacramentos, especialmente la eucaristía y la penitencia, nos permiten realizar la acción educativa en unión con Cristo, en comunión con Él y continuamente renovados por su perdón. La oración y los sacramentos nos obtienen aquella luz de verdad, gracias a la cual podemos ser al mismo tiempo tiernos y fuertes, usar dulzura y firmeza, callar y hablar en el momento adecuado, reprender y corregir en modo justo. Benedicto XVI, 8 de enero de 2012.

Reflexión

Somos muy dados a mirar lo que pasa afuera y como hay cosas mal hechas, no falta ocasión de convertirnos en "listillos" queriendo enmendar la plana a los otros.

Con frecuencia lo que nos molesta de los otros son nuestras propias deficiencias que vistas en los demás despiertan nuestras conciencia; es que los otros hacen de espejo y así sus limitaciones ponen al descubierto nuestros propios límites. Por eso será mejor tratar de curar nuestras heridas - sacar la viga de nuestro ojo -, para poder ayudar a los demás -quitando la mota de sus ojos -.

No nos dejemos llevar por celos indiscretos queriendo hacer buena a la gente; más bien miremos a nuestro interior y seamos consecuentes con nuestras obras no sea que tengamos que oír el reproche que Jesús les dirigió a ellos: ¡Hipócritas!

Propósito

Revisar y cuidar mi actitud al reprender a un familiar, compañero de trabajo o amigo, para que sea siempre una corrección fraterna, basada en el amor.

Diálogo con Cristo

Señor que conoces el corazón del hombre y ves la miseria de nuestras obras, te pedimos nos trates con tu infinita misericordia para que aprendiendo de tu bondad seamos compasivos los unos con los otros.
 
 
 viernes 14 Septiembre 2012
Fiesta de la Cruz Gloriosa

La Exaltación de la Santa Cruz
San Alberto Jerusalén



Leer el comentario del Evangelio por
San Efrén : La cruz, un puente echado sobre el abismo de la muerte

Lecturas

Números 21,4b-9.


Los israelitas partieron del monte Hor por el camino del Mar Rojo, para bordear el territorio de Edóm. Pero en el camino, el pueblo perdió la paciencia
y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: "¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable!".
Entonces el Señor envió contra el pueblo unas serpientes abrasadoras, que mordieron a la gente, y así murieron muchos israelitas.
El pueblo acudió a Moisés y le dijo: "Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti. Intercede delante del Señor, para que aleje de nosotros esas serpientes". Moisés intercedió por el pueblo,
y el Señor le dijo: "Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado".
Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta. Y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba curado.


Salmo 78(77),1-2.34-35.36-37.38.


Poema de Asaf.
Pueblo mío, escucha mi enseñanza,
presta atención a las palabras de mi boca:
yo voy a recitar un poema,
a revelar enigmas del pasado.

Cuando los hacía morir, lo buscaban
y se volvían a él ansiosamente:
recordaban que Dios era su Roca,
y el Altísimo, su libertador.

Pero lo elogiaban de labios para afuera
y mentían con sus lenguas;
su corazón no era sincero con él
y no eran fieles a su alianza.

El Señor, que es compasivo,
los perdonaba en lugar de exterminarlos;
una y otra vez reprimió su enojo
y no dio rienda suelta a su furor.



Juan 3,13-17.


Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Efrén (hacia 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Homilía sobre nuestro Señor

La cruz, un puente echado sobre el abismo de la muerte

Nuestro Señor fue pisoteado por la muerte, pero  él, a su vez,
pisoteó la muerte, trazando un camino que aplasta a la muerte. Se sometió a
la muerte y la soportó deliberadamente para acabar con la obstinada muerte.
En efecto, nuestro Señor “salió cargado con su cruz” (Jn 19,17). Pero desde
la cruz gritó, llamando a los muertos que yacían en el abismo...

Él es el admirable “hijo del carpintero” (Mt 13,55) que, sobre el
carro de su cruz vino hasta la gola voraz del país de los muertos, y
condujo así al género humano a la mansión de la vida (Col 1,13). Y la
humanidad entera, que a causa del árbol del paraíso había sido precipitada
en el abismo inferior, por otro árbol, el de la cruz, alcanzó la mansión de
la vida. En el árbol  pues en que había sido injertado un esqueje de muerte
amarga, se injertó luego otro de vida feliz, para que reconozcamos en él al
jefe ante el cual no resiste nada de lo que ha sido creado.

¡Gloria a ti que con tu cruz has echado un puente sobre el abismo
de la muerte para que las almas pudieran pasar por él desde la región de la
muerte a la región de la vida!... ¡Gloria a ti que asumiste el cuerpo de
Adán, mortal, e hiciste de él fuente de vida para todos los mortales! ¡Sí,
tú vives para siempre! Tus verdugos se comportaron contigo como unos
agricultores: sembraron tu vida en las profundidades de la tierra como se
entierra el grano de trigo, para que luego brotara e hiciera levantar con
él a muchos granos (Jn 12,24).

Venid, hagamos de nuestro amor como un incensario inmenso y
universal; elevemos cánticos y plegarias a aquel que ha hecho de su cruz un
incensario a la Divinidad y, por su sangre, nos ha colmado de riquezas.
 

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